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sábado, 12 de julio de 2014

LAS AVES ERRANTES



Antes de los nazis, fueron los 'hippies'


Así eran los wandervögel (aves viajeras), el grupo de jóvenes alemanes que reivindicaban la libertad y acabó convertido en una presa política incómoda tanto a derecha como a izquierda

En Alemania, a comienzos del siglo veinte, grupos de jóvenes defendieron un nuevo estilo de vida basado en el antimaterialismo, el contacto con la naturaleza y la defensa del arte. Poco a poco fueron desapareciendo, pero su modelo sirvió de inspiración para los futuros nazis.
- La juventud alemana libre quiere, por propia determinación y bajo su responsabilidad, plasmar y dirigir su vida - estas fueron las palabras pronunciadas por un grupo de jóvenes alemanes en lo alto del Hoher Meissner, una montaña cerca de Kassel. Ellos buscaban reescribir la historia alemana, trascender su tiempo. Corría el año 1913 y el país estaba de fiesta. En muchas ciudades del país, los nacionalistas festejaban el centenario de la batalla de Leizpig con imponentes desfiles militares. Pero desde la cumbre del Hoher Meissner el mundo parecía distinto, más amplio y hermoso.
Aquellos jóvenes recibían el nombre de wandervögel («aves viajeras», en su sentido literal). El movimiento había nacido unos años antes en plena urbe de Berlín y sus fundadores habían sido Hermann Hoffmann y Karl Fischer, una pareja de estudiantes aspirantes a taquígrafos cuyos héroes eran antiguos poetas y filósofos.
Los wandervögel resultaban incómodos e inaprensibles

Desde comienzos de siglo, este grupo de jóvenes hacía gala de un nuevo estilo de vida, una visión de la juventud y la naturaleza que suponía una ruptura con la tradición alemana. Eran poetas, aunque pocos escribieran poemas. Amaban la literatura o la filosofía, y consideraban el arte como la mejor instrucción posible. Su inconformismo inicial —una mezcla de rebelión puramente juvenil y pagana— se dirigía contra el militarismo, la industrialización y el mundo adulto. La única verdad residía en los textos de Friedrich Hölderin y en sus sueños de inmensidad contenidos en novelas como Hyperion, escrita en primera persona. Era a ellos a quienes iban dirigidas sus mejores frases, las más intensas. Ellos eran los destinatarios de una Alemania mejor. ¿Y quién mejor que Hölderin para inspirar a los arquitectos de una nueva época?
«La esencia de los wandervögel —afirmaron en uno de sus manifiestos— es volar desde los confines de la escuela y la ciudad a un mundo abierto, alejado de los deberes académicos y la disciplina de la vida cotidiana en una atmósfera de aventura». 
Sus reuniones y forma de organizarse perseguían evadirse, pero era una evasión que buscaba redefinir el papel de la juventud alemana. En el centro del debate estaba la pregunta acerca de qué era realmente eso de «ser joven». En esa ruptura con el pasado, los jóvenes se autoproclamaron vanguardia. Su rebelión, aunque muy limitada y parcial, rompió con las ideas de familia y de tradición. La mayoría de ellos eran menores de edad, o con la mayoría recién cumplida, y solían organizar asambleas alrededor de una hoguera. Hablaban de poesía y literatura, de vida sana y camaradería, expresando una sensualidad no exenta de erotismo y una camaradería casi sexual. La naturaleza estaba llena de mensajes ocultos y símbolos que eran descodificados por medio de viejas canciones que hablaban de un tiempo perdido. Los poetas antiguos hacían de guías. Los libros eran talismanes.
Ese tiempo perdido se descubría en las frecuentes y rudimentarias excavaciones arqueológicas a las que dedicaban parte de sus excursiones. También rescataban viejas historias mitológicas que hablaban de un glorioso pasado germánico. Los habitantes de los pueblos solían verlos desfilar con sus guitarras y melenas, en grupos numerosos, cantando canciones que solo ellos parecían conocer. 
Los wandervögel eran un fenómeno plural, y prueba de ello fueron los grupos con integrantes judíos, como los Blau-Weiss. Muchas mujeres eran también aves viajeras, sobre todo a raíz de la creación de la Wandervogel Deutscher Bund, una organización específicamente de mujeres. También se habló de homosexualidad, pero pronto muchos de sus precursores comenzaron a distanciarse. Este estilo de vida desapegado, en el que se criticaba ferozmente los valores burgueses del dinero y el ascenso económico, era también puritano: aquellos jóvenes, quizás como protesta generacional, se reivindicaron castos y no veían en la procreación un fin en sí mismo.  En poco tiempo, adquirieron la dimensión de todo un movimiento y alguno de ellos comenzó a escribir sus experiencias, asegurando que se trataba de un fenómeno contracultural; los jóvenes abandonaban las ciudades y aspiraban a una vida en contacto con la naturaleza, desarrollando la amistad y confianza mutuas. Pero el movimiento, justo cuando estaba formado por miles de jóvenes, se consumía a sí mismo. Tenía sus días contados: sus mejores líderes se hacían mayores.
En esta época, justamente anterior a la Primera Guerra Mundial, los ya célebres wandervögel se convirtieron en una presa política incómoda tanto a derecha como a izquierda. Los izquierdistas advirtieron que, en el corazón de ese amor por el pasado, existían actitudes antisemitas y una enorme carga nacionalista; para los extremistas de la derecha, aquellos jóvenes eran inestables y rebeldes, demasiado libres y provocadores. Esa tensión duró un puñado de años, hasta que las fuerzas que apuntaban al nazismo que estaba por llegar captó su esencia y terminó por absolverlos.
Era el final de un tiempo.
Su forma de celebrar el centenario de la batalla de Leizpig (a solas, de forma austera, en lo alto de una montaña) fue un ejemplo de su carácter único. Sin embargo, tras las alturas tocaba bajar a tierra. Cuando fueron llamados a filas, a pesar de su pretendido antimilitarismo, acogieron la llamada con resignación. Los jóvenes se cortaron el pelo y, unos años más tarde, juraron fidelidad a un hombre que estaba llamado a ser el líder de todos los alemanes. Aquellos nuevos jóvenes, o esos otros que recordaban con ardor sus tiempos como «aves viajeras», siguieron cruzando el territorio, pero lo hicieron para sembrar el terror. Incluso traspasaron las fronteras y fueron más allá de donde jamás imaginaron, soñando con fundar un imperio. También llevaron sus canciones, pero la letra había cambiado. En su lugar, se recitaban bárbaras soflamas acerca de una misión histórica y de un pueblo que se creía el elegido.

Fuente                                                  Servando Rocha

viernes, 11 de julio de 2014

LA REVOLUCIÓN VIRTUAL



"El precio de lo gratuito"

La web parece estar desafiando todo el sentido económico que conocemos. Si el acceso a la mayoría de los sitios web es gratuito, ¿qué consiguen a cambio todas las empresas que gastan fortunas en sus sitios web? En este nuevo negocio de la información la moneda de cambio, no es tanto el dinero físico como los datos y características del usuario potencial del entorno web. 

Así vemos como nuestra privacidad se diluye, se trafica con ella, en favor de los intereses económicos de las grandes empresas virtuales. En este episodio nos aproximaremos al afán de los anunciantes por descubrir lo que tecleamos en Google y lo que estarían dispuestos a pagar por influir en el resultado de lo que vemos cuando pulsamos 'Buscar'. 


Sin embargo, Google está dirigiéndose hacia el desarrollo de redes sociales como Facebook que requieren de claves de acceso. ¿Se convertirán estas redes invisibles en una web paralela?.

"El que revela el secreto de otros pasa por traidor; el que revela el propio secreto pasa por imbécil." Voltaire

jueves, 10 de julio de 2014

DEL RÍO BRAVO AL CABO DE HORNOS



Los enemigos de la unidad hispanoamericana
“Toda la América de habla española, desde el río Bravo hasta el cabo de Hornos, es una unidad cultural, humana, lingüística e histórica a la que el imperialismo anglosajón consiguió romper en pedazos (…) no habrá futuro verdaderamente próspero hasta que no seamos dueños de nuestro destino verdadero, alcanzando la forma política que debimos haber tenido desde un principio: un Estado hispanoamericano independiente, unificado y soberano (…) las principales causas de nuestra desunión (…) están basadas en mitos y falsedades y, por tanto, urge emprender una gran labor educativa que demuestre a los hispanoamericanos que, al contrario de lo que muchos piensan, no hay motivo para seguir persistiendo en actitudes acomplejadas y/o enfrentadas, sino que, por el contrario, hay mucho de lo que estar orgullosos”
Conociendo la historia de los últimos siglos, llama notoriamente la atención, cuando miramos a un mapa político actual del continente americano, el hecho de que Estados Unidos, Canadá y Brasil ocupen un territorio tan desmesurado, mientras que la América de habla española está fragmentada en unidades considerablemente menores, que en algunos casos bien podrían ser llamados “mini-países”: piénsese, por ejemplo, en el exiguo territorio de los Estados del istmo centroamericano o en la escasa densidad de población de otros como Bolivia, Perú o todos los del cono Sur en general. La única república hispanoamericana que posee tanto un territorio respetable en tamaño y a la vez una considerable población es México, pero este país sufrió una enorme amputación tras una guerra de agresión emprendida contra él por Estados Unidos en 1847, que arrebató a México más de la mitad de su territorio, con lo que, a pesar de todo, sigue apareciendo como relativamente “pequeño” si se lo compara con los gigantes estadounidense o brasileño.
¿Ha sido esto siempre así? ¿Era inevitable esta situación de extrema fragmentación y debilidad de Hispanoamérica? Según la historiografía oficial actual de las repúblicas hispanas de América, parecería que esta solución era la “inevitable” y, lo que es peor, “ya no tiene vuelta atrás”. Desde la escuela y la familia y pasando por la propaganda oficial –de manera más o menos “populista”- se ha inculcado a generaciones y generaciones de hispanoamericanos que su país, su nación, se acaba en los estrechos límites territoriales de sus repúblicas actuales; se les enseña una historia nacional circunscrita a un ente estatal que en muchos casos no tiene más de 150 años de “historia” –y en algunos casos poco más de un siglo- y se llega, por intereses ideológicos, políticos o económicos absolutamente miopes, a fomentar cierta animosidad o incluso enemistad contra otros hermanos hispanoamericanos: caso de las reclamaciones de Bolivia a Chile o los diferendos territoriales entre Colombia y Nicaragua, entre otros muchos. Es decir, no sólo estamos divididos, para gusto y placer de las grandes potencias y especialmente de Estados Unidos y Brasil, sino que persistimos en la miopía de buscar lo que nos separa y nos enfrenta, en vez de tener la visión y la inteligencia de mirar en perspectiva y comprender que toda la América de habla española, desde el río Bravo hasta el cabo de Hornos, es una unidad cultural, humana, lingüística e histórica a la que el imperialismo anglosajón consiguió romper en pedazos, y que no habrá futuro verdaderamente próspero hasta que no seamos dueños de nuestro destino verdadero, alcanzando la forma política que debimos haber tenido desde un principio: un Estado hispanoamericano independiente, unificado y soberano, que asegure el lugar que nos corresponde en el mundo por nuestro tamaño y población, y que nos traiga, por fin, soberanía, libertad y prosperidad. Mientras insistamos en la división, no saldremos de nuestra postración, por más que las cifras de supuesto “crecimiento económico” en años y épocas concretas –elaboradas, por cierto, por quienes controlan el sistema económico mundial- nos hagan creer que tenemos futuro como repúblicas separadas de nuestros vecinos y connacionales hispanoamericanos.
Aparte de la historia oficial, hecha a la media de los intereses de las castas y elites que controlan los Estados hispanoamericanos, ¿qué factores suponen el mayor obstáculo para nuestra unión efectiva y verdadera, es decir, para nuestra reunificación política como un solo y poderoso país de habla española? Dicho de otro modo, ¿cuáles son los enemigos de la unidad hispanoamericana?
Para poder responder a esta pregunta debemos estudiar objetiva y detenidamente la historia de Hispanoamérica, especialmente las guerras de emancipación o “independencia” – es decir, las causas que llevaron a la destrucción de la Monarquía hispánica-, así como el desarrollo posterior de las repúblicas independientes durante los dos últimos siglos, ya que ahí es donde encontraremos las grandes claves de la malograda emancipación de la América española y su progresiva pérdida de peso en la escena internacional, pasando de ser una superpotencia mundial a fragmentarse en multitud de Estados sin verdadero peso ni relevancia en el mundo actual.
Por afán de brevedad y por citar sólo los más importantes, enumeramos a continuación algunos de los principales enemigos de la unidad hispanoamericana, que, lamentablemente, están dentro de nosotros mismos y no fuera, a pesar de la acechanza continua de las grandes potencias. Como se verá, la mayoría de estos obstáculos a nuestra reunificación nacional hispanoamericana están basados en mitos y falsas creencias.
Los nacionalismos estatales o republicanos, lo que el filósofo argentino Alberto Buela denomina “nacionalismos de patria chica”. En efecto, la gran mayoría de hispanoamericanos de hoy día ven reducidas sus preocupaciones nacionales a los estrictos límites fronterizos de cada una de las “mini-repúblicas” actuales, y todo su interés político –cuando existe- se centra en temas absolutamente parroquiales y subalternos, sin apenas percatarse de que su Estado forma parte de una unidad cultural, histórica y lingüística mucho mayor, que es Hispanoamérica. Este “pequeño nacionalismo de Estado” ha sido fomentado por las elites gobernantes criollas o acriolladas durante los últimos doscientos años, y constituye un formidable escollo para la comprensión de lo hispanoamericano en toda su dimensión.
El imperialismo de las grandes potencias, particularmente Estados Unidos. Las potencias anglosajonas, Inglaterra primero y Estados Unidos después, han instigado o intervenido directamente –y a menudo también violentamente- en nuestra vida política desde la independencia, no sólo para abortar cualquier intento serio de unificación política real –porque obviamente nos convertiríamos en su principal rival si nos uniéramos- sino que han fomentado el divisionismo y la fragmentación de la fragmentación, además de la amputación y usurpación territorial. Otras potencias también han actuado en contra de nuestra unión, porque nuestra división favorecía sus intereses. Es el caso de Brasil (que nos arrebató varios millones de Km2 de territorio en América del Sur), o de otros como Francia, Rusia, Japón o China. Podemos dar por sentado que cualquier iniciativa seria de unificación política hispanoamericana va a tener enfrente a estas potencias, que obviamente no verían con buenos ojos el surgimiento de un gigante hispanoamericano que les disputaría su posición “dominante” en el mundo.
Lafractura ideológica”. Por desgracia, las pocas veces que ha habido intentos más o menos políticos de avanzar hacia la integración, estos siempre se han basado en una determinada ideología, ya sea la “populista-izquierdista”, para la cual es más importante ser socialista que estar unidos, o ya sea la “librecambista-capitalista”, que tampoco cree en la unión, pues en última instancia, quienes la defienden practican políticas de sometimiento a Estados Unidos (u otras potencias capitalistas). No podemos basar ningún proyecto de reunificación nacional en la pura ideología, puesto que entonces siempre habrá división y desunión, incluso llegándose a la fractura social dentro de cada república. Primero es la unidad, la ideología siempre será secundaria.
Lo que podríamos llamar elintegracionismo difuso”. Si algo ha proliferado en Hispanoamérica, aparte de la inestabilidad política, el caudillismo y el populismo, han sido los innumerables organismos que supuestamente propugnaban la “integración”. Sin embargo, ninguno de estos intentos ha sido realmente exitoso y, en el mejor de los casos, sólo se ha avanzado en un sentido puramente comercial, y además de forma parcial y, nuevamente, basándose en ideologismos y no en un proyecto de unión hispanoamericana completa (los casos de los bloques “Mercosur” y la “Alianza del Pacífico” son paradigmáticos). Este integracionismo “parcial” es además difuso porque engloba a entidades que no tienen una historia, lengua y cultura comunes, es decir que no son naciones en su conjunto -mezclando a parte de Hispanoamérica con el Brasil, por ejemplo, o con países caribeños-, lo cual introduce confusión en un asunto ya de por sí complejo, y nos aleja del verdadero objetivo de reconstrucción nacional hispanoamericana, es decir, nos debilita y persiste en nuestra desunión, mientras que, por ejemplo, la nación brasileña (de habla portuguesa) ya está felizmente unida desde hace dos siglos.
El proselitismo anti-hispánico (o directamente “anti-español”). El odio antiespañol o anti-hispánico en general viene de la época de la independencia y es uno de los más viejos y recurrentes fantasmas de las repúblicas de habla hispana. Curiosamente, este antiespañolismo lo fomentaron los llamados “libertadores” (que, realmente, “libertaron” más bien poco) que eran, ellos mismos, descendientes de españoles. Debido al fuerte proteccionismo legal del indio que siempre aseguró la Corona española mediante la legislación de Indias (ya desde las “Leyes Nuevas” de 1542), la mayoría de la población indígena estuvo, de hecho, a favor de seguir unida a España y en contra de la separación. El historiador Manuel Lucena Giraldo nos recuerda que, en 1813, en la época turbulenta de las guerras independentistas, los aguerridos indios araucanos propusieron «formar para la defensa del Rey una muralla de guerreros en cuyos fuertes pechos se embotarían las armas de los revolucionarios». Persistir en el odio a España no sólo es sumamente improductivo, sino que además es absurdo, pues supone negar parte de la propia esencia cultural del hispanoamericano, que se ve así abocado a una insuperable “crisis de identidad”. Exigir cuentas a la España actual sería tan ridículo como si los españoles acudieran al Parlamento italiano a exigir cuentas porque los romanos colonizaron la península ibérica e hicieron desaparecer las culturas celta o tartesia, entre otras. Además, como sabiamente nos recuerda el historiador argentino Carlos Sabino, los que utilizan la confrontación con España pasan por alto el hecho de que, hasta 1808 ó 1809, todos fuimos españoles (peninsulares unos, americanos los otros). El anti-hispanismo está íntimamente ligado al complejo de inferioridad, especialmente frente a la cultura anglosajona. Es lo que el historiador peruano Raúl Linares Ocampo denomina el “autoderrotismo”, que consiste en una imitación ridícula y patética de todo lo “anglo” y en un desprecio enfermizo de lo propio. Algo, por cierto, que también está presente en España.
El indigenismo. En contra de lo que ingenuamente piensan muchos “indigenistas”, esta corriente de pensamiento no es nada “progresista” ni está a favor del indígena, sino que es totalmente reaccionaria y conservadora, en el peor sentido de la palabra, ya que pretende mantener a los indios circunscritos a sus comunidades y aislados del resto de la sociedad, impidiendo su integración en la modernidad. Esta “ideología” no nació por iniciativa de grupos indígenas, aunque últimamente haya ganado muchos adeptos “de pura cepa”, sino en círculos intelectuales europeos y norteamericanos, siempre dispuestos a explotar nuevas vías de división social de nuestra América, para debilitar a nuestras sociedades aún más. Ahí tenemos a una Bolivia recientemente rebautizada como “Estado plurinacional”, como si sus escasos 10 millones de habitantes en un territorio dos veces mayor que el de España no fuera suficiente debilidad. Este indigenismo ha ganado cierto “pedigrí” como postura supuestamente “progre” y pro-indígena, cuando en realidad es todo lo contrario.
Ignorancia de la propia historia, que desemboca en la ausencia de conciencia nacional hispanoamericana. Obviamente esta causa está en estrecha relación con las enumeradas anteriormente. Las elites y gobiernos de las repúblicas criollas independientes han inventado una “historia oficial” que presenta la independencia como una gesta heroica de “super-hombres” como Bolívar, Miranda o San Martín, entre otros, describiéndolos como salvadores de patrias explotadas por la malvada España, unas patrias a las que ellos, supuestamente, liberaron. Una falsificación en toda regla, pese a quien pese, pues ni esas patrias existían antes de las guerras separatistas –esas “identidades” hubo que inventarlas después- ni los grandes próceresabogaban por las mini-repúblicas actuales, sino que cuando hablaban de “la América” se referían, en todo momento, a la América de habla española, a la América hispana. Los escritos de Bolívar o Miranda no dejan lugar a dudas, e incluso llegaron a definir los límites geográficos de dicha Nación continental, a la que en teoría querían ver unida, aunque al final acabaron partiéndola en pedazos. Solamente en algunos círculos intelectuales, recientemente, y sobre todo en Argentina, ha surgido una corriente “revisionista” que pone en tela de juicio toda esa mitológica historiografía oficial, que tanta confusión e incluso odio ha generado entre generaciones de hispanoamericanos, a los que ha robado la conciencia de su histórica unidad, además de fomentar el auto-odio hacia su cultura hispana.
Como dijimos más arriba, estas son sólo algunas de las principales causas de nuestra desunión, la mayoría de las cuales están basadas en mitos y falsedades y, por tanto, urge emprender una gran labor educativa que demuestre a los hispanoamericanos que, al contrario de lo que muchos piensan, no hay motivo para seguir persistiendo en actitudes acomplejadas y/o enfrentadas, sino que, por el contrario, hay mucho de lo que estar orgullosos y satisfechos, si nos comparamos con otras naciones y grupos culturales humanos extensos. Recuperar nuestra verdadera historia y personalidad, valorar en su exacta medida quiénes somos y por qué nuestra reunificación nacional es un objetivo impostergable, son, en esencia, las grandes tareas pendientes que los hispanoamericanos tienen derecho a exigir y sus gobernantes el deber histórico y ético de emprender. De ello depende nuestro futuro, nuestra libertad verdadera y nuestra dignidad.
Fuente                            José Ramón Bravo
      Leer+ Hispanoamérica Unida

miércoles, 9 de julio de 2014

DOS ALAS DE UN PÁJARO



Puerto Rico y Cuba: ¿dos nuevas comunidades autónomas en el Caribe?
Varias asociaciones en las excolonias españolas piden la integración de sus países en España en condiciones de «igualdad»
«Una nación no muere, ni agoniza porque le queman un poco de madera podridaUna nación es ante todo un alma, y el alma de España, no agoniza». Fueron palabras del escritor Leopoldo Alas «Clarín» tras el desastre del 98 y la pérdida de las últimas colonias americanas españolas. Y aunque las enunciase hace más de un siglo, quizá no le faltaba razón. 

Desde hace nueve meses, el Movimiento de Reunificación de Puerto Rico con España (MRE) busca integrarse en el país como la Comunidad Autónoma número 18.
La isla figura en la actualidad como Estado Libre Asociado de Estados Unidos, pero en general sus ciudadanos no están contentos con este estatus. En 2012, el Gobierno convocó un referéndum y el 54 por ciento de los puertorriqueños votaron en contra de su condición política territorial actual, para responder en la siguiente pregunta, con un 66 por ciento a favor, que querían convertirse en el Estado número 51 de la potencia mundial. Sin embargo, se trata de un debate que lleva décadas abierto y que, a la vista de los acontecimientos, no parece que a Estados Unidos le corra mucha prisa solucionar. Al final, y como reacción, por primera vez en 116 años ha surgido en la isla un movimiento que defiende públicamente la Reunificación de Puerto Rico con España.
«No queremos permanecer como un Estado Libre Asociado, ese nombre es un engaño. En realidad Puerto Rico es una colonia estadounidense, sin derecho a tener congresistas, solo un comisionado residente con voz pero sin voto si es decisivo, tampoco votamos por el presidente, algo que como Comunidad Autónoma tendríamos derecho», dice el fundador del movimiento, José Nieves. «Queremos reunificarnos con España porque Puerto Rico fue una provincia de ultramar española separada en contra de su voluntad por los Estados Unidos en 1898», explica. «Los puertorriqueños somos españoles, no es lo económico lo que nos motiva», dice. Su principal motivación es conseguir una «igualdad política» que Estados Unidos les niega.
La opción para «descolonizar» la isla

La idea, según comenta Nieves, está «revolcado el avispero político» en el país «como la opción para descolonizar la isla». Sin embargo, no tienen todo a su favor. La leyenda negra sigue pesando sobre los españoles. Es lo que se enseña en las escuelas, cuenta Nieves, aunque entre los universitarios su influencia es menor. «En las escuelas que tergiversan nuestra historia, ocultando parte de ella», defiende.
El mes de julio será decisivo para el movimiento de reunificación. Será cuando puedan averiguar cuánto apoyo real tiene su iniciativa y cuántas personas se afilian, ya que celebrarán la primera asamblea y se nombrará un Consejo Insular. «Inscribiremos el MRE en el Departamento de Estado de Puerto Rico, coordinaremos una cita en el Consulado de España y en su momento iremos al Tribunal de La Haya para que se invalide el Tratado de París [por el que España cedió Cuba, Puerto Rico y Filipinas]». Lo cierto es que no son los primeros que aluden a la ilegalidad del Tratado de París, firmado en 1898. En su caso, aducen a su ilegalidad por falta de representación del Gobierno autónomo de Puerto Rico, pero desde hace años también existen grupos que pretenden la integración de Cuba en España y que aluden a varios puntos en los que el tratado no sería legítimo. Es el caso de la asociación Autonomía Concertada para Cuba (ACC), que defiende la integración de la isla en España en condiciones de igualdad con el resto de los territorios.
En la misma línea que los puertorriqueños, el fundador de la ACC, Ferrán Núñez, asegura que «se olvida muy rápido la existencia de la Carta Autonómica» por la que se establecía la soberanía de Cuba con su Cámara Insular. «Cuba gozaba de un Gobierno legítimo (electo) y un Parlamento que tendrían que haber consultado antes de firmar nada». Pero además, defiende, «nunca la Reina Regente estuvo autorizada para ceder ciudadanos, sólo territorios y propiedades. Por esa razón jamás fue discutido seriamente en las Cortes» y, aunque el Ejecutivo obtuvo la autorización para firmar el Tratado como lo exigía la Constitución, lo hizo a través de expedientes parlamentarios. «Lo importante es que los señores diputados de la época no lo refrendaron y un Tratado Internacional que no se apruebe en el Parlamento, antes y ahora, simplemente no vale», dice Núñez.
Diferentes vías de actuación

No obstante, en el caso de la ACC, tienen claro que no conseguirían nada por la vía que defienden los puertorriqueños. Su estrategia radica en reclamar la nacionalidad española utilizando como argumento los cabos sueltos legales que se quedaron tras la firma del Tratado de París, acudiendo al Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Y una vez abierta la brecha a su favor, asegura Núñez, España tendría dos opciones: o Ratificar el Tratado de París ante el Parlamento 116 años después o plegarse a la decisión del Tribunal. El reclamo de la nacionalidad se volvería imparable en Cuba, defiende, con lo que «a continuaciín, un referéndum indiscutible sería garantía de éxito».
La ACC nació en 2012 y fue legalizada en Francia. Pero aunque es anterior al MRE, no ha conseguido ni tanta difusión ni tantos apoyos. Apenas tienen 28 afiliados que pagan su cuota religiosamente. «Detractores sí que tenemos un montón, nos atacan historiadores desde Cuba, pero también del exilio. Muchos periodistas y blogueros que tienen acceso a internet cuando no tienen de qué hablar, pues la emprenden contra nosotros y hasta el artículo en español que teníamos en Wikipedia fue borrado tras recibir amenazas de muerte». 

Mientras, ellos aseguran que una integración en España permitiría «un regreso acelerado de Cuba a la modernidad sin demasiado drama» y España obtendría beneficios a nivel político.
No obstante, son muy conscientes de que su futuro es complicado. La labor de la asociación hasta ahora ha sido compilar datos, estructurar el discurso y los argumentos legales de la petición. Pero la ACC ha topado con su techo, reconoce Núñez. «En algún momento habrá que sacar el pecho y salir a la calle, pero eso aún está lejos».

Fuente                                           Isabel Miranda

Puerto Rico y las otras Antillas constituyen el campo de batalla entre el imperialismo yanqui y el iberoamericanismo. La solidaridad iberoamericana exige que cese toda injerencia yanqui en este archipiélago para restaurar el equilibrio continental y asegurar la independencia de todas las naciones colombinas. Dentro de esta suprema necesidad es imprescindible nuestra independencia."   Pedro Albizu Campos

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Pedro Albizu Campos desde José Martí: la familia antillana

martes, 8 de julio de 2014

EL TORNEO DE LAS SOMBRAS



El gran juego

La disputa por el territorio del Atlántico Sur puede ser analizada desde diferentes perspectivas. En este caso, Carlos Pereyra Mele lo hace desde la disputa entre atlantistas y continentalistas por el dominio de la geopolítica mundial. Los países que conforman cada bloque, los posibles resultados y las consecuencias.
Creo que la estrategia geopolítica que está desarrollando la Argentina en torno al reclamo soberano sobre las Malvinas es la correcta, que es la de encausar este conflicto, no como un problema bilateral sino como un problema continental en el marco de la lucha entre los atlantistas y los continentalistas”. Con esta frase, el licenciado en Ciencia Política y especialista en Geopolítica Suramericana, Carlos Pereyra Mele destacó uno de los ejes de análisis para entender por qué el Atlántico Sur es tan codiciado por las potencias.
En esta segunda entrega de Malvinas, siempre, la parte final de la entrevista que Prensa del Tercer Milenio le realizó a Pereyra Mele.
-¿Qué son y cuáles son tanto los países atlantistas como los continentalistas?
-Los atlantistas son los estados que tiene costas en el Océano Atlántico y además forman parte de la OTAN. En este grupo hay una triada conformada por Estados Unidos, la Unión Europea y Japón, que son los que tiene una concepción atlantista, que es una concepción marítima que proviene de la tradición británica.
-Pero, ¿qué tiene que ver Japón con el atlantismo?
-Porque desde la Segunda Guerra Mundial, Japón integra la Trilateral Commission, creada por Henry Kissinger y Rockefeller. La Trilateral Commission es un gran complejo de las multinacionales del mundo occidental, aunque Japón está en el oriente. Entonces, todo ese grupo se enfrentó durante la Guerra Fría con el bloque soviético. Fue así cómo se crearon estas dos concepciones. La atlantista es una y consiste en rodear el continente asiático a través de bases y de empresas para impedir la expansión del comunismo en su oportunidad. Derrotado el comunismo, el atlantismo alcanzó su máximo poder, que fue durante la década del ’90. Ese fue el gran triunfo de los atlantistas sobre el mundo comunista-asiático. Cuando triunfa el atlantismo y con él el capitalismo más absoluto, aparecen las nuevas corrientes neoliberales y sus ideólogos, entre los que están Francis Fukuyama, un influyente politólogo estadounidense de origen japonés que escribió “El fin de la historia”, en donde dice que ya no había nada más nuevo que inventar, que el capitalismo se comería crudo todo y que no habría más problemas de nada. Sus realizaciones más importantes fueron el Consenso de Washington y la globalización financiera.
-Tanta razón no tenía Fukuyama…
-No. De hecho el atlantismo empezó a sufrir serios problemas porque comenzaron a surgir las nuevas potencias continentales como Rusia, que revirtió la decadencia y desintegración a la que la llevó el colapso de la Unión Soviética, y un nuevo jugador que hacía varios siglos que no jugaba de pleno: China. Rusia y China, junto con otros países del sudeste asiático y de Oriente Medio, como Irán, firmaron el Acuerdo de Shanghái para conformar un bloque mucho más sólido. Ese acuerdo en principio fue comercial y económico, pero hoy es el marco de un nuevo bloque que volvió a las viejas tradiciones del continentalismo.
-¿Cuáles son esas viejas tradiciones?
-Lo que plantearon alguna vez los ingleses: quien domina al corazón del mundo, que es Asia, domina el mundo. Entonces, ¿cómo hay que hacer para impedir que ese corazón del mundo sea peligroso para los intereses de los atlantistas? Hay que cercarlo económica, política y militarmente, y crearle divisiones internas. Volvemos a las viejas teorías refinanciadas en el Siglo XXI y con ideólogos de aquella época que siguen vivos y siguen opinando. Como Zbigniew Brzezinski, un politólogo estadounidense nacido en Polonia, considerado uno de los más prestigiosos analistas en política exterior americana del mundo y que fue Consejero de Seguridad Nacional del Presidente Jimmy Carter. Brzezinski, junto con Kissinger y Rockefeller, es creador de la Trilateral Commission y es el gran gestor de la derrota de la Unión Soviética. Hace unos días tras, Brzezinski volvió a hablar y dijo que en Ucrania se está jugando un juego de alto nivel en el cual si Ucrania cae a favor de Rusia, los atlantistas pierden terriblemente. Pero si Ucrania llega a quedar en manos del mundo occidental, el gran perdedor de este juego es Rusia. Siempre se intentó aislar a Rusia de China para que no creciera; siempre se intentó que no se conformara un bloque sólido entre esos países. El día que el bloque entre Rusia, China e India se consolide, fortifique y cree políticas propias llegaremos al adiós de la historia del mundo atlantista que siempre se basó en Gran Bretaña y Estados Unidos.
-En este marco, ¿qué pretende el atlantismo?
-Frenar la expansión euro-asiática. Para eso tiene que ponerle un freno a Rusia y poner una cuña entre Rusia y China, que tienen muy claro cuáles son los objetivos de los atlantistas. Existen manuales operacionales y financiamientos específicos para generar situaciones de crisis, instalar el caos y desestabilizar gobiernos. Teorías del complot. Por eso los modelos de defensa que están planteando rusos y chinos son tendientes a eliminar todos los elementos que les causan problemas en sus fronteras, que son bases militares de los Estados Unidos en los países del Cáucaso.
-¿Por qué los atlantistas quieren detener el avance de los continentalistas?
-Porque una vez logrado el objetivo de los continentalistas de despojar del dominio de la geopolítica mundial a las potencias de occidente, o sea a los atlantistas, van a ir por los recursos del Atlántico Sur. Ese es el gran juego: cuando un país que ejerce cierto dominio en algún sector, pierde poder, ese espacio es ocupado por otro, por el vencedor.
-¿Tienen chances los continentalistas de ganar esa disputa?
-Por lo que estamos viendo, la situación está muy complicada para los atlantistas, porque tienen dos problemas serios: uno es la gigantesca crisis económica que los ha desfavorecido –como es el caso de la Unión Europea– y otro es la pérdida de influencia que atraviesa Japón sobre el Pacífico debido a su recesión que ya lleva 10 años. Todas estas pérdidas de influencias y comerciales se van a trasladar a los Estados Unidos, por un lado, y a las potencias emergentes, por el otro. Entonces el conflicto va a continuar en diferentes focos de tensión.

Fuente                                                 Esteban Schoj
pueblodigital

"Sólo cuando todo el mundo mueraacabará el Gran Juego". Rudyard Kipling