Irak: La guerra, una mentira y un resultado impreciso
Es
probable que la mayor verdad que se haya dicho sobre la invasión
estadounidense a Irak proviniera del ex primer ministro británico Tony
Blair, quien admitió que sabía poco de ese país cuando secundó a
Washington.
Una
década, más de 111 mil civiles muertos, pugnas regionales, confesionales
y un estado general de caos caracterizan hoy la situación de la antigua
Mesopotamia, el país que de granero del mundo conocido entonces ha
pasado a ser el escenario de una matanza sin fin, devenida monótona a
pesar de su violencia.
Sin contar los “asesores civiles“, un
invento diabólico que nunca ha fructificado y sólo ha servido para
propiciar una corrupción que ha costado más de mil millones de dólares a
los contribuyentes norteamericanos.
En
términos internos, las rivalidades confesionales, que en Irak nunca
alcanzaron los extremos, a diferencia de en otros países del área, han
aflorado con una violencia que causa asombro.
Las áreas
en las que residen musulmanes chiítas, y sus lugares sagrados, como la
ciudad de Kerbala, son blancos cotidianos de ataques de una violencia
nunca vista en ese país.
En el
caso de los kurdos, las diferencias parecían resueltas con la creación
de una región autónoma en el norte del país, pero no ha sido así: las
autoridades de esa zona están abocadas a un conflicto con el Gobierno
central por la posesión de tres provincias, Kirkuk, Mosul y Sulaimaniya,
en las que existen grandes yacimientos de petróleo.
Además de
ese conflicto con raíces étnicas y económicas, los iraquíes han
devenido de personas orgullosas de su pasado, que presentaban ante el
mundo como una herencia común, a un conglomerado marcado por
regionalismos, como evidencian el conflicto con los kurdos y la rebelión
en la provincia de Al Anbar, de mayoría sunita.
El signo
más obvio del auge del confesionalismo está en el apoyo que recibe el
primer ministro Nuri al Maliki de los residentes en la ciudad meridional
de Basora, justo por donde llegaron las tropas estadounidenses y sus
aliados británicos y españoles.
Además de
una contradicción: la red Al Qaeda en Irak tiene hoy más fuerza y
miembros de los que nunca pudo soñar bajo el régimen derrocado por la
invasión y ocupación estadounidense.
Es quizás
en el ámbito regional donde hay que buscar otra contradicción entre los
propósitos de las autoridades estadounidenses con si bien eliminó a
Saddam Hussein y el Gobierno del Partido Baas, (las similitudes con los acontecimientos en Siria no son causales), permitió el fortalecimiento de la revolución islámica en Irán.
Es
indudable que los muchos y costosos errores de Hussein dieron a
Washington en bandeja de plata los pretextos, si falta hicieran, para
eliminar al obstáculo que se le presentaba en el Levante de la época y,
de paso, establecer su presencia militar en el Golfo Pérsico, un objetivo que hasta entonces le había sido esquivo.
Sin
embargo, el despliegue de portaviones y las bases militares en países de
la península arábiga es un esfuerzo económico agotador en las actuales
condiciones económicas y de resultados imprecisos, como demuestra la
resistencia de Irán a pesar de las severas sanciones en su contra y las
inquietudes en varios países que le son afines.
En ese contexto, y aparte las consideraciones políticas, está la devastación de un país cuya población sobrevive angustiada en un entorno marcado por la violencia, impuesta por una mentira: las armas de destrucción masiva que nunca existieron.
http://www.elespiadigital.com/index.php/tribuna-libre/1831-irak-la-guerra-una-mentira-y-un-resultado-impreciso
“La Iglesia débil morirá, la Iglesia mártir vivirá para siempre”
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“La Iglesia débil morirá, la Iglesia mártir vivirá para siempre”
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