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jueves, 6 de febrero de 2014

EL RETORNO AL CAMPO



NEORRURALES, NEOTRADICIONALES

La vuelta al campo, pensada hasta sus últimas consecuencias, nos lleva a recuperar los valores tradicionales y la fe de nuestros mayores. Y, ya de paso, el distributismo.
El fenómeno neorrural surgió en los años 60, sobre todo en Francia y en California. Inicialmente estaba vinculado a los movimientos contraculturales de la época que huían del capitalismo y la creciente sociedad de consumo y aspiraban a fundar en el campo pequeñas comunidades desmonetarizadas. Se consideran neorrurales todas aquellas personas que abandonan la ciudad y se instalan en el medio rural con un proyecto de vida alternativo. La motivación es principalmente ideológica. Se distingue así de las personas que, como ocurre en la actual situación de crisis, se dirigen al campo en busca de un coste de vida más barato (ver nuestro post: Abraza la tierra). Los neorrurales suelen retomar oficios tradicionales para ganarse la vida. Por eso se habla también de neocampesinos o de neoartesanos.
La migración neorrural es el movimiento inverso al éxodo rural que tuvo lugar durante las revoluciones industriales. En los tiempos del éxodo, los  agricultores tuvieron que desplazarse a las ciudades en grandes masas para trabajar en las nuevas fábricas movidos por la necesidad. Allí se convirtieron en proletarios, la carne de cañón del capitalismo industrial. Los neorrurales son normalmente jóvenes de clase media que salen voluntariamente de las ciudades y se instalan en el campo para huir de la masificación, el mercantilismo, la burocratización, los libros de Belén Esteban y el menú King Ahorro.
En la jerga neorrural se habla de “retorno” al campo. Pero los neorrurales son chicos de ciudad. Por eso, en realidad, se trata de un regreso espiritual a los “valores del campo”, en contraposición a los “valores urbanos”. Son valores (idealizados) como la naturaleza, la simplicidad voluntaria, la comunidad, las costumbres, la artesanía, las relaciones intergeneracionales, los alimentos orgánicos, y el tiempo lento.
Las corrientes de pensamiento neorrurales se sitúan (legítimamente) en la izquierda política. En concreto, en la izquierda ecologista o altermundista. Sin embargo, nosotros creemos que los “valores del campo” y, por tanto, el fenómeno neorrural, pensado hasta sus últimas consecuencias, es más coherente con una cultura conservadora o tradicional.
Quienes forman esta izquierda heterodoxa y post-industrial son los hijos descreídos del “proletarianismo” (término que Chesterton dedicaba al capitalismo consistente en la acumulación de todo el capital en unas pocas manos). Han descubierto que los marxistas se equivocaron al adoptar (con signo opuesto) el mismo pensamiento economicista de las élites capitalistas que combatían y que el socialismo no era más que capitalismo de Estado.
Esta izquierda heterodoxa pretende romper con la mercantilización y el uso de un imaginario economicista. Pero esta izquierda no puede devolver al hombre a la tierra. Está incapacidad para completar la des-proletarianización porque carece de una visión trascendente del hombre.
El hombre de campo que entró en las fábricas de la revolución industrial traía consigo el respeto a un orden natural y la añoranza de un mundo bien hecho. Esta cosmovisión iba mucho más allá de la búsqueda de una vida sencilla y el  respeto al medio ambiente, propias del pensamiento ecologista a secas. El vínculo tradicional del hombre al campo se basaba en un amor fecundo a la tierra de sus padres y también en una fe heredada que daba a sus comunidades un sentido de unidad y de trascendencia. No es casualidad que en todas las casas de pueblo hubiera un “Ave Maria” en la puerta o una reproducción de la Sagrada Cena.
La izquierda heterodoxa sólo puede ofrecer un sucedáneo de ese mundo bien hecho porque no restaura el sentido espiritual del hombre y del pueblo ni cree en la existencia de un orden natural que nos sirve de guía. Si no retoma el orden rural cristiano, el urbanita que vuelve a empuñar la azada y quiere huir del frenesí mercantil es un individuo que sigue alienado porque no ha recuperado el alma que le robaron en las fábricas. No es un neocampesino, es un campesino a medias.
Sólo el pensamiento conservador o tradicional, entendido como un orden natural o una no-ideología, puede devolver al hombre a la naturaleza, tal y como pretende el movimiento neorrural.
El verdadero camino neorrural es el distributismo, una hermosa doctrina olvidada que se funda en las instituciones de la familia y la propiedad, pilares básicos de un recto orden de la sociedad humana. El distributismo aspira a volver al territorio, restaurar la pequeña propiedad privada, fortalecer el arraigo de una familia con su tierra y recuperar los lazos de comunidad. Esta doctrina es medio siglo anterior al fenómeno neorrural y ya advertía de los males tanto del capitalismo industrial como de la reacción del socialismo industrial. Sus planteamientos son mucho más auténticos y radicales (en el sentido de que van a la raíz del problema) que cualquier subproducto que pueda ofrecer la izquierda post-moderna.
Como dice Juan Manuel de Prada en su legendario artículo El distributismo es aplicable hoy“el trabajador, al ser también propietario, recupera el amor por la obra bien hecha y vuelve a mirar a Dios, al principio de cada jornada, con gratitud y sentido de lo sagrado, santificando de veras sus quehaceres cotidianos”. Y añade respecto a esta doctrina:
Algunos la juzgarán una sociedad utópica; yo la juzgo perfectamente realizable, en un tiempo como el presente». «Sólo hacen falta católicos radicales e intrépidos, con poco que perder (el soborno del mundo) y mucho que ganar (la vida eterna)»
Esos católicos existen. Basta mirar las experiencias de la Patagonia (Volver a la tierra) o el New Catholic Land Movement en Estados Unidos.
No sólo es posible refundar el distributismo en el siglo XXI. Es tan necesario como el aire que respiramos.
Fuente       
lacasaenelarbol         
 Nota: en el título del post hemos utilizado el término “neotradicional” como licencia literaria. Lo tradicional no es lo antiguo, sino lo actual o lo permanente. Por eso, lo neotradicional no existe, sino que es una contradicción en los término.

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