Cuando desde hace ya varios meses se vienen celebrando diversos actos para conmemorar el Bicentenario de la Real y Militar Orden de San Fernando —creada el 31 de agosto de 1811—, el último de ellos el pasado día 14 en El Escorial, presidido por S.A.R. el Príncipe de Asturias, hemos comprobado con asombro, tristeza e indignación que en el Museo del Ejército de Toledo la palabra HÉROE —así como sus derivados— ha sido excluida de las explicaciones que aparecen en sus paredes, y de las cartelas que acompañan a los diversos objetos que se exhiben.
Al
mismo tiempo, las menciones que se hacen a dicha Real Orden, creada
para agrupar a cuantos han merecido por su destacado valor la Cruz
Laureada de San Fernando, la más alta recompensa de nuestros Ejércitos,
son mínimas, pues tan solo se le dedican 77 palabras en la Sala de
Condecoraciones, casi las mismas que las que aparecen en otros lugares
para explicar en qué consiste la pólvora negra, menos que las utilizadas
para definir el águila del Imperio Napoleónico y la mitad de las que se
han escrito para contarnos cómo se tomó una bandera británica en Mahón…
Peor parada ha salido la Medalla Militar, nuestra segunda condecoración
al valor, pues tan solo se han empleado 36 palabras para darla a
conocer.
A
lo largo de la exposición solamente aparece escrita la frase Cruz
Laureada ligada a una persona en tres ocasiones, dos de ellas
refiriéndose al general Varela —único militar en el siglo XX que lució
en vida dos Cruces Laureadas— y otra al general Zabala, al mostrar una
guerrera que le perteneció y en la cual, se dice, están prendidas tres
Cruces Laureadas -la realidad es que solamente hay una, error al que no
hay que dar demasiada importancia, dada la excesiva frecuencia con que
se cometen en este moderno Museo-.
¿Quiere
esto decir que el Ejército español no ha tenido héroes?
Sí, los ha tenido, pero por algún motivo —que desearíamos conocer— se han ocultado, creemos que deliberadamente, pues no se puede dar tanta casualidad. No hay más que observar los innumerables retratos que cuelgan en sus paredes. ¿Por qué creen que se han recogido en un museo militar? Si se fijan, muchos de los personajes retratados lucen la Cruz Laureada, pero de nada les ha servido, pues, en un derroche de imaginación y didacticismo, tan solo se ofrece al visitante su nombre.
Y así, pasan totalmente desapercibidos nuestros grandes héroes: el cabo Noval, el Marqués del Duero, los generales Francisco Valdés, Echagüe, Rodil, Narváez, Prim, O'Donnell, Espartero, Santocildes, Sanjurjo, Varela y tantos y tantos otros, muchos de los cuales, sobre todo los malditos, dormirán el sueño de los justos para siempre en los almacenes del Museo.
Sí, los ha tenido, pero por algún motivo —que desearíamos conocer— se han ocultado, creemos que deliberadamente, pues no se puede dar tanta casualidad. No hay más que observar los innumerables retratos que cuelgan en sus paredes. ¿Por qué creen que se han recogido en un museo militar? Si se fijan, muchos de los personajes retratados lucen la Cruz Laureada, pero de nada les ha servido, pues, en un derroche de imaginación y didacticismo, tan solo se ofrece al visitante su nombre.
Y así, pasan totalmente desapercibidos nuestros grandes héroes: el cabo Noval, el Marqués del Duero, los generales Francisco Valdés, Echagüe, Rodil, Narváez, Prim, O'Donnell, Espartero, Santocildes, Sanjurjo, Varela y tantos y tantos otros, muchos de los cuales, sobre todo los malditos, dormirán el sueño de los justos para siempre en los almacenes del Museo.
Algunos de estos retratos, para mayor escarnio y desprecio, han sido
utilizados para explicar alguna prenda de uniforme o, simplemente, para
tapar un trozo de pared. Ricos y artísticos pergaminos en los que se
ofrece junto con el retrato del héroe la narración del hecho por el que
ganó la Cruz Laureada, aparecen sin explicación alguna.
Quien de forma
premeditada oculta los merecidos méritos de los demás, solamente puede
recibir un nombre: el de villano.
Especialmente
sangrante es la sala en la que se han reunido los retratos de nuestros
héroes de Ultramar, sin, por supuesto, hacer alabanza alguna de su vida y
hechos. Junto al retrato del general Vara de Rey, muerto en la defensa
del Caney, están los de los gloriosos defensores de Baler, Saturnino
Martín Cerezo y Enrique de las Morenas y Fossi -no, como está escrito,
Vara del Rey y De las Moreras, quien, por cierto, no fue general sino
solo capitán-. Y eso es todo. Ni una sola palabra de estos destacados
personajes, cuyo valeroso y sacrificado comportamiento fue alabado
incluso por sus propios enemigos.
Cuando
símbolos de nuestra historia como la Bandera, la Monarquía, la Patria y
la Religión son ultrajados ante la pasividad de quienes deberían
impedirlo, temíamos que a los héroes no les restaba mucho tiempo para
ser ignorados, y así ha sido.
Cuando
desde hace tiempo la excelencia personal y los valores morales se ven
menospreciados y se observa que inútiles e incompetentes —que cada cual
ponga el nombre que desee, hay suficientes para escoger— son aupados a
los más altos puestos, con previsibles consecuencias, presentíamos que
el tiempo de los héroes había llegado a su término, y así ha sido.
Arrancados
para formar el Museo del Ejército los recuerdos de nuestros héroes de
los lugares en que se les había venerado en las Academias y Cuerpos
durante tiempo inmemorial para que sirviesen de ejemplo a quienes se
educaban y servían en ellos, nadie podía imaginar que una «mano negra»
—cuya procedencia es fácil de adivinar- iba a impedir que se les honrase
y admirase en el lugar donde hasta hace no mucho tiempo se les había
honrado y admirado.
Reconozco
que se me ha herido en lo más profundo de mi ser —y espero que igual le
suceda al resto de mis compañeros cuando conozcan estos hechos— al
tratar de ocultar una de las cualidades más importantes y necesarias
para el desarrollo de las misiones de un buen militar:
el valor, que en muchas de las ocasiones va acompañado de otra virtud no menos importante, el espíritu de sacrificio.
el valor, que en muchas de las ocasiones va acompañado de otra virtud no menos importante, el espíritu de sacrificio.
En la vida de nuestros héroes, de
la que se ha prescindido, hay muchos de estos episodios. Ofrecer la
vida por un compañero es algo sublime, que enaltece y que tiene por
único premio la consideración de HÉROE, esa que se ha hurtado en el
Museo del Ejército a quienes nos precedieron y dieron ejemplo.
Me
queda únicamente por aclarar que, según el real decreto de 14 de mayo
de 2010, el Ministerio de Defensa se hizo responsable, tras su traslado
desde Madrid a Toledo, de la revisión que se le ha hecho al Museo, y de
los objetivos que se le han marcado.
José Luis Isabel
Coronel de Infantería (R)
Fuente
abc.es
José Luis Isabel
Coronel de Infantería (R)
Fuente
abc.es