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sábado, 2 de noviembre de 2013

UN TRABAJO DE TERMITAS



Interpretación neo-marxista de la “Vía catalana”
Una visión alternativa a lo que está pasando en Cataluña desde una óptica revolucionaria. No es la economía, estúpido.
Situación actual: bocas abiertas frente al televisor
A diferencia de otros años, el telediario del pasado 11 de septiembre no empezó con un recordatorio del atentado de las torres gemelas. Todas las cadenas nacionales (y muchas internacionales) empezaron con una espectacular cadena humana que iba desde un pueblo de Castellón a uno del sur de Francia. Solo los hooligans más sectarios y tuertos pueden negar éxito de movilización de los organizadores (la Assemblea Nacional de Catalunya). En la Vía Catalana participaron unas 400.000 personas de todas las edades, clases sociales, ideologías y pueblos de Cataluña. Esta exhibición de fuerza bajo el lema “Via catalana cap a la independència” supera la manifestación de Barcelona del año pasado (“Marxa cap a la independència”). Otra cosa que llama la atención era el clima popular, festivo y reivindicativo del acto. Salvo incidentes aislados, a lo largo de toda la jornada reinó un ambiente pacífico y democrático.
Ahora bien, ¿qué ha pasado en Cataluña? ¿Qué le ha pasado a Cataluña? El pasado 11 de septiembre la mayor parte de los españoles veía con asombro las imágenes que llegaban de todas partes de Cataluña. No entendían nada. ¿De dónde habían salido todos esos independentistas? ¿Qué ha pasado con la Cataluña moderada y del seny? También había caras de estupor entre los propios catalanes que vivimos bajo la dictablanda del nacionalismo.
Por la noche las tertulias televisivas y radiofónicas echaban humo. Desde los medios de comunicación afines a la socialdemocracia se relanzaban las tesis de la España federal, como si los nacionalistas que están a disgusto con un sistema de autonomías fueran a estar cómodos con un cambio burocrático. 
El socialismo ibérico está a la deriva en la cuestión nacional desde hace décadas precisamente porque ha dejado de creer en España como nación. La izquierda euro-comunista es víctima de sus propias construcciones ideológicas y produce situaciones tan esperpénticas como la de extremeños barbudos y con camisa de leñador aplaudiendo el “dret a decidir”.
En los medios de la derechita pudimos escuchar las explicaciones y las consignas de siempre. Los tertulianos liberales hablaban de dinero, de cómo iba a afectar a los catalanes la salida de España, la salida del euro. También hablaban del artículo 2 de la Constitución (la indisolubilidad de la Nación española) y el 155, que recoge la coacción estatal y que, en último término, permite la suspensión de las instituciones autonómicas. Hablaban incluso de sacar los tanques a la calle. Eso sí, al amparo del ordenamiento vigente.
La ultraderecha totalitaria no habló. No habló porque no sabe razonar. Se limitó a la acción directa. Un grupo de descontrolados reventó un acto institucional de la Generalitat en la librería Blanquerna de Madrid con consignas propias de un autobús escolar. De paso, tiró la bandera catalana al suelo, gesto que no solo ofendió a los nacionalistas sino también a nosotros, los catalanes antinacionalistas. No consiguieron nada a parte de dar buenos titulares a la prensa delestablishment catalanista.
Que nosotros sepamos, en ningún medio se habló de poder o de batalla cultural, que es precisamente la que está librando (en solitario) el nacionalismo catalán desde hace décadas.
En este post nos proponemos dar una explicación a lo manifestado en la Vía Catalana desde la óptica del neo-marxismo de Antonio Gramsci . Gramsci fue el fundador del Partido Comunista italiano y creador de uno de los métodos más completos y evolucionados de hegemonía ideológica. Sus análisis sobre la relación entre sociedad y poder han sentado las bases teóricas para las revoluciones modernas.
En Cataluña se ha producido un aparente vuelco de la noche a la mañana. En dos o tres años quienes eran catalanistas o nacionalistas se han metamorfoseado en independentistas. Si en Cataluña ha habido una revolución social, ¿quién mejor que Gramsci para explicarnos qué ha ocurrido?
Solo descubriendo dónde está el origen de la enfermedad podremos combatirla con efectividad. Todo lo demás será tratar los síntomas.
Es la cultura, estúpido. Estructura y superestructura.
Igual que otros marxistas, Gramsci reflexionó sobre cómo consigue la clase dominante (minoritaria) que las clases dominadas (mayoritarias) le obedezcan de una forma natural, sin tener que recurrir permanentemente a la coacción o las amenazas. Para ello analizó las nociones de ideología y cultura y estableció la distinción clave (y hoy clásica) entre “sociedad política” y “sociedad civil”.
La teoría marxista clásica distingue entre estructura y superestructura. La estructura consiste en el conjunto de relaciones materiales y económicas existentes en la sociedad. La superestructura es la ideología dominante que reproduce, perpetua y tiende a justificar esta estructura habituando a las conciencias a los valores convencionales que la soportan. El marxismo originario entendía que quien controlara la estructura pasaría a detentar el poder. Desde ahí, la labor revolucionaría debía ir orientada a cambiar esta estructura de forma que paralelamente cambiaría sola la superestructura (la cultura, los consensos y convenciones sociales, la forma de entender el mundo).
Gramsci partió de los conceptos de estructura y superestructura del marxismo, pero les dio la vuelta. Para él lo importante no era controlar los medios económicos, sino la cultura. La cultura conforma las mentes en función de la ideología dominante. 
Gramsci no creía que el objetivo fuera tomar los medios de producción, como Marx, ni los medios de poder político, como Lenin, sino a los medios de comunicación y educación, considerándolos como el objetivo básico para la conquista del poder. En su teoría, la revolución debía orientarse a cambiar la forma de ver el mundo. El control de la superestructura (de las mentes) permitiría tomar de forma paulatina y sin violencia la estructura y, por tanto, el poder. Algo así como hackear el software que mueve la máquina para tomar el control del hardware de forma natural.
En este punto Gramsci estudió a fondo la Revolución Francesa y la consagración de sus ideas (de las cuales procedían las ideas marxistas). 
El ideólogo italiano comprendió que antes de la toma de la Bastilla los espíritus de una buena parte del pueblo ya habían sido ganados a través de miles de panfletos, de libros y ensayos ilustrados, de comedias populares, de canciones y tonadillas. También comprendió que tiempo después cuando las bayonetas de los ejércitos de Napoleón llegaban a pueblos remotos de otros países de Europa una buena parte de la población les acogía con entusiasmo porque décadas antes habían llegado esos mismos libros, comedias y canciones con las ideas de la Ilustración. 
El trabajo revolucionario ya estaba hecho y solo faltaba recoger los frutos.
Gramsci también comprendió que la conquista de las instituciones económicas y de poder no daría paso a una revolución permanente si no iba precedido por una labor previa de moldear los espíritus de forma que se aceptasen voluntariamente los valores de la revolución. No se trataba de alcanzar el poder, se trataba también de preservarlo.
“No es la economía, estúpido”, hubiera dicho Gramsci. Es la cultura.
En los siguientes posts analizaremos la distinción entre “sociedad civil” y “sociedad política”, la “estrategia de las termitas” y la “agresión molecular”. Y veremos cómo los fumanchús del nacionalismo catalán han seguido paso a paso el manual de Gramsci en las últimas décadas.
(II)
Si se logra que la mayoría acepte la nueva ideología, la toma del poder político será como recoger una fruta madura.
“Sociedad política” y “sociedad civil”
Gramsci distingue entre “sociedad política” (el Estado y sus resortes) y “sociedad civil”. Para él la “sociedad civil” equivale al sector “privado”: la esfera cultural, intelectual, religiosa y moral. Gramsci llegó a la conclusión de que los comunistas habían fracasado en Europa (a diferencia de lo ocurrido en Rusia) por haber creído que el Estado se reducía a un simple aparato político. En realidad, el Estado “organiza el consentimiento”. Dirige no sólo por medio de su aparato político, sino sobre todo a través de una ideología implícita (la superestructura) que descansa en valores admitidos y que la mayoría de los miembros de esta sociedad dan por supuestos. 
Este aparato “civil” engloba la cultura, las ideas, las costumbres, las tradiciones y hasta el sentido común. En todos estos campos, no directamente políticos, actúa un poder en el que también se apoya el Estado: el poder cultural. En otras palabras, el Estado no sólo ejerce su poder mediante la coerción, sino que domina sobre todo a través de una “hegemonía ideológica”, de una adhesión espontánea de la mayoría a una determinada visión del mundo. 
Este consenso o aceptación generalizada hace que no se discutan las premisas de orden y funcionamiento de la sociedad. Como estas premisas han sido dispuestas y benefician a la clase dirigente, esta clase, aun siendo minoritaria, consigue dominar a la clase dirigida (el proletariado).
Por ejemplo, hoy en día vemos que con un número relativamente pequeño de policías se puede mantener en orden una ciudad porque en el subconsiente colectivo está asumido que su presencia es legítima, que representan la autoridad y que no obedecerles acarreará con seguridad responsabilidades jurídicas. El día que esta asunción no sea asumida por la mayoría la policía será ineficaz para mantener la ley y el orden. Ejerce más dominación el consenso social que el número de porras realmente existente.
Por eso, para Gramsci la conquista de la hegemonía es más importante que la toma del poder político. Un poder político que no tenga una sociedad civil que le responda ideológicamente, está girando en el vacío. Si se logra que la mayoría acepte la ideología socialista, la toma del poder político será como recoger una fruta madura.
Así, Gramsci desplaza el conflicto social de los resortes del Estado a la sociedad civil. Cree que es ahí donde se debe buscar la fractura a partir de la cual construir una “contrahegemonía” al dominio burgués. Por tanto, había que infiltrarse y tomar el control de todas esas instituciones públicas y privadas que tienen como función socializar a los individuos para construir las bases de la legitimidad, es decir, las asociaciones empresariales y sindicales, los medios de comunicación y de enseñanza, las asociaciones culturales y folclóricas, las iglesias, etc. Una vez que la legitimidad del “orden burgués” estuviera en entredicho, estarían sentadas las bases de la revolución. Por eso, Gramsci escribe en sus Cuadernos de la cárcel lo siguiente:
"Un grupo social puede e incluso debe ser ya dirigente antes de haber conquistado el poder gubernamental: es una de las condiciones esenciales para la conquista de ese poder”.
Gramsci redirige la estrategia marxista clásica. De forma paralela al “trabajo de partido”, directamente político, el ideólogo propone emprender un trabajo cultural, consistente en sustituir la hegemonía burguesa por una hegemonía cultural proletaria.
Los medios para obtener el control de la cultura
La vanguardia en la lucha para hacerse con el poder cultural corresponde a los intelectuales orgánicos. Son los intelectuales del pueblo o del proletariado, opuestos a los intelectuales tradicionales. Son los agentes que en el campo de la cultura, organizan las mayorías ideológicas que son la precondición necesaria a la toma y conservación del poder político.
Según la estrategia de Gramsci, lo que debe ejecutarse es una “agresión molecular” a la sociedad civil para erosionar poco a poco el esquema dominante de ideas religiosas, filosóficas, científicas y artísticas. 
Según la estrategia de Gramsci, lo que debe ejecutarse es una “agresión molecular” a la sociedad civil para erosionar poco a poco el esquema dominante de ideas religiosas, filosóficas, científicas y artísticas. La victoria debe llegar mediante un lento “trabajo de termitas”. Hay que ir desintegrando lentamente lo que llama el “bloque histórico”, el bloque ideológico dominante, hay que meterse, buscar cualquier rendija, por pequeña que sea, para irlo resquebrajando, tratar de que comiencen a fallar los mecanismos de la sociedad civil en vigor. En este trabajo de demolición a lo que hay que apuntar ante todo es, obviamente, a la clase hegemónica y dominante, porque detenta tanto la hegemonía como el poder político, para que empiece a perder la hegemonía y pase a ser sólo dominante. Es decir que no tenga ya el control sereno de las ideas sino que se vaya haciendo solamente dominante, de pura coerción, exclusivamente policial o judicial.
Gramsci detalla los medios que estima apropiados para la “persuasión permanente” de la población: apelación a la sensibilidad popular, subversión de los valores que están en el poder, creación de “héroes socialistas”, burla de los valores e instituciones tradicionales, promoción del teatro, del folclore, de la canción, etc…
Entonces habrá llegado la hora de explotarla situación en el plano político: la acción histórica o el sufragio universal y popular confirmarán –y transpondrán al plano de las instituciones y del sistema de gobierno- una revolución ya consumada en las mentalidades. En otras palabras, la subversión política no debe crear una situación, sino sólo consagrarla.
Si traducimos todo lo anterior a la estrategia del nacionalismo catalán, veremos claramente que labor de la “cançó catalana”, el rock català, el Club Super 3, Òmnium Cultural o la Assemblea Nacional de Catalunya ha sido precisamente esa “labor de termitas” contra el sentimiento de hermandad y solidaridad con el resto de España, la exaltación de los “hechos diferenciales”, la reinterpretación de la historia, la politización de la lengua y un largo etcétera. En el siguiente post profundizaremos más sobre esta cuestión.
(III)
El remedio frente a una revolución cultural: una contra-revolución cultural.
Cómo hemos cambiado.
En los dos posts anteriores hemos explicado de forma sencilla y breve el método gramsciano para promover la revolución por medio de la guerra cultural. La infiltración paulatina en la sociedad civil, el control de la superestructura ideológica, la creación de un discurso contra-hegemónico, el papel de los intelectuales orgánicos, la estrategia de las termitas y la agresión molecular al “bloque histórico”.
Echando la vista atrás, vemos cómo los fumanchús del nacionalismo catalán han aplicado, capítulo a capítulo, el manual revolucionario de gramsci en las últimas décadas. El interés del nacionalismo por la cultura es particularmente intenso desde los años sesenta. Su presencia se ha ido haciendo hegemónica en el terreno del folclore, la música popular, el teatro, el deporte, el excursionismo y las fiestas de pueblos y barrios. Incluso la Iglesia ha sido objeto de infiltración y uso político en Cataluña.
Más adelante la estrategia cultural se extendió al ámbito de la educación, tanto primaria como universitaria. Aquí ha sido flagrante la falta de visión y la dejación de funciones de los dos grandes partidos nacionales (PP y PSOE). 
Durante décadas han permitido que los gobiernos de CiU y del Tripartito controlaran la educación y aplicaran programas de “inmersión lingüística” a pesar de que resultan claramente vulneradores de las libertades individuales, de la libertad de los padres a elegir la educación de sus hijos y del derecho de los pueblos a mantener sus diferencias (en el caso del pueblo catalán su cultura y su identidad se expresa en dos lenguas).
La estrategia de infiltración del nacionalismo catalán también ha tenido como objetivo los medios de comunicación, hasta el punto que las televisiones y radios públicas nunca han reflejado la pluralidad de Cataluña y se han convertido en simples terminales ideológicas. La prensa escrita editada en Barcelona es otro ejemplo de libro de control cultural: recordemos que tras la famosa sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut todos los grupos de comunicación pactaron la misma editorial para el día siguiente. Quedó perfectamente claro que los medios de Cataluña comparten un pensamiento único en esta materia.
El nacionalismo ha sabido crear un nuevo discurso cultural persuasivo basado en la proclamación de la existencia de una nación (“som una nació”), la reformulación de la historia y el uso de una neolengua. Términos tan artificiales como “Països Catalans”, “lengua vehicular”, “hecho diferencial” o “inmersión lingüística” son utilizados con normalidad en el seno de la sociedad civil. 
El nacionalismo también ha sabido rectificar sus errores históricos. Ha introducido en su discurso factores fiscales y económicos muy atractivos para las clases medias poco receptivas a discursos épicos. Su reivindicación del antiguo derecho de autodeterminación (de connotaciones de coloniales) ha dado paso recientemente al “derecho a decidir”, menos radical y más “democrático”. También ha sabido ampliar su ámbito de influencia más allá de las fronteras  territoriales e ideológicas del nacionalismo. Al cabo de los años ha conseguido que amplios grupos de la comunidad valenciana, Baleares y sur de Francia se reconozcan como “catalanistas”, igual que algunos sectores sociales de la izquierda y la derecha catalanas tradicionalmente no nacionalistas.
En resumidas cuentas, el nacionalismo catalán ha sabido crear un nuevo consenso social basado en el hecho indiscutible de que Cataluña es una nación en la que pesan más las diferencias culturales que los rasgos comunes con los demás pueblos de España. También ha sabido crear las condiciones para que la aceptación de esta premisa sea un requisito para tener acceso al ascensor social. Lo dice muy claro el barcelonés Loquillo:
Si vives en Cataluña y no estás por la labor del chanchullismo, eres un facha. Y anticatalán ya es todo aquel que vive en España. Deberían leer historia, porque se ha vendido a los chavales que los españoles invadieron Cataluña (…) el nacionalismo ahora mismo en Cataluña es un negocio muy rentable”.
Muy lejos quedan los tiempos en los que Cataluña era estimada como tierra de gente acogedora y hospitalaria, de seny y de apertura intelectual y cultural. Cómo hemos cambiado.
¿Un paso en falso del nacionalismo?
La Vía Catalana fue simplemente la manifestación de un virus incubado durante décadas. Ha sido la tempestad que hemos recogido después de que durante años se hayan sembrado vientos.
Pero el nacionalismo catalán ha podido incurrir en un grave error que puede llegar a lamentar. Durante décadas ha practicado la estrategia de las termitas. La erosión del Estado mediante la lluvia fina, el lento deterioro de todo lo que nos une, la burla y el descrédito de todo lo que suene a español. La gota malaya, al fin y al cabo.
En los tres últimos años hemos visto cómo el discurso cultural se ha endurecido y cómo la estrategia de lluvia fina se ha acelerado. Han precipitado la agenda revolucionaria y han anticipado la fase de distinción entre legalidad y legitimidad. Es muy posible que el pueblo catalán todavía no haya aceptado e interiorizado este mensaje de última hora.  Esto puede ser un grave error de cálculo, motivado por las necesidades a corto plazo de una Generalitat en quiebra y una casta política salpicada por la corrupción. Ahora es el propio Artur Mas quien está reculando en su desafío al Estado e intentando ganar tiempo en su estrategia.
Los defensores de la unidad y la comunión de los pueblos de España debemos aprovechar este tiempo. Es muy probable que Artur Mas se estrelle igual que se estrelló Ibarretxe. Pero no hay tiempo que perder.
¿Cómo se combate una revolución cultural? 
Con una hermosa, participativa y festiva contra-revolución cultural. Si ellos financian una película que adultera la historia, nosotros debemos financiar dos que reflejen la realidad. Si ellos promueven una exhibición basada en la obra de un artista nacionalista, nosotros debemos promover dos que exalten la obra y la visión de Pla o Dalí. Si el Terrat lleva a escena una obra bufa sobre el facherío, debemos responder con una chirigota del Tricicle contra el nacionalismo excluyente. Si ellos politizan el deporte, nosotros debemos llenar los estadios con catalanes que no tengan miedo a reconocer su españolidad.
Y es que al poder cultural solo se le puede oponer otro poder cultural.
Fuente
la casa en el arbol

viernes, 1 de noviembre de 2013

ERNST JÜNGER Y EUMESWIL




SAMPLES CORAZONESCOS 11

[En cada entrega corazonesca solíamos incluir entre dos y cuatro reseñas de libros y revistas. He elegido, del nº 2/3, esta glosa mía a la obra de Jünger, que considero fundamental para encarar estos tiempos de mierda]
«EUMESWIL» (Ernst Jünger) (Ed. Seix Barral//1980)

«Si amo la libertad sobre todas las cosas todo compromiso es parábola, símbolo (ERNST JÜNGER)

Jünger gusta de estudiar los insectos («la caza sutil», como él la llama). Y estudia a las gentes como si fueran insectos. ¿Esto es culpa de Jünger («glacial, distante, insolidario» -así le califican sus enemigos-) o de las gentes?

Jünger mira el mundo con ojos de águila y su mirada abarca paisajes inmensos, cósmicos. Su amplitud de perspectiva le lleva a ser más historiador que político, más filósofo que activista. Abajo, los insectos reptan en mil mundos diminutos, pendientes exclusivamente de su propia actividad ciega, carentes de toda conciencia universal, absolutizando la parcialidad, regodeándose en el atomismo y obrando armónicamente en tanto que insectos: lo terrible es cuando las gentes se vuelven insectos.

A Jünger le duele ver a sus prójimos como una marabunta más que como una comunidad de personas libres.

Pero es demasiado viejo (luciferinamente viejo -esto es, demasiado sabio-) para utopizar: ha visto el rostro monstruoso de todas las utopías y cómo, al final, la última palabra la acababan teniendo los profetas malditos, incómodos, los antiutopistas (Zamiatin, Huxley, Orwell…). El no puede hablar a las masas (ello es imposible: a las masas solamente se las enardece para luego domarlas) sino a las personas, una por una, a través de páginas íntimas y serenas de diarios, de ensayos breves, de novelas metafísicas. Sin dogmatizar, sin pontificar, poniendo el dedo en la llaga con la suave ironía de un águila milenaria demasiado indómita para figurar en los blasones.

Jünger es el ciudadano alemán soñado por Lassalle para su truncada revolución nacional: aristócrata y campesino, jamás burgués. Dice las verdades para quienes quieran entenderlas: no pretende seducir, le repugna la demagogia. Prefiere el gran drama de la Naturaleza a los melodramas de la civilización (esa jaula dorada que empequeñece a los seres humanos), estudiar y reflexionar sobre el gran libro de la Historia a perder el tiempo con panfletos a la page (los panfletos sólo ganan con la pátina del tiempo y cuanto más rechazados fueron: la chispa del genio se halla precisamente en ese rechazo).

Jünger es un caballero y cree en el honor, en la moral personal, en el amor como conspiración de dos contra el mundo. Su amplísima visión le permite reconocer el profundo, inalienable valor de la Libertad. En su larga experiencia ha aprendido a desconfiar de quienes contaminan honor, moral y amor con falsas generalidades, con banderías.

Un poco de atención a la fisonomía: Jünger posee una belleza inmarchitable, natural, de animal, árbol o roca. Una belleza agreste, opuesta en lo absoluto a la artificiosidad decadente que hoy tanto se estila. Una belleza que se acerca a la consunción con duro hieratismo medieval y no con blanda putrefacción helenística. Una belleza en la que el carácter imprime su sello a la carne y no a la inversa.

Pero atención: Jünger es todo Jünger. Los neoliberales snobs que se sienten cómodos con su arquetipo último del Anarca se enteran tan poco de qué va la vaina como los totalitarios que pretenden reducir a nuestro hombre a sus primeros ensayos («El trabajador», «La movilización total»). Tal vez la posición más justa para un profano que desee iniciarse en este autor sería partir de su ensayo más equilibrado, tanto cronológica como temáticamente, «La emboscadura», y, desde ahí, atendiendo a sus rasgos biográficos, acercarse al Jünger más beligerante de los 20 y primeros 30 y al último Jünger, más escéptico y amigo de soledades. Entre medias, eslabones precisos y preciosos («Sobre los acantilados de mármol», «Abejas de cristal», «Heliópolis»…).

Al final, el Anarca ha de entenderse como la suma de toda una vida, como implicado en el contexto de un continuum, no disociado como una traición al pasado, una conversión o un pendulazo. Jünger es demasiado implacable en su coherencia para conversiones o pendulazos: recordemos que, entre las acotaciones a «El trabajador» y su «Eumeswil» no pasa demasiado margen de tiempo. El Jünger anciano dialoga con su juventud sin acritudes, sin repudios, enriqueciendo el brío inicial con el tesoro acumulado de su experiencia. 

Por ello, todo intento por parte de neoliberales o de totalitarios, de hormigas humanas de toda laya, de reducir a Jünger a su minúscula esfera está condenado de antemano al fracaso.

Porque con Jünger se vuela alto.

«Hoy día sólo puede vivir quien ya no crea en un happy end, quien haya renunciado a él a sabiendas. No existe un siglo feliz, pero sí existe el instante de la dicha y existe la libertad del momento.» (ERNST JÜNGER)
                                                      Fernando Márquez "El zurdo" 
Fuente
pieldelobo                                                           

Otras notas...

Aunque las diferencias de estilo con los grandes movimientos totalitarios que caracterizaron el siglo XX son obvias, no es necesario ser un adivino para entender que Occidente camina directo a una época de ley y orden en la que los logros económicos se van a imponer (por la fuerza si es necesario) sobre los derechos ciudadanos: va a imperar  la inmemorial política del palo y la zanahoria en la que el palo estará forrado de seda y la zanahoria premiará a quienes vivan de acuerdo con lo que quienes mandan consideren políticamente correcto.
 Visto así, y aunque entre otras cosas también sea un tratado de filosofía política y un excurso sobre la entomología y la botánica, Eumeswil parece un tratado de supervivencia para la época que se nos viene encima, y que puede durar un montón de años más. 
Entresaco unas cuantas citas:
 “Soy un anarca no porque desdeñe la autoridad sino porque la necesito”.
“ El anarca no es el antagonista del monarca sino su polo contrario, algo a lo que el poder del monarca no llega…No es el adversario sino su correspondencia”.
“El anarca no está a favor ni en contra de la ley. Aunque no la reconoce, prefiere conocerla”.
“El paso más rudimentario hacia la libertad es liberarse de toda servidumbre [creencia] política”.
“El hombre no debería ser amigo del sol sino el sol mismo, y eso es lo que es. Su error consiste en no reconocer cuál es su lugar y, por ende, sus derechos”.
 En el caso concreto de España, el socialismo que ahora se va no ha sido capaz defender los derechos de las personas como prometía. Y la derecha que viene, tan preocupada como siempre por la salud de la economía, se va a ocupar primordialmente de ésta aplicando los métodos habituales en ella. 
De manera que más vale ir  conociendo la maquinaria, los delirios y el simbolismo del poder a fin de  aprender a sobrevivir a él  desde la premisa de la individualidad y el exilio interior. 
Y en ese sentido Eumeswil debiera ser una especie de libro de cabecera para todos.-
         Javier Fernández de Castro                                                 

jueves, 31 de octubre de 2013

SANTA BÁRBARA BENDITA



"Sólo quiero que al cerrar los ojos vean los ataúdes"

Gritos y lágrimas que se han repetido en el interior del pabellón donde el Obispo de León ofició el sepelio por las seis vidas que, según lamentó, han sido brutalmente rotas causando un dolor indecible a sus familias. Al término, amigos y familiares exigieron justicia y confiaron en tener con el tiempo “una respuesta de lo que allí sucedió, ya sea de Dios o de las autoridades pero necesitamos una respuesta”.

Simple pero desgarradora petición a la que se sumó otra familiar de los mineros fallecidos que pidió a Dios que perdone a los responsables del trágico suceso. “Sólo espero que cuando cierren los ojos no puedan descansar y vean estos ataúdes. Y al director que dijo que los mineros no tenían cojones a meterse por algún sitio que vea ahora lo valientes y los cojones que tenían. No le queremos en la zona, váyase”.

Una intervención que despertó los aplausos y las lágrimas de las decenas de amigos, compañeros y vecinos que siguieron el sepelio fuera de un abarrotado pabellón y que todavía no se podía explicar lo ocurrido en la fatídica mañana de este pasado lunes.

Junto a ellos, numerosos representantes políticos nacionales y autonómicos, entre ellos el presidente de la Junta de Castilla y León, que con completa entereza aguantó los gritos y los reproches de algunos de los mineros que no pudieron ocultar la rabia contenida contra la clase política.

Fuente                                                  GLORIA Y HONOR A NUESTROS MINEROS

miércoles, 30 de octubre de 2013

UN ALGODÓN ENTRE DOS CRISTALES



Reflexiones sobre la Nueva Crisis Argentino Uruguaya
Hemos asistidos preocupados y angustiados en estos últimos días, ante una nueva escalada en la persistente crisis en relación al grado de contaminación, su verdadero impacto en Gualeguaychú, de la finlandesa Botnia. La autorización del Presidente Mujica a aumentar la producción produjo la reacción argentina. Nosotros trataremos de realizar un análisis que no nos encierre en límites no conducentes a la verdadera batalla central, que es la segunda independencia de América Latina.
Sin ser técnicos en la materia, podemos desde el sentido común, decir que la anunciada “catástrofe” contaminante no se produjo, y  ello sin embargo, no implica desligar al Estado uruguayo de exigirle a la empresa cumplimiento estricto de normas. Existen mecanismos, si internalizamos el tiempo histórico que vivimos, repetimos la segunda independencia, desde el Mercosur, Unasur, Celac y hasta incluso el mismísimo Papa Francisco, teniendo el antecedente de Juan Pablo II  con respecto al canal de Beagle.
Nada más erróneo que recurrir en esta hora al Tribunal Internacional de la Haya. Y esto, nos obliga a analizar el conflicto desde una arista geopolítica, y para nosotros, esto nos dirige al continentalismo de Juan Domingo Perón.
El Uruguay es hijo de la derrota de la Confederación de Artigas. El Estado uruguayo nace en 1828 como un invento ingles a través de Lord Ponsonby, embajador inglés en Buenos Aires. Artigas lo vio en su largo destierro en Paraguay y dijo su sentencia inmortal: “Ya no tengo patria”.
El Uruguay como Estado tapón, “un algodón entre dos cristales” lo dijo Ponsonby , tuvo siempre la función, derrotado Artigas, de hacer de punta de lanza del imperio inglés y dividir Argentina y Brasil. El Uruguay existe porque no pudo ganar, la Provincia Oriental, esto debe quedar claro. Más aún, la Guerra de la Triple Alianza, es decir de la Triple Infamia como llamó Alberdi, empezó con la invasión a Montevideo de Venancio Flores -financiado por Mitre y los ingleses desde Buenos Aires- en 1865 y el bombardeo abierto a la heroica Paysandú de Leandro Gómez, en la cual los hermanos José y Rafael Hernández estuvieron defendiéndola como muchísimos hoy argentinos, y que obligó al Mariscal Francisco Solano López a intervenir porque se rompía el equilibrio del Plata. Este fue, el origen del más grande genocidio que ocurrió en nuestras tierras contra el heroico pueblo paraguayo que terminó con la vida del Mariscal el 1 de Mayo de 1870 en Cerro Corá, cuando balbuceó en su camino a la inmortalidad “muero con mi patria”.
El octubre peronista únicamente es entendible, por las luchas de Luis Alberto de Herrera -caudillo del Partido Nacional Blanco- de origen federal, artiguista y de Oribe, y las famosas interpelaciones de Eduardo Víctor Haedo en el Congreso, para evitar la Doctrina Rodríguez Larreta del canciller uruguayo, que consistía, para decirlo en una palabra, convertir a Montevideo en una base militar norteamericana para invadir la Argentina. Gracias a los hijos de Artigas, el peronismo se encarnó en la historia. Y Perón lo sabía tanto que admiraba a Luis Alberto de Herrera y a Eduardo Víctor Haedo, ambos del Partido Nacional Blanco. El pensador argentino oriental Albero Methol Ferré, siempre advertía sobre la importancia geopolítica de Montevideo en épocas del Virreinato, que su puerto dependía directamente del almirantazgo español, por su proyección atlántica, el paso interoceánico y las Malvinas. Montevideo es una ciudad puerto fundada en la segunda mitad del siglo XVIII.
Esta aparente introducción nos lleva en verdad a contextualizar, que estamos ante un grave problema. Pensamos que el canciller Timerman desconoce absolutamente lo planteado. Y tenemos la obligación de ir a Perón.
En el año 1973 cuando teníamos un viejo diferendo limítrofe con el Uruguay, Carlos Fernández Pardo y Leopoldo Frenkel nos dicen en su notable libro Perón. La Unidad Nacional entre el conflicto y la reconstrucción (1971-1974) -Ed. Del Copista. Córdoba. Argentina. 2004-  que el líder justicialista exigió llegar a un acuerdo si o si, y manifestó que “el Tratado lo firmaremos en Buenos Aires, en el medio del Río de la Plata o en el Uruguay, si me invitan” (pág. 240). Y así nace el Tratado del Río de la Plata firmado en noviembre de 1973, y Perón viajó a Montevideo. Más aún, Perón le dijo a Bordaberry en Montevideo que había que borrar las fronteras. (pág. 242)
Un año antes, en el diario “La Opinión” de Buenos Aires, el 21 de diciembre de 1972, Perón había dirigido un mensaje a los argentinos y demás latinoamericanos donde se refería a la falta de presencia argentina en el proceso que se denominaba la “Segunda Independencia de América Latina”. (pág. 244) La advertencia de Perón nos retumba o nos debe retumbar en los oídos. Estamos convencidos que el canciller argentino Timerman ignora por completo lo antedicho.
Con respecto a la cuestión clave de la existencia y gravedad de contaminación o no, debemos tener presente esta clave geopolítica del Perón verdadero. Del que planteó la cuestión ambiental siendo un precursor pero no hizo del ecologismo un fundamentalismo ideológico, porque desvía, fragmenta el todo. 

La discusión debe ser abierta, científica, bajo este paraguas del continentalismo.
Por eso, coincidimos con el prestigioso sociólogo norteamericano James Petras, cuando alerta y saca a la luz la función que cumplen las ONG -muchas vinculadas al fundamentalismo ecológico- en América Latina dentro del papel que les ha asignado el neoliberalismo. De cómo detrás de una aparente solidaridad se esconden sus fines  tendientes a lograr la desestructuración de los pueblos dominados (http://www.servicioskoinomia.org/relat/207.htm). 

En el duro alegato de James Petras contra el accionar de las ONG, sostiene que normalmente los ideólogos de las ONG contraponen el poder estatal al poder local. El poder estatal al ser “arbitrario” desarrolla intereses distintos al de la ciudadanía. La contraposición de los poderes estatal y local ha sido utilizada para justificar el papel de las ONG como intermediarios entre organizaciones locales, donantes liberales extranjeros -BM, Europa y EE.UU- y los gobiernos.
El punto político importante es que las ONG despolitizaron sectores de la población -los sectores medios en especial-. No poseen programas sino consignas “apolíticas”. El efecto final es la fragmentación y la desunión, alerta Petras. Y nosotros agregamos, que las ONG ambientalistas como Greenpeace han tenido un sin fin de conductas sospechosas en numerosos países, con consignas impregnadas de ecologismo y no de de desarrollo sustentable. Por eso, debemos estar muy atentos para no ir a la desunión.
En lo que hace al sistema político uruguayo, el peor error consiste en etiquetarlo entre “progresismo” y “conservadores” o “izquierda” y “derecha” a-históricamente y en forma dogmática.
Alertamos, que el desconocimiento de Timerman, cumple la función de tirarle en bandeja el argumento que desde hace tiempo viene buscando Tabaré Vázquez, que será posiblemente el próximo presidente uruguayo. Éste quiere un TLC con EE.UU e incluso habló con Condoleezza Rice, para invadir la Argentina si era necesario. O sea, aliarse con los halcones norteamericanos. Y esto se explica, porque Tabaré es hijo político del Partido Socialista uruguayo de Emillio Frugoni -el equivalente a Juan B. Justo de la Argentina-, un partido europeo y anti-latinoamericano. Anti Vivian Trías así como en Argentina, anti Manuel Ugarte.
Y es el sector mayoritario del Frente Amplio. Y una base militar o un TLC del Uruguay implica por su ubicación geopolítica un infarto masivo a la segunda independencia. Aconsejamos modestamente a Timerman que estudie aunque sea un poco la política latinoamericana.
Si esto no ocurrió, es gracias a José Mujica. La Argentina y los que pensamos el horizonte continentalista mucho más, le debemos mucho al caudillo uruguayo. Porque Mujica es una excepcionalidad histórica en el Frente Amplio. 

Su origen político es blanco, herrerista y su pensamiento es minoritario dentro del Frente Amplio. Si hubo oposición a Mujica y boicot a sus políticas internas y de integración, fueron de parte del Frente Amplio o sea del Partido Socialista, o sea por la versión moderna de Frugoni, el prolijo  Dr. Tabaré Vázquez. La excepcionalidad de Mujica consistió, en que siendo su pensamiento marginal dentro del Frente Amplio, su carisma lo llevó a la presidencia. Pero desde el propio Frente se lo jaqueó y especialmente, en su política de vecindad con la Argentina, donde dejó todo su capital político.
En un momento en que EE.UU quiere que seamos el patio trasero como lo textualmente el Secretario de Estado de Obama, John Kerry, la única política es la política internacional. Y esto tiene una clave: Juan Domingo Perón y su alerta máxima “o UNIDOS o DOMINADOS”. Pedimos al canciller lo lea, y a todos los argentinos a que sepamos diferenciar lo principal de lo secundario. No habrá otra posibilidad.
                                   Miguel Angel Barrios
Fuente                        Doctor en Educación y Ciencia Política