"Dulce et decorum est pro
Patria mori"
HORACIO,
Oda III, 2,13
La Hermandad de la División Azul pervive aún en algunas ciudades españolas. Son ya pocos los veteranos divisionarios que ahí se reúnen periódicamente para compartir vivencias ya tan lejanas.
Sí,en el frente oriental del despliegue del ejército alemán en Europa lucharon y murieron numerosos españoles encuadrados en la denominada División Española de Voluntarios.Todavía resuenan lugares geográficos como el Volchov o Krasny Bor. Allí soldados españoles combatieron en condiciones difícilmente imaginables por la dureza del clima y la de los combates. Una de las recompensas o distintivos más apreciados en el ejército alemán era la “placa de asalto” que sólo se concedía a quienes demostraban fehacientemente haber participado en más de tres combates cuerpo a cuerpo. En una ocasión un General alemán manifestó que no había conocido otra unidad – se refería a la DEV – con tantas “placas de asalto”.
Apenas veinte años antes, en tierras africanas, un Regimiento de Caballería, el Alcántara, se inmolaba de forma heroica para proteger la retirada de lo que quedaba de las fuerzas del General Silvestre. Una acción recientemente recompensada, por fin, casi 100 años después. Allí los jinetes cabalgaron hasta la extenuación dejando sus vidas sobre el terreno.
Dos episodios de guerra y sufrimiento del pasado entre los infinitos que podrían ser relatados. Son hechos entre un millón, pero ilustrativos de la pervivencia de una conducta militar en el cumplimiento del deber como norma general de actuación a través de los tiempos.
Hoy las circunstancias en las que las fuerzas armadas españolas desarrollan sus acciones son bien distintas, si bien no dudo que el espíritu que las anima es el mismo. Hoy no encontramos acciones colectivas de la dureza de las mencionadas, lo que no quiere decir que en el ámbito individual no se den.
La sangre derramada por nuestros soldados en los últimos tiempos lo manifiesta.
Al soldado que lucha y ha luchado en un puesto avanzado de combate en la ruta lithium en Afganistán, al marinero que vigila desde su puesto a bordo de una fragata en el océano indico, al infante de marina que a bordo de helicópteros y embarcaciones actúa en apoyo de operaciones de rescate, al piloto que a los mandos de un sofisticado y peligroso reactor… etc., poco les importa si la acción que llevan a cabo es de la entidad de las descritas como colectivas. Para ellos las acciones que ejecutan, si bien individuales, tienen el mismo mérito y dificultad, y, en no pocas ocasiones, las mismas penalidades.
¿Qué es lo que empuja a los soldados a actuar así en condiciones como las descritas?
La respuesta, pudiendo parecer compleja, no lo es. La actuación de los componentes de una institución como las Fuerzas Armadas es el resultado de una instrucción minuciosa y un adiestramiento intensivo.
¿Sólo?
De ninguna manera.
En el combate la eficacia, y el verdadero valor de la instrucción recibida, sólo se alcanzan si éstas se encuentran sustentadas por valores superiores. Y aquí es donde aparecen sentimientos como el del amor a la patria, la abnegación, el espíritu de sacrificio, el compañerismo y tantos otros. Todos estos valores juntos proporcionan cohesión a las unidades y las hacen sentirse únicas y confiadas en sí mismas.
La ejercitación de todas estas virtudes es lo que hace que la sensación del soldado sea única. Sólo aquél que haya sentido todas las vivencias que la vida militar proporciona está en condiciones de saber lo que significa ser soldado.
General de Infantería de Marina (R)
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