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sábado, 14 de marzo de 2015

ELEMENTOS Nº 6 - ERNST JÜNGER




Ernst Jünger: El Rebelde,El Guerrero,El Anarca

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Editorial.
 
La aventura del rebelde, Sebastian J. Lorenz
Ernst Jünger: Una biografía (1895-1998), Fernando Báez
Ernst Jünger. Escritura en tiempos de catástrofe, Joaquín Fernandois
Ernst Jünger y la Nueva Derecha, Alain de Benoist
El nacionalismo de nuevo cuño: Ernst Jünger y la Revolución Conservadora, Joaquín Abellán
Ernst Jünger: Yo soy la acción, José Luis Ontiveros
Jünger, el eterno guerrero, Abel Posse
Ernst Jünger, pensador político radical, Wolfgang Herrmann
Ernst Jünger y el Trabajador, Alain de Benoist
Ernst Jünger. Memorias de un guerrero, Mauricio Castillo Videla
¿Por qué Jünger?, Arturo Fontaine Talavera
Sobre el nihilismo y la rebeldía de Ernst Júnger, Ricardo Andrade Ancic
Ernst Jünger o la visión razonada, Abel Posse
Sobre el encuentro Jünger-Borges, Juan Pablo Vitali
 
MISCELÁNEA: HOMENAJE A ERNST JÜNGER
 
Muere Ernst Jünger, testigo de acero del siglo XX.
Pintadas mentales, Iury Lech
La muerte a los cien, Vicente Verdú
“Un viejo guerrero no tiembla”, Andrés Sánchez Pascual
El soldado desconocido, Félix de Azúa
Dos fines de siglo, Ferrán Gallego
Un hombre libre, Hermann Tertsch
Su obra en España, Ignacio Echevarría
“Este siglo ha sido uno de los más espantosos de la historia”, José Andrés Rojo
Ernst Jünger, en el ojo del huracán, El viejo guerrero de la “revolución conservadora”, Luis Meana
Caza sutil para escribir un diario, Andrés Trapiello
 
E-Books: La emboscadura. Tempestades de acero. Heliópolis.

viernes, 13 de marzo de 2015

EL MITO HISTÓRICO



Georges Sorel. El mito histórico más allá de la izquierda y la derecha

‹‹Si alguien osa alzar su voz contra las ilusiones del racionalismo, es inmediatamente considerado como un enemigo de la democracia.››
En estos tiempos los discursos políticos cada vez parecen más vacíos, se enarbolan banderas, símbolos y consignas muchas veces sin analizar su contenido, y votamos a los partidos políticos que liderarán nuestro país sin leer sus programas (y éstos, de todos modos, es cierto, no suelen cumplirse). Por eso me parece especialmente interesante hablar sobre el pensamiento de Georges Sorel, filósofo francés que vivió entre 1847 y 1922 y que centró gran parte de su pensamiento, precisamente, en el valor de la estética y del mito como elemento movilizador en política, aunque ese mito no tuviese contenido o ni siquiera fuese real.

Georges Sorel se movió entre el comunismo y el fascismo; alabó a Marx y a Mussolini. Y tal vez no haya tanta incongruencia en su pensamiento si prestamos atención a elementos que van mucho más allá de la separación entre izquierda y derecha, comunismo y fascismo, elementos que residen en una escala de grises a la vez intermedia y fuera de la barra. A veces la frontera no es muy precisa. Recordemos que Mussolini procedía del partido socialista.

Las doctrinas y fidelidades políticas de Sorel tuvieron un carácter aparentemente muy variable, ya que fue defensor del sindicalismo revolucionario, revisionista del marxismo revolucionario y para muchos además precursor de la revolución fascista.

Marxista manifiesto, Sorel pretende completar el pensamiento de Marx. A principios del siglo XX el socialismo se enfrenta a problemas nuevos que difícilmente pueden ser explicados únicamente con el análisis marxista ortodoxo. Para él, el marxismo acaba convirtiéndose en la encarnación más clara de su teoría de los mitos, en la construcción de un mito movilizador revolucionario para las masas. Rehúsa su valor como explicación científica o incluso racional de la realidad, pero la abraza como mito que puede servir al fin del cambio social. Lo que importa es su potencial movilizador más que la veracidad o no de su contenido o su racionalidad. Llevándolo a un ejemplo del presente: ¿Qué importa lo que de verdad ocurriese en la Diada catalana? ¿Cuántos de aquellos que asistieron a la manifestación estudiaron algo de Historia? Lo importante es que se convierta en un mito que movilice a las masas dándoles una identidad y un propósito. Esto es lo que le interesa a Georges Sorel.

En sus Reflexiones sobre la violencia niega el racionalismo, prefiriendo a Pascal, Le Bon o a Bergson antes que a Descartes o a Sócrates. El ser humano no es tan racional como creemos. Sorel observa cómo una serie de elementos irracionales están presentes en la movilización de los individuos: los elementos psicológicos, lo intuitivo, la psicología del individuo cuando es parte de un grupo (idea que W. Reich, Erich Fromm y otros desarrollarían en el caso de los fascismos), las imágenes sugestivas, etc. Llega a afirmar que todo gran movimiento revolucionario viene impulsado más por los mitos que por la racionalidad. Llevando de nuevo el tema al presente: las consignas grandilocuentes y populistas de Artur Mas convencen y movilizan a más gente que los discursos analíticos de Julio Anguita. Porque el pueblo, en masa, no quiere pensar. A todos nos resulta mucho más fácil dejarnos arrastrar por la irracionalidad.

Sorel es influenciado también por la idea de rebelión de Nietzsche, de negar los valores reinantes y afirmar otros propios, nuevos y rebeldes. ‹‹Los mitos no son descripciones de cosas, sino expresiones de voluntad, un conjunto de imágenes capaces de evocar en bloque y a través de la intuición, sin ningún análisis reflexivo›› (Reflexiones sobre la violencia PDF).

De esta forma, la teoría de los mitos acaba sustituyendo para él a la lucha de clases en su papel de motor histórico. Dentro de ese discurso, Sorel acaba reivindicando también la violencia, el impulso de lucha, el valor del heroísmo, el cristianismo primitivo y el sindicalismo de combate, y va moviéndose en terreno pantanoso y acercándose cada vez más al incipiente fascismo.

Si lo pensamos, ¿no han usado ambos movimientos, tanto de izquierda como de derecha, estas tácticas?, tanto en el pasado como hoy en día. El sorelismo acaba convirtiéndose en un pensamiento transversal que se nutre de muchas corrientes. Defiende el sindicalismo, critica su domesticación en el sistema parlamentario, dice abrir la tercera vía entre las dos concepciones totales del hombre que son el liberalismo y el marxismo, creando el mito del obrero guerrero heroico. A menudo el fascismo y el socialismo han compartido puntos en sus construcciones simbólicas y míticas. Exalta laviolencia“, energía creadora puesta al servicio de los intereses primordiales del proletariado y la civilización; pero la distingue de la “fuerza“, que tiene como objetivo imponer la organización de un determinado orden social en el que una minoría gobierna a la mayoría. La “violencia“, para él, es el arma revolucionaria que debe ser usada contra la “fuerza. Está en contra de un Estado fuerte y opresor, ya sea burgués, proletario o fascista.

Es difícil hacer un análisis ordenado y claro del pensamiento de Sorel, tan sumamente ecléctico, y tal vez es eso lo que lo hace tan seductor e interesante. Mantiene correspondencia en sus últimos años con personajes como Mussolini, Ferrero, Croce, etc, en unos años en que el fascismo naciente defiende un discurso proletario y subversivo. En 1915 no apoya la formación del Fascio, ni la intervención de Italia en la guerra. Pero en 1919 comienza a verlos como una especie de vanguardia según el concepto leninista.

Georges Sorel es complejo y conflictivo. Su pensamiento llega a ser muy problemático y a ratos confuso en su calidad de sobrepasar los límites de la izquierda y la derecha y de moverse en arenas movedizas. Su pensamiento puede haber alimentado al fascismo, pero también al anarquismo; y tampoco debemos olvidar que muchos llegan al fascismo también desde otras vías.

Considero que la figura y el pensamiento de Sorel son algo, quizás no a reivindicar, pero sí a estudiar y en torno a lo que reflexionar para analizar las fuerzas políticas que nos gobiernan hoy en día o que pretenden hacerlo para no dejarnos embaucar por mitos y estrategias varias, para usar nuestra capacidad de análisis y racionalidad sabiendo identificar los discursos vacíos y manipuladores de aquellos que sí nos invitan a pensar y reflexionar; a no dejar que nos traten como a una masa irracional movida por mitos vacíos. Ya sea la bandera tricolor, la rojigualda o la estelada, deberíamos estar defendiendo algo más que unos colores. Creo que el estudio del pensamiento de Sorel es interesante en estos aspectos.

Por eso espero que este artículo os invite a echarle un vistazo a su obra, bastante asequible a la lectura, y a reflexionar sobre la vigencia de sus observaciones hoy en día.

Fuente                             Laura Ríos Alcántara
temporamagazine

NOTAS
MAYORGA, JUAN, “Revolución conservadora y conservación revolucionaria“, México: Anthropos, 2003.
SOREL, GEORGES, “Reflexiones sobre la violencia“, Madrid: Alianza Editorial, 2005.
SOREL, GEORGES, “From Georges Sorel: Essays in Socialism and Philosophy“, Oxford University Press, 1976.
SOREL, GEORGES, “La Décomposition du Marxisme“, París: Editions Marcel Rivière,1908.

jueves, 12 de marzo de 2015

HOMBRES NUEVOS III



Hombres nuevos (III)


En su obra Echar raíces, Simone Weil escribe: «El arraigo quizá sea la necesidad más importante e ignorada del alma humana. Un ser humano tiene raíces en virtud de su participación real, activa y natural en la existencia de una colectividad que conserva vivos ciertos tesoros del pasado y ciertos presentimientos del futuro. [...] El ser humano tiene necesidad de echar múltiples raíces, tiene la necesidad de recibir la totalidad de su vida moral, intelectual y espiritual de los medios de los que forma parte naturalmente». Para alcanzar la masificación de la que emerge el hombre nuevo democrático, es preciso desarraigar al ser humano, arrancar las raíces que lo nutren de una vida moral, intelectual y espiritual. Debe comenzarse, por supuesto, con el desarraigo espiritual, pues es en su enraizamiento con Dios donde el hombre encuentra explicaciones a su razón de ser en el mundo, a su procedencia y destino final. Una vez logrado este desarraigo espiritual, nada más sencillo que lograr su desarraigo existencial, pues una vida privada de causa y destino es inevitable que acabe pudriéndose, enmarañándose de angustia, entregándose al vacío existencial, flotando en el marasmo del tedio o de la búsqueda desnortada de analgésicos que mitiguen su pudrición, su angustia, su vacío y su tedio. 

Este desarraigo existencial, que es ruptura de los lazos cordiales que nos vinculan a una realidad iluminada desde lo alto, acaba inevitablemente engendrando también desarraigo intelectual, porque la insatisfacción con un mundo que hemos dejado de entender nos obliga a concebir idealismos y utopías que nunca se realizan, agigantando nuestra conciencia de fracaso. Y, a la vez, se produce también el desarraigo moral: una vez rotas las raíces con los mandatos religiosos, el hombre desarraigado se ve obligado a suplirlos con su flaca voluntad; pero ya explicábamos en un artículo anterior que a los hombres nuevos democráticos se les ha dicho que su voluntad soberana se expresa mediante el ejercicio de sus impulsos vitales, por lo que resulta lógico que (salvo unos pocos espíritus privilegiados) se guíen por el interés propio y la satisfacción de sus deseos, apetitos y conveniencias.

Este desarraigo conlleva la progresiva destrucción de los vínculos humanos, empezando por la familia, y hace imposible una comunidad política concordante en los fundamentos que garantizan su supervivencia. Pues lo que caracteriza a los hombres desarraigados es su discordancia en lo fundamental (cada uno profesa un idealismo o utopía distintos), su individualismo orgulloso y egoísta, que los conduciría a la aniquilación (bien porque acabarían a la greña, bien porque se resignarían al aislamiento y la incomunicación), si no fuera porque el poder, muy taimadamente, les ofrece, como garantía última de supervivencia, esa «uniformidad» a la que se refería Tocqueville. Una vez destruida aquella «colectividad que conserva vivos ciertos tesoros del pasado y ciertos presentimientos del futuro» a la que se refería Weil, a estos hombres desarraigados no les queda otra salida sino resignarse a convertirse en masa, en una sociedad de hombres unidimensionales en la que según explicase muy atinadamente Herbert Marcuse todo está estandarizado, uniformizado, pasado por el tamiz del conformismo social; y donde las necesidades de los individuos desarraigados están inducidas por los intereses del poder, que puede obligarlos (¡sin necesidad de ejercer la violencia!) a comprarse un automóvil, o a embrutecerse viendo la televisión, o a aprender el manejo de tal o cual maquinita o programa informático porque, una vez despojado de aquellos vínculos naturales que permitían aflorar las personalidades fuertes, el hombre desarraigado ya no tiene otro medio de afirmar su autonomía (¡su soberana voluntad!) sino realizar vulgares acciones que, sin embargo, el muy memo cree expresión de su irrepetible individualidad, aunque sean las mismas acciones que hacen con levísimas variantes millones de hombres masificados.  

 Para lograr que esa masa de hombres nuevos, a la vez que chapotean en su vulgaridad inducida, crean orgullosamente que sus acciones y pensamientos son distintivos, hay que infundirles la creencia irrisoria de que piensan y actúan 'por libre', de que todo lo que sale de su caletre es auténtico y originalísimo, cuando en realidad no es sino una morralla de prejuicios, lugares comunes y opiniones preconcebidas que otros les han implantado, a modo de chips.  

En un artículo próximo veremos cómo se consigue que ese hombre unidimensional se crea ilusoriamente lleno de ideas propias y originalísimas.


Fuente                                       Juan Manuel de Prada
finanzas

miércoles, 11 de marzo de 2015

LA CRUZ VISIGODA




El primer símbolo de España: La Cruz Visigoda

La cruz visigoda como lábaro de la reconquista

De entre los símbolos más importantes utilizados durante los primeros tiempos de la Reconquista destaca la cruz de brazos trapeciales e iguales, llegada a nuestros días como principal emblema heráldico de Asturias y del escudo de Aragón y primitivo lábaro de la reconquista, mantenido desde su acto fundacional como monarquía (batalla de covadonga) por los reyes asturianos como emblema de la monarquía y fomentado este símbolo junto a otros modos y costumbres visigóticas evitando su pérdida «pues en mostrarse heredera de estos visigodos residía su más prestigiosa razón de ser».(1)

Es conocida por los historiadores e investigadores de esta parte de la historia la aspiración por parte de los monarcas asturianos de mantener la continuidad visigoda en el naciente enclave, cuna de los posteriores reinos de León y Castilla que junto a Aragón y Portugal finalizarían la reconquista española del territorio de la península ibérica a los moros, iniciado por sus antepasados de estirpe goda desde la primera llegada de aquellos. Ya el tercer rey de Asturias, Alfonso I, que reinó entre el 739 y el 756, quien fuera yerno de Pelayo –quien a su vez podría ser de la estirpe real de Kindaswinto,pues era hijo de un noble llamado Favila(2), y espatario del rey Egica–, primer rey neogodo elegido al estilo germánico, elevándolo sobre su propio escudo por sus más nobles guerreros, y que arrojó a los moros de Galicia, de León y de Alava, se vanagloriaba de ser de «stirpe regis Recaredi et Ermenegildi» y era apodado "el católico", apodo que usaron algunos reyes godos. Por su parte, su nieto Alfonso II afirmaba en el Epítome Ovetense del año 883, también llamada Cronicón Albeldense «omnem gothorum ordinem sicuti Toleto fuerat, tam in ecclesiam quam palatio in Oveto, cuncta statuit» («todo el orden de los godos tal como existió en Toledo quedó instituido en la Iglesia y la corte de Oviedo»), y es en dicha crónica donde se califica también a la relación de monarcas astures como «Ordo Gothorum Ovetensium Regum»(«relación de los reyes godos de Oviedo»), pues como apunta Gonzalo Menéndez Pidal en su artículo «El lábaro primitivo de la reconquista», «en mostrarse heredera de estos visigodos residía su más prestigiosa razón de ser»(3). Por ello, los modos, costumbres, textos de la época toledana, rituales y símbolos visigodos se perpetúan en Silos, Cardeña , San Millán y otros centros desde los inicios y durante los primeros siglos de la reconquista hispánica. Por su parte, en los nacientes reinos peninsulares –en todos, no sólo en el asturiano–, el rito godo dentro de las costumbres religiosas continuó en vigor hasta el año 1071 fecha en la que el legado del papa Alejandro II, Hugo, fue a San Juan de la Peña y en presencia del rey Sancho Ramírez de Aragón y de toda su corte, obispos y abades, celebró la primera misa pascual conforme al rito romano, originando con ello toda una reforma en la que fue preciso copiar miles de códices para asegurar la difusión de la nueva liturgia, sustituyéndose la letra gótica, en vigor hasta esas fechas, por la carolina, y modificándose el calendario litúrgico y el santoral. También en el campo de la lingüística, la onomástica o el de la legislación, o bien en el mundo de la literatura de los nacientes reinos neogoticos permaneció un legado visigótico nada desdeñable. En definitiva, «la impronta visigoda está grabada en muchas instituciones medievales y en la epopeya castellana» (4). Y en este campo, es la cruz cómo lábaro de la Reconquista, una importante seña de identidad de la monarquía visigótica que continuó como tal entre las aristocracias germánicas que iniciaron la reconquista tal como veremos a continuación.

Tan sólo unos años antes de la batalla de Covadonga, la península ibérica en su totalidad se hallaba bajo el poder del reino visigodo de Toledo, y destacando entre los símbolos godos se encontraba la cruz, antiguo símbolo visigótico representado en numerosas ocasiones de una forma particular, normalmente con brazos iguales, tal como consta en los templos visigóticos de los antiguos reinos de Tolosa y Toledo, y quedando dicha cruz para la posteridad en los emblemas heráldicos de los diversos reinos y condados que devinieron durante la Edad Media procedentes del de Toledo. En la península ibérica, entre las piezas visigodas halladas en los tesoros de Guarrazar y Torredonjimeno se cuentan nunerosas cruces votivas con inscripciones, presencia constatada también en el Liber Ordinum, o en importantes joyas artísticas como la corona de Recesvinto. García Volta, destaca en su obra El mundo perdido de los visigodos , la afición de este pueblo de depositar en los altares cruces junto a otros motivos artísticos (5). Sabemos además por otras fuentes documentales como dice Blanco Torviso, que junto a las representaciones geométricas, vegetales y zoomórficas –repetidas en el llamado «arte asturiano»– destacaban en los templos visigodos resplandecientes elementos suntuarios, «especialmente cruces y coronas votivas» (6). También Fernández Conde y Santos del Valle inciden en que «el mundo tardorromano y visigodo estaba mucho más cercano. Por eso, nada tiene de extraño que las grandes iglesias hispanogodas del siglo VII –San Juan de Baños de Cerrato, San Pedro de la Nave, Santa Comba de Bande, y hasta la misma Quintanilla de Viñas– presentan similitudes estilísticas notorias con la fundación de Silo en su corte asturiana» (7). Ya en tiempos del rey Don Favila, se levantó sobre un dolmen en Cangas de Onís, una de las primeras iglesias cristianas tras la invasión musulmana, llamándose precisamente de la Santa Cruz, observando con ello Besga Marroquín que «si la vinculación de la Santa Cruz con la monarquía asturiana es patente desde el reinado de Favila, no lo es menos con el pasado visigótico» (8), ya que según Menendez Pidal de Navascues, «de todos los pueblos germánicos, solo entre los visigodos se halla este uso de la cruz; (…).Tal signo o emblema de la monarquía visigoda se refuerza por su probable uso como enseña de las milicias reales, llevada la cruz de modo visible, sostenida por el asta, uso que veremos continuado por la monarquía asturiana» (9), añadiendo Besga Marroquín, que «éste debe ser tenido como un elemento más que vinculado al naciente poder en Asturias con el elemento visigodo» (10)

Por su parte el rey Alfonso II, «de quien el Epitome Ovetense dice que restauró los modos del Toledo visigótico, tanto en palacio como en la Iglesia», mandó labrar una extraordinaria cruz votiva con la forma usual entre los visigodos, es decir, brazos trapeciales e iguales, como los representados en Guarrazar, San Juan de Baños, el tablero de Alcaudete u otras muestras del arte visigótico. Es la conocida como Cruz de los Ángeles.

También Alfonso III ofreció a la recién construida basílica de Santiago otra cruz similar, ofrecimiento que se repite con sus descendientes Alfonso III y Ramiro II, ya en el 940.

Por ello, como indica Menéndez Pidal en el trabajo citado «…las cruces conservadas “de los ángeles”, de Santiago y de la Victoria –o la llamada «cruz del secreto» tal como aparece figurada en un pilar visigodo, similar a la de la victoria, con el alfa y el omega– «se nos ofrecen como supervivencias que testifican de qué manera aquella costumbre visigótica, según la cual los reyes ofrecían como dones cruces preciosas a sus iglesias, siguió siendo practicada por los reyes asturianos deseosos de persistir en los modos toledanos» (11),costumbre que pervivirá al menos hasta el siglo XIII. Por su parte, el Liber ordinum en sus diversas ediciones nos describe con todo detalle como el rey visigodo-asturiano era recibido por el obispo y el clero en la iglesia pretoriana, recepción en la que era protagonista la cruz como estandarte victorioso de combate, y en la que acabado el ceremonial los caballeros recibían de manos del sacerdote los estandartes. «De donde resulta que la cruz era lábaro de los reyes visigodos y lo siguió siendo de los asturianos, acorde con lo cual quedan bien justificadas las inscripciones de las cruces de Alfonso II y Alfonso III» (12).

Siguiendo a Menéndez Pidal conocemos que «La vieja tradición española parece haberse distinguido en ciertas peculiaridades: En Santa María de las Viñas un ángel y la figura central de un capitel, actualmente suelto, empuñan cruces de brazos trapeciales e iguales, en una de las cuales se ve claramente el mango que entesta con el pie de la cruz. Ambas van empuñadas con una sola mano y no con dos. En la miniatura de los Beatos, el Ángel de los Vientos marca a los elegidos con una cruz enmangada. Pero la más completa imagen de cómo este lábaro visigótico asturiano era llevado a la guerra, nos la da el estandarte de San Isidoro de León, que en pleno siglo XIII aún representa al santo de Sevilla galopando en corcel que monta con silla de guerra de altos borrenes llevando en la mano derecha una cruz gótica empuñada de igual modo a como lo hace el ángel visigodo de Santa María de Lara o el Angel de los Vientos en los Beatos mozárabes. Así se dice que apareció San Isidoro en el cerco de Baeza; así iría antes los reyes ovetenses o toledanos, el clérigo a quien el rey entregaba la cruz al partir para la guerra desde la Basílica pretoriana, centros ceremoniales donde el rey toma la cruz para partir a la guerra, , basílica en la cual se reunieron de 653 a 702 al menos seis de los grandes concilios toledanos, y en la cual fue ungido Wamba en el 672. Basílica pretoriana también se llamó en Toledo a la de Santa Leocadia. Llevarían título de pretorianas por ser las de la guardia real, por eso en ellas se celebraba la ceremonia de tomar el rey la cruz para la guerra .

Todavía de Alfonso III se refiere como encargó al conde Hermenegildo Gutierrez someter al rebelde Vitiza, y como le combatió con su gente y “cum omnibus militibus palatii”. Esta militia palatii evidentemente ya no osaba llevar el titulo de pretoriana , pero sin duda quería heredar la tradición toledana, y por eso era tenida como nervio de ese ejército permanente que en tantas cosas se consideraba continuador de las tradiciones visigóticas. Esa basílica palatina tendría en Oviedo una basílica preferida para su ceremonial castrense», función no del todo reconocida, o bien semiocultada, en nuestros días por parte de la historiografía oficial, aunque la estructura y emplazamiento del monumento no deje de confundir a muchos historiadores y arqueológos. Sabemos por las crónicas del siglo IX que en Naranco construyó Ramiro I un edificio y una aula regia con baño, pero en ella además de la estancia que ha sido definida como baño existió un ara consagrada a Santa María en el 848 con uso circunstancial de lo que podríamos llamar basílica pretoriana o de la milicia palatina. Y es en el interior de la sala principal de este interesante monumento, donde se pueden apreciar, tal como incluimos en las ilustraciones de este trabajo, la cruz de la que estamos hablando junto a otros motivos que nos remiten a simbologías solares guerreras. Cuando la visitamos, pensamos que no es difícil imaginar el interior de Santa María del Naranco ocupado por guerreros visigodos asturianos junto a su rey. No hay más que estudiar sus detalles con detenimiento. Definitivamente ni es un palacio ni una iglesia.


Por otra parte, siguiendo con Asturias también podemos detectar esta continuidad visigótica en los símbolos de la comunidad de lucha con voluntad de reconquista surgida en el primitivo reino astur, en todo cuanto hace referencia a la continuidad familiar o de linaje, no sólo en el caso de la familia real sino entre los más antiguos linajes asturianos, la mayoría de estirpe goda. Los símbolos de la cruz junto a otros no menos visigóticos como el águila aparecen pintados en numerosas muestras heráldicas de entre las más hidalgas familias asturianas. Tirso de Avilés en su obra Armas y linajes y antigüedad del principadonos habla de apellidos como Fonfría del que recoge «de Recaredo, rey godo, es cierto que descendía el linaje de Fonfría», o de los Noriega «Los de este linaje y apellido son buenos hidalgos, y tan antiguos que se tiene por cierto que vienen del infante Pelayo y se llamaban Infanzones antiguamente teniendo su solar en el valle de Riva de Sella en las Asturias de Santillana. Traen por armas las que tomó dicho infante cuando comenzó a echar a los moros de Asturias que son en azur una cruz que llevó como estandarte y bandera» (13) . Y es que, como afirma Jesús Evaristo Casariego, «viene Oviedo a la historia para ser cabeza de una gran empresa, impregnada de neogoticismo germano hispano, y por tanto, de catolicismo, de germanismo y de romanismo, es decir, de la cristiandad europea que estaba naciendo. Por algo (curiosa coincidencia) Oviedo viene a la historia al mismo tiempo que el imperio carolingio, otro de los creadores de Europa»(14).

Pero no será , de entre los enclaves surgidos de la España visigoda, el reino asturiano, el único en usar como lábaro y emblema de combate de la reconquista el símbolo de la cruz patada, también en Aragón se mantiene, y además la imagen con que tradicionalmente se representa esa cruz en monedas y demás emblemas es de cruz griega con brazos trapeciales y enmanganado, un pequeño astil para empuñadura. Símbolo que se perpetúa en el actual escudo heráldico del reino de Aragón junto a cuatro cabezas de moro cercenadas y ensangrentadas, histórico emblema que cuando esto escribo, los representantes parlamentarios aragoneses trabajan por eliminar, siguiendo el ejemplo del cabildo de Santiago, que renegó publica y vergonzosamente hace unos años de su santo patrón, Santiago el Mayor, patrón de España y de la caballería neovisigótica en su lucha contra el invasor quien según la leyenda también portaba una cruz de similares características, emblema de una importante Orden Militar castellano leonesa.

De igual modo sucedió en el reino pamplonés, en donde al parecer el culto a la Cruz fue potenciado desde el reinado de Sancho Garcés I (905-925)''. Los códices del reino de Pamplona-Nájera, al igual que ios leoneses, reproducen en sus frontispicios la cruz de la Victoria provista de pinjantes y astil con peana. Por noticias documentales sabemos que Sancho Garcés II Abarca (970-994) y la reina doña Urraca hicieron labrar una cruz de oro y piedras preciosas en honor de San Esteban". De las cruces que en el reino hubiera se han conservado escasos restos, pero de San Millán de la Cogolla proceden tres fragmentos (conservados en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid y en el Musée du Louvre de París), tal vez representadas esas cruces en la propia arqueta de San Millán''. La utilización de este tipo de cruz arraigó en la región, conservándose un precioso ejemplar en Mansilla de la Sierra (La Rioja) datado en 1109 y provisto de tintinnabuta pinjantes; esta cruz procesional destaca entre los numerosos ejemplares que de este tipo de objeto litúrgico se realizaran en la época románica. Tales cruces aparecen representadas con frecuencia en pinturas, estelas y laudas sepulcrales de época románica; una estela de la necrópolis de «El Corral de Calvo« —estación arqueológica próxima a Luesia— presenta este tipo de cruz.

Es en este sentido como debe interpretarse también el relieve real de Luesia (Zaragoza) que parece evocar el momento de la ceremonia en el que el rey —caracterizado por la corona— recibe la cruz de la Victoria de manos del obispo y la presenta al diácono que ha de ser su portaenseña durante los días de la campaña.
 

Por lo demás, no tiene nada de raro que tal relieve haya aparecido en Luesia, de donde seguramente debe de proceder, puesto que Luesia era, junto con Sos y Uncastillo, uno de los principales bastiones de la frontera de los Arbas, el Onsella y el Gallego, que constituía el escudo suroriental del reino pamplonés. A pesar de las penurias documentales propias de la época, sabemos que la zona fue atacada por los musulmanes en los años 891, 911, 937, 940, circo 968, 994 y 999, mientras que también tenemos constancia de que los pamploneses, tomando como centro logístico esta frontera, atacaron a los musulmanes en 907-908, 941-942 y 997. Tales campañas defensivas y ofensivas hacen pensar en una presencia continuada de los monarcas en esta región. Y es gracias a un texto musulmán por el que sabemos que el rey de Viguera, Ramiro Garcés, había fijado su residencia en Sos como probable comandante en jefe de esta frontera. La frecuente presencia real y el ambiente de casi continua conflagración en el que vivían estas fortalezas hubo de llevar en repetidas ocasiones a la celebración de este ordo que el relieve de Luesia rememora. En el estadio actual de la investigación, no es posible precisar si el relieve de Luesia es una representación genérica de! monarca pamplonés durante la celebración del ordo o, por el contrario, conmemora el oficio en una ocasión concreta de esta ceremonia. Por eso mismo, tampoco estamos en condiciones de saber si este relieve debe ser interpretado como una imagen emblemática de los monarcas pamploneses o si presenta a alguno de ellos en concreto.


También en la Iglesia prerrománica navarra de San Miguel de Villatuerta se represantan estas tradiciones visigoticas. Ha sido mérito de Soledad de silva verastegui el saber reconocer en varios de los relieves de San Miguel de Villatuerta la plasmación iconográfica de la fascinante ceremonia que los monarcas visigodos primero y los reyes ovetenses y navarros después celebraban con motivo de la salida de la mesnada real camino de la guerra: el Ordo quando rex cum exercitu ad prelium egreditur.


De igual forma es la cruz de Sobrarbe. «Todos ellos testimonios evidentes de lo enraizada que estuvo en toda la España cristiana la tradición visigoda, y como todos los focos de reconquista mantenían y fomentaban ese mismo lábaro que por una parte testimoniaba su fe ante el invasor y por otra justificaba su legalidad encadenándose a lo visigodo» (15).

Terminando con Gonzalo Menéndez Pidal recordemos que «La cruz como lábaro del ejército real fue adoptada por reyes de Asturias, Pamplona, y los posteriores de Castilla y Aragón (utilizada como emblema de León, Pamplona y Aragón hasta el siglo XII y por Castilla hasta el XIII). Para ello hay que admitir una continuidad, pues sólo los visigodos entre todos los pueblos germánicos, habían tenido la cruz por insignia; y el que las huestes asturianas se lanzasen al combate bajo el mismo estandarte de los ejércitos reales del Toledo visigótico, habla bien a las claras de cómo en Oviedo y en todos los enclaves cristianos españoles exitían las tradiciones visigodas y se mantuvieron tras la invasión. Las minuciosas rúbricas del Liber Ordinum seguían rigiendo las ceremonias con que en el aula regia del Naranco, a las afueras de Oviedo, se despedía al ejército reconquistador, igual que antes de la invasión musulmana habían regido la despedida del ejército hispanogodo en la basílica pretoriana de los arrabales toledanos.

Por eso Alfonso III traerá de su campaña toledana como preciado botín, una cruz con su lignum crucis; tal fue el lábaro de los reyes godos y tal reliquia había de constituir ahora el alma del regio lábaro alfonsí. Por eso, la cruz acabará figurando en Asturias (y por ende en León, Castilla, Aragón) como emblema real. Y por eso, según rúbrica visigótica se esculpirán protectoras cruces sobre regios palacios y fuentes. Porque en toda la vida de los renacientes reinos cristianos habrá constante deseo de mantener la peculiar tradición visigoda, y conforme prescribe el viejo Liber ordinum se seguirán ofreciendo coronas a los altares, y conforme a las mismas rúbricas se seguirá asistiendo a los moribundos. Y no acabaremos de comprender los marfiles de San Millán si olvidamos esto, porque aún la pintura y la literatura románica de los siglos XII y XIII seguían recordándolo.

Recordemos nosotros por tanto, ahora, como la Reconquista empezó siendo una empresa sentida como guerra visigótica, guerra con la que se deseaba restablecer la continuidad de una tradición toledana, y donde no se daba otra variante sino la de que antes del 711 los españoles impetraban de Dios» (16).

Los hijos del primitivo reino visigótico de Asturias, organizados luego en León y posteriormente en Castilla, como también los no menos originalmente visigodos de Pamploa y posteriormente Aragón-Cataluña, siguieron utilizando años después la cruz visigoda como lábaro en la Reconquista de España, constatando orgullosamente con ello cuales eran sus gloriosos orígenes hispanos, y cuales sus objetivos. La identidad hispanogoda y la voluntad de recuperar España se mantuvieron a pesar de que la cruz fue sustituida por leones y castillos, las ceremonias y escritura visigótica fueron tenazmente abolidas por las autoridades religiosas desgotizadas, aunque no muchos otros modos y costumbres bien arraigadas en la población hispano-goda, pero aun las viejas piedras de los templos, los antiguos estandartes y las armas de los guerreros que hicieron posible la recuperación de la tierra que había sido del reino de Toledo mantienen bien visible para el que quisiera verlo, cuales y de que origen fueron los símbolos que animaron la Reconquista. Símbolos que todavía hoy, ocultos entre la confusión y el olvido, nos muestran un legado y una herencia hispánica que algún día habrá que recuperar.


Fuente                                             Magister Militum
militar.org
 

NOTAS

(1) Menéndez Pidal Gonzalo. El lábaro primitivo de la reconquista. En Varia Medievalia I. Real Academia de la Historia. Madrid 2003
(2) Ese Favila podría ser duque de Galicia o duque de un posible provincia de Asturias, o simplemente un magnate godo local.
(3) Menéndez Pidal. op.cit.
(4)La pesa, Rafael .Historia de la lengua española. Madrid 2001.
(5)García Volta, G. El mundo perdido de los visigodos. Ed.Bruguera. Barcelona 1977
(6)VV.AA. Historia del Arte. La Edad Media. Alianza Editorial. Madrid 2004.
(7) Citado por, José Ignacio Gracia Noriega en Don Pelayo, el rey de las montañas. La esfera de los libros. Madrid 2006
(8) Besga Marroquín A., Orígenes hispano-godos del reino de Asturias. Oviedo 2000
(9) Citado por, José Ignacio Gracia Noriega en Don Pelayo, el rey de las montañas
(10) Besga Marroquín, A. op.cit.
(11) Menéndez Pidal. op.cit.
(12) Menéndez Pidal. op.cit.
(13) Avilés, Tirso de. Armas y linajes de Asturias y antigüedades del principado.Grupo Editorial Asturiano. Oviedo 1991El águila como figura heráldica aparece en los blasones de los linajes Portal, Moran, junto con la cruz, Busto, Pedrera, Fonfría, Estrada, Junco, Moniz, Riaño etc. Mientras que la cruz es pintada en las armas deAlfonso, Somonte, Cifuentes,Ordóñez, Caso, Noriega, Hevia «que no tienen sangre mezclada» o Ribero.
(fuente: Tirso de Avilés).
(14) Citado por, José Ignacio Gracia Noriega en Don Pelayo, el rey de las montañas. La esfera de los libros. Madrid 2006
(15) Menéndez Pidal, G.
(16) Menéndez Pidal, G.

martes, 10 de marzo de 2015

HEGEMONÍA MEDIÁTICA

 

Seis cuestiones para entender la hegemonía mediática

1. El sistema mediático contemporáneo demuestra capacidad de fijar sentidos e ideologías, seleccionando lo que debe ser visto, leído y oído por el conjunto del público. Por más que existan por parte de lectores, oyentes y telespectadores expectativas y respuestas diferenciadas a los contenidos recibidos, son los grupos privados de comunicación que prescriben orientaciones, enfoques y énfasis en los informativos; cuáles son los actores sociales que merecen ser incluidos o marginalizados; cuáles las agendas y pautas que deben ser destacadas o ignoradas.

Los medios difunden juicios de valor y sentencias sobre hechos y acontecimientos, como si estuvieran autorizados a funcionar como una especie de tribunal, sin ninguna legitimidad para eso. Su intención, asumida pero no declarada, es diseminar contenidos, ideas y principios que ayuden a organizar y unificar la opinión pública en torno a determinadas visiones de mundo (casi siempre conservadoras y sintonizadas con el estatus quo).

Los medios eligen los actores sociales, articulistas, analistas, comentaristas y columnistas que deben ser prestigiados en sus vehículos y programaciones. En la mayor parte de los casos, como observa Pierre Bourdieu, estos portavoces nada no hacen más que reforzar el trabajo de los “think tanks” neoliberales en favor de la mercantilización general de la vida y la desregulación de las economías y los mercados. En efecto, los “intelectuales mediáticos” o “especialistas” dicen todo aquello que sirve a los intereses de clases e instituciones dominantes, combatiendo y descalificando ideas progresistas y alternativas transformadoras.

Los grupos mediáticos mantienen también acuerdos y relaciones de interdependencia con poderes económicos y políticos, en busca de presupuestos de publicidad, patrocinios, financiaciones, exenciones fiscales, participaciones accionarias, apoyos en campañas electorales, concesiones de canales de radiodifusión, etc. No son neutros y exentos, como quieren hacer creer; son parciales, toman partido, favorecen los intereses mercantiles, defienden posiciones políticas, combaten ideológicamente a los opositores.


2. Los medios se apropian de diferentes léxicos para intentar colocar dentro de sí todos los léxicos, a servicio de sus objetivos particulares. Palabras que pertenecían tradicionalmente al léxico de la izquierda fueron resignificadas durante la hegemonía del neoliberalismo en las décadas de 1980, 1990 y parte de 2000. Cito, de inmediato, dos palabras: reforma e inclusión. De la noche a la mañana, pasaron a ser incorporadas a los discursos dominantes y mediáticos, en sintonía con el ideario privatista. Se trata de indiscutible apropiación del repertorio progresista, que siempre asoció reformas al imaginario de la emancipación social. Las apropiaciones tienen el propósito de redefinir sentidos y significados, a partir de ópticas interpretativas propias.


3. Al celebrar los valores del mercado y del consumismo, el sistema mediático subordina la existencia al mantra de la rentabilidad. La glorificación del mercado consiste en presentarlo como el ámbito más adecuado para traducir anhelos, como si sólo él pudiera convertirse en instancia de organización societaria. Un discurso que no hace más que realzar y profundizar la visión, claramente autoritaria, de que el mercado es la única esfera capaz de regular, por sí misma, la vida contemporánea. Los proyectos mercadológicos y los énfasis editoriales pueden variar, menos en un punto: las corporaciones operan, consensualmente, para reproducir el orden del consumo y conservar hegemonías instituidas.


4. Los discursos mediáticos están comprometidos con el control selectivo de las informaciones, de la opinión y de los juicios de valor que circulan socialmente. Eso se manifiesta en las manipulaciones de los noticieros y la interdicción de los puntos de vista antagónicos, afectando la comprensión de las circunstancias en que ciertos hechos acontecen (generalmente los que son contrarios a la lógica económica o a las concepciones políticas dominantes).

Los medios masivos buscan reducir al mínimo el espacio de circulación de ideas contestatarias – por más que estas continúen manifestándose y resistiendo. La meta es neutralizar análisis críticos y expresiones de disenso. Un ejemplo de lo que acabo de decir son los enfoques tendenciosos sobre las reivindicaciones de movimientos sociales y comunitarios. Son frecuentemente subestimadas, cuando no ignoradas, en los principales periódicos y telediarios, bajo el argumento falaz de que son iniciativas “radicales”, “populistas”, etc. La vida de las comunidades subalternas y pobres está disminuida o ausente en los noticieros.


5. El sistema mediático rechaza cualquier modificación legal que ponga en riesgo su autonomía y sus ganancias. A cualquier movimiento para la regulación de la radiodifusión bajo concesión pública, reacciona con violentos editoriales y artículos que presentan los gobernantes que se solidarizan con la causa de la democratización de la comunicación como “dictadores” que quieren sofocar la “libertad de expresión”. Es una grosera mistificación. Lo que hay, en verdad, es el bloqueo del debate sobre la función y los límites de la actuación social de los medios. Las grandes empresas del sector no tienen ninguna autoridad moral y ética para hablar en “libertad de expresión”, pues niegan diariamente la diversidad informativa y cultural con el control selectivo de la información y la opinión. Se confunden intereses empresariales y políticos con lo que sería, supuestamente, la función de informar y entretener. Todo eso acentúa la ilegítima pretensión de los medios hegemónicos de definir reglas unilateralmente, inclusive las de naturaleza deontológica, para colocarse por encima de las instituciones y los poderes constituidos, ejerciendo no la libertad de expresión, sino la libertad de empresa.


6. Los conglomerados detienen la propiedad de la mayoría de los medios de difusión, la infraestructura tecnológica y las bases logísticas, lo que les confiere dominio de los procesos de producción material e inmaterial. La digitalización favoreció la multiplicación de bienes y servicios de infoentretenimiento; atrajo players internacionales para negocios en todos los continentes; intensificó transmisiones y flujos en tiempo real; y agravó la concentración en sectores complementarios (prensa, radio, televisión, internet, audiovisual, editorial, telecomunicaciones, publicidad, marketing, cine, juegos electrónicos, móviles, plataformas digitales, etc.).

Todo eso hace sobresalir nuevas formas de plusvalía en la economía digital: la tecnología que posibilita sinergias y convergencias; el reparto y la distribución de contenidos generados en las mismas matrices productivas y plataformas; la racionalidad de costes y la planificación de inversiones.

Se origina de ahí un sistema multimediático con flexibilidad operacional y productiva, que incluye amplia variedad de iniciativas y servicios digitales, flujos veloces, espacios de visibilidad, esquemas globales de distribución, campañas publicitarias mundializadas y técnicas sofisticadas de conocimiento de los mercados. La finalidad es garantizar el mayor dominio posible sobre las cadenas de fabricación, procesamiento, comercialización y distribución de los productos y servicios, incrementando la rentabilidad y los dividendos monopólicos.


Fuente                                            Dênis de Moraes


Investigador senior del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq) y de la Fundación Carlos Chagas Filho de Amparo a la Investigación del Estado de Río de Janeiro (FAPERJ), de Brasil. Autor, entre otros libros, de Medios, poder y contrapoder, con Ignacio Ramonet y Pascual Serrano (Biblos, 2013), La cruzada de los medios en América Latina (Paidós, 2011) y Mutaciones de lo visible: comunicación y procesos culturales en la era digital (Paidós, 2010).

lunes, 9 de marzo de 2015

¿POR QUÉ EL FASCISMO ERA (ES) INCORRECTO?




Críticas desde el punto de vista de la Cuarta Teoría Política

1. Era Moderno y tuvo tratos con el concepto perteneciente a la filosofía de la Ilustración. Esto es absolutamente incorrecto: la modernidad es el mal y la falsedad. Era teoría política moderna. Mucho mejor que otras teorías políticas modernas, pero aún moderna. Esencialmente. En todos sus aspectos no-modernos, anti-modernos y postmodernos no se equivocaba.

2. Era eurocéntrico. Cualquier grupo étnico (el grupo-nosotros) es etnocéntrico. Es bastante normal. Pero ser eurocéntrico en la Europa Moderna es lo mismo que ser antieuropeo, porque la modernidad europea no es europea en absoluto. Ser eurocéntrico en la Europa Moderna y contra todas las otras sociedades (no europeas) juzgadas retrasadas y sub-humanas, significa ser anti-tradicional. La llamada al retorno a las raíces europeas (germánicas, indo-arias) fue algo legítimo y bueno. Pero la oposición de la profunda identidad de Europa a las identidades de otras sociedades (mucho menos modernizadas que la Alemania del siglo XX), era absolutamente equivocada e injustificable.

3. Se basaba en un pequeño nacionalismo. De este modo, alemanes contra franceses, eslavos, y así sucesivamente. Esto era un error y muchos pensadores alemanes y combatientes que apoyaban a Hitler estaban en contra de tal posición (incluyendo a Leon Degrelle, por ejemplo). El nacionalismo alemán o italiano es una cuestión finalmente insignificante. Lo Indo-Europeo (indo-ario) es otra cosa, muy superior. La Sagrada Tradición y el Tercer Imperio del Espíritu es la tercera cuestión, la más importante. Si el pequeño nacionalismo acepta estar incrustado en el contexto indoeuropeo es bueno. Cuando se hace hincapié en las diferencias internas es malo. Lo mismo vale para la civilización indoeuropea. Si se reconoce su carácter sagrado (Tradición) es bueno. Si se concibe a sí misma como un fin en sí, no es aceptable y pierde su legitimidad.

4. Se atacó a la primera teoría política y a la segunda teoría política al mismo tiempo. Esa fue la razón principal de su derrota estratégica y militar. En el plano ideológico, la misma fue la razón de su derrota intelectual. La regla (definida explícitamente en la 4PT), es que el ataque contra el comunismo es válido y legítimo SÓLO DESPUÉS de la victoria común sobre los liberales. Geopolíticamente hablando, la Tierra gana al Mar y sólo DESPUÉS de que sus partes decidan quién es el Heartland. Si la lucha interna se inicia ANTES de la victoria sobre la primera teoría política (el capitalismo y el imperio talasocrático anglosajón del dinero y la mentira), o incluso si los comunistas son declarados el enemigo número uno en lugar de los liberales, el fascismo ayuda a los liberales a ganar y empuja a los comunistas al bando del MAL PRINCIPAL. Así que el fascismo estaba absolutamente equivocado aquí.

Estos cuatro puntos son hitos negativos esenciales. Había otros menos importantes como el peso teórico. Hubo algunos hitos positivos: anti-capitalismo, anti-materialismo y otros rasgos anti-modernos. Eso es válido para el verdadero fascismo histórico con todos sus terribles y fascinantes (para algunos) aspectos.

Hoy el “fascismo” consiste sólo en los puntos débiles y malvados. Es totalmente reducible a estos cuatro hitos: es moderno (como el concepto de Nación es moderno), eurocéntrico, chovinista, y primero anti-comunista y sólo después (demagógicamente) crítico del liberalismo. Reúne todos los puntos débiles del fascismo histórico y está totalmente desprovisto de cualquiera positivo. Es por eso que no es más que una caricatura. Es por eso que debe ser superado y trascendido. Es por eso que sólo sirve como arma secundaria para los liberales (así como los neo-izquierdistas, los anti-globalistas y los eco payasos – títeres también de los amos capitalistas).

El fascismo está semántica e históricamente agotado. Sus restos son una auto-parodia. Nos amanece con esto. Vamos a dar un paso adelante.

El orden de destrucción (deconstrucción) se convierte ahora en DOGMÁTICO:

• Contra el liberalismo.

• Cuando los liberales estén muertos, por supuesto, vamos a liquidar a los marxistas materialistas (los críticos principales del mundo moderno según Guénon, en lugar de los críticos radicales del capitalismo según Marx). Cuando la oligarquía mundial repose sobre sus ruinas, necesitaremos acabar con los rojos. Pero antes de ese punto somos aliados. Quienes llaman a luchar contra la izquierda primero son traidores. La lucha es primero contra el ENEMIGO VERDADERO.

• Cuando no haya más liberales ni oligarquía global, no habrá más marxistas con su idiotas materialismo y determinismo mecanicista; con su proletariado imaginado, o peor, sus “multitudes”; con su incondicional igualitarismo; con sus “intelectuales” pervertidos mentalmente y su “arte degenerado”. Los exterminaremos finalmente, necios neonazis. Sólo entonces, pero no antes. Pero si cualquier persona procedente de estos tres campos ideológicos cambiara finalmente su (la) mente, aceptando nuestra lógica y nuestra Cuarta Vía, él (ella) será cordialmente bienvenido.

• Es casi imposible pasar de la primera teoría política a la Cuarta. Es lo mismo que nacer de nuevo.

Es muy difícil pasar del comunismo a la Cuarta Vía. Pero el odio hacia el capitalismo y descubrir la propia identidad étnica y cultural, así como un sentimiento anti-imperialista anti-hegemónico, y el amor por la justicia, pueden ayudar mucho. En este caso los comunistas, sobre todo los nacional comunistas, son bienvenidos.

Es mucho más fácil para los ex-fascistas dar el siguiente paso sobre la base de un frío análisis geopolítico e ideológico de la historia intelectual y política del siglo XX, y unirse a la Cuarta Vía. Pero si no se da este paso la culpa de no darlo se hace mayor que la actitud obstinada de los liberales o de los comunistas inamovibles. Ellos pertenecen al pasado. Pero si quienes realmente soñaban con el futuro pierden la oportunidad histórica, no obtendrán misericordia. Serán destruidos los últimos, pero su crimen será mayor. Deberán ser considerados como traidores a nuestra lucha.

Fuente                                            Alexander Dugin

domingo, 8 de marzo de 2015

"EL CASO SCHMITT"



Carl Schmitt y por qué criminalizar la guerra acaba deshumanizándola


El jurista alemán mantiene plena actualidad con su doctrina sobre la distinción amigo-enemigo y otras teorías objeto de una sugestiva revisión académica desde Europa e Hispanoamérica.

Poca presentación necesita en España el jurista alemán Carl Schmitt (Plettenberg, 1888-1985), al que se puede considerar con toda justicia y sin exageración como uno de los pensadores más importantes en el campo del Derecho público y de la ciencia política del siglo XX. La recepción schmittiana en nuestro país comenzó ya en tiempos de la Segunda República, tuvo notable importancia durante el régimen del General Franco y no se ha apagado en el actual periodo democrático.

A ello ha contribuido notablemente la propia presencia física de Schmitt entre nosotros, en especial después de que su única hija, Ánima, se casase con el catedrático de Historia del Derecho de la Universidad de Santiago de Compostela Alfonso Otero Varela. Gracias a esta circunstancia, quienes coincidieron con él durante sus frecuentes estancias en España, en la Universidad o fuera de ella, pudieron disfrutar en persona de su magisterio; yo mismo, a pesar de haber empezado la carrera universitaria en Santiago cuando el gran jurista ya había fallecido, me he formado de alguna forma en esa tradición y he podido acceder a datos de primera mano que después me han ayudado a entender mejor el enmarañado –y muchas veces no poco envenenado– "caso Schmitt".

En la actualidad, el principal foco de interés científico por el pensamiento de Schmitt en España se puede localizar en la Sociedad de Estudios Políticos de la Región de Murcia, que edita la revista Empresas Políticas, dirigida por el profesor de la Universidad de Murcia Jerónimo Molina. A los abundantes estudios de y sobre el jurista de Plettenberg publicados en los nueve números de aquélla, se une ahora la edición de un volumen colectivo titulado Carl Schmitt: Derecho, política y grandes espacios, que recoge los trabajos presentados en un seminario que se celebró en agosto de 2006 en la Universidad EAFIT de Medellín (Colombia), coeditora del libro.

La obra, estructurada en tres partes, "Política y Derecho", "Excepción y guerra" y "Relaciones internacionales", constituye un estimulante conjunto de nueve reflexiones sobre el pensamiento de Schmitt formuladas desde Europa e Hispanoamérica, para las que se ha contado con algunos de los principales autores "schmittianistas" de nuestros días, como el alemán Günter Maschke, el italiano Antonio Caracciolo o, el más conocido de todos ellos, el francés Alain de Benoist, fundador del movimiento de la Nouvelle Droite.

La liquidación definitiva del "caso Schmitt"

Los tres primeros estudios del libro, que componen la parte relativa a "Política y Derecho" y están firmados por los citados Günter Maschke, Antonio Caracciolo y Jerónimo Molina, se ocupan en realidad de lo que podríamos llamar la liquidación definitiva del "caso Schmitt". Un asunto que para mí estaba ya claro desde hace tiempo, pero que sigue generando, también en nuestro país, una literatura que sólo se puede calificar de aberrante.

Carl Schmitt sufrió después de la Segunda Guerra Mundial una proscripción de un rigor que no se le aplicó a ninguno de los demás pensadores y profesores universitarios que permanecieron en Alemania durante el régimen nacionalsocialista. Proscripción tanto más sorprendente si se tiene en cuenta que la colaboración de Schmitt con el régimen nazi duró exactamente tres años y no se concretó en ningún hecho punible; es más, al jurista de Plettenberg ni siquiera se le puede imputar, como a muchos de sus colegas, el haber ocupado una cátedra dejada vacante por algún profesor depurado.

A estas alturas, nadie puede sostener seriamente que Schmitt fuese nazi antes de 1933. Una cosa es que se tratase un crítico "de derecha" de la República de Weimar y otra cosa que apoyase el acceso de Adolf Hitler al poder. Bien al contrario, con su colaboración jurídica y política con el general Kurt von Schleicher, último canciller antes de Hitler (y más tarde vengativamente asesinado junto a su mujer por los nazis durante la Noche de los Cuchillos Largos de 1934), intentó la implantación de una "dictadura comisaria" de base plebiscitaria que cerrase la puerta a los extremismos de izquierda y de derecha. El fracaso de la operación, por la debilidad del anciano presidente Paul von Hindenburg y las intrigas de su círculo íntimo, fue justamente lo que llevó a la cancillería del Reich al líder nazi, como dirigente del partido más votado.

Sólo cuando de esta manera, plenamente constitucional y democrática, la República de Weimar decidió suicidarse, Schmitt se adhirió al nuevo régimen afiliándose al NSDAP, el partido nacionalsocialista, para intentar influir en aquél desde dentro, y obtuvo un puesto menor como consejero de Estado prusiano nombrado por el primer ministro del Land, Hermann Göring. La intervención de este importante jerarca nazi le salvó en 1936 cuando las SS lo pusieron en el punto de mira por dudar de la sinceridad de su nacionalsocialismo (en particular, el católico Schmitt nunca aceptó ni cultivó los fundamentos biológicos, es decir, raciales, de esa doctrina) , y desde entonces pasó a un discreto segundo plano, uniéndose a la "resistencia interior" de la que también formó parte su amigo Ernst Jünger.

Al acabar la guerra, fue detenido en Berlín por los soviéticos, que lo interrogaron y lo soltaron de inmediato. Es parte de su leyenda la explicación que le dio a aquéllos de cuál era su posición política y existencial, la de un "Epimeteo [el hermano del mítico Prometeo] cristiano", símbolo al que luego sumó el del Benito Cereno de Herman Melville. Por el contrario, los norteamericanos lo recluyeron en un campo de concentración durante dieciocho meses, pero para acabar liberándolo también sin acusación alguna.

Sin embargo, a Schmitt no se le permitió regresar a la cátedra, probablemente por la inquina de algunos exiliados. Sobre esto no hay nada más que decir sino que a ninguna persona le es exigible tomar la vía del exilio, y que a quien abandona su patria en el momento de la zozobra y vuelve después sobre la punta de las bayonetas enemigas no se le puede reconocer superioridad moral alguna sobre quien opta por sufrir con sus compatriotas los desastres de la guerra hasta el amargo final.

Un pensamiento que sigue siendo fructífero en nuestros días

Las otras dos partes de la obra reseñada son el mejor ejemplo de lo fructífero que sigue siendo el pensamiento de Carl Schmitt en nuestros días. Los trabajos reunidos en ellas se ocupan de dos de los ámbitos de estudio a los que más intensamente se dedicó el jurista de Plettenberg después de la Segunda Guerra Mundial, el Derecho de la Guerra y las Relaciones Internacionales.

Del mismo modo que antes de la Segunda Guerra Mundial Schmitt fue uno de los críticos más importantes del Estado liberal de Derecho, habiendo aportado muchas de las soluciones técnicas que el constitucionalismo contemporáneo ha aplicado para tratar de corregir sus defectos, en el periodo posterior a aquélla retomó la reflexión que había iniciado en relación con el Tratado de Versalles y la Sociedad de Naciones para emprender una denuncia intelectualmente implacable del nuevo orden jurídico internacional nacido de la destrucción del Ius gentium del viejo Ius publicum europaeum.

A juicio de Schmitt, este último supuso un enorme avance para la civilización, al introducir la fundamental distinción entre el criminal y el enemigo, que posibilita la humanización de la guerra, tras constatar la imposibilidad de mantener la doctrina medieval de la guerra justa en el contexto de la diversidad religiosa posterior a la Reforma protestante y de la igualdad jurídica entre los Estados soberanos. Frente a ello, el proceso de criminalización de la guerra abierto tras la Primera Guerra Mundial supondría un retorno a la barbarie, disfrazado de humanitarismo y pacifismo.

El profesor colombiano Jorge Giraldo Ramírez se apoya en la indagación que lleva a cabo Schmitt sobre las nuevas figuras de combatiente, como la del partisano, que encuentran su acomodo en esa destrucción del orden estatal clásico, para realizar una reflexión muy interesante sobre las formas actuales de guerra y de enemigo, en la que no puede dejar de observarse el eco del triste fenómeno de la insurgencia y contrainsurgencia hispanoamericana; por su parte, el profesor también colombiano Saúl Echevarría Yepes rastrea en el pensamiento de los filósofos clásicos los orígenes de la famosa dicotomía amigo-enemigo que Schmitt pone en la base de su concepto de lo político.

Finalmente, la teoría de los grandes espacios, que el jurista de Plettenberg desarrolló como alternativa a un Estado mundial en el que la guerra interestatal reglada acabaría siendo sustituida por una guerra civil con el enemigo criminalizado, da pie a los cuatro últimos estudios compilados en el libro reseñado, dos de autores franceses, el ya citado Alain de Benoist y el profesor Stephen Launay, y otros dos de autores colombianos, José Toro Valencia y
Carolina Ariza Zapata.


Fuente                                           Luis Miguez Macho
elsemanaldigital