La publicación del artículo “Continuar a José Antonio” ha suscitado un debate que agradezco de corazón.Pero ¿qué haría ahora José Antonio, después de lo que pasó?
La Falange nació en un momento histórico muy diferente del actual. Desde el discurso de la Comedia al del cine Madrid hubo una distancia profunda. El Jefe Nacional de la Falange fue radicalizando su mensaje y logró reunir en su entorno, a comunistas como Mateo, Orellana y Pérez Solís; socialistas como García Vara y Matías Montero; sindicalistas como Camilo Olcina, Sotomayor, Durruti. Y muchos más.
Evidentemente,
ninguno de ellos habría sido franquista ni partidario de la CEDA de Gil
Robles, pero de la Falange del José Antonio de 1935, desde luego que
sí.
Para ello, la Falange tuvo que prescindir de hombres como Ansaldo, Eliseda y hasta Ramiro. A finales de aquel año, cuando se acercaban las elecciones de febrero del 36, en el seno de la Junta Política se produjo una división entre quienes querían la alianza con la derecha, encabezados por Raimundo, y José Antonio, Julio Ruiz de Alda y Manuel Mateo.
El Jefe Nacional intentó un frente anticomunista de izquierda, con los socialistas no marxistas de Prieto y Negrín, por una parte, y con los sindicalistas no anarquistas de Pestaña.
Prieto ha reconocido, por ejemplo, en Méjico, que estuvo a punto de ser
convencido para ello. Y Pestaña comentó que no había tiempo para
hacerlo. José Antonio, tras el triunfo del Frente Popular en 16 de
febrero de 1936, envió a toda su organización unas instrucciones
concretas:
“Los jefes cuidarán de que por nadie se adopte actitud alguna de
hostilidad hacia el nuevo gobierno ni de solidaridad con las fuerzas
derechistas derrotadas… Nuestros militantes desoirán, terminantemente,
todo requerimiento para tomar parte en conspiraciones, proyectos de
golpe de estado, alianza de fuerzas “de orden” y demás casos de análoga
naturaleza”.
Es de pensar que esperaba el fracaso
posterior del Frente Popular de grupos antagónicos: comunistas,
anarquistas, sindicalistas, socialistas marxistas y no marxistas,
republicanos de izquierda y de centro.
Y
puede que confiase en que podría reanudar sus gestiones para que
Falange llegara a los acuerdos frustrados por la rapidez de los
acontecimientos que sucedieron. Pero encarcelaron a José Antonio y se
abrió el capítulo trágico de su muerte.
La Falange terminó con él. Lo que vino después, políticamente, poco tuvo que ver con lo que el pretendió.
En
la zona nacional de la guerra civil la Falange era un bicho raro, y la
llamaban “failange”. A Hedilla, elegido jefe nacional provisional, lo
metieron en la cárcel y le echaron dos penas de muerte. Al hermano de
Durruti lo fusilaron en León y a Nicasio Álvarez de Sotomayor en Cillero
(Cáceres). Pérez de Solís tuvo que esconderse.
Los nacionales de Franco utilizaron a la falange pero no hicieron su
revolución. A Miguel Primo de Rivera, que estaba en la cárcel de
Alicante, lo liberó la marina Inglesa. Y Raimundo que estaba en la
modelo de Madrid se pudo pasar a la zona nacional. Pero José Antonio,
no. Franco no se opuso a los proyectos de rescate pero tampoco se la
jugó a fondo para evitar su muerte.
Hombres como Narciso Perales que trataban de rehabilitar a la Falange,
decían que había muerto como organización con José Antonio. Quedarán
falangistas pero no Falange.
¿Qué habría hecho José Antonio en esta época? Lo que el intentó fue una coalición de izquierdas en 1935. Ahora, la izquierda está en la Falange que se resiste a morir, pero poco a poco, como le ocurrió a los tradicionalistas españoles que no comprendieron que la realidad cambia y sigue cambiando.
La Falange sirvió para aquel tiempo pero para ahora creo que no. Y si
los falangistas no quieren quedarse de piezas de museo romántico, lo que
tienen que hacer es reunirse cada uno como es, sin que nadie tenga
necesidad de renunciar a serlo, colocando a José Antonio, su ejemplo y
su mensaje, en el centro de la búsqueda común de soluciones a la España
de hoy.
La Falange, la Izquierda Social
Española, o lo que sea, puede ser la alternativa pero hay que ser
realistas y, en política, las nostalgias de símbolos y formas son
historia y no actualidad.
Si
el debate abierto sirve de algo yo no pretendo más. Vosotros,
camaradas, tenéis la responsabilidad. Así como estamos, no se puede
seguir. Ceferino L. Maestú http://www.hispaniainfo.es/web/