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sábado, 15 de febrero de 2014

¡ARRIBA LA PATRIA GRANDE!



LA HISPANIDAD, AHORA Y SIEMPRE

En momentos tan cruciales para nuestra patria, debemos reflexionar sobre el reencuentro entre las dos orillas atlánticas para retomar lo que, desde muy a principios del siglo XX, se llamó, en palabras de monseñor Zacarías Vizcarra, la Hispanidad. 

Desde ese momento, prestigiosos intelectuales como Joan Maragall, Miguel de Unamuno, Eugenio d´Ors, Ortega y Gasset, entre otros, van tratando y escribiendo acerca del tema de la Comunidad Hispánica de Naciones, hasta alcanzarse la magistral y gran síntesis de Ramiro de Maeztu en su Defensa de la Hispanidad, primero, y después en el esclarecedor ensayo de Manuel García Morente, Idea de la Hispanidad.

Hay que relanzar en serio la realidad de Hispanoamérica, superando, de una vez por todas, la manifiesta falta de interés de los sucesivos gobiernos españoles que han denotado una evidente ausencia de preparación americanista. 


Para dedicarse a lo hispánico, en España, hace falta, en primer lugar, patriotismo, después entrega y trabajo; pero no sólo hacen falta las virtudes anteriores, sino que ellas han de descansar en un conocimiento de la realidad total de Iberoamérica.

Las relaciones de doble vía entre España e Hispanoamérica han de resurgir con vigor y cumplir su misión histórica. Nuestra patria ha de cumplir su papel de puente entre Europa e Iberoamérica (sin olvidar ganivetianamente las huellas hispánicas del África: Guinea, Sahara, Marruecos, etc.) 


Es España en América y la pluralidad americana en España. Nuestra nación no se forjó ni en 1492, ni en los largos siglos de la Reconquista, como mantuvo Américo Castro. Los milenarios ingredientes prerromanos, romanos y visigodos del ser de España, se estructuran, se perfilan, se vigorizan, a lo largo de los siglos precedentes al Descubrimiento y cristianización de América, como afirmara Sánchez Albornoz.

En 1492 se hermanan España y los numerosos pueblos americanos. A pesar de los excesos que se produjeron entre esa fecha y 1600, que la mayoría de las veces denunciaron los propios españoles –como sería el caso de Fray Antonio de Montesinos o el padre Francisco de Vitoria- el vínculo irrompible entre España e Iberoamérica se forjó a través de dos elementos: el de la sangre, mediante el mestizaje, lo cual diferencia la presencia de España en América respecto de la presencia de otros pueblos en sus territorios coloniales; y el del espíritu, con el surgimiento a lo largo de la vasta y heterogénea geografía americana de templos, audiencias, universidades…

Estamos en un momento crucial en el que España e Hispanoamérica no pueden perder la ocasión histórica de constituir una Comunidad viva de pueblos con una misma lengua llena de diversos y sonoros matices, con una capacidad de producción y desarrollo por explotar y dinamizar, con su sentido de lo que es el hombre, y todo ello sustentado en la homogeneidad esencial de la religión, la cultura y la historia, común a todos los pueblos hispánicos. 


Hay que despertar la americanidad de España, ponerla en movimiento y conjugarla con la hispanidad de América, y sin dejar de mirar a Europa, mirar a la otra orilla de la Mar Oceana para redescubrir nuestra otra España, la americana.         

Fuente

viernes, 14 de febrero de 2014

CORRUPCIÓN EN ORIGEN



Ilegitimidad e Incertidumbre de Juan Carlos

Pacto de convivencia, dice su “majestad”. ¿Pacto? ¿Consenso? ¡Traición! ¿Qué puede resultar de esto sino la corrupción?.Corrupción en origen, corrupción al final de una vida que balbucea como si todo fuera un juego. 

Porque quien se encuentra al margen de la ley, quien está situado por encima del bien y del mal (encarnando la peor maldad) es incapaz de comprender la realidad. “Son mis súbditos, son mi pueblo, me pertenecen”. 

Pronto veremos al rey asomado desde balcón de su palacio con una caña de pescar, como Franco en aquella escena de la película “Buen Viaje, Excelencia”, dirigida por Albert Boadella, y en la que Andrés Fontseré parodiaba magníficamente a un Francisco Franco desvariado en sus últimos meses de vida.
La vejez empeora cuando el viejo ha obrado mal durante su juventud.Ya no hay tiempo para remordimientos, ni puede cambiar uno mismo, ni se puede enmendar lo realizado en el pasado. La única solución consiste en engañar, en falsear lo sucedido, en volverse loco para cabalgar muerto a caballo, como el Cid en otros tiempos. Un rey que siempre lee lo mismo, un rey que no ha hecho una buena obra por España en toda su vida, un rey así, ¿cómo ha de acabar de otra manera que corriendo por los pasillos como el Rey Jorge III de Inglaterra? ¿Y Franco qué opina de esto? Decía el abuelo de Majaelrayo… Se repetirá.
Benjamin Constant afirmaba que no hay mayor corrupción que la producida por la incertidumbre. 

El reinado de Juan Carlos siempre ha permanecido en la incertidumbre a causa de su trinitaria ilegitimidad. No goza de la legitimidad histórica, pues traicionó a su padre e impidió que fuera aquél quien optara al trono. No disfruta de la legitimidad racional o democrática, pues su coronación no fue sometida a referéndum ante el pueblo español; los gobernados sólo pudieron contestar sí o no en un plebiscito que servía de tapadera internacional para legitimar con falsedad lo ya decidido por Franco y por todos los traidores. No tiene legitimidad carismática, aunque se la intentaran regalar manipulando la verdad del auto-golpe de Estado del 23-F.
Quisiera terminar mi columna reflexionando sobre dos de las mayores fechorías del rey. Fíjense. En el año 1976, ya coronado, Juan Carlos consintió el que Fraga encarcelara a Don Antonio García-Trevijano Forte, coordinador de la “Platajunta” (organización que reunía a toda la oposición al franquismo). Durante ese encierro, que duró más de cuatro meses, el rey y todos sus cómplices traidores (franquistas, socialistas, comunistas y nacionalistas) fundaron el consenso político para repartirse el Estado neofranquista, e impidieron así la ruptura democrática y la apertura de un periodo de libertad constituyente, que era lo que propugnaba la “Platajunta”. 

Sin embargo hoy, el rey y su actual mancebo partidocrático, Mariano Rajoy, callan ante el descarado delito de sedición cometido por Artur Más, consintiendo así que la locura nacionalista del odio continúe. 

Meten en la cárcel a quien lucha por la libertad política de los españoles y, en cambio, protegen a quien fomenta la ruptura de una Nación con más de 500 años de historia. 

He aquí la herencia corrupta de este reinado infame.

Fuente                                                                            Paco Bono
diariorc.com

“Todo lo que manda el rey, que va contra lo que Dios manda, no tiene valor de Ley, ni es rey quien así se desmanda”. Lope de Vega

jueves, 13 de febrero de 2014

ENTRE DIOS Y EL DIABLO




xxv aniversario de la muerte del gran Salvador Dalí.

La foto de José Antonio procedía de un céntrico restaurante de Figueras. Estaba allí y unos turistas franceses se quejaron de que el "jefe del fascismo español" estuviera en la sala. El restaurador, amigo de Dalí, lo retiró y este se lo llevó a su casa de Port-Lligat. 

Dalí que en los años 20 se creyó comunista, apolítico desde los 30, en la postguerra se fue aproximando al franquismo (del que admiraba su idea de orden e incluso mantuvo una buena amistad con el Jefe del Estado que se prolongó hasta principios de los 70), a partir de mediados de los 60 empezó a declararse partidario de la "monarquía anárquica". 

Sobre Primo de Rivera dijo: 

"José Antonio tuvo el valor de presentarse tal como era, de hablar en nombre de lo que él consideraba la élite y de proponer un programa que borrara todos los ¡Abajo! en un solo lema ¡Arriba España! No estoy haciendo apología del fascismo español. Lo que admiro de este discurso es la voluntad de inversión de las ideas en sentido vertical".

En nuestro libro Dalí entre Dios y el Diablo dedicamos un capítulo a la "política hermética", la concepción política de Salvador Dalí, inspirada en Julius Evola.
                                                      
Fuente
entrediosyeldiablo                     

miércoles, 12 de febrero de 2014

DE LISBOA A VLADIVOSTOK



La propuesta rusa para crear una zona de libre comercio desde el Atlántico al Pacífico

El presidente ruso Vladímir Putin hizo la propuesta en la pasada cumbre Rusia-Europa. Para poder avanzar en la idea, el Kremlin espera ser tratado de igual a igual que sus socios occidentales.
En la cumbre Rusia-UE celebrada el pasado día 28 de enero en Bruselas, Vladímir Putin expuso la idea de crear una zona de libre comercio entre la UE y la Unión Aduanera, que incluye a Rusia, Bielorrusia y Kazajistán. 

Esta propuesta tiene implicaciones importantes en lo que respecta a las prioridades de la política exterior de Rusia.
La primera de estas dos prioridades es que Rusia alcance un estatus igual al de Occidente en política internacional. Desde que Vladímir Putin fue elegido presidente en 2000, la meta estratégica de la diplomacia rusa ha sido que el país trate de igual a igual con sus socios transatlánticos. El Kremlin está convencido de que los países occidentales están demasiado dispuestos a entrometerse en los asuntos internos de Rusia, de que tratan de obstaculizar su política en los CIS y de que intentan perjudicar los intereses económicos y comerciales de Rusia.
La segunda prioridad es que Rusia y sus aliados se conviertan en uno de los actores importantes e independientes en la escena internacional mediante la formación de una estrecha alianza de todas las antiguas repúblicas soviéticas. Rusia está invirtiendo un enorme capital político y económico para construir la Unión Euroasiática; por tanto, considera inaceptable cualquier demora en el plan de integración que ya ha sido aprobado.
La visión que Rusia tiene del futuro sistema político y económico de nuestro planeta es el de un mundo multipolar en el que la Unión Económica Euroasiática, liderada por Rusia, sea una de los seis u ocho potencias principales.
Este es el motivo por el cual la propuesta realizada por el presidente Putin en Bruselas, el 28 de enero de 2014, puede ser considerada revolucionaria. Sus implicaciones aún no han sido analizadas en profundidad: en esencia, la propuesta requiere una revisión parcial de las dos prioridades en política exterior rusa que se han mencionado más arriba.
Integración en la UE, ¿reto o amenaza?
Técnicamente hablando, la iniciativa de establecer un área de comercio libre que se extienda desde el Atlántico al Pacífico va en contra de los intereses de Rusia. Muchos economistas estarían de acuerdo con la máxima formulada por Otto von Bismarck en el siglo XIX: “El libre comercio es el arma de la nación más fuerte”.
El potencial económico de la Unión Europea es seis veces mayor que el de Rusia; las cifras de su comercio exterior son cinco veces y media las del ruso. Este es el motivo por el que la alianza no sería entre iguales, lo que contradiría la primera prioridad en política exterior que acabamos de mencionar. Una zona de comercio libre únicamente perpetuaría la actual estructura comercial entre la UE y Rusia (más sus aliados): recursos naturales a cambio de tecnología.
Además, Rusia va formulando gradualmente su propia definición de 'libre comercio' y sus propias ideas sobre qué tipo de medidas son aceptables para gestionar una zona de estas características. Hasta ahora, la entrada de Rusia en la OMC no ha logrado liberalizar su régimen comercial: el sistema de comercio internacional ruso sigue siendo uno de los más restrictivos de Europa.
Además, hay una tendencia global en marcha que se dirige claramente hacia un mayor proteccionismo. Probablemente el Kremlin cree que, en sus primeras etapas, un área de libre comercio no le impedirá microgestionar la economía rusa y el libre comercio como le parezca, ignorando algunas de las reglas al respecto internacionalmente establecidas.
La integración europea es el mayor desafío para la Rusia moderna. Este reto puede ser considerado como un incentivo para reformar el sistema político y modernizar la economía. Alternativamente, puede ser considerado también como una amenaza a la que el Gobierno debe hacer frente a toda costa. Hasta hace poco, esta segunda definición del 'desafío europeo' era la que prevalecía en Moscú. Pero desde el anuncio en 2010 del programa Alianza para la Modernización entre Rusia y la UE, Moscú ha dejado claro a sus socios que no descarta la posibilidad de una reacción más positiva a los retos planteados por la UE.
En teoría, en Rusia es fuerte la tentación de volverle la espalda a Europa y planear, en su lugar, un área de libre comercio con China. Esta alternativa es bastante realista. De hecho, mucha de la infraestructura requerida para su implementación ya se ha llevado a cabo en la forma de la Organización de Cooperación de Shanghái, que lleva casi 10 años languideciendo por falta de un objetivo real.
La iniciativa rusa de establecer un área de libre comercio con la UE llevará, sin duda alguna, a un deterioro de las relaciones con China. Esto significa que, a largo plazo, Rusia prefiere seguir siendo parte de la gran comunidad transatlántica. A cambio de realizar esa elección estratégica, el Kremlin está pidiendo un precio razonablemente alto: quiere que Rusia sea reconocida como uno de los principales actores en el sistema político y económico. También quiere los mismos derechos para la Unión Aduanera y la UE.
En otras palabras, la propuesta de Moscú de establecer un área de comercio libre con la Unión Europea es una declaración política más que económica. El Kremlin ha dejado claro que está dispuesto a ofrecer a la Unión Europea una alianza de igual a igual, con claras perspectivas de integración económica. La pelota ahora está en el tejado de Bruselas; la UE debe decidir si acepta o declina el  

Fuente                                Stanislav Tkachenko  
rusiahoy       Prof. de Relaciones Internacionales en la Univ. E de San Petersburgo.

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martes, 11 de febrero de 2014

DETERIORO PROGRESIVO




El fracaso de la ortodoxia liberal

El pasado 20 de agosto de 2010 escribíamos en esta misma columna un artículo : la esclavitud de las ETTs (abajo).

La denuncia del parasitismo económico practicado por este tipo de empresas levantó un revuelo en los comentarios a pié del artículo, posiblemente escritos por gente que ni ha sufrido a las ETTs ni tiene en su círculo de familiares a alguien que sufra esta moderna versión de la explotación económica. Pero en ese mismo artículo se citaba un interesantísimo trabajo de Steven Hill que conviene recordar ahora. 

Entonces decíamos: "El pasado 29 de julio, el analista norteamericano Steven Hill ha publicado un interesante artículo titulado No despreciar a Alemania y Japón. Aprended de ellos. Hill señala que a finales de los 90, el premio Nobel Paul Krugman publicó una serie de artículos de difusión mundial escandalizado por la terrible situación económica japonesa. Así, un país con el 3% de desempleo, con las diferencias más bajas entre ricos y pobres, con una seguridad social que cubre a la totalidad de la población y con bajísimos índices de criminalidad, se halla, no obstante, en una situación ´terrible´ porque su crecimiento es bajo o por que la demanda no alcanza tal o cual nivel. En España, las ETTs y todos los contratos basura han servido para alegrar las estadísticas del paro y ocultar el deterioro progresivo que en nuestro ´Estado de Derecho´ han padecido las clases trabajadoras y la clase media en general.

Hill se pregunta: ´¿De qué modo los economistas como Krugman deciden lo que se valora y lo que se prioriza? ¿Cómo deciden qué es lo que hay que medir? ¿Para qué sirve la economía? ¿Para producir prosperidad, seguridad y servicios que la gente necesita o para satisfacer a los economistas, sus teorías y sus modelos?´. 


La pregunta de Hill es muy pertinente porque si esto no se tiene claro acabaremos sacrificando la vida de millones a la soberbia intelectual de economistas y políticos, ávidos de ego y sobrecargados de teorías fracasadas.

Lejos del dogma liberal, el trabajo no es una mercancía más -como tampoco lo es el dinero- que interesa que sea lo más barato posible. Las oscilaciones del precio del trabajo, en un sentido o en otro, tienen consecuencias que pueden ser desastrosas para las personas concretas y cuya importancia establece perfectamente que la economía tiene límites. Al fin y al cabo la economía no es sino una mera técnica al servicio de otras cuestiones y no una ´ciencia´ como pretenden algunos".

Sinceramente espero que las reflexiones realizadas en nuestro artículo, así como las aportadas por Steven Hill se metan en las cabezas de tanto economista y tanto político, de esos que gustan de experimentar con las vidas de todos y prefieren salvar una teoría antes que el futuro de las personas. Esto es lo que a mi se me ocurre tras leer la información suscitada en la prensa al hilo del informe de la Encuesta de Población Activa. 


Así, en El Mundo, Esther Mucientes nos cuenta que, según el Ministerio de Trabajo, "el 42% de los contratos firmados en diciembre (campaña de Navidad) fueron inferiores a un mes, y más de la mitad de ellos con una duración de 7 días".

Mucientes narra la historia de Silvia: "Su marido se quedó sin empleo en Galicia hace dos años, debido a la ´prometedora´ fusión bancaria Caixanova y Caixagalicia. Aunque la nómina no era muy alta, unos 1.100 euros, era suficiente para llegar, sin lujos, a fin de mes. Tras un año en el paro, encontró finalmente trabajo en un ´communication center´ de una conocida empresa alemana. Tiene un contrato temporal fin de obra y está contratado por una ETT. Como cuenta Silvia, ´cada mes la nómina es una sorpresa´. Cobra 7,50 euros la hora, así que ´hay meses de 532 euros, hay otros que llegamos a los 800... Trabaja según las estimación de llamadas que se van a recibir, y en función de esto hay más personal o no, por tanto o trabajas o no´". Mucientes aduce otros ejemplos, algo que es el pan nuestro de cada día de los españoles de 2014, desgraciadamente.

Y es que el panorama es bastante desalentador:
según la Comisión Europea, 2013 se ha caracterizado en toda la UE por la generalización de los contratos basura. Según parece, el 65% de las personas "en riesgo de exclusión social" que trabajan no escapan a ese "riesgo de exclusión social". Dicho de otro modo; los pobres siguen siendo pobres a pesar de trabajar. Este terrible problema señalado por la Comisión es, según la misma Comisión, especialmente grave en España, que es uno de los países donde peor empleo se crea. 


Es por tanto el "empleo basura" el que logra alegrar las estadísticas.

Por otro lado, 2013, que se cerró con 5.896.300 personas en paro, es decir 69.100 menos que en último trimestre de 2012, tuvo también una reducción de 198.900 ocupados, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Los datos no son incompatibles. La población activa, o sea la que tiene trabajo o lo busca, ha perdido 267.900 personas a causa del envejecimiento de los españoles; la emigración al extranjero; la marcha de los extranjeros; la dedicación a otras actividades cuando no encuentran empleo -desde cursos de formación a la inactividad-; o por recalar en la "economía sumergida". Así que los antiguos parados no es que hayan encontrado trabajo, sino que han desaparecido de las estadísticas por varios motivos.

Solo la desvergüenza de los políticos puede presentar esto como un éxito, alegando que se ha "moderado" la destrucción de empleo. 


Pero lo más grave es que el necio empecinamiento de los políticos del PP en hacer de la economía el centro del universo, contrasta con el hecho real de que ni siquiera son capaces de gestionar con éxito aquello en lo que se consideran expertos y en nombre de lo cual abandonan a la izquierda todo lo demás. Aducen las felicitaciones de organismos que apuestan sin duda por el abaratamiento de la mano de obra –aunque ello conlleve el empobrecimiento del pueblo- como el FMI porque, escudados en el lenguaje oscurantista de esos supuestos expertos, apelan a un falso argumento de autoridad y pueden presentar públicamente comentarios favorables a sus políticas fracasadas.

A estas alturas, creo que ya va siendo hora de que se normalice el debate en torno al modelo económico y que empiecen a plantearse alternativas. 


Aquí van algunas ideas para discutir: el fin de todo modelo económico es producir prosperidad, seguridad y servicios a la gente , y no garantizar el máximo beneficio al capital especulativo. Otra idea: el Estado debe velar por que ningún estrato del país quede al margen de unos medios mínimos para garantizar una vida digna, pese a quién pese y caiga quién caiga. Más aún: la deslocalización económica es una lacra que ha acabado con nuestra industria; la producción de un país no existe para la exportación sino, en primer lugar, para el mercado interior; no está escrito en las estrellas que cualquier modo es lícito para incrementar los beneficios bancarios sino que dicho enriquecimiento está en función de los intereses generales del país; los bancos centrales deben de estar sometidos a control político, etc.

Tras todas estas ideas subyace en realidad un debate antropológico que están librando ahora mismo todos aquellos que no se encuadran en ideologías al uso. La idea que se dirime es: ¿cuál es la función de la economía? 


Desde luego, la izquierda, y especialmente la más delirante –al estilo de payasos como Sánchez Gordillo- son parte del problema y no su solución. Más bien, ellos se encargan de conducir a vías estúpidas e improductivas las inquietudes y las rebeldías características de la sensibilidad de izquierdas, lo mismo que el PP hace lo propio con el electorado conservador.

Pero lo que nos interesa destacar en este artículo es que se han cumplido nuestros presagios más pesimistas. El primero, avanzado tantas veces en esta columna, es que la ortodoxia liberal del PP ha fracasado en aquello que, siempre según ellos mismos, son los mejores haciendo. 


Algunos aducirán que el problema es que no son suficientemente liberales, algo que recuerda a los críticos ultraizquierdistas de la afortunadamente extinta Unión Soviética: estos no eran en realidad auténticos comunistas. 

Y es que para la ineptitud y el fracaso, siempre ha permanecido abierta la vía de la utopía.

Así que, visto lo visto, ya es hora de ir pensando en otra cosa, desde Bruselas a Madrid.
                                                          
                                    Eduardo Arroyo
Fuente
elsemanaldigital

"Son parásitos sociales, nutridos con el sudor de gente a la que presiona un mercado a la baja, pero lo peor es que el Estado ha encontrado en ellas la manera de eludir su responsabilidad". 

                   Leer+la esclavitud de las ETTs.

lunes, 10 de febrero de 2014

LA DEFENSA SIN DEFENSORES



Triturar al Ejército

Los gobiernos españoles han confundido la política exterior con el comercio exterior y la política de defensa con la industria de defensa. En ambos casos han puesto el interés nacional al servicio de la conservación del sistema.
Los quebrantos del rey de España durante los actos de la Pascua militar han oscurecido un dato que, sin embargo, es sin duda más trascendente: la constatación de que la Defensa española está bajo mínimos, el anuncio oficial de que el grueso de nuestras capacidades militares va a concentrarse en un “núcleo” de 10.000 efectivos (“Fuerza de Acción Conjunta”, lo llaman) y la confirmación de que el presupuesto del ramo nos sitúa al nivel de Luxemburgo.
¿Diez mil hombres?
Diez mil hombres es lo que cabe en un fondo del estadio Santiago Bernabeu un día de entrada mediocre. 
Los listísimos “especialistas” que desde hace años flagelan a la opinión pública española, y que no tienen la menor idea de qué es un combate de verdad, arguyen que hoy en día lo importante es la electrónica y la aviación (o la diplomacia), que las guerras ya no se ganan en el campo de batalla y que una buena inversión tecnológica es mejor que un “derroche” en hombres y equipos. 
Ese mito ha venido funcionando hasta que la realidad ha demostrado que es sólo eso, un mito. La calamidad de Irak, el empantanamiento de Afganistán, el desastre de Libia y la tragedia de Siria están revelando todos los días que no puede haber resolución efectiva de un conflicto si no hay un elemento humano que asegure el objetivo estratégico. Inversamente, acciones como la de Mali, donde los 3.500 soldados franceses actuaron como punta de lanza de una fuerza africana de más de 20.000 efectivos, han demostrado lo decisivo del factor humano. 
No hay Defensa sin defensores. Y si prescindimos del personal, nos quedamos indefensos.
El presupuesto español de Defensa se ha reducido en un tercio desde 2008. Eso es una barbaridad. Existe la idea común de que la Defensa es “muy cara”. ¿Lo es? Un helicóptero “Cougar” cuesta algo más de 15 millones de euros; mantener Canal Sur, la autonómica andaluza, cuesta todos los años casi diez veces más. La policía autonómica vasca ha presupuestado para 2014 una cifra de 609 millones de euros; Cataluña gastará el doble por el mismo concepto en este año. Un carro “Leopard” cuesta 11 millones de euros. Nuestras televisiones autonómicas han costado casi 1.000 millones solo en 2013. La fragata F-105 “Cristóbal Colón” costó 823 millones de euros. Las cantidades defraudadas por los socialistas andaluces con los EREs falsos suma casi el doble. Un blindado de combate “Pizarro” cuesta 4,67 millones de euros; las subvenciones a partidos políticos para 2014 casi multiplican por 20 esa cantidad. El informe de ejecución presupuestaria del ministerio de Defensa en 2012 (aun disparada sobre la previsión inicial) da una cifra total de 9.066 millones de euros. Es menos de un tercio de lo que gasta Francia por el mismo concepto, ajustes incluidos. La previsión de la Defensa española para 2014 se reduce a 5,7 millones de euros. Estas cifras nos aproximan cada vez más a Marruecos, que en 2009 gastó 3,2 millones de euros (cierto que en 2014 serán sólo 2,8 millones). El anuncio de Defensa habla de reducir nuestro ejército a un “núcleo de 10.000 efectivos”. Es difícil saber qué quiere decir exactamente eso, pero las fuerzas armadas portuguesas cuentan con más de 40.000 personas y las de Marruecos sobrepasan los 300.000. El conjunto del personal de las fuerzas armadas españolas suma unos 120.000 efectivos. 
¿Son muchos en un país donde hay 70.000 concejales?
Pecados del pasado
Pero, un momento: ¿Cómo es posible que un presupuesto de 5,7 millones de euros dé para tan pocos efectivos e, inversamente, países con un presupuesto menor puedan mantener a más personal? 
La clave está en los gastos de armamento contraídos en años anteriores, que han hipotecado el presupuesto hasta el año 2030, por lo menos, con una cantidad fabulosa: casi 30.000 millones de euros, según explicó el año pasado en el Congreso el secretario de Estado de Defensa. Si sirve de orientación, esa deuda española es una cantidad semejante a la que se gasta todos los años Alemania en sus fuerzas armadas. 
Ahora sería el momento de examinar quién y por qué decidió adquirir los vehículos “Aníbal”, con qué criterios se compraron los “Leopard” (¿para venderlos? ¿a quién?) y otras muchas medidas estrictamente políticas que han distorsionado por completo el mapa natural de prioridades de la Defensa española. Nuestra política de Defensa lleva muchos años orientada no hacia la milicia , sino hacia la industria y el comercio. 
¿Sería osado preguntarse quién se ha beneficiado de todo esto? Desde luego, no la nación.
El interés nacional –si es que algún político de hogaño entiende aún este término- fija prioridades muy concretas y las fuerzas armadas son un instrumento esencial para cubrirlas. Desde luego, está la amenaza exterior: España tiene la geografía que tiene y, evidentemente, no puede tener otra. Pero, además, el Estado afronta hoy dos desafíos separatistas cuya urgencia sería suicida negar y que afectan de manera directa a las fuerzas armadas, en la medida en que éstas poseen la obligación constitucional de “garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional”. Un ordenamiento constitucional que, por si alguien lo ha olvidado, empieza desde su artículo 2 afirmando “la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles”. Es una evidencia que cualquier deterioro de nuestra Defensa, en las actuales circunstancias, multiplica los riesgos de desgarro del tejido nacional.
Los gobiernos españoles han confundido la política exterior con el comercio exterior y la política de defensa con la industria de defensa. En ambos casos han puesto el interés nacional al servicio de la conservación del sistema de poder, cuando lo cabal debería ser lo contrario. Es verdad que en esto, como en otras cosas, Rajoy se limita a navegar con la herencia recibida, que era funesta. Pero también lo es que desde hace muchos años nadie disponía de una mayoría tan holgada para acometer las necesarias reformas de fondo. Empezando por devolver a nuestros ejércitos una dimensión nacional que todos nuestros sucesivos gobiernos han venido machacando sistemáticamente desde los años ochenta. La Defensa española necesita una gran rectificación.
Un ejército no es sólo un brazo armado para sustentar el orden establecido. Un ejército es, sobre todo, una expresión física, material, de la moral de una nación. 
Este pasado otoño, un grupo de generales franceses agrupados en la asociación “Los centinelas del Ágora” dirigía a su ministro de Defensa una carta donde se decían algunas cosas muy interesantes. Por ejemplo: “La política francesa de Defensa ha sacrificado al brazo armado de Francia en beneficio de ideologías de ocasión y algunos enjuagues financieros”. Otro ejemplo: “Las nuevas reconfiguraciones geopolíticas marginarán o, aún peor, eliminarán sin piedad a las naciones de moral desfalleciente”. Item más: “El ejército es una de las instituciones ‘fábrica de vínculos’ de las que tanta necesidad tiene Francia frente a la acción resuelta de las fuerzas centrífugas”. Y esto, en unas fuerzas armadas como las francesas que, después de todo, se cuentan entre las más en forma del mundo.
España necesita una política de Defensa nueva. La necesita ya. Pero parece que, como tantas otras urgencias, esta también tendrá que esperar.
Fuente                                   Jose Javier Esparza

domingo, 9 de febrero de 2014

ESTE-PAÍS DE ...




Un facha de siete años

Me interpela un lector algo -o muy- dolido porque de vez en cuando aludo a España como este país de mierda. El citado lector, que sin duda tiene un sentimiento patriótico susceptible y no mucha agudeza leyendo entre líneas, pero está en su derecho, considera que me paso varios pueblos y una gasolinera. Le extraña, por otra parte, y me lo comunica con acidez, que alguien que, como el arriba firmante, ha escrito algunas novelas con trasfondo histórico, y que además parece complacerse en recuperar episodios olvidados de nuestra Historia en esta misma página, sea tan brutal a la hora de referirse a la tierra y a los individuos que de una u otra forma, le gusten o no, son su patria y sus compatriotas.

La verdad es que podría, perfectamente, escaquearme diciendo que cada cual tiene perfecto derecho a hablar con dureza de aquello que ama, precisamente porque lo ama. 

Y que cuando abro un libro de Historia y observo ciertos atroces paralelismos con la España de hoy, o con la de siempre, y comprendo mejor lo que fuimos y lo que somos, me duelen las asaduras. Aunque, la verdad, ya ni siquiera duelen. Al menos no como antes, cuando creía que la estupidez, la incultura, la insolidaridad, la ancestral mala baba que nos gastamos aquí, tenían arreglo. La edad y las canas ponen las cosas en su sitio: ahora sé que esto no lo arregla nadie. 

España es uno de los países más afortunados del mundo, y al mismo tiempo el más estúpido. Aquí vivimos como en ningún otro lugar de Europa, y la prueba es que los guiris saben dónde calentarse los huesos. Lo tenemos todo, pero nos gusta reventarlo. Hablo de ustedes y de mí. 

Nuestra envilecida y analfabeta clase política, nuestros caciques territoriales, nuestros obispos siniestros, nuestra infame educación, nuestras ministras idiotas del miembro y de la miembra, son reflejo de la sociedad que los elige, los aplaude, los disfruta y los soporta. Y parece mentira. Con la de gente que hemos fusilado aquí a lo largo de nuestra historia, y siempre fue a la gente equivocada. A los infelices pillados en medio. Quizá porque quienes fusilan, da igual en qué bando estén, siempre son los mismos.

Pero me estoy metiendo en jardines complejos, oigan. El que quiera tener su opinión sobre todo eso, acertada o no, pero suya y no de otros, que lea y mire. Y si no, que se conforme con Operación Triunfo, con Corazón Rosa o con Operación Top Model, o como se llamen, y le vayan dando. Cada cual tiene lo que, en fin, etcétera. 

Ya saben. Por mi parte, como todavía me permiten y pagan este folio y medio de terapia personal cada semana -es higiénico poder morir matando-, me reafirmo un día más en lo de país de mierda. Y lo voy a justificar hoy, miren por donde, con una bonita anésdota anesdótica. Una de tantas.

Verán. Un niño de siete años, sobrino de un amigo mío, observando hace poco que varios de sus amigos llevaban camisetas de manga corta con banderas de varios países, la norteamericana y la de Brasil entre ellas -algo que por lo visto está de moda-, le pidió al tío de regalo una camiseta con la bandera española. «Van a flipar mis amigos, tito», dijo el infeliz del crío. Según cuenta mi amigo, el sobrinete bajó al parque como una flecha, orgulloso de su prenda, con la ilusión que en esas cosas sólo puede poner una criatura. A los diez minutos subió descompuesto, avergonzado, a cambiarse de ropa. El tío fue a verlo a su habitación, y allí estaba el chiquillo, al filo de las lágrimas y con la camiseta arrugada en un rincón. «Me han dicho que si soy facha o qué», fue el comentario.

Siete años, señoras y caballeros. La criatura. Y no en el País Vasco ni en Cataluña, ni en Galicia. En la Manga del Mar Menor, provincia de Murcia. 

Casualmente, y sólo una semana después de que me contaran esa edificante historia infantil, otro amigo, Carlos, gerente de un importante club náutico de la zona, me confiaba que ya no encarga polos deportivos para sus regatistas con el tradicional filetillo de la bandera española en las mangas y en el cuello. «En las competiciones con clubs de otras autonomías -explicó- están mal vistos.»

Dirán algunos que, tal y como anda el asunto, podríamos mandar a tomar por saco ese viejo trapo y hacer uno distinto. Al fin y al cabo sólo existe desde hace dos siglos y medio. Podríamos encargarle una bandera nueva, más actual, a Mariscal, a Alberto Corazón, a Victorio o a Lucchino. O a todos juntos. Pero es que iba a dar igual. Tendríamos las mismas aunque pusiéramos una de color rosa con un mechero Bic, un arpa y la niña de los Simpson en el centro; y en las carreteras, el borreguito de Norit en vez del toro de Osborne. El problema no es la bandera, ni el toro, sino la puta que nos parió. A todos nosotros. A los ciudadanos de este país de mierda. 

Fuente                                   Arturo Pérez-Reverte
perezreverte

"A los españoles les gusta renegar de su país y de sus instituciones, pero no permiten que lo hagan los extranjeros".    Napoleón Bonaparte