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sábado, 13 de septiembre de 2014

EL ESTADO ISLÁMICO



Estado Islámico: ¿quién le pone el cascabel al gato
El grupo yihadista ha convertido Irak en una orgía de sangre y esclavitud. La ONU, la OTAN, la Santa Sede, los gobiernos… todos llaman a “hacer algo”. 
Todo el mundo (o casi) está de acuerdo en que hay que acabar con el estado islámico, ese grupo terrorista yihadista que se ha adueñado del noroeste de Irak convirtiéndolo en una verdadera orgía de sangre y esclavitud. La ONU, la OTAN, la Santa Sede, nuestros gobiernos… todos llaman a “hacer algo”. Sin embargo, nadie parece saber qué es exactamente lo que hay que hacer. Ni cómo. Ni cuándo.
Este viernes la OTAN ha decidido emprender una acción militar contra el Estado Islámico. Pero quien ha tomado esta determinación no ha sido propiamente la OTAN, sino un grupo de diez países miembros (más Australia) liderado por los Estados Unidos, y no en el marco institucional de la Alianza Atlántica, sino más bien en paralelo a ella. “Coalición base”, ha llamado a este grupo el secretario de Estado norteamericano John Kerry. Por otro lado, lo que la Coalición Base ha propuesto es, sí, una acción militar, pero no ejecutiva ni inmediata: el grupo ha asumido el compromiso de diseñar una estrategia de acción militar contra el Estado Islámico para trasladársela al Consejo de Seguridad de la ONU a finales de este mes de septiembre, cuando toca reunión ordinaria. Será la ONU quien decida.
La ONU, por su parte, también ha condenado sin ambages a los yihadistas, pero, al igual que la OTAN, se ha tentado mucho la ropa antes de lanzarse a una declaración de guerra. Incluso la Santa Sede, que por boca del papa había evocado el inapelable principio de la “guerra justa”, ha moderado últimamente sus posiciones a través del secretario de Estado, el cardenal Parolin, que en estos días subrayaba la necesidad de alcanzar una solución pacífica. Extraña tanta prudencia. Y sin embargo, hay buenas razones.
Menear un avispero
Primero y ante todo: las experiencias de Afganistán y, sobre todo, Irak han demostrado los innumerables inconvenientes de una intervención militar sobre el terreno por parte de contingentes extranjeros. Los ejércitos de Estados Unidos y de Europa pueden ganar guerras, pero después hay que convertir la victoria bélica en victoria política, y aquí es donde las iniciativas de los últimos años han fracasado de manera patente. En Afganistán ha sido imposible levantar un orden político estable y en Irak se nada en pleno caos. Los resentimientos que la derrota deja en la población civil terminan traduciéndose tarde o temprano en insurgencia y terrorismo. Nadie duda de que una coalición internacional podría barrer del mapa –por complicada que sea la orografía del lugar- a una milicia irregular, pero el verdadero problema empieza después: ¿Quién se queda sobre el terreno? ¿Qué se pone en el lugar del poder derribado? ¿Quién protege a la población? ¿Quién vigila para que entre los vencidos no surja una resistencia violenta? Esto no puede hacerlo un extranjero sin crear nuevos problemas. Por hablar de la fragilidad de la opinión pública occidental.
Si los ejércitos extranjeros no pueden intervenir como protagonistas en la región, sino que su papel debe ceñirse a dar cobertura a ejércitos locales, ¿a quién elegir como socio sobre el terreno? En el caso del Estado Islámico, los socios naturales para la intervención serían Irak y Siria –los territorios implicados-, pero ambos quedan descartados de entrada por su propia situación. El Irak de la posguerra es poco menos que un estado fallido, escindido entre el suroeste chií, el norte kurdo y el confuso oeste suní donde el yihadismo tiene su feudo. En cuanto a Siria, el país está hundido en una guerra civil estimulada por Occidente y alimentada por las monarquías petroleras del Golfo, guerra donde el arma contra el régimen de Bachar al-Asad son precisamente las milicias islamistas de las que ha nacido el Estado Islámico. O sea que Irak y Siria son el problema más que la solución. ¿Y entonces?
Saudíes e iraníes
Arabia Saudí ha sido la primera potencia regional en poner sus bazas encima de la mesa: quiere ser ella la que lidere la acción contra el Estado Islámico. Arabia, recordemos, ha sido uno de los principales apoyos de las milicias de oposición a Asad en Siria. Por consiguiente, no carece de responsabilidad en el nacimiento de Estado Islámico. Pero si ahora anuncia su interés en participar en esta operación no es por complejo de culpa, sino porque una intervención decisiva en el escenario iraquí convertiría a los saudíes en la potencia indudablemente hegemónica en la región. 
Para el resto del mundo, la propuesta es muy apetecible: Arabia Saudí es el solar originario del Islam, goza de una evidente autoridad en su entorno cultural, es la cabeza del islam suní (aspecto nada desdeñable en un momento en que suníes y chiíes andan a la gresca), y al mismo tiempo ha sido un aliado relativamente fiable de los anglosajones desde hace más de medio siglo. El gobierno saudí estaba últimamente muy molesto porque las circunstancias habían llevado a los Estados Unidos a acercarse a Irán (y viceversa). Una intervención multinacional contra el Estado Islámico, con protagonismo árabe, devolvería sin duda a los saudíes un papel primordial en Oriente Medio.
Ahora bien, Irán también tiene sus bazas que jugar. De hecho, este mismo viernes anunciaba su intención de cooperar con la operación contra el Estado Islámico. Irán tiene una larga y tortuosa frontera con Irak, luego el asunto le concierne directamente. Irán es una república islámica, lo cual le confiere cierta autoridad en el mundo musulmán, pero es un Estado sólido que se parece muy poco al demencial califato yihadista, en el que Teherán sólo ve un peligro. Irán es chií, como todo el suroeste de Irak, y sus relaciones con el gobierno iraquí post-Sadam son muy estrechas (incluso ahora, cuando ya no está el chií al-Maliki al frente de Bagdad), mientras que el Estado Islámico es suní. Irán se halla en plena negociación con los Estados Unidos para dotarse de energía nuclear y necesita oportunidades para demostrar que puede ser un socio fiable. Sobre todo: si Irán consiguiera jugar un papel relevante en este conflicto, se revestiría de una enorme legitimidad ante un orden internacional que hasta ahora ha considerado al país de los ayatolás poco menos que como un apestado. De manera que Teherán no quiere dejar pasar este lance sin postularse como parte de la solución.
Tal y como va configurándose el escenario, y a la espera de lo que decida el Consejo de Seguridad de la ONU a finales de este mes, parece bastante viable la formación de una coalición internacional con la bendición americana (la bendición y los aviones) y, sobre el terreno, una fuerza militar íntegramente musulmana que ocupe el territorio, aniquile a los yihadistas del Estado Islámico, devuelva el control del noroeste del país al gobierno de Bagdad e incluso garantice el orden durante los años siguientes bajo supervisión de Naciones Unidas. Ese sería seguramente el guión deseable para Washington, que ya no puede permitirse avisperos como el de Irak y Afganistán. Nadie ignora, sin embargo, que el plan tiene sus inconvenientes. Para empezar, Irán y Arabia Saudí se profesan un odio nunca desmentido, de modo que es inconcebible una cooperación armas en mano. Además, tanto árabes como iraníes ofrecen garantías limitadas: los primeros llevan años financiando –bien que no institucionalmente– a todos los movimientos yihadistas del mundo suní, y los segundos no han renunciado nunca a su proyecto de extender el islamismo por todo el mundo. ¿Quién se arriesgaría a entregarles el control de Irak, que sigue teniendo la tercera reserva petrolífera del mundo?
Este último punto, el del petróleo, merece unas palabras, porque precisamente la venta del petróleo robado está siendo la principal fuente de ingresos de las milicias yihadistas, incluido Estado Islámico. El pasado mes de junio –entre el 15 y el 19– se celebraba en Moscú el congreso anual de las compañías petroleras. Allí se supo que el petróleo robado en Siria por la milicia suní de Al Nusra lo está comercializando Exxon-Mobil, empresa de Rockefeller que opera en Qatar. ¿Y el crudo del que se ha apoderado Estado Islámico? Éste lo vende la compañía Aramco (Arabian American Oil Co.). El capital de Aramco es íntegramente saudí desde 1988, pero sus lazos con el sector petrolero americano no son un secreto para nadie. Lo cual, por cierto, explica por qué el problema del Estado Islámico se le ha ido al mundo de las manos.
En este contexto, cualquier iniciativa armada sobre el Estado Islámico va a exigir un intenso trabajo diplomático previo. Aunque casi todo el mundo esté de acuerdo en la necesidad de poner fin a esa orgía de sangre en nombre de Alá, nadie está seguro de poder calcular las consecuencias. El Estado Islámico, por supuesto, lo sabe. Y seguirá explotado esta circunstancia para apretar aún más su lazo de muerte sobre su demencial califato.
Fuente                                    José Javier Esparza
Leer+ El gran viraje saudita por Thierry Meyssan

viernes, 12 de septiembre de 2014

4ª TEORÍA POLÍTICA



La Cuarta Teoría Política


Al hablar o escribir sobre la Cuarta Teoría Política (en adelante CTP) todos pensamos, con razón, en el filósofo y politólogo ruso Alexander Dugin. Pero a pesar de ser este el principal impulsor de la CTP, no debemos verla como la elucubración personal de un solo autor. Muchos de los temas impulsados por Dugin tienen sus antecedentes lejanos en las obras de autores tradicionalistas, como Julius Evola, y, sobretodo, en la Nueva Derecha francesa. La expresión “Cuarta Teoría Política” apareció por primera vez en el libro de Alain de Benoist Contra el liberalismo: la Cuarta Teoría Política.
                                José Alsina Calvés

   
       Leer+ La Cuarta Teoría Política

jueves, 11 de septiembre de 2014

IN ILLO TÉMPORE


Amistad y traición
En tiempos pretéritos, cuando a muchos jóvenes además de conocimientos, nos enseñaban valores, se nos decía que un caballero es quien hace, no lo que quiere, sino lo que debe hacer. 

Cuando la cultura se va ampliando con los años, gracias a la influencia de aquellos valores, descubrimos autores que perecieran continuar ofreciéndonos aquellas enseñanzas. Así pudimos leer un buen día a alguien tan lejano en el espacio y el tiempo, pero tan cercano en el alma, como Confucio, que nos soltaba aquellas palabras desconocidas para muchos: “Un caballero es aquél que se avergüenza de que sus palabras sean mejores que sus actos”.

Lo que define al caballero es ser sincero en el hablar, largo en el dar, sobrio en el comer, honorable en el vivir, tierno en el perdonar y animoso en el pelear.Tengo el honor de haber conocido camaradas y amigos que pueden lucir con orgullo ese título de caballeros. Y lo demuestran cuando tienen que demostrarlo, como señores. Hablan a la cara, miran a los ojos y perdonan las ofensas con humildad. Recientemente tuve el honor de descubrir a una de estas honorables almas. Un honor.
Sinónimo de nobleza en nuestra Edad Media gibelina, el caballero contrasta escandalosamente con otra figura torva, infame y lamentablemente muy común… la del falso, el innoble, el traidor, el rufián y un largo etcétera de palabrejas sinónimas. Personajes todos ellos con un mínimo común divisor: la cobardía espiritual. Pareciera que a ellos nada les incumbe, no se meten, son educados, distantes, “las cosas” no van con ellos. Ya sabemos que los temores, las sospechas, la frialdad, la reserva, el odio, la traición, se esconden frecuentemente bajo ese velo uniforme y pérfido de la cortesía. "No me incumbe" es la pantalla tras la cual escudan estas figuras cobardes su falta de caballerosidad, su vaciedad y su alma negra.
¡Alerta los humildes, los honrados, los sinceros, los sanos de corazón!… Como decía Shakespeare, “Hay puñales en las sonrisas de los hombres; cuanto más cercanos son, más sangrientos”.  De todos ellos hay que esperar siempre lo mismo: la traición.

A lo largo de los tiempos, la traición siempre fue considerada una cobardía y una depravación detestable. Machado lo decía con estas palabras: “En el análisis psicológico de las grandes traiciones encontraréis siempre la mentecatez de Judas Iscariote”.

Entre todos ellos, hay un tipo de traidorzuelo muy doloroso por la cercanía y lo imprevisible de su actitud. Generalmente, no tiene la categoría siquiera para las grandes traiciones. Es ese que se dice “amigo” y aprovecha la ocasión, como las ratas, para saciar su estomago con la peor de las basuras, la basura moral. Hay que reconocerles la capacidad para engañar a primera vista. Son personas que como los cántaros, cuanto más vacíos están, más ruido hacen. Y es que debido a que la velocidad de la luz es varias veces mayor a la del sonido, estos personajes pueden parecernos brillantes siempre antes de escuchar las tonterías que dicen… Si, hay gente que es como el agua en el desierto, parecen amigos pero son solo un espejismo.

Si os encontráis con que a vuestro lado identificáis a uno de estos personajes, no dudéis en alegraros. Descubrir a los falsos amigos es tener un problema menos en la vida. La medicina para ahuyentarlos es sencilla. A quien no demostró conocer el significado de la amistad, hacérselo saber con el silencio y regalarle vuestra ausencia a quien no supo valorar vuestra presencia.

Por lo demás, el traidorzuelo, la ratilla, acaba siempre pagando sus cuentas pendientes en los múltiples recovecos de la vida. Es la Ley del Karma, se recoge lo que se siembra. Por ello…

Quien planta árboles, cosecha alimento.
Quien planta flores, cosecha perfume.
Quien siembra trigo, cosecha pan.
Quien planta amor, cosecha amistad.
Quien siembra alegría, cosecha felicidad
Quien planta vida, cosecha milagros.
Quien siembra verdad, cosecha confianza.
Quien siembra fe, cosecha certeza.
Quien siembra cariño, cosecha gratitud.

… No obstante, hay quien prefiere
sembrar tristeza y cosechar amargura.
Plantar discordia y cosechar soledad.
Sembrar viento y cosechar tempestad.
Plantar ira y cosechar enemistad…
Plantar injusticia y cosechar abandono.

Cada uno se labra su camino en la vida. Unos con la nobleza del caballero y otros cargando, como alma en pena, el peso de treinta monedas hasta que encuentran un árbol donde poner fin a sus días de miseria moral. Eso si les queda algo de conciencia. El resto seguirán arrastrándose como gusanos que buscan continuar saciando su necrofagia…
Fuente                                        Iñaki J. Aguirre

miércoles, 10 de septiembre de 2014

LA REALIDAD ECONÓMICA



La economía global se desmorona

De nuevo la realidad vuelve a contradecir las previsiones económicas del "establishment". Los bancos de inversión, distintos organismos multilaterales, gobiernos o fundaciones neoconservadoras bien financiadas prometían que 2014 sería el año definitivo del despegue del crecimiento económico global, tras experimentarOccidente una profunda crisis sistémica.
Pero la realidad es muy tozuda. Estados Unidos ha registrado un crecimiento económico negativo en el primer semestre del año, la Unión Europea vuelve a entrar en recesión, el crecimiento económico de Japón se hunde en el segundo trimestre, y en España el Instituto Nacional de Estadística continúa haciendo artes malabares. El crecimiento del PIB real patrio en el segundo trimestre del año solo es posible con una fuerte contracción del deflactor, es decir, de los precios. Si fuera ésta la razón, el PIB nominal estaría contrayéndose, como en el 2013, recogiendo así una profunda deflación por deuda. Seguimos apostando que habrá una fuerte revisión a la baja del PIB real del 2013, o tratarán de maquillarlo de nuevo vía deflactor. Ya veremos. Da igual, la foto es la misma, en nuestro país ¡no hay recuperación alguna!
Como consecuencia nos estamos aproximando a nuestro escenario central, el inicio de laSegunda Fase de la Gran Recesión (2014-2016). Desde estas líneas hemos explicado hasta la extenuación que nuestra auténtica preocupación es el estallido de la actual burbuja financiera, que pondrá de nuevo encima de la mesa el origen y causa de la crisis, un brutal volumen de deuda impagable, la insolvencia del sistema bancario occidental, y la concentración de riqueza en unas pocas manos. En el caso español supondrá una crisis de deuda soberana y de balanza de pagos que ya detallamos en su momento.
Rescatando y enriqueciendo a la superclase
La política económica implementada en la mayoría de las democracias occidentales desde el inicio de la actual crisis sistémica se diseñó, y continúa dibujándose, al margen de la defensa de los intereses de la ciudadanía. Se empeña en reconstituir el sistema existente con el objetivo último de favorecer de manera permanente a la clase dominante, los más ricos, los intereses corporativos, mientras que dejan a los ciudadanos, especialmente a los más pobres, con una sensación de impotencia y desesperación política.
Para ello el "establishment" propuso dos líneas básicas de política económica que constituyen una cínica perversión de las mismas. Por un lado, una política monetaria expansiva al servicio exclusivo de las élites, especialmente las bancarias, como venimos denunciando desde estas líneas. Se trata de una nueva droga de diseño de consecuencias tremendamente dañinas. Da una sensación de tranquilidad y protección cuando en realidad lo único que genera es un estado de nirvana, una mera ilusión óptica, vía inflación de activos. En esas estamos ahora.
Por otro lado se está produciendo una brutal expansión de la deuda pública en la práctica totalidad de las democracias occidentales. Detrás de ello no se pretende sostener el empleo, los ingresos, las pensiones, la seguridad de una vivienda, tener unos estándares salariales mínimos, o el derecho a una educación digna como elemento de mejora social. Sólo se está incrementando la deuda pública para financiar a terceros, sanear sus desaguisados, pero no a todos, sólo a la élite.
Las investigaciones del Banco de Inglaterra
La única institución relevante que está presentado suficiente investigación contra la actual ortodoxia es el Banco de Inglaterra a través de sus Boletines Trimestrales. Otra cosa bien distinta es que su actual gobernador, Mark Carney, escuche y actúe en consecuencia. Pero al menos la investigación aportada por el servicio de estudios del Banco de Inglaterra es clara.
De dicha investigación surgen varias ideas clave, algunas obviamente no reconocidas tan abiertamente ya que al fin y al cabo quien la hace trabaja para un Banco Central cuya cúpula es profundamente entusiasta de la actual política monetaria, la expansión cuantitativa.Explícitamente se señala en diferentes investigaciones, véanse los dos últimos boletines trimestrales, que la actual política monetaria sólo genera burbujas financieras e inmobiliarias sin afectar a la economía real.
Implícitamente se deduce que detrás de la huida hacia delante de la ruta establecida por las elites bancarias y sus apéndices políticos se encuentran los Bancos Centrales. Continúan inyectado liquidez masiva para que sigan manteniendo el status quo del sistema bancario actual, en vez de intervenirlos de una vez por todas. Con esa liquidez sólo se originan burbujas e inflaciones de activos, y ya vamos por la tercera.
Abiertamente dichas investigaciones señalan además dos aspectos que desde este blog hace tiempo defendemos. Primero que el dinero es endógeno, es decir, por mucho que se multiplique el tamaño del banco central si no circula el dinero dicha expansión no afectará a la economía real, como así está siendo. Segundo, la actual política monetaria aumenta las desigualdades. En definitiva, el olor nauseabundo de una política monetaria que genera burbujas y aumenta las desigualdades, representa el caldo de cultivo para el desarrollo de laSegunda Fase de la Gran Recesión (2014-2016) que prevemos.
Fuente                                        Juan Laborda

martes, 9 de septiembre de 2014

THOMAS PIKETTY ECONOMISTA



El capitalismo es incompatible con la democracia y la justicia social.

El economista francés Thomas Piketty es el boom del momento. Su libro Capital in the Twenty–First Century (El capital en el siglo XXI), produjo tal suceso que, según The Guardian, “llevarlo debajo del brazo se ha convertido en la nueva herramienta de conexión social en ciertas latitudes de Manhattan”. The New York Times llegó a mencionar el libro seis veces en distintas notas de una misma edición dominical y The Financial Times le dedica notas editoriales. The Washington Post publicó una nota irónica: “Cómo escribir tu propio artículo sobre Piketty en diez cómodos pasos”. Según parece, definitivamente Piketty hizo suyo el lugar que en los años ’60 tuvo Susan Sontag, o Christopher Latah en los ’70 y Francis Fukuyama en los ’90.
Después de reunir una masa de datos durante quince años, sustentado casi exclusivamente en los registros fiscales de Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos, Canadá, Alemania, Japón, Suecia y algunos otros países ricos, Piketty deduce que: 1) el retorno promedio sobre el capital supera la tasa de crecimiento de la economía; 2) la riqueza heredada tiene siempre más valor que toda la que un individuo puede acumular en una vida; 3) de los dos puntos anteriores se desprende que el capitalismo es incompatible con la democracia y la justicia social.
En el terreno práctico, Piketty propone un impuesto progresivo al capital, o a la riqueza, que debería aplicarse globalmente. El economista francés distingue entre beneficio, por un lado, y renta por el otro; es decir, entre el capital “con utilidad social” y aquel que no la tiene. A renglón seguido, Piketty admite que su propuesta es “utópica”.
A pesar de esas posturas sobre el capital y los capitalistas, Piketty, aunque rechazado con indignación por la ortodoxia económica y la derecha más conservadora, se ha convertido en la nueva mascota de las elites de Wall Street, al punto que, como dice The Guardian, en ciertas calles de Manhattan es casi obligatorio llevar debajo del brazo su libro, por otra parte complejo y ventrudo (700 páginas la edición inglesa y más de 900 la francesa).
Prodigio de honestidad
Piketty encontró su defensor más decidido y de mayor prestigio en Paul Krugman. En su columna del New York Times, Krugman dijo que su colega francés es “un prodigio de honestidad”. Krugman subraya una de las ideas clave de Capital in the Twenty–First Century: el mundo tiende a volver a una situación similar a la inmediatamente anterior a la Primera Guerra Mundial, cuando la economía internacional estaba dominada “por una oligarquía cuya riqueza era heredada”. El aumento drástico de las desigualdades sociales, sostiene Piketty (y Krugman hace hincapié en esta idea) destruye el mito de que las fortunas se ganan por mérito. La riqueza, dice el libro en cuestión, procede cada vez menos de la iniciativa empresarial y más de la herencia y de la renta; esto es, de la especulación financiera.
Esas posturas han provocado temor entre los conservadores por la presión fiscal que podría derivarse de ellas. En efecto, Piketty propone gravar con el 80 por ciento de impuestos las rentas financieras más elevadas, y con un 10 por ciento la riqueza. El gasto público, según indica, debe elevarse al 60 por ciento del PIB. The Wall Street Journal señala que se trata de una fiscalidad progresiva para limitar la concentración de la riqueza.
Krugman, en su columna, es terminante: “El pánico a Piketty muestra que a la derecha se le acabaron las ideas”.
Una polémica que promete ser larga.
Un razonamiento progresista y una solución ortodoxa
Thomas Piketty, nacido en Clichy el 7 de mayo de 1971 es, desde sus 29 años, director de estudios de la École des Hautes Études en Sciences Sociales. Desde hace unos años, también preside la Escuela de Economía de París. En 2009 fue asesor de campaña de la candidata presidencial del Partido Socialista, Ségolène Royal. Piketty era entonces la pareja de la actual ministra de Cultura, la también socialista Aurélie Filipetti, quien lo denunció por agresión aunque luego retiró los cargos. Actualmente, Piketty está en pareja con otra economista, también egresada de Harvard, Julia Cagé.
El Capital en el siglo XXI es número uno en ventas en Estados Unidos –50.000 ejemplares en unas semanas–, por delante de best sellers como la saga Juego de Tronos. Aunque sus ideas confrontan con la base de la economía de Adam Smith y David Ricardo, la izquierda también lo critica. Considera que su solución a la desigualdad es la misma que la ortodoxia; el tema impositivo sin prestar atención a las estructuras del poder económico.

Fuente
elespiadigital

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Piketty: "El impuesto (al capital) que propongo no es utópico"