Dávila, aforismos que son dinamita
Gonzalo Muñoz Barallobre: "Dávila fue un solitario que supo levantar acta, sin concesiones, con honestidad, de la quiebra de nuestro mundo."
Desde que fue publicado, es un libro que no he dejado de leer, y es que se ha ganado eso que muy pocos consiguen: permanecer, mientras otros vienen y van, fijo en la mesilla. Pero la cosa no es para menos, ya que estamos ante una obra que es pura dinamita, un texto, compuesto de miles, que no es otra cosa que un ejemplo soberano de lucidez.
Hablo de Escolios a un texto implícito, cuyo autor es Nicolás Gómez Dávila,
un filósofo colombiano que nos acompañó hasta 1994. Un hombre que, en
mitad de Bogotá, vivía en una casa estilo Tudor en la que guardaba un
auténtico tesoro: una de las mejores bibliotecas de Latinoamérica. Y es
que estamos hablando de 50000 volúmenes entre los que figuraban varios
incunables y múltiples primeras ediciones.
No hay duda de que Dávila era un
bibliómano, y tal era su amor por los libros que se exigió leer a cada
autor en su idioma: sólo el 10 por ciento de su biblioteca estaba en
castellano. Y es que este hombre, gracias a que su familia pertenecía a
la alta aristocracia colombiana, tuvo la oportunidad de recibir una
educación exquisita. Ninguna gran obra de la cultura le pasó
inadvertida, todas estaban representadas en su biblioteca. Pero hay algo
más, ya que gracias a los negocios familiares pudo dedicarse a lo que
más le gustaba en la vida: meterse dentro de su biblioteca y pasar horas
y horas leyendo. Y al calor de esas lecturas, nacieron los aforismos
que conforman Escolios a un texto implícito. Una obra que ocupa más de 1400 páginas.
Hablar de Dávila, de su obra, es hablar
de un libro que en su tierra, Colombia, y en aquellos países que
compartían la lengua de su autor, el castellano, pasó prácticamente
desapercibido. Una vez más, se cumplió aquel dicho que dice que nadie es
profeta en su tierra. Así, serán los italianos (Franco Volpi) y los alemanes (Boto Strauss y Ernst Jünger)
los que pongan a Dávila en el lugar que se merece. Después, y sólo
después, ha llegado a España, y eso sólo se lo debemos al fino olfato de
Atalanta. Pero Dávila ha llegado para quedarse, ya que estamos ante un
peso pesado del pensamiento que nada tiene que envidiar a la gran saga
de moralistas franceses con la que tanto se le compara -en especial, con
Blaise Pascal.
¿Qué podemos encontrar en Escolios a un texto implícito?
Pues seremos claros: a un reaccionario que lucha contra el mundo que la
Modernidad nos ha legado, un mundo gobernado por la técnica, por la
cultura del dinero, triturado por ideologías que no son más que las dos
caras de la misma moneda, masificado, vacío de sentido y en el que sólo
queda sitio para los lugares comunes, en fin, y para ser más directos,
un mundo que no es más que un gran supermercado en el que la mala
educación, una grosería orgullosa, es la única medida. Y contra este
mundo, en un gesto que el mismo Dávila sabe romántico, reivindica el
universo que el Medioevo fue capaz de construir.
Si de algo no hay dudas, es que Escolios a un texto implícito
está escrito por alguien que no buscaba el aplauso, y es que Dávila fue
un solitario que supo levantar acta, sin concesiones, con honestidad,
de la quiebra de nuestro mundo. Y la misma soledad que dota a esta obra
de una pureza única, la hace indigerible para aquellos que se alimentan
de lo políticamente correcto. Para ellos sólo tenemos una recomendación:
absténganse de acercarse a este libro.
Fuente Gonzalo Muñoz Barallobre
travelarte
Leer+ Escolios a un texto implícito
Fuente Gonzalo Muñoz Barallobre
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