El fin del mundo sí sucedió
El fin
del mundo sucedió de hecho. No ocurrió en un día específico, pero se ha
extendido a lo largo de varias décadas. El mundo que ha desaparecido era
un mundo donde la mayoría de los niños sabían cómo leer y escribir. Un
mundo en el que admirábamos a los héroes y no a las víctimas.
Un mundo donde las máquinas políticas no se habían convertido en máquinas trituradoras de almas. Un mundo en el que teníamos más modelos de conducta que derechos. Un mundo donde uno podría entender lo que Pascal había querido decir cuando escribió que el entretenimiento nos distrae de vivir una vida humana real. Un mundo donde las fronteras salvaguardaban a aquellos que vivían su forma de vida y una vida propia.
Un mundo donde las máquinas políticas no se habían convertido en máquinas trituradoras de almas. Un mundo en el que teníamos más modelos de conducta que derechos. Un mundo donde uno podría entender lo que Pascal había querido decir cuando escribió que el entretenimiento nos distrae de vivir una vida humana real. Un mundo donde las fronteras salvaguardaban a aquellos que vivían su forma de vida y una vida propia.
Sí, ese
mundo tenía sus defectos y a veces era un mundo horrible, pero la vida
cotidiana de gran número de personas fue por lo menos regulada por una
serie de significados proporcionados por puntos de referencia. A modo de
recuerdo, ese era un mundo todavía familiar para muchos de nosotros.
Algunos lamentamos su fallecimiento. Pero ese mundo nunca volverá.
Despojado de su mediación tradicional, la sociedad se ha vuelto cada vez más y más fluida y más y más segmentada, lo que sólo facilita su reificación (1). Uno vive en ella a modo de “zapping”(2). Con la virtual desaparición de los grandes proyectos colectivos, que alguna vez fueron los portadores de diferentes visiones del mundo, la religión del Yo – un Yo basado en la libertad ilimitada del deseo narcisista, un Yo auto-generado de la nada – se ha traducido en la desterritorialización de todos los ámbitos, que ahora va de la mano con la disolución de todos los puntos de referencia, lo que hace al individuo más y más maleable, más condicionable, cada vez más vulnerable y más y más nómada.
Bajo la
excusa de la “modernización” emancipadora, “por más de medio siglo, la ósmosis ideológica ha tenido lugar entre la derecha económica y la izquierda multicultural” (Mathieu Bock-Côté),
que engrana el liberalismo económico con el liberalismo social, el
sistema de mercado con elementos marginales de cultura, todo ello debido
principalmente al reciclaje mercantil de la ideología del deseo y la
capitalización de la ruptura de las formas sociales tradicionales.
El
objetivo general es la eliminación de las comunidades de significados
que se niegan a operar de acuerdo a la lógica del mercado.
Mientras
tanto, algunas transformaciones antropológicas reales han tenido lugar.
Afectan a la relación con nuestro Yo, la relación con el Otro, la
relación con el cuerpo, la relación con la tecnología. Mañana estas
transformaciones nos pueden apresurar hacia el proyecto de fusión de la
electrónica y el propio cuerpo vivo del hombre. Tan pronto como el afán
de lucro se convierte en la única motivación, a expensas de todo lo
demás, su resultado performativo es la generalización del espíritu
mercantil, que a su vez convierte la ciudadanía en simples clientes.
Dentro de este contexto, la “corrección política” no es sólo un
capricho pasajero y divertido, sino un poderoso medio para transformar
el proceso de los pensamientos, restringir cada vez más el espacio común
como generador de obligaciones recíprocas, y que sea imposible
recuperar el mundo de los significados que ha desaparecido por ahora.
Por fin estamos siendo testigos de la aplicación de la “gobernanza”,
una especie de cesarismo financiero que se reduce a gobernar a los
pueblos, mientras que se les mantiene a raya. Por su parte, el Estado
administrativo y terapéutico, siendo el distribuidor de la ingeniería
social y actuando como Gran Supervisor, está trabajando en la
eliminación de todas las barreras que separan el orden del caos. Afirma
su poder sobre la realización de una perfectamente deliberada
sub-caótica situación en contra del contexto de su propio avance hacia
ninguna parte, y junto con una atemporalidad generalizada, creando así
una situación de guerra civil fría.
La sociología de la víctima rechaza
la noción misma de clase social, insertando en su lugar la denuncia de “exclusión” y la “lucha contra la discriminación”, así como una “ciencia” económica
que concibe la noción de categorías de personas como una categoría
residual. Al mismo tiempo, sin embargo, más que nunca, la lucha de
clases pasa a estar en plena marcha.
En Europa, bajo el impacto de las políticas de “austeridad”,
el proceso de caer en la recesión, si no es que en la depresión, está
teniendo lugar. El desempleo masivo sigue creciendo, el desmantelamiento
de los servicios públicos conduce a la reducción de los bienes
sociales, mientras que el poder adquisitivo sigue disminuyendo. Una
cuarta parte de la población europea (120 millones de personas) se
encuentra hoy amenazada por la pobreza.
En el pasado, se llevaron a cabo
revoluciones por mucho menos que eso. Hoy en día, no existe tal cosa.
Outsourcing, paros, traslados industriales, despidos laborales abusivos y
las llamadas “reestructuraciones sociales” pueden sin duda
desencadenar protestas sociales, pero en ningún lado cercano al
horizonte hay huelgas de solidaridad, mucho menos huelgas generales. La
misma preocupación de mantener el propio trabajo no tiene otro propósito
que la suya. ¿Por qué la crisis se tolera pasivamente? ¿Las naciones
están tan exhaustas, tan deslumbradas, tan desconcertadas? ¿Han aceptado
la idea de que no hay otra alternativa? Las naciones viven bajo el
horizonte de la fatalidad.
Todo el mundo espera que algo suceda.
Pero no va a suceder, porque el capitalismo, con toda objetividad, está
alcanzando ahora sus límites históricos absolutos.
Estamos
viviendo una crisis de una magnitud absolutamente sin precedentes y que
afecta al sistema capitalista en un nivel de acumulación y productividad
que nunca se ha llegado antes. Las crisis del siglo XIX se podrían
superar ya que el capital aún no se había apoderado enteramente de los
medios de reproducción social. La crisis de 1929 fue superada por el
fordismo, las regulaciones keynesianas y la Segunda Guerra Mundial.
La
crisis actual, que se produce actualmente en el contexto de la tercera
revolución industrial, es una crisis estructural, encabezada por el
empoderamiento total de los mercados financieros sobre la economía real y
además plagado por deuda pública generalizada.
Una de
sus consecuencias directas es la entrega del poder político a los
representantes de Goldman Sachs y Lehman Brothers. Pero ninguno de estos
puede resolver el problema, porque no hay ningún mecanismo de este tipo
capaz de superar la crisis actual. Las burbujas financieras, el crédito
estatal y la impresión de dinero, es decir, la creación de
capital-dinero ficticio, ya no puede resolver el problema de la pérdida
de la sustancia capital. Ante la falta de crecimiento real, y sin
importar si se mueve hacia una inflación incontrolable o hacia un pago
público general predeterminado, o si se mueve hacia una inflación
incontrolable, la crisis de solvencia actual (que ahora está siendo
tratada como una crisis de liquidez) – todo esto va a terminar en un
terremoto.
En un tiempo como el nuestro, hay cuatro tipos de personas.
Están aquellos que conscientemente desean hundirse más y más en el caos
y la oscuridad. Hay quienes, lo quieran o no, siempre están dispuestos a
soportar cualquier cosa. Luego están también los dinosaurios de derecha
que viven alrededor de la situación actual a modo de lamento. Desde
lloriquear hasta las conmemoraciones, se imaginan que pueden traer de
vuelta el viejo orden, lo que explica sus constantes derrotas.
Pero
también hay quienes anhelan un nuevo comienzo. Los que viven en la
oscuridad, pero no son de la oscuridad, es decir, aquellos que se
esfuerzan por resucitar la luz. Los que saben que más allá de lo real,
también existe la posibilidad. A ellos les gusta citar a George Orwell: “En una época de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario.”
Alain de Benoist
Filósofo y escritor francés. Director de la revista Krisis
NOTAS
(1) Degradar a seres humanos transformándolos en cosas o mirándolos como si fueran cosas.
(2) Es el acto de saltar programación o canales en la televisión
(2) Es el acto de saltar programación o canales en la televisión
Fuente: El Ministerio
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