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sábado, 8 de noviembre de 2014

¿CUÁL ES EL SENTIDO DE LA CRISIS?



Las crisis sucesivas abundan en la expoliación progresiva de los trabajadores y/o clases medias, que beneficia a las élites financieras y a sus poderes mediáticos y periodísticos.

Mucho se habla acerca de si ha pasado o no la crisis. Los partidos en el gobierno en todo Occidente claman con que "lo peor ya ha pasado", principalmente porque, gracias a su visión meramente electoral, creen poder así apuntarse el tanto. En cambio, los partidos en la oposición dicen lo contrario porque creen poder capitalizar el descontento.

Ni unos ni otros aciertan con lo que realmente ha pasado y, por supuesto, si en España, por ejemplo, el partido en el gobierno fuera el PSOE y no el PP, los voceros del poder dirían las mismas cosas que dicen hoy los contrarios, y así sucesivamente. Pero no queremos cansar ya al lector con lo que ya sabe. El asunto es entender lo que ha pasado con la crisis.

En relación al tema, Kathy Bergen ha publicado el pasado 11 de agosto en el Chicago Tribune las conclusiones del informe hecho público por la Conferencia de Alcaldes Estadounidenses (U.S. Conference of Mayors) bajo el título "U.S. Metro Economies: Income and Wage Gaps Across the U.S." (La economía urbana norteamericana: las diferencias en ingresos y salarios en los EEUU). Según este informe, a fecha de hoy los EEUU han recuperado los 8,7 millones de puestos de trabajo perdidos a lo largo de la última recesión, pero el ingreso medio ha caído el 23%.

Según el mismo artículo de Chicago Tribune, una investigación de la empresa IHS Global Insight ha puesto de manifiesto que el salario medio del período 2008-2009 era de 61.637 dólares, mientras que el salario medio del segundo cuatrimestre de 2014 es de 47.171 dólares. La caída es, pues, muy evidente y, según el citado informe, es acumulativa con el 12% que disminuyó el ingreso medio durante la recesión estadounidense del período 2000-2003.

Por si fuera poco, el informe pone de relieve una diferencia entre "ricos" y "pobres" del 20%. Por este motivo, Kevin Johnson, el alcalde de Sacramento, capital del Estado de California, una ciudad de medio millón de habitantes, ha declarado que "mientras la economía crece, la desigualdad en los ingresos y en los salarios constituye una tendencia alarmante".

Esta tendencia es una generalidad en el mundo occidental, tal y como puso de manifiesto en febrero de este año el propio Banco de España y el Instituto Nacional de Estadística, que cifraron la caída de los salarios durante la crisis en un 2% interanual (El País 26.2.2014).

Sin duda, todo esto indica que no debemos dejarnos deslumbrar por la teórica "recuperación" del empleo, dado que ese empleo no es de la misma calidad que el anterior. Resulta llamativo cómo en España, gobierno tras gobierno, se enmascara o se oculta en el rifirrafe de la lucha partidista el hecho contrastable de que los españoles han perdido un sin número de derechos laborales –hechos que, contra la versión oficial, se deben a las políticas laborales del franquismo y no a la "lucha sindical"- y una calidad de vida que permitía la proyección de la vida en términos realmente humanos, no sujeta a los avatares del mercado.

Esos derechos se han visto atacados desde la derecha, por las políticas liberales que clamaban por un mercado "demasiado rígido"y que beneficiaban principalmente al capital financiero, y desde la izquierda, por una política sindical trufada de "lucha de clases" y de desavenencias irreconciliables entre "ricos" y "patronos", por un lado, y por el otro "los trabajadores".

En este contexto ha sido imposible que en España prosperase un tejido empresarial e industrial que no mirase por otra cosa que no fuera él mismo. Como no podía ser de otro modo, en el caos de intereses egoístas en liza, pierden los de abajo.

¿El resultado? Que mis padres, niños huérfanos y de orfanato, desposeídos de todo, llegaron a una posición digna incluso con casa en propiedad, hace ya mucho tiempo pagada. Yo, en un mundo de libertades retóricas, pagaré hipotecas por 50 metros cuadrados los próximos 40 años. Y encima tendré que rezar para que suba el Euribor un cuarto de punto. ¿A que le suena?

Las crisis sucesivas abundan en esa expoliación progresiva de los trabajadores y/o clases medias. Ese, y no otro, es el sentido de una crisis que beneficia a las élites financieras y a los poderes mediáticos y periodísticos a ellas infeudados.


Fuente                            Eduardo Arroyo

elsemanaldigital

viernes, 7 de noviembre de 2014

LA CENSURA INTEGRAL



Alain Soral sobre la censura integral 

"La censura da su venia a los cuervos y atormenta a las palomas" Juvenal

Fuente

jueves, 6 de noviembre de 2014

CORRUPCIÓN



El único modo de combatir la corrupción consiste en restablecer un orden justo que restituya a la sociedad los bienes arrebatados
El error fundamental de Rajoy (como el de Narváez, denunciado por Donoso Cortés en un célebre discurso parlamentario) ha sido fundar su título de gloria en la satisfacción de intereses materiales. Rajoy, como tantos otros antes, olvidó que «el orden verdadero se halla en la unión de las inteligencias en lo que es verdad, en la unión de las voluntades en los que es honesto, en la unión de los espíritus en lo que es justo»; y trató de fundar su éxito en una presunta recuperación económica, olvidando la montaña de injusticias que claman al cielo sobre las que dicha recuperación se pretendía alcanzar, empezando por el homicidio del inocente (aborto) y terminando por la retención injusta del jornal del trabajador. Nos recordaba Donoso que todo intento de satisfacer los intereses materiales, cuando no se funda sobre el respeto a los bienes morales y eternos, acaba dando frutos de muerte. Y, allá donde los intereses materiales se imponen, la corrupción acaba convirtiéndose en una gangrena omnipresente.
Ya san Agustín nos lo advertía en La ciudad de Dios: «Si de los gobiernos quitamos la justicia, ¿en qué se convierten, sino en bandas de ladrones?». 

Despojados de su misión primordial, que es la defensa de los bienes morales, y dedicados obsesivamente en la satisfacción de intereses materiales, es natural que en las oligarquías políticas afloren las ambiciones impacientes y la avidez de riquezas

El régimen partitocrático, por lo demás, no es otra cosa sino un método (hemos de reconocer que bastante eficaz, a la vista de los resultados) para organizar tales ambiciones; pues la máxima preocupación de sus oligarquías no es otra sino asegurarse la fidelidad lacayuna de aquellas personas a las que reclutan, bien seleccionándolas entre los mediocres, bien repartiéndoles mamandurrias que garanticen su sumisión. La consecuencia, en ambos casos, es la corrupción moral e intelectual de la política. Y, mientras ve crecer la corrupción de la política, el pueblo se deja anegar primero por el escepticismo moral y luego por la amoralidad rampante; proceso que en nuestra época se ha acelerado mediante la expansión de los derechos de bragueta y otras formas de permisividad disoluta. Ahora ese pueblo que previamente se ha dejado despojar de sus bienes morales (sobornado por los derechos de bragueta que le prometían todos los goces) rabia porque contempla el despojo de sus bienes materiales; y su rabia es la de una alimaña que clama venganza porque ya no puede clamar justicia, porque ha dejado de creer en la justicia, porque previamente le enseñaron que la misión de un gobierno no era lograr la justicia, sino satisfacer intereses materiales.
En una política huérfana de la virtud de la justicia la corrupción no sirve sino para que las diversas facciones (o bandas de ladrones, en lenguaje agustiniano) se echen la culpa unas a otras, alimentando la demogresca; para debilitar a los gobiernos, que son sustituidos por otros igualmente corruptos; y para arbitrar medidas aspaventeras y puritanas de probada ineficacia, puesto que se fundan en el más característico error moderno, que es la negación del pecado original. El único modo de combatir la corrupción consiste en restablecer un orden justo que restituya a la sociedad los bienes morales y eternos que le han sido arrebatados; pero esto no lo harán nuestras oligarquías, obsesionadas en halagar los intereses materiales de sus votantes. 

Con razón decía Donoso que «el principio electivo es cosa tan corruptora que todas las sociedades civiles, así antiguas como modernas, en que ha prevalecido han muerto gangrenadas».
Huelga añadir que la salida natural de una sociedad gangrenada es la revolución.

Fuente                           Juan Manuel de Prada
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miércoles, 5 de noviembre de 2014

EL TRATADO DE TROYA (TTIP)



La jornada de lucha contra el Tratado Transatlántico de Comercio e Inversión (TTIP

La campaña "No al TTIP" organizó hoy una rueda de prensa para informar sobre la jornada de lucha europea. El periodista Javier Gallego, participó en la convocatoria junto a representantes de la campaña #NOalTTIP Francesca Ricciardi, abogada, especialista en Derecho de la Unión Europea y Luis Rico García-Amado, doctor en Ecología. 

El próximo sábado, 11 de octubre, se celebra en toda Europa la Jornada de Lucha contra el Tratado Transatlántico de Libre Comercio e Inversión (TTIP) que negocian en secreto la Comisión Europea y EEUU. 

Han sido programadas más de trescientas acciones ante un acuerdo que supondría el recorte de derechos sociales y laborales y la desprotección ambiental. En Barcelona se celebrarán las Jornadas "Soberanía secuestrada, derechos en peligro", en Madrid se prepara una manifestación. 

Otras localidades se han sumado a la organización de eventos informativos y de protesta. La jornada se celebra coincidiendo con el Día Mundial contra el fracking, una peligrosa técnica de extracción que también vería abrirse las puertas de Europa con la entrada en vigor del TTIP. 


Más información en Twitter: #NOalTTIP

martes, 4 de noviembre de 2014

THE AMERICAN DREAM



El sueño americano se va de Estados Unidos

La educación es la mejor escalera para alcanzar la igualdad de oportunidades. Pero según los resultados de una reciente investigación, la escalera está rota.
Se espera que cada generación mejore su situación pero actualmente hay más jóvenes (29%) que tienen menos educación que sus padres, que viceversa (20%).
Solo el 5% de los jóvenes estadounidenses cuyos padres no terminaron la escuela secundaria, fue a la universidad. En otros países ricos, la cifra es de 23%.
Estados Unidos invierte miles de millones de dólares para competir contra Rusia en el área militar, pero quizá debería tratar de competir a nivel educativo. Rusia tiene ahora el más alto porcentaje de adultos con educación universitaria dentro de los países industrializados; un puesto que le había pertenecido a EE.UU., que ahora está bajando de posiciones en ese grupo.
Estas cifras, que deberían ser un shock para los estadounidenses, provienen de la Encuesta Anual de Educación (Annual Survey of Education), realizada por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Un componente básico del sueño americano es el acceso igualitario a la educación, como garantía de la movilidad social y económica. Pero parece que el sueño americano ha emigrado porque hay numerosos países que están mejor que EE.UU. en el rubro de la movilidad basada en la educación, según el estudio de la OCDE.
Tan solo en el año 2000, EE.UU. ocupaba el segundo puesto en los países con mayor cantidad de habitantes que poseen un diploma universitario. Ahora ha bajado al quinto puesto. En el grupo de 25 a 34 años, que es significativo para evaluar qué nos depara el futuro, ocupa el puesto 12; mientras que la otrora empobrecida Corea del Sur encabeza la lista.
Según una nueva encuesta de Pew, los estadounidenses consideran que la mayor amenaza que se cierne sobre el país es la brecha creciente entre ricos y pobres

A pesar de ello, el sistema de educación depende de los impuestos locales a la propiedad, que proveen excelentes escuelas para los chicos ricos de los suburbios, los que menos ayuda necesitan, y escuelas deficientes y peligrosas para los chicos de las barriadas pobres, que son justamente quienes necesitan ayuda desperadamente. Con demasiada frecuencia, el sistema educativo de EE.UU. magnifica la desigualdad en lugar de ampliar las oportunidades para todos.
Mi padre fue un refugiado de la Segunda Guerra Mundial. Huyó de Ucrania y Rumania, y finalmente llegó a Francia. Hablaba francés perfectamente, y París hubiera sido la ciudad donde radicarse. Pero el creía que Francia estaba estratificada y que no tenía mucho que ofrecerle a un refugiado pobre del Este de Europa, ni tampoco a sus hijos en la siguiente generación, entonces se dirigió a Estados Unidos. No hablaba inglés pero a su llegada en 1951 empezó a aprender el idioma leyendo la edición dominical del New York Times. Y luego fue a Reed College y a la Universidad de Chicago, obtuvo un doctorado y trabajó como profesor universitario.
Recorrió el sueño americano hacia el éxito; igual lo hizo su único hijo. Aunque en 1951 tuvo razón al pensar que en EE.UU. había mejores oportunidades de crecimiento que en Europa, hoy estaría equivocado. Las investigaciones prueban que la movilidad educativa y económica es mayor en Europa que en EE.UU. en la actualidad.
Esto es particularmente triste porque, como lo hizo notar mi colega Eduardo Porter el mes pasado, la igualdad educativa era un punto fuerte de EE.UU. Mientras que los países europeos se destaban por la educación de primer nivel para las élites, Estados Unidos se caracterizaba por liderar la educación de masas.
Hacia mediados del siglo XIX, la mayoría de los estados proveían acceso gratuito a la escuela primaria para la mayoría de niños blancos. En Gran Bretaña, en cambio, hacia 1870, solo el 2% de los niños de 14 años estaba en la escuela.
Luego, Estados Unidos fue el primer país central, en la década de 1930, en el que una mayoría de chicos asistió a la escuela secundaria. En cambio, hacia 1957, solo el 9% de los jóvenes británicos de 17 años asistía a la escuela.
Hasta la década de 1970, EE.UU. ocupó un lugar destacado en la educación de masas, y Claudia Goldin y Lawrence Katz de la Universidad de Harvard sostienen que este fue el éxito del auge económico estadounidense. Después, se vino abajo, y el último reporte de la OCDE subraya de qué manera el resto del mundo está superando a EE.UU.
Estados Unidos se ha convertido en la Gran Bretaña del siglo XIX: provee una educación excelente para las élites, pero es deficiente en la educación de las masas.
El mayor fracaso es a nivel pre-escolar. En el reporte de la OCDE, se registra que un 70% de los niños de 3 años, como promedio, participan en programas educativos. En EE.UU. solo lo hace un 38%.
En algunos sitios, existe la percepción de que los maestros de EE.UU. son perezosos. Sin embargo, la OCDE reporta que estos trabajan muchas más horas que sus colegas de otros países, y a pesar de ello, un 68% gana tanto como el promedio de otro trabajador con un título universitario, mientras que en el resto de países la media es 88%.
Solucionar el sistema educativo es el desafío por los derechos civiles de nuestra era. Un punto de partida es portar el estandarte que fuera creado en EE.UU. pero que ahora vive en el extranjero: Le debemos a todos los niños un inicio equitativo para acceder a la escalera educativa.
Debemos reparar la escalera.

Fuente                                   Nicholas Kristof
Traducido por Silvia Arana para Rebelión

lunes, 3 de noviembre de 2014

MAGNÍFICO NEGOCIO PARA ALGUNOS (TTIP)



Reforma agraria, liberalismo agrícola y socialismo inmobiliario

El libre intercambio comercial –aplaudido igualmente por PSOE y PP- perjudica al agricultor español y al resto de ciudadanos. ¿Una forma progre y multinacional de reforma agraria?

Hace unos meses el profesor Alain De Benoist decía en Élements 151 que "aunque no se habla de ello, nos encontramos ante uno de los grandes acontecimientos de este inicio del siglo XXI"… "crear la mayor zona de libre cambio del mundo gracias a la unión económica y comercial entre Europa y los Estados Unidos" (y a la paralela unión comercial transpacífica de los EEUU, excluyendo eso sí a Rusia y a China). Se han tratado en definitiva de unas negociaciones comerciales secretas en su contenido real, desarrolladas a lo largo de décadas, basadas en unas promesas reiteradamente desmentidas por la realidad.

La supresión de los derechos de aduana, sin suponer ningún crecimiento de la riqueza de las naciones afectadas, implicará entre otras cosas una masiva pérdida de renta para los agricultores, una industrialización aún mayor de la agricultura europea y la entrada masiva, por ejemplo, de soja y trigo americanos… la llegada masiva de productos del agrobusiness americano: ternera con hormonas, pollos lavados con clorina, carnes con aditivos, organismos modificados genéticamente, animales alimentados con harinas animales, productos con pesticidas prohibidos. 


¿Alguien recuerda las gloriosas promesas de crecimiento y sólido desarrollo que precedieron al euro y a otros momentos de renuncia a la soberanía nacional? ¿Y dónde han quedado esos millones de puestos de trabajo que nos prometían? Estas promesas pueden ser muy parecidas.

El Gobierno de Zapatero retomó todas las viejas obsesiones de nuestra izquierda prehistórica, añadiendo nuevas vertientes culturales de la revolución social, pero con la excepción de no plantear ninguna reforma agraria (en atención a la entonces supuesta marginalidad social y económica del sector primario). ¿Va a ser el "centro" el que retome los grandes cambios agrícolas sangrientos, antes connaturales a la izquierda?

Creían que no hacía falta ninguna reforma agraria porque la agricultura habría dejado de ser una fuerza económica importante en el país. No siendo esto tan claro, el botín no divide, sino que une íntimamente, a la izquierda ideológica, política y cultural, y a buena parte de la derecha económica. Las negociaciones sobre la Política Agrícola PAC en Bruselas y sobre el comercio internacional en la OMC-WTO son una muestra clara de la opinión que centro e izquierda comparten e imponen.

Unos y otros asumen como dogma que deberá haber un mercado único mundial de productos agropecuarios, que ese mercado deberá estar libre de mecanismos nacionales de protección y que los precios deberán estar libremente fijados por las fuerzas del mercado. En breve: la retórica tercermundista y los intereses de las grandes multinacionales del sector se dan la mano. Habrá una división internacional del trabajo, en la que a España en particular y a Europa en general les corresponde anular su sector primario. ¿Será mejor para otros sectores? No es seguro. ¿Será mejor para los consumidores? Es más que dudoso.

La izquierda fanática y los liberales dogmáticos creen que sí, siempre y en todo caso. Sin embargo, esta "reforma agraria europea" no sólo liquida nuestra agricultura, sino que implica riesgos para otros sectores económicos, beneficios especulativos para unos pocos, peligros para todos los ciudadanos y simples migajas para los países (más) pobres.

Al término del proceso que vivimos, si se desarrolla como prevén los gurúes de la economía, España habrá perdido la capacidad de producir sus propios alimentos, y el control sobre lo que se come. La mayor parte del territorio habrá dejado de cultivarse, y perderá en breve la mayor parte de su población activa y casi todo su valor de mercado. ¿Para qué emprender una reforma agraria tradicional si el suelo rústico va a dejar de tener uso y precio?

Ahora bien, el modelo izquierdista y progresista se enfrenta a varias paradojas. Una, muy cercana: si desaparecen los mayores gestores del territorio –agricultores y ganaderos- los riesgos ecológicos empiezan a parecer evidentes. Otra, dolorosa: también hay mayores riesgos sanitarios en producir los alimentos fuera de nuestro control, en condiciones de pura competencia industrial y con todo tipo de experimentos lucrativos. Y esto por no mencionar el peligro real de desertización en zonas mediterráneas y de pérdida de control sobre el territorio, y el menos evidente pero igualmente real de pérdida de identidad colectiva, porque para bien o para mal hemos sido, desde que salimos de las cavernas, un pueblo de campesinos capaz de obtener por sí mismo sus alimentos.

Pero tal vez esta reforma agraria sea ya un hecho irreversible. Y quedaría en ese caso seguir el camino y no mirar atrás con nostalgia. Ahora bien, sería el momento de pedir que se aplique a todo el suelo español el mismo criterio que a los campos antes cultivados: que se liberalice totalmente el suelo, y que el patrimonio de los especuladores urbanos y rurales quede exactamente donde se deje el de los agricultores. Y si se desea evitar algo de todo lo anterior no es necesario luchar por mantener ninguna subvención agrícola. Suprimamos todas, pero devolvamos al agricultor español lo que se le quitó a cambio de esas caprichosas dádivas burocráticas: el orgullo, la libertad y la capacidad de alimentar a España, al menos en tiempos difíciles, que vendrán si es que no están ya viniendo.

Fuente                            Pascual Tamburri

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Cuando descubras que eres contrario al TTIP puede ser tarde

domingo, 2 de noviembre de 2014

IZQUIERDA NACIONAL: "NUESTRA ANGUSTIA"



Juventud, acción e izquierda en Ramiro Ledesma Ramos
Ramiro Ledesma es el hombre de acción fascista español de los años treinta con una mejor preparación intelectual, visible en una amplia y permanente colaboración en los medios de pensamiento más prestigiosos y vanguardistas de su tiempo. Cuando conoció su muerte, José Ortega y Gasset declaró que no habían matado a un hombre sino a todo un entendimiento. Las siguientes líneas destacan un intelectual con formación en Matemáticas y Filosofía, que colabora en las revistas más brillantes de su tiempo, escribe ensayos y alguna novela. Un hombre de la cultura a quien su tiempo llevó a la política activa dejando atrás una brillante carrera académica.
Desde ese punto de vista, sorprende la escasa teorización del pensamiento jonsista del que Ledesma Ramos es el factotum. La explicación está en la afirmación rotunda de actualidad que realiza Ramiro Ledesma, donde la presencia en el presente mediante la acción directa es el fundamento político del nacional-sindicalismo. Sumamos los avatares azarosos de la vida en la República, que asesinó a Ramiro Ledesma, por lo que su vida política va de 1931 a 1936.
Recuerdo en estas líneas la hostilidad de Ledesma hacia los programas y las constituciones por buscar dar un marco rígido apriorístico a todo lo vivo sobre la base del racionalismo, hijo del Siglo de las Luces. Esta lucha contra el sistema, que gobierna sobre «caos, convulsión [y] ruina»{1}, se realiza bajo la bandera de lo nacional como espacio de la solidaridad. En esa tarea de creación de un nuevo tiempo, la juventud ocupa el lugar protagonista. Ledesma no añora el pasado ni filosofa sobre el futuro, vive el presente y en su acción política, corta como su existencia, apuesta la vida y la pierde. Todos los héroes son jóvenes y bellos. Ramiro cree en la liberación de la juventud, tarea violenta, heroica, que se realiza con la liberación nacional de España y la liberación social del pueblo español. Y esta tarea no se colma en libros y teorías sino en hechos que se visten de ideología.
Contra los intelectuales, los programas y las constituciones
Ramiro Ledesma es hostil a la especulación, no sólo en política, y a los avatares electorales que entregan el Estado y sus guías rectores al partido electoral victorioso. De hecho, ninguno de los grupos fascistas españoles de los años 30 del siglo XX usa en su nombre la palabra partido por el rechazo al modelo parlamentario capitalista. Sinónimos de partido: dividido, separado, fragmentado, descompuesto. Usan términos que expresan unidad como junta, falange, movimiento. En cambio, el culto al partido y a la personalidad del líder sí brilla más en los casos de las facciones fascistizadas de la derecha, es visible en Calvo Sotelo y en Gil Robles, más cómico Albiñana.
Dentro del parlamentarismo, algunos defienden la legitimidad que podrían recibir en los márgenes del sistema si se votasen a los programas y no a las campañas de imagen. Son émulos de Julio Anguita: programa, programa, programa.
Ledesma abomina de los programas. «Al intelectual se le escapa la actualidad y vive en perpetuo vaivén de futuro. De ahí eso de los programas, elegante medio de bordear los precipicios inmediatos.»{2} Ramiro Ledesma reclama la actualidad, enfrentar «los precipicios inmediatos» que los programas no encaran en aras siempre a un hipotético mañana tan común al parlamentarismo como al marxismo que se escudan tras las cifras para no compartir el dolor humano. Los intelectuales evitan la realidad porque el presente es hacer mientras el futuro se colma simplemente con decir. Los programas colman la necesidad de hechos con palabras. «Es falso que las cosas en política admitan espera»{3} escribe Ledesma en ¿Fascismo en España?
Mussolini había arremetido también contra los programas: «El fascismo no es una iglesia, sino más bien una situación. No es un partido, sino un movimiento. No tiene un programa que desarrollar para los tiempos futuros, por la sencilla razón de que el fascismo construye día a día el edificio de su voluntad y de su pasión.»{4}Sin dogmática, sin nomenclatura, incorporando a las masas a la tarea de exaltación nacional y revolucionaria. Presencia en el presente.
Ledesma se mantiene en una permanente y rabiosa actualidad, beligerante contra el encuadramiento de los programas, abierto a las influencias del sindicalismo revolucionario y hostil a sacrificar generaciones en pos de un «mañana mejor». Ramiro escribe en el mismo artículo: «No de ideas objetivas, esto es, no de pequeños orbes divinos, sino de hechos y de hombres, es de lo que se nutren las realidades políticas.» Ledesma acusa a los programas de eludir las soluciones en el presente y dejarlo todo para el «vaivén de futuro» promesa siempre por cumplir de los «pequeños orbes divinos», ese grupo de palabras vestidas de ideas que son los programas. Y las palabras no son nada cuando el papel lo soporta todo. Termina Ledesma: «Primero es la acción, el hecho. Después, su justificación teórica, su ropaje ideológico.» Esta idea la encontramos en Benito Mussolini{5} cuando abandona el Partido Socialista Italiano. Antes la había desarrollado el francés G. Sorel a quien Ramiro Ledesma y Benito Mussolini citan directamente en sus escritos. Ese activismo radical de Mussolini es esencial en su figura: revolucionario, fuera de la ley, asiduo de cárcel y exilio. Lenin escribe con motivo de su elección: «La entrada de Benito Mussolini en el nuevo equipo dirigente del PSI muestra que éste toma finalmente el buen camino.»{6}
Dos años antes, y no hablando de política sino enfocando un tema de ciencia: el postdarwinismo, había manifestado Ramiro Ledesma, en las páginas de La Gaceta Literaria, una opinión similar en la esencia: «Pretender aplicar a las ciencias naturales un patrón filosófico a priori, que no puede tener otra validez que la de satisfacer nuestro insobornable afán de ordenación y estructura, no parece tampoco muy fecundo.»{7} La crítica de Ledesma no incide contra el afán de ordenación y estructura que él comparte y transmite cuando escribe: «La transformación social que propugnamos busca precisamente la organización y la solidaridad de los españoles.»{8} Ramiro Ledesma golpea la construcción teórica que antecede a la observación de la realidad, no contra «la organización» ni la «ordenación» que él comparte. La tentación en la ciencia es retorcer los hechos para la validación de una hipótesis cuando la observación debe preceder al análisis y al planteamiento teórico, describe Sorel. Ledesma amplia sus diatribas a los programas y las constituciones porque adolecen de algo parecido: buscar encajar los hechos sociales, toda la realidad posible, la vida de cada persona, en sus rígidos modelos teóricos políticos que devienen en burocracia real y monopolio del poder. El cientifismo y el racionalismo pretenden mostrar una utopía para ocultar el presente.
Ledesma arremete contra los racionalistas y contra las constituciones como contra los programas: «Nace el Estado liberal cuando triunfaba en Europa la cultura <racionalista>. Una Constitución es ante todo un producto racional, que se nutre de ese peculiar optimismo que caracteriza a todo racionalista: el estar seguro de la eficacia y el dominio sobre toda realidad posible, de los productos de su mente.»{9}
Ledesma sabe lo que es ser un intelectual, lo es y junto a los maestros de su tiempo. Traduce filosofía alemana, también recibe influencias del nacional sindicalismo francés e italiano que preceden al español. «La deuda de La Conquista del Estado con el sindicalismo revolucionario puede verse en la publicación del artículo de Hubert Lagardelle», señala Jorge Lombardero{10}. Una vía sin explorar porque los hechos llevaron a la división y la guerra de Europa en dos bandos, donde las democracias se alinean con los bolcheviques.
1931 es el año en que Ledesma abandona las filas de los intelectuales para pasar a la de los hombres de acción: «Entiendo por hombre de acción, en contraposición al intelectual, aquel que se sumerge en las realidades del mundo, en ellas mismas, y opera con el material humano tal y como éste es{11}. Política, en su mejor acepción, es el haz de hechos que unos hombres eminentes proyectan sobre un pueblo.»{12} Ledesma no defiende aquí un hombre nuevo, común al mito bolchevique y nazi por no citar religiones. Ledesma defiende la necesidad de trabajar con las personas tal como son. El concepto de la política es platónico en el gobierno de la meritocracia. Pero Ledesma subraya de nuevo: «el haz de hechos.»
Critica, con sorprendente vigencia aún, el modelo electoral que prima la profesionalización partidista de los políticos: «El tremendo defecto de que adolece el sistema demoliberal de elección es que el auténtico político, el hombre de acción, queda eliminado de los éxitos. En su lugar, los intelectuales –y de ellos los más ramplones y mediocres, como son los abogados– se encaraman en los puestos directivos.» Estas palabras no facilitarán su relación con los abogados. Continua Ledesma: «El intelectual es cobarde y elude con retórica la necesidad de conceder audiencia diaria al material humano auténtico, el hombre que sufre, el soldado que triunfa, el acaparador, el rebelde, el pusilánime, el enfermo, o bien la fábrica, las quiebras, el campo, la guerra.» Esta lejanía del poder con respecto a la realidad del pueblo les lleva a fabricarse un reflejo del mundo a su satisfacción. Alguna manifestación de esta ausencia de la realidad se conoce como el síndrome de La Moncloa.
Ledesma es consciente del paso que da al dejar atrás su tarea individual por su destino de hombre de acción y así lo escribe Ramiro sobre sí mismo en tercera persona tras el pseudónimo de Roberto Lanzas: «La actividad periodística y política de Ledesma supuso para él el abandono radical de su actividad anterior, cuando se le abrían por ese camino las mejores perspectivas académicas.»{13} Ha elegido en el cruce de caminos lo azaroso, lo actual; dejando a un lado de forma consciente un brillante futuro académico. En aquel momento también había algún cicatero y breve apoyo económico.Ledesma renuncia a la vida de filósofo y ensayista porque «el intelectual es refractario al compromiso verdadero. Es el hombre que especula, que temporiza, que vaticina (...) formula los problemas pero se va sin resolverlos».{15}Supera las tentaciones de una carrera académica, la comodidad erudita de la torre de marfil del intelectual.
Sin embargo, por el mismo año que Ledesma critica duramente la presencia política de los intelectuales escribe en La Gaceta Literaria, entre otros, un análisis sobre Kierkegaard. En él enjuicia Ledesma cómo «a comienzos del siglo XIX, los sistemas de filosofía estaban demasiado orientados hacia un sentido de enciclopedia y totalidad para dejar al margen sector alguno de cuestiones. Así se renovó la tradicional vena teológica.» El cambio de siglo y la llegada del pensador Kierkegaard abrieron una ventana en un ambiente cerrado. Aunque en desacuerdo a la postre, Ledesma elogia la obra del pensador danés sobre la angustia porque supone otro enfoque de la filosofía que ha venido precedido a España por el sentido trágico de la vida de Unamuno.{16} Ledesma admira el personalismo de Miguel de Unamuno y la subjetividad de Sören Kierkegaard pero no comparte sus perspectivas.
La objetividad del estudio va dejando paso a la subjetividad de la acción política en la mente y en la vida cotidiana de Ramiro Ledesma aunque el análisis del pensador, su capacidad de relacionar y la actuación del político conviven hasta su muerte. En la primera mitad del siglo pasado Ledesma profetizó hace casi setenta años: «El proceso de descomposición de la unidad, la etapa desmembradora, trae consigo sospechas terribles, en cuanto que su triunfo en España convertiría la península en zona balcanizada, con provecho evidentísimo de alguien y definitivo arrinconamiento de España como poder europeo.»{17} . Su vigencia y actualidad no necesitan comentarios.
En su actividad intelectual, hace referencia al krausismo en España, escribe Ramiro Ledesma: «Hace unos sesenta años irrumpió en nuestro país un grupo admirable de señores que, entre otras cosas de rango elevadísimo, trajo aquí una filosofía. (...) Hoy el krausismo no es nada.{18} Para nosotros –jóvenes– es algo horrible y monstruoso. La filosofía contemporánea se encuentra muy lejos de los recintos aquellos. Los krausistas españoles tienen valor, no por krausistas, sino por filósofos, porque su tónica, su actitud intelectual fue la adecuada y correcta del espíritu filosófico.»{19} Ledesma afirma que ese pensamiento le parece monstruoso «hoy» y aclara que por ser «jóvenes». La juventud no es sólo la tendencia a la acción sino un punto desde donde enjuiciar el pensamiento. «Juventudes de vida española», afirma el himno de las JONS.
Juventud
La actualidad del hecho y la respuesta de la acción se sustentan sobre la juventud que es el instrumento del cambio revolucionario nacional. «Ha llegado otra vez la fortuna de arriesgarse» pide a los jóvenes la canción jonsista, y el marco de la rebelión se realiza «sobre un mundo cobarde y avaro, sin justicia, belleza ni Dios».
Con esos parámetros, Ramiro Ledesma no asume el concepto de clase de Marx ni comparte la unción por los programas. Ledesma precede a Marcuse en su definición de la juventud, en especial los estudiantes, como nueva generación revolucionaria en tanto que actúa. José María de Areilza, que conocía a Ledesma desde el otoño de 1931, atestigua: «Confiaba en los jóvenes. Creía que a ellos –estudiantes y obreros– había de dirigirse especialmente el esfuerzo de captación.»{20} Aún de diferente extracción social, los jóvenes buscan un mundo nuevo, quieren construir sus propias estructuras, llevan un mundo nuevo en sus corazones. «No pensamos contribuir a vigorizar otras consignas que las creadas por nosotros mismos. Y aludimos, al hablar así, a los esfuerzos que la generación española más joven hace ya, y hará cada día con más brío, por encontrar el camino de su propia liberación y el de la liberación nacional del país entero.»{21} Es una afirmación de independencia frente a culturas foráneas pero también ante otras capas de la población desmovilizadas, una generación que busca «su propia liberación» y la «nacional». ¿Cuál es esta liberación como generación? En el número dos de La Conquista del Estado, Ramiro Ledesma escribe: «Buscamos equipos militantes, sin hipocresías frente al fusil (...) que derrumben la armazón burguesa y anacrónica.» 

De las palabras a los hechos.
Ramiro lanza un mito movilizador heroico. El trabajador toma el papel del guerrero en la idea de Sorel, y a través de los sindicatos genera una nueva sociedad que surge del choque contra el viejo mundo. Ledesma busca movilizar a la juventud española en pos de esa tarea y critica a la revolución de las izquierdas partir de la revancha y obviar el valor nacional. La nación es el marco de referencia del pueblo, su hogar. «El nacionalismo de la clase media proporcionó una base común, unas pautas comunes y un marco de referencia común.»{22}
Acción y juventud. 

Ledesma recusa del mando a los hombres mayores de 45 años. El mismo no alcanzará esa edad. La experiencia hace descreídos y la fe para conquistar el pan y el imperio requiere el fanatismo entregado de la juventud. En la misma década escribe Miguel Hernández: «Sangre que no se desborda, juventud que no se atreve, ni es sangre ni es juventud ni reluce ni florece.» El culto a la juventud que renacerá en los años sesenta del siglo pasado fundamentalmente a través de la música. Pero Ledesma también tiene antecedentes en la elección de la juventud como elemento revolucionario. «El programa fundamental del futurismo sería la sustitución en las funciones dirigentes del país 'de los vejestorios' por la juventud.»{23} La exaltación de la juventud pertenece el futurismo que es anterior, incluso, al fascismo.
En esa línea, en el número dos de La Patria Libre, Ramiro analiza la formación de las juventudes en los partidos socialistas y radicales, entre los que cita a la Juventud Radical-Socialista: «Pero estas juventudes (...) alimentadas exclusivamente con elementos negativos de odio a la Patria, al rico (sin amor al humilde), a la tradición espiritual de nuestro pueblo (sin tolerancia religiosa), al Ejército (sin amor a la paz verdadera).»{24} ¿Busca Ledesma el amor al humilde, la tolerancia religiosa, el amor a la paz? Ledesma quiere a la juventud para nutrirla de amor a la España imperial, al pueblo que hay que incorporar a la Historia y no como comparsa. Ledesma quiere la tolerancia de los fuertes, la paz de los valientes y la justicia de los trabajadores.
Pan e Imperio. Ledesma lanza un mito proletario e imperial, la acción directa es su instrumento: busca la destrucción del sistema, la abolición de la explotación económica y la liberación nacional. Desecha la vía parlamentaria, como es común en el sindicalismo mediterráneo primigenio. La vinculación social de Ledesma es clara: «Pues esos parados y esas juventudes de porvenir incierto no lo están en virtud de una crisis transitoria y concreta, sino que son víctimas de todo un sistema de desorganización y de insolidaridad.»{25} Para Ledesma el sistema a combatir promueve la desorganización, divide y vencerás. El parlamentarismo se dedica a «hacer del Estado y de la vida nacional objeto de botín transitorio, sin fidelidad esencial a nada»{26}. La política con mayúscula, la internacional, se hace inestable al carecer de política de Estado y mutar ésta al capricho del gobierno de turno. La palabra de España en el exterior pierde su garantía y el desarrollo interior fluctúa a expensas de los cambios de gobierno. Siendo de los más antiguos de Europa, el Estado español tiene una política maestra, en especial la exterior, independiente de los deseos de la figura autoritaria del momento, césar o presidente.
Y la palanca del cambio, de la liberación nacional y de la suya propia, es la juventud, la generación de su tiempo.
La izquierda nacional que no llegó a ser
Ledesma es un claro engarce con el fascismo original, la tercera lectura revisionista del socialismo que realizan revolucionarios italianos y franceses, con aportaciones rumanas. «Es interesante apuntar las relaciones que tuvo Ramiro Ledesma con los grupos inconformistas franceses de los años 30 y la influencia que ejercieron sobre su pensamiento político. Nos referimos a los contactos con los grupos de Ordre Nouveau franceses, la revista Plans y todo el círculo de intelectuales inconformistas que en esa década innovaban el mundo de la cultura y política gala.»{27} Georges Sorel y Hubert Lagardelle eran los principales sindicalistas revolucionarios. El segundo escribe en Plans en 1931: «La utopía de la democracia ha despojado al individuo de sus cualidades sensibles, reduciéndolo a la condición abstracta de 'ciudadano'.»
La Conquista del Estado es una toma radical de postura, en tiempos de guerra y revolución en España, por parte de Ledesma que busca nacionalizar el sindicalismo revolucionario de la izquierda, los anarcosindicalistas de la Confederación Nacional del Trabajo y los heterodoxos comunistas que el PCE exterminó durante la Guerra Civil. «Nosotros decimos al grupo disidente de la CNT, a los treinta, al partido sindicalista que preside Ángel Pestaña, a los posibles sectores marxistas que hayan aprendido la lección de octubre, a Joaquín Maurín y a sus camaradas del bloque obrero y campesino: Romped todas las amarras con las ilusiones internacionalistas, con las ilusiones liberal-burguesas, con la libertad parlamentaria.»{28} 

Ledesma quiere nacionalizar el espíritu de esa militancia entregada: «el nacional-sindicalismo jonsista es el auténtico guía de las masas desorientadas (...) la redención de todo el pueblo está ligado a la conquista plena de una patria fuerte, libre y enérgica.»{29} Con la diferencia esencial de lo nacional «los planteamientos sorelianos aparecerían en las formulaciones anarcosindicalistas, lo que supuso un punto de contacto entre este movimiento y el movimiento nacionalsindicalista»{30}. Poca confusión cabía entre las posiciones ramiristas y las propias de la derecha española. El fascismo «evoluciona desde la izquierda revolucionaria, progresa introduciendo elementos nuevos y necesarios (europeísmo, patriotismo, espiritualismo)»{31}
La crítica de Ramiro Ledesma al Estado liberal se aproxima mucho a la confederal: «Su supuesta fuerza es una fuerza adventicia, de gendarmería, pero sin realidad alguna honda. Y este bagaje armado a su servicio reconoce, como señala Sorel, un origen pintoresco. Cada triunfo revolucionario demoliberal traía consigo un aumento de fuerza pública para consolidarse y una centralización –no unificación– frenética en las débiles manos de los gobiernos.»{32} .Es una concepción subversiva que desvela la naturaleza represiva del Estado. Tras los tribunales, los medios de comunicación, los votos y las urnas está el monopolio de la fuerza. No es por pacifismo por lo que Ramiro rechaza ese Estado que centraliza y no une. Ledesma piensa que «el Estado liberal se asienta sobre una desconfianza y proclama una primacía monstruosa»{33}. 

Esa hegemonía es la del egoísmo como motor liberal, el egoísmo individual que por arte de magia liberal muta de vicio privado a virtud pública. Ledesma se une a la prensa anarcosindicalista que acusa a ese Estado de estar sustentado sencillamente por la gendarmería. Pero a diferencia de los ácratas de la Federación Anarquista Ibérica, Ledesma reclama «el Estado militante que perfila nuestro siglo»{34}. Un Estado comprometido en una misión, no un juez que dirime los conflictos entre las partes como se limitó a ser en la vida laboral italiana y española.
El nacionalismo es un mar joven y revolucionario, está cambiando el mapa de Europa y lo hará en dos guerras mundiales en la primera mitad del siglo XX. El nacionalismo es la causa distintiva que aleja a Ledesma del anarcosindicalismo; la cuestión social y su resolución por medio de los sindicatos la que los acerca. Entre esos puntos de contacto están el mito como icono movilizador y el desprecio por los pactos inherentes al Parlamento. El mito no era común. Es precisamente la elección del icono (el determinismo genético en los nazis, por ejemplo) la que puede generar fascismos hostiles entre sí. Si el mito era diferente, compartían nacionalsindicalistas y anarcosindicalistas un desprecio por los pactos que no favoreció el encuentro, a pesar de que las dos corrientes sindicalistas coincidían en el papel protagonista de «los Sindicatos, como células reales de la vida social, son la mejor garantía contra el paro, las crisis y la anarquización de la vida económica»{35}. Esta posición contra la anarquía y a favor del sentido nacional exaltado en un Estado militante hicieron imposible el concierto, aunque el problema principal fue la desigual correlación de fuerzas, donde la CNT, millonaria en asociados, consideró despreciable el impulso de unos pocos fascistas. El sindicalismo jonsista de hecho no pasó de ser una tendencia audaz. Las conversaciones con Ángel Pestaña se producen sin resultado tras su escisión de la poderosa central sindical.{36} El intento confeso de nacionalizar el espíritu revolucionario de la izquierda no marxista había fracasado. Sin embargo el nacionalismo sobrevivió a dos guerras mundiales y al socialismo real. Aquí y ahora «los partidos de izquierda en Cataluña y el País Vasco pierden la batalla desde el momento en que quieren competir en términos nacionalistas. Traicionan a sus bases populares porque las amordazan con la ideología nacionalista conservadora y dañan a toda la izquierda española»{37}.
Raúl Morodo define el primer semanario de Ledesma como «un fascismo de izquierdas»{38}. Arranca del movimiento socialista revolucionario que opta pro el sindicalismo como forma de vertebración, negando la racionalidad del marxismo y elevando un nuevo mito: la nación movilizada. Es un nacionalismo popular, radical, exasperado. El izquierdismo, vieja enfermedad infantil, aún encandila a algunos de los escasos fascistas españoles de nuestro siglo aunque Ledesma deja escrito: «El izquierdismo español (...) no ha podido cumplir en nuestros días misión histórica alguna.»{39} La misión que adopta Ledesma, la misión que cita en sus escritos Julio Ruiz de Alda, es fundir en una la revolución nacional y la social{40} para que España impere. La misión es España; el contenido, el pueblo y el motor revolucionario, la juventud.
Un fascista jacobino
Ledesma expone en la última revista que dirigió: «Nuestra polémica va, pues, a moverse en torno a cuanto hoy afecta a los españoles de modo más profundo: la posibilidad misma de ser o no un pueblo libre, y el hallazgo de un resorte que nos abra con claridad el camino de la redención social y de la convivencia histórica.» Ledesma creía que sí, que existía esa posibilidad de ser libres. Sin mimetismos ni búsqueda de importaciones Ramiro había optado como inspiración, que no prototipo, por una de las formas en conflicto en la primera mitad del siglo XX. «El fascismo (...) es un régimen y un estilo de vida que centuplica las posibilidades de los hombres y contribuye a dignificar y engrandecer el destino social e histórico de los pueblos. Muy difícil es, por tanto, evadirse de sus influencias en las horas mismas en que andamos aquí en pugna diaria para reencontrar y robustecer el auténtico pulso nacional de España.»{41} Su presencia con camisa negra en el Ateneo de Madrid y sus escritos ratifican el entusiasmo de Ledesma por Mussolini, que se hace algo más tibio cuando los avances se demoran en Italia y el fascismo en el poder es más potencia que acto. Poco más adelante, consumada su ruptura con Falange Española, Ledesma se manifiesta más ecléctico: «Las palabras valen poco. Si esa empresa requiere que se verifique al grito de ¡Abajo el fascismo!, pues a ello»{42}, aunque aclara que, si no todos, muchos son los caminos que llevan a Roma. Los fascistas españoles no tienen la experiencia de una guerra antes de su aparición, como ocurrió en Italia o Alemania, sino después. Los principios igualitarios, de camaradería y disciplina llegan al fascismo a través de su incorporación a filas en guerras nacionales que en España tiene lugar después y es civil, no nacionalista. La influencia de Sorel asoma de nuevo: «Las palabras son hembras y los actos son machos.»{43}
Juventud y acción. 
«Somos actuales» proclama Ramiro Ledesma desde La Conquista del Estado. Ese medio vitorea las revoluciones europeas contemporáneas, no por su corrección científica sino por la capacidad movilizadora para poner una nación en pie, igualitaria por lo nacional. Ledesma no busca la verdad del marxismo o del nacionalsocialismo en sus programas sino su potencia como instrumento revolucionario para movilizar, para actuar. Con esta perspectiva, Ledesma aplaude sin timidez desde La Conquista del Estado las revoluciones de Lenin, Mussolini y Hitler. Ernesto Giménez Caballero habla de una «comprensión italiana de Lenin» en el primer número de La Conquista del Estado. Ramiro Ledesma, en abril de 1931, pide al Gobierno español que reconozca al Gobierno soviético. Aplaude también el libro donde el marxista heterodoxo Maurín, en quien Ledesma tiene esperanzas similares a las de José Antonio Primo de Rivera con Manuel Azaña, implica a socialistas y republicanos en la Dictadura del general Primo de Rivera: «Maurín presenta como los hombres auténticos de la Dictadura a Sánchez Guerra, Cambó, Pablo Iglesias, Largo Caballero, Lerroux y Melquíades Álvarez. Para una mente simplista de pequeño burgués, esto es un solemne disparate. Para quien examine la mecánica revolucionaria desde cierta altitud y sea dueño de un ojo perspicaz, esa lista de acusaciones adquiere plenísimo sentido.»{44} El llamamiento de Ledesma se dirige a hombres, no a instituciones o grupos.
Ramiro se alinea con las revoluciones, con el cambio vigoroso y fértil, como Sorel elogió la toma del poder por Lenin a pesar de que el francés detestaba a los revolucionarios profesionales. Ledesma no iguala, no hace tabla rasa de las tres revoluciones , las enaltece en cuanto tales pero las sitúa: «el partido fascista italiano y el nacional-socialismo alemán, entre los resucitadores y alentadores de la idea nacional contra la negación marxista, y el partido bolchevique ruso, como embestida ciega y catastrófica, pero con línea y espíritu peculiares de este siglo.»{45} Este carácter de actualidad, de enemigo caído en los primeros choques, de rival revolucionario no ofusca el pensamiento de Ramiro. En el número tres de La Patria Libre, Ledesma destaca que «el predominio izquierdista no equivale a preocupación honda, sincera y eficaz por las angustias sociales de todo el pueblo».
Ledesma extrae su praxis de las energías revolucionarias. Opta por el sindicalismo, forma del socialismo a la que V. I. Lenin critica por espontánea, para levantar un mundo nuevo donde las masas sean las protagonistas del Estado total. «Lenin debió reinterpretar el marxismo de modo de deducir la idea de que los trabajadores –por sí solos– no se hacen socialistas, sino sindicalistas, por lo que el socialismo debía serles inculcado por intelectuales de la clase media.»{46} El sindicalismo no viene inducido por intelectuales burgueses, amigos de pactos, de constituciones y de programas. El sindicalismo es la acción directa. Ledesma quiere un sindicalismo nacional superlativo: «Una España grande será imperialista, porque su influencia cultural, económica y militar, se dejaría sentir en todo el mundo.»{47} Quien al final fue imperialista y dejó sentir su triple influencia en todo el mundo fue la Unión Soviética que construyeron los bolcheviques.
Es Ramiro Ledesma casi un jacobino napoleónico. Critica a la izquierda por «no haber podido desplegar sobre España, con ardor jacobino, una bandera nacionalista, popular y exasperada»{48}. Esas tres condiciones se dan en la Francia napoleónica y también en la España que lucha por su independencia a principios del siglo XIX.
Eugenio Montes acusa a Ramiro Ledesma de tener una concepción del fascismo equivalente a la Revolución Francesa cuando, en un homenaje a Giménez Caballero, Ledesma afirma: «el fascismo es en su más profundo aspecto el propósito de incorporar a la categoría de soporte o sustentación histórica del Estado Nacional a las capas populares más amplias.»{49} El concepto de patria tras la revolución francesa sustituye a la lealtad al señor natural, quien repartía sus tierras porque la integridad nacional ni existía. «Los súbditos miraban hacia arriba a un señor, mientras que los ciudadanos eran tan iguales entre sí que ninguno de ellos tenía más derechos hereditarios que los demás.»{50} La patria es el sentido de todos y cada uno de pertenencia a una comunidad, de comunión con su tierra, su historia y su cultura con sus símbolos, diferenciada de otras naciones en el marco mundial e igualitaria en lo nacional: «queremos un estado republicano, de exaltación hispánica y de estructura económica sindicalista.» El español que sueña Ledesma participa con pasión en la vida política, económica, social, cultural y militar del país. Ledesma comprueba que ese espacio para la justicia es la nación. La crítica de Ledesma al internacionalismo de la izquierda la repite años después Robert Reich en Estados Unidos: «Cuando la gente no tiene lazos nacionales, se siente poco inclinada a realizar sacrificios o aceptar la responsabilidad de sus acciones.»{51}Esa patria popular incardina al Estado en pos de coordinar el proyecto sugestivo, la misión común, Estado que toma una forma republicana por la igualdad política y sindicalista por la dignidad del trabajo. Pero Montes se equivoca, amén de la coincidencia de incorporar al pueblo a la tarea del Estado, Ledesma no es esencial y simplemente un jacobino. «Fuera de la historia, el hombre no es nada. Este es el motivo por el cual el fascismo se opone a todas las abstracciones individualistas fundadas en el materialismo del siglo XVIII. He aquí por qué se opone a todas las utopías e innovaciones jacobinas.»{52}
Difusión
La primera cuestión es cómo hacer llegar esa voz al mayor número posible de españoles. Las afiliaciones fueron escasas, la llegada de las Juntas Castellanas de Onésimo Redondo multiplicaron por tres o cuatro los reducidos efectivos jonsistas bajo la disciplina de Ledesma; las tiradas de la prensa nacionalsindicalista fueron muy reducidas. Ledesma destaca la vinculación con los medios como activismo político, no quiere meros lectores ni en La Conquista del Estado ni en periódicos posteriores: «En una palabra, cuanto deseamos decir es que con Nuestra Revolucion no nace un simple periódico, sino una actividad en marcha, cuyo éxito y realización sólo es posible si logramos que participen en ella núcleos poderosos de españoles._ Y para llegar a ellos la política requiere poderosos medios de comunicación.» Ledesma ligaba su actividad militante al periodismo, como lo hicieron Indalecio Prieto y Santiago Carrillo. Areilza destaca: «Las ideas de Ramiro eran brillantes y bien acabadas, aunque él mismo dudaba de la viabilidad táctica de su propagación.»{53} Las tiradas de las sucesivas revistas eran muy limitadas como las finanzas.
El sindicalismo jonsista de hecho no pasó de ser una tendencia audaz. Su presencia se hizo sentir más por el carácter antifascista de la izquierda que hacía especial hincapié en el exterminio de los fascistas: político en los juicios y a tiros por las calles. Stanley G. Payne cita a Ledesma cuando éste califica de fascismo puro la acción directa de los antifascistas. Ninguna otra organización política verá como sus locales son cerrados, su prensa, censurada; sus afiliados, apaleados y encarcelados en el mejor de los casos; sus principales dirigentes son asesinados.
La izquierda aborreció lo hispano. Incluso muchos años después de la eliminación de Ledesma por la República, un izquierdista honesto reconoce: «Hemos considerado que era peligroso tener una identidad nacional mientras nos parecía muy democrático que existieran nacionalismos.»{54}
Estas líneas acaban sin citar a Ramiro Ledesma. Hace falta un poeta, tan necesario al hombre de acción y la leyenda. Y está a la izquierda. Antonio Machado no escribió El mañana efímero pensando en Ramiro Ledesma pero sí como él, en ese momento, desde posiciones políticas distintas compartía el espíritu de regeneración de España. Ambos contra «la España de charanga y pandereta (...) que ora y bosteza». Ledesma está retratado en los siguientes versos:
(...) Mas otra España nace, 
la España del cincel y de la maza, 
con esa eterna juventud que se hace 
del pasado macizo de la raza. 
Una España implacable y redentora, 
España que alborea 
con un hacha en la mano vengadora, 
España de la rabia y de la idea.{55}
Fuente                                  Gustavo Morales
nodulo.org

Notas
{1} Ramiro Ledesma Ramos, Escritos políticos, 1935-1936, Edita Trinidad Ledesma, Madrid 1988, pág. 162.
{2} «Los intelectuales y la política», en La Conquista del Estado, Madrid, 11 de abril de 1931, número 5, pág. 3.
{3} Ramiro Ledesma Ramos, Escritos políticos, 1935-1936, Edita Trinidad Ledesma, Madrid 1988, pág. 50.
{4} Benito Mussolini, Obras Completas, Flammarion, 1935, Tomo III, pág. 151.
{5} «Desde 1911-12, Mussolini, sobre quien Sorel tuvo reconocida influencia, se había situado, aun dentro del PSI, en posiciones muy próximas a las del sindicalismo revolucionario, condenando el reformismo de PSI y CGIL, y defendiendo el espontaneísmo revolucionario de las masas, la autonomía sindical y la huelga general revolucionaria.» http://www.artehistoria.com/historia/contextos/2719.htm
{6} Eric Norling, Fascismo revolucionario, Ediciones Nueva República, Barcelona 2000, pág. 23.
{7} «Hertwig y el postdarwinismo», en www.filosofia.org/hem/dep/gac/gt05502c.htm
{8} Nuestra Revolución, Julio 36 http://www.ramiroledesma.com/nrevolucion/rnr.html
{9} Ramiro Ledesma, «Ideas sobre el Estado», en la revista Acción Española, nº 24, 1 de marzo de 1933, págs. 581-587.
{10} Juan Velarde Fuertes & al., José Antonio y la economía, Grafite Ediciones, Baracaldo 2004, pág. 308.
{11} Parece fuera de la línea habitual de construir un hombre nuevo, tan en boga en Berlín y Moscú entonces.
{12} «Los intelectuales y la política», en La Conquista del Estado, Madrid, 11 de abril de 1931, número 5, pág. 3.
{13} Ramiro Ledesma Ramos, Escritos políticos, 1935-1936, Edita Trinidad Ledesma, Madrid 1988, pág. 56.
{14} Mónico Mélida, «Los resortes de Onésimo Redondo», Aportes, nº 32, pág. 24.
{15} Michel Schneider, Ensayo de síntesis para una alternativa, Disidencias, Barcelona 1988, pág. 11.
{16} Ramiro Ledesma, «Sören Kierkegaard. El concepto de la angustia», La Gaceta Literaria, Madrid, 15 de enero de 1931, Año V, número 98, pág. 15.
{17} Ramiro Ledesma Ramos, Escritos políticos, 1935-1936, Edita Trinidad Ledesma, Madrid 1988, pág. 200.
{18} Aunque hay evidentes huellas krausistas en el programa de FE de las JONS. Ver de Gustavo Morales, «Fascismo en España», El Catoblepas, nº 28, pág. 10.
{19} Ramiro Ledesma, «El pedagogo Cossío», La Gaceta Literaria, Madrid, 1 de abril de 1929, Año III, número 55, pág. 2.
{20} Ramiro Ledesma Ramos, Escritos políticos, 1935-1936, Edita Trinidad Ledesma, Madrid 1988, pág. 19.
{21} Ramiro Ledesma, Nuestra Revolución, julio de 1936.
{22} Christopher Lasch, La rebelión de las élites y la traición a la democracia,Paidos, Barcelona 1996, pág. 49.
{23} Colectivo Mafarka, Futurismo y fascismo, Ediciones Nueva República, Barcelona 2004, pág. 29.
{24} Ramiro Ledesma Ramos, Escritos políticos, 1935-1936, Edita Trinidad Ledesma, Madrid 1988, pág. 206.
{25} Ramiro Ledesma, Nuestra Revolución.
{26} Ramiro Ledesma Ramos, Escritos políticos, 1935-1936, Edita Trinidad Ledesma, Madrid 1988, pág. 166.
{27} Francisco Díaz de Otazu Güerri, Apuntes hacia la filosofía de Ramiro Ledesma, Trabajo de Investigación, Programa de doctorado bienio 1998-2000, Departamento de Filosofía de la Universidad de Oviedo. Oviedo, septiembre de 2000.
{28} Ramiro Ledesma, «Obreros parados y capitales parados», en La Patria Libre, nº 3, 2 de marzo de 1935.
{29} Ramiro Ledesma Ramos, Escritos políticos, 1935-1936, Edita Trinidad Ledesma, Madrid 1988, pág. 237.
{30} Juan Velarde Fuertes & al, José Antonio y la economía, Grafite Ediciones, Baracaldo 2004, pág. 185.
{31} Eric Norling, Fascismo revolucionario, Ediciones Nueva República, Barcelona 2000, pág. 15.
{32} Ramiro Ledesma Ramos, Escritos políticos, 1935-1936, Edita Trinidad Ledesma, Madrid 1988, pág. 168.
{33} ibid., pág. 165.
{34} ibid., pág. 168.
{35} ibid., pág. 174.
{36} Para más información sobre los encuentros con Pestaña, ver «Influencias del fascismo en España», en El Catoblepas, nº 27, pág. 20.
{37} César Alonso de los Ríos, Si España cae. Asalto nacionalista al Estado,Espasa Calpe, Madrid 1994, pág. 18.
{38} Raúl Morodo, «El fascismo de izquierda de Ledesma Ramos», en El País, 4 de agosto de 1985.
{39} Ramiro Ledesma Ramos, Escritos políticos, 1935-1936, Edita Trinidad Ledesma, Madrid 1988, pág. 47.
{40} Dado que el triunfo de la izquierda en Europa occidental ha sido fundamentalmente cultural, cualquier causa romántica y revolucionaria se vincula, torpeza en origen de la censura, a la izquierda, cualquier protesta, la defensa ante cualquier injusticia. En cualquier caso, es ahí donde se encuentran los militantes más entregados, las organizaciones movilizadas.
{41} Ramiro Ledesma Ramos, publicado en la revista JONS, Órgano Teórico de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalistas, abril 1933.
{42} Ramiro Ledesma Ramos, Escritos políticos, 1935-1936, Edita Trinidad Ledesma, Madrid 1988, pág. 51.
{43} Georges Sorel, Sindicalismo revolucionario, Ediciones Nueva República, Barcelona 2004, pág. 83.
{44} «Los hombres de la Dictadura», La Conquista del Estado, Madrid, 4 de abril de 1931, nº 4, pág. 4.
{45} Ramiro Ledesma, «Ideas sobre el Estado», en la revista Acción Española, nº 24, 1 de marzo de 1933, págs. 581-587.
{46} Observaciones sobre partido y praxis política por Manuel Gárate Ch., http://members.tripod.com/~propolco/monograf/partido.htm
{47} Ramiro Ledesma Ramos, Escritos políticos, 1935-1936, Edita Trinidad Ledesma, Madrid 1988, pág. 202.
{48} ibid., pág. 47.
{49} ibid., pág. 184.
{50} Christopher Lasch, La rebelión de las élites y la traición a la democracia,Paidos, Barcelona 1996, pág. 57.
{51} ibid., pág. 47.
{52} Mussolini, en www.red-vertice.com/disidencias/textosdisi32.html#_ftn5
{53} Ramiro Ledesma Ramos, Escritos políticos, 1935-1936, Edita Trinidad Ledesma, Madrid 1988, pág. 20.
{54} César Alonso de los Ríos, Si España cae. Asalto nacionalista al Estado,Espasa Calpe, Madrid 1994, pág. 54.
{55} «El mañana efímero», en el libro Poemas del Alma.