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sábado, 5 de julio de 2014

LA NUEVA RELIGIÓN



¿Es nuestro mundo tal como lo vemos?

Más allá de las elecciones europeas, del gobierno de turno y de acontecimientos más mediáticos que históricos, existen ideas que conforman la manera en que entendemos el mundo.
Son referencias indiscutidas conforme a las cuales juzgamos lo que sucede alrededor. Establecer estas ideas confiere mucho poder porque con ellas se define lo que es correcto y lo que no, lo que puede estar en el debate y lo que se halla fuera de cuestión.Con el tiempo, esos referentes devienen dogmas incontestables y ponen de manifiesto que las iglesias son entidades comparativamente mucho menos dogmáticas que otras instancias sobre las que jamás se arroja la luz crítica del escepticismo. 

La defensa de esos dogmas se lleva a cabo de manera tajante y agresiva: al convertirse poco menos que en ideales sociales introducen paralelamente un sin-valor correlativo que pone automáticamente bajo sospecha a los críticos.
De ahí que con frecuencia se recurra a la indignación y al aspaviento moralizante en vez de a la argumentación, dentro de la tradición inaugurada por Karl Marx en su “Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel”, cuando decía que la oposición al estado de cosas en Alemania estaba tan justificada que no era necesario argumentar por qué, ya que “su pathos esencial es la indignación, su trabajo central la denuncia”. De ahí al clima de histeria hay solo un paso. Otro más a la persecución policial. 

Así se explica que muchos de los grandes referentes de la ideología dominante sigan incólumes en el olimpo universitario, en las redacciones de los periódicos y en las fundaciones políticas de todo signo.
Por ejemplo, Franz Boas, considerado como el padre de la antropología moderna, es también el inspirador principal de la poderosa idea conforme a la cual en la naturaleza humana no hay nada hecho y estable, y que cuanto vemos en ella de invariante es solo una apariencia de lo que es en realidad un “constructor social”. Como profesor de la Universidad de Columbia entre 1899 y 1942, Boas revolucionó la antropología y, hoy, de modo implícito, es uno de los padres de la moderna “ideología de género” y de la “teoría feminista”; todo ello precisamente por ser hostil a la idea de un hombre único e irrepetible, a la idea de un hombre autónomo en definitiva.
Si las personas nacemos como una hoja en blanco en la que los ideólogos y los ingenieros sociales pueden escribir sus teorías, ciertas ideas gozan de predicamento para reivindicar plena actualidad. No es de extrañar que Boas fuera un simpatizante del marxismo. Algunos de los discípulos a los que Boas formó llegaron lejos así mismo y ahondaron en el rumbo que el maestro había impreso al barco de la antropología.
Por ejemplo, Margaret Mead, con su “Coming of age in Samoa”, instituyó un canon del comportamiento sexual de las sociedades del Pacífico e informó de manera decisiva la revolución sexual de los años 60 en el mundo occidental. Que, entre otros autores, en 1998, el antropólogo neozelandes Derek Freeman demostrara la impostura del trabajo de Mead en “The fateful hoaxing of Margaret Mead: A historical analysis of her Samoan research” (Boulder: Westview Press, 1998) no ha significado gran cosa para unas ideas cuyas consecuencias apenas son puestas en duda.
Algo similar ha ocurrido con los críticos de otra gran superchería del siglo XX: el psicoanálisis freudiano. Autores como Richard Webster en “Why Freud Was Wrong: Sin, Science and Psychoanalysis” (Basic Books, 1995) o Hans J. Eysenck en “Decline and Fall of the Freudian empire” (Transaction Publishers, 1991) no han podido impedir que Freud siga siendo considerado un autor respetable en numerosas universidades sobre el que jamás caerá la acritud derramada sobre autores considerados “conservadores”, casi siempre “erradicados” de los curricula académicos.
¿A donde queremos llegar con ésto

Pues a desenmascarar una de esas supersticiones de la época: el cientifismo, que no es sino un disfraz más de la lucha de las ideas, camuflada con el oropel de la ciencia académica, hasta constituirse en la nueva religión de la época. A este respecto, ha escrito Jonathan Coppage un artículo en “The American Conservative” (29.4.2014) titulado “How Culture Wars Hijack Science Discussions” (Cómo las guerras culturales han secuestrado el debate científico).
Según expone el autor, un estudio de Dan Klein, de la “Yale Law School” (The Cultural Cognition Project), ha demostrado cómo las creencias sobre la ciencia mantenidas por nuestros contemporáneos son más bien el reflejo de su identidad cultural, antes que del conocimiento científico propiamente dicho. En el citado estudio, Klein ilustra su afirmación con cuestiones como la evolución o el cambio climático y demuestra que unos y otros no hacen sino manifestar sus ideas de tipo cultural y político. Coppage acaba el artículo pidiendo que unos y otros reconduzcan el debate honestamente al campo cultural y pide que “dejen de esconderse detrás de la ciencia”.
Dicho sea de paso, ni Coppage ni Klein indagan un paso más allá para analizar si este “secuestro” a manos de los prejuicios ideológicos alcanza a los propios científicos a la hora de formular sus teorías.
Como conclusión, y por todo lo expuesto anteriormente, dado el estado profundamente convulso del mundo contemporáneo es necesario que empiece a debatirse sin tapujos si los referentes sobre los que nos conducimos son efectivamente los mejores y más certeros o bien son precisamente la raíz de nuestros males.
De momento, los que nos mandan, los que encarnan la ideología dominante, dicen que, no es que nuestras bases sociales estén equivocadas, sino que no han podido ser totalmente implementadas. La medicina no es mala sino escasa. Ellos achacan todos nuestros males a la pervivencia de esas estructuras sociales y espirituales que los nuevos referentes han venido a subvertir. 

Pero los frutos de sus ideas ponen muy en cuestión la veracidad de lo que dicen. 

Fuente                                                       Eduardo Arroyo 

viernes, 4 de julio de 2014

FIN DEL MODELO DEL 78


Un cambio de percepción en la sociedad

¿A qué responde el éxito de Podemos? ¿Por qué tres fuerzas situadas a la izquierda del SOE han obtenido más de 3.000.000 de votos?
El éxito de Podemos responde al actual cambio de percepción que está experimentando la sociedad española. Hasta ahora solamente era “admisible” y “correcto” votar a cualquiera de los partidos de la “banda de los cuatro”. Tal era la exigencia del bipartidismo imperfecto edificado a partir de 1978. Pero eso ya ha quedado lejos. En las últimas elecciones europeas (y en las anteriores elecciones autonómicas catalanas) empezó a quedar claro que el electorado está experimentando un cambio de perspectiva inducido por cuatro fenómenos:
– El agotamiento del modelo político nacido en 1978 y basado en la sinergia entre la “banda de los cuatro” y especialmente en las dos grandes columnas sobre las que se ha mantenido el sistema (la de centro–izquierda y la de centro–derecha). Como se ha repetido muchas veces estas dos últimas semanas: “El bipartidismo ha entrado en crisis”. Es hora del multipartidismo y de las coaliciones de gobierno, porque está claro que muy difícilmente el PP volverá a obtener una mayoría absoluta y el PSOE, con el hundimiento de su “pata catalana”, jamás volverá a disponer de nada parecido. Vamos hacia un modelo multipartidista difícilmente encajable con un diseño del sistema electoral que prima el bipartidismo.
– La crisis económica parece haber levantado a los españoles de su sueño. El modelo económico de Aznar que generó un crecimiento asentado sobre bases falsas (salarios bajos, inmigración masiva, construcción y acceso fácil al crédito) generó unas burbujas que estallaron dejando atrás un paro estructural absolutamente insalvable y una deuda de la que, desde hace tres años, solamente estamos pagando los intereses pero que no se reduce en términos absolutos. Con 6.000.000 de parados y un 25% de la población próxima al umbral de la pobreza, la palabra de la clase política ha dejado de ser intocable, los portavoces del régimen han perdido toda credibilidad y buena parte de la población ha visto a la “casta” como a los únicos beneficiarios del régimen nacido en 1978.
– Los elevados niveles de corrupción que se están danto a todos los niveles del Estado, desde el Caso Urdangarín en la cúspide, hasta cualquier ayuntamiento de tercera fila. Probablemente, la población sería más condescendiente con estas corruptelas de no ser por que cada vez se encuentra en situación más precaria y por que la “esperanza” (que suscitó primero Zapatero y luego Rajoy) en que superaríamos la crisis y se abriría un nuevo período de progreso y bienestar económico, se ha diluido casi completamente. 

Pero la crisis persiste: y mientras la población se siente presionada fiscalmente para pagar una deuda que no ha generado, el Estado y sus escalones burocrático–administrativos siguen haciendo gala de un gigantismo y de una dilapidación de recursos que ofende a quienes están, desde hace años, experimentando graves problemas. Es la corrupción generalizada (y negada por los medios y los tertulianos, de la misma forma que durante el período de la Restauración se negaba que el caciquismo fuera el rasgo más acusado de aquella coyuntura) la que ha generado una brecha insalvable entre la “España oficial” y la “España real”.
De no haber sido por estos tres elementos (y por las “condiciones objetivas” que antes hemos aludido), Podemos jamás habría logrado hacerse con un espacio, ni siquiera mínimo en el panorama político español. Hay que recordar que tanto las “condiciones objetivas”, como el cambio de perspectiva del electorado, no solamente eran favorables para Podemos sino para cualquier otra fuerza política emergente que estuviera atenta.
Una demostración palpable de que la crisis económica ha mutado en crisis política,tras la persistencia de la crisis social, ha sido la abdicación de Juan Carlos I. Quienes la han precipitado eran conscientes de que el período del bipartidismo imperfecto se acababa y que en un futuro parlamento en el que PP y PSOE estuvieran capidisminuidos sería difícil aprobar una Ley Orgánica que aceptara la abdicación de Juan Carlos y la aceptación de Felipe como sucesor a título de rey. Desde los “poderes fácticos” se reconoce con esta abdicación que se ha cerrado un ciclo y que otro está a punto de comenzar.
Hace unos meses podía pensarse que Ciudadanos o UPyD eran fuerzas ascendentes que despegarían y conseguirían hacer temblar los fundamentos mismos del bipartidismo… luego, ha resultado que el verdadero vencedor y el partido que mejor se ha situado en la recta de salida contra el bipartidismo es, precisamente, Podemos. Ellos han interpretado mejor que nadie la necesidad de “condenas radicales” y “propuestas rotundas”. Si los otros dos partidos se han quedado estancados y apenas han progresado, ha sido precisamente porque, en tanto que auto–considerándose “partidos de centro–izquierda” su mensaje iba dirigido a un electorado moderado: quizás en las elecciones de 2008 tal mensaje hubiera sido mejor acogido, pero después de seis años de crisis es evidente que hacía falta un mensaje de mayor rotundidad, vehiculizado sobre bases sociales más amplias.
Porque, del cambio de percepción, se beneficiarán solamente aquellos partidos que den muestras de contundencia en las propuestas y suavidad en las formasCiudadanos y UPyD han fracasado por su moderación en las propuestas y lo insípido de sus formas, ligadas a personajes light (Rosa Díez y Alberto Rivera). 
En tiempos de crisis las propuestas radicales capaces de suscitar esperanza rinden beneficios electorales.

Fuente                                               Ernesto Milá
sierranortedigital

jueves, 3 de julio de 2014

EL DISENSO



En el disenso está la raíz del diálogo

Si uno mira con cierta atención la historia de la filosofía va a encontrar que los filósofos son hombres que casi nunca están de acuerdo pero que entre sí se entienden. Esta relación entre entenderse y no estar de acuerdo está en la base del diálogo filosófico. Es su fundamento.

Aquel que no sabe dialogar no puede hacer filosofía. El concepto de diálogo no es un concepto cristiano y menos aún judío. El término no está en la Biblia. No figura en ningún texto. Diálogo es un concepto griego incorporado por la tradición cristiana en la interpretación del Nuevo Testamento.

Es sabido, y no es necesario haber leído a Sócrates, que han sido los griegos y en especial Platón quien impuso el término en el campo filosófico que luego se extendió a todo el ámbito del hacer y del obrar. Así llega bajo el nombre de “Diálogos” la mayor parte de su obra.

El diálogo era para los griegos un método de conocimiento por el cual en el marco de una conversación racional e inteligente el hombre podía tener acceso a la verdad de la cosa o asunto estudiado. La palabra diálogo, construida por el sufijo diá y el sustantivo logossignifica etimológicamente “a través de la razón”, motivo por el cual la racionalidad es la conditio sine qua non de todo diálogo.

La Iglesia deudora del mundo categorial griego en la medida en que fue volcando todo su saber teológico en categorías y términos provenientes de la filosofía griega es una de las instituciones que más ha utilizado dicho término, sobre todo a partir del concilio Vaticano II (1963-65). La paradoja consiste, como afirmamos, en que el término diálogo no aparece en ninguno de los escritos sagrados. Este dato es bastante desconocido o al menos, silenciado.

Hoy el uso indiscriminado y abusivo del término, utilizado a diestra y a siniestra, por periodistas, políticos, comunicadores y agentes sociales, en una palabra “los analfabetos locuaces”, ha logrado hacer del diálogo un equivalente de pacifismo. Así diálogo es sinónimo de “conversación amable” sobre temas donde las partes no están existencialmente involucradas. Es lo más parecido a “el hablar por hablar” de la existencia impropia heideggeriana.  En el fondo lo que se postula es un “falso diálogo”, porque el diálogo nace del reconocimiento de las diferencias.

El pensamiento progresista de hoy, el políticamente correcto instalado en los resortes del poder, sabiamente hace uso y abuso del término porque en realidad sabe que en “el diálogo contemporáneo”, aquel en donde frecuentemente intervienen los funcionarios de gobierno, los sacerdotes, rabinos y pastores, los diputados y agentes sociales de vanguardia: no pasa nada. Pues, de lo único que no se habla en el diálogo es de la naturaleza del poder y de quienes lo ostentan.

Y así como ocurre en Alemania desde la segunda guerra mundial donde las líneas directrices de su pensamiento y acción política padecen una reductio ad hitlerum pues cualquier cosa que se piense o se intente llevar a cabo en forma genuina por los alemanes no se puede hacer: a causa de Hitler. En países desarmados espiritualmente como los nuestros de Suramérica se produjo una reductio ad dialogum por la cual se eliminó del discurso político la idea del poder, de enemigo=hostis, de soberanía. De modo tal que siempre nos están obligando a firmar la paz con los amigos y a renunciar a actos soberanos. Un verdadero sin sentido desde el punto de vista politológico.
Esta primacía del diálogo en nuestra cultural política y social contemporánea muestra una subversión o peor aun, una mezcolanza de los fines, lo cual indica una carencia de inteligencia y racionalidad. Nos explicamos.

Los fines pueden ser de dos tipos: lejanos o próximos y absolutos o relativos. Y no necesariamente un fin lejano es absoluto ni un fin relativo es próximo.
Los fines lejanos o próximos están vinculados a la mayor o menor distancia temporal o espacial en tanto que los absolutos y relativos se distinguen porque los primeros excluyen a cualquier otro en su orden y los segundos determinan su acción sin exclusión de otro. El fin relativo está al servicio de, mientras que el absoluto goza de estabilidad y es para sí.

El diálogo que, para los griegos era un medio para conocer la verdad,  al agotarse en sí mismo, al ser tomado en sí mismo como un todo se ha transformado no ya en un fin relativo en vista a otros logros, como lo es el logro de la sabiduría, de la concordia, de la mutua comprensión, sino que ha sido tomado como un fin absoluto. Esto es, como sabiduría misma.

Repetimos la idea: el concepto de diálogo se trastocó y así en lugar de valer por los fines que se propone vale por él mismo, aun cuando sea solo un hablar por hablar. La exaltación del diálogo a fin en sí mismo es una de las subversiones mayores que padece la inteligencia contemporánea.

Como vemos el extrañamiento del término es total pues pasó de medio, a fin relativo, para concluir como un fin absoluto. ¿Esta confusión terrible, esta mezcolanza intelectual a quién beneficia y a quién perjudica?. Afecta negativamente a los pueblos que no deliberan ni gobiernan sino a través de sus representantes, quienes como clase discutidora hablan por hablar todo el tiempo sin decir si algo es verdadero o falso. Y beneficia a quienes ostentan el poder en las sociedades contemporáneas, pues el uso y abuso a la apelación al diálogo les permite mantener el simulacro que los pueblos son los destinatarios de sus acciones de gobierno y, además, que participan de sus decisiones. Nada más lejos de la realidad que ofrece larealpolitik.

¿Cómo hacer entonces para desarmar esta categoría de extrañamiento ideológico que se ofrece como una panacea y que se nos impone a través de casi todos los mass media, las instituciones educativas, los diferentes lobbies, las Iglesias, los partidos políticos y las organizaciones sociales?. Recuperando la idea griega de razonabilidad del diálogo, pues es el sólo ingrediente que puede sacarlo de la esterilidad actual para hacerlo fructífero y afincarlo sobre las necesidades y no sobre las apariencias.

Y esta razonabilidad[1] como exigencia previa a todo diálogo está marcada por dos elementos previos a tener en cuenta: a) la no confusión de los fines con la deliberación sobre los medios, que siempre es anterior. b) la búsqueda de la mayor necesidad o menor relatividad de los fines que lo alejan de la habladuría. El error más común de estos diálogos, también llamados mesas de consenso, es que aquellos que los manejan o dirigen toman, como antiguamente lo hacían las logias, la decisión antes que la deliberación, con lo cual el simulacro se realiza completamente.

Vemos que el diálogo genuino se funda en el disenso, en ese no estar de acuerdo pero entenderse, del que hablábamos al principio. Además no hay que
olvidar que al consenso se llega, es punto de arribo y por lo tanto nunca puede ser punto de partida como se plantean los falsos dialogantes contemporáneos.

En definitiva, el diálogo progresista contemporáneo busca lo contrario de lo que dice buscar: intenta anular la alteridad,  lo otro distinto. Pretende eliminar el disenso, entendido como ruptura con la opinión publicada en los grandes mass media.

Este falso diálogo es uno de los mecanismos contemporáneos más perversos, por lo sutil, de dominación de los pueblos.

Quede pues en claro que no hay diálogo genuino sin disenso, que produce la ampliación del debate y la controversia, que el diálogo no es un fin en sí mismo, sino un medio para llegar a la realidad o verdad de la cosa o asunto tratado.

Post Scriptum:

Carta del filósofo uruguayo Mauricio Langón

Estimado Alberto: Muy rico tu texto. Acertado, fundamentado muy profundamente y con observaciones muy inteligentes. Detalle con que no coincido, lo de “analfabetos locuaces”: estarás de acuerdo conmigo que se acerca a un insulto a los analfabetos de verdad, habitualmente no charlatanes sino más bien profundos. Al menos aquellos que en nuestras latitudes no son demasiado “locuaces” pero cuando hablan…

Ahora bien: yo soy hincha del diálogo. Pero del diálogo en serio: arrancando de las diferencias más profundas. Y “avanzando” -no necesariamente culminando en “consensos”, pero sí en profundizar el intento de entendimiento entre seres humanos no sólo porque o cuando se está de acuerdo, sino también y principalmente “mientras” no se está de acuerdo. Como el “mientras”, por ahora, abarca más o menos toda la historia, en ese sentido no me parece que el diálogo sea sólo un “medio”. Al menos no en el sentido de la relación medio-fin. Aunque sí un “medio” en el sentido de “ambiente”, de espacio de convivencia, conflicto y confrontación entre seres (necesariamente humanos) que se respetan, se reconocen iguales en dignidad, “quieren” vivir juntos pese, contra y gracias a sus “disensos”, usando “medios” que no implican matar y matarse (digamos, que renuncian a cortar el “nudo gordiano” o a dejar de considerar malo el nudo, el conflicto, la diferencia. En ese sentido pienso el diálogo no sólo en relación la “verdad” (en tanto podría ser ubicada en el plano del juicio, proposición, enunciado, que pueden ser verdaderos o falsos) sino también en los planos que tienen que ver con tomas de decisiones (siempre relativas) por medio de argumentaciones racionales, verbales, lingüísticos y no por la “fuerza bruta”.

En ese sentido tu trabajo me parece que se restringe o centra un poco en mostrar (con acierto) como el “diálogo” se ha bastardeado. Pero creo que también ese “bastardeamiento” cumple, entre otras, la función de “hacer imposible” el diálogo en el verdadero sentido del término Es decir, el diálogo tal como vos lo ves: a partir del disenso -y ni siquiera “contra” el disenso, sino “en” el disenso y “en el consenso, en tanto este último no puede ser pensado como “definitivo” y tiene que ser sometido a crítica y generar, a su vez, “nuevos disensos” … en procesos dialogales.

Entonces me gustaría leer algún trabajo tuyo de “elogio al diálogo”, de recuperación de ese término, que dejado en manos de los charlatanes impide el desarrollo de procesos que no sean la imposición a otros de las “verdades” establecidas, los “consensos acumulados”… los “puntos de llegada” previos de tal o cual comunidad o grupo que, como los considera de llegada, no está dispuesto a someterlos a la discusión crítica racional y buscará imponérselos a los demás por cualquier medio.

Muchas gracias de nuevo y un fuerte abrazo
Mauricio
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Querido Mauricio: en primer lugar gracias por este comentario tan jugoso como el tuyo. Y voy a él directamente. Cuando hablo de analfabetos locuaces la expresión no está dirigida a los analfabetos, que sin lugar a dudas es una falencia grave en la formación de toda persona, sino a aquellos que estando altamente alfabetizados “hablan por hablar”, que es una de los rasgos de la existencia impropia en Heidegger.
Tampoco creo acertado el elogio al analfabetismo porque existan analfabetos sabios, santos y valientes. Vos, que lo habrás enseñado mil veces, sabés que el analfabetismo es una “privación de ser”, como lo es la ceguera, la sordera y los mil padecimientos que sufre el hombre.

Es cierto que una de las finalidades del diálogo es la toma adecuada de decisiones. Eso que los antiguos llamaban la deliberación, y como ésta siempre se aplica sobre los medios es prácticamente infinita. Sobre los fines especulamos y sobre los medio deliberamos, enseñaba el viejo Aristóteles.
Además la vida nos indica que a un diálogo sigue otro diálogo en personas dialogantes. Los colombianos llaman a esto eulalia, es decir, buena conversación. Y entonces allí se nos va escapando el nudo, la esencia de lo que sea diálogo, porque el diálogo es un medio en tanto que la conversación es un fin. Y estimo que ésta es a lo que vos te referís cuando le negás el carácter de medio al diálogo.

No sólo el diálogo es un medio, tal como lo indica su etimología: dia= a través de, y logos= razón, la que nos indica que es a través del uso reflexivo de la razón que se construye el diálogo, sino que el diálogo finaliza con el acceso a la verdad, entendida como develamiento, de la realidad de la cosa que estamos tratando.

Así pues, la finalidad del diálogo es el develamiento, el descubrimiento, la clarificación, la mostración, la explicitación, el señalamiento, el evidenciar: en una palabra la aletheia =el desocultamiento.

El elogio del dialogo que nosotros preferimos es el que nace del disenso y busca la verdad de lo tratado. Es falso diálogo aquel que parte del consenso, en todo caso al consenso se puede llegar, pero nunca partir. Sostener esto es poner el carro delante del caballo, como lo han hecho y lo hacen los miles de dialogistas al ñudo que nos atormentan con sus buenas intenciones. 

Un fuerte abrazo Alberto

Fuente
disenso

[1] También podemos hablar de “razonalismo” tal como proponía uno de los más eximios pensadores políticos del siglo XX, el español Gonzalo Fernández de la Mora (1924-2002).

miércoles, 2 de julio de 2014

DEMOCRACIA NOMINAL



La amenaza del totalitarismo invertido

Sheldon Wolin, profesor emérito de Princeton, analiza una degeneración del sistema democrático. El totalitarismo invertido. Y asegura que busca anestesiar a los ciudadanos desde el poder para mantenerlos en estado permanente de irresponsabilidad y que la democracia se disuelva, reducido el papel ciudadano a votar cada cuatro años en espectáculo mediático.

Ese totalitarismo invertido es democracia nominal, democracia sin ciudadanos. Dice Wolin que el totalitarismo invertido busca "moldear el apoyo de los ciudadanos, pero no dejarles gobernar". Quiere ciudadanos atemorizados, sin conciencia social ni política, contra la política. Que se muevan por emociones e impresiones, no por razones y juicios. Ciudadanos desmovilizados que dejan campo libre a la clase política para que haga lo que le dé la gana.

Una muestra de totalitarismo invertido se vio en el proceso de ratificación de la Constitución de la Unión Europea. Franceses, holandeses e irlandeses dijeron ‘no’ en los referendos de ratificación, pero los datos indicaban que los diputados holandeses la hubieran aprobado por amplísima mayoría. Y lo mismo los franceses. Los mandatarios de otros países europeos ni siquiera convocaron referendos. No querían que los ciudadanos decidieran.

El totalitarismo invertido es infantilización de los ciudadanos para que sean manipulables, vulnerables. A ello contribuyen los medios de comunicación, que no informan con objetividad y a menudo ni siquiera informan. El cuarto poder desapareció, absorbido por el poder económico a cuyo servicio está. Los medios banalizan, distorsionan y, sobre todo, ocultan. Y, cuando lo consideran necesario, falsean.

El programa Censura de la universidad californiana de Sonoma expone anualmente cuestiones, temas y problemas que los grandes medios informativos estadounidenses apenas tratan u ocultan. Lo que afecta a la mayoría de ciudadanos se escamotea y se informa más sobre los pequeños robos de la actriz Winona Ryder o cualquier frivolidad irrelevante que de lo que ocurre en Afganistán o Irak. El progresivo empobrecimiento de la clase trabajadora estadounidense y las violaciones del Gobierno de Estados Unidos de los tratados internacionales que ha firmado no existen. Como escribió Eduardo Haro Tecglen, “el tumulto de la información dirigida y ocultada aleja a los ciudadanos del conocimiento de la realidad”. Y ese desconocimiento los hace vulnerables, manipulables.

El catedrático Juan Torres ha escrito sobre esa ocultación de la verdad por los medios: “En Venezuela se ha aprobado por referendo que quien quiera sea Presidente pueda presentarse a reelección ilimitadamente. Los medios informativos occidentales dicen que eso muestra que Chávez es un dictador y que en Venezuela no hay democracia. Ocultan que, para ser Presidente, Chávez (o quien sea) tendrá que ganar las elecciones en las que habrá (como ha ocurrido hasta ahora) cientos de observadores internacionales”.

Tal vez porque interesa que los ciudadanos sean manipulables, la editorial rusa Atticus ha cancelado la publicación de Los que susurran, obra del historiador británico Orlando Figes, con tremendos testimonios de supervivientes de la represión estalinista. El autor y numerosos amigos rusos creen que ha habido censura del Kremlin. Porque la clase dirigente rusa (con Putin al frente) quiere hacer bueno a Stalin y que se ignore que fue un genocida.

La otra base del vaciado de la democracia es recortar derechos de los ciudadanos. Desde 2001, el terrorismo ha sido pretexto para un recorte incesante de derechos. Encarcelamiento sin juicio, ausencia de protección judicial, detenciones incontroladas, violación de la intimidad…

Si se viola el derecho a la vida, a la libertad, a no ser torturado ni sufrir tratos crueles o degradantes, a no ser detenido ni preso arbitrariamente, a que haya presunción de inocencia, a ser juzgado con garantías... el sistema democrático se convierte en decorado. Pero los datos confirman que la seguridad no ha aumentado, pero sí han retrocedido las libertades.

Además de elecciones, en una verdadera democracia hay control y límite al poder para que derechos y libertades sean respetados. Por eso los recortes de derechos nos acercan al totalitarismo, aunque sea invertido.

Vittorio Zucconi, director del diario La Repubblica, ha escrito: “Sólo en los resúmenes escolares la Historia avanza en porciones definidas. Alemania no se volvió nazi en un mes. Italia no fue fascista de la noche al día. Te das cuenta de aquello en que te has convertido, ley tras ley, decreto tras decreto, concesión tras concesión. Y entonces ya es tarde para volver atrás.”

Fuente                                  Xavier Caño Tamayo

martes, 1 de julio de 2014

LA INESTABILIDAD DEL CAPITALISMO



Se acerca la tormenta financiera

Santayana afirmó hace décadas que “aquellos pueblos que no entienden su historia están condenados a repetirla”. Probablemente, el enfático estudio de las imbecilidades bélicas cometidas por los occidentales durante el siglo XX ha ayudado mucho a evitar nuevas conflagraciones de calibre. A pesar de este éxito, desde hace años me pregunto por qué el ser humano no aprende de dicha lección de cara a prevenir crisis financieras.
Con el tiempo, las idióticas energías canalizadas hacia las guerras redundaron hacia sofisticadas estulticias derivadas hacia las finanzas. Así, durante muchas décadas hemos cometido una y otra vez los mismos errores en la generación de sucesivas crisis financieras y económicas.
Ya afirmó Hyman Minsky que en la propia naturaleza del capitalismo surge su propia inestabilidad, ya que varios años de estabilidad económica y financiera hacen del ser humano un individuo complaciente hacia el riesgo, lo que le acaba llevando a tomar malas decisiones de crédito, decisiones que sólo se manifiestan cuando cambia el ciclo económico-financiero. Dicha “hipótesis de inestabilidad financiera” es clave para entender lo que se gestó hasta el año 2007, con las terribles consecuencias que hoy aún padecemos. Con todo, y aunque aún estemos muy lejos de los excesos acumulados hasta dicho fatídico año, este autor opina que se empiezan a gestar importantes nubarrones en el horizonte. Así:
China se ha convertido en una fuente mundial de inestabilidad económica y financiera. El motivo es que, aunque resulte increíble, ha imitado muchas de las tonterías cometidas por norteamericanos, británicos y españoles antes de la crisis crediticia. Por ejemplo, China ha abusado del crédito de una forma desaforada desde el año 2006, dicho abuso ha generado una burbuja inmobiliaria que empieza a desinflarse. Las consecuencias globales de una crisis de crédito en China serán considerables.
La política monetaria de los bancos centrales occidentales, entre los que incluyo a Japón,ha provocado, correcta o incorrectamente, la mayor burbuja de la historia en lo que a precios de bonos gubernamentales respecta. Nunca en siglos los precios de los bonos del Gobierno en Occidente habían alcanzado las cotas actuales, y eso a pesar de presentar volúmenes de endeudamiento público masivos. La implicación de este factor es extremadamente sistémica, ya que la valoración de casi cualquier activo financiero (y también activos reales como el inmobiliario) depende de la rentabilidad del bono del Gobierno. Si se pinchara la burbuja del bono gubernamental, esto afectaría directamente a la baja en la valoración de multitud de activos.
Como consecuencia de la subida del precio de los bonos gubernamentales, su rentabilidad se reduce a un mínimo, lo que fuerza al sector financiero a buscar activos alternativos para lograr más rentabilidad. Este proceso ha provocado la traslación de la burbuja a los bonos de alta calidad (investment grade) y a los de alto rendimiento (high yield) que, tras sus enormes subidas, de alto rendimiento sólo les queda el nombre. Esta situación poco a poco va también trasvasándose a la renta variable, cuya primigenia variable de valoración es el bono de Gobierno a diez años, por lo tanto a mayor precio del bono, mayor precio de la bolsa. En algunas zonas, como el Reino Unido o los Estados Unidos, este entorno también ha provocado enormes inflaciones en los precios de los activos inmobiliarios, que avanzan mucho más rápidamente que la renta disponible, génesis de una burbuja de conocidas connotaciones.
¿Qué subyace a estos muy inquietantes elementos?
Primero: la política monetaria occidental, consistente en primar el crecimiento a corto sobre la estabilidad a medio plazo. Dicha política se traduce en tipos de interés cercanos a cero y ampliaciones masivas del tamaño de los balances de los bancos centrales, liquidez que genera una inflación de los precios de los activos, inflación que a su vez amenaza la estabilidad financiera (cuando los precios de los activos bajan, la crisis financiera está servida).
Segundo: dicha política monetaria se basa a su vez en una hipótesis crucial: ni hay inflación ni se la espera. Como hemos venido avisando los últimos meses, esta hipótesis está seriamente en peligro, sobre todo en el Reino Unido y en los Estados Unidos. Por muy diversos motivos, los riesgos inflacionistas han crecido exponencialmente, y poco a poco han empezado a inclinar la balanza con lentas pero progresivas subidas de la inflación.
Tercero: ante este escenario de más inflación potencial, los bancos centrales tendrán que reaccionar. El motivo es que nuestra prosperidad actual, y las funciones de consumo y de salarios, dependen de un pacto social no escrito entre bancos centrales y ciudadanos: la confianza en que los bancos centrales actuarán como ortodoxia para prevenir la inflación. Si se rompe este pacto, las consecuencias pueden ser catastróficas. El Banco de Inglaterra ya ha avisado de que se va a iniciar un ciclo de subidas más rápido del estimado, y algún miembro de la Reserva Federal (Fed) que acaba de salir del comité que fija la política monetaria (FOMC) se ha pronunciado en el mismo sentido: las subidas de tipos pueden ser más rápidas de las que descuenta el mercado. En mi opinión, esta dialéctica verbal, que subscribo plenamente, se intensificará tras el verano.
La consecuencia, en mi opinión, es una materialización de la inestabilidad este otoño. Los inversores minoristas llevan años incrementando su exposición a los fondos de bonos. Los bonos son por su naturaleza ilíquidos. Si el debate se centra en cambios de política monetaria, los precios de los bonos caerán. Cuando los minoristas intenten reducir exposición no encontrarán liquidez en el lado comprador, ya que los bancos de inversión que tradicionalmente proporcionaban liquidez han tenido que reducir al mínimo sus posiciones de trading en bonos como consecuencia de los cambios regulatorios. El resultado puede ser una oleada vendedora sin contraparte compradora.
Por ventura, o precisamente por política monetaria, la economía de Occidente poco a poco mejora, lo que ayudará a afrontar la tormenta, pero esta ya está gestada.  Es cuestión de tiempo que estalle. Ojalá el estudio de crisis pasadas, como la del Tulipán, nos sirva de referencia para el futuro.

Fuente                                  Ignacio de la Torre
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