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sábado, 28 de marzo de 2015

NUESTROS HERMANOS ORTODOXOS




La destrucción de los cristianos de Kosovo y el yihadismo en Europa


En estos días, el mundo asiste horrorizado a los crímenes que el Estado Islámico comete contra musulmanes, cristianos y yazidíes. Mientras escribo estas líneas, yihadistas afines a la organización de Abu Bakr al Baghdadi acaban de quemar vivas a 40 personas en Libia en venganza por los bombardeos egipcios ordenados tras el degollamiento de los 21 coptos. Si alguien quiere ver cómo se extermina paso a paso a comunidades religiosas milenarias, sólo debe contemplar la destrucción de los cristianos del Oriente Medio.

Ahora se habla en los medios de comunicación de los coptos. Durante pocas semanas, los actos de terrorismo contra las minorías cristianas rompen el muro de silencio que protege a los criminales y acalla a las víctimas. Parece de mal gusto recordar el sufrimiento de las minorías cristianas. Solo algunas de las atrocidades contra los cristianos entran en la agenda mediática y, generalmente, en el contexto de la información sobre el terrorismo o los conflictos armados. La fugacidad del interés mediático propicia, una vez más, el olvido. Aparte de las denuncias del Papa –de todos los Papas- solo Rusia suele recordar la tragedia de las minorías cristianas. La visita de Vladimir Putin al Papa Francisco en noviembre de 2013 estuvo centrada, precisamente, en las instituciones internacionales y su capacidad de responder a las crisis, así como a la protección de las minorías cristianas en el Magreb y Oriente Medio.

En circunstancias como estas, el silencio es una forma de complicidad y el olvido una dimensión del crimen que lo prolonga en el tiempo. A los cristianos no solo los están matando en Oriente Medio, en Asia o en África. Aquí, en Europa, en el continente que alumbró una civilización fundada sobre la dignidad intrínseca de todo ser humano, también hay lugares donde viven con miedo, donde padecen violencia, los amenazan, los expulsan y, a veces, los matan. Todo esto sucede ante la mirada de la Unión Europea que, a veces, se traiciona a sí misma y a lo que nuestra civilización representa.

Hablemos, pues, de Kosovo-Metohija, la provincia serbia que hoy controlan los kosovares de etnia albanesa y que autoproclamó independiente en 2008.

Allí, las comunidades cristianas ortodoxas vienen sufriendo un hostigamiento constante a manos de la mayoría de etnia albanesa desde hace décadas. En 2014 se conmemoró el décimo aniversario de la oleada de violencia que, entre el 15 y el 17 de marzo de 2004, arrasó las casas, las iglesias, las escuelas y los cementerios de los serbios. En menos de 72 horas, docenas de personas fueron asesinadas, varios miles resultaron heridos, ardieron 35 iglesias y monasterios –algunos de más de seiscientos años de antigüedad- y miles de casas y tiendas fueron demolidas. A más de cuatro mil cristianos serbios los expulsaron de sus hogares. Si esto no es limpieza étnica, se le parece bastante. Al final, solo 67 kosovares de etnia albanesa fueron condenados a penas de en torno a un año de prisión. En la práctica, esto es una forma de impunidad.

Esta violencia que busca erradicar la presencia cristiana serbia de la vida pública es una forma de destrucción simbólica que precede a la real y propicia su impunidad. El tiempo transcurrido desde 2004 no ha servido para garantizar la seguridad de los serbios en su propia tierra. Al contrario, el acoso es habitual allí donde son minoría. Condenados a vivir en enclaves y rodeados de kosovares de etnia albanesa, son los grandes olvidados del autoproclamado Estado de Kosovo. Las amenazas contra los serbios son constantes. Casi todos los meses se profanan cementerios ortodoxos. Esta semana, en Krusevac, las tumbas de dos camposantos fueron profanadas, cubiertas de basura y quemadas. Salvo en el norte de Kosovo y en los enclaves –que sufren un progresivo aislamiento- ser serbio es muy peligroso. Monasterios como el de Visoki Dečani necesitan medidas de protección contra atentados terroristas: en sus muros hace unos meses aparecieron pintadas que anunciaban la llegada del Estado Islámico en Kosovo.

La historia se repite. Nadie creyó a quienes advertían de la presencia de yihadistas en la guerra de Bosnia encuadrados en la unidad Katibat al Muyahidin. Hoy, en lugares aislados de Bosnia, los islamistas se han establecido en pueblos donde impera la sharia y que brindan centros de reclutamiento a los radicales y refugio a los fugitivos de la justicia. En Kosovo, hay mezquitas en las que se están reclutando terroristas para el Estado Islámico en Siria. Mohammad Al Arnaout y Gordon N. Baros, entre otros, han publicado información y datos sobre la deriva que se está produciendo en los Balcanes. Cuando Christopher Deliso escribió en 2007 “The Coming Balkan Caliphate. The Threat of Radical Islam to Europe and the West” ya advirtió del advenimiento de una nueva generación de yihadistas. Muchas señales de alarma parecen indicar que ya han llegado.

Así, la destrucción de las comunidades cristianas de Kosovo es una prueba palpable del fracaso de los Estados Unidos y sus aliados europeos en la aventura balcánica a la hora de proteger a las minorías. Los grandes valedores de los independentistas kosovares de etnia albanesa no han logrado, casi quince años después de terminada la guerra, impedir la progresiva desaparición forzada de los ortodoxos serbios. La injusticia cometida con Serbia –a la que se presiona para que renuncie a una parte esencial de su territorio- no ha servido para nada y ha sentado un precedente de gravísimas consecuencias. Hoy los cristianos serbios pagan el precio de las aventuras políticas de otros países. Ellos sufren el fracaso, el abandono y la violencia de quienes controlan el territorio.

Esta tragedia que sucede –digámoslo una vez más- en el corazón de Europa, impone sobre los gobiernos de nuestro continente la responsabilidad de actuar

España, que ha sabido resistir las presiones para el reconocimiento del Estado de Kosovo, tiene una posición privilegiada en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para defender la causa de los cristianos de Kosovo y para impulsar en compañía de otros países que la Asamblea General dedique una sesión a condenar el exterminio de las minorías cristianas y adopte resoluciones para evitarlo.

Desde hace años, los cristianos de Kosovo vienen sufriendo el olvido y el silencio de la comunidad internacional. Hoy están en trance de desaparecer y, con ellos, el legado de casi dos mil años de cristiandad en el corazón de Serbia, su país y su patria histórica.

 Ha llegado el momento de reaccionar e impedirlo.

Fuente                                   Ricardo Ruíz de la Serna
elimparcial

viernes, 27 de marzo de 2015

DER ARBEITER




Ernst Jünger: El Tercer Héroe

Ernst Jünger es un destacado escritor alemán, cuyo destino literario y político es un símbolo clásico de todo lo que sea vanguardista, animado, y no conformista en la cultura europea del siglo XX.

Participante y testigo de dos guerras mundiales, uno de los teóricos principales de la Revolución Conservadora alemana en 1920 de 1930, inspirador del nacional socialismo, quién rápidamente se convirtió en un “disidente de la derecha” después de que Hitler llegara al poder, sobreviviente a la desaprobación oficial durante el totalitario III Reich, sólo para ser condenado al ostracismo por los vencedores durante la campaña de “desnazificación”, cuyo talento y profundidad de pensamiento le permitió superar el sesgo de“demócratas”.

Hoy en día, Jünger es considerado por derecho como el emblema del siglo XX, un portavoz no sólo de la“generación perdida”, sino del “siglo perdido”, lleno de lucha apasionada y dramática de los últimos golpeteos sagrados de la vida nacional en contra de la blasfemia sofocante de la universalidad tecnocrática contemporánea.

Jünger es autor de numerosas novelas, ensayos, artículos y cuentos. Es muy variado, versátil, complejo y en ocasiones contradictorio y paradójico. Pero el tema principal de sus obras es siempre el mismo: El Trabajador, en el centro, personaje casi metafísico, cuyo manifiesto y latente presencia se hace sentir en todas sus piezas. No es ninguna coincidencia que el más conocido y conceptual de sus libros, que él estaba editando y reescribiendo durante toda su vida, se llame El Trabajador.

El Trabajador, Der Arbeiter, es el tipo central de todas las tendencias políticas, artísticas, intelectuales y filosóficas, que, a pesar de su diversidad, se reúnen en el concepto de “revolución conservadora”El Trabajador es el principal héroe de la Revolución, su sujeto, su eje existencial y estética.

Estamos hablando de un tipo especial de hombre moderno, que en una experiencia más crítica de la realidad profana, estando en el corazón de mecanismo tecnocrático sin alma, en las entrañas de hierro de la guerra totalitaria o trabajo industrial infernal, en el centro del nihilismo del Siglo XX, encuentra en sí mismo un misterioso punto de apoyo, lo que le lleva al otro lado de la “nada”, a los elementos de una despierta y espontánea sacralidad interior.

A través de la intoxicación con el mundo moderno, El Trabajador de Jünger percibe la inmovilidad radiante del Polo, el frío cristal de la objetividad, en el que la tradición y el espíritu no aparece como algo viejo, antiguo, si no Eterno, como el eterno retorno al origen intemporal. El Trabajador no es un conservador o progresista. Él no es un defensor de lo viejo ni apologista de lo nuevo. Él es el Tercer Héroe, Tercer Héroe Imperial (según Niekiesch), el nuevo Titan, en los que, a través de la concentración más externa de modernismo en sus formas más venenosas y traumáticas, a través del caos industrial y frontal, se abre un especial aspecto trascendental, que lo moviliza por un acto metafísico y heroico.

Los Trabajadores son personas de trincheras, fábricas, “nómadas del asfalto”, privados de la herencia de la civilización tecnocrática, tomando el desafío de una realidad dividida y acumulando en sus almas las energías especiales de una gran rebelión, tan brutal y objetiva como la naturaleza agresiva del ambiente industrial-burguesa.

Ernst Jünger es el creador del concepto político-ideológico de la “movilización total”, que se convirtió en la base teórica y filosófica para muchos movimientos revolucionarios conservadores. “Movilización total” es la necesidad de un despertar general de la nación con el propósito de construir una nueva civilización, en la que héroes y titanes, portadores de la llama de la Revolución Nacional nacen voluntariamente desde el abismo de la alienación social, estarán en el centro.

Pero, según Jünger, la “movilización total” de las masas, las naciones, los pueblos se basa en una especial, única y existencial experiencia, sin la cual la Revolución se convertirá en una forma degenerada materialista, o reanimado por reaccionarios conservadores fariseos.

Es por eso que el aspecto existencial se le da prioridad en las obras de Jünger, que muestran una galería completa de tipos del “Tercer Héroe” (novelas como La tormenta de Acero, Un Corazón en búsqueda de aventuras, En los Acantilados de mármol, Huida al Bosque, Heliopolis, etc), que está siguiendo el camino de la revolución interior, la exploración de las formas más extremas y arriesgadas: Guerra, misticismo, drogas, erotismo, estados psíquicos fronterizos. La Fórmula de Nietzsche de “lo que no me mata, me hace más fuerte” es el credo de Ernst Jünger en la literatura, así como en la vida. Al igual que sus personajes, tranquilamente bebe champán.

En 1995, Ernst Jünger cumplió 100 años de edad. Pero el tiempo no es imperioso en lo que respecta a su cristalina inteligencia y talento deslumbrante. No hace mucho, en una carta al editor de la revista belga “Antaios” Christopher Gerard, Jünger escribió: “El siglo XXI será el siglo de los Titanes, y el XXII , el siglo de los Dioses”.

Estas palabras contienen un breve resumen de la labor creativa del gran escritor contemporáneo, Obrero, y héroe de Ernst Jünger.


Fuente                                Alexander Dugin
openrevolt 
                                 Traducido del inglés por Gabriela Gass Rodriguez

           Leer+ Libros de Ernst Junger

jueves, 26 de marzo de 2015

CON LA NUEVE



El jubilado español que liberó París


Caía la tarde del 24 de agosto de 1944 cuando los soldados de La Nueve, una compañía de la División Leclerc, entraba en París, por la Puerta de Italia, dispuesta a liberar la ciudad. Entre vítores de los parisinos, los combatientes callejearon para evitar a los alemanes hasta alcanzar el Ayuntamiento de la capital. Las campanas repicaron. Ellos cantaron Ay, Carmela. Eran republicanos españoles y entre ellos estaba Rafael Gómez. Hoy, a sus 94 años, será un rey, el de España, el que le rinda homenaje por aquella gesta. Es el único superviviente que puede contarla. Vive modestamente en Longolsheim, a las afueras de Estrasburgo, la ciudad que Gómez también liberó en ese principio del fin de la II Guerra Mundial.

Gómez ha tenido una vida extraordinaria y su longevidad ha querido que sea hoy el representante de La Nueve, esa compañía admirada por su bravura, formada por 160 hombres, 146 de ellos españoles, la mayoría comunistas y anarquistas expulsados de su país. Hombres curtidos en la guerra civil que sufrieron el exilio, los campos de concentración y la muerte. Al final de la II Guerra Mundial solo sobrevivieron dieciséis, pero ganaron la batalla a los nazis y ahora Francia empieza a reconocer su valía.

En una pirueta del destino, Rafael Gómez, un republicano de corazón, iba a representar a La Nueve ante los Reyes de España en el homenaje previsto en París dentro de los actos de la visita de Estado cancelada tras la tragedia aérea de los Alpes. “No hay más remedio que pasar por ahí”, bromea por teléfono desde su casa de Estrasburgo. En otra pirueta, iba a saludar al bisnieto de Alfonso XIII, a quien también conoció en su adolescencia, cuando “le echaron de España y lo metieron en un barco”. Antes de eso, su propio padre, carabinero, sirvió en la guardia del bisabuelo de Felipe VI.

Rafael fue movilizado en España con solo 17 años en la Guerra Civil. Al final de la contienda se exilió en el país vecino, donde sufrió los rigores del campo de concentración de Saint Cyprian de la Francia colaboracionista de Vichy. Logró salir con vida y refugiarse en Orán (Argelia). Allí terminaría formando parte de la 2ª División Blindada del legendario general francés Phlippe Leclerc. En esas colonias africanas anidó su leyenda y la de sus aguerridos soldados españoles. Quizá porque, como el propio Gómez cuenta, el suyo era un batallón de choque, siempre en primera línea, sin retroceder un solo paso incluso ante enemigos supuestamente superiores. Fue entonces cuando Leclerc hizo su juramento de luchar hasta lograr poner la bandera francesa en la catedral de Estrasburgo. Gómez estuvo allí. Hoy, muchos de sus vecinos desconocen su gesta. Ignoran que la libertad de que disfrutan se la deben en parte a un modesto zapatero de origen español ya retirado.

Los hombres de Leclerc fueron trasladados de Argelia a Marruecos y de allí al sur de Inglaterra. Finalmente, a principios de agosto de 1944, cruzaron la Mancha y desembarcaron en Normandía. El camino hacia París registró pérdidas dramáticas. Muchos compañeros murieron en batalla, pero La Nueve fue la primera en llegar a París, el 24 de agosto de 1944. Al día siguiente, escoltarían con sus vehículos blindados al general De Gaulle por los Campos Elíseos. “Qué satisfacción y qué felicidad para aquellos españoles, combatientes de la libertad. París era un extraordinario símbolo para ellos”, escribiría treinta años después otro legendario militar francés que peleó junto a La Nueve, el capitán Raymond Dronne. Su hija, por cierto, estará en el Ayuntamiento de París en el homenaje que el miércoles le rinde la ciudad junto a los Reyes de España.

Muchos parisinos creyeron que aquellos soldados eran franceses, pero sus vehículos lucían nombres tan expresivos como Ebro, Guernica, Teruel, Guadalajara, Don Quichotte… El hispanista Robert S. Coale cuenta en el epílogo de La Nueve, del cómic de Paco Roca: “En mis primera investigaciones, me encontré una curiosa fotografía en color de los soldados en los Campos Elíseos en agosto de 1944. El uniforme era americano, pero sus vehículos llevaban nombres españoles y con el puño hacían el saludo del Frente Popular”.

Gómez no da importancia ahora a la gesta que vivió. Tampoco le gusta dar detalles. “Terminó bien, se ganó y estamos contentos”, dice y añade con amargura: “Pero la guerra…”. La periodista y escritora española Evelyn Mesquida ha relatado con detalle la historia en su libro La Nueve. Los españoles que liberaron París (Ediciones B) y sabe, tras entrevistar durante estos últimos años a media docena de combatientes –la mayoría ya fallecidos-, que su trauma les empuja a silenciar lo ocurrido. Ella ha luchado para que Francia reconozca, aunque sea tarde, sus méritos. Rafael fue uno de los que fue condecorado gracias a ella. “Me hizo mucha ilusión que me nombraran caballero de la legión de honor”.

De aquellos 146 hombres solo quedan dos: Rafael Gómez y Luis Royo, pero este último está hospitalizado muy delicado de salud. Todos albergaron durante años el sueño de volver a España para derribar a Franco. “No hubo manera”, dice Gómez. Una vez que los republicanos españoles llegaron hasta el Nido de Águilas, el refugio de Hitler, y una vez terminada la II Guerra, quedó sepultado el proyecto de seguir luchando contra el fascismo también en el sur. “Queríamos volver”, insiste Gómez.

Dice Mesquida que los de La Nueve son “los hombres de las cuatro traiciones”. Las grandes democracias europeas abandonaron su causa, Francia les maltrató al principio internándolos en campos de concentración, no lograron el apoyo logístico para luchar contra Franco una vez derrotado Hitler y, finalmente, también la Francia Libre de Charles De Gaulle, empeñada en afrancesar la Resistencia y la liberación, les condenó al silencio. Los mismos que escoltaron al general con sus banderas republicanas por los Campos Elíseos fueron luego conminados a abandonar sus estandartes. “No guardo ningún rencor”, asegura, sin embargo, Gómez.

Derrotado Hitler, Rafael Gómez volvió a Argelia. Allí se casó y tuvo cuatro hijos. En 1957 regresó a Francia, a Estrasburgo. El reconocimiento le llega a través de los libros que hablan de él. Un paisano, Alfonso Viciana, acaba de publicar también su historia. “Estoy yo dentro”, explica, “pero en casa nadie lo puede leer porque no saben español. Aquí hablamos una mezcla”.
Y si algo le hace ahora feliz es saber que la alcaldesa de París, la gaditana Anne Hidalgo, está detrás del homenaje que ahora le rinde la ciudad. “Es hija de un republicano; como yo”.


Fuente                                         Gabriela Cañas
elpais 

 "Sólo en la fortuna adversa se hallan las grandes lecciones del heroísmo." Séneca

miércoles, 25 de marzo de 2015

LA DEUDA DE ESPAÑA




Zapatero, de la marcha verde a la marcha tonta (pero no es el único)

Zapatero ha visitado el que fue Sahara Español aplaudiendo su invasión por Marruecos. Defiende sus negocios, pero empeora aún más la posición de España.

El expresidente del Gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero participó la semana pasada en la ciudad saharaui de Villa Cisneros (Dajla, en árabe) en el foro Crans Montana, patrocinado y pagado por la potencia invasora y ocupante, Marruecos. Ya en noviembre de 2014 viajó a Marrakech para participar en el II Foro Mundial de Derechos Humanos, también de propaganda a favor de Rabat. Antes, en 2009, Miguel Ángel Moratinos gestiononó mal y favoreciendo a Marruecos el problema simbólico de Aminetu Haidar. En la era Zapatero, el ministro marroquí, Taib Fassi Fihri, usó el servicio exterior de España como correa de transmisión de su política.  


Y con eso se volvió a las peores prácticas del peor franquismo. "En 1975, con un país perplejo ante el inevitable final de un régimen, Marruecos combinó hábilmente las viejas marrullerías orientales con una sagaz comprensión de la política moderna. El resultado fue la Marcha Verde, un brillante ejercicio de imagen y de diplomacia que gracias a la pasividad española hizo posible lo que jamás habría sido posible por las armas. Y hoy la bandera de Mohamed VI ondea en El Aaiún", y en Villa Cisneros. Algunos ministros franquistas, la mayoría de los líderes socialistas y lamentablemente no pocos populares crearon, mantuvieron y defienden el Gran Marruecos imperialista e invasor.

Hace cuarenta años el Sahara era una provincia de España y El Aaiún y Villa Cisneros ciudades tan españolas como Lugo o Cuenca, hasta con su Parador de Turismo. De hecho, sus diputados habían participado en algo tan importante como la proclamación de don Juan Carlos como príncipe. Y aunque España había previsto conceder la independencia al territorio había prometido hacerlo respetando la voluntad, la libertad y los intereses de los saharauis, que nunca habían sido marroquíes. El 27 de febrero de 1976, el mismo día en el que abandonaban el territorio del Sahara Occidental los últimos funcionarios españoles, en Bir Lehelu el Frente Polisario proclamó la independencia de un nuevo Estado, la República Árabe Saharaui Democrática.

Zapatero actúa al servicio de intereses que no conocemos, pero no es una novedad. Hasta la huida desaprobada por la ONU, promovida por algunos ministros franquistas bien pagados por Rabat y presidida por Juan Carlos I, los saharauis tenían DNI español, iban a la escuela española y cumplían su servicio militar, a la vez que miles de jóvenes del resto de España. Sin embargo, Marruecos siempre tuvo sus partidarios en el seno de la Administración española. Monárquicos convenientemente halagados, jerarcas franquistas bien seducidos, grandes empresarios magníficamente financiados: españoles muy notables como José Solís, "la sonrisa del Régimen", estaban dispuestos a apoyar la tesis anexionista de Rabat, contra la historia del Sahara, contra la voluntad de los saharauis, contra la decisión de la ONU y contra los mismos intereses de España.

Marcha Verde


El 31 de octubre de 1975 Marruecos lanza la "Marcha Verde" para hacerse con el territorio. El Régimen duda y el Príncipe asume de hecho la Jefatura del Estado ante la enfermedad de Franco. El 1 de noviembre don Juan Carlos, en uniforme de general del Ejército de Tierra, visita el Sahara para tranquilizar a los militares –que han sido desplegados con medios suficientes para rechazar cualquier agresión marroquí, y que se consideran en condiciones incluso de lanzar una ofensiva mecanizada en caso de ataque- y para comprometerse a defender los derechos del pueblo saharaui. De nada sirvieron esa potencia ni ese compromiso. El 14 de noviembre de 1975 se firmaron los acuerdos de Madrid entre España, Marruecos y Mauritania por los que España –la España ya en manos de don Juan Carlos y abocada en su mente y en otras a la Transición- cedía de facto la administración del territorio a los otros dos países firmantes, sin renunciar técnicamente a la soberanía –ya que la ONU había encomendado a España la descolonización- pero sin apoyar al pueblo saharaui.

Zapatero, bien pagado en Villa Cisneros, ha actuado contra los intereses de España. Exactamente como antes Solís, Cortina Mauri, Adolfo Suárez y Gutiérrez Mellado. Marruecos tiene sus leales agentes y sus sumisos servidores, por múltiples razones, a uno y otro lado del espectro político. El problema no está esencialmente ni en Rabat ni El Aaiún ni en Villa Cisneros, sino en Madrid. En un sistema político que recibe sonriente y sumiso las humillaciones de una dictadura confesional vecina. Y donde se tiende a olvidar dónde están las respuestas al problema. No en la izquierda ni en la derecha, ni en las ONG, ni en la sombra improbable de los Tercios Saharianos de la Legión. Es en España, cuyo interés y sobre todo cuyas obligaciones internacionales son los que son, y en los saharauis, que merecen una España mejor que la de Zapatero.

Y marcha tonta


Zapatero ha hecho el tonto, ha arrastrado por el fango el nombre de España a cambio de una limosna. Se ha retratado ante un mapa marroquí del Sahara. Pero se le ha dejado hacer, y hay personajes dispuestos a hacer lo mismo en casi todos los partidos. Para las Naciones Unidas, España es aún la administradora legítima del Sahara, ya que la ocupación y la anexión posteriores no han modificado la soberanía que España prometió a aquellos ciudadanos suyos. Nuestra transición, y por ende nuestra actual democracia, están basados en una doble mentira que nos convierte a todos en poco menos que tontos. Don Juan Carlos de Borbón, Jefe del Estado ya entonces en ejercicio, dijo en El Aaiún el 2 de noviembre de 1975 que "España cumplirá sus compromisos" y que "deseamos proteger los legítimos derechos de la población civil saharaui". Hemos incumplido las dos promesas, lo que hace de Zapatero sólo un portavoz de un problema y una deuda nacionales que deben ser solucionados.

Fuente                                         Pascual Tamburri
elsemanaldigital

martes, 24 de marzo de 2015

UNIDA Y PODEROSA



A 24 años del asesinato de la URSS


Hace 24 años tuvo lugar un acontecimiento único en su género, el referéndum sobre la preservación de la URSS. Prácticamente al pueblo soviético, se le propuso decidir el destino de su patria, seguir existiendo o dejar de hacerlo. A pesar de la descarada propaganda contraria al mantenimiento de la Unión y la negativa en la práctica de una serie de repúblicas a tomar parte en la votación, o en cualquier caso en su organización, la mayoría absoluta de los ciudadanos (no solo de entre aquellos que tomaron parte, sino en general) se pronunció por el mantenimiento de la unidad del país.

Entre aquellos, que festejaron la victoria entonces, es decir aquellos a los que denominaban “mayoría agresivo-sumisa”, que luego pasarían a llamar “roji-pardos” y que hoy denominan “vátniki”, se encuentra el autor de estas líneas. Pero nuestra alegría, por decirlo de un modo suave, fue bastante efímera: la voluntad del pueblo soviético, expresada en el referéndum, fue burda y cínicamente ignorada por los dirigentes de tres repúblicas de la Unión, Ucrania, Bielorrusia y Rusia, por los señores Kravchuk (aunque si bien es cierto, le dio tiempo a celebrar un referéndum sobre la independencia de la república) Shushkévich y Yeltsin. En este artículo intentaremos llegar a comprender el cómo y el por qué tuvo lugar tan flagrante conculcación de la decisión de la mayoría de los ciudadanos de la URSS.
 
Así pues, ¿cuáles fueron los motivos de la muerte de la “unida y poderosa” Unión Soviética?

Primera causa: la traición de las élites con respecto a su propio país.

En este caso por élite entenderemos no solo a ese estrato superior de la burocracia partidista y estatal, en cuyas filas resultó haber no pocos estadistas que posteriormente de un modo abierto, sin la menor sombra de vergüenza, reconocieron que en realidad odiaban todo lo soviético y socialista, que supuestamente ensalzaban en sus trabajos y ponencias. El círculo elitista era bastante más amplio. Allí habría que incluir a los cargos con responsabilidad en las administraciones públicas de mayor prestigio, a los “emprendedores” clandestinos, convertidos en la etapa de Gorbachov en cooperativistas legalizados, y una parte importante de representantes del mundo de la cultura. Muchos representantes de estas capas, despreciaban abiertamente a los que entonces ya denominaban “sovki”. Su principal objetivo residía en destruir un sistema, en el que podían en un abrir y cerrar de ojos verse privados de su situación de privilegio, en el que no podrían marchar a occidente y transferir allí todo lo acumulado con sus verdades, y principalmente con sus mentiras. Pero lo más importante es que los representantes de ese estrato, especialmente de esa “dorada” juventud soviética, no tenían nada en contra de poder apropiarse de los más preciados pedazos de la propiedad estatal.

Así pues, la tarea de todos estos “Smerdiakov” de orientación antisoviética era una: hacer todo lo posible para que la Unión Soviética dejase de ser grande y poderosa. Pero el ataque de caballería del 17 de marzo de 1991 fracasó. Inclusive en Moscú, a la que lo entones precursores de los de las “cintas blancas”, e incluidos ellos mismos, solo que 20 años y pico más jóvenes, habían inundado con octavillas en las que presentaban a la URSS como una supuesta “cárcel de pueblos”, ganó por mayoría, aunque más exigua de la que reflejó el país en su conjunto, la opción de preservar la Unión.

Pero hubo algo que los representantes de la “quinta columna” sí consiguieron. Paralelamente en el territorio de la RSFSR se llevó a cabo el referéndum sobre la introducción de la figura del presidente ruso. Teniendo en cuenta la aportación y dimensiones de Rusia en la economía nacional, esa decisión suponía poner una mina de acción no demasiado retardada, en la unidad del país; Más aún cuando los diputados rusos ya se las habían ingeniado para aprobar una declaración sobre la independencia de Rusia, en cierto modo de sí misma, en las fronteras prerrevolucionarias. Ahora ese absurdo podía conducir, y de hecho lo hizo, a una guerra de leyes, decretos y disposiciones, que sembraron el caos en el estado.

Segunda causa: el nacionalismo contumaz, inoculado artificialmente en muchas repúblicas de la Unión

Cuando Hitler definió con arrogancia a la Unión Soviética, como un “gigante con pies de barro”, probablemente se refería al hecho de que nuestro país era una unión de una gran cantidad de pueblos hermanos. Bastaba con enemistarlos, obligar a los hermanos, si no a odiarse unos a otros, sí cuando menos a relacionarse entre sí con recelo, para que el destino del país estuviese predeterminado. Por suerte, Hitler no tuvo tiempo suficiente, para contagiar a la sociedad soviética con el veneno del nacionalismo, mientras que los estrategas norteamericanos, tuvieron todo el tiempo del mundo, en el periodo de la guerra fría y por desgracia, lo supieron aprovechar al máximo.

La emisión de programas radiales “enemigos” tenía una distribución claramente orientada al componente nacional. Era una forma más cómoda de atacar ideológicamente, al unísono, a l lado fuerte y al talón de Aquiles de la URSS, su componente plurinacional. Por desgracia todas esas artimañas no tuvieron la reacción debida: Simplemente resultaba difícil de creer que a algunos de esos pueblos soviéticos, que hacía nada, en la escala histórica, habían resistido el embate del nazismo y habían alcanzado con su esfuerzo conjunto la mayor victoria en la historia de la humanidad, pudiese alguien o algo lograr enemistarlos. Pero por desgracia, en un momento de debilidad del socialismo tras la ascensión al trono de la secretaría general de M.S. Gorbachov, esas apenas perceptibles grietas, pasaron a convertirse en abismos difíciles de atravesar. El primer toque de atención y el primer intento de sondear la unidad del pueblo soviético fueron las revueltas de estudiantes en Kazajistán en 1986, después de que para el cargo de primer secretario del CC del partido de esta república, en lugar de al kazajo, D.A. Kunaev, se eligiese al ruso G.V. Kolbin.

Posteriormente los desórdenes por cuestiones nacionales se sucedieron en los más distintos rincones del país: en Asia central, en las repúblicas bálticas, en Moldavia; pero con mayor frecuencia en el Cáucaso. Aquí establecieron una linde entre los pueblos armenio y azerbaiyano, georgiano y abjasio, así como entre los pueblos de Osetia del sur. Y el que había sido un Cáucaso bendecido, al que el camarada Saajov de la comedia de Gaidaev “Prisionera del Cáucaso”, había bautizado como “granero, fragua y balneario de toda la Unión”, comenzó a arder con varios focos de guerras civiles. Los intentos del Ejército Soviético de restablecer el orden se toparon con la furiosa resistencia de los demócratas de la primera oleada, así como con la inhibición de Gorbachov, que prácticamente una vez tras otra, se negó a asumir la responsabilidad por los acontecimientos que se estaban produciendo. Como resultado el país se precipitó por aquel talud.

Tercera causa: las dificultades económicas de la URSS en los tiempos de la “perestroika” de Gorbachov

Ese estereotipo que todos tenemos donde se ven largas filas y estantes vacíos en las tiendas soviéticas, en la mayoría de los casos se relaciona con el periodo de “aceleración e intensificación” de finales de los 80. Entonces el socialismo tanto se “aceleró e intensificó” por los discípulos de Gorbachov, que pronto se convirtió en presa fácil de los antisoviéticos. Y la apertura y transparencia resultaron tan abierta y transparente, que además del alma de la Unión, el sistema socialista, se llevaron por delante a la propia URSS. Ciertamente no se puede negar que las estanterías vacías y las colas kilométricas jugaron su papel negativo en los procesos destructivos. Pero debemos señalar que ese papel estaba lejos de ser lo principal en la tragedia de la destrucción de un gran país.
Si hubiera sido de otro modo no se habría producido el referéndum sobre la preservación de la URSS. O mejor dicho, sí se habría celebrado, pero sus resultados probablemente hubieran sido muy distintos. El caso es, que la mayoría absoluta de las gentes soviéticas a pesar de los problemas económicos, de la falta de muchos productos, llegó a los centros de votación y respaldó la Unión, renovada, pero Unión.

Además, los indicadores económicos al año anterior, del 90, según nuestra escala de valores, fueron relativamente aceptables. La mayoría de repúblicas de la Unión, incluida Rusia, tardó décadas de reformas liberales en alcanzar unos niveles más que discretos en la historia de la URSS en muchos tipos de producción. No pudieron entre otras cosas, por la ruptura de los lazos económicos, la pérdida de proveedores y de mercados como resultado precisamente de la destrucción por parte de los enemigos del socialismo, del primer estado socialista.

Causa cuarta: la contribución directa e indirecta por parte de Occidente a los procesos destructivos

El modo más sencillo de sacar a la luz el pensamiento liberal de una persona, es proponerle que responda a la pregunta de si la URSS se desmoronó por sí sola, o la ayudaron, por así decir, a conciencia. Cualquier liberal que se precie dirá que por supuesto por sí sola, acompañándolo por ese montón de estereotipos antisoviéticos, que nos tienen ya hasta el gollete, sobre las colas y los estantes vacíos, sobre las represiones estalinistas, el déficit de trapitos de vestir occidentales, y la prohibición de viajar a países capitalistas. Por supuesto es difícil entender hasta qué punto pudo influir la falta de pantalones vaqueros o de perfumes franceses, sobre el destino de un país entero, pero esa es precisamente la argumentación.

En realidad entonces se recurrió a un escenario muy parecido al que, esos mismos círculos en occidente intentan aplicar ahora en relación a una Rusia plenamente capitalista: el estrangulamiento económico a costa de la rebaja artificial de los precios de los hidrocarburos, una vuelta más de tuerca en la espiral de la carrera armamentística y propaganda masiva. Por desgracia esa estrategia entonces encontró recompensa.
 
A medida que se iba implantando la denominada glasnost (transparencia), lo que en la práctica no era otra cosa que el auto linchamiento del país, la URSS se fue volviendo más vulnerable frente a la sutil propaganda occidental. Para comienzos de los 90, lo era ya frente a la propia propaganda liberal, a la que dieron “luz verde” los distintos aparejadores y arquitectos de la perestroika. Para desgracia de nuestra patria y regocijo del Tío Sam.

En las condiciones de guerra ideológica, que libraba occidente contra la URSS, eso supuso de algún modo la apertura de las puertas ideológicas, por las que se abalanzaron inmediatamente todos los “lasquenetes” de la propaganda enemiga. Y toda esa “tormenta cerebral” iba acompañada de un asedio económico sin precedentes. Esa confabulación de los imperialistas occidentales y los jeques de las petromonarquías de Oriente Próximo permitió reducir los precios de los hidrocarburos que exportaba Rusia y que tanta importancia cobran para el país.

Quinta causa: la debilidad de Gorbachov como figura política y líder del país

Lo cierto es que Mijaíl Serguéyevich no es un caso aislado en la historia de nuestro país, tuvo un predecesor, también en el s.XX, aproximadamente con las mismas consecuencias catastróficas para el estado. Me refiero a Nicolás II. Ni uno ni otro contaban con esa voluntad de hierro capaz de revertir una situación tan complicada. I.V. Stalin sí la tenía. No tembló incluso cuando las motos enemigas se adentraban en las afueras de Moscú en 1941, ni cuando las huestes de Hitler llegaron a orillas del Volga en 1942. Mientras que estos personajes históricos no contaron ni con una centésima parte de ese carácter de acero en los momentos decisivos.

Como resultado, M.S. Gorbachov, el 25 de diciembre de 1991, al igual que Nicolás II en febrero de 1917, renunció en la práctica al trono presidencial, renunció a su mandato y permitió que se arriase la bandera roja sobre el Kremlin, esa misma bandera, que el 30 de abril de 1945, los sargentos Yegorov y Kantaria habían izado sobre la cúpula del Reichstag derrotado. Pero aquello no fue más que el acorde final de la tragedia del país y del drama personal de su desdichado dirigente. Tres meses antes de aquello Gorbachov había dejado marchar a las tres repúblicas bálticas, creando así un precedente para las maniobras de los golpistas de Belovezh. Lituania, Letonia y Estonia recibieron su independencia de modo inesperado, de manos de un Consejo de Estado que no estaba previsto por la Constitución de la URSS. Sobre qué base jurídica se creó ese órgano, en qué leyes se amparaba, al aceptar la decisión de las repúblicas bálticas de abandonar la URSS, y por qué esa decisión la firmó el presidente de la URSS, que entonces al igual que ahora, se presentaba como defensor de la Unión, son preguntas que quedan sin aclarar en la historia.

Tampoco queda claro el papel de Mijaíl Gorbachov en el caso del “GKChP”. ¿Conocía las intenciones de su más cercano entorno o no? El comportamiento de Gorbachov en la historia de Belovezh también resulta extraño. En aquel momento, tenía fundamentos para haber arrestado a los conspiradores, pero no lo hizo, supuestamente porque esperaba las decisiones de los parlamentos de las repúblicas de la Unión. ¿Pero qué decisiones cabía esperar de ellos, teniendo en cuenta que los órganos rusos, controlados por uno de los firmantes de la conjura de Belovezh, como era Yeltsin, ya se arrogaban para sí las funciones de los órganos de la Unión?
 
Quedan muchos aspectos por aclarar en su conducta y proceder, y a menudo en su inhibición. Solo hay una cosa clara: el primer y último presidente de la URSS dimitió sin designar sucesor. Al poco de su marcha se marchó con su esposa Raisa, a descansar, por lo visto, con la conciencia tranquila.

El eco de la división de las aguas

Fuesen cuales fuesen los motivos, objetivos y subjetivos, para la destrucción de la URSS, ninguno de ellos reduce la culpabilidad de aquellos que la destruyeron en el bosque de Belovezh. Es un crimen de los que no prescriben. Se valoren como se valoren los vergonzosos acuerdos del 8 de diciembre de 1991, aquella fue una rendición vergonzosa e injustificable del país.

El eco de aquella catástrofe sigue retumbando en nuestros días. En Novorrusia combaten por un lado los antifascistas, aquellos que dijeron o hubieran dicho sí a la Unión Soviética aquel 17 de marzo de 1991, y por otra los antisoviéticos de todo pelaje, que entonces se pronunciaban y ahora lo hacen con mucha más fuerza, en contra de un país unido y hermanado. La línea divisoria entre ellos arranca en el desconocimiento de aquella victoria de los primeros sobre los segundos, en aquel histórico referéndum sobre la preservación del país soviético.


Fuente                                 Alexánder Yevdokímov
                                          (Traducido del ruso por Íñigo Aguirre)

lunes, 23 de marzo de 2015

EL GIGANTE MONSANTO



Conozca las 7 formas en las que Monsanto 

destruye nuestra salud 


El gigante de la biotecnología Monsanto acumula numerosas denuncias por los daños para la salud y las consecuencias negativas para el medio ambiente que conlleva la modificación genética de semillas y cultivos que practica la empresa.

'El Ciudadano' recopila siete motivos por los que la empresa biotecnológica Monsanto Corporation es nociva para nuestra salud:

1. Agente Naranja: En los años 60, la compañía era uno de los fabricantes y el principal beneficiario de este producto utilizado como arma química en la guerra de Vietnam. Como resultado del uso del agente naranja, alrededor de 400.000 personas murieron o sufrieron mutilaciones, 500.000 niños nacieron con malformaciones y un millón de personas quedaron discapacitadas o sufrieron problemas de salud. EE.UU. ha permitido a Monsanto y a otras empresas químicas realizar apelaciones y recibir protección ante las querellas y denuncias de los veteranos de guerra que alegaron daños y perjuicios por estos hechos.

2. Aspartame: Ya en el año 1994 el Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE.UU. (HHS, por sus siglas en inglés) publicó un informe que enumeraba 94 problemas de salud causados por este edulcorante no calórico. Se ha demostrado que causa daños graves que se acrecientan mediante el consumo prolongado, destruyendo áreas vitales del cuerpo humano. Sin embargo, el aspartame sigue presente con otras denominaciones en muchos productos comestibles habituales.

3. Sacarina: Diversos estudios con ratas de laboratorio demostraron que la sacarina produce cáncer, y en seis estudios realizados sobre pacientes humanos por el Instituto Nacional del Cáncer de EE.UU. se descubrió que quienes consumen edulcorantes artificiales como la sacarina o el ciclamato son más propensos a sufrir posteriormente cáncer de vejiga.

4. Somatotropina bovina recombinante (rBGH): También llamada hormona de crecimiento bovino, es una hormona modificada genéticamente por la empresa que se inyecta en las vacas para aumentar la producción de leche. Según varias investigaciones, existe un vínculo entre la leche rBGH y el cáncer de mama, cáncer de colon y cáncer de próstata en seres humanos. La hormona está prohibida en Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Japón, Israel, la UE y Argentina.

5. RoundUp: Es el herbicida más popular del mundo. Se utiliza en cultivos genéticamente modificados que resisten al glifosato y sus residuos siguen presentes en los alimentos que más tarde se distribuyen en los supermercados. Según un estudio realizado por los oncólogos suecos Lennart Hardell y Mikael Eriksson, este herbicida está directamente relacionado con el cáncer y el linfoma no-Hodgkin.

6. Cultivos modificados genéticamente: Son creados por Monsanto mediante la manipulación genética del maíz, el algodón, la soja y la canola con el ADN de una fuente extraña. Estos cultivos están diseñados para ser resistentes a grandes dosis del herbicida RoundUp, y como consecuencia están generando la aparición de 'supermalezas', también resistentes a los herbicidas. Por este motivo, el herbicida RoundUP es cada vez más fuerte.

7. Semillas Terminator: La tecnología de Monsanto produce granos estériles incapaces de germinar. Esto obliga a los agricultores a comprar semillas de Monsanto cada año en lugar de guardar y reutilizar las semillas de sus cosechas, como se hacía tradicionalmente. Las semillas Terminator, y posteriormente las flores, producen la llamada 'polinización cruzada', ya sea por el viento o mediante las abejas (las que todavía no han muerto por culpa del RoundUp), y contaminan cultivos aledaños no estériles. De esta manera Monsanto pone en peligro las existencias de semillas naturales en el futuro. Finalmente, una contaminación total otorgaría el control del suministro de alimentos a nivel mundial a Monsanto y la industria de los transgénicos.

Fuente            Leer+ SOBRE MONSANTO
rt.com