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sábado, 25 de octubre de 2014

MEDITERRÁNEO



Del mito a la razón

A mediados del primer milenio antes de Cristo, en las costas orientales del Mediterráneo se generaron nuevas concepciones del mundo que han sido esenciales en el devenir cultural europeo

El cuestionamiento de la necesidad de los dioses para descifrar los enigmas del cosmos; la organización de ciudades alrededor de un espacio central común –el ágora o el foro– como lugar favorable al encuentro y al diálogo, y una nueva consideración de la persona que sustituye la fuerza del guerrero por la fuerza interior del filósofo acontecieron en el mundo grecolatino antiguo. Estas ideas permitieron establecer una nueva relación entre hombres y dioses, y entre los propios hombres, buscando a veces puntos de encuentro y revelando secretas admiraciones mutuas en vez del sistemático deseo de destrucción.

Los límites del Mediterráneo que contempla la exposición no son los que fenicios, etruscos, griegos y romanos abordaron, sino aquellos que la imaginación alcanzaba: un espacio a la medida del hombre, un espacio de libertad mental. La muestra combina mitos, esto es, historias, y la Historia: la historia de la voluntad del hombre mediterráneo por ir más allá de lo dado cuando decide enfrentarse al destino, prescindiendo del capricho de los dioses, y por interrogarse sobre el fundamento del mundo y su adecuación a las necesidades humanas.


Fuente
lacaixa

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viernes, 24 de octubre de 2014

¿OCCIDENTE?



Occidente debe ser olvidado


¿Occidente? Raymond Abellio afirmaba que Europaestá fija en el espacio, es decir, geográficamente, en contraposición a Occidente, que es algo variable”. De hecho,Occidente ha estado viajando y cambiando de dirección
Inicialmente, el término venía a significar el lugar donde el sol se pone (Abendland), oponiéndose a la tierra donde nace el sol (Morgenland). Con el reinado de Diocleciano en el S. III DC, la oposición entre Oriente y Occidente representó la distinción entre el Imperio Romano de Occidente (cuya capital fue Milán y posteriormente Ravena) y Imperio Romano de Oriente, con capital en Constantinopla. El primero desapareció en el año 476 DC, con la abdicación de Rómulo Augusto. Posteriormente, Occidente y Europa se fusionaron para bien. Sin embargo, a principios del S. XVIII, el adjetivo “Occidental” se utilizó en cartas náuticas para hacer referencia al Nuevo Mundo, también llamado “Sistema Americano”, en contraposición al “Sistema Europeo”, o “Hemisferio Oriental” (el cual incluía Europa, África y Asia).
En el periodo de entreguerras, Occidente, habiendo estado siempre asociado a Europa, como por ejemplo en la obra de Spengler, fue enfrentado a Oriente, que se convirtió en un objeto de fascinación (René Guenon) y en un objeto de temor infundado (Henri Massis). Durante la Guerra Fría, Occidente incluía Europa Occidental y sus aliados anglosajones, Inglaterra y Estados Unidos, todos enfrentados al “Bloque Oriental”, dominado por la Rusia Soviética. Este punto de vista, que permitió a los Estados Unidos legitimar su hegemonía, sobrevivió al colapso del Sistema Soviético (Huntington).
A día de hoy, Occidente ha adquirido nuevos significados. En ocasiones se utiliza un significado puramente económico: “Occidentales” son todos los países desarrollados, modernizados e industrializados, como Japón, Corea del Sur y Australia, incluyendo a los países que antiguamente pertenecían a “Europa Oriental”, América del Norte o América Latina. “Ex Oriente lux, luxus ex Occidente,” (La luz viene de Oriente; la lujuria de Occidente), ocurrencia en tono sarcástico del escritor polaco Stanislaw Jerzy Lec. Occidente está perdiendo su sentido espacial para ser absorbido por la noción de modernidad. A un nivel global y como última encarnación del furor oriental en los ojos de los Occidentales, Occidente se contrapone a Islamismo. En consecuencia, hay una división fundamental que separa el Occidente “judeocristiano” del Oriente “árabe-musulmán”, y algunas personas no dudan en predecir que la lucha final entre “Roma” e “Ismaël” – la guerra de Gog y Magog – dará lugar a la era mesiánica.
En realidad, no hay nada parecido a un Occidenteunitario, al igual que no hay unOrientehomogéneo. Al igual que la noción de “Occidente Cristiano”, que ha perdido todo su significado desde que Europa se hundió en la indiferencia y el “materialismo pragmático” y desde que la religión pasó a ser una cuestión personal. Europa y Occidente se han separado totalmente el uno del otro, hasta el punto de que defender Europa a menudo signifique luchar contra Occidente. Dado que ya no está relacionada con una localización territorial específica, ni siquiera cultural, lo mejor es que la palabra “Occidente” sea olvidada.
Hablemos de Evropa
Al pensar de forma objetiva, es decir, tomando la cuestión desde la distancia y separándose de sí misma, para ser capaz de gobernar de manera  verdadera, justa y buena, Europa, de repente, deseó ser universal – un deseo que no se encuentra en otras culturas. Jean-François Mattei habla sobre la “visión especulativa de lo universal”.  Esta idea de lo universal degeneró posteriormente en el universalismo, el cual tenía inicialmente una naturaleza religiosa y, a partir de entonces, adquirió una naturaleza secular (hay tanta distancia entre universal y universalismo como la que hay entre libertad y liberalismo). En su cruzada por la Igualdad, el universalismo se reduce a la ideología de lo Igual en detrimento de lo Diferente, es decir, afirmando la primacía de Unidad sobre Multiplicidad. Pero esto también refleja un etnocentrismo oculto, puesto que cualquier idea de universal refleja inevitablemente una concepción específica de lo universal. Inicialmente, había una necesidad de comprender al “Otro” desde el punto de vista de los “Otros” y no desde el punto de vista de uno mismo, algo que era admirable y necesario. Posteriormente, uno dejaba de ser él mismo, lo que resultó ser catastrófico.
Europa actualmente parece estar en decadencia a todos los niveles. La gran construcción de Europa se está deshaciendo ante nuestros ojos. No solo es Europa “el hombre enfermo del mundo económico” (Marcel Gauchet), sino que también se enfrenta a una crisis sin precedentes de inteligencia y determinación política. Su deseo es salirse de la historia, llevada por la idea de que la situación actual de las cosas – el capital ilimitado y la ciencia tecnológica – van a seguir su curso para siempre y que ya no hay ninguna otra alternativa posible, especialmente ninguna mejor.
Cediendo ante un ímpetu que se ha convertido en parte y objeto de la historia de otros, Europa se ha eximido a si misma de su propio ser. Entre la miseria de su propio pasado y el miedo de su futuro, Europa ya no cree nada más que en un abstracto moralismo y principios incorpóreos que la salvarían de su propio beneficio – incluso si el precio de ello es la metamorfosis. Olvidando que la historia es trágica, asumiendo que se puede rechazar cualquier consideración de poder, buscando el consenso a cualquier precio, flotando sin peso alguno, en una especie de letargo, Europa no solo consiente su propia desaparición, sino que también interpreta su desaparición como una prueba de su superioridad moral. Obviamente, se puede llegar a pensar en el “último hombre” del que Nietzsche hablaba.
Por tanto, la única cuestión que no está en decadencia es el sujeto de la propia decadencia – que es el sujeto de decadenciapermanente. Esta cuestión no es un brote de la antigua tradición de pesimismo cultural. Necesitamos saber si la historia obedece intrínsecamente leyes que van más allá de la acción humana. Si hay una decadencia de Occidente, entonces esta decadencia viene de lejos y no debe reducirse solamente al presente estado de cuestiones como la globalización. El destino de una cultura está contenido en sus orígenes. Su historia está determinada por sus orígenes porque sus orígenes determinan su itinerario histórico, su habilidad narrativa y el contenido de su narración. Históricamente, la idea Occidental primero expresó a Occidente de una forma metafísica, posteriormente de una forma ideológica y finalmente de una forma científica. Evidentemente, a día de hoy se está quedando en nada. Occidente ha dicho todo lo que tenía que decir; conjugó todos los mitos de todas las formas posibles. Está llegando a su final en una disolución caótica, en un nihilismo total, con toda su energía agotada.
La cuestión real es si existe otra cultura que, habiendo abrazado la modernidad, pudiera ofrecer al mundo una nueva forma de hacerse líder universal, en teoría y práctica, o si la cultura Occidental, habiendo alcanzado su fase terminal, pudiera engendrar otra cultura. De hecho, cuando una cultura está cerca de su final, otra puede reemplazarla. Europa ya ha sido el terreno de numerosas culturas y, por tanto, no hay razón por la que no pueda convertirse de nuevo en patria de una nueva cultura, de la cual tenemos que detectar señales de aviso. Esta nueva cultura continuará a la precedente, pero no será su extensión. Más que distraernos en lamentos innecesarios, lo que se necesita es un ojo suficientemente agudo para mirar a los márgenes donde puede crecer algo que albergue nuestras esperanzas.
Volvemos a Spengler, pero con una corrección: lo que llega a un final trae un nuevo comienzo.
Fuente                                          Alain de Benoist
(Texto de Alain de Benoist. Traducido de la versión inglesa publicada por Tom Sunic en The Occidental Observer)

"El dinero piensa; el dinero dirige: tal es el estado de las culturas decadentes." Oswald Spengler

jueves, 23 de octubre de 2014

UN MUNDO FELICÍSIMO



Un mundo felicísimo
En octubre de 1949, pocos meses después de que George Orwell publicara su célebre distopía 1984, Aldous Huxley le escribía una carta, ponderando sus virtudes literarias y… juzgando, sin embargo, que Orwell estaba por completo equivocado en su visión del futuro y de la nueva forma de poder omnímodo que emergería, para tener controlados a los hombres. «Mi opinión escribe Huxley es que la oligarquía dominante encontrará maneras menos arduas y derrochadoras de gobernar y satisfacer su sed de poder y que esas maneras se asemejarán a aquellas que describí en Un mundo feliz». Y añade, más adelante: «Pienso que, en la próxima generación, los amos del mundo descubrirán que el condicionamiento infantil y la narco-hipnosis son más eficaces como instrumentos de gobierno que las cachiporras y las cárceles; y que el anhelo de poder podrá colmarse tan satisfactoriamente sugiriendo a la gente que ame su servidumbre como flagelándola y golpeándola hasta conseguir su obediencia».
Como suponía Huxley, las oligarquías que gobiernan el mundo han desdeñado el flagelo y han descubierto la eficacia del «condicionamiento infantil», de la caricia halagadora, del entontecimiento hipnótico que nos convierte en zombis. Orwell, un comunista que había acabado tarifando con sus camaradas, se imaginó el futuro gobernado por una suerte de estalinismo hipertecnificado que impone una dictadura agobiantemente censoria y somete a escrutinio y vigilancia todas las inquietudes intelectuales y espirituales; pero lo cierto es que la tiranía que finalmente se instauró no necesitaba vigilar nuestras inquietudes intelectuales y espirituales, por la sencilla razón de que previamente se había encargado de anularlas, mediante un bazar de entretenimientos idiotizantes que nos euniquizan mentalmente y nos abrasan el alma, a la vez que nos convierten en ególatras dominados por nuestras gónadas. Orwell urdió la pesadilla de un mundo en el que se han cegado todas las fuentes de información; pero lo cierto es que nuestro mundo está anegado de información, una catarata informe y atosigante de información que no podemos digerir y que, a la postre, nos convierte en un rebaño de autómatas pasivos, incapaces de cualquier reacción, o bien en jenízaros que obedecen las consignas de la propaganda al modo pauloviano. Orwell, ingenuamente, pensó que una inexpugnable telaraña burocrática impediría que supiésemos la verdad de las cosas; pero lo cierto es que en nuestro mundo la verdad es menospreciada, ensordecida por un estruendo de dulces mentiras, y quienes la portan son execrados como profetas de calamidades. Orwell, con escasa perspicacia, pensó que toda forma de rebeldía contra el poder omnímodo y controlador sería severamente castigada mediante técnicas represivas de derechos y libertades, incluso mediante la tortura; pero lo cierto es que en nuestro mundo todo amago de rebelión es desactivado mediante técnicas de exaltación de derechos y libertades y mediante el suministro de placeres idiotizantes. Huxley avizoró el mundo felicísimo que venía; Orwell, más allá de algunos aciertos parciales, no supo penetrar la entraña del nuevo poder que confiscaría nuestras almas deificando nuestros apetitos más viles.
A mucha gente bienintencionada (pero ilusa) le sorprende que, ante el alud de injusticias en que naufraga nuestro mundo, la gente se muestre incapaz de reacción; o que su reacción sea una rabia enviscada y destructiva que, tras el desahogo, conduce a la postre a la esterilidad y la melancolía; o que, en el mejor de los casos, su reacción sea un puro aspaviento inane que no contribuye a cambiar el estado de iniquidad en el que chapoteamos: organizar una manifestación en defensa del trabajo digno que se mezcla en las calles con la celebración de la hinchada de tal o cual equipo de fútbol; crear estúpidamente un hashtag en Twitter, protestando por tal o cual calamidad, para quedarnos enseguida amuermados, tras el desahogo. Meras respuestas emocionales (¡emoticonos!) que se diluyen en la inanidad ambiental y que enseguida se extinguen entre el bombardeo de gratos estímulos que nos dispensa la nueva tiranía.
Somos víctimas de aquel «condicionamiento infantil» y de aquella «narco-hipnosis» que avizoró Huxley, mucho más eficaces que las cachiporras y las cárceles. Y como ahora los artilugios tienen la pantalla táctil podemos, además, hacernos la ilusión de que la hipnosis que nos suministran la hemos elegido nosotros libremente. Así han hecho de nosotros siervos satisfechos (¡con derecho a decidir, oiga!) en un mundo felicísimo.

Fuente                               Juan Manuel de Prada 
finanzas

miércoles, 22 de octubre de 2014

LIMITAR LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN


La ilegalidad de las ideas

En La Crónica del miércoles 23 de julio (2003) Jacinto Antón aludía al hecho de que la reciente actuación de los Mossos d'Esquadra (incautando 10.000 libros "nazis" de la librería Kalki de Barcelona y de las Ediciones Nueva República) había manifestado tal exceso de celo que incluyó obras del célebre escritor Ernst Jünger. En realidad, las obras "nazis", al parecer, incluían también libros del falangista José Luis Arrese o de uno de los introductores del fascismo en España, Ramiro Ledesma Ramos. En fin, un melting-pot ultraderechista.

Pero al margen de estas precisiones, el episodio policial vuelve a poner en primer plano una cuestión difícil de acotar: ¿cuáles deben ser los límites de la libertad de expresión y de la circulación de ideas? ¿Dónde comienza o acaba la "apología del genocidio" en una democracia más allá de lo que establece el Código Penal vigente? ¿Hasta qué punto es legal incautar obras con ISBN y Depósito Legal? ¿Debe existir censura previa?
Respecto a la primera pregunta, es fácil coincidir en una respuesta de amplio consenso social: el delito supuestamente cometido por los editores y difusores de estas obras ("apología de genocidio") despierta una inmediata condena ética y social, que comparte quien escribe estas líneas. Es obvio -como han demostrado los resultados electorales- que la mayor parte de nuestra sociedad no se identifica con postulados neonazis, racistas o antisemitas. 

Pero al exigir que una sanción legal acompañe a la condena ética se entra en un campo minado para la libre circulación de ideas.
En efecto, "judicializar" la difusión de ideologías en función de su supuesta maldad o bondad abre vías de eventual limitación de las libertades cívicas


Porque... ¿debe limitarse la "apología del genocidio" a obras exaltadoras del nazismo o negadoras del exterminio judío? ¿Y la dura realidad del "Gulag" soviético? En 1997 una obra de historiadores franceses, El libro negro del comunismo, inventarió los crímenes monstruosos del llamado "socialismo real". ¿Es posible, después de aparecer numerosas monografías que describen el totalitarismo comunista, excluir del delito de "apología del genocidio" obras laudatorias de los extintos regímenes comunistas


¿Por qué?
La situación se hace más complicada si miramos nuestro pasado inmediato, el franquismo. Está documentada la voluntad de genocidio de la dictadura respecto a la cultura catalana, como refleja una monografía de Josep Benet de 1995. ¿Qué hacer, pues, con quienes reivindican la memoria del régimen anterior? ¿Hay que cerrar la revista Fuerza Nueva? ¿Y la Hermandad de Combatientes de la División Azul? Ahí está un trabajo que se acumula para jueces y letrados y que se complica con la publicación exitosa de la obra de Pío Moa Los mitos de la Guerra Civil. En ella, se cuestiona (entre otros aspectos de la contienda y sus participantes) la "crueldad de Franco", y su autor argumenta que éste "sale bien parado", "si lo comparamos con, por ejemplo, Churchill, Roosevelt o Truman, no digamos Hitler o Stalin". Lejos de merecer condenas, Moa fue largamente entrevistado en la televisión estatal sin intervenir ningún contradictor de sus argumentos. ¿Debió ser censurado?
Tipificar el delito de "apología de genocidio" abre las puertas a que la verdad histórica se confunda con la judicial y ello no depara nada bueno ni a la historia ni a la libertad de ideas. Tampoco está de más recordar que la sentencia de una actuación precedente de la policía autonómica de 1998 contra el dueño de la Librería Europa, Pedro Varela, aún está pendiente de ejecución por un recurso presentado ante el Tribunal Constitucional.
Igualmente, cabe destacar que este tipo de intervenciones policiales cada vez tiene menos sentido en la era de Internet: si alguien se molesta en viajar por páginas web ultraderechistas descubrirá que se puede copiar libros enteros. Por otra parte, si se quiere limitar la difusión de este tipo de obras en el ciberespacio, se entra en problemas complejos. Así, dado que la venta de Mi lucha, de Adolf Hitler, está prohibida en Alemania, los neonazis adquirían la obra en la librería virtual de Amazon, pues en EE UU es un texto de difusión legal. Tras producirse varias protestas, Amazon ha decidido retirar el libro de su catálogo. Esta cibercensura abre una senda de destino ignoto (¿se retirarán sistemáticamente obras catalogadas por las protestas que se efectúen?) y plantea algunos problemas obvios: si algún estudioso o interesado desea conocer las fuentes originales del hitlerismo, ¿dónde las podrá consultar?; ¿deberán habilitarse bibliotecas vigiladas?
A quien esto escribe le separa un abismo ideológico de los editores, autores y distribuidores de las obras incautadas, pero considera que -pese a todo- éstas deben ampararse en el marco de la libertad de expresiónLas ideas sólo pueden combatirse con ideas, aunque ello nos desagrade. 

Actualmente, la generalización de un pensamiento políticamente correcto crea un clima social de censura ideológica, como mostró el episodio protagonizado por Miriam Tey y Todas putas, en el que abundaron opiniones contrarias a una obra que apenas nadie se había tomado la molestia de leer previamente. 


En definitiva, cuando la democracia necesita policía del pensamiento, su salud no puede ser muy buena.

Fuente                                  Xavier Casals
elpais

martes, 21 de octubre de 2014

LA LLEGADA DEL FASCISMO



La llegada del fascismo: Ramiro Ledesma Ramos
Fundador de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista, fue uno de los personajes más vigorosos e interesantes de la crisis española de los años treinta
En los años de vísperas, cuando en la aspiración a construir una idea de España se mezclaban las actitudes más oportunistas y las conductas más audaces, llegó también el esfuerzo por adaptar el concepto de nación al pensamiento fascista
No vino esta doctrina a nuestro país a través del escuadrismo violento o de los cenáculos enloquecidos del racismoal estilo de lo sucedido en Italia o Alemania. Apareció, de un modo parecido a como habría de ocurrir en Francia, de la mano de jóvenes intelectuales inconformistas, desasosegados por la decadencia de la nación y la crisis del régimen y también por su afán de articular una nueva cohesión social basada en el fortalecimiento del Estado, la justicia y el rechazo de cuantos habían apostatado de la historia patria.
En febrero de 1931, tiempo de manifiestos y declaraciones, se hizo público el de «La conquista del Estado», pronto convertido en un semanario que se prolongaría, con alguna interrupción, hasta el mes de octubre, tras crearse el primer partido fascista español, las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista. El objetivo de la organización era menos urgente que la llamada a la movilización de una conciencia. «Un grupo compacto de jóvenes españoles se dispone hoy a intervenir en la acción política de un modo intenso y eficaz». Todas y cada una de las primeras palabras del manifiesto resultan altamente significativas.
La memoria de Ramiro Ledesma Ramos quedó oculta tras la figura de José Antonio
La juventud, la coherencia, la españolidad, la acción, la intensidad, la eficacia. Todo suena a una enérgica voluntad de cambiar las cosas, de afirmar una presencia que debe sobreponerse al escaso número de los agrupados. Apenas una docena que, en las semanas siguientes, irá cuarteándose hasta dejar casi a solas a uno de los personajes más vigorosos e interesantes de la crisis española de los años treinta. Ramiro Ledesma Ramos aún no ha cumplido los veintiséis años, y no pasará de los treinta y uno.
Su memoria ha quedado oculta tras la imponente figura de José Antonio Primo de Rivera, del que se separará a comienzos de 1935. Su abandono de la militancia nacionalsindicalista no le evitará ser víctima de una de las masacres del otoño de 1936. Ortega, profesor e interlocutor del joven zamorano, lamentará el crimen: «No han matado a un hombre, han matado una idea». Una de tantos hombres y mujeres, una de tantas esperanzas de España liquidadas en blancas tapias de cementerio, cunetas polvorientas de carretera, ateridos patios de cárcel. Y en el sediento, insaciable campo de batalla de una guerra inicua.
Madurez intelectual
Ledesma llega a su breve aventura política, sin embargo, en plena madurez intelectual. Antes de los diecisiete años ha publicado una novela apreciable, nietzscheana, unamuniana, «El sello de la muerte». Poco después, deja las notas de un sugestivo y largo ensayo sobre «El Quijote y nuestro tiempo». Colabora en «Revista de Occidente» y «La Gaceta Literaria», con reseñas precisas y exigentes sobre el pensamiento científico y filosófico de la Europa de entreguerras.
Lo que mueve a este pequeño grupo es lo que Ledesma llama "nuestra angustia" 
Esa disciplina estará siempre presente en su desdén por la logomaquia y la pomposidad verbal, nada infrecuente en determinados patriotismos de circunstancias. En la sobriedad del estilo de Ramiro Ledesma, así y todo, hay sitio para la emoción: la de la justicia social, la de la defensa de un resurgimiento de España, la de la lucha por rescatar una nación a la que quiere imprimir, con una palabra que hay que entender en el contexto de su época, la ambición imperial. Lo cual significa la conciencia de una empresa común y la aspiración a un lugar en los debates universales, en los que España aporte la fuerza de su historia y el perfil de una identidad fabricada a lo largo de siglos de afirmación nacional.
Instante decisivo
«Todo español que no consiga situarse con la debida grandeza ante los hechos que se avecinan, está obligado a desalojar las primeras líneas y permitir que las ocupen las falanges animosas y firmes». De eso se trataba, precisamente: de la percepción del instante decisivo que requería la lucha, del compromiso de quienes, por su juventud, parecían más predispuestos a arriesgarse y aprovechar una etapa de oportunidades últimas. Lo que mueve a ese pequeño grupo, que ni siquiera ha formado un partido, y mucho menos una escuadra de violencia callejera, es lo que el propio Ledesma llamará, semanas más tarde, «nuestra angustia hispana». Esto es, «advertir cómo España -el Estado y el pueblo españoles- vive desde hace casi tres siglos en perpetua fuga de sí misma, (…) en una autonegación suicida de tal gravedad, que la sitúa en las lindes mismas de la descomposición histórica. Hemos perdido así el pulso universal».
La superación del Estado liberal, la organización sindical de la economía, la exaltación de la universidad y la revitalización de la vida comarcal, acompañan al principal de los valores enarbolados: la afirmación nacional: «Nos hacemos responsables de la Historia de España. Nada puede hacer un pueblo sin una previa y radical exaltación de sí mismo como excelencia histórica». Ledesma y sus compañeros se dirigieron a los anarcosindicalistas, en quienes veían la energía justiciera de unos trabajadores extraños al internacionalismo marxista.
Las dos Españas
Solicitaron el apoyo de los hombres del 98 del 14, que los desdeñaron, identificándolos con las formas más groseras del fascismo mussoliniano. Buscaron inútilmente la complicidad de una derecha abúlica, a la que exigían un compromiso con la patria y la justicia que los conservadores esquivaron. Se arrojaron entonces por los caminos que las propias circunstancias iban a fijar: los del enfrentamiento, los de las dos Españas, el de la aniquilación del adversario. En las palabras inaugurales de Ledesma, no obstante, sonaba, como tantas veces ocurriría en aquella hora la sensata ilusión por la regeneración y la salvación de España, a uno y otro lado de la barrera de sangre, polvo, rencor y olvido, que lanzaría a la nación a su tragedia.
Fuente                     Fernando García de Cortázar
abc        Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Deusto

lunes, 20 de octubre de 2014

POBREZA Y EXCLUSIÓN SOCIAL




España, país de pobreza y exclusión social
Las políticas de austeridad y la reducción de los fondos públicos para prestaciones sociales, está convirtiendo la pobreza en miseria. Así decía el año pasado el informe de la Fundación FOESSA. Sin tener ninguna esperanza en que la situación fuera a mejor, nos encontramos con que en el informe de este año, Cáritas denuncia que España es el segundo país de la UE con más pobreza infantil; y no solo es la infancia. Vergüenza y dolor es lo que siento, e indignación contra esta grave situación.
La reducción de las prestaciones sociales por parte del Gobierno y las medidas de austeridad aplicadas, son algunas causas de esta grave situación. España es el segundo país de la Unión Europea con el mayor índice de pobreza infantil, superada solo por Rumania, según revela el informe de Cáritas Europa, sobre el impacto social de las medidas de austeridad aplicadas en los países más golpeados por la crisis. «Las medidas de austeridad han fallado a la hora de solucionar los problemas y generar crecimiento», afirma el secretario general de Cáritas Europa, Jorge Nuño. El riesgo de pobreza entre los niños menores de 18 años se situó en 2012 en el 29,9%.
No es solo Cáritas; también UNICEF maneja esas cifras. Durante la crisis, los niveles de pobreza infantil se han agravado y han cambiado los perfiles de los niños que la sufre. Un 19% de menores viven en hogares de cuatro miembros, que tienen unos ingresos anuales inferiores a los diez mil euros y cuatro de cada diez hogares con niños, no pueden afrontar gastos imprevistos, según el análisis del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, en base a datos del INE y el Eurostat. La directora de Sensibilización y políticas públicas de UNICEF Comité Español, Marta Arias, indica que la pobreza se puede medir en términos monetarios o de una forma más amplia —desempleo o acceso a servicios básicos—. En cuanto a la pobreza «monetaria, hay un total de 2,5 millones de niños que viven en familias por debajo del umbral de la pobreza y teniendo en cuenta otros factores, son los 2,8 millones».
El año pasado, según el informe anual que elabora la Fundación Fomento de Estudios Sociales y Sociología Aplicada (FOESSA), se habían alcanzado máximos históricos en desempleo y grandes aumentos de la desigualdad, mientras que los procesos de empobrecimiento y de inseguridad económica de los hogares españoles habían llegado a un punto de difícil retorno. Ahora, el informe Análisis y Perspectivas 2014, señala que todo ha ido a peor en ámbitos como el económico, la salud o la vivienda, resaltando que «las medidas de austeridad han generado más pobreza», consiguiendo que un millón y medio de hogares españoles sufran exclusión social severa.
Las personas en riesgo de «pobreza» o «exclusión socia»l son las que disponen de un 60% del ingreso medio del resto de la población —18.601 euros según Agencia Tributaria y 15.500 euros, según el Instituto Nacional Estadísticas—; las que tienen entre el 40% y el 50% son catalogadas como «pobres» y las que disponen de menos del 40% se encuentran en situación de «pobreza extrema». Así es como se encuentran al menos un millón y medio de hogares españoles, un 69,8% más que en el año 2007. Estas cifras sitúan a España, junto con Rumania, a la cabeza de los países con mayor índice de pobreza, seguidos por Bulgaria y Grecia. Parece como si el gobierno pretendiera situar a España, en los dos próximos años, en cabeza de la pobreza.
La situación que presenta Cáritas, por conocida, no deja de ser espeluznante. El gobierno rescata bancos —con al menos 41.300 millones— y para salvar de la quiebra a las empresas de autopistas, otros 3.900 millones. Los rescates, las políticas de austeridad y la corrupción económica, han produciendo el mayor empobrecimiento de la población. El porcentaje de hogares sin ingresos ha crecido, pasando de unos 300.000 a mediados de 2007 a casi 700.000 en 2013. Señala el informe, que con 2.600 millones de euros, se rescataría a estos hogares sin ingresos. Ha llegado la hora de que se rescate a las personas y no a los bancos y empresas.
El informe constata cómo el empeoramiento de la situación social en España se extiende a amplios sectores de la población. El grupo social con plena integración es una minoría, mientras que el espacio de la exclusión se ha intensificado hasta alcanzar al 25,1% de los hogares en 2013. Cerca de doce millones de personas (3,8 millones de hogares) están afectadas por distintos procesos de exclusión social. Las políticas de austeridad del gobierno de Rajoy, lejos de solucionar la situación, la ha empeorado y 4,4 millones de personas más, se encuentren afectadas por exclusión severa.
Si el riesgo de pobreza entre los niños menores de 18 años se situó en 2012 en el 29,9%, casi nueve puntos por encima de la media de la UE, otro de los sectores de población especialmente afectados por la crisis es el de las personas mayores, habiendo experimentado la pobreza entre ellas un aumento significativo, del 7% en 2008, al 10,6% en 2012. A esto hay que añadir, que en muchos hogares, son las pensiones de los abuelos los únicos ingresos de la familia. Con el PP hemos progresado.
Según Cáritas, la población española es de las más afectadas por la crisis económica. Mientras la tasa media de pobreza entre países comunitarios fue del 25,1% en 2012, España registró un 28,2%. 13 millones de personas se encuentran en situación de pobreza y el 12% que trabaja, no gana suficiente para escapar de la pobreza. Este en un país que, junto con Grecia, ha experimentado el mayor incremento del desempleo desde el inicio de la crisis —según la EPA más de 6 millones de desempleados—. Como consecuencia, muchos ciudadanos se han visto obligados a buscar trabajo en el extranjero, huyendo de la miseria que aquí se les ofrece. Negro futuro.
El informe hace alusión a la investigación —revista British Medical Journal— sobre los recortes en el sistema sanitario español, que a pesar de tener uno de los gastos sanitarios más bajos de la UE, ha visto disminuida su inversión, con el efecto negativo que esto conlleva ocasiona en la salud. España es una de las sociedades más desiguales de Europa y con un mayor empobrecimiento. Han aumentado los trastornos depresivos, problemas con el alcohol y los suicidios, que se han disparado desde el comienzo de la crisis. Según el INE, el número de fallecidos por suicidio aumentó un 11,3% durante 2012, elevándose a 3.539 casos, situándose en la tasa más alta desde 2005.
Si al principio eran más las personas inmigrantes las que acudían a los centros de asistencia social, desde 2010, es mayor el número de españoles que se acerca a ellos. Mujeres, parejas jóvenes con hijos y familias monoparentales que se encuentran en riesgo de exclusión social al quedarse sin casa ni ingresos. Esta situación marcará la estructura social española de los próximos años, mostrando «una tendencia que podría resumirse como de pobreza creciente y derechos menguantes», dice FOESSA.
Mientras los poderosos y corruptos destripan las arcas públicas y se llevan el dinero a Suiza, las políticas de austeridad han convertido la pobreza en un arma contra el pueblo. Montoro dice que el informe Cáritas «no se ajusta a la realidad» porque es «puramente estadístico»; lo dice él que tanta estadística saca a relucir. UNICEF también denuncia la pobreza y nuestra percepción también lo aprecia. La realidad es que con Rajoy en el gobierno, la pobreza infantil creció 4 puntos y 3 puntos la pobreza de las personas mayores. Mienten y nos vuelven a mentir
Los recortes en los servicios públicos de salud y dependencia y la reducción de prestaciones sociales, han dejado desprotegidos a los más vulnerables, abandonado a su suerte a la gran mayoría y esto no es puramente estadístico. Están haciendo más ricos a los ricos y más pobres a los pobres. El PP está aplicando su particular versión de la «Solución Final»: los enfermos crónicos, los dependientes, los jubilados, los pobres, marginados y excluidos serán los primeros; a falta de gas, austeridad.
Fuente                                           Víctor Arrogante
nuevatribuna

domingo, 19 de octubre de 2014

EL DIARIO DE GUERRA



El diario de guerra de Ernst Jünger
El escritor Ernst Jünger reflejó su paso por la Primera Guerra Mundial en el diario que llevó entre 1914 y 1918 y que ahora se edita en español. Gabriel Albiac traza la génesis de uno de los filósofos capitales del siglo XX

No iban a encontrarse hasta casi treinta años más tarde, pero en 1914 están cada uno a un lado de las trincheras. Ven lo mismo. Lo narran, como nadie había narrado antes. Louis-Ferdinand Céline y Ernst Jünger coinciden en una recepción del gobernador militar alemán en el París ocupado. Tratan de presentarlos como iguales: héroes de la Gran Guerra que revolucionaron la literatura. Jünger queda despavorido ante el salvajismo del tipo al cual dicen su igual en Francia: «Cuando habla tiene la mirada fija propia de los maníacos, una mirada que parece brillar desde el fondo de las cavernas».
Poseemos constancia de lo sucedido en aquel diciembre de 1941. Céline había llegado, como siempre, desaliñado y furioso. Se había ido de cabeza a por el dirigente alemán. Le había interpelado con la salvajada que deja helado a Jünger: «Céline ha manifestado su extrañeza, su asombro, por el hecho de que nosotros, los soldados alemanes, no exterminemos a los judíos: por el hecho de que alguien que tiene a su disposición una bayoneta no haga un uso ilimitado de ella».
Los jóvenes escritores que asisten a la recepción hablan de un Céline que ni siquiera aguarda respuesta, se da la vuelta y desaparece con la misma ausencia de cortesía con la que había entrado; lo disculpan ante el militar alemán: es Céline, ya se sabe, no se lo tome usted demasiado en serio. Y Jünger anota cómo, en esa mirada loca del Céline que sólo ansía el exterminio –por él exigido en «Les bagatelles pour une massacre»– de la población judía, ha percibido el destello de una debilidad que el alemán desprecia: el nihilismo.
Un antinazi instintivo
Todo Jünger cabe en esa paradoja, difícil de entender y, de hecho, no entendida: héroe de la primera guerra, militarista ascético, cantor de la épica combatiente, nada odia más Jünger que el nihilismo. Eso hará de él un antinazi instintivo. Como sucedió a tantos entre los militares alemanes de la Segunda Guerra Mundial. No participó directamente en el atentado de 1944 contra Hitler. Pero algunos de los implicados eran amigos suyos.
Para aquellos militares de carrera, como paraErnst Jünger, Hitler quintaesenciaba la locura plebeya que disparó los totalitarismos de entreguerras, del nacional-socialista como del bolchevique: a eso llaman «nihilismo». Y será uno de aquellos viejos conservadores, huido tras la depuración de las SA de Röhm, Hermann Rauschning, quien dará cuerpo teórico a tal rechazo en un libro de lectura indispensable para entender la tragedia alemana de entreguerras: «La revolución del nihilismo». Huirá Rauschning. El estricto sentido del deber militar impedirá a Jünger hacer lo mismo.
Era ya entonces el más prestigioso de los narradores alemanes. Sin contar con el aura de heroicidad con el que sus siete heridas en la guerra del 14 lo revestían. Eso le salvó la vida, sin duda. Aunque, en algún momento, la Gestapo lo mantuviera bajo estricta vigilancia. Pero Hitler se conmovía con la lectura de sus «Tormentas de acero». Y ni siquiera la verosímil burla del nazismo que era «Sobre los desfiladeros de mármol» lo hizo cambiar de opinión.
En la prodigiosa cabeza de Ernst Jünger
La movilización lo salvó de mayores quebraderos de cabeza. Capitán en el Estado Mayor alemán, al mando de Hans Speidel, Jünger, desde su despacho del Hotel Majestic, despliega su honda fascinación hacia París y hacia la cultura francesa. Ambos –París y la literatura y la pintura de Francia– le son tan amados cuanto detestados sus propios jefes políticos, esa insufrible plebe del Partido nazi y la Gestapo. En la prodigiosa cabeza de Ernst Jünger, el arte y la literatura han desplazado ya, a esas alturas de la vida, a la acción militar como lugar sobre el cual asienta el héroe su campamento. Solitario.
Pero el joven que se alista, apenas comenzada la Primera Guerra Mundial (entonces era sólo Gran Guerra, la vulgaridad de numerarlas no estaba todavía en uso), tiene 19 años. Aunque ya, dos años antes, ha huido del hogar paterno para alistarse en la Legión Extranjera francesa. No ha publicado aún nada: es un perfecto desconocido.
El «Diario de guerra», cuya traducción al español ve ahora la luz, no fue concebido como proyecto literario. Su autor no es todavía ese cuyas «Tempestades de acero» –para cuya elaboración estos diarios tanto han pesado– serán saludadas seis años más tarde por André Gide como «incontestablemente el más bello libro de guerra que he leído nunca, de una buena fe, de una honradez y de una veracidad perfectas».
Mapa de cicatrices
El estilista supremo que es, a partir de ese 1920, Ernst Jünger, en vano lo buscaríamos en estas anotaciones del día a día de un joven soldado que, en las trincheras, apostará por ser héroe, con una generosidad y un desapego hacia la propia vida que hielan la sangre. Y no sorprende que Gide vea en ese testimonio de la Guerra del 14 la forma suprema del relato militar. Louis-Fernand Céline, hablando de lo mismo –y escribiendo igual de bien, tal vez mejor, que el alemán– sólo ve mugre y casquería, y miedo, y una sordidez de la cual no es posible hablar más que por vía de hipérbole grotesca.
El libro de Jünger es ya –como lo será toda su obra– una apuesta de clasicismo: lo único en lo cual puede, en medio del fango y la sangre, dar voz al héroe. Puede que sólo Kipling, en su escalofriante «Una madona de las trincheras», haya sabido dar con un equivalente clasicismo para narrar esa desolación. En la reflexión teórica, lo hará Sigmund Freud en sus «Consideraciones sobre la guerra y la muerte».
Jünger dejará, en el aburrimiento de un hospital de campaña, la constancia de ese mapa de cicatricesde la Guerra del 14 que es su cuerpo: «Una vez me entretuve recapitulando mis heridas. Constaté que, salvo algunas pequeñeces como tiros de rebote y desgarros, en total había recibido al menos catorce impactos, a saber, cinco disparos de fusil, dos cascos de granada, un balín de ''shrapnel'', cuatro cascos de granada de mano y dos disparos con orificio de entrada y salida». Ernst Jünger murió en febrero de 1998. Tenía 102 años.

Fuente                                         Gabriel Albiac

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Diario de guerra (1914-1918) de Ernst Jünger