TRADUCTOR

martes, 21 de abril de 2015

TRAIDORES



Traidores

Pocas figuras nos resultan tan repelentes y siniestras como la del traidor. Y, sin embargo, la historia está llena de traidores (a una amistad, a un amor, a una patria, a unos ideales o principios), algunos de los cuales han llegado a adquirir gran celebridad, desde Judas Iscariote, epítome por excelencia del traidor, hasta personajes como Fouché, plusmarquista del chaqueterismo que supo vender (en almoneda) su lealtad a tres regímenes distintos sin inmutarse. Incluso podríamos decir, siendo algo más incisivos, que nuestra propia historia personal está llena de traiciones; tanto de las que hemos sufrido como de las que hemos infligido, pues con frecuencia somos nosotros mismos quienes, ante la expectativa de una mejora o ganancia, no vacilamos en abjurar de nuestros principios. Recordemos aquella célebre y sarcástica frase de Groucho Marx: «He aquí mis principios. Pero, si no le gustan, estoy dispuesto a cambiarlos».

Hay quienes explican la psicología del traidor como un tortuoso lodazal donde campea el complejo de culpa. Así, por ejemplo, suele decirse que la entrega de Cristo fue el triste pretexto que Judas utilizó para castigarse con el suicidio que anhelaba. No debemos descartar, en efecto, que muchos traidores se sepan íntimamente gusanos sin otro norte vital que el medro; y que esa conciencia de su miseria moral los haga sentir culpables. Agustín de Foxá afirmaba que «detrás de cada traidor hay un pobre imbécil al que su mujer no deja mandar en casa»; y también que «quien chaquetea lo hace por levantar el gallito y que se oiga su quiquiriquí de algún modo». Lo que nos llevaría a considerar también el complejo de inferioridad como motor de la traición; pues, si bien hay traidores de todos los linajes y pelajes, suelen ser individuos de muy baja ralea, seres mediocres que se vieron encumbrados por razones azarosas, adventicias o coyunturales, con frecuencia impulsados por alguien más brillante y generoso que ellos, al que nunca pudieron terminar de perdonar que los haya encumbrado desde la nada. Y, como su encumbrador conoce sus limitaciones (y, por lo tanto, que su encumbramiento es inmerecido o injusto), arden en deseos de encontrar la ocasión propicia para poder causar su ruina y acuchillarlo sin piedad.

Para justificarse, el traidor no vacilará en alegar que su mentor ha traicionado sus ideales originarios, de los que el traidor se proclamará además heredero y depositario; y hasta podrá decir, sin asomo de temblor en la voz, que ha traicionado a su mentor porque lo amaba, y que su traición ha sido un homenaje a sus ideales originarios. Las justificaciones del traidor son siempre alambicadas y rocambolescas, llenas de cajones de doble fondo, como el armario de un escapista o prestidigitador; pues el traidor siempre está escapando de sus propias mentiras, y haciendo trucos engañosos con sus palabras. Pero, por muchas justificaciones con que trate de disfrazar su deslealtad, acaba sonando el tintineo de las treinta monedas que pagaron su traición. Y es que toda la complejidad psicológica del traidor es, a la postre, filfa y ganas de marear la perdiz; y detrás de su traición descubrimos siempre el honor, el beneficio, el medro o ascenso, el sobresueldo que ambicionaba. Porque el traidor siempre abandona el barco que naufraga (cuyo naufragio, con frecuencia, él mismo ha provocado) para subirse a otro que navega más rápido o porta un cargamento más valioso.

Toda traición, sin embargo, es castigada; y es el propio traidor quien se aplica la pena. Antaño era mediante el remordimiento; y en esta época desalmada en que ya casi han desaparecido los escrúpulos morales el traidor se castiga mediante el resentimiento hacia sí mismo. Y es que el traidor termina alimentando un desprecio inconsciente hacia sí mismo: sabe que ninguna de sus lealtades es firme, sabe que su palabra vale menos que papel mojado, sabe que no puede tomarse en serio; y esta certeza cristaliza primero en una suerte de irónico cinismo, que después se mancha de hastío, de desolación y asco, al mirarse dentro y comprobar que nada le gusta, que nada defiende y que nada ama. Es verdad que, a veces, el traidor puede querer (¡ah, el furor del converso!) redimirse con un acto de adhesión fervorosa o una proclamación aspaventera de principios (esta actitud es muy propia de políticos chaqueteros, que después de consumar su traición se pretenden más puros e incorruptibles que nadie), en un esfuerzo por hacerse perdonar sus deslealtades pasadas; pero tales palinodias suelen ser tan forzadas que no provocan sino mayor escarnio, lo que no hace sino agriar aún más su resentimiento. El traidor, a la postre, acaba amargado y lleno de bilis.


Fuente                                   Juan Manuel de Prada

lunes, 20 de abril de 2015

ODA A ESPAÑA



Oda a Espanya

Escolta, Espanya, — la veu d’un fill
que et parla en llengua — no castellana:
parlo en la llengua — que m’ha donat
la terra aspra;
en ‘questa llengua — pocs t’han parlat;
en l’altra, massa.

T’han parlat massa — dels saguntins
i dels qui per la pàtria moren;
les teves glòries — i els teus records,
records i glòries — només de morts:
has viscut trista.

Jo vull parlar-te — molt altrament.
Per què vessar la sang inútil?
Dins de les venes — vida és la sang,
vida pels d’ara — i pels que vindran;
vessada, és morta.

Massa pensaves — en ton honor
i massa poc en el teu viure:
tràgica duies — a mort els fills,
te satisfeies — d’honres mortals
i eren tes festes — els funerals,
oh trista Espanya!

Jo he vist els barcos — marxar replens
dels fills que duies — a que morissin:
somrients marxaven — cap a l’atzar;
i tu cantaves — vora del mar
com una folla.

On són els barcos? — On són els fills?
Pregunta-ho al Ponent i a l’ona brava:
tot ho perderes, — no tens ningú.
Espanya, Espanya, — retorna en tu,
arrenca el plor de mare!

Salva’t, oh!, salva’t — de tant de mal;
que el plor et torni feconda, alegre i viva;
pensa en la vida que tens entorn:
aixeca el front,
somriu als set colors que hi ha en els núvols.

On ets, Espanya? — No et veig enlloc.
No sents la meva veu atronadora?
No entens aquesta llengua — que et parla entre perills?
Has desaprès d’entendre an els teus fills?
Adéu, Espanya!
                                        
                                            Joan Maragall

Fuente
diarioya
                Leer+Oda a España
Oda a España

Escucha, España, - la voz de un hijo
Que te habla en lengua - no castellana:
Hablo en la lengua - que me ha dado
La tierra áspera:
En esta lengua .pocos te han hablado,
Con la otra, demasiados.
Te han hablado demasiado - de los saguntinos
Y de los que por la patria mueren:
Tus glorias - y tus recuerdos,
Recuerdos y glorias - sólo de muertos:
Ha vivido triste.
Yo quiero hablarte - de otro modo.
¿Por qué derramar la sangre inútil?
Dentro de las venas - vida es la sangre,
Vida para los de ahora - y para los que vendrán:
Derramada es muerta.
Demasiado pensabas - en tu honor
Y muy poco en tu vivir:
Trágica llevabas - a morir a tus hijos,
Te satisfacías - de honras mortales,
Y eran tus fiestas - los funerales
¡Oh triste España!
Yo he visto los barcos -marchar repletos
De hijos que llevabas - a que murieran:
Sonrientes marchaban - hacia el azar;
Y tú cantabas  - cerca del mar
Como una loca.
¿Dónde están los barcos? - ¿Dónde están los hijos?
Pregúntaselo al Poniente en la ola brava:
Todo lo perdiste - no tienes a nadie.
España, España, - vuelve en ti,
¡Arranca el llanto de madre!
Sálvate, ¡oh!, sálvate - de tanto mal;
Que el llanto te vuelva fecunda, alegre y viva;
Piensa en la vida que tienes alrededor:
Levanta la frente,
Sonríe a los siete colores que hay en las nubes.
¿Dónde estas, España? - no te veo en ningún sitio.
¿No oyes mi voz tronadora?
¿No entiendes esta lengua -  que te habla entre peligros?
¿Has desaprendido a no entender a tus hijos?
¡Adiós, España!
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domingo, 19 de abril de 2015

HISTORIA Y FICCIÓN




Catalanes, los primeros españoles: Cataluña, constructora de España (01)

Desde la batalla de las Navas de Tolosa, los pueblos de España, empezaron a superar la dispersión feudal. Un acontecimiento que merece ser recordado en estos tiempos en los que algunos pretenden el retorno a un neofeudalismo construido sobre el odio a España, y la desigualdad entre los territorios y los ciudadanos. Hemos de recuperar la auténtica Memoria Histórica descubriendo en ella las raíces hispanas del pueblo catalán desde sus orígenes. Creo que ningún español sensato niega la catalanidad de españoles universales como Gaudí, Dalí o el recientemente fallecido fotógrafo Centelles.

                              José Antonio Crespo-Francés
                                      Coronel del Ejército de Tierra en Reserva
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