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sábado, 17 de mayo de 2014

A LAS PUERTAS DE LA SUCESIÓN



La monarquía juancarlista entra en su última fase

Durante la transición, los franquistas recibieron, a cambio de aceptar la democracia de los partidos, el que España siguiera siendo monárquica. Todos contentos: la oposición democrática tenía legalizados a sus partidos y los franquistas creían que con el Rey seguía proyectándose la voluntad del aquel que reinstauró la monarquía en España, Franco. Sin embargo, hasta el 23-F, la monarquía no fue aceptada ni tomada en serio. Desde entonces ha llovido mucho. Hoy, la crisis política del régimen y la corrupción en el entorno de la Familia Real nos han situado en puertas de la sucesión.
Desde hace semanas se vienen produciendo algunos “movimientos” en torno a la imagen del rey que parecen indicar que nos encontramos al final de un ciclo y al principio de otro. La erosión física del monarca parece irreversible a pesar de sus 76 años, pero hay algo todavía más deteriorado: la imagen de la institución monárquica.
Corrupción en la cúspide del Estado
Hasta ahora, Juan Carlos había salido indemne de los muchos casos de corrupción que se habían producido en su entorno de amistades. Los nombres de Javier de la RosaPrado y Colón de Carvajal, Ruiz Mateos o Mario Conde, que en su momento mantuvieron una estrecha relación de amistad con el monarca, pasaron ante los juzgados, protagonizando sonados episodios de corrupción y/o mala gestión. Todos ellos confiaban en que la amistad con el monarca les crearía un entorno de invulnerabilidad, pero, a la hora de la verdad, se encontraron solos ante la justicia. La Casa Real tuvo la habilidad de minimizar la envergadura de estas amistades y el prestigio del Rey no se vio erosionado. Pero en el caso Urdangarín ha resultado mucho más difícil establecer un círculo defensivo.
La falta de prudencia, las ambiciones desmesuradas y la rapacidad en obtener rentabilidad a su situación matrimonial, así como una sensación de invulnerabilidad, hizo que Urdangarín se comprometiera en operaciones difícilmente justificables que entran de lleno, no solamente en el fraude fiscal sino también en la corrupción pura y dura y el tráfico de influencias. Pero en este viaje no estuvo solo: la firma de la infanta aparece en demasiadas ocasiones como para que todo pueda atribuirse al “amor” conyugal, tal como ha alegado su defensa. Por primera vez desde el inicio de la democracia, el entorno próximo –demasiado próximo– al Rey quedaba salpicado por un caso de corrupción.
Anteriormente, distintos deslices en materia sexual cometidos desde su juventud, habían ocasionado problemas a los asesores de imagen de la Casa Real, pero en esta ocasión no se trataba de las cartas enviadas por el entonces príncipe a un amor de juventud, por los papeles guardados por una estrella del destape, o por la tocata y fuga del Rey con una periodista suiza, mientras las leyes que debía revisar eran firmadas por un plotter, ni siquiera de una malhadada cacería ni de una princesa aventurera en el mundo de los negocios, era mucho peor: un verdadero caso de corrupción en el que alguien que no tenía necesidad de realizar estas prácticas –pues su futuro estaba asegurado por la fortuna familiar y por la parte de la herencia que le correspondería de su suegro– llegaba incluso a utilizar asociaciones de niños minusválidos para desviar fondos públicos, defraudar a Hacienda, justo en el momento en el que la crisis económica alcanzaba su nivel máximo y el paro superaba los cinco millones.
Solamente un rápido divorcio, la devolución de las cantidades sustraídas, un pago a Hacienda de las multas y las cantidades adeudadas y un reconocimiento público de las culpas, seguida de la aceptación de la sentencia y de la subsiguiente petición de indulto, hubieran resuelto la situación. Pero la Casa Real no se sintió con valor de realizar todo este recorrido, ni la infanta estuvo en ningún momento de acuerdo con el planteamiento.
Para colmo, Urdangarín adoptó la peor defensa posible: culpar a su socio, el cual vio procesada a su esposa, respondiendo violentamente: si caía su esposa, también caería la infanta. A partir de aquí se inició la filtración de emails privados que hacían inevitable la imputación de Doña Cristina de Borbón. La cacería real en África y la irrupción de la princesa Corina, junto con las noticias sobre la salud real y las sucesivas operaciones, terminaron por disolver todas las esperanzas de que Juan Carlos pudiera concluir airoso su reinado. La bochornosa disculpa pública (el “lo siendo, no se volverá a repetir”) contribuyó a hacer más patética aún la imagen de la monarquía.
Fue en este contexto en el que se inició la “operación abdicación” apoyada especialmente porLeticia Ortiz y por la reina Sofía, voluntariamente alejada en Londres. La parte más amable de la operación era preparar a Don Felipe para asumir la corona. Eso implicaba pasearlo por todo tipo de eventos por el territorio nacional, convertirlo en una figura conocida, habitual en los telediarios y familiarizarlo –al menos en teoría– con los problemas de los españoles. En el momento de escribir estas líneas, la pareja Felipe-Leticia prosiguen esa actividad a ritmo acelerado que incluyen desde reuniones con empresarios, visitas a Cataluña, hasta un cuidado extremo en cuestiones de imagen (operaciones de mandíbula de Leticia).
Pero todo esto no ha bastado: la operación fallaba precisamente por el eslabón más débil: Juan Carlos I, fiel a la tradición de su padre, no parece dispuesto a abdicar. En ese contexto, la publicación del libro de Pilar Urbano, “El precio del trono”, lanzado pocas horas después del fallecimiento de Adolfo Suárezpuede ser considerado como otra fase de la operación. Cabe recordar que la Urbano, miembro del Opus Dei, es también autora de varios libros de pura intoxicación (Mohamed Atta, sobre los atentados del 11-SCon la venia, yo indagué el 23-FYo entré en el CESID…) diestros en el arte de sembrar pistas falsas, desviar las sospechas hacia callejones sin salida, crear confusión y sembrar pistas falsas.
Desde siempre habían corrido rumores sobre la implicación de Juan Carlos I en los episodios del 23-F. Si existió tal implicación, debió reducirse al comentario que realizó la reina Sofía al general Armada (“Alfonso, sólo tú puede salvarnos…”) y poco más. De la misma forma que la transición, contrariamente a lo que se suele difundir, no fue diseñada ni por Adolfo Suárez, ni mucho menos por el monarca, sino por las fuerzas económicas nacionales e internacionales que precisaban la integración de España en Europa y en el marco de la OTAN, el 23-F, en tanto que culminación de la transición, debió tener como autores intelectuales a los mismos promotores de la transición.
Hizo falta que muriera Adolfo Suárez para que el libro se pudiera publicar. Los funerales de Estado del antiguo presidente de UCD revitalizaron el recuerdo de la transición y de sus misterios y “alguien” aprovechó para lanzar una nueva andanada sobre Juan Carlos y sobre su trayectoria pasada. La andanada, no partía de sectores antimonárquicos, sino más bien, de ambientes conservadores en absoluto hostiles a la monarquía: el Opus Dei, el editor Lara, el entorno de la Reina
La Casa Real recomendó al rey asumir la figura de Don Tancredo, un “no te muevas que es peor”, renunciando a realizar cualquier comentario sobre el libro y actuando como si no pasara nada. Y entonces vino un nuevo “aviso”: el jet real, inexplicablemente se averió por quinta vez en seis meses al tener que trasladar a Juan Carlos de su periplo por el Golfo Pérsico a la final de la Copa del Rey de fútbol. ¿Avería o advertencia? Cada cual es dueño de pensar lo que quiera a la vista de la delicada situación de la monarquía juancarlista.
Situando la crisis de la monarquía
Los pactos de la transición establecieron que el sistema político español sería una monarquía constitucional. Hasta ahora, dichos pactos se han respetado, pero en la actualidad la crisis económica ha terminado generando una crisis política, uno de cuyos frentes abiertos es precisamente el futuro de la institución monárquica. Por primera vez, incluso algunos monárquicos son conscientes de que la persistencia de Juan Carlos y su continuidad en el trono, puede aumentar el desprestigio de la institución monárquica e incluso generar el fin de la monarquía. Tales sectores –incluso una parte de la Casa Real– opinan que solamente la sucesión y los fastos que generará pueden suscitar un nuevo impulso de popularidad y un baño de masas para la misma que deje atrás la erosión que está sufriendo en estos últimos cuatro años.
Así pues, la crisis de la monarquía es una parte de la crisis política que vive España. La monarquía juancarlista se encuentra en estos momentos más que amortizada y parecería razonable que antes de que se desencadene la “tormenta catalana” (que alcanzará su máxima virulencia en el último trimestre de 2014), se produjera la sucesión monárquica sin más tensiones. Pero la lógica y el sentido común no siempre dirigen la actividad del monarca y en este caso, al igual que su padreDon Juan de BorbónJuan Carlos se niega a abdicar en beneficio de su hijo.
Hay que recordar que estos dos distintos entornos monárquicos están rodeados de una red de asesores, especialistas en imagen, analistas políticos, que sugerirán a cada parte, las mejores técnicas e iniciativas para imponerse a la otra. Los enfrentamientos entre Borbones no son una novedad en la historia de España desde que Fernando VII traicionara a su padre.Pero lo que se dirime aquí no es solamente el momento en el que tendrá lugar la sucesión, sino la existencia misma de la monarquía.
Parece difícil que el tiempo consiga mejorar la caída en picado de la imagen de Juan Carlos I que se ha producido en los últimos años. El escenario más peligroso es el instante de crisis centrifugadora combinado con la reivindicación de la Repúblicacon un rey incapaz de tomar la iniciativa y mermado físicamente. Escenario que tenemos a la vuelta de la esquina. Si se retrasa excesivamente la sucesión, lo que peligra es la misma institución monárquica.
Termine como termine el sainete catalán, parece evidente que en un plazo no mayor a cinco años va a ser necesaria una reforma constitucional. Tal reforma puede hacerse “a mínimos” (apenas unos retoques para reforzar el sistema basado en los dos partidos hasta ahora mayoritarios) o una reforma “a máximos” que puede acabar con la institución monárquica para siempre. Todo va a depender del tiempo que Juan Carlos siga manteniéndose en el trono.

Fuente                                          Ernesto Milá

viernes, 16 de mayo de 2014

LA U.E INSOLIDARIA Y CORRUPTA



La UE: asesina y antidemocrática
La UE es una gran sucursal del poder económico neocapitalista (grandes empresas multinacionales y entidades financieras), que se caracteriza por ser un instrumento político y jurídico de dominación y asesinato de millones de empobrecidos y débiles, así como por tener una estructura institucional burócrata y antidemocrática, que garantice las normativas necesarias para salvaguardar el negocio.
Las normas que provienen de la UE deben ser incorporadas obligatoriamente al derecho interno por los 27 países miembros, de forma que actualmente alrededor del 80% de las legislaciones ya no dependen de los parlamentos nacionales. Además, dicha legislación europea favorece los intereses comerciales y financieros de estos grandes poderes económicos. Sirvan como botones de muestra tanto la política agraria común (PAC), como la actividad del Banco Central Europeo (BCE).
La PAC, que constituye el 40% del presupuesto anual de la UE, consiste básicamente en subvencionar con dinero público determinados productos agrícolas y ganaderos producidos en la UE (leche, azúcar, carne), lo cual permite que las multinacionales del sector puedan venderlos en los países empobrecidos, a precios inferiores que el precio de esos mismos productos generados en dichos países. Todo ello está provocando el hundimiento de muchas de esas economías agrícolas de subsistencia y, por consiguiente, provocan y perpetúan más hambre y más miseria para millones de familias empobrecidas.
Por su parte, el BCE actúa al servicio de las grandes entidades financieras, pues no presta dinero a los estados, sino a la banca directamente, la cual, a su vez, lo vuelve a prestar a los estados (deuda pública), a un interés mucho mayor del que la banca tiene que pagarle al BCE, favoreciendo un gran negocio para el sistema financiero, que se basa en la especulación con el dinero público.
Para que toda la maquinaria de la UE esté engrasada al servicio de dichos poderes económicos y financieros, éstos disponen de grupos de presión (lobbys) que gastan miles de millones de euros al año y emplean a varios miles de personas, para influir en las decisiones políticas y en la legislación europea, todo ello acompañado de la colaboración vergonzosa de la clase política europea, ostentadora de inmorales privilegios (vuelos en primera clase, dieta diaria de 300€ por día de asistencia, coches de lujo con chófer, más de 6.000€ netos mensuales de sueldo, otros 4.200€ mensuales para gastos generales, más 21.000€ mensuales para contratar personal propio de libre designación, y pensión de al menos 1.250€ mensuales por cinco años en el Parlamento, a partir de la edad de 63 años), y operando dentro de una estructura institucional antidemocrática, donde las decisiones políticas se encuentran cada vez más alejadas de los ciudadanos.
Ante las próximas elecciones europeas del 25 de mayo hay que alzar la voz contra una Europa insolidaria y corrupta exigiendo justicia con los más explotados y oprimidos. Cualquier otra cosa es indecente
Fuente

jueves, 15 de mayo de 2014

¿SOMOS CELTÍBEROS?




¿Celtíberos? O simplemente Celtas

La historia es un campo de batalla. En ella no siempre ha salido triunfante la verdad; muchas veces se ha impuesto la mentira en los libros o documentos llamados históricos. En otras ocasiones ha ocurrido justo lo contrario: después de haberse asentado la verdad verdadera en la historia. No sin enconada lucha. No ha dejado de recibir sin embargo, acometidas o ataques para desbancarla, eclipsarla o tergiversarla. Aquí no reina la paz. Estamos seguros de ello. Durante dos mil años, los historiadores han sostenido que el núcleo de la España antigua correspondía a un pueblo bien definido: Los Celtiberos, una mezcla particular de los pueblos celtas procedentes de centroeuropa con los elementos ibéricos autóctonos. Sin embargo la investigación de los últimos años ha desmentido esta perspectiva. La expresión “Celtibero” no significaría una mezcla de celtas e iberos, sino, simplemente, “los celtas de Iberia”. La Vieja España era mayoritariamente celta. Hemos de volver a escribir nuestra prehistoria.

Nuestros manuales escolares, a la hora de explicar la formación de los primeros pueblos peninsulares, todavía se hacen eco de las ideas de romanos y griegos sobre el asunto: desde el valle del Guadalquivir hasta la actual Cataluña, por toda la costa mediterránea, los iberos; desde el Algarve portugués hasta el curso alto del Ebro, por toda la costa atlántica y cantábrica, y hasta el pirineo aragonés, los celtas; en medio, en las mesetas y valles del Ebro, el Duero y el Tajo, los celtíberos. Estos últimos serian el producto de la mezcla entre los primeros celtas que llegaron a la península y los pueblos ibéricos. El núcleo de España, por tanto, sería el producto de un mestizaje entre los elementos célticos procedentes del centro de Europa y los elementos ibéricos supuestamente autóctonos.
Esta certidumbre se basaba en las fuentes griegas y romanos, y muy especialmente en el testimonio del historiador griego Diodoro de Sicilia (siglo 1 a.C.), que escribe: “En otros tiempos, estos dos pueblos, los iberos y los celtas, guerreaban entre sí por la posesión de la tierra, pero cuando más tarde arreglaron sus diferencias y se asentaron conjuntamente en la misma, y acordaron matrimonios mixtos entre sí, recibieron la apelación mencionada”. Así explicaba Diodoro la existencia de esos “celtíberos” de los que hablaban ya Timeo y Polibio, y a los que Ptolomeo situaba entre el Moncayo y el Ebro. La cosa estaba claro.
Mas celtas de lo que se pensaba
Sin embargo, hacia los años 20 de este siglo empezó a valorarse de un modo distinto el peso de lo céltico en la formación de la España antigua. Pedro Bosch Gimpera, en su revolucionaria Etnología de la península ibérica (1932), relacionó los testimonios antiguos sobre la presencia de celtas en España con la existencia de campos de urnas – como los de las culturas célticas centroeuropeas- y los elementos lingüísticos disponibles. El resultado era sorprendente: la España antigua era mucho más céltica de lo que se pensaba. En la misma línea abundaron los trabajos de Caro Baroja, Blázquez y Antonio Tovar, ya en los años cuarenta. Los descubrimientos arqueológicos posteriores no han hecho sino reforzar esa tesis.
Ahora bien: como en otras muchas ocasiones, factores de orden político (o, más exactamente, ideológico) han deformado la realidad histórica. En efecto, la hipótesis del mestizaje celtibérico encajaba muy bien en los supuestos tanto de una cierta izquierda como de una cierta derecha cultural. A la vieja derecha española, perpetua defensora de la peculiaridad hispánica frente a Europa, le gustaba mucho ese origen singular de la primera España, distinto al de franceses o alemanes, y que mediante la fusión de celtas e iberos prefiguraba la futura fusión de la “hispanidad” en América. Pero, del mismo modo, la izquierda cultural veía con muy buenos ojos ese origen mestizo de España, contrapuesto de forma radical a las pretensiones de “pureza racial” que mantenía la derecha cultural en otros países, y que podría dar razón del carácter “oriental” de España a través de la supuesta continuidad entre iberos, fenicios, árabes y judíos. Este tipo de prejuicios, tanto a la derecha como a la izquierda, han tenido por resultado que todavía hoy sea imposible plantear el asunto del origen de España con un cierto rigor histórico y sin ceder a pasiones intencionadas.
No obstante, la verdad histórica debe abrirse paso por encima de las modas ideológicas o de los tópicos del momento. Y la verdad histórica es que los llamados celtíberos eran en realidad celtas. 

A este respecto, las conclusiones de los lingüistas son inapelables: todas las inscripciones descifradas, en un área muy extensa que va desde el valle del Guadalquivir hasta el Pirineo oriental y desde la meseta sur hasta el Cantábrico, responden a un tipo de lengua céltica. ¿Significa eso que Diodoro de Sicilia se equivocaba, como las fuentes anteriores a él? Los clásicos tenían sus razones. Los celtíberos eranceltas, pero celtas que habían recibido el influjo cultural de la civilización ibérica que en ese momento se extendía por las costas mediterráneas, igual que los celtas franceses del Midi o los celtas italianos del sur de los Alpes entraron en contado con iberos, ligures y etruscos. los celtíberos utilizaban una escritura de tipo ibérico. Quizá por eso se pensó en la hipótesis del mestizaje.
Pero mientras que las inscripciones en ibérico se resisten todavía a la traducción, las celtibéricas han podido ser descifradas, y lo han sido gracias a los avances en el estudio de las lenguas indoeuropeas. El resultado de ese trabajo de desciframiento es inequívoco sobre la celtitud esencial de los celtíberos: celtas que en algún momento adoptaron los signos de una escritura ajena para escribir en su propia lengua. El elemento más importante en esta labor ha sido tal vez el bronce de Botorrita, cuyo carácter celta es indudable. Se trata, eso sí, de un celta peculiar, distinto al de otros lugares de Europa, muy arcaico y, además, diferente incluso al de otros hallazgos supuestamente célticos de la propia península ibérica, como los relativos al dialecto lusitano. Eso significa que la penetración celta en España fue muy temprana, en los primeros años del primer milenio a.C., y que desde entonces vino siendo ininterrumpida durante tres o cuatro siglos.
Pero hay más: el estudio del lusitano y el de los antiguos hidrónimos de la península permiten concluir que, con anterioridad a esta temprana penetración celta, hay que aceptar la llegada de otros grupos indoeuropeos, tal vez unos celtas aún no muy diferenciados del resto de los pueblos indoeuropeos, tal vez aquellos indoeuropeos primordiales que en algún momento constituyeron un sólo pueblo. Estamos ante unas hipótesis que tras los aportaciones de la lingüística pueden manejarse con absoluta garantía de seriedad. A todo ello hay que añadir evidencias como el origen céltico del nombre de Argantonio, el célebre rey de Tartessos, en el extremo sur de la península, y que permite sospechar, cuando menos, la presencia de una aristocracia de carácter indoeuropeo en una civilización hasta ahora tenida por exclusivamente ibérica. El carácter claramente hercúleo del mito tartéssico de Habis (o Habidis), muy estrechamente emparentado con otros héroes semejantes del ámbito céltico, parecen avalar esta sugerencia, así como el culto religioso al jabalí, al ciervo, al caballo y al toro, extendido por toda la península.
Rescribir la protohistoria
Asi las cosas, nos encontramos con un panorama muy diferente al hasta ahora aceptado. Según los nuevos datos, la indoeuropeización de la península no habría sido un fenómeno marginal y tardío, sino intenso y temprano. Desde antes del primer milenio a.C., diversos pueblos indoeuropeos habrían entrado por los Pirineos dando nombre a los ríos y yendo a parar al extremo suroccidental de la Península. Después, un nuevo grupo de pueblos, quizá celtas o protoceltas, indoeuropeos con toda seguridad, habrían seguido el mismo camino, dando lugar a lo que los romanos conocieron como “lusitanos”. Por último, y antes del siglo VI a.C., una nueva oleada, ya propiamente celta, se extiende por toda la península y ocupa las dos mesetas, la cordillera cantábrica (Vasconia incluida, como atestiguo el yacimiento de Cortes de Navarra), las serranías levantinas, el Ebro catalán y la cuenca del Guadiana. Cuando los romanos llegan a España, en el 218 a.C., la península es étnica, lingüística y culturalmente indoeuropea y mayoritariamente celta, con excepción de la franja costera meridional, que es ibérica y está sometida al influjo fenicio. La aportación romana culminará la indoeuropeización de España.
En definitiva, la lingüística ha practicado sobre la historia antigua de España una operación semejante a la que llevó a cabo sobre la civilización Micénica. En el caso de Micenas, la opinión mayoritaria era que se trataba de una civilización oriental y pelásgica, heredera quizá de Creta, hasta que se descubrió que su escritura, el “lineal B”, era en realidad una forma arcaica de griego; Micenas era indoeuropea. Del mismo modo, la investigación sobre los testimonios escritos de esta primera España ha llevado a la conclusión de que nuestra península fue, sobre todo,celta, aminorando considerablemente el peso del componente ibérico y cercanoriental. 

Por supuesto, quedan pendientes varios problemas: el primero, conocer el origen exacto de Tartessos y su civilización, para confirmar los indicios de presencia céltica en ella; el segundo, elucidar la procedencia y extensión de los iberos, saber si se trataba de un pueblo autóctono -quizás heredero de la civilización megalítica- o si procedía del norte de Africa; el tercero, resolver el problema de los vascos, de quienes se sigue ignorando si pertenecen al ámbito ibérico o si llegaron a España junto a las primeras oleadas migratorias; por último, desvelar la identidad de algunos otros grupos indoeuropeos que, verosímilmente, llegaron a España en época prehistórica y que siguen envueltos en una nube de misterio. Pero lo que ya no admite duda es que la protohistoria de España debe ser escrita de nuevo.

Fuente                             José Javier Esparza

miércoles, 14 de mayo de 2014

"LA CULTURA UNIVERSAL"



EL PAPEL EDUCATIVO EN LA EPOCA DE INTERNET Y DEL MERCADO GLOBAL

Un aspecto importante de la globalización, indudablemente, es que ha sido favorecida y acompañada de un amplio y vigoroso desarrollo tecnológico, vinculado especialmente a las llamadas “nuevas tecnologías de la información” e internet. La convergencia de los medios tecnológicos y la integración de las telecomunicaciones, como el cable, televisión e internet, auguran una nueva plataforma de comunicación en un futuro inmediato. El avance vertiginoso de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación nos permiten no solamente ser receptores pasivos sino también protagonistas y emisores.


Al parecer, ha desaparecido el fantasma de la “agresión desde el espacio” que hace algunos años nos asustaba tanto y que era utilizado por grandes transnacionales que monopolizaban la información y la manipulaban de acuerdo a sus intereses, aunque actualmente ese peligro sea real en el ámbito financiero. Hoy en día , por lo menos en occidente, no estamos tan desarmados y muchos de nosotros podemos hacer llegar al mundo nuestro mensaje a través de un simple ordenador.


La globalización nos ha permitido, y muchas veces ha promovido, un cambio radical en la concepción de la “educación”, asociada a expresiones como “la era de la información”, “la supercarretera de la información”, o “la sociedad del conocimiento”. Existen múltiples universidades virtuales cuyos servicios se ofrecen a una comunidad mundial que rompe con la geografía de los esquemas estáticos, porque su misión no está focalizada en una ciudad o un país y cuyos programas formativos están diseñados bajo la concepción de globalidad. La educación global, sin embargo, nuevas formas de implantación técnica, significa un rol diferente para el maestro, docente o educador y una selección eficiente de nuevos contenidos educativos. En pocas palabras, se precisa un cambio de actitud importante en las instituciones respecto a las futuras medidas a adoptar en materia de política educativa.

En pocas palabras, se precisa que las instituciones adopten un cambio de actitud respecto a las futuras medidas a adoptar en materia de política educativa.El enfoque de centro educativo, donde se sostuvo siempre que era posible encontrar o tener acceso a todos los recursos educativos necesarios para la formación del alumno, hoy está obsoleto porque los recursos educativos actuales se hallan en la vida cotidiana y distribuida por el mundo. En buena medida, este género virtual se viene abriendo paso con fuerza y ya no está relegado a unos pocos iniciados de la red, del consumo de información a través de red y a los “data-fagia”.

Paralelamente a lo anterior, cada día se ve incrementado significativamente otro comportamiento virtual: los proyectos colaborativos en la red. A medida que navegamos en internet, vamos descubriendo un sinnúmero de convocatorias e invitaciones personales e institucionales- para unirnos y compartir una idea, una actividad, un proyecto, una experiencia que una e integre la diversidad y que promueva joint-ventures de experiencias de interconexión educativa. Estudiantes y maestros de una escuela pueden así, mostrar su experiencia y realidad, y compartirla con gente de otras latitudes, y continuar juntos en una travesía virtual participativa, donde el aprendizaje de unos depende e interactúa con el aprendizaje de los demás. ¿Por qué no se integran estas modalidades educativas con el currículo de las escuelas convencionales por pequeñas que sean? S e podrían organizar eventos y actividades virtuales diversas. Pero nos asalta la cuestión de si los seres humanos son capaces de recibir y asimilar tanta información a la vez y a tanta velocidad.


Por otra parte , si concebimos la educación en un sentido amplio, su definición coincidirá en gran medida con el proceso de socialización. Los niños de hasta hace algunas generaciones adquirían nuestra lengua, nuestros valores, nuestras costumbres, nuestros conocimientos y nuestra forma de conocer situados en una cultura específica, con rasgos más o menos “sedimentados” y “estables”. Hoy, cada vez más, nuestros niños se socializan recibiendo la influencia multicultural de este mundo globalizado en el que estamos inmersos a través de los medios de comunicación (TV por cable, satélite, Internet, etc.)

 ¿Qué implicaciones tiene este hecho para la educación? ¿Se está abriendo paso un ciudadano universal?


Yo no lo creo: la socialización es débil y superficial, la influencia a menudo también pero se pueden satisfacer curiosidades y empezar a conocer usos. costumbres, personas, etc. ¿Estamos asimilando la “cultura universal”? Para enfrentarse, conocer y asimilar otras culturas necesitamos de un background cultural, educación, pasar tiempo juntos, etc. , ¿Qué papel juega la educación y los educadores en este contexto? Un papel muy importante, no sólo desde un punto de vista técnico, es decir enseñar a utilizar internet, sino, sobretodo, desde el punto de vista pedagógico; es decir, enseñar cómo utilizarlo en la materia especifica, cuando utilizarlo, cómo buscar, mediar, analizar y seleccionar las informaciones que están en la red.


¿Cómo volcar tales postulados en una política educativa adecuada,  en un ámbito mundial donde se ensalzan los criterios de Calidad total en todos los procesos? Una premisa de nuestra época es la obtención de resultados, muchas veces a cualquier costo. En general se está abriendo camino la idea de que el sector educativo ahora requiere mayor dinero que antes. El fin está bastante claro, invertir en la educación, en instrucción para ser más precisos, de los niños de hoy para que aprendan lo que la sociedad necesitará de ellos mañana.

En definitiva, el mercado ha transformado al ciudadano en un nuevo cliente. 

Tal vez la principal función de la escuela debería ser la de forjar mejores ciudadanos, responsables, conscientes de sus derechos y deberes. Debería incluir la formación de un nuevo consumidor, no atado a modas pasajeras sino que exija libertad de elección, que incorpore criterios de selección hacia productos no obtenidos a través de la explotación humana o con técnicas de producción que atenten contra el medio ambiente. En breve, la escuela debería en su tarea educativo ayudar a repensar como adecuar los criterios de competitividad del neoliberalismo salvaje y darwiniano hacia una forma más humana y productiva.


El desafío está planteado y no es menor, los cambios son profundos e imparables, el sistema no reconoce fronteras y trata de imponerse y afianzarse en todo el mundo.Está en juego el futuro mismo de la Escuela y de nuestra sociedad.

Fuente                                    Cristiano Procentese
eurasiarivista

Leer+ INTERNET Y EL RIESGO DE UNA HOMOGENEIZACIÓN (SUB)CULTURAL GENERALIZADA

martes, 13 de mayo de 2014

GOBERNAR PARA LAS ÉLITES


Gobernar para los ricos
Un reciente informe de Oxfam titulado “Gobernar para las elites” desvela como sigue creciendo la desigualdad económica en nuestro mundo. En todos los países excepto dos (Colombia y los Países Bajos), el porcentaje del total de ingresos que está en manos del percentil más rico ha aumentado.
El 1% de las familias del mundo posee casi la mitad (el 46%) de la riqueza mundial. Por su parte, la riqueza de la mitad más pobre de la población es menor que la de las 85 personas más ricas.
La riqueza del 1% más rico de la población mundial asciende a 110 billones de dólares, una cifra 65 veces mayor que la de la riqueza total que posee la mitad más pobre de la población.
La crisis ha hecho que su riqueza creciera. En EEUU por ejemplo, el 1% más rico de la población ha acaparado el 95% del crecimiento económico posterior a la crisis financiera entre 2009 y 2011, mientras que el 90% con menos recursos se ha empobrecido en este período.
Las políticas de austeridad han aumentado la desigualdad.
La base de datos de los ingresos más elevados del mundo (The World Top Incomes Database) abarca 26 países, con información sobre el porcentaje de ingresos que va a manos del 1% más rico de la población desde la década de 1980. En todos los países excepto dos (Colombia y los Países Bajos), el porcentaje del total de ingresos que está en manos del percentil más rico ha aumentado.
El 1% más rico de la población de China, Portugal y EEUU ha más que duplicado su participación en la renta nacional desde 1980. Incluso en países más igualitarios como Suecia y Noruega, la participación en la renta del 1% más rico de la población se ha incrementado en más del 50%.
El 10% de la población mundial posee el 86% de los recursos del planetasegún Credit Suisse, mientras que el 70% más pobre (más de 3.000 millones de adultos) sólo cuenta con el 3%. Puede afirmarse que los multimillonarios más ricos de la actualidad no tienen parangón en la historia.
Una dictadura económica. Las elites controlan y manipulan las reglas políticas.
El informe presenta datos estadísticos de peso que demuestran que las preferencias políticas de los estadounidenses acaudalados están mayoritariamente representadas en el Gobierno del país, en comparación con aquéllas de las clases medias. Por el contrario, las preferencias de los ciudadanos más pobres no demuestran impacto estadístico alguno sobre la distribución del voto de sus representantes electos.
La concentración de la riqueza en manos 0de las elites, da lugar a una influencia política indebida que, en último término, arrebata a los ciudadanos los ingresos procedentes de los recursos naturales, genera políticas fiscales injustas, fomenta las prácticas corruptas y desafía el poder normativo de los gobiernos. Todo ello provoca un aumento de las desigualdades y de la pobreza. El informe expone una serie de ejemplos significativos
Comprar la política: el dinero sesga la representación política e impulsa la desigualdad en EEUU.
A partir de la década de 1980, los sectores financiero y bancario inyectaron millones de dólares destinados a deshacer las normativas puestas en marcha tras la quiebra bursátil y la Gran Depresión de la década de 1930. La desregulación ha tenido dos ramificaciones: por un lado, los directivos de empresas vinculadas a los sectores bancario y financiero se han hecho excepcionalmente ricos, y por otro lado ha aumentado el riesgo de los mercados mundiales, lo cual ha culminado en la crisis económica mundial que empezó en 2008. Existe una correlación directa entre la desregulación financiera y la desigualdad económica en EEUU.
En 2010 el Presidente Obama promulgó la ley de reforma de Wall Street y de protección del consumidor (Ley Dodd-Frank), cuyo objetivo es regular los mercados financieros y así proteger la economía de una segunda gran crisis. Sin embargo, en 2012 las cinco mayores asociaciones de consumidores utilizaron los servicios de 20 personas dedicadas a defender la Ley Dodd-Frank, mientras que los cinco grupos financieros más importantes enviaron a 406 personas para abogar por su derogación. Esta ley se promulgó hace más de tres años, sólo 148 de sus 398 disposiciones se han terminado, y el sistema financiero sigue siendo tan vulnerable a las crisis como lo era en 2008.(...)
Fuente                               Ángela Elósegui
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lunes, 12 de mayo de 2014

EL REINO DE LO MISMO


Mundialización: el futuro pertenece a los rebeldes 
La mundialización ha sido, incontestablemente, el hecho dominante de este último decenio. Y una característica demasiado poco señalada es que su advenimiento no ha venido precedido por una guerra entre Estados, no ha resultado de una nueva realidad impuesta por las armas, tal y como había ocurrido casi siempre en el pasado cada vez que aparecía un nuevo “nomos de la tierra”. Tampoco ha sido consecuencia de una decisión política concertada. Por último, sería igualmente vano ver en ella el resultado de un “complot”, según tienden siempre a creer los adeptos del conspiracionismo. No hay conspiración. 
La mundialización se ha hecho posible por la coincidencia del desplome del sistema soviético y de la expansión cada vez mayor de fuerzas impersonales (económicas, financieras, tecnológicas) situadas a la vez muy lejos y muy por encima de las instancias clásicas de decisión. Esas fuerzas funcionan por sí mismas, bajo el efecto de su propia dinámica. Y es eso lo que las hace irresistibles. 
La mundialización no es sólo global, sino también instantánea. Al igual que la información, los mercados financieros funcionan en “tiempo cero”: se saltan las fronteras y declaran abolida la duración. “El tiempo mundial –escribe Paul Virilio- es el presente único que sustituye al pasado y al futuro”. 
Las identidades colectivas y las especificidades culturales se convierten así en otros tantos obstáculos que hay que erradicar. La primera consecuencia de la mundialización es, pues, la homogeneización creciente de los modos de vida. Por todas partes vemos los mismos productos, los mismos espectáculos, las mismas construcciones arquitectónicas, los mismos mensajes publicitarios, las mismas marcas. La mundialización generaliza el reino de lo Mismo. Y por supuesto, este impulso suscita, como efecto de retorno, fragmentaciones inéditas. Provoca resistencias que, por desgracia, con frecuencia caen en el exceso inverso y adoptan formas patológicas alimentando crispaciones patrioteras, irredentismos convulsivos e intolerantes. Benjamin Barber ha resumido la situación con una fórmula: el enfrentamiento entre “Djihad” y “McWorld”.
Pero la mundialización no se reduce a la homogeneización de las culturas ni a la instantaneidad de los modos de transmisión. Tampoco se limita a la americanización, aunque haya permitido a los Estados Unidos afirmarse en el mundo con más fuerza que ninguna otra potencia en la historia de la humanidad. La mundialización, que entraña un basculamiento de un género nuevo en la historia, corresponde a la emergencia de un estadio cualitativamente nuevo de la evolución social, al mismo tiempo que constituye la ideología de ese cambio. Hace nacer una “suprasociedad planetaria” (Alexander Zinoviev) cuyos actores, estructuras e influencia sobrepasan ampliamente a pueblos y naciones. Occidente, que es su hogar original, ya no es tampoco un conglomerado de países y de Estados, sino una forma de organización social superior que tiende a recubrirlo todo tras haber convertido a todo a su propio modelo. “Si Occidente –escribe Zinoviev- tiende a unificar a la humanidad en un solo agregado global, no es por ningún ideal abstracto, sino porque esa es una condición necesaria para la formación y la supervivencia de la supracivilización occidental. Para mantenerse en el estadio que ha alcanzado, necesita que su marco de vida sea el planeta entero y todos los recursos de la humanidad” (1). Semejante forma de organización social representa el apogeo de la racionalización y del despliegue del mundo. 
Todo se convierte en medio para un sistema que no conoce fines.
La historia, por definición, está siempre abierta. Pero al menos podemos intentar discernir, en el marco de esta mundialización que forma su telón de fondo, cuáles son las grandes tendencias que mejor caracterizan a nuestra época y que con toda posibilidad se van a acentuar en este principio del siglo XXI.
Fuente                           Alain de Benoist

domingo, 11 de mayo de 2014

MODERNIZACIÓN SIN OCCIDENTALIZACIÓN



La tercera posición.
En su famoso libro “El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial” Samuel Huntington hace mención a la llamada “modernización sin occidentalización”, esto es la descripción de aquella actitud hacia los problemas del desarrollo socio-económico y tecnológico que afectan habitualmente a los denominados países del Tercer Mundo que sostienen la necesidad objetiva de desarrollar y perfeccionar sus instrumentos técnicos y los acuerdos políticos y económicos de sus sistemas sociales, mientras se niegan a seguir ciegamente al occidente atlantista y, por el contrario, tienden a poner los avances tecnológicos occidentales al servicio de sus valores nacionales.
Muchas de las élites “orientales” han recibido educación “occidental” regresando a su país de origen con una serie de importantes conocimientos técnicos y metodológicos que han aplicado para fortalecer el poder de sus propios sistemas nacionales. Así, en lugar de la esperada “convergencia” civilizatoria que sostienen los optimistas liberales, está en marcha el armado gubernamental de regímenes más bien “tradicionales” que tienen a su disposición las últimas tecnologías, lo que tiene por efecto la agudización de la confrontación (civilizatoria) por mantener a resguardo el control tecnológico o, por lo menos, por mantener una brecha técnica prudencial. Un ejemplo de este camino lo constituye el filósofo iraní Ali Shariati, importante teórico de la revolución islámica iraní. Doctorado por la Universidad de la Sorbona, Shariati se interesó por Heidegger y Guénon así como por algunos escritores neomarxistas. Convencido de la necesidad de una síntesis en clave revolucionario-conservadora entre los revolucionarios chiitas, el Islam místico, el socialismo y el existencialismo, supo atraer a gran parte de la juventud y de la élite intelectual iraní hacia la revolución. Este ejemplo es particularmente importante ya que estamos hablando de una revolución triunfante, que terminó en la victoria completa de un régimen anti-mundialista, anti-occidental y modernista reaccionario.
El mismo camino siguieron los eslavófilos rusos, que tomando prestado argumentos filosóficos del nacionalismo alemán (Herder, Fichte, Hegel) formaron las bases para la aprobación de un modelo nacional ruso y, en el mismo sentido, se encuentran los modernos neo-eurasianistas así como los inconformistas europeos de la “nueva derecha” o “Nouvelle Droite” y la “nueva izquierda” o “New left”.
La autarquía de los grandes espacios.
Conceptos tales como “modernización” y “occidentalización” son de suma importancia; después de todo, las élites occidentales están haciendo todo lo posible para que las masas entiendan ambos términos como sinónimos. Siguiendo esta lógica, resulta que el cambio o la reforma solo son posibles si se orientan en la dirección dictada por los poderes occidentales de tal manera que reproducir el modelo propuesto por éstos sería el único camino legítimo. La otra alternativa se presenta como “atraso”, “conservadurismo” o “ineficiencia”. Por lo tanto, la élite occidental busca que el resto del mundo implemente criterios políticos, económicos y jurídicos ya dominados de ante mano por la misma élite, asegurándose así el control de los procesos o, lo que es lo mismo, la hegemonía. En este sentido es de destacar el aporte del brillante economista alemán Friedrich List, quien en sus estudios ha demostrado que los países que albergan sistemas sociales basados en el liberalismo político y la economía de mercado siempre se benefician de la reproducción de dichos modelos por parte de aquellos países que los asumen desde su atraso técno-científico y geopolítico. Aparentemente “iguales”, los términos del intercambio que impone el “libre comercio” llevan en realidad a un mayor enriquecimiento de los países con mercados desarrollados y al empobrecimiento de los países que se han embarcado en la “única” forma de mercado que postulan las élites occidentales. Los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres. En consecuencia, según List, los países tradicionalmente liberales, sobre todo los anglosajones, se benefician al imponer su modelo al resto porque ello les garantiza la maximización de su rentabilidad económica y el aseguramiento de su viabilidad (geo)política.
¿Pero qué deben hacer los Estados gobernados por élites que postulan el interés nacional y la justicia social para oponerse a sus efectivos y agresivos rivales liberales? Este problema fue grave para Alemania en el siglo XIX y Friedrich List tuvo toda la intención de resolverlo. La respuesta fue la teoría de la “auto-suficiencia de los grandes espacios”, que, podría decirse, es sinónimo de “modernización sin occidentalización”. De ahí es que hay que tener en cuenta que las ideas de Liszt tuvieron gran éxito en políticos tan disímiles como Walter Rathenau, el Conde Witte o Vladimir Lenin.
El concepto de “grandes espacios autárquicos” implica que el Estado que no ha desarrollado un mercado y que debe enfrentar la competencia que le presenta un mercado altamente competitivo como lo es el capitalista, debe implementar un modelo de desarrollo autónomo en el cual se reproduzcan los logros tecnocientíficos del sistema liberal pero estrictamente limitado a la unidad política en cuestión. El “libre comercio” en este caso se limita al bloque estratégico de los estados que se han unido en su desarrollo socio-económico y administrativo aunando esfuerzos para mejorar la dinámica de sus economías. Para los países más desarrolados y liberales, por el contrario, debe exhibirse barreras aduaneras, basándose en los principios del proteccionismo estricto. Por lo tanto puede sintetizarse dicha política como una ecuación que sostiene la maximización de los avances tecno-científicos junto al cuidado de la soberanía política y económica.
Este enfoque molesta a los liberales de los países de mercados desarrollados, tal como lo revela la exposición de sus agresiones estratégicas, incentivando la intervención geopolítica, y en última instancia, la gestión externa de los estados que los liberales quieren convertir en colonia económica y política. 
Es necesario señalar que la tesis de la “modernización sin occidentalización” es un arma conceptual muy poco deseable para los representantes de Occidente, ya que sus élites desean inculcar en la conciencia pública la siguiente dualidad: por un lado los “reformadores”, los partidarios del “cambio”; por el otro los “conservadores”, persistentes defensores del pasado. Mientras que la ecuación se resuelva de esta manera sólo será posible caer en una trampa, lo que vuelve necesario un tercer elemento en la fórmula. Del “modernismo occidentalizador” al “antimodernismo”, cuya oposición conduce siempre, tarde o temprano, a la victoria de los “reformadores” supuestamente portadores del “progreso”, aparecen los “modernistas anti-occidentales” u “modernistas reaccionarios” que postulan un giro radical que imponga la modernización total del Estado. El hecho de que se presente una fuerza con una planteo ideológico independiente rompe con la confrontación política banal. Para los modernistas reaccionarios es una condición absoluta e indiscutible la conservación de la soberanía geopolítica, cultural y económica, así como el mantenimiento de la identidad nacional. Ambas condiciones, la “modernización” y la “soberanía”, son imperativos absolutos que no pueden sacrificarse bajo ninguna circunstancia.
Por cierto, incluso en el mundo de hoy podemos ver algunos focos donde las naciones siguen insistiendo en mantener su identidad a pesar de todas las consideraciones de conveniencia política o eficiencia económica.
La Revolución Conservadora. Último imperativo.
“Modernización sin occidentalización”; ésta debe ser la consigna para unir a lo mejor de las fuerzas nacionales, conservadoras e inconformistas. Esta plataforma, si bien requiere desarrollar y apelar activamente a la conciencia de las masas, podrá aclarar numerosos momentos oscuros de nuestra vida política.
Para las fuerzas que niegan la necesidad del imperativo geopolítico y cultural de los cambio radicales, en especial los nostálgicos agentes de la influencia occidental-atlantista, se debe reafirmar que las crisis obligan a tomar decisiones fuera del marco de la clase política y que la iniciativa ideológico-conceptual debe ser delegada a aquellas vanguardias que tomen el riesgo de crear y consolidar un marco revolucionario-conservador.
Fuente                                        Alexander Dugin