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sábado, 16 de agosto de 2014

LA HISTORIA NO CONTADA



Oliver Stone: La historia no contada de Estados Unidos - La II Guerra Mundial

Se analiza el mito de que fue Estados Unidos el que ganó la Segunda Guerra Mundial, pero muchos historiadores coinciden en que fue la Unión Soviética y toda su sociedad quienes, por pura desesperación y gran heroísmo, determinaron la evolución de la guerra y la derrota de la implacable máquina de guerra alemana.

La decisión de Truman de lanzar la bomba atómica sobre Japón causó gran controversia en su época. Realmente, la rendición japonesa estaba a punto de producirse debido a la tan temida entrada de la Unión Soviética en la guerra del Pacífico. No era ya necesario lanzar la bomba para vencer a Japón.  

Durante el periodo de postguerra fue Estados Unidos con su monopolio atómico y no la Unión soviética el principal responsable de la Guerra Fría. Los líderes americanos exageraron la amenaza de un enemigo que creía necesitar porque querían estructurar el mundo como un choque entre dos sistemas social  

Oliver Stone ha querido narrar la historia de Estados Unidos de forma distinta a la que se ha contado hasta ahora, planteando preguntas para hacer consciente al espectador, reformulando los hechos para mostrar modelos de comportamiento que se han impuesto después de la Segunda Guerra Mundial.

Fuente            Ver+ Documentales de Docufilia

"Las armas son instrumentos fatales que solamente deben ser utilizadas cuando no hay otra alternativa." Sun Tzu

viernes, 15 de agosto de 2014

LOS ALUCINADOS



Eugenio D`Ors, en un minué
No se puede escribir en los periódicos con un poco de dignidad sin incurrir en la greguería o en la glosa, o en ambas cosas a la vez, como el propio d' Ors
"No sabemos bien todo lo que cabe en un minué", solía repetir el maestro, Y en esta frase, con un cierto resabor del XVIII, cabía todo él. Quiere decir d'Ors que hay que dejar que se abra y aflore y desflore lo pequeño. De un minué puede nacer un siglo. Viene a ser lo mismo de su otra frase famosa: "Elevar la anécdota a categoría". Lo que, siglos más tarde, el minutísimo Nabokov, primer discípulo de Proust, llamaría "los pequeños detalles, mis amados detalles". Pero ahora los libros no se hacen con detalles, con minués, con anécdotas, sino con culos, con marcas, con asuntos de sotabanco y con episodios.

Los abruptos españoles que habían filosofado a golpes con Unamuno, no saben filosofar a sonrisas con Eugenio d'Ors. (Ortega se lo escribe a Unamuno: "Su libro del Quijote está hecho a empujones.") Pero el maestro catalán no pierde la sonrisa, nunca ensayó la teatralería macabróntica del dolor frente a los injustos catalanes, frente a los horteras madrileños, Se sabía dueño y señor de la ironía, más que nadie, y algunas noches cruzaba la calle, su calle de Sacramento, para bailar un minué, vestido de Goethe, en la fiesta de la marquesa de O'Relly, donde yo mismo dejaba un día mi minué de palabras.

Y en esa calle apartadiza, en las mañanas silenciosas, distanciadas sólo por el lamento largo de un tren, escribía él su glosa diaria. Durante este siglo XX sólo se han inventado en España dos géneros literarios, y los dos en el periódico: la glosa y la greguería. No se puede escribir en los periódicos con un poco de dignidad sin incurrir en la greguería o en la glosa, o en ambas cosas a la vez, como el propio d'Ors:

-Bécquer es un acordeón tocado por un ángel.

Se sabía dueño de tantas cosas que hizo un lujo de su indigencia. Pero tampoco le ganaron quienes venían del otro lado, con exceso pomporé, mordoré y punzó, como aquel pintor provinciano que le mostró unos ángeles primorosos:

-Los ángeles eran más viriles, joven.

Bello y barroco de lámina, se enseñorea de Europa como el primer europeísta de eso que ahora es toda una movida continental, sólo que d'Ors contaba por ideas y no por euros, como estos tenderos de Bruselas.


Su filosofía es rigorosa, construida, atractiva, y hasta Ferrater Mora concluye que se trata de un auténtico filósofo, aunque a su manera. Pero a tanto andamiaje de la Razón le pone don Eugenio por dentro dos argumentos irónicos y como falleros: la angeología y la resurrección de la carne. El catolicismo, para él, se consuma en el Misterio de Elche. Con todas estas bombas antipersonas están garantizando el estampido, la falla y el rechazo de un sistema filosófico moderno. Quiere decirse que no trae una fe, sino que juega a una liturgia. Y, resuelto eso, queda libre para sus salones, pintores, "academias breves", "novísimos", etc. (palabras galvanizadas por él y que le robó Carlos Barra¡, de modo que aún están muy vigentes).

Como no llega a tiempo para descubrir a Picasso, tiene que conformarse con descubrir a Pedro Pruna. Y este signo "menos" sería el signo de su vida. Como no puede o no quiere escribir en la "Revista de Occidente", tiene que escribir en el "Blanco y Negro". Pero no pierde la caligrafía, el tiempo ni la sonrisa, Le gratifica y certifica que no le entiendan los mataburras del periodismo, pero es el primer crítico de arte de Europa, después de Baudelaire.

Quiso la paz de Goethe en su pequeño Weimar del Madrid de los Austr¡as, y de Goethe heredaría la duda entre injusticia y desorden, entre clasicismo y barroquismo, Se opina de clásico repetidamente, pero su mejor libro es Lo Barroco, escrito en francés y pasado luego al español. Se supone que todos los días pasa tres horas en el Museo del Prado, por lo presentes que tiene a todos los maestros y discípulos de la pintura.

-Sólo entiendo las ideas que se puedan dibujar.

Es decir, un pensamiento figurativo, una ideación plástica, cosa muy mediterránea que le localiza y fija contra su europeismo evanescente. Porque nunca quiso ser dogmático, salvo en los dogmas:

-Solamente soy un especialista en ideas generales

Escribió la glosa diaria toda su vida, en castellano, en catalán o francés:
-Mi gran frase, a la hora de la muerte, será: ay, que me desgloso.

Barroca melena blanca, hombre muy encorpachado, dice, ante un amor que huye:

-Ahora que empezaba yo a ser demorado en el trance...

La glosa consta de una noticia, un pensamiento agudo, certero, y una ironía, una broma, a veces un chiste. Todo esto en un folio, a veces dos o tres, pero vemos que queda mejor en esa lápida de estraza que eran los periódicos de entonces, en esa esquela que se pone a sí mismo todos los días, Guardo un recibo firmado por él donde se le pagan cincuenta pesetas por un artículo. Todo el periodismo literario viene de él, que abrió el camino a los grandes prosistas de la Falange: Sánchez Mazas, Mourlane, Michelena, Eugenio Montes, Foxá, etc, Estuvo en Salamanca a ver a Franco, cuando la cosa, para lo que se hizo un uniforme heterodoxo y como churrigueresco, pero en heroico. Se lo explicaba así al estupor de los militares y los falangistas:

-Me gustan los uniformes siempre que sean multiformes.

Es decir, otra vez el conflicto entre lo clásico y lo barroco. Postreramente, vivía en una ermita marinera con ascensor, al costado insistente de su mar catalán. Sólo Aranguren, Valverde y yo mismo hablamos y escribimos de don Eugenio en los últimos tiempos. En Francia hubiera sido mucho más que Barrés o Claudel. Aquí sólo fue un genio de media tarde. El madrileño de Atapuerca no le entendía. Más que un hombre fue una vasta, numerosa e irónica oceanografía.


Fuente                             Francisco Umbral
elcultural

jueves, 14 de agosto de 2014

PADRE MIGUEL PAJARES



La mentira del padre Miguel Pajares
Frente a la bondad ontológica de tantos, la del misionero es una bondad provisional, que jamás será completa porque opera un atenuante.
A primera hora de la mañana de ayer se hizo evidente que vivimos en un país con sensibilidad. No eran todavía las nueve cuando miles de ciudadanos habían publicitado cuánto les había conmovido aquel tontorrón Club de los Poetas Muertos del dicen que inolvidable profesor Keating.
El derroche de emociones fue tal que para cuando murió Miguel Pajares nos habíamos quedado sin existencias. Al misionero todavía hoy se le hurtan en las ediciones de papel de los periódicos los elogios fúnebres. Y eso que hay pocas mercancias periodísticas tan baratas.
Piensen en todas las buenas intenciones que conocemos de tantos compatriotas que militan en la bondad a jornada completa. Cuánto sabemos de todo lo que le preocupa a nuestra cohorte de bondadosos ontológicos la miseria y la desnutrición, los bombardeos sobre la franja de Gaza, el expolio de África, las penosas travesías en cayuco, los niños de las fábricas chinas de Nike y las plagas de langosta en Níger.
Y sin embargo hasta ahora desconocíamos, no ya los hechos, sino la mera existencia de un tipo como Pajares, que hace tan solo unos días le escribía esto a su primo desde un hospital de Monrovia:
"Tenemos muchos problemas. Han fallecido dos personas y 13 se niegan a venir a trabajar, quieren quedarse en cuarentena. Yo he ido cada día y he saludado a todos, me meten miedo, la muerte ronda. Se sospecha de algún caso más de ébola. Esperamos resultados. Es penoso pero hay que estar. Lo comparo a la guerra, aunque esto es más peligroso. El enemigo en casa".
Piensen en todos los buenos propósitos que conocemos de, no sé, Llamazares, por ejemplo, al que el duelo por el cura le duró exactamente 53 caracteres antes de dedicarse a lo urgente, que es preguntarle al gobierno que para qué han servido al final tantas molestias.
Al misionero todavía hoy se le hurtan en las ediciones de papel de los periódicos los elogios fúnebres. Y eso que hay pocas mercancias periodísticas tan baratas
Hoy lo hemos podido comprobar. Frente a la bondad ontológica de tantos, la de Pajares es una bondad provisional, que jamás será completa porque opera un atenuante. Aquellos a los que ayudó no son más que beneficios colaterales de la fe. No como aquella vez que todos pusimos el hashtag aquel contra Boko Haram, que aquello, si bien poco efectivo, sí que lo hicimos de corazón. Yo soy tan asquerosamente materialista que no entiendo estos debates. Y sospecho que a los necesitados a los que ayudó Pajares este tiki taka moral les importa una higa, porque la necesidad te hace resultadista.
Yo soy ateo. No agnóstico. Ateo. O sea, que estoy convencido de que los curas se pasan la vida creyendo en una mentira. Creo, además, que toda mentira es dañina. Y de sobremesa en sobremesa exhibo con arrogancia mi materialismo. Pero la coquetería me dura hasta el preciso instante en que me entero de que un misionero se ha dejado la vida en Liberia por limpiarle las pústulas a unos negros moribundos. Entonces me faltan huevos para seguir impartiendo lecciones morales. Principalmente por lo aplastante del argumento geográfico. Él estaba allí con su mentira y yo aquí con mi racionalismo.
Leo en twitter cosas estremecedoras. No es siquiera relevante. Si algo nos han hecho sentir las redes sociales desde su mismo nacimiento es nostalgia de aquel tiempo en que ignorábamos el reflujo ácido que irrigaba a algunos de nuestros vecinos. Aquellos días felices en que a uno no le hacían partícipe de las íntimas miserias. 
Fuente                               Rafael Latorre
"Como flores hermosas, con color, pero sin aroma, son las dulces palabras para el que no obra de acuerdo con ellas."                                                 Siddhārtha Gautamá

miércoles, 13 de agosto de 2014

¿SÓLO UN FACTOR SOCIOECONÓMICO?



Ocho tesis sobre la inmigración


1. La inmigración no es un bien en sí.

En el discurso público español se ha extendido, hasta hacerse casi incontestable, la idea de que la inmigración es algo positivo. Todas las virtudes se le atribuyen: genera riqueza, ensancha la cultura mediante el contacto con gentes de otras tierras, eleva la sociedad a través del mestizaje… Se diría que la inmigración es un bien en sí misma. 

Pero las violencias desatadas sucesivamente en varias ciudades europeas, así como los estragos causados por la crisis económica en los últimos años, demuestran lo absurdo de este prejuicio. La inmigración no es, en sí, ni un bien ni un mal, en la medida en que estos conceptos proyectan un juicio de valor moral. La inmigración es un fenómeno de carácter económico y geográfico

Por sí solo, carece de significación moral; será positivo o negativo según sus consecuencias. Puede ser positivo si una sociedad se hace globalmente mejor gracias a ella. Pero, en origen, no puede considerarse “bueno” en modo alguno, porque nadie podrá considerar “bueno” que millones de personas se vean obligadas a abandonar su hogar por falta de expectativas. Y al contrario, la inmigración puede ser un fenómeno fuertemente negativo si, al cabo de pocas generaciones, se convierte en un factor de conflicto social por causa de minorías inasimilables. Hay que deshacer ese interesado equívoco que consiste en atribuir valores morales a un fenómeno socioeconómico. La inmigración no es un bien en sí. ¿Acaso no podría hablarse de un derecho a no emigrar? Y la inmigración, mal gestionada, puede desplegar efectos negativos en las sociedades de acogida.

2. La acogida de inmigrantes implica obligaciones a largo plazo.

Cuando una sociedad opta por suplir sus carencias de mano de obra con ciudadanos venidos de otros países, tiene que ser consciente de que contrae obligaciones que van mucho más allá de lo económico

No basta con garantizar los derechos socioeconómicos elementales a una generación de trabajadores. La experiencia demuestra que el retorno de los inmigrantes a su lugar de origen es un hecho poco frecuente: la causa de la inmigración es el desorden económico crónico en determinadas zonas del planeta, y precisamente ese carácter crónico hace difícil que el emigrante retorne voluntariamente a un país sumido en la misma situación que le hizo salir de allí. Lo más común es que el emigrante intente asentarse en su lugar de destino, fundar una familia e incluso traer consigo a sus allegados. Todo eso crea obligaciones importantes a la sociedad de acogida. Hay que pensar también en las generaciones siguientes, en los hijos y nietos de esta primera generación inmigrante. Lo cual requiere del Estado cálculos complejos que han de incorporar variables sociales y culturales, no sólo el beneficio para el Mercado. Ningún Estado debería acoger a más residentes de los que es físicamente capaz de sostener en su sistema laboral, en su sistema de enseñanza, en su sistema sanitario. 

La restricción podrá juzgarse poco solidaria, pero ¿es más solidario condenar a una generación de hijos de inmigrantes al paro, al analfabetismo funcional, a la delincuencia? Por otra parte, la responsabilidad del Estado no se dirige a los seres humanos en su conjunto, sino, en primer lugar, a los propios conciudadanos. Son ellos los que, al cabo, sufren las consecuencias de una generación de inmigrantes poco o nulamente integrada, como sucede hoy en buena parte de Europa. Es cuestión de responsabilidad.

3. Integrar es transformar.

La integración de los inmigrantes es el imperativo bajo el que nuestras sociedades actúan a la hora de gestionar la afluencia de población alógena. Esta política de integración despliega distintos mecanismos de protección y apoyo cuya orientación general podría resumirse con una fórmula simple: “que se sientan como en casa”. Lo cual pasa por arbitrar medidas (asistencia sanitaria, cobertura laboral, etc.) que rápidamente se convierten en derechos individuales. Y es justo que así sea, pues los derechos serán tanto más eficaces cuanto más sean vistos bajo el signo de la equidad. Ahora bien, nadie obtiene derechos a cambio de nada. Los derechos son contrapartida de deberes civiles: pagar impuestos, respetar la ley, etc. Y la asunción personal de esos deberes, su interiorización, es básica para que todos los grupos sociales se reconozcan en el mantenimiento de la sociedad, para que todos se sientan parte de un mismo proyecto de convivencia. 

De manera que toda integración, para ser efectiva, debe atender primeramente a la transformación del que llega, debe lograr que el nuevo ciudadano ponga en un lugar secundario sus leyes de origen y acepte como insoslayables las nuevas obligaciones. Esta operación puede implicar que el Estado, la sociedad, impongan al inmigrante renuncias en el plano de la cultura cotidiana, de las formas de vida. Pero en eso consiste la transformación. Y si no se quiere imponer tales renuncias, si no se desea ejercer sobre el inmigrante la coacción inherente a todo orden legal, entonces habrá que pensar formas de convivencia distintas a la integración; formas en las que el inmigrante pueda mantener sus costumbres, sus usos, quizás incluso sus leyes, en el marco de un orden social que puede tolerar su existencia (siempre y cuando no amenace el orden colectivo), pero del que, en consecuencia, no podrá formar parte como ciudadano de pleno derecho. Hace pocos años nadie se atrevía a plantear las cosas así; hoy, por el contrario, es ya una urgencia.

4. El Mercado no lo es todo.

El fenómeno de la inmigración, en la Europa contemporánea, tiene un origen enteramente económico: se trata de masas humanas que han llegado atraídas por la promesa de la prosperidad y que nuestros países, a su vez, han acogido gustosamente porque el inmigrante representa una mano de obra poco exigente. Es, pues, el Mercado el que ha alentado la inmigración, y él es quien ha obtenido los rendimientos directos de este proceso. Ahora bien, en una sociedad hay cosas más importantes que el beneficio económico y que el funcionamiento del sistema de producción. Nadie discutirá que vivir en una sociedad rica es mucho más agradable que hacerlo en otra pobre, pero tampoco nadie discutirá que no es sensato ser rico a toda costa y a cualquier precio, convertir la riqueza en horizonte único de la vida colectiva. 

La supervivencia de la propia sociedad debe ser un límite a las pretensiones del Mercado. Una sociedad –toda sociedad- se apoya en equilibrios delicados que exigen un cierto grado de acuerdo sobre principios, valores, lo cual sólo es posible si existe un grado de correspondiente de homogeneidad, al menos en el plano cultural. Ese es el verdadero contenido de la expresión “cohesión social”: una sociedad está cohesionada cuando se ve a sí misma como una globalidad unida por ciertas cosas comunes. Y si las necesidades del Mercado ponen en riesgo la cohesión social –es decir, ese acuerdo básico sobre unos principios comunes-, entonces habrá que subordinar el Mercado a consideraciones de orden superior.

5. El orden es un presupuesto de la justicia.

No es posible hablar de justicia social allá donde no existe un elemental orden público. Si el orden es injusto, puede aspirarse a un trastorno que lo sustituya por otro, pero la ausencia permanente de orden nunca es compatible con la justicia. Las primeras víctimas de la alteración del orden público son siempre los más débiles; por eso el orden es un imperativo social, incluso más que político. Y si los responsables del orden desertan de sus obligaciones sociales, entonces la injusticia se enquista. Los disturbios que hoy se han hecho ya habituales en nuestras ciudades son la culminación de un proceso de deterioro de la legalidad atestiguado desde hace décadas. 

La ley lleva años inhibiendo su rigor en ciertas zonas suburbanas: primero, la policía se abstuvo para no contravenir dogmas “políticamente correctos”; después, porque la desidia terminó haciendo esos barrios simplemente ingobernables. Al calor de ese desorden tolerado por el Estado han crecido guetos, mafias, tribus urbanas que han desplegado un clima perenne de preguerra civil. Los enfrentamientos entre musulmanes y judíos han sido noticia cotidiana, como las agresiones “anti-blancas” por parte de grupos de musulmanes y africanos; con frecuencia estas agresiones terminan provocando llamamientos públicos de diversas personalidades. Estas cosas son “noticia cotidiana” o, más exactamente, han sido noticia cotidianamente ocultada, porque los medios de comunicación se han impuesto una férrea autocensura de carácter ideológico. Desde hace años, nuestros medios de comunicación (en esto los pioneros fueron los franceses), cuando informan sobre un delito cometido por algún individuo perteneciente a una minoría étnica, no hablan de “un magrebí” o de “un senegalés”, sino de “un joven”; hasta el punto de que el ciudadano entiende perfectamente quiénes son los “jóvenes”, dado que los blancos, por lo general, son citados sin ocultar su filiación. Así se ha alimentado un proceso semejante a un circuito cerrado: la policía abandona los barrios marginales, en éstos crece la violencia, los medios la camuflan “para no provocar racismo”, de modo que el problema se cierra sobre sí mismo. El resultado ha sido un estado de permanente desorden. Pero, al final, tolerar el desorden equivale a estimular la violencia y la injusticia. No cabe justicia (social) si no hay un orden (justo) que la garantice.

6. Es preciso contener al Islam en Europa.

Aunque la agitación no es producto directo de la fe en el Islam, es innegable que el radicalismo islámico está jugando un papel importante no sólo en episodios bien conocidos como los de París, sino también en las violencias que, en distinto grado, vienen produciéndose en la periferia de otras muchas ciudades desde hace años. Los temas del fundamentalismo islámico parecen haberse convertido en banderín de enganche para una segunda (incluso tercera) generación de inmigrantes, de origen magrebí o subsahariano, desarraigados, que a través del Islam canalizan su agresividad. El hecho de que ese islamismo sea un pretexto político o social, más que una convicción propiamente religiosa, no altera el fondo del problema; más aún cuando las propias organizaciones cercanas al islamismo radical en Europa, como el MRAP (paradójicamente, “Movimiento contra el Racismo y por la Amistad entre los Pueblos”), suben a la misma ola. 

Es una evidencia que la religión islámica se ha convertido en un agente de desestabilización: ya sea a través de la persecución religiosa, como en Indonesia o Pakistán; ya sea a través del terrorismo, como en los atentados de Nueva York, Madrid o Londres; ya sea a través de la agitación social, como en el caso de París o Amberes. El Islam y su entorno se están manifestando como una fuente directa de peligro para la paz. Por bien intencionados que sean algunos de sus líderes oficiales, la agitación fundamentalista corre como pólvora entre los musulmanes. 

Sería suicida no tomar medidas severas de control para contener un fenómeno que el propio Islam “formal” reprueba. Tales medidas de control no pueden limitarse a un repertorio de tipo policial, sino que también deben ahondar en las razones que vienen haciendo al Islam incompatible con la vida en las sociedades occidentales. El modelo de integración multicultural ha fracasado en Holanda, como recientemente constataba Paul Scheffer; el modelo “republicano” ha fracasado en Francia, como hemos podido constatar todos. En ambos casos, la causa del fracaso es la irreductibilidad del fundamentalismo religioso-político de cuño musulmán. Parece obvio que ese fundamentalismo debe ser combatido y, cuando menos, neutralizado.

7. Cosmópolis no es viable.

Durante el último medio siglo, nuestras sociedades occidentales se han construido bajo el modelo teórico de una Cosmópolis de cuño universalista, inspirada por los valores –modernos- del individualismo y el igualitarismo abstractos. Han (hemos) tratado de hacer realidad el viejo sueño moderno del cosmopolitismo, es decir, una sociedad universal y homogénea, de individuos iguales, sin especificidades culturales ni religiosas, donde cada cual atienda a su propio interés utilitario, apenas atemperado por vagas invocaciones a la solidaridad con cargo a los presupuestos de la protección oficial. En este proyecto cosmopolita han venido a coincidir tanto las derechas liberales como las izquierdas socialdemócratas. 

Pues bien, hoy ese sueño de la Cosmópolis moderna se está manifestando como una atroz pesadilla. No funciona ni siquiera en los Estados Unidos, viejo baluarte del melting-pot donde, supuestamente, todos caben. Y es que, sencillamente, no es posible gobernar a los hombres como si fueran átomos individuales, iguales en cualquier parte, intercambiables sobre cualquier suelo, modelados bajo un único patrón cultural. Cosmópolis no es viable. Las sociedades occidentales parecen pensar que su proclamado universalismo es realmente una propuesta de construcción social universal, apta para todos, con la que todos pueden –deben- alinearse. 

No es verdad: el universalismo, entendido como cosmopolitismo, es una creación específicamente occidental y moderna, sólo inteligible en nuestros parámetros de civilización. Y del mismo modo que no podemos sensatamente esperar que todo el mundo se organice, sin resistencias, a nuestra imagen y semejanza, así tampoco podemos esperar que todos los hombres que llegan a nuestras sociedades, vengan de donde vengan, se conviertan a nuestro sistema de civilización.

8. Europa necesita recobrar la conciencia de sí misma.

¿Y cuál es nuestro sistema de civilización? Esa es posiblemente la primera pregunta que deben responder unos europeos que, en general, parecen haber abandonado cualquier idea sobre el propio ser para abrazar un tipo de vida exclusivamente económica. Los debates en torno al proyecto de Constitución Europea fueron suficientemente elocuentes: aquel texto, tan prolijo en reglamentaciones, sin embargo obliteraba toda definición de Europa, de modo que lo mismo podía servir para la UE que para cualquier otro espacio del planeta. Y esa es la misma Europa que ahora pretende defenderse –por ejemplo, de una inmigración refractaria a la integración- sin saber ya qué es exactamente lo que quiere defender, salvo el mobiliario urbano. 

El principal problema que aqueja hoy a Europa no es económico, político o militar: es cultural

Mal podremos enarbolar principios, invocar la integridad de nuestras culturas y la cohesión de nuestras sociedades, si ignoramos quiénes somos, qué herencia traemos y por qué vivimos juntos; si limitamos todo nuestro horizonte a una frágil acumulación de bienestar. Europa necesita una decisión sobre sí misma que señale proyectos comunes, marque límites a su realidad física, geográfica –política-, y le permita reconocerse en su propia identidad. Eso afecta a Europa en su conjunto, a cada nación europea en particular y a todos los ciudadanos europeos en general. 

Cuando es el propio sistema de convivencia el que se pone en cuestión, es porque las verdaderas preguntas habitan en estratos aún más hondos. Las respuestas son ya urgentes.

Fuente                               José Javier Esparza
blogesparza                  (Publicado originalmente en Razón Española, nº 135, 2006)

martes, 12 de agosto de 2014

Y EN ESE CLAROSCURO...



El 'nuevo patriotismo' de Podemos, la extrema derecha y la clave de la política
–El miedo a perder lo poco que se tiene porque se pierde muy rápido lleva a confundir al enemigo, lleva a competir en todos los espacios. Es un mecanismo que salta solo. El penúltimo contra el último… Por eso hay  que recuperar la movilización, recuperar los vínculos fuertes y estar en todas partes para que no haya espacios para la extrema derecha.
–Tu problema no es la extrema derecha.Olvídate de la extrema derecha. Tu problema es tu país, y tu pueblo. Olvidaos de la obsesión por la extrema derecha.
La conversación tuvo lugar entre Teresa Rodríguez, eurodiputada de Podemos, y el profesor de Ciencia política Jorge Verstrynge durante un debate en Fort Apache, el programa televisivo dirigido por Pablo Iglesias. Allí estaban, además de la militante de IA, Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, los dos referentes ideológicos de la formación, junto con tres académicos que han influido notablemente en sus ideas y en sus carreras profesionales: Ramón Cotarelo, el padre putativo de Juan Carlos Monedero, Verstrynge, un politólogo muy cercano a Pablo Iglesias yManolo Monereo, el miembro de la ejecutiva de IU con el que cenaron la noche antes de que Podemos viera la luz para contarle de primera mano la iniciativa. En otras palabras, en el debate estaban presentes quienes están trazando la estrategia de la formación y quienes más han influido en ellos.
El programa fue también especial porque abordaba un asunto esencial, el auge en Europa de la extrema derecha. Para el partido liderado por Iglesias es un tema crucial, porque esas fuerzas son sus claras competidoras a la hora de recoger el voto del descontento, y lo es además socialmente, porque están creciendo de forma significativa: en las últimas elecciones europeas, el Frente Nacional de Marine Le Pen, el UKIP de Nigel Farage, la derecha croata y el ultraderechista Partido Popular danés fueron los más votados en sus países, al mismo tiempo que aumentaban los apoyos para formaciones de ese corte ideológico en Grecia, Finlandia, Hungría, Chipre, Lituania o Letonia.
El mapa político europeo está redibujándose a partir del desgaste social, de la descreencia en el sistema y de la desconfianza en sus actores, lo cual no sólo está provocando la aparición de nuevos partidos, sino la utilización de ejes políticos que den respuesta a los nuevos problemas, y líderes como Marine Le Pen o Nigel Farage están adaptándose con gran éxito a los nuevos lenguajes y a las nuevas propuestas. Pablo Iglesias se preguntaba en el programa cómo el británico y la francesa les habían podido robar el protagonismo del debate en el europarlamento, y lo cierto es que esa pregunta deberían contestarla las fuerzas políticas institucionales, que todavía deben estar pensando qué ha ocurrido para que ellas hayan perdido tanto apoyo social y lo hayan ganado estos partidos emergentes.
Las élites cosmopolitas y los que se niegan a cambiar
Ese éxito suele ser mal digerido y peor entendido desde la izquierda, que echa mano a menudo, y también ocurre en el programa, de viejas explicaciones que poco aportan a la comprensión de la nueva realidad. La utilización de términos como fascismo, los calificativos como “perros del capitalismo”, o el recurso al racismo y la xenofobia (“instigan el odio del penúltimo contra el último”) estorban más que ayudan en el conocimiento de la realidad.
Eso, en definitiva, es lo que ponía de manifiesto Verstrynge cuando decía que la extrema derecha no es el problema. Los populismos del siglo XXI han surgido como respuesta a un cosmopolitismo peculiar, sostenido en instituciones internacionales que van desde la UE hasta el FMI, defendido por políticos como de GuindosRenziCameron o Manuel Valls y que se apoya en una serie de discursos vitales que subrayan los beneficios de un mundo globalizado. Si estás en el lado afortunado, aseguran, este nuevo mundo te permitirá vivir mil experiencias, participar en proyectos interesantes en cualquier lugar del mundo, conocer otras culturas y desarrollarte profesionalmente y como persona en los contextos más propicios. Si has caído en el lado malo, como ocurre a la mayor parte de la población, vivirás ligado al territorio, tendrás trabajos poco cualificados con retribuciones en descenso y tu nivel de vida irá a menos.
En ese mundo de dos direcciones, la mayor parte de las poblaciones europeas se ven en el lado de los perdedores, estableciéndose, como dice Monereo, “una separación evidente entre el cosmopolitismo de las élites y el nacionalismo de los pueblos”. Justo en el instante en que el Estado nación muestra su mayor debilidad en siglos (superado por arriba por los flujos financieros, a los que no puede poner barreras, por las instituciones internacionales que les restan funciones y por la pujanza de las regiones que, apoyadas o no en un sentimiento nacional, tratan de sacar ventaja de un mundo mucho más fragmentado) Le Pen o Farage, como antes hizo Chávez, levantan las banderas de la patria no sólo para reforzar el orgullo nacional, sino como símbolo de resistencia a ese mundo que les está dejando atrás.
La nación no es únicamente, en cuanto discurso, un modo de reivindicar viejas tradiciones, sinouna forma de defenderse de una dinámica económica que no les es propicia. En Gran Bretaña la población empobrecida suele ser de clase trabajadora, residente en los suburbios y de mediana y tercera edad, justo la que más favorable podía ser a los postulados de la izquierda. Ésta, sin embargo, ha olvidado estos elementos, y juega la baza de un europeísmo cosmopolita que la aleja de sus bases a pasos agigantados, y el PSOE es un buen ejemplo. No es extraño que Errejón saque a relucir en un momento de la conversación a Thomas Frank y a su libro What’s the matter with Kansas, en el que mostraba cómo las clases populares y las medias bajas habían sido abandonadas por unos políticos progresistas que las contemplaban desde el desprecio por no haber sido capaces de cambiar y de adaptarse a los tiempos.
"El nacionalismo español es terrible"
Verstrynge propone como paso adelante para combatir a las fuerzas populistas de derecha (y de paso recuperar presencia en esos estratos sociales) el retorno del Estado nación desde una perspectiva de izquierdas, de“una nueva patria para el pueblo”. Monereo insiste también en esa opción, pero sin dejar de subrayar la principal dificultad, como es “la patria que tenemos que defender frente al enemigo de la patria”.
En un mundo sin certezas como el nuestro, en el que no sabemos muy bien qué vendrá a continuación, los partidos populistas han hecho dos cosas para lograr sus objetivos, identificar a los responsables y dar seguridad ofreciendo esperanza y protección. Hasta ahora, Podemos ha tenido mucho éxito en el primer escalón, pero muestra evidentes déficits en el segundo.La formación está en ese punto en el que puede dar el salto definitivo para consolidarse como opción de gobierno o quedarse en un lugar políticamente secundario, un dilema que quedará solucionado cuando se vea si además de canalizar el descontento, son capaces de conectar con amplias capas de esa gente común a la que dicen representar.
La propuesta que plantean Verstrynge y Monereo es una opción muy útil para pasar al segundo nivel, al llevar hacia la izquierda estos elementos populistas, mezclando nacionalismo, defensa del Estado de bienestar y elementos proteccionistas que devuelvan palancas de acción a los Estados, pero hay evidentes problemas en nuestro país para implantar esta visión. El primero lo subraya Monereo cuando afirma irónicamente que “en España siempre hemos tenido dos nacionalismos, los buenos y los malos, los que tienen caché y los que no, y los buenos son los de las nacionalidades históricas mientras que el español es terrible”. El segundo problema es el táctico, porque quien decide apoyar el nacionalismo catalán y el vasco ganan adhesiones en esos territorios pero los pierde en el resto de España y al revés. El tercero es cultural: la izquierda no ha sido muy favorable a utilizar términos como patriotismo, y es un tabú que debe romper aún.
Hasta ahora, la idea de Podemos ha sido la de evitar este asunto, tratando de articular un eje discursivo que le permita escapar del dilema de los nacionalismo. Pero lo que está en juego va más allá: el problema de fondo al que alude la patria en la era del populismo es el de la certeza y la seguridad, el de devolver bases estables a una sociedad que sobrevive a base de apuntalar continuamente estructuras poco firmes. El patriotismo populista es una buena forma de solucionarlo. Hay otras, pero hay que optar por alguna, porque hay que dar respuesta a la demanda más insistente de las poblaciones europeas.
 Esa será la clave de la política en los años próximos.
Fuente                                 Esteban Hernández

lunes, 11 de agosto de 2014

NO HAY RECUPERACIÓN ECONÓMICA




Repito, ¡no hay ninguna recuperación económica!

Mi asombro ante el análisis de economistas sesudos y periodistas de distinto pelaje ya no alcanza límites. El dato de la EPA del segundo trimestre implica que el crecimiento económico continúa siendo negativo, reflejando en realidad la mayor precarización del factor trabajo de nuestra historia democrática
La situación actual se antoja absolutamente insostenible. En España se puede afirmar de manera rotunda que trabajar no garantiza salir de la pobreza.
En un excelente análisis en Nueva TribunaEnrique Negueruela lo explica muy claro. “Cuando se está modificando el tipo de jornada habitual, hay que tener mucho cuidado con las cifras, y no confundir creación de empleo con precarización del existente. Si se destruyen mil empleos a jornada completa y se crean 1.500 a media jornada, en realidad no hay más trabajo porque se destruye en horas el equivalente a 250 puestos de trabajo. Según la EPA se han perdido casi cuatro millones de horas de trabajo y hay 128.800 ocupados más.”
Más adelante el propio Negueruela, afirma a partir de los propios datos de la EPA, “en un año se han perdido el 0,7% de las horas trabajadas aunque el número de ocupados aumente el 0,8%. Este aumento de ocupados se produce exclusivamente en el sector servicios. En ese sector aumentaron las horas un 0,2% y el número de empleos un 1,7%. La industria ha perdido un 1,8% de las horas trabajadas. La industria manufacturera, concretamente, perdió un millón y medio de horas y diez mil ocupados. Una vez más se manifiesta una gran debilidad por falta de sectores tractores de una recuperación que aún no ha comenzado. En este sentido los datos del trimestre pasado eran más esperanzadores: aumentó el número de horas trabajadas respecto al año anterior.”
Mi propuesta al INE
Con el fin de evitar erróneas interpretaciones del dato de la EPA, le propongo al INE una solución. Por favor imiten al Bureau of Labour Statistics de los Estados Unidos, y publiquen distintas medidas de tasa de paro que reflejen tal precarización. Los economistas que analizan la economía estadounidense suelen utilizar una medida de tasa de paro muy conocida por sus siglas, U6, o “unemploment 6” y que refleja mejor la realidad del mercado laboral.
A la tasa de paro convencional se añade, por un lado, aquellas personas que actualmente ni están trabajando ni están buscando trabajo, pero indican que quieren y están disponibles para un trabajo y han buscado empleo en algún momento en los últimos 12 meses. Por otro, se incorpora además los trabajadores desalentados, aquellos que han dado una razón relacionada con el mercado de trabajo para no estar buscando empleo. Finalmente se incluyen las personas empleadas a tiempo parcial por razones económicas, es decir, aquellas que desean y están disponibles para trabajar a tiempo completo, pero han tenido que conformarse con un horario a tiempo parcial. Si la tasa de paro oficial, denominada en Estados Unidos U3, se reduce pero la tasa de paro U6 se incrementa no hay ninguna recuperación del mercado laboral. Esa sería la situación actual del mercado laboral español.
El cacao mental del Gobierno
Una vez que se ha desmontado las chorradas de mejora de la competitividad para impulsar un nuevo modelo de crecimiento económico vía sector exterior, la Alemania del Sur, vuelven a las andadas, un crecimiento financiado con deuda y un intento de reavivar el consumo privado vía crédito. No saben de comercio exterior, no han analizado qué factores idiosincráticos y macroeconómicos determinan y explican la probabilidad de exportar de la industria patria, y cuáles la intensidad de las exportaciones. El “repentino” e intenso empeoramiento de nuestro sector exterior durante los últimos trimestres les ha devuelto a la cruda realidad. Se ha incrementado de nuevo la deuda externa neta de Españahasta alcanzar un nuevo récord histórico, nada más ni nada menos que 1,021 billones de euros, el 99,8% del PIB. Aún no hemos salido de la crisis y una nueva crisis de balanza de pagos se cierne sobre nuestra economía.
Y ahora pretenden impulsar el consumo privado cuando las rentas, la riqueza y la deuda impiden cualquier recuperación sostenible del mismo
Lo intentarán hacer vía crédito y con su chapucera reforma fiscal. Nada nuevo. No analizan, no estudian, no calculan. En nuestra querida España, después de más de seis años de intensa recesión, ninguna de las causas que originaron la actual crisis sistémica, un volumen brutal de deuda y una banca insolvente, se han solucionado. Se ha vuelto a reactivar una dinámica de retroalimentación del proceso de endeudamiento con nuevas burbujas financieras como único camino de superación de la crisis.
Sin embargo hay una notoria diferencia respecto a 2008. Mientras que en 2008 la mayoría de la deuda era privada, los procesos de resolución de la crisis bancaria y otros paralelos de socialización de pérdidas privadas ha disparado el volumen de deuda pública a niveles inasumibles. Cuando los mercados financieros aumenten la aversión al riesgo todo el chiringuito se desmontará y la culpa será tanto de la incompetencia estructural de la ortodoxia como de la defensa de los intereses de la superclase por parte de nuestros políticos.
Fuente                                 Juan Laborda