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sábado, 7 de junio de 2014

"PODEMOS". INFO



"Podemos": Frikis o bolcheviques

Pedro Arriola, gurú de Mariano Rajoy y de su Partido Popular, en una reciente comparecencia pública empleó el término “friki” para abordar la eclosión de “Podemos”. Por su parte, Rosa Díez se sirvió de otro concepto en boga, el de “populismo”, para caracterizar a la novísima formación de la que todo el mundo habla; incluyendo en el mismo a fuerzas tan dispares como el Frente Nacional francés, el SYRIZA griego, el Movimiento Cinco Estrellas del italiano Beppe Grillo, etc.
Son dos de las numerosas aproximaciones que, realizadas desde posiciones políticas e intencionalidades muy diversas, tratan de explicar este fenómeno que ha empañado a la cifra realmente ganadora en los pasados comicios europeos del 25 de mayo: la de una abstención que, acaso, haya inmovilizado más a las derechas que al conjunto de izquierdas; revigorizadas gracias a “Podemos”, aunque, de momento, algo más fragmentadas.
Pero, más allá de estos calificativos, despectivos o escasamente explicativos, ¿qué es “Podemos”? ¿Cuál es su naturaleza política? ¿Es posible caracterizar, más allá de sus fáciles eslóganes y propuestas populista irrealizables (incluso coincidentes en algunos aspectos económicos con sus genéticamente contrincantes del Frente Nacional), y con rigor, tan contundente fenómeno mediático y de masas?
Además de estos interrogantes básicos, las actuaciones y afirmaciones de “Podemos” plantean otras cuestiones algo más triviales pero no, por ello, menos relevantes. Así, aseguran, entre otras, que son jóvenes sin experiencia política; que el suyo es un proceso democrático abierto a la ciudadanía; y que únicamente se han financiado con apenas 300.000 euros. ¿Es cierto? ¿En todo, en parte, nada acaso? Lo iremos analizando en dos breves artículos sucesivos.
Manifiesto fundacional de Podemos
Los orígenes orgánicos más remotos de “Podemos” hay que señalarlos en un manifiesto público, fechado el 14 de enero de 2014, por el que se convocaba a «recuperar la soberanía popular» mediante una candidatura para las europeas, proponiendo, a tal efecto, un proceso electoral «participativo y  abierto a la ciudadanía».
Lo encabezaba la siguiente propuesta, dándole título: «Mover ficha: convertir la indignación en cambio político». En dicho manifiesto se insistía en la necesidad de constituir una alternativa a la actual situación de crisis económica y política que vive España, así como en las posibilidades de cambio real que entrañaba la coyuntura actual. Y lo firmaban casi treinta activistas, entre otros: Juan Carlos Monedero, profesor de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid; el actor Alberto San Juan; Jaime Pastor, profesor de Ciencias Políticas en la UNED; el escritor y filósofo Santiago Alba Rico; el sindicalista Cándido González Carnero; y Bibiana Medialdea, profesora de Economía en la UCM (Consulta del manifiesto).
El manifiesto en cuestión disfrutó de una notable repercusión entre los medios digitales de izquierdas. Llegados aquí, es necesario recordar una circunstancia. Un fenómeno mediático característico de estos últimos años, asociado al desalojo del poder del PSOE por el Partido Popular, ha sido el espectacular crecimiento de diarios digitales que han proliferado en la red de redes, más o menos a la izquierda del PSOE; en general magníficamente elaborados, con buenos profesionales, medios informáticos notables, y abundantes informaciones escritas y gráficas de marcado signo ideológico siempre izquierdista. Hablamos, entre otros, de Público, El Diario, Info Libre, Nueva Tribuna, Tercera Información, Diario Progresista, Diagonal Periódico, etc.
En este marco informativo, escasamente seguido desde medios conservadores, se publicó pocos días después en el dirigido por Ignacio Escolar, concretamente el 21 de enero de 2014, una noticia que pasó desapercibida fuera de esos digitales izquierdistas. En la misma se aseguraba, básicamente, que la estructuración de Podemos estaba dirigida por un pequeño partido radical: Izquierda Anticapitalista (IA).
¿Podemos versus Izquierda Unida?
Entre otros abundantes datos, procedentes de la documentación elaborada por esta pequeña pero muy activa formación de raíces trotskistas, se destacaba en dicha noticia que la secretaría confederal de Izquierda Anticapitalista (máximo órgano directivo) habría fijado «los puntos políticos de la propuesta de proceso de cara a las elecciones europeas» en un boletín interno de principios de enero (Enlace Nº 82). Así, se afirmaba que existía la posibilidad de impulsar una candidatura para las elecciones europeas dada la concurrencia de varios factores: «La presencia de una serie de personalidades con proyección mediática como cara pública del proyecto, lo cual nos abre la opción de conectar con sectores de la población de izquierdas insatisfechos con las organizaciones tradicionales». Se refería, al parecer, a Pablo Iglesias. Otros factores serían, a su juicio: «La situación de impasse de las fuerzas independentistas de izquierdas de cara a las europeas», la posibilidad de «utilizar las elecciones como un “momento político” en donde podemos avanzar en la construcción de Izquierda Anticapitalista y de espacios amplios de ruptura»,  y «el giro a la derecha de IU, que cada vez parece más destinado a preparar un Gobierno “de izquierdas” con el PSOE». El primer borrador del proyecto de IA presentaba, ciertamente, numerosas semejanzas con el publicado el 14 de enero y ya considerado como fundacional de “Podemos”: frases textuales de la introducción, un decálogo, etc.
Tal documento fue discutido en las asambleas locales de IA hasta su aprobación el 11 de enero. Según las fuentes consultadas por eldiario.es «Lo de Pablo Iglesias no es tanto una iniciativa de IA, como de una parte de su dirección que, tras unos sondeos con él, miembros de la Fundación CEPS y algunos integrantes de Juventud sin Futuro, se pone en marcha. Esto ha generado malestar en parte de Izquierda Anticapitalista, porque el proceso no responde a la cultura tradicional de la izquierda: es una propuesta que se encuentra la organización tras encuentros informales de parte de su dirección». Otros, por el contrario, defendían que el proceso observaba todas las garantías democráticas internas. Por último, se señalaba que el citado estaría perfectamente planificado, habiéndose elaborado un calendario que, básicamente, fue el que siguió “Podemos”.
Inmediatamente empezaron a circular por internet, en numerosos foros de izquierdas (Rebelión.org, Alasbarricadas.orgKaosenlared.net, etc.), contradictorias interpretaciones sobre la naturaleza de “Podemos”; marcadas por la pertenencia de los comentaristas a alguna de las numerosísimas facciones radicales de izquierdas. Para unos, “Podemos” era fruto de una cultura asamblearia de izquierda, en contraste con un modelo más rígido (leninista) propio de la principal tradición de los partidos de izquierdas; otros opinaban que era una apuesta de determinados grupos (la dirección de IA) dirigida contra Izquierda Unida; etc., etc. Pero, en su mayoría, partían de la siguiente afirmación: «”Podemos” es la marca blanca de Izquierda Anticapitalista tal y como demuestran sus documentos internos».
Y, por si quedaban dudas, en Enlace Nº 84 de IA, fechado el 5 de marzo, se afirmaba, entre otras cosas, que el partido se encontraba «lanzando una iniciativa con personalidades con una cultura política populista pero que contaban con un poder de convocatoria muy importante y con una innegable popularidad». En ese Enlace Nº 84 se proponía, en consecuencia, trabajar en el interior de los Círculos Podemos –su principal elemento organizativo- dado que «la innegable influencia de nuestr@s militantes en ellos en muchos territorios nos puede permitir tener un peso determinante en la batalla». Concretaban aún más: «La operación con Pab [significaría Pablo Iglesias] nos habrá permitido dar un salto en muchos aspectos: gente organizada, discusión política, cambio parcial de la correlación de fuerzas con respecto a la izquierda reformista» (Ver referencia)
Semejantes disquisiciones -que pueden consultarse en numerosos foros y digitales izquierdistas de internet, avaladas por referencias doctrinales de todo tipo, incluso larguísimas citas textuales de “clásicos” del marxismo como Trotski, Marx, Lenin, Stalin y Mao- y que a la mayoría de ciudadanos interesan muy poco, tienen en realidad mucha relevancia; pues, de ser verídicas las informaciones objetivas que las habían originado, se desvelaría que una de las señas de identidad de la que tan orgullosos se muestran en Podemos -su espíritu asambleario, abierto y no prefigurado en sus objetivos últimos y medios de actuación- no correspondería con la realidad.
Así es: de ser cierta semejante planificación estratégica, elaborada por un pequeño equipo dirigente, más o menos oculto -y los documentos que abundantemente circulan por internet parecen acreditarlo- nos encontraríamos ante una gran impostura: en contra de lo afirmado reiteradamente, Pablo Iglesias y su estrecho equipo seguirían una agenda cerrada, perfectamente planificada y de una identidad ideológica muy marcada. De proceso abierto a la ciudadanía, pues, nada de nada.
Llegados a este punto del recorrido, debemos interrogarnos sobre la naturaleza y realidad de IA.
Izquierda Anticapitalista y el Trotskismo
IA es un grupo bastante reducido, numéricamente hablando, pero de una larga e intensa actividad política en la periferia o en el seno de Izquierda Unida (según el momento de su historia), fruto de uno de los principales colectivos resultantes de la unión, tras un largo proceso de debates, hacia 1989, de las que fueron algunas de las organizaciones más radicales y potentes de la extrema izquierda en los años finales del franquismo y en la Transición: la Liga Comunista Revolucionaria y el Movimiento Comunista.
Bien puede resumir su complejísimo periplo -jalonado por múltiples estrategias, cambios de denominación, publicaciones, participación en variadísimas estructuras de todo tipo (políticas, culturales, vecinales, internacionalistas, feministas, antiglobalización, pacifistas, ONGs, etc.), escisiones, expulsiones, etc.- el siguiente texto que tomamos prestado de una facción trotskista rival de IA. «Detrás del proyecto “Podemos” se encuentra Izquierda Anticapitalista (IA) cuyos veteranos dirigentes militaron anteriormente en Izquierda Unida y, hay que señalar, manteniendo en muchas ocasiones posiciones muy incoherentes. A finales de 2008 decidieron abandonar IU al calor del avance de sus fuerzas hermanas en Francia y Portugal (El NPA, Nuevo Partido Anticapitalista y el Bloco de Esquerdas). Pero tras el fracaso que cosechó Izquierda Anticapitalista en las elecciones europeas de 2009 (apenas 20.000 votos) y las dificultades manifiestas que han tenido para rentabilizar políticamente el movimiento explosivo del 15 M, han buscado en el tirón mediático de Pablo Iglesias la forma de resituarse en el panorama político». Así lo resume un análisis fechado el 1 de marzo pasado, de la Corriente Marxista El Militante -la organización trotskista que fundara y sostiene el ocasionalmente célebre Sindicato de Estudiantes, manteniéndose, con dificultades, en Izquierda Unida- y que por esa condición ideológica, rivaliza en “pureza revolucionaria”, “coherencia programática” y “corrección interpretación científica”, con esta otra facción trotskista que es Izquierda Anticapitalista.
Huelga decir que existen otros grupúsculos trotskistas, rivales entre sí, de ámbito internacional, que reivindican el espíritu originario de la Cuarta Internacional que fundara el mismísimo León Trotski en 1938, a saber: Secretariado Unificado de la IV internacional, Corriente Marxista Internacional, Comité por una Internacional de los Trabajadores, Liga Internacional de los Trabajadores-Cuarta Internacional, Unidad Internacional de los Trabajadores, International Socialist Tendency, Coordinadora por la Refundación de la Cuarta Internacional, Fracción Trotskista-Cuarta Internacional. Organizaciones, todas y cada una de ellas, con sus respectivas secciones nacionales, radicadas con mayor o menor fortuna en España, sus secretariados internacionales, sus órganos de expresión. De ahí ese dicho, fruto de la sabiduría popular de aquellos años de la Transición, que así decía: «un trotskista, una célula; dos trotskistas, un partido; tres trotskistas, una escisión; cuatro trotskistas, una unificación, dos escisiones y dos abandonos».
De reproducirse en “Podemos” semejantes dinámicas –tan características de las facciones izquierdistas radicales de todas las escuelas-, su futuro se presentaría poco halagüeño; pero, ciertamente, nunca habían disfrutado de un éxito popular semejante, por lo que se cuidarán mucho -muchísimo-, o deberían hacerlo, de no cometer tan reiterados errores del pasado. Incurriendo en guerras intestinas, incomprensibles para la mayoría de los mortales a causa de tan elevadas dosis de abstracción ideológica, se desanimaría a la militancia; trasladándose de paso al público en general la percepción de que semejantes fricciones lo eran de naturaleza más sectaria que política. Y no hablamos de meras hipótesis: recordemos, aquí, el caso de Lutte Ouvrière.
Se trata de una pequeña formación trotskista de pasada, fulgurante y efímera fortuna; no en vano, con su candidata a la Presidencia de Francia en 2002, Arlette Laguiller, alcanzó nada menos que el 5,72 % de los votos, es decir, más de 1.630.000. Y señalemos que lo consiguió en competencia con otra fracción trotskista: la Liga Comunista Revolucionaria que, con Olivier Besancenot, sumó más 1.210.000 votos; un 4,23 % del total. Unos resultados que sorprendieron tanto como asustaron a la opinión pública francesa. Esta LCR francesa formaría, años después, el ya mencionado Nuevo Partido Anticapitalista, en el que se inspirarían sus correligionarios españoles. Por su parte, LO inició un rápido declive marcado por ciertos escándalos, el descubrimiento de células “secretas” de sus militantes infiltradas en los grandes partidos de la izquierda francesa, escisiones, expulsiones…
Para no cansar más al lector, en este itinerario que pretende desvelar algunos de los interrogantes que plantea Podemos, continuaremos respondiéndolos, en la medida de nuestras posibilidades, en un artículo que insertaremos en La Tribuna del País Vasco en la próxima semana.
En el mismo hablaremos, un poquito, de algunos de los dirigentes y militantes más destacados de Izquierda Anticapitalista implicados en “Podemos”; mencionaremos las principales referencias ideológicas de ambas entidades; y nos plantearemos las razones de su formidable éxito electoral y de su incuestionable impacto social.
Fuente                             Fernando J. Vaquero Oroquieta
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viernes, 6 de junio de 2014

DEMOCRACIA S.A.




La democracia dirigida y el fantasma del totalitarismo invertido

¿Es posible pensar que el país democrático por antonomasia, los Estados Unidos de América, no sea en realidad en absoluto democrático? ¿Que los Estados Unidos se hayan metamorfoseado en una nueva y extraña especie de híbrido político en el que el poder económico y el poder del Estado se han asociado y quedado fuera de control? ¿Es posible que ese país, "el más poderoso de la Tierra", "Superpoder", haya descendido hacia una forma invertida del totalitarismo? 

Sheldon Wolin, probablemente el más destacado teórico norteamericano de la democracia, analiza en esta obra los rasgos dominantes de un régimen que, si bien no puede ser comparado moral ni políticamente con los estados totalitarios del siglo XX (la Alemania nazi, la Italia fascista, la Unión Soviética), deriva peligrosamente hacia una situación en la que el descontrolado poder económico puede convertirse en un "poder total", con sus propias patologías. Un régimen cuyos ciudadanos son políticamente apáticos y sumisos, y en el cual las élites desean que sigan siéndolo. En el mejor de los casos, afirma Wolin, los Estados Unidos se han convertido en una "democracia dirigida" en la que el pueblo es manipulado y no soberano y, en el peor de los casos, en un país donde el poder corporativo no responde a los controles del Estado. 

De acuerdo con la tesis según la cual "es posible que una forma de totalitarismo diferente de la clásica surja a partir de una supuesta democracia fuerte en lugar de una fracasada", Sheldon Wolin ofrece en este libro, tan oportuno como inquietante, uno de los diagnósticos más oscuros sobre los males de la política que se han realizado en las últimas décadas: un diagnóstico que parece confirmarse a la luz de los acontecimientos actuales y de la crisis de un sistema financiero que escapó a todo control. 

Fuente
katzeditores                 Leer+ DEMOCRACIA S.A.

jueves, 5 de junio de 2014

(ACTI) EL ACUERDO TRANSATLÁNTICO




DOSSIER ESPECIAL: LOS PELIGROS DEL ACUERDO TRANSATLÁNTICO

Un dossier imprescindible para comprender los riesgos de este Acuerdo Transatlántico negociado a escondidas de la ciudadanía.

Las elecciones europeas de mayo de 2014 han sido testigo del amplio rechazo de la población ante las políticas que se han aplicado en el viejo continente. 

¿Cuál ha sido la respuesta de Bruselas a esta oposición colectiva? Adelantar la firma de un acuerdo negociado en secreto con Washington que pondrá en marcha un Acuerdo Transatlántico para el Comercio y la Inversión (ACTI), un gran mercado transatlántico. Esta réplica del modelo comunitario sería contradictoria si no tuviera como base fundamental la privatización y el librecambio, los dos pilares de la Unión Europea. Ya en 2008, la crisis financiera facilitó la implantación de políticas conservadoras que han atacado directamente al gasto público y a los programas sociales. Seis años más tarde, tanto Bruselas como Washington tienen intención de seguir por el mismo camino. 

El crecimiento se estanca, el desempleo aumenta y las desigualdades sociales son cada vez mayores: los gobernantes occidentales deducen de esta situación que ha llegado la hora de consagrar el derecho de las multinacionales (a obtener más beneficios) por encima del deber de los propios Estados (de proteger a su ciudadanía). 

Pero todavía no está todo perdido. Tanto en Europa como en Estados Unidos, las movilizaciones contra el ACTI ganan terreno y los defensores del tratado, que creían tener ya la partida ganada, empiezan a verse en apuros…

La negociación de un Acuerdo Transatlántico para el Comercio y la Inversión (ATCI) entre Estados Unidos y la Unión Europea confirma la voluntad de los neoliberales de transformar el mundo. 

Ponen los tribunales al servicio de los accionistas, guardan silencio sobre el acuerdo y dejan la democracia al cuidado de los lobbies… Su inventiva no tiene límites. Para la eventual firma del tratado todavía hay que superar numerosas etapas. Sin embargo, la finalidad comercial del ATCI se recubre de visos estratégicos: aislar a Rusia y contener a China en un momento en el que ambas potencias acercan posiciones.

Sumario del dossier:

Los poderosos rediseñan el mundo
por Serge Halimi

La globalización feliz: instrucciones de uso
por Renaud Lambert y Raoul Marc  Jennar

Diez amenazas al pueblo estadounidense...
por Lori Wallach

... Y diez amenazas a los pueblos europeos
por Wolf Jacklein

Tribunales para atracar a los Estados
por Martine Bulard y Benoit Bréville

Té, pastas e ideas brillantes en el hotel Shangri-La
por Renaud Lambert 

Silencio, estamos negociando por vosotros
por Martin Pigeon

Napoleón III eligió el librecambio
por Antoine Schwartz

Carta (imaginaria) de Tonsanmo a sus accionistas
por la dirección de Tonsanmo
junto con Aurélie Trouvé (profesora titular de Economía y copresidenta del Consejo Científico de ATTAC)


Los tres actos de la resistencia
por Raoul Marc Jennar 


Fuente
monde-diplomatique

miércoles, 4 de junio de 2014

EURASIANISMO




Eurasismo: Un arma de guerra contra el Mundialismo

A base de gritarlo alto y claro por todas partes, los medios de comunicación occidentales tendrán posiblemente su guerra civil en Ucrania. Para todo militante revolucionario y continentalista preocupado por las lecciones de la historia, ya está claro que la “crisis” de Ucrania no es más que una batalla en la gran guerra que actualmente se desarrolla para el destino de nuestro futuro colectivo. En esta lucha, los insultos o las generalizaciones grotescas no pueden servir a nuestro discurso. ¿Por qué exagerar cuando los hechos y la historia ya nos dan la razón?
Idealismo y realidad
Como era de esperar, la “Tercera Vía” no existió nunca en realidad. La revolución popular de Maidan, que partía de una contestación legítima (echar al mafioso Yanukovich) fue subvertida muy rápidamente por toda la camarilla naranja (pro-UE) que se estaba preparando desde hacía tiempo. Todos los capítulos de esta conocida pieza se desarrollaron como en el teatro: banderas europeas, el romanticismo de las barricadas, los francotiradores, Bernard-Henri Lévy, los malvados “titushkis” (en Siria, eran “los shabihas”) y, finalmente, la huida del derrocado presidente y el gobierno de transición compuesto de marionetas occidentalizadas preseleccionadas. Yatsenyuk abogando por la “Open Society” (sociedad abierta) tan querida por el activista naranja y multimillonario americano George Soros. La formación de una “Guardia Nacional” y sus uniformes americanos, como en Libia. La estigmatización de los elementos verdaderamente revolucionarios del Maidan (“los extremistas”) y la “Noche de los cuchillos largos” (Shashko Billy asesinado por la policía del nuevo régimen). Focalización de la cólera hacia la “amenaza rusa” exterior. La llamada a la solidaridad de los nacionalistas de Europa, para reeditar una vez más el Frente del Este; Croacia y Georgia contra los “ruso-bolcheviques”. La formación de una brigada de voluntarios internacionales (por Gaston Besson, veterano de Croacia y Birmania). Todo salió como lo habíamos previsto, hasta el último detalle.
La estandarización mundialista ya está trabajando en Ucrania. La Unión Europea no se hizo de rogar, puesto que ya ha apelado al alza de los precios del gas para los particulares, a la bajada de los salarios que ya afecta a los mineros del Kherson y anunció que no se podía negociar la autorización o no de una futura Gay-Pride. Lo tomas o lo dejas. El nuevo gobierno se compone de los esbirros más predestinados, como todos” los gobiernos de transición democrática”, establecidos por o para Occidente.
En cuanto al Sector Derecho, que todavía no ha aclarado su relación con el oligarca judío Igor Kolomoisky (apodado “el judío pardo” por su proximidad desde hace mucho tiempo con los movimientos de extrema derecha), no duda en hablar de una “posible” alianza con la OTAN. El movimiento paramilitar que representaba, entre los idealistas, la última esperanza de “terminar la revolución” se presenta a las elecciones y sus líderes entre bastidores son fotografiados por la prensa, limpiando grafitis antisemitas en las paredes de las sinagogas, sólo para mostrar que después de todo, no son nazis, sino presentables y en consonancia con los valores progresistas de sus futuros acreedores de Bruselas o Nueva York.
Evidentemente, hay que tener los pies en el suelo, la situación es bastante compleja. La mayoría del pueblo ucraniano aspira a la restauración de un orden próspero y de una cierta dignidad cultural, sin saber muy bien lo que sigue. Por supuesto, la mayoría de los militantes del Praviy Sektor no son “agentes sionistas”, y no están pagados por la CIA, sino que son sobre todo nacionalistas clásicos: muy buenos en el terreno, políticamente amateurs, y finalmente, actores de relleno. Necesitamos relativizar sobre el Praviy Sektor y esos “nacionalistas ucranianos” que emocionan tanto a sus camaradas franceses. En Ucrania, ya no constituyen una fuerza política capaz de influir en la realidad o imponer ideas. Están por lo tanto eliminados del tablero de juego.
Por cierto, extraigamos de todo ello, para Francia, lecciones del Maidan: una fuerza violenta estructurada mediante la realización de la ocupación de un lugar público puede crear una burbuja temporal, una situación, y, por lo tanto, si es lo bastante resuelta, puede inclinar el equilibrio de poderes. Incluso puede entrar en la leyenda mediante la difusión de una mística romántica (y ser fotografiados copiosamente por los profesionales de la Agencia France Presse). Sin embargo, si por amateurismo político, ingenuidad, falta de voluntad o falta de reacción, no se impone al frente de la toma de decisiones del cambio, no recogerá los frutos, será confinada adecuadamente y perderá el tren de la historia. Hubiera sucedido lo mismo en París, si los agitados jóvenes nacionalistas de la Manif Pour Tous hubiesen logrado hacer dimitir a Hollande. De este modo, sin un fuerte punto de vista político y animado más allá de una simple reacción, sin hoja de ruta y sin reflexión política (y militar), toda rebelión no se convierte en revolución.
«Ningún cheque en blanco para Putin»
Es aquí donde entra en juego el eurasismo. Muchos de nosotros hemos constatado que la “nueva resistencia” francesa, hoy, necesita una metodología eficaz, de disciplina, de estructura y de inteligencia política para lograr constituir una alternativa popular y seria al actual sistema francés. Las disputas doctrinales no nos conciernen aquí. Está claro que el saber-hacer político se perdió en gran medida desde los años 1960-1970. La rutina de las reuniones de célula, las mociones, los turnos de palabra, y las coordinadoras nos vienen del sindicalismo revolucionario y llevan la marca de Sorel y Proudhon así como la de Valois. Hemos de reconectarnos con estos métodos que han demostrado ser aptos, sino, es inútil esperar ningún resultado.
En cuanto al eurasismo, no está destinado a sustituir la política local o nacional, ni a convertirse en una abstracción difícil de alcanzar reservada a los intelectuales “de las cumbres”. El eurasismo pretende dar un sentido histórico y una importancia internacional a la coordinación de las revueltas (de derecha o de izquierda) que se incuban en Europa occidental y por lo tanto en Francia. El eurasismo no sólo proporciona un lenguaje político común a esta coordinación internacional, sino también una mística capaz de hacer frente al mesianismo globalista. El eurasismo tiene utilidades prácticas, se dirige a la realidad, y esto es lo que sus críticos no han comprendido.
Regresemos a Ucrania. Elegir su campo no significa dar “cheques en blanco” a Putin. Los que, como yo, eligen el bando de Rusia, saben el porqué. No nos hacemos ilusiones. Putin y su gobierno protegen ante todo los intereses de Rusia y no piensan sacrificarlos en el altar de una revolución mundial en contra de los bancos, idea ridícula. Nuestro apoyo a Rusia no se debe a los “grandes músculos de Putin cazando a caballo sin camisa”, como los interpretan nuestros críticos. Rusia no es un “super-héroe antisionista ” Rusia ya no es un país comunista, ni siquiera socialista, sino una potencia regional (re) emergente y liberal-conservadora. En esto, sigue una dinámica política que le es propia. Pero esta dinámica política coincide con los intereses (inmediatos o a largo plazo) de los “disidentes” franceses, y de muchos movimientos de oposición en Occidente.
El interés de los revolucionarios franceses es la muerte de la UE, de la OTAN y el estilo de vida occidental. Se debe tener en cuenta el efecto de inercia de cualquier política. Si Putin mantiene su línea referente al despertar espiritual ruso, el tradicionalismo, la diplomacia “de lealtad”, el apoyo de sus aliados contra las agresiones externas, aunque no fuera más que por puro pragmatismo, estas medidas tendrán (y tienen ya) un impacto innegable en la cultura mundial (no sólo por el tamaño o la importancia de Rusia, sino sobre todo por la forma en que se percibe y se representa en las mentalidades colectivas). Rusia se ha embarcado en la carrera para ponerse al día en materia de soft-power y de guerra “de 4ª generación” (medios de comunicación, opinión pública, dominación cultural, etc.). Desde la caída del comunismo, Occidente parecía ser el único que ofrecía un “proyecto” al mundo. Proyecto real (la apertura democrática liberal) como predicado y apoyado por una potencia concreta (militar y económica). Hoy en día, este proyecto occidental vacila y su potencia concreta está en retirada. Sin embargo, frente a él, los “no alineados”, el BRICS o los Rogue States durante mucho tiempo han carecido de proyectos, ideales o mística para oponerse a él.
Aunque la Rusia de hoy está lejos de ser apta para el proyecto eurasista, hace de vehículo. Aparte del eurasismo, la concepción rusa (o china) del capitalismo sigue estando articulada a un esquema clásico basado en el mercado de bienes. Pero estos países continentales están centrados en sí mismos. No buscan exportar su estilo de vida ni a evangelizar el mundo y mucho menos a remodelar la humanidad antropológicamente, ni tampoco conscientemente buscan destruir cualquier realidad cultural, étnica, o religiosa existente (incluso cuando ellos no dudan en ocupar o dominar a una nación de su “extranjero próximo” para un propósito funcional estratégico y económico). No podemos equipararlos a Occidente, como si se tratara de dos imperialismos equivalentes.
Por último, Rusia tiene algo que supera las abstracciones románticas que tanto gustan a algunos camaradas franceses. A diferencia de la “tercera vía” micro-nacionalista que en los hechos no existe, Rusia tiene aviones, misiles, tanques, soldados, stocks de armas… Ella ha empezado a replicar las técnicas de subversión occidental utilizando (como en el judo), la fuerza de su oponente. Así se hizo la secesión de Crimea y pronto la del Donbass. Así, tal vez, mañana se hará la liberación de los pueblos de Europa, un punto de encuentro entre las revueltas populares incesantes en el oeste, y la voluntad previsible de Rusia (o de cualquier otro “no alineado “) para pagarle con su propia moneda a la OTAN, devolviéndole sus propias técnicas de desestabilización y otros frutos de la doctrina Gene Sharp. Por estas razones y muchas otras, hemos elegido nuestro campo. Ahora, conviene poner este apoyo en práctica.
Por un eurasismo militante y francés
“La injerencia” en el sureste ucraniano, históricamente ligado a Rusia, nos parece natural como respuesta a la agresión occidental (que solo se deshizo de Yanukovich cuando este último se volvió hacia el este). La zona industrial de Kherson es estratégica, no es cuestión de que la OTAN se la apropie. Esta “injerencia” rusa no es más impactante para nosotros que si, en un caso hipotético, Francia enviase sus tropas a Bélgica para anexar Valonia tras un golpe de Estado flamenco anti-francés y apoyado por Alemania… Nuestro apoyo va a los mineros de Kherson, a las banderas negro-azul-rojo, y a la resistencia (armada o no) a la UE. El vínculo entre todas estas luchas es la cruz de oro flechada sobre fondo negro, que simboliza la luz central de nuestro continente, poblada por los descendientes de las tribus nómadas indoeuropeas surgidas de las estepas de Eurasia.
En Francia, el eurasismo con demasiada frecuencia se limita a los círculos más intelectuales de la oposición. Todavía es visto demasiado a menudo ya sea como una pura estética, o como un proyecto extranjero incompatible con cualquier idea francesa. Sin embargo, asistimos lenta y seguramente tanto a una evolución como a una mutación del público afectado. Por ejemplo, la muy joven red Unité Continentale, primera formación francesa abiertamente eurasista y orientada a la vez al activismo, está formada sobre una base militante predominantemente proletaria y popular, joven y aventurera, poco amante de las abstracciones esquivas. Se ilustra con carteladas masivas por Vorislav Seselj, preso político serbio de la OTAN, a través de acciones repentinas (quema de banderas de Estados Unidos y de Bruselas en la Place du Trocadéro) o incluso con su presencia en diversos actos en apoyo a Rusia, a la Jamahiriya libia o a la República Árabe Siria. El eurasismo francés, además de tener una base activista determinada y organizada, debe ser capaz de formar cuadros políticos que más tarde van a frecuentar movimientos de ideologías, roles y públicos diversos: más allá de la izquierda y de la derecha, pero contra el centro. El eurasismo no está destinado a formar sectas, sino a alimentarse de todo lo que puede integrar su combate global.
Fuente                        Guillaume Lenormand
tribunadeeuropa                               (Traducción de Jordi Garriga)

martes, 3 de junio de 2014

ABDICACIÓN DEL REY



Lo que ha sido el juancarlismo y la dicotomía “Monarquía-República”

La predicción no era muy aventurada y la habíamos formulado el 28 de abril en un artículo publicado en Info-krisis). Que la monarquía juancarlista se estaba acabando era más que evidente para cualquier analista político. Entre bambalinas se estaban dando los pasos para llegar a ese desenlace. Juan Carlos intentó hasta el último momento mantener sus posiciones pero la “operación lustre” no dio frutos y las encuestas demostraban que se estaba próximo a cerrar un ciclo. Ahora queda analizar algunos elementos de esta “crisis” (porque, a fin de cuentas, se trata de una crisis).

Juan Carlos y la transición

Era frecuente, hace unos 20 años e incluso hasta 2010, que muchos nombres de relumbrón de la izquierda y la derecha dijeran aquello de “no soy monárquico, soy juancarlista”. Con eso indicaban su falta de convicciones monárquicas, unido a la gratitud hacia el “monarca que hizo el cambio”. En realidad, el papel de Juan Carlos I en la transición fue, como el de Adolfo Suárez, de meros “rostros” de una transición que otros habían diseñado. El papel del segundo no consistió más que en aportar aplomo, rostro (en el peor sentido de la palabra) e imagen a la transición. En cuanto al papel de Juan Carlos no fue nada más que en tranquilizar a la derecha sociológica española, franquista por lo demás, de que lo que sucedería a partir del 20-N de 1975 no sería nada más que lo de antes pero levemente modificado, en ningún caso, una “ruptura”. Incluso la Ley para la Reforma Política fue considerada como la “culminación” y la “última” Ley Fundamental de la arquitectura constitucional franquista.


En realidad, la transición del franquismo al régimen de 1978 fue impulsada por tres sectores: 1) el incipiente capitalismo español que precisaba nuevos mercados para colocar sus productos, 2) el capital internacional –especialmente el capital financiero- que veía en España un mercado prometedor y 3) el Pentágono que precisaba –en los años de la Guerra Fría- dar “profundidad” a la OTAN.

El capitalismo español generado a lo largo de los años 60 bajo el padrinazgo del Opus Dei y de sus Planes de Desarrollo se había desarrollado lo suficiente como para poder exportar, pero desde las Comunidades Europeas, fuertes barreras arancelarias impedían la llegada de los productos españoles a los mercados. El “mercado común europeo” ya había advertido en varias ocasiones y ante las peticiones de ingreso de España, que la estructura del régimen franquista no daba los mínimos democráticos exigidos para ingresar en el Club. Así pues, era preciso democratizar el régimen.

El capitalismo internacional, especialmente el capitalismo financiero, veía en España buenas oportunidades de inversión. A fin de cuentas a finales de los años 70, algunos sectores económicos todavía no estaban suficientemente desarrollados y precisaban fuertes inversiones y modernización. La Ley de Inversiones Extranjeras de 1959 que había dado lugar al prodigioso desarrollismo de los años 60, era, a partir de ahora, un impedimento para ir más allá. Es imposible deslindar lo ocurrido en España de la trayectoria del capitalismo internacional que estaba ya en fase multinacional: además, el sector público español era un bocado apetecible para ese capitalismo extranjero. Si se trataba de democratizar el país, era evidente que ese sector público (el INI) debería privatizarse y era ahí en donde se podía dar la gran dentellada.

En cuanto al Pentágono, patrón indiscutible de la OTAN, la cuestión era mucho más simple y se resumía en que apenas 900 km que separaban la frontera entre las dos alemanias y los Pirineos. En caso de ofensiva soviética, no existía “retaguardia” desde la que articular una defensa. España, vinculada en materia de defensa a los EEUU no era un aliado seguro. Carrero Blanco ya había dado en 1972, en su búsqueda de nuevos mercados para los productos españoles y en su intento de elaborar un Plan B que nos hiciera menos “eurodependientes”, estaba abriendo mercados en el Este ante la cerrazón del Mercado Común. Era posible, pues, que España hubiera relajado su vinculación a los EEUU (los acuerdos bilaterales se negociaban por tramos de 10 y 5 años). Dado que España no podía ingresar en el club de la OTAN a causa de la particular estructura del Estado franquista, no quedaba más remedio –si se trataba de dar “profundidad” a la OTAN, que presionar para que el régimen se democratizada.

Estas fueron las fuerzas reales que propiciaron la transición. El papel del Rey y el de Adolfo Suárez fueron completamente irrelevantes. Meros actores de un guión quen o habían escrito. En cuanto al papel de la “oposición democrática”, apenas formada por el PCE y una serie de excrecencia casi irrelevantes de izquierda y de extrema-izquierda, tampoco fue esencial, a pesar de que la mitología de la transición la magnificase.

Así pues la “transición” se planteó como un cambio pacífico en el que la sabiduría del pueblo español y ha responsabilidad de sus dirigentes generaron un nuevo modelo de régimen. De ahí que se aludiera con frecuencia a una “transición modélica”. Juan Carlos no fue más que la referencia para los franquistas de que “nada había cambiado”: militares, fuerzas de orden público, magistratura, estructuras funcionariales del régimen, lo aceptaron, simplemente, porque era el “rey puesto por Franco” y mientras él estuviera, nada en efecto, parecería haber cambiado. Pero el Rey era capaz de prometer las Leyes Fundamentales del Reino… y todo lo contrario, la Constitución Española.

El final del juancarlismo, por qué…

A Juan Carlos el destino del país no le importó mucho más allá de los mensajes de navidad. En realidad, la cosa veía de familia; su padre, durante los 40 años del franquismo solamente emitió menos de cinco mensajes y documentos, todos ellos elaborados por su “Consejo Privado”, como signo de que le importaba el destino de España. De la misma forma que a Carlos IV solamente le interesaban las cacerías, a Isabel II los palafreneros de palacio y a Alfonso XII sus amores melancólicos, a Juan Carlos le interesó cualquier cosa menos la lectura diaria de las leyes que firmaba.

Es conocida la historia hacia finales de los años 80 de que estuvo unas semanas con una periodista suiza fuera de España, mientras un plotter firmaba por él no importa qué ley. Una corte de advenedizos formada en su entorno (los Ruiz-Mateos, los De la Rosa, los Prado y Colón de Carvajal, el príncipe de Chokutúa, etc) tuvieron continuos problemas judiciales. Todos ellos pensaban que el rey les sacaría del entuerto, pero a partir del instante mismo en el que se desvelaron sus corruptelas, por mucho que hubiera sido el apoyo y las entregas dinerarias que habían realizado a la monarquía, se vieron solos. Zarzuela dejó de descolgarles el teléfono. Esto recuerda a Fernando VII, “el deseado”, que a lo largo de su carrera no dejó a nadie sin traicionar.

Pero no eran los continuos líos de faldas cuyos ecos atenuados llegaban a la opinión pública, no eran ni siquiera la frecuencia con la que los amigos del monarca visitaban los juzgados, ni siquiera era el hecho del evidente desinterés en el destino de España y en la tarea de gobierno, no era tampoco el evidente debilitado estado de salud del rey, tributo a excesos de juventud, sino que era algo mucho más profundo lo que estaba ocurriendo en España y que entrañaba el descrédito y el ocaso de la monarquía juancarlista.

De la misma forma que la transición fue impulsada por las fuerzas que antes hemos definido, y no deben absolutamente nada a la personalidad del rey, el final de juancarlismo está ligado a la modificación de las correlaciones de fuerzas de la transición.

En efecto, los grandes grupos mediáticos que actuaron en los años 1976-1983 para impulsar la democratización del país (empleando todo su arsenal de artimañas para velar la realidad) hoy, o han desaparecido (Cadena 16) o se encuentran en gravísimos problemas económicos (Cadena Zeta y PRISA). El mismo modelo de comunicación que hizo posible la transición ya es cosa del pasado. Hoy es más complicado que en 1976 controlar los criterios de la opinión pública, imponerlos y modificarlos a voluntad. Existen redes sociales que generan siempre islotes de disidencia y focos de oposición a las “verdades oficiales”.

La transición se realizó diseñando un sistema electoral que llevaba a la alternancia entre dos fuerzas, una de centro-izquierda (PSOE) y otra de centró-derecha (inicialmente UCD, luego PP), apoyadas, en caso de no tener mayoría absoluta por otros dos pequeños partidos nacionalistas (CiU y PNV). Ninguna otra fuerza política ha podido tener peso real en España desde 1983 hasta ahora. Pero ese sistema ha entrado en crisis. Las elecciones del 25-M señalan la ruina del “bipartidismo imperfecto”. A partir de ahora, otras fuerzas políticas crecerán mientras los dos grandes partidos se irán disolviendo como un azucarillo. La época de las mayorías absolutas ha concluido para siempre y ya no bastará un simple acuerdo con un nacionalista para gobernar por mayoría.

¿Por qué ha ocurrido esto? Por la crisis económica desatada a partir de 2007 que se ha transformado en crisis social (6.000.000 de parados) y que finalmente, al prolongarse, ha terminado generando una crisis política en todas las esferas del régimen nacido en 1978: porque, ni una sola de las estructuras de poder creadas en 1978 goza hoy de buena salud: ni la estructura autonómica, ni los partidos, ni la magistratura, ni el parlamento, pueden alardear de satisfacer los deseos de honestidad y buen hacer exigibles. Y, por supuesto, es en este contexto en el que hay que situar la crisis de la institución monárquica.

No  que la monarquía se haya visto erosionada solamente por el caso Urdangarín, ni que la atrabiliaria historia de la caza del elefante (con sus patética e indignas excusas), ni que la salud real menguara… no, se trata de que TODA LA ESTRUCTURA DE PODER CREADA EN 1978 ESTÁ HOY EN CRISIS. Y la monarquía es una pieza más del entramado que no ha podido resistir las distintas fases  de la crisis económica iniciada en 2007…

Tras Juan Carlos ¡viva la República! (¿Viva la República?)

En 1931, después de unas elecciones municipales de las que aun hoy se ignora cuáles fueron los resultados reales, pareció que en las grandes ciudades el número de concejales monárquicos era inferior al de republicanos y el rey aprovechó para “emprender las de Villadiego” en lo que puede ser calificado como cualquier cosa menos como un “fenecer glorioso”. En Cataluña, Luís Companys proclamó la República Catalana desde el ayuntamiento y el fervor republicano se manifestó en las calles. El resto lo conocemos: nunca, en sus cinco años de vida, la República logró asentarse. Hoy, los riesgos son parecidos, sino peores.

Los que hoy proclaman la necesidad de una república deberían de tener en cuenta lo que implica la llegada de un nuevo régimen auspiciado especialmente por la izquierda revanchista. Porque no se trata ni de salir a la calle ni de encontrar el balcón más próximo para dar un salto al vacío. En realidad, fuera de los fervores de unos y de otros, de las filias y de las fobias subjetivas, la realidad es que en este país muy pocos son monárquicos o republicanos. Porque el verdadero problema no es “monarquía” o “república”, sino un país que funcione o un país que no funcione. Hay monarquías modélicas y hay repúblicas infames, y viceversa…

En un período en el que un 25% de la población está próximo al umbral de la pobreza, con una situación económica mundial endiablada e irresoluble a causa de la globalización, no parece muy claro que ni una monarquía ni una república vayan a resolver gran cosa, así pues, la discusión sobre monarquía o república es, en las actuales circunstancias, completamente irrelevante y está completamente fuera de lugar.

Por lo demás, hay que pensar que en las actuales circunstancias una “república” no sería nada más que un modelo de organización fuertemente lastrado por los valores humanistas-universalistas procedentes de la izquierda progresista, y que quienes aspiran a una “república no tricolor” no tendrían absolutamente nada que decir. Mirad los resultados de las elecciones del 25-M y veréis quiénes harían la nueva constitución republicana y cuál sería su espíritu.

El problema no es sustituir a la monarquía por otro régimen, sino que ese “otro régimen” garantice la buena marcha del país. Y no da la sensación de que de la izquierda actual tenga un portentoso proyecto de regeneración nacional que vaya más allá de la instauración de una república (que, insistimos, cuyos valores, estructura y principios, solamente podría, hoy por hoy, salir de los laboratorios ideológico-dogmáticos de la izquierda)… Lo peor del caso, es que la derecha tampoco parece tener otro proyecto que no sea el de prolongar en Felipe VI el régimen nacido en 1978.

Si el juancarlismo ha concluido, si la instauración de una república constituiría un peligroso salto al vacío (que, por lo demás, no aportaría nada más que el cambio de membretes y rotulaciones en los papeles oficiales y poco más), ¿qué vía queda para este país? Hay una tercera vía: la del CIRUJANO DE HIERRO, LA DEL “HOMBRE FUERTE” al frente de una REGENCIA que afronte decididamente los grandes retos y problemas del país. Luego, ya se verá y siempre será tiempo de elegir entre “monarquía” o “república”. Hacerlo en las actuales circunstancias supondría un cheque en blanco para el humanismo-universalista propio de la ideología de la izquierda postzapaterista. España precisa una nueva constitución, pero para llegar a eso, precisa también un período de:

1) Fin del derroche generado por los partidos políticos, renegociación de la deuda.
2) Certificación del fracaso bochornoso y total del “Estado de las Autonomías”. Resolver el problema de la centrifugación nacional.
3) Persecución con castigos ejemplares de todos los casos de corrupción habidos (los delitos contra la  sociedad, y la corrupción política es una de ellos, no deben prescribir jamás).
4) Generación de nuevas formas de representación política no basadas en los partidos políticos.
5) Poner coto a los desmanes de los “señores del dinero” y a sus beneficios.
6) Volver a una economía productiva, renegociando el acuerdo de adhesión a la UE (es mucho más importante un referéndum sobre nuestra permanencia en la UE que sobre “monarquía o república”), reinstaurando barreras arancelarias, evitando que las rentas procedentes del trabajo sean machacadas fiscalmente, mientras las rentas del capital se van de rositas.

7) Lucha contra todos aquellos elementos que han desequilibrado en los últimos treinta años a a la sociedad española y que han hundido nuestra sistema de valores, el nivel cultural del país y han hecho quebrar el sistema educativo.

SIN UNA ETAPA PREVIA DE “RECTIFICACIÓN Y REORDENACIÓN” DE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA NO HAY POSIBILIDADES DE ELABORAR NI UNA NUEVA CONSTITUCIÓN, NI DE PLANTEAR LA DICOTOMÍA “MONARQUÍA-REPÚBLICA”. Y ESA ETAPA SOLAMENTE PUEDE ESTAR PROTAGONIZADA POR EL “CIRUJANO DE HIERRO”, EL “HOMBRE FUERTE” QUE RESTAURE LA AUTORIDAD DEL ESTADO, QUE DEFIENDA A LAS CLASES MÁS MODESTAS Y PONGA EN CINTURA A LOS “SEÑORES DEL DINERO”.

Es evidente que ni nos manifestamos en este momento por la prolongación del juancarlismo en su descendiente, ni por el salto al vacío que supondría una república que hoy estaría lastrada (como lo estuvo la Segunda República) por la prepotencia de la izquierda. Creemos que solamente el CIRUJANO DE HIERRO con plenos poderes para restaurar la dignidad del Estado, para aligerar la carga fiscal que suponen la deuda, el Estado de las Autonomías, el sistema de partidos y la corrupción, pueden hacernos dejar atrás este período triste y desintegrador en la historia de nuestro país que se inició con la MENTIRA DE LA TRANSICIÓN. Nunca mejor dicho puede recordarse el viejo refrán de que “aquellas aguas, trajeron estos lodos”.

Fuente                                            Ernesto Milà