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sábado, 17 de enero de 2015

TRADICIÓN E ISLAM



Tradición e Islam


1. El valor del Islam. En el mundo actual, el Islam es la religión mundial que resiste más activamente a las fuerzas de la globalización. Esto hace que el factor islámico sea de suma importancia para el frente del tradicionalismo. En esta guerra con el Islam, los EEUU y el ideólogo del “Fin de la historia” Francis Fukuyama, incluso trataron de introducir el término “islamofascismo” para desacreditar mejor la fe. En tanto que imperio, los Estados Unidos tienden a designar al Islam como el nuevo enemigo número uno. Ahora es casi una posición oficial de Estados Unidos, mientras que con Bush era meramente formal. Y por consiguiente, el Islam debería ser tratado como un campo de batalla prioritario contra el imperialismo norteamericano, el mundo moderno y postmoderno y la globalización. Esto determina el valor y la importancia del Islam.
2. El Islam es diverso. Considerar el Islam como algo unificado y coherente, como algo homogéneo, es una ilusión o un “concepto vacío”. Este concepto se encuentra en tres casos: en las masas ignorantes (que se equivocan prácticamente siempre, ya que el tópico es incompatible con la verdad); en la propaganda de los centros mundiales de poder (que lo utilizan con fines políticos específicos); en boca de los supuestos teóricos del “Islam puro” (salafistas, wahhabíes, etc.), a veces llamado convencionalmente “fundamentalismo islámico”, “integrismo”. Los dos primeros casos son claros. El tercer caso es una innovación perfeccionada tendente a tomar el lugar del Islam existente (el Islam tradicional) como confesión religiosa, con el pretexto de un “retorno a las raíces”. Algo similar es llevado a cabo por los protestantes, proponiendo volver al “verdadero” cristianismo de los orígenes, pero creando algo completamente nuevo que poco tiene que ver con el cristianismo. El “Islam puro” está cerca de esto.
3. Tenemos que analizar el Islam fuera de los mitos, tal y como es, en su diversidad. Eso debería arrojar luz sobre los aspectos teológicos, históricos, geopolíticos, étnicos de cada una de sus escuelas. Esta es una tarea gigantesca, sin la cual no podemos hablar en serio sobre el Islam. La principal línea divisoria se halla entre los suníes y los chiíes.
4. Los chiíes. Está claro que la minoría chií es un tema completamente distinto – metafísica, geopolítica y étnicamente. En general, el chiísmo (y todas las ramas duodenarias y septenarias heterodoxas, y especialmente el sufismo Ishraq e iraní), es muy similar al tradicionalismo. No tiene dimensión universalista y permite grandes diferencias. Particularmente importante es su sentido mesiánico (elMahdi), porque de esta manera es más fácil encontrar un terreno común con la comprensión tradicionalista de la naturaleza del mundo moderno y postmoderno como es el “descubrimiento del Huevo Cósmico” desde el exterior y como una “gran parodia”.
5. Los suníes: Islam tradicional y salafismo. La mayoría suní puede dividirse por varios factores: permitir el sufismo y no permitir el wahhabismo (al estilo del verdadero wahhabismo hanbalita).
6. Tasawwuf. Estas escuelas suníes que son tolerantes con el esoterismo y que tienen pues una dimensión donde construir una relación con el enfoque tradicionalista. El mundo mismo del sufismo es muy vasto. Muchas Tarîqahdisputan entre ellas. Algunas acabarán haciendo proselitismo y uniéndose a la Nueva Era. Otros están cerradas y casi se convierten en sectas étnicas folklóricas. Las más interesantes son las que siguen el tasawwuf, que están arraigadas en sus tradiciones, ortodoxas, pero tienen una mente abierta sobre la realidad del mundo moderno en sus aspectos sociológicos, geopolíticos, axiológicos y económicos. Son pocas, pero muy importantes. El entorno tasawwuf es bastante extenso. Un texto de orientación sería manifiestamente necesario, subrayando los valores radicales e incompatibles de la Tarîqah con la modernidad y la posmodernidad, así como describiendo la estrategia de comportamiento general (sin entrar en detalle) de un sufí para el “fin del mundo “. Los requisitos previos para esto son numerosos. Pero esa suma o su autor están ausentes. Mas, finalmente, deberían terminar por aparecer.
7. El Islam tradicional en su conjunto. No hay guía intelectual para los “últimos días” en el contexto del Islam tradicional habitual. Esto es comprensible, ya que no presenta ninguna unidad conceptual. El Islam tradicional está presente, representa a la gran mayoría de los musulmanes modernos, pero no existe una orientación escatológica general para la ummah global. Todo lo que se encuentra después de la prueba inicial, es una secta: el salafismo. Esto no es sorprendente: la escatología se concentra en las sectas, y los salafistas, en general, tratan de ser la ummah. Sin embargo, el sentido escatológico, anti-globalización, anti-estadounidense, anti-moderno y anti-posmoderno está extremadamente desarrollado entre los musulmanes. Sería deseable ver aparecer una publicación por cuadernos que podría ser [titulada] “Islam Tradicional”, y que serviría de plataforma para presentar las posiciones de las variedades particulares de comunidades islámicas.
8. El salafismo y el proyecto global salafista. El salafismo, el Islam Puro está al frente de la lucha política en el sector musulmán del mundo moderno. Esto es un hecho y no se puede negar. Aquí es donde encontramos la estrategia más clara y simple, el pensamiento global, los fines bien definidos: el establecimiento del Estado islámico mundial, la imposición de la Sharia, la organización de la sociedad de acuerdo con los principios islámicos en una escala global, la doctrina de la “casa de la guerra” (Dar al-Harb) allí donde no existe una “casa del Islam” (Dar al-Islam), etc… Es obvio que en este programa hay cosas aceptables y otras inaceptables para el tradicionalismo. Aceptable es la lucha contra el enemigo común; inaceptable dada la alternativa propuesta, de hecho, este “proyecto islámico” es llamado más precisamente el “proyecto salafista”. Es importante entender la metafísica del “proyecto salafista”. Su metafísica no es neutral, está construida sobre el rechazo de lo esotérico y del tradicionalismo, que son definidos aquí como el “shirk”, una desviación del “Islam puro”. Las raíces del conflicto se remontan a los Mutazilíes y los opositores de los filósofos y los sufíes. El “proyecto salafista” es radicalmente anti-chií, anti-sufismo, y anti-tradicional. Y esto no es una característica distintiva de los salafistas individualmente, sino la metafísica obligatoria de todo este movimiento. Esta ambigüedad se refleja geopolíticamente en las estrechas relaciones entre el salafismo (en particular, Bin Laden y Al-Qaeda), Brzezinski y la CIA durante la guerra de Afganistán, en el hecho de que los estadounidenses tienen siempre servicios salafistas, dándoles la posibilidad de interferir en los asuntos soberanos de los países que tratan de resistir a los Estados Unidos (Irak, Libia, Siria, más el salafismo anti-ruso en el norte del Cáucaso), pero por otra parte también son salafistas los que encontramos activos en la anti-globalización atacando a las fuerzas estadounidenses. Esta ambigüedad debería conceptualizarse dando vueltas constantemente para favorecer ese diálogo, para explicar todos los aspectos del conflicto. En la batalla global contra el Dajjal – ¿cuál es el papel del salafismo? Dejamos esta pregunta abierta.
9. El Islam en Rusia. Posición, papel y lugar del Islam en Rusia. Debemos examinar las posiciones escatológicas y tradicionalistas. Para ello tenemos que aplicar seriamente todas las tesis anteriores a la situación rusa. El Islam es parte del espacio ruso y se desarrolló en el curso de los siglos. Pero el Islam ruso no ha adoptado las mismas posiciones que en Occidente – la globalización, los Estados Unidos, el liberalismo, el postmodernismo. La posición de las autoridades [islámicas] es evasiva y puede interpretarse de diferentes maneras. Las fuerzas del “Dajjal” son fáciles de adivinar aquí. En apoyo a la facción rusa mundialista y liberal, tratan de utilizar a los musulmanes, pero al mismo tiempo designan a los musulmanes rusos como “migrantes”, “inmigrantes”, etc. Es una estrategia para debilitar al enemigo potencial de Occidente. Tenemos que trabajar para oponerle una alianza escatológica de los musulmanes y de los cristianos ortodoxos (en toda Rusia) contra los Estados Unidos, el liberalismo occidental y la modernización. Este es el punto de contacto más solido con un islam tradicional ruso; no es todavía un hecho, pero teóricamente es la dirección correcta para este diálogo. En el campo intelectual, incluso aún más por las similitudes neo-platónicas. Y a nivel externo esto nos lleva a una oposición conjunta a Occidente, el liberalismo y la posmodernidad. Pero aquí el Islam tradicional es a menudo pasivo y limitado a fórmulas diplomáticas en lugar de proponer una estrategia común. Los aspectos “modernistas” pro-occidentales y liberales del poder ruso, la corrupción y la decadencia de la sociedad, las tradiciones y las costumbres, nos horrorizan a nosotros y a los musulmanes, debemos luchar contra estos problemas con ellos [= con los musulmanes], luchar codo con codo y no unos contra otros. Los principales problemas surgen con el salafismo. Juega el papel de “espantapájaros” para desacreditar el Islam por entero, y sus proyectos radicales exacerban el conflicto entre los musulmanes de tendencia escatológica y las fuerzas de tendencia similar de otras religiones, o simplemente opositores instintivas de la globalización. No hay espacio aquí para un diálogo significativo y estimulante.
10. Resumen: El Islam y la tradición. El Islam está conectado directamente a la Tradición. Es un hecho indiscutible. Y este hecho debe ser reconocido por los tradicionalistas. El Islam está activo y en favor de una sociedad tradicional. Esto debe ser apoyado. Pero el Islam no representa la tradición sólo él. La tradición puede [también] ser no-islámica. Si los musulmanes aceptan eso y aceptan los términos de la multipolaridad, entonces un diálogo activo y una cooperación estrecha, incluso en el ámbito militar, deben ser alentados para oponerse al mundo posmoderno y al Anticristo/Dajjal. Si nos enfrentamos a una versión protestante contemporánea innovadora y comprometida del universalismo y del exclusivismo, bajo la máscara de la defensa del “Islam puro”, habrá que hacer un esfuerzo prudente y serio para deshacer este nudo geopolítico y metafísico, para reanudar el hilo de una manera u otra. La islamofobia es un mal, pero un mal puede ser también la actividad en favor de la “islamización” [y] que se presenta bajo la bandera del “Islam puro”. Cada uno debería seguir su tradición. Si no lo logramos, entonces la culpa debe ser puesta sobre nosotros, no sobre la Tradición. A un nivel puramente individual la elección es posible, pero ver a los rusos convertirse en masa al Islam me repugna, porque buscan el poder fuera de sí mismos y de su tradición y son por lo tanto enfermos, débiles y cobardes.
Fuente                                   Alexander Dugin 

viernes, 16 de enero de 2015

¿QUÉ ES LA IDENTIDAD? (II)


¿Qué es la Identidad? – Alain de Benoist – 2ª Parte


El siguiente texto es la segunda parte del discurso que Alain de Benoist dio en un evento organizado por el NPI en The Ronald Reagan Building, en Washington DC, el 26 de Octubre de 2013.

¿Cuál es la amenaza actual para la mayoría de las identidades colectivas?
A esta cuestión muchos responderán señalando al fenómeno de la inmigración masiva, siendo la mayoría de los países Occidentales su escenario central. La dureza de este fenómeno no puede ser negada, ni pueden negarse patologías sociales resultantes de la inmigración. Este punto de vista, en mi opinión, al no poner el foco en las causas de la inmigración no tiene en cuenta el punto esencial y, por tanto, no lleva a cabo un análisis acertado.
Por mi parte debo decir que lo que plantea la mayor amenaza a las identidades colectivas en la actualidad es el sistema que “aniquila a los pueblos”, es decir, la imposición de forma universal  de un sistema de homogeneización global que elimina toda la diversidad humana, diversidad de los pueblos, de las lenguas y culturas. El sistema está asociado con la noción de gobierno global y el mercado global. El objetivo que subyace es la eliminación de fronteras a favor de un mundo unificado. Yo llamo a este sistema la ideología de la Igualdad y la ideología de lo Igual.
Yo no pertenezco a aquellos que afirmarán que nuestra identidad está siendo principalmente amenazada por otros, aunque, por supuesto, dicha amenaza pueda existir. Yo creo que el mayor peligro que existe sobre la identidad no solo amenaza nuestra identidad, sino también la identidad de otros pueblos. El mayor peligro es el auge de lo indistinto, la eliminación de las diferencias, la destrucción de las culturas populares y estilos de vida en un mundo globalizado en el que los únicos valores reconocidos son aquellos que vienen marcados en las etiquetas en forma de precio, es decir, el dinero. Para mí, la gran cuestión de los próximos años será: ¿nos dirigimos hacia un mundo unificado y unipolar donde las diferencias desaparecerán o nos dirigimos a un mundo multipolar donde las identidades mantendrán algún valor?
Responder a esta pregunta inevitablemente nos lleva a la cuestión relativa al significado de modernidad, especialmente el significado de la filosofía de la Ilustración, la cual resultó ser su fuerza conductora en el siglo XVIII.
¿Por qué es la filosofía de la Ilustración inherentemente hostil a las identidades colectivas? Estar fundamentalmente sesgado hacia el futuro demoniza las nociones de “tradición”, “costumbre” y “raíces”, y ve en estos conceptos supersticiones pasadas de moda y obstáculos a su marcha triunfal hacia el progreso. Teniendo como objetivo la unificación de la humanidad, la teoría del progreso implica que uno debe, por tanto, descartar cualquier esclavitud “arcaica”, es decir, rechazar todos los vínculos antiguos y destruir sistemáticamente todos los fundamentos orgánicos y simbólicos de solidaridad tradicional. La dinámica de la modernidad arranca al hombre de sus lazos comunitarios naturales y no respeta su inserción en una humanidad específica, porque semejante noción está basada en una concepción atomista de la sociedad, concebida como la suma total de individuos racionales y fundamentalmente libres, los cuales se supone que pueden elegir sus propios objetivos para dirigir sus acciones. Esto es por lo que la herencia de la Ilustración se opone al mantenimiento de identidades.
Los conservadores americanos: un oxímoron
De forma sorprendente, todos los conservadores americanos parecen estar adheridos al individualismo metodológico. Ellos creen que los individuos son más importantes que las comunidades o los colectivos. Esta es la razón por la que ellos se oponen a la intervención del estado, pero también a cualquier otra forma de regulación económica y financiera, la cual ellos asocian generalmente con “socialismo”. Este punto de vista les impide comprender que la desintegración de las identidades colectivas está directamente vinculada al auge del individualismo, provocando que su mentalidad este dominada por valores económicos y comerciales y por el axioma generalizado del interés.
Como a muchos europeos, a mí también me sorprende que los conservadores americanos defiendan casi unánimemente el sistema capitalista cuya expansión destruye de forma metódica todo lo que ellos pretenden conservar. A pesar de la crisis estructural del sistema capitalista de los últimos años, los conservadores americanos siguen considerando el capitalismo como el único sistema que respeta y garantiza las libertades individuales, la propiedad privada y el libre comercio. Ellos creen en las virtudes intrínsecas del mercado, cuyo mecanismo se considera el paradigma de todas las relaciones sociales. Ellos creen que el capitalismo esta entrelazado con la democracia y la libertad. Ellos creen en la necesidad (y la posibilidad) del crecimiento económico perpetuo. Ellos creen que el consumo es parte de la felicidad y que “mas” es sinónimo de “mejor”.
Sin embargo, el capitalismo no tiene nada de “conservador” en sí mismo. ¡Precisamente es todo lo contrario! Karl Marx ya observó que el desmantelamiento del feudalismo y la erradicación de las culturas tradiciones y los valores ancestrales era resultado del capitalismo, que sumerge todo en el “agua congelada del cálculo egoísta.” Hoy más que nunca, el sistema capitalista esta envenenado por la sobreacumulación de capital. Se necesitan más tiendas, cada vez mas y mas mercados, siempre mas y mas beneficio. Bien, semejante objetivo no puede ser alcanzado a menos que antes hayamos desmantelado todo lo que exista en su camino, comenzando en primer lugar por las identidades colectivas. Una economía de mercado completamente madura no puede funcionar de forma sostenida a menos que la mayoría de las personas hayan interiorizado la cultura de la moda, del consumo y del crecimiento ilimitado. El capitalismo no puede transformar el mundo en un inmenso mercado – este es su principal objetivo – a no ser que el planeta se fragmente y a no ser que el planeta renuncie a todas las formas de imaginación simbólica, la cual necesita ser reemplazada por la fiebre de siempre algo nuevo, tanto para la lógica del beneficio como para la acumulación ilimitada de capital.
Esta es la razón por la que el capitalismo, en su intento por eliminar las fronteras, es también un sistema que se ha vuelto mucho más efectivo que el comunismo. La razón de ello es que la lógica económica sitúa el beneficio por encima de cualquier otra cosa. Adam Smith escribió que el comerciante no tiene otra patria que aquel territorio en el que alcanza su mayor beneficio.
Y así es por lo que el capitalismo es el principal responsable de la inmigración. Por un lado, el uso de inmigrantes crea una presión a la baja en los salarios de los trabajadores; por otro lado, el principio más importante del capitalismo (“laissez faire, laissez passer”) implica la libre circulación de las personas, junto a la libre circulación de bienes y capital. Esta es la razón por la que el capital requiere un incremento de la movilidad de la mano de obra, y el hecho de que las migraciones de mano de obra se realicen solamente a lo largo de las fronteras nacionales es visto por los capitalistas como un obstáculo al desarrollo del comercio. Desde este punto de vista, el mercado global debe convertirse en el escenario natural de la “ciudadanía global”.
La sociedad de mercado ofrece solamente una caricatura del vinculo social, desde que define la separación del resto como la única existencia verdadera. Mientras tanto, modifica las relaciones sociales, es decir, las relaciones entre ciudadanos deben convertirse en un calco de las relaciones hacia entre los bienes. Desde el punto de vista del capital, los hombres son objetos, los hombres son objetos, y de hecho ellos solamente pueden ser agentes en los procesos de producción y consumo, y están solamente interconectados a través del intercambio de bienes.
Al convertirse el capitalismo en una “cuestión total de hechos (M. Mauss), cada objeto debe ser, por tanto, reducido a su valor comercial, todo debe ser catalogado como mercancía, siendo esta su realidad definitiva.” Así, cualquier cosa que no tenga su equivalencia, especialmente equivalencia monetaria, debe ser devaluada. De este modo, el valor del mercado, los valores comerciales, los valores de utilidad y los valores marcados por el interés, los cuales se miden solamente por cuestiones de cantidad, se oponen totalmente a los valores que no se pueden contabilizar y no se pueden medir, siendo estos los valores sobre los que gira la existencia de las culturas y de los pueblos.
Esta es la razón por la que las identidades permanecerán amenazadas mientras nos neguemos a cuestionar todos los tipos de vida alienados que son estructuralmente relacionados con la cosmovisión capitalista, la cual defiende el crecimiento infinito y el consumo sin límites.
Yo soy consciente de que no es fácil transmitir a los Estados Unidos, lugar de nacimiento del capitalismo moderno, un país que prioriza el individuo sobre su comunidad y que siempre ha creído en los meritos intrínsecos del mercado, en las virtudes de la tecnología, en la realidad del progreso y cuyo pensamiento político, sobre todo desde la época de los Padres Fundadores, se ha basado en los supuestos de la Ilustración, el universalismo mesiánico, la teoría de los derechos y la ideología del progreso.
Me pidieron que diera mi opinión. ¡Ahora solo me queda darles las gracias por haber tenido la paciencia de escucharme!
Fuente                                         Alain de Benoist
Traducción propia del texto publicado en The Occidental Observer por Tom Sunic
Recomendamos visitar la página del autor Alain de Benoist

jueves, 15 de enero de 2015

LA HEGEMONÍA RADICAL DE PETRODÓLARES




Respetando a los caníbales: Europa es cómplice del fundamentalismo islámico

No han entendido nada. Los cientos de miles de patriotas, así se llaman ellos, Patriotas Europeos Contra la Islamización de Occidente, Pegida, no han entendido nada. Los menciono porque son el último grito en Alemania donde han reunido a decenas de miles de manifestantes en un par de meses. Pero lo mismo podríamos hablar del Frente Nacional de Francia o, simplemente, de esa marea de comentarios que usted se encontrará si se asoma a cualquier foro de internet español donde se mencionen las palabras “inmigración” o “islam”.
Lamentablemente, quienes se apresuran a salir a la calle en contramanifestaciones, normalmente respaldados de boquilla por los gobiernos, para pedir respeto, tolerancia, aceptación de otras culturas, han entendido todavía mucho menos.
Los doce muertos de Charlie Hebdo en París ya no dejan duda: el islam es un problema en Europa. Es muy fácil, y desde luego es señal de buena voluntad, asegurar que los asesinos eran simplemente asesinos, y no tienen nada que ver con el islam, porque “el islam no es eso”. Pero de nada sirve. El islam es eso y es lo contrario.
Sí: el islam también es el policía Ahmed Merabet,que murió por defender a los dibujantes de Charlie Hebdo. Al igual que el cristianismo es el cura rojo de un arrabal de Madrid y el arzobispo de Granada. Como el judaísmo es Abraham Serfaty y aquel rabino que decretó lícita la exterminación de niños palestinos. Como cualquier religión, “el islam” no existe. El islam no es más que la suma de lo que piensan en un momento concreto de la historia quienes se reconocen musulmanes.
Y el problema que tiene Europa hoy es lo que piensan los musulmanes de este continente.
Europa es responsable
Es un problema de Europa y es la responsabilidad de Europa. Los asesinos de los periodistas (si se confirman las sospechas de la policía) son franceses. Nacidos en París. Con apellido magrebí, sí: sus padres proceden del norte de África. Pero esto no disminuye en absoluto la responsabilidad del Gobierno de Francia: estos asesinos pasaron por el sistema educativo francés.
Decir que la culpa la tienen sus padres es no sólo hipócrita (para eso se inventó la enseñanza obligatoria: para asegurarle al Estado control sobre lo que aprenden los niños) sino además es falso. La generación de magrebíes que llegó a Francia hace medio siglo no era islamista ni violenta ni lo es hoy. Hicieron lo posible por integrarse. Son sus hijos y nietos, europeos de toda la vida, quienes han hecho de un cierto islam violento su bandera. Ocurre lo mismo en Inglaterra (vean el atentado del metro de 2005: tres de los cuatro terroristas habían nacido en Reino Unido; uno era converso de Jamaica).
Esta es la responsabilidad de Europa, y no puede sustraerse a ella. Los“patriotas” de derechas están metiendo la cabeza en la arena cuando denuncian la inmigración como causa de los males: ni fueron violentos los musulmanes que llegaron a Europa hace dos generaciones, ni lo son los que llegan hoy. No existe un flujo de yihadistas de Siria, Marruecos o Iraq a Europa. Existe un flujo de yihadistas de Francia, Alemania, Inglaterra, España, Austria hacia Siria. Europa no importa terroristas islámicos: los exporta.
Pedir cerrar la puerta a la inmigración musulmana como hacen tantos “patriotas”, equivale a cerrar las ventanas de una casa para combatir el mal olor de las cañerías.
La metamorfosis
Y son ellos, los “patriotas” de derechas, esos que se manifiestan con una gran cruz para mostrar su oposición a la “islamización de Occidente”, ellos y sus mayores, quienes tienen la culpa que esto sea así. A los magrebíes y turcos que llegaron a Europa en los años sesenta y setenta no les faltaba voluntad de integrarse; explotados como mano de obra barata, les faltaban medios. Empezando con un punto clave: el aprendizaje del idioma. Quizás no hicieron suficiente esfuerzo. Pero no debe olvidarse que cierto racismo de la población (un racismo corriente, dirigido contra cualquier obrero de origen campesino, moreno, turco, magrebí, siciliano o andaluz) les puso un muro adicional, les cerró las puertas, les hizo entender que no eran bienvenidos.
Se replegaron. Ignorantes en todo a lo que se refiere al islam o a la cultura intelectual, literaria, de sus países de origen, criaron a sus hijos en un ambiente suspendido entre dos mundos, sin pertenecer a ninguno. Y también sus hijos se dieron cabezazos contra este muro: hasta hoy, tener un apellido magrebí en Francia hace desplomarse las oportunidades en el mercado laboral.
Se quedaron, pues, en el barrio. Viendo la televisión. Esa televisión que algún día empezó a poblarse, por obra y gracia de la parabólica, con predicadores vestidos de blanco que se dirigían a “los musulmanes”. A ti, sí: a ti. Tu vida tiene sentido ante Dios y la historia, les dijeron, si cumples las leyes divinas y garantizas que tu hermana no se pasee con hombres blancos. Que no se pasee con hombres, vaya.
Así se fue creando el gueto. Un gueto en el que se ha ido cristalizando una extraña cultura que guarda recuerdos de la gastronomía magrebí o turca, pero que se ha modelado según el ideario del islam que han difundido los telepredicadores y los imames del barrio. Estos imames que en han ido apareciendo por doquier, sin que se sepa siempre muy bien quién les paga el salario.
Saudíes en la M-30
En la Mezquita de la M-30 de Madrid lo sabemos, porque colocan orgullosos la foto del rey de Arabia Saudí en sus oficinas. En Alemania, la Diyanet, el Ministerio de Religión de Turquía, tiene bajo control gran parte de las mezquitas. Digo bien: control. Ankara envía supervisores que cambiar regularmente para impedir que se “contaminen” con ideas europeas. Y si bien el islam oficial en Turquía tiene que andar con pies de plomo, por respeto a la Constitución laica del país, en Alemania, un país que no es laico, no tiene cortapisas: puede difundir sin ambages la ideología de sus dirigentes, que los intelectuales turcos califican de “islamismo radical”. Y que los europeos siguen llamando “islam moderado”.
Moderado en comparación con los asesinos de París, querrán decir. Porque para los europeos, todo islam que no es directamente asesino es “moderado”. Ya puede ser todo lo violento que quiera: predicar el velo obligatorio para las mujeres, a medias o integral, decir que mujeres y hombres no deben tocarse, que las niñas no deben aprender música, que ser gay es malo para la salud, que hay que prohibir toda obra literaria o humorística que cuestione lo “sagrado”, que las leyes del Corán son inmutables, divinas y deben estar por encima de la legislación de cada país...
Un predicador islamista puede decir todo esto y más y será cortejado por ministros y presidentes que harán cola para debatir con este portavoz del “islam moderado”. Muchos de estos predicadores habrían ido a la cárcel en Marruecos o Siria por su discurso de incitación al odio, pero Europa les ofreció no sólo asilo sino una tribuna, un debate, el puesto de presidente del consejo oficial de musulmanes, el título de Honorable Caballero y orden de la Reina.
Sí: Europa ha fomentado, no sé si a ciegas o a conciencia, pero de forma activa y continua, de forma criminal, las corrientes más extremistas del islam, financiados desde Arabia Saudí, Qatar, Kuwait y sus vecinos gracias a la marea del petróleo. Desde las cúpulas del gobierno hasta el último alcalde, se ha elevado a los imames, los teólogos, los predicadores al rango de representantes de los colectivos de origen magrebí, turco o pakistaní. Un rango que nunca tuvieron en sus países originales, un poder que sólo pudieron adquirir gracias a la complicidad de las administraciones europeas. Por doble vía: por elegirlos como representantes y por cerrar a estos colectivos toda otra vía de expresarse.
La náusea del multiculturalismo 
Cuando al periodista alemán Günter Wallraff le ofrecieron ser miembro del consejo musulmán local (gracias a su larga trayectoria de defensa de los inmigrantes turcos) aceptó con la condición de leer en la mezquita los “Versos Satánicos” de Salman Rushdie y debatir sobre los límites del arte frente a la religión. No hubo manera. Más tarde intentó que firmasen una declaración contra la lapidación de una mujer iraní. Tampoco.
Y con estos antecedentes hay quien sigue aplaudiendo que las mezquitas en España sirvan de lugar de reunión social y organicen comidas o talleres, en lugar de buscar a los inmigrantes un espacio donde pudieran reunirse lejos del control de los imanes, lejos de sus discursos excluyentes, lejos de frases tipo: "No pueden entrar las mujeres que tengan la regla".
Europa ha islamizado, durante décadas, la sociedad inmigrante, religiosamente indiferente, que recibió. En plena complicidad con los jeques árabes y sus imperios mediáticos. Los gobiernos han envuelto su actitud en un neologismo venerado hasta la náusea: multiculturalismo. Una hermosa palabra para expresar el racismo de toda la vida. El racismo que preconiza la separación de “lo nuestro” y “lo de ellos”. Sí, también los manuales oficiales nazis decían que todas las razas tenían igual valor, sólo que no conviene mezclarlas. Hoy tenemos valores europeos, sólo aplicables a los blancos de tres generaciones, y hay valores de “ellos” que deben respetarse en “sus comunidades”.
Que más nos da que ellos fuercen a sus mujeres a taparse, qué más nos da que en sus barrios amenacen de muerte a cualquiera que venda alcohol, que más nos da que en sus familias dirimen matrimonio y divorcio según diga el imam. Son ellos, la sociedad es multicultural: respetamos el derecho de cada imam y de cada matón de barrio a oprimir a sus fieles, a castigar a sus hermanas, a imponer su machismo como vea bien. Eso se llama tolerancia. Lo de la tolerancia cero solo es cuando la violencia afecta a las mujeres nuestras.
¿Humillando a los débiles? ¿En serio?
Esto es lo que ha defendido, da vergüenza admitirlo, la izquierda europea.Una izquierda que ha enterrado su cabeza todavía mucho más profundamente en la arena que la derecha. No han aprendido: apenas ha dejado de retumbar el eco de los disparos de París cuando una legión de pensadores de izquierda se ha abalanzado sobre Charlie Hebdo para denunciar que caricaturizar a Mahoma es racista y xenófobo y se burla de los débiles.
Los débiles: como si el islam en Europa fuera la religión de los débiles. No lo es: ese islam que defienden los predicadores europeos, ese de las mezquitas de ostentación, sea la de la M-30 o sea la que pretenden construir en Colonia, de débil no tiene nada. Es la religión de varias monarquías bañadas en oro negro, países cuyos dirigentes son los dueños de Harrods y parte del resto de Londres. Países con dinero suficiente como para financiar cadenas satélite, universidades con becas para todos (a condición de convertirse al islam) y milicias cortacabezas por medio Oriente.
Seguramente también han financiado el mejor gabinete de relaciones públicas del mundo, si la izquierda europea cree que una revista satírica francesa al borde de la quiebra estaba humillando a “los débiles” cuando esta revista desafió la prohibición de dibujar a Mahoma, prohibición que no existe en el islam y de la que nunca han sabido nada los obreros magrebíes o turcos, hasta que no la proclamasen urbi et orbi los teólogos saudíes.
Tristemente, nada hace presagiar que los disparos contra Charlie Hebdo vayan a despertar las conciencias europeas. Ya en el editorial conjunto que seis diarios europeos publicaron al día siguiente, se repite tres veces la palabra “Europa” en alusión a la defensa de la libertad de expresión. Como si más allá de sus fronteras no hiciera ninguna falta defenderla: allí no la necesitan, esa libertad, allí son musulmanes de todas formas, es el mensaje.
Bajo este prisma, la derecha vociferará más que antes contra “los inmigrantes”, enarbolará más alta aún la cruz del “Occidente cristiano”, como si el Renacimiento y la Ilustración hubiesen sido posibles sin siglos de ciencia y filosofía árabes, como si Europa no fuera en su integridad un resultado de aquella civilización histórica que hoy llamamos islámica. Como si la Biblia y los mandamientos de la Iglesia fueran un ápice mejor que los del Corán.
El islam ya es wahabí
Y la izquierda probablemente desgastará sus últimos cartuchos de tinta en intentar convencerse a sí misma de que luchar contra siglos de opresión eclesiástica y contra los coletazos de la reciente dictadura nacionalcatólica es justo y necesario, pero que el islam de los saudíes es diferente, exótico, intocable, digno de todo respeto como cualquier rito de una lejana tribu caníbal. Mientras se coman entre ellos.
Esa oleada de islamización saudí no sólo ha alcanzado Europa (y América) sino también a los países que llevan siglos siendo musulmanes. Ya ha practicamente conseguido reemplazar en la conciencia pública la religión que alguna vez se llamaba islam con su ideología particular, la wahabí. Tanto que he dejado de emplear el término "secta wahabí” en este texto y hablo del islam a secas: todo lo que usted ve y se llama “islámico” es ya wahabí.
Este proceso se acelera gracias a Europa: los franceses y belgas de origen marroquí son quienes llevan a Marruecos el ideario radical aprendido en sus guetos. Y fue una española, Marisol Casado, quien criticó a Turquía por no incluir chicas con velo en su vídeo de candidatura olímpica. Europa quiere que las musulmanas lleven velo. Para que se vea que son diferentes. Que no son mujeres sino musulmanas.
Europa, sus gobiernos, sus pensadores, sus demagogos, son el aliado necesario para los dirigentes de la hegemonía islamista financiada con petrodólares cuyo objetivo es convertirse en dueños absolutos de esa sexta parte del globo habitado por musulmanes, o personas forzadas por ley a considerarse musulmanes. Dueños absolutistas, por encima de las críticas, las parodias, las sátiras y las consideraciones de derechos humanos.
Esto no tiene nada que ver con una islamización de Occidente. Europa no es víctima. Es cómplice.
Fuente                                       

miércoles, 14 de enero de 2015

EL DESCRÉDITO DE LO PÚBLICO



La corrupción y el mérito

El descrédito y el deterioro de la función pública favorecen el ejercicio de la arbitrariedad política y las decisiones corruptas. Construir una administración profesional, austera y eficiente es difícil, pero no imposible.

El espectáculo ahora por fin visible de la corrupción no habría llegado tan lejos si no se correspondiera con otro proceso que ha permanecido y permanece invisible, del que casi nadie se queja y al que nadie parece interesado en poner remedio: el descrédito y el deterioro de la función pública; el desguace de una administración colonizada por los partidos políticos y privada de una de sus facultades fundamentales, que es el control de oficio de la solvencia técnica y la legalidad de las actuaciones. Cuando se habla de función pública se piensa de inmediato en la figura de un funcionario anticuado y ocioso, sentado detrás de una mesa, dedicado sobre todo a urdir lo que se llama, reveladoramente, “trabas burocráticas”. Esa caricatura la ha fomentado la clase política porque servía muy bien a sus intereses: frente al funcionario de carrera, atornillado en su plaza vitalicia, estaría el gestor dinámico, el político emprendedor e idealista, la pura y sagrada voluntad popular. Si se producen abusos los tribunales actuarán para corregirlos.

Está bien que por fin los jueces cumplan con su tarea, y que los culpables reciban el castigo previsto por la ley. Pero un juez es como un cirujano, que intenta remediar algo del daño ya hecho: la decencia pública no pueden garantizarla los jueces, en la misma medida en que la salud pública no depende de los cirujanos. Los ánimos están muy cargados, y la gente exige, con razón, una justicia rápida y visible, pero no se puede confundir el castigo del delito con la solución, aunque forme parte de ella. El puesto de un corrupto encarcelado lo puede ocupar otro. El daño que causa la corrupción puede no ser más grave que el desatado por la masiva incompetencia, por el capricho de los iluminados o los trastornados por el vértigo de mandar. Lo que nos hace falta es un vuelco al mismo tiempo administrativo y moral, un fortalecimiento de la función pública y un cambio de actitudes culturales muy arraigadas y muy dañinas, que empapan por igual casi todos los ámbitos de nuestra vida colectiva.El vuelco administrativo implica poner fin al progresivo deterioro en la calidad de los servicios públicos, en los procesos de selección y en las condiciones del trabajo y en las garantías de integridad profesional de quienes los ejercen. 
Contra los manejos de un político corrupto o los desastres de uno incompetente la mejor defensa no son los jueces: son los empleados públicos que están capacitados para hacer bien su trabajo y disponen de los medios para llevarlo a cabo, que tienen garantizada su independencia y por lo tanto no han de someterse por conveniencia o por obligación a los designios del que manda. Desde el principio mismo de la democracia, los partidos políticos hicieron todo lo posible por eliminar los controles administrativos que ya existían y dejar el máximo espacio al arbitrio de las decisiones políticas. Ni siquiera hace falta el robo para que suceda el desastre. Que se construya un teatro de ópera para tres mil personas en una pequeña capital o un aeropuerto sin viajeros en mitad de un desierto no implica solo la tontería o la vanidad de un gobernante alucinado: requiere también que no hayan funcionado los controles técnicos que aseguran la solvencia y la racionalidad de cualquier proyecto público, y que sobre los criterios profesionales hayan prevalecido las consignas políticas.
En cada ámbito de la administración se han instalado vagos gestores mucho mejor pagados siempre que los funcionarios de carrera. Obtienen sus puestos gracias al favor clientelar y ejercen, labores más o menos explícitas de comisariado político. Pedagogos con mucha más autoridad que los profesores; gerentes que no saben nada de música o de medicina pero que dirigen lo mismo una sala de conciertos que un gran hospital; directivos de confusas agencias o empresas de titularidad públicas, a veces con nombres fantasiosos, que usurpan y privatizan sin garantías legales las funciones propias de la administración. En un sistema así la corrupción y la incompetencia, casi siempre aliadas, no son excepciones: forman parte del orden natural de las cosas. Lo asombroso es que en semejantes condiciones haya tantos servidores públicos en España que siguen cumpliendo con dedicación y eficacia admirables las tareas vitales que les corresponden: enfermeros, médicos, profesores, policías, inspectores de Hacienda, jueces, científicos, interventores, administradores escrupulosos del dinero de todos.
Que toda esa gente, contra viento y marea, haga bien su trabajo, es una prueba de que las cosas pueden ir a mejor. Construir una administración profesional, austera y eficiente es una tarea difícil, pero no imposible. Requiere cambios en las leyes y en los hábitos de la política y también otros más sutiles, que tienen que ver con profundas inercias de nuestra vida pública, con esas corruptelas o corrupciones veniales que casi todos, en grado variable, hemos aceptado o tolerado.
El cambio, el vuelco principal, es la exigencia y el reconocimiento del mérito. Una función pública de calidad es la que atrae a las personas más capacitadas con incentivos que nunca van a ser sobre todo económicos, pero que incluyen la certeza de una remuneración digna y de un espacio profesional favorable al desarrollo de las capacidades individuales y a su rendimiento social. En España cualquier mérito, salvo el deportivo, despierta recelo y desdén, igual que cualquier idea de servicio público o de bien común provoca una mueca de cinismo. La derecha no admite más mérito que el del privilegio. La izquierda no sabe o no quiere distinguir el mérito del privilegio y cree que la ignorancia y la falta de exigencia son garantías de la igualdad, cuando lo único que hacen es agravar las desventajas de los pobres y asegurar que los privilegiados de nacimiento no sufren la competencia de quienes, por falta de medios, solo pueden desarrollar sus capacidades y ascender profesional y socialmente gracias a la palanca más igualitaria de todas, que es una buena educación pública.
Nadie se ha beneficiado más del rechazo del mérito y de la falta de una administración basada en él que esa morralla innumerable que compone la parte más mediocre y parasitaria de la clase política, el esperpento infame de los grandes corruptos y el hormiguero de los arrimados, los colocados, los asesores, los asistentes, los chivatos, los expertos en nada, los titulares de cargos con denominaciones gaseosas, los emboscados en gabinetes superfluos o directamente imaginarios. Unos serán cómplices de la corrupción y otros no, pero todos contribuyen a la atmósfera que la hace posible y debilitan con su parasitismo el vigor de una administración cada vez más pobre en recursos materiales y legales y por lo tanto más incapaz de cumplir con sus obligaciones y de prevenir y atajar los abusos. Una cultura civil muy degradada ha fomentado durante demasiado tiempo en España el ejercicio del poder político sin responsabilidad y la reverencia ante el brillo sin mérito. Caudillos demagogos y corruptos han seguido gobernando con mayorías absolutas; gente zafia y gritona que cobra por exhibir sus miserias privadas disfruta del estrellato de la televisión; ladrones notorios se convierten en héroes o mártires con solo agitar una bandera.
Esta es una época muy propicia a la búsqueda de chivos expiatorios y soluciones inmediatas, espectaculares y tajantes —es decir, milagrosas—, pero lo muy arraigado y lo muy extendido solo puede arreglarse con una ardua determinación, con racionalidad y constancia, con las herramientas que menos se han usado hasta ahora en nuestra vida pública: un gran acuerdo político para despolitizar la administración y hacerla de verdad profesional y eficiente, garantizando el acceso a ella por criterios objetivos de mérito; y otro acuerdo más general y más difuso, pero igual de necesario, para alentar el mérito en vez de entorpecerlo, para apreciarlo y celebrarlo allá donde se produzca, en cualquiera de sus formas variadas, el mérito que sostiene la plenitud vital de quien lo posee y lo ejerce y al mismo tiempo mejora modestamente el mundo, el espacio público y común de la ciudadanía democrática. 
Fuente                             Antonio Muñoz Molina
elpais 

martes, 13 de enero de 2015

DESDE IRLANDA A JAPÓN



Henry Corbin: Eurasia como concepto espiritual 

Desde Irlanda a Japón

“Subrayar y enfatizar las conexiones, las líneas de fuerza en las que se sustenta la trama del concepto espiritual de Eurasia, desde Irlanda a Japón” (1): a esta preocupación de P. Masson Oursel, que se inspira en un programa esbozado en 1923 en la Philosophie comparée y proseguido en 1948 en La Philosophie en Orient (2), Henry Corbin (1903-1978) le atribuye un “valor especial” (3). Trascendiendo el nivel de las determinaciones geográficas e históricas, el concepto de Eurasia viene a constituir “la metáfora de la unidad espiritual y cultural que recompondrá al final de la era cristiana en vista de la superación de los resultados de ésta” (4). Estas son, al menos, las conclusiones de un estudioso que en la obra corbiniana ha descubierto las indicaciones idóneas para fundar: “aquella gran operación de hermenéutica espiritual comparada, que es la búsqueda de una filosofía – o mejor dicho: de una sabiduría – eurasiática” (5). En otras palabras, la misma categoría geofísica de “Eurasia” no es más que la proyección de una realidad geosófica vinculada a la Unidad originaria, puesto que “Eurasia” es, en la percepción interior, en el paisaje del alma o Xvarnah (“Luz de Gloria”, en el léxico mazdeo), la Cognitio Angelorum, la operación autológica del Anthropos Téleios, o incluso, por último, la unidad entre el Lumen Naturae y la Lumen Gloriae. De aquí la posibilidad de acercar a Eurasia con el conocimiento imaginal de la Tierra como un Ángel” (6).

Es el mismo Henry Corbin quien evoca la experiencia visionaria del filósofo alemán Gustav Theodor Fechner, que identificó con la figura de un Ángel el rostro de la tierra envuelta de luz gloriosa, y para citar el pasaje concordante de un ritual avéstico: “Celebramos esta liturgia en honor de la Tierra, que es un ángel ” (7). De hecho, según la doctrina mazdeísta, a la Tierra se la percibe en la “persona” de su Ángel, cuando el alma, proyectando la imagen de sí misma, crea una Imago Terrae que la refleja. La angelología mazdeísta traduce el misterio de esta proyección de la siguiente manera: Spenta Armaiti, Arcángel femenino de la existencia terrenal, es la madre de Daena, el Ángel femenino que sustancia a la Alma caelestis, el Cuerpo de Resurrección. De esta manera, “la formulación misma de la categoría geofísica de “Eurasia” pertenece al proceso de palingenesia, que es la Resurrección a la luz de la Transfiguración ” (8).

La geosofía mazdeísta, íntimamente vinculada con la esencial característica sofiánica de Spenta Armaiti , se refiere principalmente a una Tierra celeste; aplicada al espacio terrestre, se nos presenta un kyklos, un orbis, similar a lo que Homero ha simbolizado en el escudo de Aquiles y Virgilio en el de Eneas (9), es decir, para permanecer en el ámbito iránico, con ese atributo del Hombre Universal (insân-e kâmil) que es la Copa de Jamshid. En esta representación, la Tierra está rodeada del océano cósmico y dividida en siete zonas (Keshvar) (10); en el centro de la zona central, llamada Xvaniratha (“rueda luminosa”), “se encuentra Airyanem Vaejah (pahlavi Erân-Vêj), la cuna o germen de los Arios (= Iránicos). Es allí donde se crearon los Kayanidi, los héroes legendarios; es ahí donde fue fundada la religión mazdeísta, desde donde se difunden a los otros Keshvar; es allí donde nacerá el último de los Saoshyant quién reducirá a Ahriman a la impotencia y llevará a cabo la resurrección y la existencia venidera”(11).

Situado al centro de la superficie de la tierra, Irán se nos presenta por lo tanto, como “bisagra, no sólo geográfica, sino también y sobre todo espiritual” (12), de la ecúmene eurasiática.

La representación mazdeísta, posteriormente reelaborada, pasó a formar parte del legado cultural que Irán le trasmitió al Islam. En el Kitab al-Tafhîm de Abû Rayhân Mohammad ibn Ahmad Bîrûnî (362 / 973 – 421 / 1030) (13) se encuentra un esquema en el cual el círculo central, Irán, está rodeado de otros seis círculos, tangentes entre sí, que corresponden a otras tantas regiones: India, Arabia y Abisinia, Siria y Egipto, la zona bizantino-eslava, el Turquestán, China y el Tíbet.

Oriente y Occidente

Según la perspectiva islámica, el centro del mundo terrestre se encuentra en la Kaaba, el más antiguo de los templos de Dios, inicialmente construido en la época de Adán, después edificado por Abraham en su forma actual. En la planta y la estructura de este santuario primordial y central meditó Qâzî Sa‘îd Qommî (1042/1633 – 1103/1691- 92) en el primer capítulo de la Kitâb asrâr al-Hajj (“El sentido esotérico de la Peregrinación”), que constituye el objeto de un minucioso estudio de Henry Corbin (14).

“Siempre entra en juego – dice éste último – el mismo principio: las formas de luz (sowar nûrîya), las figuras superiores se imprimen en las realidades de abajo que son sus espejos (subrayemos que, geométricamente las consideraciones elaboradas aquí seguirían siendo válidas sí se tomara como objeto de meditación la forma del templo griego)” (15). Ahora, en el plano superior de las Realidades-arquetipos […] encontramos cuatro “límites metafísicos” (16), dos de las cuales (la Inteligencia Universal y el Alma Universal) se encuentran al este de la realidad ideal, mientras que las otras dos (la Naturaleza Universal y la Materia Universal) se encuentran hacia el oeste. La ley rigurosa de las correspondencias exige que en el plano de la Ka’ba terrestre, los ángulos estén igualmente dispuestos según el mismo orden de relación: “Dos de estos ángulos están hacia el oriente: el ángulo en el que está encajada la Piedra Negra (el ángulo iraquí) y el ángulo yemenita; los otros dos están al occidente: el ángulo occidental y el ángulo sirio “(17). Son estos dos orientes (mashriqayni) y los dos occidentes (maghribayni) los que alude el versículo 17 de la sura del Misericordioso, puntualmente citado por Corbin.

El versículo coránico llama a otro, el que comienza con las palabras: “A Dios pertenece el Oriente y el Occidente” (sura de la Vaca, 115). “Gottes ist der Orient! – Gottes ist der Okzident!”: es la forma en que la reconstruye Wolfgang Goethe, a quien Corbin nos muestra más de una vez la convergencia con la sabiduría islámica.

Pero la pareja “Oriente-Occidente ” retorna en el versículo de la Luz, en parte reportado en el epígrafe al primer capítulo de su estudio sobre El hombre de luz en el sufismo iranio: ”… una lámpara que arde con un aceite de olivo que no es ni de Oriente ni Occidente, inflamándose sin necesidad siquiera de que el fuego la toque… Y es luz sobre luz.

“Entre Oriente y Occidente, como entre Norte y Sur, recorren líneas ideales de las cuales dependen no sólo la orientación geográfica, sino también la categoría antropológica. En la perspectiva del simbolismo espiritual, estas direcciones horizontales asumen un sentido en base al modo en que el ser humano experimenta la dimensión vertical de su presencia en el espacio y en el tiempo; y es una orientación de este género lo que constituirá uno de los principales temas del sufismo iranio: “es la búsqueda de Oriente, pero se nos advierte, por si acaso no lo comprendamos desde el primer momento, que se trata de un Oriente que no se encuentra en nuestros mapas geográficos ni puede ser situado en ellos. Este Oriente no está incluido en ninguno de los siete climas (los keshvar); es, de hecho, el octavo clima. Y la dirección en que este “octavo clima” debe ser buscado no está en la horizontal sino en la vertical. Este Oriente místico suprasensible, lugar del Origen y el Retorno, objeto de la búsqueda eterna, está en el polo celeste; es el Polo, un extremo norte, tan extremo como el umbral de la dimensión del más allá” (18). La geografía sagrada de Irán hace corresponder a este Polo celeste a la montaña cósmica de Qâf, donde comienza aquel mundo de Hûrqalyâ que es iluminado por el sol de medianoche. Es la tierra de los Hiperbóreos (19), los cuales “simbolizan al hombre cuya alma ha alcanzado tal perfección y armonía que está libre de negatividad y de sombra; no es ni de Oriente ni de Occidente” (20).

Ishraq, nombre verbal, que en árabe significa el irradiar del sol desde el punto del cual surge, es un término peculiar de la sabiduría islámica de Irán. Ishrâqîyûn o Mashriqîyûn (“Orientales”) son los sabios de la antigua Persia, llamados así “ciertamente no sólo por su ubicación geográfica, sino porque su conocimiento era oriental, en el sentido que se fundamentaba sobre la revelación interior (kashf) y la visión mística (moshâhadat) “(21).

Sin embargo, el significado del Oriente como un Oriente iluminativo, dirección que conduce al Polo espiritual, no es un concepto que caracteriza exclusivamente al pensamiento tradicional iranio. “Esta orientación se daba ya a los mistagogos del orfismo. Se la encuentra en el poema de Parménides donde, guiado por las hijas del sol, el poeta emprende un viaje hacia Oriente. El sentido de las dos direcciones, derecha e izquierda, Oriente y Occidente del cosmos, es fundamental en la gnosis valentiniana. (…) Ibn ‘Arabi (1240) eleva a símbolo su propia partida a Oriente; del viaje que de Andalucía le lleva hacia La Meca y Jerusalén hace su Isra’, homologándolo a un ékstasis que repite la ascensión del Profeta de cielo en cielo hasta el “Loto del límite”. Aquí el Oriente geográfico, “literal”, se convierte en símbolo del Oriente “real”, el polo celeste” (22).

Umbilicus Terrae

En la geografía sagrada resultante de las exploraciones espirituales de Henry Corbin, el extremo occidental de Eurasia está representado por las Islas Británicas. Aquí los fieles de la iglesia celta primitiva fueron designados en irlandés como céle Dé: denominación que equivale a Amici Dei, “se encuentra en la gnosis islámica (Awliyâ’ Allâh) y en la mística renana (Gottesfreunde)” (23). Estos Coli Dei, “establecidos en York (Inglaterra), en Iona (Escocia), en el país de Gales y en Irlanda, su símbolo fundamental era la paloma, como símbolo femenino del Espíritu Santo.

Desde esta perspectiva, no resulta extraño encontrar el druidismo mezclado a su tradición y los poemas de Taliesin integrados a sus corpus. Igualmente, la epopeya de la Mesa Redonda y la Demanda del Santo Graal han sido también interpretadas en relación con los ritos de los Coli Dei” (24). A esta misma hermandad espiritual es reconducida la existencia del santuario de Kilwinning, sobre la montaña de Heredom, desde donde se irradió aquel Orden Real por el cual el rey Robert I Bruce se habría afiliado a los Templarios, realizando la convergencia entre el celtismo y el templarismo.

En la otra extremidad de Eurasia se extiende la China “el límite del mundo humano, del mundo que puede ser explorado por el hombre en las condiciones de la conciencia común” (25). Por otra parte, influencias taoístas se habrían ejercido sobre la hierocosmologia del sufismo centroasiático y sobre algunas técnicas de recitación del dhikr adoptadas por la escuela de Najm Kobra (26). Entre los templos que se levantan en los confines de China hay uno, descrito en el siglo X por el historiador árabe Mas‘ûdî (27), que en su estructura obedece al paradigma arquitectónico de los templos sabeos; el mismo Mas‘ûdî había visto aquel de Harrán (la antigua Carrhae), y pudo todavía leer en el umbral la inscripción de tenor platónico: “Aquél que se conoce a sí mismo es deificado” (Man ‘arafa nafsahu ta’allaha). “Inscripción de tenor platónico” (28), cierto, en el que “el término técnico árabe es el equivalente de la theosis de los místicos bizantinos” (29), pero también la explicación del precepto délfico, que finalmente será validado en el hadîth qudsî: “Quién se conoce a sí mismo conoce a su Señor ” (Man ‘arafa nafsahu ‘arafa rabbahu). Mientras tanto, los hermetistas sabeos de Harrán aportarán en dote al Islam su herencia, derivada de una antigua sabiduría siríaca o siriobabiloniense reinterpretada a la luz del neoplatonismo.

Equidistante de Escocia y China está Al-Quds, “la ciudad santa” por antonomasia. En el lugar donde inició la Asunción el Mensajero de Dios – según Corbin un verdadero Umbilicus Terrae – “asume ahí una función homóloga a la de la Piedra Negra en el templo de la Ka’ba” (30), la Cúpula de la Roca (Qubbat al-Sakhrat). Este edificio, comúnmente llamado la Mezquita de Omar, “tiene la forma de un octógono regular culminado por una cúpula; fue el prototipo de las iglesias templarias construidas en Europa, y la cúpula fue el símbolo de la Orden y figuraba en el sello del Gran Maestre” (31). Este entrelazamiento de líneas espirituales diferentes hace de Jerusalén el simbólico edificio microcósmico, en el que se refleja la multiplicidad tradicional del macrocosmos eurasiático, aquella multiplicidad de formas que Henry Corbin nos presenta en su unidad esencial.

La oposición radical entre Jerusalén y Atenas, identificadas como polos emblemáticos respectivamente del monoteísmo y el politeísmo, es el punto donde convergen entre ellos los zelotas de las supuestas “raíces judeo-cristianas” de Europa y algunos defensores de un malentendido “paganismo” griego. Sostener una posición de este tipo, queriendo reducirle a un esquema ideológico a una relación más bien profunda, compleja y articulada de cuanto no se imaginan los “judeo-cristianos” y “neopaganos”, significa ignorar cómo la más rigurosa doctrina metafísica de la Unidad (el Tawhid integral de la metafísica islámica) no excluye de hecho la multiplicidad relacionada a la jerarquía de los Nombres Divinos. Entre los que han entendido perfectamente lo anterior, está justamente Henry Corbin, quien, mediante el establecimiento de una ideal “comparación, por una parte entre Ibn ‘Arabî (…) y Proclo, por otra” (32) y recordando el comentario del jefe de escuela de Atenas al Parménides platónico, evoca el encuentro de los físicos de la escuela jónica con los metafísicos de la Escuela Itálica, unos y otros se encuentran en la ciudad-símbolo de Atenas para participar en las Panateneas. “Celebrar esta fiesta – él escribe- es encontrar en la escuela ática de Sócrates y Platón la mediación que eleva los dos extremos a un nivel superior” (33).

Fuente                                          Claudio Mutti
eurasia

NOTAS

1. Henry Corbin, L’Iran e la filosofia, Guida, Napoli 1992, p. 62.
2. P. Masson-Oursel, La Philosophie en Orient, in Histoire de la philosophie, a cura di É. Bréhier, Paris 1948, 1° fasc. suppl.
3. Henry Corbin, L’Iran e la filosofia, cit., ibidem.
4. Glauco Giuliano, Nitartha. Saggi per un pensiero eurasiatico, La Finestra, Lavis 2004, p. 14
5. Glauco Giuliano, Nitartha, cit., p. 221
6. Glauco Giuliano, Nitartha, cit., p. 16.
7. Sîrôza, vigésimo octavo día, op. cit.: Henry Corbin, Cuerpo espiritual y Tierra Celeste. Del Irán mazdeísta al Irán chiíta, Ediciones Siruela, Madrid, 1996, p. 37.
8. Glauco Giuliano, Nitartha, cit., p. 16, n. 25.
9. Ilíada, XVIII, 478-608; Eneida, VIII, 626-728.
10. La división septenaria del espacio terrestre que se repite en otras culturas tradicionales: cf. Claudio Mutti, Gentes. Popoli, territori, miti, Effepi, Genova 2010, pp. 19-20.
11. Henry Corbin, Cuerpo espiritual y Tierra Celeste, cit., p. 51.
12. Glauco Giuliano, Nitartha, cit., p. 22.
13. Henry Corbin, Historia de la Filosofía. Del mundo romano al Islam Medieval, vol. 3. Siglo veintiuno editores, México DF, 1990, pp 307-308.
14. Henry Corbin, Templo y contemplación, Editorial Trotta, Madrid, 2003, pp. 181-257. Sobre Qâzî Sa’îd Qommî, cf. Henry Corbin, Historia de la Filosofía. La Filosofía en Oriente, vol. 11. Siglo veintiuno editores, México DF, 1990, p. 154-157
15. Henry Corbin, Templo y contemplación cit., p. 206.
16. Henry Corbin, Templo y contemplación cit., p. 207.
17. Henry Corbin, Templo y contemplación, cit., p. 207.
18. Henry Corbin, El hombre de luz en el sufismo iranio, Ediciones Siruela, Madrid, 2000, p. 20.
19. Sobre la Hiperbórea y similares representaciones tradicionales de la septentrional “Tierra de luz”, cf. Claudio Mutti, op. cit., pp 15-23.
20. Henry Corbin, El hombre de luz en el sufismo iranio, cit., p. 56.
21. Henry Corbin, Storia della filosofia islamica, cit., p. 211.
22. Henry Corbin, El hombre de luz en el sufismo iranio, cit., págs. 73-74.
23. Henry Corbin, Templo y contemplación, cit., p. 342 n. 217.
24. Henry Corbin, Templo y contemplación, cit., p. 342.
25. Henry Corbin, Templo y contemplación, cit., p. 132.
26. Henry Corbin, El hombre de luz en el sufismo iranio, cit., pp. 72 y 77 y ss.
27. Mas’ûdî, Les prairies d’or, ed. e trad. Barbier de Maynard, Paris 1914, vol. IV, p. 52.
28. Henry Corbin, Templo y contemplación, cit., p. 133.
29. Henry Corbin, Templo y contemplación, cit., p. 133, n 7.
30. Henry Corbin, Templo y contemplación, cit., p. 351.
31. Henry Corbin, Templo y contemplación, cit., p. 334.
32. Henry Corbin, La paradoja del monoteísmo, Editorial Losada, Madrid, 2003, p. 22.
33. Henry Corbin, La paradoja del monoteísmo, cit., p. 30.

(traducido por Francisco de la Torre Freire)
Eurasia. Rivista di Studi Geopolitici