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domingo, 9 de diciembre de 2012

COMBATES DE ESTE TIEMPO


Entrevista. Julio Anguita crea el Frente Cívico y también apuesta por un proceso constituyente.

"Yo no quiero gente de izquierdas solo, quiero demócratas que entiendan que la democracia significa utilidad social. La democracia que solo significa votar no me interesa".


Acaba de cumplir 71 años y desarrolla una actividad frenética. Julio Anguita (Fuengirola, Málaga, 1941) me recibe mientras despide a los compañeros de una televisión que han acudido a su casa a grabarle una entrevista para un reportaje sobre su amigo Vázquez de Sola. Vive en una calle que, ironías del destino, lleva el nombre de un Borbón, apodado El Pacificador, al que la tuberculosis llevó, joven, a la tumba. Su piso es uno en los que se ha dividido un rehabilitado caserón blasonado donde él jugaba de niño –me cuenta– cuando era un taller de orfebrería. De inmediato me invita a café, pero fuera, en el bar de enfrente. Me dice que está preparando otros dos libros cuando aún no ha terminado la promoción del último, Combates de este tiempo (El Páramo, 2011), y que redacta materiales casi sin parar para su Frente Cívico, el proyecto que le está haciendo vivir una tercera juventud.
A la salida del bar, la realidad nos golpea de frente. Un hombre de mediana edad, que lleva colgado un cartelón en el que se lee “No tengo para comer”, le llama por su nombre. Anguita se acerca, charla con él durante unos minutos y disimuladamente le pone en la mano unas monedas antes de despedirse. Y de esa realidad comenzamos hablar en el pequeño despacho, repleto de libros, que tiene en su domicilio.
Usted considera que vivimos en una especie de estado de excepción, una afirmación que quizá pueda parecer exagerada a una parte de esa mayoría social que pretende aglutinar en el Frente Cívico.
– Yo la calificó de excepción porque estamos al borde del precipicio. Hay un dato que lo prueba: cuando el 57% de la gente joven no tiene trabajo, ese país ya no existe, no existe… Dentro de 10, 15 o 20 años, los que todavía seguimos ayudando a nuestros hijos, como es mi caso, habremos desaparecido ¿Y qué queda?, ¿qué va a ser de ellos…?
Y dice que los principales responsables de esta situación son los gobierno, el anterior y el actual, a los que acusa, nada menos, que de “delito de alta traición”.
– Mis palabras son duras, pero los hechos lo son más. Vamos a ver: cambian la Constitución para que el pago de la deuda sea preferente, una deuda que en gran parte es ilegítima u odiosa, y ponen a su pueblo al pie de los caballos por intereses de la banca. Pues eso se llama delito de lesa patria, que en otros momentos conllevaba juicio sumarísimo. Ellos hablan de la patria, ellos hablan de España. Pues cuando se habla de España y de la patria, eso significa un modelo de un Estado soberano, y si usted vende ese Estado soberano, usted es un traidor a sus habitantes.
– Por tanto, y siguiendo su propia teoría, no cabe otra alternativa que abrir camino a un nuevo proceso constituyente.
– Ahora hablan muchos de proceso constituyente, pero la primera vez que se utiliza esa expresión fue en el año 2001. Lo hizo un servidor en unos materiales sobre la República. Para mí, el proceso constituyente es la autoformación de la conciencia de poder, el proceso por el que el poder que está disperso toma conciencia de sí y se constituye para ejercerlo. La idea, con diferentes matices según los colectivos que la defienden, está en la calle. Y en el fondo eso es el cuestionamiento de la Transición. Aunque algunos no quieren decirlo, yo sí me atrevo a decirlo: la Transición no ha servido. Estamos como estábamos. La Transición era la esperanza de que esto cambiara sin sangre, pero apenas ha cambiado. Es verdad que hay partidos políticos, pero muy amaestrados desde el día 24 de febrero de 1981, no el 23, el 24, en la Zarzuela.
Ahora bien, el Frente Cívico todavía no es ni más ni menos que un deseo, no tiene una formulación teórica ni política; son cosas mías.
En su opinión, entonces, los partidos políticos, incluido el suyo, no pueden hacer frente a esta situación excepcional.
– Para mí el momento de excepcionalidad no puede ser resuelto por una fuerza política; entre otras razones porque las fuerzas políticas, todas, sin excepción, unas más y otra menos, son máquinas electorales. Y digo sin excepción.

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