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Vivimos en un mundo fatigado. Los dioses se han marchado, los héroes han muerto, los filósofos enmudecen, los poetas abandonan su labor. Sólo se oye el ruido rutinario de la gran máquina que gira sola y que en cualquier momento puede prescindir de todos nosotros. Esa máquina es el sistema: el orden ideológico, económico y político que domina el mundo. Pero ni siquiera la máquina funciona bien
2
Miramos el mundo y el mundo se nos cierra. No sabemos lo que va a pasar mañana. Eso ha ocurrido ya en otras épocas de la modernidad. Pero hoy es diferente: hoy nuestro mundo ha renunciado incluso a la acción. El mundo no va hacia adelante ni hacia atrás: sólo gira, y ese torbellino circular, vacío y carente de toda fuerza creadora, se nos quiere presentar como el espectáculo de una civilización en marcha… sobre sí misma. No sabemos lo que pasará mañana, cierto, pero el problema no es ese: el problema es que a todo el mundo le da igual. Las sociedades desarrolladas se instalan en el nihilismo pasivo del bienestar material.
3
Hay quien ve aquí el Fin de la Historia, el triunfo absoluto de la modernidad, la meta del camino. Este mundo cansado, cerrado y maquinal sería entonces la máxima aspiración posible de los hombres sobre la tierra. Pero esa paradoja, feliz para algunos, no puede satisfacer a las generaciones más jóvenes del mundo moderno, que se encuentran arrojadas ante una vida sin finalidad. La angustia se intensifica.
4
Es preciso abrir los ojos. El sistema trata de persuadirnos de que vivirnos en el mejor de los mundos posibles y nos invita a dejar las cosas como están, pero ese sarcasmo cruel ya no convence a nadie. En el momento de su máximo apogeo, la gran máquina empieza a renquear y deja ver con claridad sus límites. Hoy podemos constatar que el sistema se ha quedado sin respuestas y ya no sirve:
-El sistema ya no sirve desde el punto de vista espiritual, porque se ha mostrado incapaz de satisfacer las aspiraciones interiores del hombre.
-El sistema ya no sirve desde el punto de vista ecológico, porque cada nuevo movimiento suyo no significa sino una nueva perturbación de la relación entre el hombre y el mundo.
-El sistema ya no sirve desde el punto de vista económico, porque ha instalado un gigantesco aparato burocrático de ambición planetaria que ha reducido a la mitad del mundo a la condición esclava de reserva neo-colonial y ha sometido a la otra mitad a la amenaza permanente de un colapso financiero.
-El sistema ya no sirve desde el punto de vista político, porque el individuo ya no se siente parte de él, ha dejado de ser ciudadano, se siente desamparado y busca nuevas vías (el nacionalismo, el regionalismo, las asociaciones civiles, etc.) que el sistema identifica como enemigas, pero cuyo ascenso no puede frenar.
5
Estamos en un momento crucial. El sistema ha dejado de ser omnipotente y empieza a mostrar su crisis y sus contradicciones, que toman dimensiones inesperadas. Ahora bien: dado que este sistema es de naturaleza total, su crisis afecta a todo y a todos. Es vitalmente necesario mirar desde fuera el sistema para cobrar conciencia de sus límites y diagnosticar lo que está pasando. Es preciso asignarse una tarea.
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Hay que liberar espacios de resistencia. Estos límites del sistema no son sólo las fronteras de un orden tecno-económico que quiso dominar el planeta, sino que podrían ser, sobre todo, manifestaciones de la agonía de una determinada concepción del mundo. La vieja máquina, en su inercia, fagocita todo, devora incluso aquello que se opone y luego lo vende como moda o como pecado. Es preciso hurtarse a esa dinámica y dejar que el disidente tome la palabra. Si queremos ir más allá del sistema, si queremos encontrar un sentido a nuestra vida y a nuestro mundo, es necesario poner en cuestión los fundamentos del desorden establecido.
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Agitación cultural: esa es la fórmula de la acción. Las fronteras del mundo contemporáneo no están en las aduanas ni en los frentes de guerra; tampoco en la arena política, porque los problemas reales de nuestras sociedades desbordan el estrecho margen de una legislatura y de las propias instituciones. Las fronteras están en las almas, porque son las almas las que experimentan la carencia de sentido de esta civilización. La contestación, por tanto, ha de venir de las almas: son el pensamiento y el sentimiento los que deben levantar acta de la situación presente y proponer caminos nuevos.
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Queremos abrir el mundo. El viejo mundo moderno y el sistema que lo vertebra están agotados, son incapaces de satisfacer ese ansia de novedad permanente que ellos mismos ha despertado. A cambio, lo que se nos ofrece es una especie de gran Disneylandia banal, cerrada, inmóvil, aparentemente protegida, pero perpetuamente amenazada por colapsos globales y crisis de todo género. Y ese no es el mundo que queremos.
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Es hora de pensar. Conscientes de que toda nueva búsqueda ha de pasar por el conocimiento, nos proponemos emprender un amplio trabajo de reflexión capaz de desentrañar los fundamentos de la crisis contemporánea, rastrear sus orígenes y plantear alternativas. Nuestra cultura nació cuando los primeros griegos se enamoraron del pensamiento, pero el mundo actual ha olvidado ese amor. Se trata de reinventarlo y, así, indagar en una posible nueva Aurora de nuestra cultura. El destino está abierto.
[Manifiesto del Proyecto Cultural Aurora, creado en 1993 , que editaba la revista Hespérides. Este Manifiesto apareció en el número 1, en mayo de 1993, de dicha revista]