UNA APROXIMACIÓN A LA SITUACIÓN MILITAR
El poder no va a ser abandonado voluntariamente por la Corona, o por el Gobierno, o por los partidos o por la Banca. Las personas e instituciones que nos gobiernan tienen la firme intención de mantener las cosas como están. A estas alturas, a nadie puede quedar ya la esperanza de que estas estructuras de poder vayan a cambiar por sí solas, presionadas de forma misteriosa -casi esotérica- por la sola fuerza incontenible de la opinión pública, actuando en conjunción con una total falta de resultados económicos positivos o de signos de recuperación.
Por el contrario, están resistiendo perfectamente los embates de los sectores descontentos, sin vislumbrarse perspectivas de cambio. Siguen gobernándonos de forma firme: imponiéndonos sus líneas políticas en línea recta y sin concesiones.
A los falangistas nos gusta escribir sobre la Revolución. A todos los que nos proclamamos revolucionarios nos gusta. Nos gusta escribir sobre los males de la Nación y sobre los remedios que estamos proponiendo: sobre la forma en la que podemos agruparnos, y sobre las propuestas que debemos estudiar y analizar.
Queremos que las cosas cambien, pero no estamos haciendo todo lo posible para ello. Las personas que estamos propugnando la apertura de un proceso revolucionario en España -muy distintos sectores ideológicos unidos en torno a unos principios esenciales- nos estamos quedando en la superficie de las cosas. Porque en este camino se no olvida que existen otros factores importantes. Se nos olvida que la finalidad de toda estrategia revolucionaria no sólo es la articulación teórica de unos postulados alternativos.
La Revolución también consiste en determinar el tiempo y la forma en la que se va a tener una confrontación directa con los instrumentos defensivos del Estado. Iniciar y culminar un proceso de sustitución de un régimen por otro. Por eso, me temo que nos hemos quedado mirando el escaparate y que no hemos pasado de ahí: observando los acontecimientos -desde fuera- pero sin poder tomar parte activa en una posible solución.
El problema reside en la propia inercia de los hechos: estar en una permanente oposición teórica mientras que un poder todopoderoso se encastilla en una posición de dominio también permanente.
Se hace necesario analizar cómo queremos derribar estas estructuras de poder para poner en marcha nuestro proyecto político. Y ello supone hacerse una pregunta incómoda… ¿cómo pasamos de las palabras a los hechos? ¿Cómo hacemos para derribar el entramado gubernamental y para traer el modelo social que estamos defendiendo? ¿Cómo hacemos para proclamar la República, abrir un proceso constituyente y subvertir este sistema económico injusto?.
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S·P·Q·R
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