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sábado, 22 de junio de 2013

SIEMPRE A LA VANGUARDIA



Manifiesto Europeo

Estimamos nosotros –los españoles actuales- que la lucha por la Defensa y Unidad de Europa en estos críticos momentos debe ser llevada, principalmente, a construir en todas las almas europeas una fortaleza inexpugnable: una idea irresistible: una convicción triunfal, que haga fracasar todos los ataques desesperados de las fuerzas hostiles antieuropeas.

Y esa convicción, esa idea-fortaleza, deberá ser la siguiente:

“Europa no es vieja ni es joven. No lo ha sido ni lo será nunca. Porque Europa es inmortal. Europa es un perpetuo Renacimiento. Es un resucitar inextinguible”.

Creemos que los esfuerzos heroicos de todos los espíritus preclaros de Europa –de todos sus investigadores (poetas, sabios, científicos)- debería ser concentrado en demostrar rigurosamente al mundo que tal Afirmación es cierta. Efectiva.

Para ayudar a lo cual nosotros proponemos ahora un elemental plano afirmativo en vista de esa ciclópea reconstrucción:


1º. Hay que rebatir como falsa la tradicional pretensión de que Europa sea hija de Oriente. (Acumular pruebas contra el mito de Agenor, contra la espúrea localización del Paraíso terrenal en Mesopotamia: contra la “cuna hindú” del género humano: contra la primacía civilizadora de Egipto, China, Fenicia, etc...).

La civilización empezó en Europa. A lo largo de su místico “castillo alpino”, de los Pirineos al Cáucaso. Fortaleza “providencial”.

 
2º. Hay que reducir al absurdo la tesis “vegetal” y spengleriana –la tesis de los culturalistas- sobre la “pluralidad de culturas igualmente válidas”. Tesis que empareja y ecuaciona la "cultura europea", por ejemplo, con la "azteca" o la "faraónica".
 
3º. Hay que reducir a polvo la tesis de que “Occidente está en decadencia”. Es decir: Europa: Pues nadie es vencido hasta que él mismo no se considera vencido. Y Europa jamás se dará por vencida.

 
4º. Hay que insistir audazmente, sobre la veracidad de que si América es algo, lo es en cuanto trasunto de Europa: proyección de Europa en “cantidad”. Igualmente Rusia. Rusia y América tienen substratos propios. Pero lo determinante en ellas será siempre el superestrato europeo.


5º. Hay que demostrar que la “idea de Europa” –bajo diversos nombres a lo largo de la Prehistoria y la Historia- consistió siempre en la “medida”: el “límite”: la “armonía”: la “unidad activa”: la “ascensión creadora del Hombre”: la “mística de la vida”.

 
6º. Demostrar que esa “idea de Europa” existió desde el Paleolítico, sobre una topografía –imprecisa- pero poco más o menos coincidente con lo que ha sido siempre Europa (la vértebra alpina).

 
7º. Hay que demostrar que tal “idea europea” sufrió “cansancios momentáneos”, “agonías temporales”, “exhaustamientos fecundos”. Lo que llamaríamos –históricamente- “Edades Medias o transitorias, preparadoras de nuevos Renacimientos”.

 
8º. Europa no tiene más que dos fases, dos edades, dos ciclos: Edades Medias y Renacimientos. (Muerte y Resurrección, Invierno y Primavera).

 
9º. La fecundidad de Europa es inacabable. Como una Paternidad cósmica, como una fuerza genesíaca donjuanesca. Rasgo viril, y no femenino, en lo europeo. Potencia de fecundación. Virtud Imperial.

 
10º. Hay que demostrar que –desde la Prehistoria- este “fecundador genio europeo” preñó siempre a las culturas extra-europeas. Las cuales, aprovechando el agotamiento momentáneo del progenitor, reobraron sobre Europa en forma de “invasiones y devastaciones”. Pero que –justamente- este “estímulo del peligro” hizo siempre “reaccionar a Europa”, resurgir, resucitar de sí misma: como el ave Fénix de las cenizas.
   
Condición precisa para cada Renacimiento de Europa: su inminente muerte, su “agonía trágica”. El estímulo mortal.

 
11º. Europa –por tanto- no es vieja ni joven. Sino débil o fuerte. Y su secreto es el que, en español, llamamos “sacar fuerzas de flaquezas”. Secreto heroico.

 
12º. En las actuales circunstancias, Europa se encuentra en una “crisis de salvación”. Como tras 1918 (o como tras 1945). Como tras el fracaso napoleónico. Como antes de Carlos V o de Navas de Tolosa o de Carlos Martel. Como ante la lucha con Cartago. O en la guerra de Grecia contra los persas. O de razas prehistóricas europeas contra invasiones de África y de Asia.

Y esta crisis será superada a través de otra inevitable Edad Media –feudal, federalizante-, que estamos empezando a atravesar, hostilizados por los bárbaros.

 
13º. Característica también europea es la del “relevo de Campeones” en portar el fuego sagrado y perenne. Los Campeones cambian. El fuego permanece.

 
14º. Anular el temor a lo ruso y el pasmo ante lo americano, demostrando que ambos son fenómenos “románticos”, “desmesurados”, “estériles a la larga”. Ambos procedentes de Europa, pero “desnaturalizados”.

La afirmación social de Rusia es europea. (Rusia no ha hecho más que quitarle a esa idea la “medida”, amplificando su “extensión”: asiatizando infinitamente la idea europea de “una masa trabajadora”).La afirmación capitalista de América es europea. (América no ha hecho más que quitarle a esa idea la “medida”, ilimitando la “cantidad”, taylorizando el “espíritu -europeo- de iniciativa, individual”).

 
15º. Las armas eternas contra el Oriente y el Occidente serán siempre espirituales en Europa.

Lo que representó y representará la idea de Roma no perecerá nunca. Precisamente, frente al misticismo asiático del bolchevique irrumpiendo de nuevo sobre Europa, Roma podrá crear otro nuevo misticismo: el de la Santidad auténtica. (El Santo: fuerza social más allá del Héroe). Arma específica de todos nuestros Medievos.

Del mismo modo, la Mística del Linaje, -¡tan germánica!- tampoco perecerá, para combatir válidamente el capcioso igualitarismo. Encarnando en otra modalidad medieval de gran eficacia combativa: la “mística dinástica”, de nuevas progenies y estirpes surgidas puramente de la Revolución.

No las restauraciones de sangres cansadas, exhaustas, degeneradas, sino las nuevas Instauraciones, los nuevos reinos Caudillales, con gracia feudal, medievática y hasta divina. Nuevas Monarquías, nuevas aristarquías. Nuevas selectividades.

 
16º. Utilizar cuantos pensamientos y pensadores y poetas tuvieron este instinto de combate y defensa de Europa.

Ejemplos: 
Mazzini dijo que Europa era “el fermento del mundo”. Y así pensó también nuestro Donoso Cortés.
Burckardt –el gran renacentista- vio a Europa como una “fuente antigua y nueva de vida”. “Espiritual y múltiple”.
Grecia: como “Cosmos”. Como “Orden Total”. Con el símbolo platónico y heroico del Maratón contra el Oriente.
Leibniz, como una “eterna lucha contra los bárbaros”.
Himly, como “la obra más armoniosa de la Creación”.
Victor Hugo vio Europa “unida un día” sin rusos ni anglosajones.
Nosotros, los españoles, la vemos como la “única Sede de eterna Catolicidad”.

 17º. Europa es pelea constante. Europa es guerrear. Europa es peligro.
Europa es el centinela alerta. ¡Al arma!, ¡Al arma!.


Y Europa es –de vez en cuando- una bendita “Ilusión de Paz”.

         Ernesto Giménez Caballero  año 1949

viernes, 21 de junio de 2013

ALGUNO ERA COMUNISTA



"Qualcuno era comunista", excelente monólogo de Giorgio Gaber. Esta joya se merecía una traducción al español.

 "No hay cínicos, no hay materialistas. Todo hombre es un idealista, sólo que sucede con demasiada frecuencia que tiene un ideal equivocado".
                                                          G. K Chesterton

jueves, 20 de junio de 2013

NOS MOVEMOS

 
 
¿Por qué hoy muchos prefieren militar en asociaciones que en partidos? ¿Está en crisis el partido político como cauce de movilización? ¿Pueden las asociaciones presentar alternativa en un régimen de partidos?
 
 
El Congreso
 
"La Alternativa en Movimiento" pretende ser un punto de encuentro para las asociaciones, grupos y movimientos sociales que desarrollan sus actividades de forma autónoma en los ámbitos político, cultural, sindical, deportivo o asistencial bajo las coordenadas del patriotismo crítico y la justicia social.
 
Queremos crear un espacio para el conocimiento mutuo de las distintas experiencias militantes y para el intercambio de ideas, propuestas y proyectos.
 
La alternativa
 
"Que se contrapone a los modelos oficiales comúnmente aceptados".
 
Pensamos que es necesario presentar una Alternativa global al Sistema. Esto es, un modelo político, social y económico distinto al liberal capitalista vigente, más justo y más humano.
 
Creemos urgente dotar a la nación de un proyecto transformador ilusionante que sirva de argamasa para cimentar su unidad. Un proyecto de justicia y solidaridad fundamentado en la dignidad de la persona humana, su libertad y su vocación familiar y ciudadana. 
 
El movimiento
 
"Desarrollo y propagación de una tendencia de carácter innovador. Alteración, inquietud o conmoción. Alzamiento, rebelión".
 
Entendemos que la acción sin el pensamiento conduce a la barbarie y que el pensamiento sin la acción deviene en entelequia. Por ello, la alternativa en las ideas y la acción militante alternativa deben desarrollarse a la par.
 
Deseamos mostrar las actividades que los grupos alternativos llevan a cabo y contribuir así su difusión.
 
Vamos a generar debate y discusión para mejorar nuestras propuestas entre todos. 
 
 22 de Junio - Hotel TRYP Madrid Chamartin

miércoles, 19 de junio de 2013

EL EXTREMO OCCIDENTE



La indefensión de Europa vista desde América

Nosotros como dijo el Papa Francisco vivimos en “el fin del mundo” y por lo tanto no nos afectan los problemas de los países centrales. Y si nos afectan es colateralmente. Si lo miramos bien, es en el hemisferio norte (USA, Europa. Rusia, China, Japón) donde ocurren los grandes acontecimientos que conmueven al mundo. En el hemisferio sur casi no pasa nada que tenga sentido para los mass media que son todos del norte. 

Así hoy nos venden a Mandela, cerca de la Parca, como campeón de la humanidad, cuando este antiguo PC y agente de Stalin practicó un racismo a la inversa con los blancos de Sudáfrica y con los zulúes, originarios habitantes del país. Y ayer nos vendían a Menem como paladín del libre mercado y terminó hundiendo la Argentina.

De modo que cada vez que nos hablan de Occidente nosotros, que vivimos en el extremo Occidente, decimos como el poeta Anzoátegui: Qué Occidente no nos venga con el cuento de Occidente. Pero más allá del reparo notamos que Europa, en tanto que corazón de Occidente ofrece falsas respuestas a las agresiones que sufre y a los vejámenes y asesinatos de sus hijos que padece.

Así, acaban dos musulmanes de asesinar en plena calle de Londres a un soldado inglés, Lee Rigby, y el primer ministro inglés en lugar de declarar que fue el fundamentalismo musulmán el causante del asesinato y castigarlo, declaró muy suelto de cuerpo: el crimen es una traición al Islam.

Pero acaso, ¿le importa al algún musulmán que estos dos árabes hayan traicionado al Islam? No. Pues todo lo que sea en contra de Occidente es bienvenido para el mundo musulmán. Y esto desde su fundación ha sido, es y será así. Y el que no lo quiera ver no sabe sobre el tema o es “un entendimiento torcido”.

Ahora bien, si desde Inglaterra, que es como decir el meollo conservador y militar más concentrado de Occidente, puede su primer ministro cometer semejante desatino, qué nos está permitido esperar del resto de los dirigentes occidentales. Nada. En el 2012 fueron asesinados 105.000 cristianos en el ámbito del mundo musulmán, y salvo la investigadora inglesa que lleva la cuenta y algún obispo en alguna comisión perdida de las Naciones Unidas, ningún dirigente político occidental dijo nada. Occidente ha sido entregado “con pito y cadena” a los designios del Islam.[1]

Y esto mismo lo afirma un interesante filósofo alemán Peter Sloterdijk en una reciente entrevista: Europa no será capaz de una política suficientemente defensiva porque no puede practicar una política tan fea. Además estaría obligada a desmentir sus ideales liberales y democráticos.

Los más lúcidos de los pensadores europeos (de Benoist, Cacciari, Bueno) nos hablan de una especie de feminización de la cultura de Occidente: el uso abusivo del teléfono celular, la vestimenta, la pérdida del imperativo, el cambio de usos y costumbres, el avance exponencial del mundo gay, la alimentación light con cigarrillos sin nicotina y café sin cafeína, etc. etc.

Ayer nomás, el Papa Francisco declaró públicamente que: en la Curia vaticana hay un looby gay que provocó la filtración de informaciones que obligó a renunciar a Benedicto XVI: hay que ver lo que podemos hacer. No es necesaria gran perspicacia para observar los modales y la cara de maricón que tiene el secretario de Estado del Vaticano.

Es decir, que los dirigentes de Occidente se niegan a ver lo que se cae de maduro, lo que es evidente, aquello que se muestra en forma descarada y manifiesta y dejan a los pueblos de matriz occidental librados a la voluntad de sus enemigos.[2] Lo mismo que hizo Venecia ante la caída inminente de Constantinopla. Si alguno de los que lee este breve comentario nuestro se quiere amargar, puede leer el libro de Steven Runciman de la vieja editorial Espasa Calpe[3].

Nosotros desde el fin del mundo asistimos con pena a la destrucción de una tradición de la cual nos nutrimos y de la que somos deudores, pero como no es la única tradición cultural que nos conforma, que nos da forma, también le podemos rezar a la Pachamama. Sin embargo, tenemos la esperanza de que, islamizada Europa, el cristianismo pueda renacer en Iberoamérica.

Lo que barruntamos es que no va a ser una restauración genuina del cristianismo porque nuestros dirigentes políticos, culturales y religiosos, que no son mejores que los europeos, son en su mayoría pro sionistas y eso es una ventaja relativa, habida cuenta que el sionismo es la única oposición frontal al totalitarismo musulmán. 

Entonces el cristianismo que se impondrá será de sesgo hebreo, donde se van a licuar todas las relaciones y distinciones teológicas conflictivas del cristianismo respecto de los llamados, anfibológicamente,“ hermanos mayores”. En el mejor de los casos se nos impondrá un cristianismo sin aristas donde desaparecerá todo lo heroico.

Esto es lo que vemos sine ira et studio, sucintamente, desde América.

                                                          Alberto Buela


[1] El sociólogo Massimo Introvigne, coordinador del Observatorio sobre la libertad religiosa afirmó que “se estima que en 2012 murieron por su fe 105 mil cristianos, es decir, uno cada cinco minutos. Son proporciones espantosas”. Y monseñor Silvano Tomasi afirmó: “Cada año más de 100.000 cristianos son asesinados violentamente por alguna causa relacionada con su fe».
[2] Hace unos días nomás, se suicidó delante del altar de Notre Dame en París, el excelente historiador Dominique Venner en protesta por esta situación
[3] La caída de Constantinopla, Espasa-Calpe, Bs.As.-Madrid, 1973

martes, 18 de junio de 2013

UN DEMÓCRATA MUSULMÁN



Levantamiento contra el Hermano Erdogan

La sublevación turca tiene sus raíces en la incoherencia del gobierno de Erdogan. Después de haberse presentado como un «demócratamusulmán» –al estilo de los «demócratacristianos»–, Erdogan mostró súbitamente su verdadero rostro al producirse las «revoluciones de colores» de la primavera árabe.

En materia de política interna y exterior, puede verse un verdadero viraje que permite hablar de un antes y un después. Antes, existió una técnica de infiltración en las instituciones. Después vino el sectarismo. Antes, se aplicaba la política de Ahmed Davutoglu de «cero problemas» con los vecinos. 

El antiguo imperio otomano parecía salir de su letargo y volver a la realidad. Después fue lo contrario: Turquía se enemistó nuevamente con todos y cada uno de sus vecinos y se involucró en la guerra contra Siria.

 

La Hermandad Musulmana


Tras ese viraje está la Hermandad Musulmana, organización secreta a la que siempre pertenecieron Erdogan y los miembros de su equipo, aunque siempre lo niegan. Si bien ese viraje es posterior al de Qatar, padrino financiero de la Hermandad Musulmana, su significado es exactamente el mismo: son regímenes autoritarios, aparentemente antiisraelíes cuya profunda alianza con Tel Aviv aparece súbitamente.

Es importante recordar aquí que la expresión «primavera árabe», surgida y acuñada en Occidente, no es más que un engaño tendiente a hacernos creer que los regímenes de Túnez y Egipto fueron derrocados por los pueblos.

Si bien es cierto que en Túnez hubo un levantamiento popular, también lo es que su objetivo no era llegar a un cambio de régimen sino lograr una evolución económico-social. No fue la gente que se lanzó a las calles sino Estados Unidos quien ordenó a Zinedin el-Abidin Ben Ali y a Hosni Mubarak que abandonaran el poder. Posteriormente, fue la OTAN la que derrocó a Muammar el-Khadafi y provocó su linchamiento. Y ahora son nuevamente la OTAN y el Consejo de Cooperación del Golfo quienes han alimentado la agresión contra Siria.

En todo el norte de África –con excepción de Argelia– la Hermandad Musulmana llegó al poder gracias al respaldo de Hillary Clinton. Y en toda esa región, la Hermandad Musulmana tiene a cargo de la comunicación una serie de consejeros turcos, amablemente puestos a su disposición por el gobierno de Erdogan. Y en cada uno de esos casos, la «democracia» no ha sido otra cosa que una apariencia que ha permitido a la Hermandad Musulmana islamizar la sociedad, a condición de que ella misma respalde el capitalismo seudoliberal de Estados Unidos.

El término «islamizar» no es una referencia a la realidad sino a la retórica de la Hermandad Musulmana. Esa cofradía pretende controlar la vida privada de los individuos basándose para ello en principios externos al Corán. Rechaza el papel de la mujer en la sociedad e impone una vida de austeridad, sin alcohol, tabaco ni sexo… al menos para los demás.

Durante una decena de años, la Hermandad Musulmana optó por la discreción, dejando la transformación de la enseñanza pública en manos de la secta de Fetullah Gulen, a la que pertenece el presidente de Turquía, Abdulla Gul.

Aunque la Hermandad Musulmana proclama a los cuatro vientos su odio por el American Way of Life, el hecho es que opera bajo la protección de los anglosajones (Gran Bretaña, Estados Unidos e Israel), que siempre han sabido utilizar la violencia de dicha cofradía contra todo el que se resiste a los designios imperiales. 

La hasta hace poco secretaria de Estado Hillary Clinton tenía en su equipo de trabajo a su ex asistente personal, la señora Huma Abedin –esposa del dimitente diputado sionista estadounidense Anthony Weiner. La madre de Huma Abedin, Saleha Abedin, dirige la rama femenina mundial de la Hermandad Musulmana. Es por esa vía que la señora Clinton azuzaba a la cofradía.

lunes, 17 de junio de 2013

CULTURA DE MASAS



La homogeneización cultural

El peligro de una aculturación general hacia los modelos culturales del mundo desarrollado y, en especial, al modelo norteamericano aparece como una constante en los estudios sobre la globalización y la cultura.

Esa apreciación no es casual; pues la globalización económica ha ido acompañada de un proceso de expansión de los modelos culturales del mundo desarrollado, en especial del modelo cultural norteamericano, por todo el mundo.

Lentamente hemos ido integrando en nuestra tradición más arraigada, costumbres, hábitos y lenguajes que no pertenecen a nuestra historia, sino que son fruto de esa lenta, pero persistente colonización cultural que identificamos con el eufemismo de globalización.

Las empresas de comunicación, empresas estadounidenses principalmente, sufren un proceso de concentración acelerado, no sólo mediante la incorporación de pequeños medios de comunicación a grandes empresas multinacionales, sino también mediante la diversificación de éstas, acumulándose en las mismas manos la industria de la información, de los contenidos y de la distribución.

Con este tipo de fusiones crece el peligro de que una única imagen sea lo que ocupe todas las pantallas del mundo, ya sean de televisión o de ordenador, un peligro que ya se puso de manifiesto durante la primera guerra del Golfo, cuando todas las imágenes de la guerra fueron distribuidas por la CNN con lo que a pesar de poder coexistir ideas distintas sobre la guerra, la difusión de imágenes fue idéntica en todo el planeta.

Cuanto más se concentra el poder informativo en pocas manos, más homogénea y compacta es la imagen del mundo resultante y, consiguientemente, menos capacidad de decisión libre tienen los ciudadanos de a pie.


Ante el miedo de una homogeneización cultural favorecida por el fenómeno de la globalización y la concentración de los medios en unas pocas empresas multinacionales, también hay que tener en cuenta otras circunstancias.

Una de ellas es la creencia en una receptividad pasiva de las culturas globalizadas, lo que no es tan cierto como pudiera parecer en un principio. 

Las personas utilizan creativamente la cultura, es decir, adaptan las influencias culturales externas a sus propios valores culturales, demostrando la capacidad de las sociedades para absorber determinados elementos sin cambiar sus particularidades culturales. En este sentido, se producen hibridismos culturales muy curiosos y mezclas entre los substratos culturales latentes y el influjo exterior.

La idea del dominio cultural yanqui choca, en muchas ocasiones, con la capacidad selectiva de los seres humanos cuando se enfrentan a visiones del mundo extrañas, y la dominación cultural se suele encontrar con la resistencia haciendo de la difusión cultural un proceso creativo que no necesariamente lleva a la aculturación.

A pesar de esta resistencia, los síntomas de homogeneización cultural son evidentes y aparece en la proliferación de McDonald’s en los lugares más insospechados del mundo, el éxito de las producciones de Hollywood por todo el planeta y en el éxito de ventas de camisetas de la NBA.

Ello se explica, en parte, porque el ser humano tiene necesidad de novedades y curiosidad hacia las cosas que vienen de fuera, por lo que no es de extrañar que el disfrute de las novedades culturales sea algo que comparte cualquier ser humano, tanto el que vive en una gran ciudad como el que lo hace en los lugares más remotos.

Se debe reconocer que el contacto con otras culturas, la influencia recíproca entre culturas es el motor de cambio social y cultural y la esencia del desarrollo de gran parte de los productos culturales

Una cultura estática y aislada es una cultura muerta, pero una cultura incapaz de resistir a tal embate colonizador, también es una cultura condenada a desaparecer.

La globalización permite la concentración de empresas en unas pocas manos y todas ellas dan una visión americanizada, pero también ha hecho que aumenten los contactos entre culturas favoreciendo su vitalidad.

El problema no es, por lo tanto, el preservar las culturas en un estado primitivo, sino el hecho de que, hasta ahora, la globalización ha distribuido una imagen única del mundo, una imagen, que parte de unas pocas empresas multinacionales que concentran el mercado de los productos culturales.

Pero se debe recordar que el uso de internet proporciona un medio descentralizado y accesible tanto tecnológica como económicamente. 

Esto permitirá que pueda ser utilizado para hacer llegar expresiones culturales minoritarias a un número potencial muy grande de receptores, lo que abre la vía a una difusión cultural que no precisa de los grupos mediáticos para su distribución y que permite saltarse los filtros de las multinacionales del negocio cultural.

Contra una visión meramente apocalíptica de la globalización, cabe, pues, subrayar que disponemos de un sistema de comunicación que permite, potencialmente, hacer que la difusión y la producción cultural no esté controlada por las multinacionales de la comunicación

Las redes de comunicación, incluso de internet, cada vez más relacionada con los intereses comerciales, proporcionan, a pesar de todo, la infraestructura necesaria para que esto sea posible.

En este nuevo entorno de comunicación, la cultura creada y difundida, la cibercultura, tiene el potencial necesario para escapar de la homogeneización cultural que propician otros medios de comunicación centralizados y permite una difusión cultural que favorece la diversidad.

Fuente
forumlibertas.com                                                   Francesc Torralba Roselló

domingo, 16 de junio de 2013

REVOLUCIONARIO Y CONSERVADOR



Cuando un viejo mundo se hunde... y otro nuevo aún no surge
Quien no se atreva a mirar hacia atrás no logrará avanzar por camino derecho.» Con estas palabras empieza Armin Mohler (autor del célebre tratado La Revolución conservadora en Alemania – 1918-1933, nunca publicado en español) la exposición de una serie de corrientes del pensamiento dispersas en libros, revistas, novelas, doctrinas filosóficas o actuaciones políticas coincidentes en un signo común de discrepancia con aquellos otros modos de pensar traídos al mundo por la Revolución francesa.

La Revolución conservadora sería el paradójico nombre de este movimiento si de tal quisiera calificarse lo que se caracteriza, ante todo, por su falta de aptitud para cristalizar en ningún tipo de organización visible y material. Círculos literarios íntimos, suscripciones de revistas, contactos de determinadas "élites" al margen de toda publicidad; órdenes secretas o asociaciones aparentemente encaminadas a fines de poca monta constituyen las manifestaciones preferidas del fenómeno en cuestión, que ni siquiera ha llegado nunca a condensarse en un "sistema" determinado.

Lo revolucionario-conservador se define únicamente por su actitud en la vida, su estilo, y no por un programa o doctrina cualquiera sobre los problemas concretos planteados ante la moral o el derecho, el Estado o la sociedad, la economía o la cultura.En ello reside precisamente la debilidad de su posición, al no poder aspirar a conquistar a las masas, más fácilmente atraídas por los brillantes oropeles de las doctrinas progresistas. 

Pero tampoco es la conquista del poder el objetivo fundamental de la Revolución Conservadora. Y por eso, mientras los partidos de masas que se proponen exclusivamente tal objetivo tienen tantas veces que traicionar sus ideas para alcanzarlo, permanece en la oposición la Revolución Conservadora, atenta sólo a conquistar nuevos mundos espirituales, lo que induce a algunos, como Georg Quabbe, a afirmar que el legítimo conservatismo sólo puede adoptar la forma de una doctrina secreta en estos tiempos en que las clases cultivadas quieren argumentos rápidamente comprensibles, y las masas, sensaciones.


Aun así, es evidente la influencia que puede ejercer un cuadro de minorías dispuestas a no dejarse adulterar para dejar de serlo. Ésta es exclusivamente la hora del pequeño número, capaz de renunciar a logros inmediatos en favor de una total transformación espiritual, aún lejana, ya que el punto de partida de esta concepción es que nos encontramos en un interregno. Un mundo se ha hundido y otro nuevo no ha surgido aún. Por eso lo principal es estar atento a la llamada que viene de lo lejos, sin extraviarnos entre los restos de la vieja construcción derruida.

De lo dicho se infiere que no es este complejo ningún fenómeno exclusivo de Alemania, aunque allí, dada la innata tendencia germana hacia las especulaciones metafísicas, haya tenido su manifestación más acusada, llegando a constituir una de las principales corrientes ideológicas de que se nutrió el nacionalsocialismo: no, sin embargo, la única, en forma que indujera a considerar a este último como el desemboque obligado de la Revolución Conservadora. En realidad habrían concurrido en la génesis del movimiento nacionalsocialista dos corrientes distintas que se entrecruzaron: una, de tipo indiscutiblemente revolucionario-conservadora; otra, integrada por influencias democráticas e incluso marxistas, exigencias de circunstancias históricas o situaciones geográficas y hasta de concesiones a las masas con sus tendencias dictatoriales.

Aunque la Revolución Conservadora ha permanecido, pues, hasta ahora en el campo de las ideas puras, sin descender a la práctica, la influencia que ejerció en la génesis del nacionalsocialismo induce a Mohler a plantear la cuestión del grado hasta el cual puede hacerse responsable a una teoría de las deformaciones y aberraciones que puede sufrir en sus intentos de realización histórica. […]

Es, en cualquier caso, obligado reconocer el paulatino desencanto de los revolucionario-conservadores y su consecuente alejamiento respecto del nacionalsocialismo, a medida que éste fue definiendo su actitud. Con mayor precisión podría señalarse el año y medio que transcurre entre la entrega de la Cancillería a Hitler, en enero de 1933, y la muerte de Hindenburg, en agosto de 1934, como el período en que se gestan las decisiones más trascendentales para la vida de Alemania y empiezan a deslindarse los campos revolucionario-conservador y nacional-socialista.

Desde este momento, los hombres de la Revolución Conservadora vienen a constituir algo así como los "trotskistas del nacionalsocialismo". A semejanza de lo sucedido en el otro gran movimiento revolucionario que desemboca en el bolchevismo ruso, se van separando aquí también del partido pequeños grupos de rebeldes contra la ortodoxia triunfante. El fenómeno obedece sin duda a una constante histórica. Para ganar a las masas y articularlas en un todo homogéneo, la doctrina oficial se tiene que ir acomodando al promedio: pierde vuelos, al tiempo que se hace dogmática y exige una disciplina cada vez más rigurosa. Paulatinamente, las tesis impuestas se van haciendo insoportables a los espíritus inquietos y estallan por doquier las herejías. 

Recíprocamente se acusan unos a otros de traición: al partido, al movimiento o a la "idea". Cuando al fin el partido de masas alcanza el poder, empiezan las persecuciones o "depuraciones" contra los disidentes, considerados tanto más peligrosos cuanto más afines fueron antes. .
Pero ¿qué es, en definitiva, esta Revolución Conservadora que constituyó, al menos, una de las corrientes de que se nutrió el nacionalsocialismo y se volvió contra él tan pronto corno éste alcanzó el poder, contribuyendo en gran parte a su caída? Mohler la empieza definiendo como la "antirrevolución francesa". Después depura más el concepto por exclusión. A la Revolución francesa le salieron enemigos en su propio campo: el anarquismo y el marxismo, por ejemplo, que continuaron su trayectoria, aunque estén hoy fuera del repertorio de sus ideas; a los cuales se deben añadir, por supuesto, los conservadores puros o reaccionarios, que quieren simplemente detener la historia o darle marcha atrás. 
Ninguno de estos elementos pertenece a la Revolución Conservadora, perfilada fundamentalmente por tres rasgos en contraste con los de su adversaria: la Revolución francesa disgrega la sociedad en individuos, la conservadora aspira a restablecer la unidad del conjunto; la Revolución francesa proclama la soberanía de la razón, desarticulando el mundo para aprehenderlo en conceptos; la conservadora trata de intuir su sentido en imágenes; la Revolución francesa cree en el progreso indefinido, en una marcha "lineal", la conservadora retorna a la idea del ciclo donde los retrocesos compensan los avances y en el total nada se gana ni se pierde.
Resultan sorprendentes, a primera vista, los dos términos del nombre elegido para calificar esta compleja doctrina, tanto por su aparente antinomia como por no guardar relación ninguno de ambos con el contenido acabado de exponer. Conviene por ello precisar que ni la "conservación" se refiere aquí al intento de defender forma alguna ya caduca de vida, ni la "revolución" al propósito de acelerar el proceso evolutivo para incorporar algo nuevo y mejor al presente. Aquello es conservadurismo en el viejo sentido o reacción; esto, creencia en el progreso. 
Pero la idea central de la Revolución Conservadora es la de la inalterabilidad del conjunto a través de la sucesión de las formas, y, por tanto, sus adeptos no viven ni en el pasado, como los reaccionarios, ni en el futuro, como los progresistas, sino en el presente —un presente absoluto en el que se unen pasado y futuro. Ello no impide que se ayude a derribar lo individual, cuya hora ha sonado, porque más vale corte rápido que putrefacción lenta; pero sin creer por ello que nada va a variar en esencia ni que el mañana puede ser mejor que el hoy, ya que los hombres, con otros trajes y distintas costumbres, serán siempre los mismos, con idéntica inclinación hacia el bien y el mal.
Tampoco hay que atribuir a esta Revolución Conservadora sentido "reformador" de ninguna especie. Aparte de que la "reforma" evoca la idea de algo incruento, mientras que nuestra doctrina no se escandaliza de que los nacimientos se paguen con muertes, parece que en la "reforma" hay el propósito de añadir algo nuevo a lo existente. Para el conservador, en cambio, todo está ya ahí, y la revolución sólo puede conducir a una nueva articulación de lo conocido. 

Se trata, pues, de una revolución sin meta, sin la contemplación de un futuro reino mesiánico y sin el propósito, por tanto, de dirigir por propia iniciativa la historia. Una revolución, en suma, escéptica y pasiva.
El primero que popularizó el nombre de Revolución Conservadora fue Hofmannsthal en 1927, aunque ya Tomás Mann lo había usado en 1921 y probablemente sería conocido con anterioridad: "El proceso de que hablo no es otro que una Revolución Conservadora de un alcance como no lo ha conocido la historia europea". Tras estas palabras señaló Hofmannsthal como rasgos fundamentales de esta doctrina los dos siguientes: un anhelo de cohesión en vez de un anhelo de libertad, y un anhelo de unidad en sustitución de todas las disgregaciones y movimientos centrífugos.
En realidad, este deseo de apretar las filas y estrechar los contactos, invirtiendo el proceso desintegrador desarrollado durante todo el siglo XIX, ha estado siempre latente en Alemania. En este sentido, la Revolución Conservadora puede considerarse como una etapa de un movimiento mucho más amplio, el llamado "movimiento alemán", que comprendería las cuatro siguientes fases: desde la Revolución francesa y la caída del antiguo Imperio hasta 1870, la primera; de 1871 a 1918, la segunda; de 1918 a 1932, la tercera, y de 1955 a 1943, la cuarta. Sólo que en el tercero de estos períodos, a consecuencia quizá de la primera gran guerra, con su tremenda repercusión sobre los espíritus, adquiere caracteres mucho más acusados y definidos, lo que determina su progresiva decantación frente a otras corrientes afines.
Los primeros años de la entonces llamada postguerra son años de una intensa agitación en Alemania. Por doquier surgen agrupaciones, partidos y asociaciones que dirigen llamamientos al país, defienden doctrinas, reclutan adeptos y chocan violentamente entre sí. Durante cinco años se vive en permanente guerra civil. 
En 1925 lanza Moeller van den Bruck su consigna del “III Reich” en un libro que lleva este mismo título. El Sacro Romano Imperio y el II Imperio de Bismarck van a tener desde ahora una continuación, en la cual quedarán absorbidos los contrastes de nacionalismo y socialismo, de derechas e izquierdas. La tesis y la antítesis llegarán a su síntesis. 
Progresivamente se irá perfilando la Revolución Conservadora, depurándose de deformaciones e imperfecciones existentes; tanto en el pasado como en el presente constituido por el huero conservadurismo de la época guillermina, con su culto de las apariencias y sus fachadas retóricas, con su amalgama de monarquía por la gracia de Dios y de monarquía constitucional, con su mezcla de uniformes medievales y de modernos acorazados, al igual que en el desordenado impulso de nuevas tendencias carentes del suficiente arraigo histórico. Se tienen que rechazar hasta tres sucesivas oleadas de un nacionalbolchevismo que es fruto de la exasperación producida por la ceguera de las potencias occidentales ante las exigencias de la hora, de igual modo que se tienen que reprimir otros alzamientos dentro del propio Ejército. Para contar con un elemento que ofrezca una garantía de estabilidad dentro de la revuelta agitación del momento, el general Seeckt sienta las premisas que han de conducir a un completo apartamiento y neutralización del Ejército en las luchas políticas, medida que ha de ejercer una evidente repercusión en muchos de los acontecimientos ulteriormente desarrollados. 
Al mismo tiempo se va definiendo la Revolución Conservadora por su contenido positivo. No de una manera abierta y sistemática —esto sería precisamente lo contrario de uno de sus rasgos más distintivos—, sino latiendo bajo una serie de predicaciones y actuaciones dispersas, a modo de común diapasón de todas ellas.
Es bien sabido que una de las diferencias más características entre el espíritu germánico y el francés consiste en la falta de sentido de aquél para las construcciones metódicas y racionales, que en cambio adora el segundo. La realidad, opinan los alemanes, no se deja reflejar en conceptos hermosos y redondeados, por mucho que éstos halaguen el gusto. Gerhard Nebel establece un parangón entre lo que llama los dos instrumentos metafísicos del hombre, el concepto y la imagen, para hacer resaltar la superioridad del segundo:
"El concepto es improductivo, ya que se limita a ordenar lo presente, lo descubierto, lo disponible, mientras que la imagen crea realidad espiritual y le arranca al ser trozos hasta entonces ocultos. El concepto establece minuciosas distinciones y agrupaciones dentro de hechos concluidos; la imagen se proyecta audaz y desembarazada hacia la lejanía sin límites. El concepto vive de la angustia; la imagen, de la alegría triunfante del descubrimiento. El concepto, cuando no empieza ya a operar sobre cadáveres, tiene que matar a su presa; la imagen conserva la espumante vida. El concepto excluye el misterio; la imagen es una paradójica unidad de los contrarios, respetando e iluminando a un tiempo la oscuridad. El concepto es decrépito; la imagen, siempre fresca y joven. El concepto es víctima del tiempo y envejece pronto; la imagen está más allá del tiempo. El concepto está supeditado al progreso; la imagen pertenece al instante vivido. El concepto es ahorro; la imagen, exuberancia. El concepto es lo que es; la imagen, siempre más de lo que parece. El concepto apela a la cabeza; la imagen, al corazón. El concepto sólo se mueve sobre una capa periférica; la imagen, sobre la totalidad o, al menos, sobre el núcleo de la existencia. El concepto es finito; la imagen, infinita. El concepto simplifica, la imagen respeta la variedad. El concepto toma partido, la imagen se abstiene de juzgar".
Tal actitud es la que engendra la sustitución de !a filosofía por la Weltanschauung, por la concepción del mundo en la que no hay que ver una especie de filosofía menos elaborada o de menos valor, sino algo sustancialmente distinto. La filosofía, dentro de tal tesis, habría sido lo propio de la vieja mentalidad occidental, hoy en crisis, engendrada por las dos corrientes de Grecia y del cristianismo. La Weltanschauung, lo propio de una nueva actitud ante el mundo. 
En la filosofía, los distintos aspectos de la realidad eran objeto de investigaciones claramente delimitadas. No se confundían, como hoy, el pensar, el sentir y el querer. La filosofía sabía cuál era su terreno y no pretendía invadir el de la teología, por ejemplo, o el de otras especialidades. Cada filósofo, por otra parte, se sentía miembro de una cadena continua y se apoyaba sobre la serie de sus predecesores para dar un nuevo avance con sus propias meditaciones. Pero hoy día se ha derrumbado aquel majestuoso edificio de la cultura occidental y no ha surgido otro nuevo. Estamos en un "interregno".
 La Revolución Conservadora vive bajo este signo, tratando de hacernos alcanzar la otra orilla, de restablecer una nueva unidad dentro del espacio sin contornos en que se mueven los trozos dispersos del pasado

La Weltanschauung sería la forma espiritual característica de este "interregno". En ella no hay ya claras separaciones ni ordenaciones. Su tipo representativo es el de un literato-pensador, que usa un lenguaje medio científico, medio simbólico, inventando unas veces nuevos términos, como Heidegger, por ser insuficientes los elaborados por la filosofía clásica para expresar las nuevas intuiciones; o saltando desde aquélla al teatro, como Sartre; o utilizando la novela o el diario para exponer sus doctrinas y juicios, como Dostoievsky o Ernst Jünger, y estando siempre dispuesto a traducir sus visiones en hechos, consagrando su vida al servicio de su ideal.
"Conozco mi destino. Algún día se unirá mi nombre al recuerdo de algo tremendo, a una crisis como no la hubo sobre la tierra, al más hondo conflicto de conciencia, a una decisión pronunciada contra todo lo que hasta ahora ha sido creído, exigido, reverenciado." En estas palabras de Nietzsche hay que buscar uno de los primeros avisos del cambio. A partir de entonces el tema resonará sin tregua. "Estamos en el tránsito de dos épocas —dirá Ernst Jünger—, de una significación análoga a la del advenimiento de la época del metal después de la de piedra." Otros se remontarán incluso a imágenes cósmicas, como Kurt van Emsen, que habla del tránsito del eón de Piscis al de Sagitario. […]
Todo este ambiente en que se mueve la Revolución Conservadora está, como se advertirá, hondamente impregnado de metafísica. Y más todavía en lo que, según Armin Mohler, constituye su rasgo esencial: su adherencia al principio cíclico del eterno retorno, en que cada momento lo abarca todo, pasado, presente y futuro, y no a uno lineal, en que las cosas marchan en procesos irreversibles, siendo efímero, por consiguiente, cada instante.  
La creencia de que la cantidad total de felicidad sobre la tierra es siempre la misma, de que no puede incrementarse el conjunto de valores (como cree el progresista), dado que, inevitablemente, cada ganancia se tiene que compensar con una pérdida y viceversa, presta una singular serenidad para resistir las mayores adversidades, para aceptar con impasibilidad el más duro destino, que tendrá siempre su sentido dentro del proceso total y del que, en todo caso, es inútil intentar evadirse. En un espíritu débil podrá tal creencia favorecer una tendencia a la inercia. En el alemán está harto demostrado que le infunde, por el contrario, aliento al sentirse instrumento de un más alto e inescrutable poder. […]
La Revolución Conservadora, sin embargo, le da otra interpretación mucho más rigurosa al principio cíclico, haciendo naufragar en él todo vestigio de valor individual humano. Según ella, el pensamiento cristiano coincide con el progresista en atribuir un valor absoluto a la moral. Para el cristianismo, la naturaleza humana está corrompida por el pecado original, pero es redimible por la gracia de Dios. Para el progresismo, el hombre es naturalmente bueno y está sólo corrompido por circunstancias externas, superadas las cuales alcanzará sobre esta tierra la perfección. 

Para la creencia conservadora, esta distinción entre bueno y malo no tiene sentido: el hombre individual no es ni una cosa ni otra, sino imperfecto en cuanto sólo es parte del total, en el que únicamente puede residir la perfección.
"Estética", por contraposición a "moral"; es la expresión que mejor definiría esta actitud, para la que todo acontecimiento encuentra su exacto sentido contemplado desde el conjunto, y cuya clave dio Nietzsche en su Amor fati: amor al mundo tal como es, con su eterna alternativa de nacimiento y destrucción; al mundo tal como es ahora, sin esperanza de que mejore ni aquí ni en el más allá; al mundo como siempre fue y siempre será. Es la actitud que el propio Nietzsche calificó de "visión trágica del mundo", y Ernst Jünger de "realismo heroico", queriendo significar que en ella se enfrenta uno con la dura realidad, no con ánimo de mejorarla, sino de afirmarla tal cual es. […]

Fuente                                                   Marqués de Valdeiglesias