Carlo
Terracciano nos da un ejemplo de cómo debería ser la vida de un
auténtico geopolítico en el campo de la ciencia, la teoría, la
existencia, la ontología, la escatología. Esta es la movilización total
del alma, el pago completo de las creencias de todo el contenido de la
vida heroica y trágica.
Hoy en
día muchos se quejan de que no hay más lugar para los actos heroicos y
luchas, todo está condenado a perder desde el principio, nada puede dar
resultados empíricos. Esto sólo demuestra debilidad, cobardía y bajeza.
Si creemos en algo y nuestra fe es suficientemente fuerte, somos siempre
capaces de cambiar el mundo. No hay enemigo imbatible para el ardiente
espíritu humano. Carlo Terracciano nos da el ejemplo de un hombre que
hasta su último aliento defendió sus creencias. Sus creencias son
nuestras creencias. Su lucha es nuestra lucha. Y la lucha de aquellos
que vendrán después de nosotros.
Confieso
que no me interesa qué clase de hombre era Carlo Terracciano, aunque sus
amigos afirman que era genial, amable, honesto. No importa. Es
subjetivo. Objetivamente, él era un héroe. El verdadero héroe del
continente, de la civilización de la tierra, de Eurasia. Y eso es mucho
más importante. Sólo la idea sí importa. Y otra cosa también tiene
importancia – la vida humana arrojada al fuego de una gran fe y una gran
causa.
Un
tradicional proverbio japonés dice: No sólo es bueno el guerrero que
sirve honestamente a un buen Estado, bueno es el guerrero que sirve
honestamente a cualquier estado – entre ellos el muy malo, y este
servicio honesto es el que convierte al mal estado en uno bueno. Carlo
Terracciano era un guerrero muy bueno. El guerrero de Europa.
"Nadie puede estar al servicio de dos amos...No podéis servir a Dios y al dinero" (Mt 6,24).
Decepcionante la tibieza de la jerarquía de la Iglesia
Salvo excepciones insignificantes que ni siquiera han tenido repercusión mediática, la jerarquía de la Iglesia ha guardado un silencio incomprensible ante dramas que atraviesan a España como los desahucios injustos que dejan sin hogar a cientos de miles de familias, la corrupción galopante que destroza al país, el saqueo de las cajas de ahorros y de parte de las arcas públicas, los impuestos abusivos, que cobra el gobierno para que no falte dinero en sus alforjas y para mantener sus privilegios, los recortes en servicios y conquistas sociales alcanzadas con esfuerzo a lo largo de la Historia y otros muchos desmanes y tropelías, como los indultos a sinvergüenzas, ladrones, kamikazes y torturadores, la impunidad de muchos políticos que delinquen, a los que no se castiga ni se les obliga a devolver lo robado y la consagración de la mentira como política de Estado. Es cierto que algunas organizaciones pertenecientes a la Iglesia, como Cáritas, están realizando una labor de enorme valor ayudando a los que sufren, pero los tiempos son tan duros, el sufrimiento es tan grande, la injusticia es tan atroz y las violaciones de los derechos tan inhumanas, que el compromiso de la Iglesia tiene que ser mayor, ayudando al pueblo en su avance hacia la regeneración, la conquista de la decencia y el retorno de la esperanza.
La Iglesia, cuyo mayor pecado histórico ha sido haberse acomodado siempre a los vientos del poder, sin poner en riesgo su cómoda supervivencia y privilegios, está asistiendo impasible, en España, a fenómenos y dramas que claman al cielo y ante los cuales un cristiano está siempre obligado a reaccionar.
Porque el mensaje de Cristo no impulsa únicamente la oración y la mística sino también la acción transformadora en la sociedad, orientada a construir un mundo mas justo y mejor. Por eso, hay que distinguir el mensaje de Jesús de la institución.
"De hecho, la Iglesia, desde sus comienzos, y quizás especialmente en sus
comienzos, no fue tanto un principado como una revolución contra el príncipe de
este mundo".GK.Chesterton
La verdadera corrupción está en el alma de los partidos
Los superficiales y frívolos creen que la corrupción consiste en robar el dinero público, cuando eso es sólo la consecuencia de vivir en un ambiente indecente, corrupto e inmoral.
La verdadera corrupción, la que practican hasta el abuso los grandes partidos políticos españoles con representación parlamentaria, consiste en estigmas, vicios y comportamientos depravados muy anteriores, con manifestaciones diarias en la vida de los partidos. Cada político, cada joven que ingresa en la política, se forma rodeado de corrupción, sin percibirla, como si esa corrupción fuera el hábitat natural de la política. No tienen ni idea de lo que es democracia y nadie les hablará jamás de la decencia.
La verdadera corrupción está en los partidos y sus dirigentes y militantes viven tan a gusto en ella que ni siquiera perciben que estén viviendo en un basurero.
Corrupción es renunciar al debate interno, esconder siempre la verdad y decir "si bwuana" al líder, una y otra vez, si se quiere prosperar. Corrupción es entrar en la política para "hacer carrera", para medrar y permanecer siempre en ella. Corrupción pura y dura es dinamitar la democracia, maniatar a la Justicia, anteponer los intereses propios a los del pueblo, despilfarrar, someter a la prensa libre, comprar voluntades, trucar concursos públicos, pervertir la concesión de subvenciones, ayudas, licencias y concesiones, aplastar al pueblo con impuestos injustos, beneficiar a los amigos y marginar a los adversarios y neutrales, haber convertido el Parlamento en una manada esclava de representantes de los partidos, no de los ciudadanos, haber ocupado la sociedad civil, privándola de la libertad y la independencia que requiere en democracia, practicar a diario el abuso de poder, mentir, acumular privilegios con avaricia y haber arrebatado a los ciudadanos el protagonismo que le corresponde en democracia.
El robo del dinero público, la acumulación ilícita de patrimonio, las cuentas en paraísos fiscales, los sobres de dinero negro, los EREs truculentos, el nepotismo y otros vicios repugnantes que constituyen el día a día de la partitocracia española son únicamente la consecuencia lógica de vivir en un ambiente sucio y degradado, donde el servicio al pueblo ha sido sustituido por el egoísmo y donde los partidos, blindados con impunidad y un poder casi absoluto, se han transformado en maquinarias que destruyen los valores, esparcen la degradación, saquean las arcas públicas y humillan al ciudadano, que es el soberano teórico de la democracia.
Los robos, desfalcos y saqueos se eliminan fácilmente endureciendo las leyes y metiendo el miedo en el cuerpo a los políticos, pero la suciedad del alma que ha llevado a la clase política a asesinar la democracia no tiene cura y requiere que la política española sea "reseteada" y comience de cero, con otra gente a la que los ciudadanos vigilen y exijan decencia, valores y nobleza de alma.
La sombra del mal en Ernst Jünger y Miguel Delibes
De dónde viene esto, cómo ha ocurrido, hasta dónde puede extenderse su hechizo. Todos lo vemos o lo intuimos de alguna manera, pero no basta leer libros o asistir a películas que lo ponen en evidencia. Habría que actuar, intervenir, pasar de la constatación a la resistencia. Y ni siquiera esto bastaría en el momento amenazador en que nos encontramos. Habría que reconocer y definir abiertamente el mal y acabar con él. Al mismo tiempo, cada uno de nosotros, y de un modo más o menos comprometido, está implicado en el mal, gozando de sus favores, para vivir y hacer vivir. Aun cuando lo reconocemos y estamos de acuerdo con los escritores que lo delatan, algo nos impide protestar,nuestro mismo beneficiocotidiano, nuestra relación con su magnificencia. "La cuestión es saber si la libertad es aún posible" —escribe Jünger—, aunque fuese en un dominio restringido. No es, desde luego, la neutralidad la que la puede conseguir, y menos todavía esta horrorosa ilusión de seguridad que nos permite dictar desde las gradas el comportamiento de los luchadores en el circo.»
O sea se trata de intervenir, de arriesgarlo todo con el fin de que todo sea salvado.
Lo que nos amenaza es la técnica y lo que ella implica en los campos de la moral, la política, la estética, la convivencia, la filosofía. Y la rebeldía que hoy sacude los fundamentos de nuestro mundo tiene que ver con este mal, al que llamo el mayor porque no conozco otro mejor situado para sobrepasarlo en cuanto eficacia. Ya no nos interesa de dónde proviene y cuáles son sus raíces. Estamos muy asustados con sus efectos, y buscar sus causas nos parece un menester de lujo, digno de la paz sin fallos de otros tiempos.
Sin embargo hay un momento clave, un episodio que marca el fin de una época dominada por lo natural —tradiciones, espiritualidad, relaciones amistosas con la naturaleza, dignidad de comportamiento humano, moral de caballeros, decencia, en contra de los instintos—, episodio desde el cual se produce el salto en el mal. Este momento es, según Ernst Jünger, la Primera Guerra Mundial, cuando el material, obra de la técnica, desplazó al hombre y se impuso como factor decisivo en los campos de batalla de Europa, luego del mundo, luego en todos los campos de la vida. Fue así como el hombre occidental universaliza su civilización a través de la técnica, lo que es una victoria y una derrota a la vez.
Este proceso, definido desde un punto de vista moral, ha sido proclamado como una "caída de los valores", o desvalorización de los valores supremos, entre los cuales, por supuesto, los cristianos.
“la guerra no es el fin, sino el comienzo de la violencia”
La guerra hoy es una “violencia organizada”. Frente al uso individual y
aislado de la violencia, la guerra implica su uso metódico y organizado
por parte de un grupo social (naciones, tribus, Estados, ect.)
La
guerra ha cumplido casi siempre en la historia del género humano un
papel relevante. Hasta la aparición del comercio y de la economía basada
en el intercambio y el mercado, la guerra constituyó el factor
económico más importante para una nación porque le permitía apropiarse
de tierras y esclavos.Así, la guerra ha sido, en cierto sentido, una
solución a los problemas de subsistencia de los grupos y sociedades
humanas.
Pero hoy en día los medios técnicos han convertido la
guerra en un factor desastroso para la economía y para la sociedad.
(“La trinchera convirtió a los combatientes en asalariados de la muerte”.La guerra como la experiencia interior,E.Jünger)
Estamos, por así
decirlo, ante una solución en la que “todos pierden” (excepto,
naturalmente aquellos países que se dedican a la producción y venta de
armamento). En la actualidad, sólo los países que optan en su interior o
en sus relaciones con los demás por una solución pacífica a sus
problemas, pueden llevar a cabo un desarrollo social y económico;ecuánime y sostenible.
Platón creía que las causas fundamentales de la guerra residían
en la corrupción de las almas. Esta corrupción interna
se expresa socialmente a través del creciente predominio
del lujo como categoría económica fundamental. En
una comunidad de escasez son las compulsiones de la supervivencia,
más que cualquier propensión a la verdad, las que
llevan a los hombres a cooperar entre ellos. Pero cuando esta
economía es superada, cuando los hombres llegan a diferenciarse
según sus funciones materiales, entonces se codician los
lujos y la ostentación no intrínsecamente sino por
el poder que traen aparejados. Es entonces cuando la lucha por
los lujos se convierte, al nivel de lo material, en la lucha por
el poder, mientras que, psicológicamente, expresa la decadencia
del alma.
“Así,que la tierra les sea ligera a nuestros valerosos adversarios”.
Y penalizar las practicas de usura de los bancos...
El viernes 26 de Octubre, en el facebook
de AME se recogía una entrada que, a mi juicio, merece un momento de
reflexión. Bajo el título «En 2010, el
rescate de las entidades financieras costó a cada español 1850 €. En
agradecimiento, las entidades financieras han practicado 400.000
desahucios»,el comentariosubsiguiente especificaba lo
que sigue: «Para que los más humildes dejen de ser explotados por los
más poderosos, la Banca debe ser nacionalizada y reconvertida en una
herramienta al servicio de las necesidades financieras del pueblo
español.
¿Cómo podemos alcanzar la justicia cuando nuestra clase
política no se cansa de invocar el nombre de España para defender unos
cuantos negocios, como los intereses de los Bancos o los dividendos de
las grandes empresas, cuyos consejos de administración están ocupados
por miembros de esa misma clase política?
Dejando al
margen las reminiscencias joseantonianas que dicho comentario evoca del
discurso pronunciado, en el Frontón Cinema de Zaragoza, el día 26 de
Enero de 1936, por el fundador de Falange Española, lo sustantivo del
mismo es la postura crítica que la formación política Alternativa
Municipal Española sostiene frente a la práctica de la usura, es decir
la negación de la posibilidad de la obtención de un beneficio a cambio
de nada. Pero como la práctica de la usura plantea problemas éticos y
teológicos, ésta no debe ser estudiada bajo prisma alguno que no
contemple dichas realidades. Así, la práctica de la usura ha sido
prohibida desde tiempos remotos, tanto por el Antiguo Testamento como
por el pensamiento Clásico.
Las
referencias a la práctica de la usura en el Antiguo Testamento son
abundantísimas, prohibiendo sin tibiezas la práctica de la misma en
numerosos versículos. En el Libro del Éxodo 22: 25 se dice: «Si prestas
dinero a mi pueblo, a los pobres entre vosotros, no serás usurero con
él, no le cobrarás interés». En el Libro del Levítico 25: 37 se dice:
«No le darás tu dinero a interés, ni tus víveres a ganancia». En el
Libro del Deuteronomio 23: 19 se dice: «No cobrarás interés a tu
hermano: interés sobre dinero, alimento o cualquiera cosa que pudiera
ser prestado a interés».
También en
el Mundo Clásico se condenaba la usura. Aristóteles rechazaba la usura
categóricamente, por tratarse de la forma de comercio más depravada,
antinatural, errónea y odiosa que a su juicio existía. Asimismo, Platón
afirmaba que la usura era destructiva para el Estado, pues enfrentaba
inevitablemente a una clase con otra.
Está claro, pues, que tanto el
Antiguo Testamento como el pensamiento Clásico prohibía y rechazaba,
taxativa e inequívocamente, la práctica de la usura.
Las
enseñanzas que respecto a la usura aporta tanto el Antiguo Testamento
como el pensamiento Clásico han sido rechazadas por algunos economistas
modernos, achacándolas de primitivas, ingenuas y carentes de cierta
comprensión de la realidad económica actual. Críticas que, a mi juicio,
son fruto de la arrogancia intelectual de nuestro tiempo, además de ser
una forma como otra cualquiera de eludir las cuestiones éticas que
subyacen en la transacción usuaria.
Debido a
la crisis económica que padecemos, hoy más que nunca un número
importantísimo de personas y no menor de empresas se han visto obligadas
a pedir prestado, bien para sobrevivir, bien para acceder a una
vivienda digna, bien para hacer frente a las necesidades financieras de
sus empresas. Pero hete aquí que en la mayoría de los casos esos
préstamos no van a solucionar sus problemas, sino que sólo van a servir
para cubrir las necesidades inmediatas. Ello significa que después de
haberse comido el préstamo, no van a tener nada con lo que saldar las
deudas contraídas, por lo que serán desahuciados de sus viviendas o se
verán obligados a declarar la quiebra de sus empresas.
Por causa
de la conveniencia económica, del comercio internacional y de las
transacciones comerciales –es decir de la esencia de la transacción
usuaria que garantiza a alguien la obtención de algo por nada–, la
práctica de la usura se ha extendido hasta el punto de convertirse en
una forma habitual de relación económica entre entidades financieras,
empresas y particulares, cuando en realidad constituye una violación de
la ley natural y de la más elemental conducta ética, motivo por el cual
cualquier inconveniencia que se produjera a nivel de las transacciones
comerciales debería ser sacrificada en aras del bien público general.
Es
por ello que la nacionalización de la Banca es una necesidad
inexcusable si queremos alcanzar la verdadera justicia social que ha de
devolver a España su carácter preponderante en el panorama
internacional.