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miércoles, 11 de septiembre de 2013

¿QUÉ IGLESIA QUEREMOS?






¿Qué Iglesia queremos: una no-Iglesia?


Desde el Vaticano II (1965/68) venimos leyendo y escuchando que la Iglesia debe “abrirse”, debe “estar a la altura de los tiempos”, debe “modernizarse”, debe “aggiornarse”, debe “hacerse simpática al mundo”, debe, en definitiva “cambiar”.

Esto es, desde hace, por lo menos medio siglo, cincuenta años, que todos los medios masivos de comunicación se proponen “cambios”.

Y ¿cuáles son los cambios propuestos?: aborto, eutanasia, sacerdocio femenino, anulación del celibato sacerdotal, divorcio irrestricto, manipulación genética, matrimonio homosexual, aceptación de valores gay, anulación del papado, conducción colegiada, la anulación de alguno de los dogmas y muchos más.

Es cierto que todos estos cambios no tienen la misma jerarquía, pues unos son dogmáticos (la primacía del Papa), otros cuentan con el apoyo científico (aborto) y otros son opinables (celibato sacerdotal), pero si hacemos efectivos todos, la Iglesia se transformaría en una no-Iglesia.

Pero ¿quiénes son los que solicitan estos cambios?. Son los beneficiados por estos cambios: los grandes laboratorios, los grandes estudios de abogados divorcistas y abortistas, los homosexuales enriquecidos, las iglesias que buscan el debilitamiento de la católica.

En general, estos grandes lobbies son anticatólicos.

Ayer y hoy, dos días después de la majestuosa visita de Francisco al Brasil, el diario porteño de La Nación, vocero desde hace 100 años del liberalismo y la masonería argentina, publica en primera página como el gran logro del Papa en tierra carioca: ¿Quién soy yo para juzgar a los gays? Y Una iglesia más limpia y menos cerrada.

Cuando en realidad el mensaje de Francisco fue: no traigo oro, ni plata, traigo a Jesucristo y Río es el centro de la Iglesia.Subleva la manipulación interesada de un mensaje claro y distinto. Esto se debe a los intereses de los poderes indirectos, que son anticristianos.

El Papa dijo ante la pregunta en el avión de regreso a Roma: ¿Y el lobby gay? Cuando uno se encuentra con una persona que es así, debe distinguir entre el hecho de ser gay y el hecho de hacer lobby, porque ningún lobby es bueno. Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad ¿quién soy yo para juzgarla?. 

 Y el diario La Nación publica en su primera página con titulares tipo catástrofe: Otro gesto del Papa: ¿Quién soy yo para juzgar a los gays?.Y al otro día pide a través de su escriba oficial: una iglesia más limpia y menos cerrada.

Y para convalidar esto llama a un pavote ilustrado, que no es filósofo sino becario eterno del Estado italiano, como Giovanni Reale, que de católico tiene lo que yo de chino, para que afirme: es algo bueno que los católicos conservadores se alejen de la Iglesia. Lutero tenía razón para que se quitara a la verdad evangélica todo lo que la Iglesia de Roma le había agregado.

Primero la Iglesia no tiene conservadores como los partidos políticos; si algo tiene es progresistas y tradicionalistas, pero toda esta es una distinción ilustrada. La Iglesia es el pueblo de Dios, donde hay de todo. Y ese pueblo que participa de la Iglesia ve en ella un mensaje de salvación que no se limita a un mensaje social o a un recetario de modelos políticos.

Y segundo, si Lutero tenía razón, por qué no se hace luterano y listo el pollo.

Estos carajos, porque no son otra cosa, no ven el mensaje de salvación, primordial tarea de la Iglesia, y si lo ven, lo distorsionan. Si miramos bien, observaremos que en el fondo es una gran demanda que desde la Ilustración y la modernidad se le hace a la Iglesia, pero no es una demanda popular.

El gran Franz Brentano, el eslabón perdido de la filosofía contemporánea, enseñaba que el saber de la Iglesia es, esencialmente, un saber de salvación y que los saberes humanos son en ella una añadidura. (1)

Por eso nos enseñaban de niños, y esto lo cuentan también filósofos como Alberto Rougés y teólogos como Leonardo Castellani, el viejo verso:

Aquel que se salva sabe
Y el que no, no sabe nada.
Y la Iglesia cuando sabe es cuando habla de la salvación.

Francisco ha sido claro: queremos una Iglesia pueblo; una Iglesia callejera; una Iglesia que confiese a Jesucristo; una Iglesia que se respalde en María: una Iglesia que salga de las sacristías. “Y todo lo demás se dará por añadidura”.

Y si pudiéramos hablar de un enfrentamiento teológico en Francisco sería entre pueblo e ilustración.

En el fondo Francisco intenta recuperar la sacralidad de la Iglesia
, cosa dificilísima y algo que aquellos que desde hace medio siglo vienen proponiendo cambios, ignoran totalmente. Es que ellos ven en la Iglesia una simple institución social y política mundana, mutilando su impronta y aspecto sobrenatural.

Fuente                                                     Alberto Buela
disenso.info                                        

martes, 10 de septiembre de 2013

EGIPTO CIERRA FILAS CON SU EJÉRCITO



El público occidental espantado ante el general Al-Sissi

El 95% de los egipcios respalda el golpe de Estado militar que derrocó al presidente Morsi pero la prensa occidental denuncia con espanto un regreso a la dictadura invocando para ello los muertos civiles de la represión.

Para Thierry Meyssan, esa actitud tiene su origen en la visión aseptizada del mundo que se impone a los pueblos de Occidente, los cuales –olvidando las lecciones de su propia Historia– parecen creer que todos los conflictos pueden resolverse de forma pacífica.

En Estados Unidos y Europa, la prensa hace causa común contra el golpe de Estado militar en Egipto y lamenta ruidosamente el millar de muertos registrado desde entonces. Le parece evidente que los egipcios que derrocaron la dictadura de Hosni Mubarak son ahora víctimas de una nueva dictadura y que Mohamed Morsi, electo «democráticamente», es el único que puede ejercer el poder de forma legítima.

Pero esa visión de los hechos no tiene en cuenta la unanimidad de la sociedad egipcia en su respaldo al ejército. 

 Cuando Abdelfatah Al-Sissi anunció la destitución del presidente Morsi, lo hizo rodeado de los representantes de todas las sensibilidades del país, entre ellos el rector de la universidad Al-Azhar y el jefe de los salafistas, quienes aprobaron la medida al hacer acto de presencia en el momento del anuncio. El general Al-Sissi puede, por consiguiente, sostener con toda razón que el 95% de sus compatriotas respalda su actuación.

Para los egipcios, la legitimidad de Mohamed Morsi no depende de cómo fue designado presidente –con elecciones o sin ellas– sino de los servicios que prestó al país desde ese cargo. Y el hecho es que la Hermandad Musulmana demostró sobre todo que su divisa «¡El Islam es la solución!» no bastaba para disimular su falta de capacidad para gobernar.

Para el egipcio de a pie, el turismo disminuyó enormemente, la economía sufrió una grave regresión y la moneda nacional perdió el 20% de su valor.

Para la clase media egipcia, Morsi nunca fue electo democráticamente. La mayoría de los colegios electorales fueron ocupados a la fuerza por los miembros de la Hermandad Musulmana y el 65% de los electores optó por la abstención. 

Se trató en realidad de una farsa que contó con la complicidad de los observadores internacionales enviados por Estados Unidos y la Unión Europea, que de hecho apoyaron a la cofradía. En noviembre, el presidente Morsi suprimió la separación de poderes al prohibir que los tribunales contradijeran sus decisiones. Luego disolvió la Corte Suprema y revocó al Fiscal general. Más tarde abrogó la Constitución y ordenó la redacción de una nueva ley fundamental, trabajo que puso en manos de una comisión nombrada por él. Y finalmente impuso la adopción del nuevo texto mediante un referéndum boicoteado por el 66% de los electores.

Para el ejército, Morsi anunció su intención de privatizar el canal de Suez, símbolo de la independencia económica y política del país, y de venderlo a sus padrinos qataríes. Inició la venta de los terrenos públicos del Sinaí a personalidades del Hamas para que trasladaran los trabajadores de Gaza hacia Egipto, permitiendo así que Israel liquide su «cuestión palestina». Y sobre todo, llamó a entrar en guerra contra Siria, posición avanzada histórica de Egipto en el Levante.

Con ese llamado, Morsi puso en peligro la seguridad nacional, cuando su obligación era preservarla.

Pero el problema de fondo de los occidentales ante la crisis egipcia sigue siendo la violencia. Visto desde Nueva York o París, un ejército que dispara contra manifestantes con munición de guerra no puede ser otra cosa que tiránico. Y para pintarlo de manera aún más horrible, la prensa subraya que entre las víctimas hay mujeres y niños.

Se trata de una visión aséptizada y falsa de las relaciones humanas, una ilusión según la cual el no portar armas es una prueba de disposición al diálogo. El fanatismo es, sin embargo, un comportamiento que nada tiene que ver con el hecho de estar o no armado. 

Es un problema que los propios occidentales enfrentaron hace 70 años. En aquel entonces, Franklin D. Roosevelt y Winston Churchill ordenaron arrasar ciudades enteras, como Dresde –en Alemania– y Tokio –en Japón–, que estaban repletas de civiles desarmados [1]. A pesar de ello, se trata de dos líderes a los que nadie cataloga hoy como criminales sino más bien como héroes. Pero se considera evidente e indiscutible que el fanatismo de alemanes y japoneses hacía imposible toda solución pacífica.

¿Son los miembros de la Hermandad Musulmana terroristas y deben ser vencidos? 

Toda respuesta global esa pregunta sería errónea ya que existen numerosas tendencias en el seno de esa cofradía internacional. Dicho esto es justo señalar también que su historial habla por sí solo. La Hermandad Musulmana tiene, en efecto, un impresionante pasado como golpista en numerosos Estados árabes. En 2011 organizó la oposición contra Muammar el-Kadhafi y se benefició cuando este fue derrocado por la OTAN. Hoy sus miembros recurren de nuevo a las armas para apoderarse del poder en Siria.

En el caso de Egipto, el presidente Morsi rehabilitó a los asesinos de su predecesor Annuar el-Sadat y los liberó. También nombró como gobernador de Luxor al segundo jefe del comando que masacró a 62 personas, principalmente turistas, en ese mismo lugar en 1997. Además, durante su reciente llamado a manifestar por el regreso de «su» presidente al poder, los miembros de la Hermandad Musulmana incendiaron 82 iglesias coptas.

Los egipcios no parecen compartir la repulsión de los occidentales por los gobiernos militares.

Prueba de ello es el hecho que el pueblo egipcio es el único del mundo que ha sido gobernado por militares –con excepción del año de Morsi– durante más de 3 000 años.
                                              
Fuente                                                              Thierry Meyssan 
Al-Watan (Siria)

lunes, 9 de septiembre de 2013

CORIOLANUS


Coriolanus

Es una adaptación cinematográfica británica de la tragedia Coriolano de Shakespeare, dirigida y protagonizada por Ralph Fiennes en su debut como director.

Caius Martius «Coriolano» (Ralph Fiennes), un venerado y temido general romano, está en desacuerdo con la ciudad de Roma y sus conciudadanos. Presionado por su controladora y ambiciosa madre Volumnia (Vanessa Redgrave) para que busque la exaltada y poderosa posición de cónsul, él se resiste a congraciarse con las masas cuyos votos necesita para asegurarse el cargo. Cuando el público se niega a apoyarlo, la ira de Coriolano solicita un motín que culmina con su expulsión de Roma. El héroe desterrado luego se alía con su enemigo jurado Tulo Aufidio (Gerard Butler) para vengarse de la ciudad.

Esta película fue nominada al Oso de oro de Berlín en el 61.º Festival Internacional de Cine de Berlín.Ralph Fiennes fue nominado al premio BAFTA al mejor director, guionista o productor británico novel en la 65.ª entrega de los Premios BAFTA 2011.

Fuente                                Ver pelicula enlace aquí
wikipedia.org 

domingo, 8 de septiembre de 2013

LA DIADA DE CATALUÑA 2013



Se aproxima el 11 de septiembre

En Cataluña el curso político se inicia el 11-S, fecha de la caída de Barcelona en manos de las tropas austriacistas. Es ocioso repetir a estas alturas que los catalanes que lucharon y murieron en aquel combate lo hacían para que en las Españas (en rigor, solamente un jacobino habría de una sola España) reinara un Habsburgo. Repetir esto en Cataluña, después de casi 40 años de bombardeo ideológico y falsificación histórica es completamente inútil. La Generalitat ha decretado que ese es el “Día Nacional de Cataluña” y eso es lo que se celebra al margen del verdadero sentido histórico de esa fecha.

Por lo demás, no es a una fecha concreta a lo que nos queremos referir, sino a la celebración en sí misma. Recordaremos lo que ha pasado en los dos últimos años en Cataluña, que no ha sido poco. Y lo resumimos punto a punto:

1.- La voracidad presupuestaria de la Generalitat se encontró a un paso de la bancarrota.

2.- Artur Mas actuó como lo había hecho Pujol durante todo un ciclo: con una mano puso el cazo y con la otra atizó el fantasma independentista.

3.- El 11-S del 2012 y la manifestación que reunió a 150-200.000 personas fue el punto álgido de esa campaña y la tarjeta de visita de Mas para su negociación con Rajoy.

4.- La negociación fracasó: simplemente no había dinero en la caja.

5.- Ante al fracaso, Mas siguió atizando el fantasma independentista para que Rajoy diera su brazo a torcer.

6.- Rajoy respondió sacando de los cajones los dossiers sobre corrupción en Cataluña y apuntando directamente al corazón de la familia Pujol.

7.- Mas entendió el mensaje y rebajó las exigencias independentistas enfangándose en una polémica interior con ERC que benefició sobre todo a esta.

8.- CiU (como el PSC) están en franca pérdida de electorado, manteniéndose el PP en sus mismos niveles, subiendo ERC y C’s como la espuma.

Hoy, el problema económico de la Generalitat sigue siendo acuciante. La caída en la calidad de los servicios públicos es tal que nos retrae a los años 60, trenes de cercanías que no llegan a la hora, sanidad pública empantanada, policía autonómica ineficiente, exceso de burocratización, obsesión lingüística, inmigración masiva inintegrable, tasas de paro similares solamente a Andalucía, desertización industrial, Generalitat paralizada en su tarea de gobierno y una corrupción mucho más extendida de lo que los medios que maman de las ubres de la Generalitat reflejan… 

Eso es Cataluña. Y esta es la situación.

Así llegamos al 11-S de 2013. La Generalitat ya sabe que el camino hacia la UE le está vedado si se independiza. Sin embargo, lo que transmite no es eso, sino que Cataluña será “un futuro Estado más de la UE”. 

En cuanto a la población se divide en 1/5 parte ganada por el independentismo, 1/5 españolista, 3/5 partes completamente indiferentes, apáticas, apolíticas y preocupadas solamente por el día a día y por cómo sobrevivir en una situación completamente hostil. Ahora bien, es rigurosamente cierto que ahora hay más independentistas que hace dos años. ¿Motivo? “Madrid gobierna mal”. Es inevitable que se identifique al “gobierno central” con “Madrid” y que si las cosas van mal en Cataluña (¡y de qué manera van mal!) se culpabilice a “Madrid”, ese ente abstracto y perverso que gobierna contra Cataluña…

En realidad, las cosas no son así. Es decir, si son así, pero no en el sentido en el que la Generalitat y el independentismo lo difunden: “Madrid” gobierna mal, entendiendo por “Madrdi2 el sistema de fuerzas políticas, económicas y mediáticas que cristalizó en la constitución de 1978… pero la Generalitat de Cataluña es una derivada de ese sistema, y como él, sufre exactamente la misma crisis a escala regional. 

Una Cataluña independiente no variaría mucho la situación: existiría una frontera más en el Ebro y un pasaporte catalán que muchos catalanes, simplemente, rechazaríamos.

Es evidente que el independentismo es un “tigre de papel” y que le quedan exactamente dos 11-S para alcanzar sus fines o retirarse para siempre: el 11-S de 2013 y el 11-S de 2014, cuando se cumplirá el 400 aniversario de la caída de Barcelona en las manos borbónicas. Todo lo que el independentismo pueda hacer tiene fecha de caducidad: o lo hace antes del 11-S de 2015, o se convertirá en una dolorosa irrisión para Cataluña, un nuevo fracaso histórico para una región que desde la Batalla de Muret vive en un permanente fracaso histórico. Eso implica que los dos próximos 11-S van a ser “de traca” y el independentismo quemará sus últimos cartuchos.

Tiene a favor la corriente de simpatía creciente a la causa independentista, no tanto por convicción (los argumentos que manejan los independentistas son peripatéticos y mero ejercicio de infantilismo político que causan la más irreprimible tristeza y alguna que otra sonrisa de conmiseración) como por lo que se está prolongando la crisis económica, devenida crisis social y desembocada finamente como crisis política del sistema nacido en 1978. Tiene a favor, igualmente, que el independentismo es un mito inédito y de eficacia incomprobable. Lo puede prometer todo, porque nunca ha sido nada, a pesar de que si nos atenemos a la eficacia en la gestión del nacionalismo, su hermano mayor, legítimamente se puede sospechar de sus capacidades para gobernar.

Tiene en contra el que Cataluña actualmente está dividida en tres grupos sociales: el catalanoparlante, el castellanoparlante y la inmigración, en cifras: 2.250.000-2.500.000, 2.250.000-2.500.000, 2.000.000-2.50.000, respectivamente… Hay tres identidades habitando sobre la tierra catalana y no una como difunde la Generalitat. Estas tres identidades sobreviven en un marco general de a-culturización. La propia Generalitat parece incapaz de recordar que Cataluña es algo más que sardanas y castellers: Cataluña no vive un momento particularmente bueno de creación artística, cultural o literaria y las tres identidades que coexisten viven un paralelo proceso de empobrecimiento cultural.

Parece difícil que Cataluña alcance la independencia en 2014, a la vista de que no hay una mayoría social holgada y suficiente como para que el nuevo Estado disponga de un “suelo” sociológico suficiente como para poder imponerse. Lo más probable sería que en caso de decretarse la independencia, un 20% de castellanoparlantes abandonarían la comunidad y se irían a sus lugares de origen. Cataluña sería, por esto mismo, más “inmigrantes” y menos “española” y la Generalitat se engaña respecto a las posibilidades de “integración” de la inmigración por mucho que TV3 entreviste a antxenetes africanos o marroquíes… Dejando aparte que la inmigración puede apoyar la independencia, siempre y cuando reciba garantías de que será el grupo social más protegido.

Este es un problema importante porque la ausencia de fuerzas armadas catalanas y la ineficacia de los Mossos d’Esquadra en la represión de la delincuencia, dejan a una Cataluña independiente prácticamente indefensa ante motines, insurrecciones e intifadas que podrían estallar si la inmigración se ve abocada permanentemente a la pobreza y se le retiran subsidios, subvenciones y ayudas. 

Y no se ve de qué manera una Cataluña independiente podría remontar la pendiente de la desertización industrial, cuando en realidad, lo que ocurriría sería todo lo contrario: ésta se aceleraría con el tránsito de muchas empresas hasta ahora radicadas en Cataluña, al otro lado de la frontera del Ebro.Sea como fuere, los dirigentes nacionalistas e independentistas tienen todo el derecho a engañarse y a engañar a su parroquia sobre el futuro de una Cataluña independiente.

 Lo que nos interesa ahora es que el problema actual tiene solamente dos soluciones que se perfilarán entre hoy y el 11-S de 2014:

- O Cataluña alcanza la independencia

- O Cataluña sigue vinculada a España tal como lo ha estado hasta ahora.

En el primer caso el problema no terminaría el día en que La Vanguardia multiplicara por 10 sin ningún pudor el número de catalanes que apoyaría la independencia. A decir verdad, los problemas empezarían en ese momento: un 20% de catalanes acelerarían su marcha del “nuevo Estado”, firmas comerciales de relieve harían otro tanto, como siempre ocurre en estos casos, la voz cantante la llevaría en los primeros momentos el independentismo radical y éste no está desde luego preparado para asumir el gobierno ni de una Cataluña independiente ni de una Cataluña autonómica. 

Luego se agudizaría la crisis económica: los productos catalanes serían rechazados por su actual primer comprador, la población situada en el Estado Español. La campaña contra el cava de hace unos años se convertiría en una campaña contra cualquier producto etiquetado en Cataluña. Buscar otros mercados y ser competitivo, costaría lustros y ni siquiera está claro si se tendría éxito. Sin olvidar que el nuevo Estado para sobrevivir necesitaría dinero y aumentar la presión fiscal no sería el mejor estreno de la “hacienda catalana”. 

Así pues, las vías para sobrevivir serían dos: o bien privatizar todos los servicios, es decir, entrar en una dinámica ultraliberal que, aunque fuera pan para hoy y hambre para mañana diera a la Generalitat un respiro económico, o bien entregarse en plancha a la inversión extranjera generando unos incentivos que en la práctica generarían el que una Cataluña políticamente independiente fuera una Cataluña colonizada económicamente, tal como lo puede estar Senegal, Uganda o Madagascar.

En el segundo caso, se engaña quien piense que las cosas quedarían como están ahora. Nos gustaría saber cómo, fracaso el proceso independentista, Cataluña o lo que quede de ella, recuperaría la confianza del Estado. Tres años de tensiones independentistas y treinta y cinco años de chantajes nacionalistas, no se olvidan así como así. Quedarían secuelas y sobre todo resquemores que ya hoy existen: en los años 80, “Madrid” priorizó el eje Lisboa-Madrid-Valencia y en el nuevo milenio cuando se habla de enlazar a “España” con “Europa” se piensa en rutas que discurran por los Pirineos Centrales, no por el Pirineo Catalán. Es comprensible. El Eje Mediterráneo, por ejemplo, hoy no es una prioridad de los gobiernos españoles. Cataluña corre, pues, el riesgo de quedar como una región periférica de España en la que “España” no tiene absolutamente ninguna confianza y sobre cuya lealtad existen serias dudas… Si esto ocurre con el Estado, podemos imaginar cómo se vería a Cataluña a nivel popular desde el resto del Estado Español: “traidores”, “enemigos de España”, “malas gentes que merecen un escarmiento”, etc, lo abriría heridas que tardarían generaciones en restañarse.

Cataluña, a decir verdad, tiene las de perder. A diferencia del Estado Español, no posee una comunidad lingüística, más allá de Andorra, capaz de apoyar un proceso independentista. Parece difícil que incluso dentro de la UE pueda contar con algún apoyo para su causa.

¿Tiene solución la actual coyuntura en Cataluña? Difícilmente. La reforma de la constitución española es complicada y cualquier solución pasa por la reforma constitucional y la promulgación de nuevas reglas del juego, algo así como “resetear” una situación que está estancada y que no tiene salida dentro del actual marco constitucional.

Pero lo más grave es que nada en España es mejorable, y en especial la crisis económica, mientras España no se emancipe de la globalización. Rajoy no lo hará. El PSOE tampoco.

A los independentistas no les importa nada más que no sea la independencia y lo que pase luego pertenece a otro mundo. La globalización es algo que escapa a sus análisis y en lo que no entran. Pero es el problema central del que depende la solución de todos los demás. Lo que el independentismo hace es aplicar una solución del siglo XIX para un problema del siglo XXI. No es raro que mientras se empeñe en la cuestión independentista sufrirá Cataluña y sufrirá España. Estamos ante un problema que no es catalán, ni siquiera español: es un problema europeo: Europa no tiene cabida dentro de la globalización lo que implica que plantear la cuestión de la independencia es plantear una falsa solución regional a un problema muy real pero de alcanza europeo.

Nadie va a salir bien parado de lo que se avecina en los dos próximos años…

Fuente                                    Ernesto Milá
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