TRADUCTOR

miércoles, 25 de marzo de 2015

LA DEUDA DE ESPAÑA




Zapatero, de la marcha verde a la marcha tonta (pero no es el único)

Zapatero ha visitado el que fue Sahara Español aplaudiendo su invasión por Marruecos. Defiende sus negocios, pero empeora aún más la posición de España.

El expresidente del Gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero participó la semana pasada en la ciudad saharaui de Villa Cisneros (Dajla, en árabe) en el foro Crans Montana, patrocinado y pagado por la potencia invasora y ocupante, Marruecos. Ya en noviembre de 2014 viajó a Marrakech para participar en el II Foro Mundial de Derechos Humanos, también de propaganda a favor de Rabat. Antes, en 2009, Miguel Ángel Moratinos gestiononó mal y favoreciendo a Marruecos el problema simbólico de Aminetu Haidar. En la era Zapatero, el ministro marroquí, Taib Fassi Fihri, usó el servicio exterior de España como correa de transmisión de su política.  


Y con eso se volvió a las peores prácticas del peor franquismo. "En 1975, con un país perplejo ante el inevitable final de un régimen, Marruecos combinó hábilmente las viejas marrullerías orientales con una sagaz comprensión de la política moderna. El resultado fue la Marcha Verde, un brillante ejercicio de imagen y de diplomacia que gracias a la pasividad española hizo posible lo que jamás habría sido posible por las armas. Y hoy la bandera de Mohamed VI ondea en El Aaiún", y en Villa Cisneros. Algunos ministros franquistas, la mayoría de los líderes socialistas y lamentablemente no pocos populares crearon, mantuvieron y defienden el Gran Marruecos imperialista e invasor.

Hace cuarenta años el Sahara era una provincia de España y El Aaiún y Villa Cisneros ciudades tan españolas como Lugo o Cuenca, hasta con su Parador de Turismo. De hecho, sus diputados habían participado en algo tan importante como la proclamación de don Juan Carlos como príncipe. Y aunque España había previsto conceder la independencia al territorio había prometido hacerlo respetando la voluntad, la libertad y los intereses de los saharauis, que nunca habían sido marroquíes. El 27 de febrero de 1976, el mismo día en el que abandonaban el territorio del Sahara Occidental los últimos funcionarios españoles, en Bir Lehelu el Frente Polisario proclamó la independencia de un nuevo Estado, la República Árabe Saharaui Democrática.

Zapatero actúa al servicio de intereses que no conocemos, pero no es una novedad. Hasta la huida desaprobada por la ONU, promovida por algunos ministros franquistas bien pagados por Rabat y presidida por Juan Carlos I, los saharauis tenían DNI español, iban a la escuela española y cumplían su servicio militar, a la vez que miles de jóvenes del resto de España. Sin embargo, Marruecos siempre tuvo sus partidarios en el seno de la Administración española. Monárquicos convenientemente halagados, jerarcas franquistas bien seducidos, grandes empresarios magníficamente financiados: españoles muy notables como José Solís, "la sonrisa del Régimen", estaban dispuestos a apoyar la tesis anexionista de Rabat, contra la historia del Sahara, contra la voluntad de los saharauis, contra la decisión de la ONU y contra los mismos intereses de España.

Marcha Verde


El 31 de octubre de 1975 Marruecos lanza la "Marcha Verde" para hacerse con el territorio. El Régimen duda y el Príncipe asume de hecho la Jefatura del Estado ante la enfermedad de Franco. El 1 de noviembre don Juan Carlos, en uniforme de general del Ejército de Tierra, visita el Sahara para tranquilizar a los militares –que han sido desplegados con medios suficientes para rechazar cualquier agresión marroquí, y que se consideran en condiciones incluso de lanzar una ofensiva mecanizada en caso de ataque- y para comprometerse a defender los derechos del pueblo saharaui. De nada sirvieron esa potencia ni ese compromiso. El 14 de noviembre de 1975 se firmaron los acuerdos de Madrid entre España, Marruecos y Mauritania por los que España –la España ya en manos de don Juan Carlos y abocada en su mente y en otras a la Transición- cedía de facto la administración del territorio a los otros dos países firmantes, sin renunciar técnicamente a la soberanía –ya que la ONU había encomendado a España la descolonización- pero sin apoyar al pueblo saharaui.

Zapatero, bien pagado en Villa Cisneros, ha actuado contra los intereses de España. Exactamente como antes Solís, Cortina Mauri, Adolfo Suárez y Gutiérrez Mellado. Marruecos tiene sus leales agentes y sus sumisos servidores, por múltiples razones, a uno y otro lado del espectro político. El problema no está esencialmente ni en Rabat ni El Aaiún ni en Villa Cisneros, sino en Madrid. En un sistema político que recibe sonriente y sumiso las humillaciones de una dictadura confesional vecina. Y donde se tiende a olvidar dónde están las respuestas al problema. No en la izquierda ni en la derecha, ni en las ONG, ni en la sombra improbable de los Tercios Saharianos de la Legión. Es en España, cuyo interés y sobre todo cuyas obligaciones internacionales son los que son, y en los saharauis, que merecen una España mejor que la de Zapatero.

Y marcha tonta


Zapatero ha hecho el tonto, ha arrastrado por el fango el nombre de España a cambio de una limosna. Se ha retratado ante un mapa marroquí del Sahara. Pero se le ha dejado hacer, y hay personajes dispuestos a hacer lo mismo en casi todos los partidos. Para las Naciones Unidas, España es aún la administradora legítima del Sahara, ya que la ocupación y la anexión posteriores no han modificado la soberanía que España prometió a aquellos ciudadanos suyos. Nuestra transición, y por ende nuestra actual democracia, están basados en una doble mentira que nos convierte a todos en poco menos que tontos. Don Juan Carlos de Borbón, Jefe del Estado ya entonces en ejercicio, dijo en El Aaiún el 2 de noviembre de 1975 que "España cumplirá sus compromisos" y que "deseamos proteger los legítimos derechos de la población civil saharaui". Hemos incumplido las dos promesas, lo que hace de Zapatero sólo un portavoz de un problema y una deuda nacionales que deben ser solucionados.

Fuente                                         Pascual Tamburri
elsemanaldigital

No hay comentarios:

Publicar un comentario