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miércoles, 4 de junio de 2014

EURASIANISMO




Eurasismo: Un arma de guerra contra el Mundialismo

A base de gritarlo alto y claro por todas partes, los medios de comunicación occidentales tendrán posiblemente su guerra civil en Ucrania. Para todo militante revolucionario y continentalista preocupado por las lecciones de la historia, ya está claro que la “crisis” de Ucrania no es más que una batalla en la gran guerra que actualmente se desarrolla para el destino de nuestro futuro colectivo. En esta lucha, los insultos o las generalizaciones grotescas no pueden servir a nuestro discurso. ¿Por qué exagerar cuando los hechos y la historia ya nos dan la razón?
Idealismo y realidad
Como era de esperar, la “Tercera Vía” no existió nunca en realidad. La revolución popular de Maidan, que partía de una contestación legítima (echar al mafioso Yanukovich) fue subvertida muy rápidamente por toda la camarilla naranja (pro-UE) que se estaba preparando desde hacía tiempo. Todos los capítulos de esta conocida pieza se desarrollaron como en el teatro: banderas europeas, el romanticismo de las barricadas, los francotiradores, Bernard-Henri Lévy, los malvados “titushkis” (en Siria, eran “los shabihas”) y, finalmente, la huida del derrocado presidente y el gobierno de transición compuesto de marionetas occidentalizadas preseleccionadas. Yatsenyuk abogando por la “Open Society” (sociedad abierta) tan querida por el activista naranja y multimillonario americano George Soros. La formación de una “Guardia Nacional” y sus uniformes americanos, como en Libia. La estigmatización de los elementos verdaderamente revolucionarios del Maidan (“los extremistas”) y la “Noche de los cuchillos largos” (Shashko Billy asesinado por la policía del nuevo régimen). Focalización de la cólera hacia la “amenaza rusa” exterior. La llamada a la solidaridad de los nacionalistas de Europa, para reeditar una vez más el Frente del Este; Croacia y Georgia contra los “ruso-bolcheviques”. La formación de una brigada de voluntarios internacionales (por Gaston Besson, veterano de Croacia y Birmania). Todo salió como lo habíamos previsto, hasta el último detalle.
La estandarización mundialista ya está trabajando en Ucrania. La Unión Europea no se hizo de rogar, puesto que ya ha apelado al alza de los precios del gas para los particulares, a la bajada de los salarios que ya afecta a los mineros del Kherson y anunció que no se podía negociar la autorización o no de una futura Gay-Pride. Lo tomas o lo dejas. El nuevo gobierno se compone de los esbirros más predestinados, como todos” los gobiernos de transición democrática”, establecidos por o para Occidente.
En cuanto al Sector Derecho, que todavía no ha aclarado su relación con el oligarca judío Igor Kolomoisky (apodado “el judío pardo” por su proximidad desde hace mucho tiempo con los movimientos de extrema derecha), no duda en hablar de una “posible” alianza con la OTAN. El movimiento paramilitar que representaba, entre los idealistas, la última esperanza de “terminar la revolución” se presenta a las elecciones y sus líderes entre bastidores son fotografiados por la prensa, limpiando grafitis antisemitas en las paredes de las sinagogas, sólo para mostrar que después de todo, no son nazis, sino presentables y en consonancia con los valores progresistas de sus futuros acreedores de Bruselas o Nueva York.
Evidentemente, hay que tener los pies en el suelo, la situación es bastante compleja. La mayoría del pueblo ucraniano aspira a la restauración de un orden próspero y de una cierta dignidad cultural, sin saber muy bien lo que sigue. Por supuesto, la mayoría de los militantes del Praviy Sektor no son “agentes sionistas”, y no están pagados por la CIA, sino que son sobre todo nacionalistas clásicos: muy buenos en el terreno, políticamente amateurs, y finalmente, actores de relleno. Necesitamos relativizar sobre el Praviy Sektor y esos “nacionalistas ucranianos” que emocionan tanto a sus camaradas franceses. En Ucrania, ya no constituyen una fuerza política capaz de influir en la realidad o imponer ideas. Están por lo tanto eliminados del tablero de juego.
Por cierto, extraigamos de todo ello, para Francia, lecciones del Maidan: una fuerza violenta estructurada mediante la realización de la ocupación de un lugar público puede crear una burbuja temporal, una situación, y, por lo tanto, si es lo bastante resuelta, puede inclinar el equilibrio de poderes. Incluso puede entrar en la leyenda mediante la difusión de una mística romántica (y ser fotografiados copiosamente por los profesionales de la Agencia France Presse). Sin embargo, si por amateurismo político, ingenuidad, falta de voluntad o falta de reacción, no se impone al frente de la toma de decisiones del cambio, no recogerá los frutos, será confinada adecuadamente y perderá el tren de la historia. Hubiera sucedido lo mismo en París, si los agitados jóvenes nacionalistas de la Manif Pour Tous hubiesen logrado hacer dimitir a Hollande. De este modo, sin un fuerte punto de vista político y animado más allá de una simple reacción, sin hoja de ruta y sin reflexión política (y militar), toda rebelión no se convierte en revolución.
«Ningún cheque en blanco para Putin»
Es aquí donde entra en juego el eurasismo. Muchos de nosotros hemos constatado que la “nueva resistencia” francesa, hoy, necesita una metodología eficaz, de disciplina, de estructura y de inteligencia política para lograr constituir una alternativa popular y seria al actual sistema francés. Las disputas doctrinales no nos conciernen aquí. Está claro que el saber-hacer político se perdió en gran medida desde los años 1960-1970. La rutina de las reuniones de célula, las mociones, los turnos de palabra, y las coordinadoras nos vienen del sindicalismo revolucionario y llevan la marca de Sorel y Proudhon así como la de Valois. Hemos de reconectarnos con estos métodos que han demostrado ser aptos, sino, es inútil esperar ningún resultado.
En cuanto al eurasismo, no está destinado a sustituir la política local o nacional, ni a convertirse en una abstracción difícil de alcanzar reservada a los intelectuales “de las cumbres”. El eurasismo pretende dar un sentido histórico y una importancia internacional a la coordinación de las revueltas (de derecha o de izquierda) que se incuban en Europa occidental y por lo tanto en Francia. El eurasismo no sólo proporciona un lenguaje político común a esta coordinación internacional, sino también una mística capaz de hacer frente al mesianismo globalista. El eurasismo tiene utilidades prácticas, se dirige a la realidad, y esto es lo que sus críticos no han comprendido.
Regresemos a Ucrania. Elegir su campo no significa dar “cheques en blanco” a Putin. Los que, como yo, eligen el bando de Rusia, saben el porqué. No nos hacemos ilusiones. Putin y su gobierno protegen ante todo los intereses de Rusia y no piensan sacrificarlos en el altar de una revolución mundial en contra de los bancos, idea ridícula. Nuestro apoyo a Rusia no se debe a los “grandes músculos de Putin cazando a caballo sin camisa”, como los interpretan nuestros críticos. Rusia no es un “super-héroe antisionista ” Rusia ya no es un país comunista, ni siquiera socialista, sino una potencia regional (re) emergente y liberal-conservadora. En esto, sigue una dinámica política que le es propia. Pero esta dinámica política coincide con los intereses (inmediatos o a largo plazo) de los “disidentes” franceses, y de muchos movimientos de oposición en Occidente.
El interés de los revolucionarios franceses es la muerte de la UE, de la OTAN y el estilo de vida occidental. Se debe tener en cuenta el efecto de inercia de cualquier política. Si Putin mantiene su línea referente al despertar espiritual ruso, el tradicionalismo, la diplomacia “de lealtad”, el apoyo de sus aliados contra las agresiones externas, aunque no fuera más que por puro pragmatismo, estas medidas tendrán (y tienen ya) un impacto innegable en la cultura mundial (no sólo por el tamaño o la importancia de Rusia, sino sobre todo por la forma en que se percibe y se representa en las mentalidades colectivas). Rusia se ha embarcado en la carrera para ponerse al día en materia de soft-power y de guerra “de 4ª generación” (medios de comunicación, opinión pública, dominación cultural, etc.). Desde la caída del comunismo, Occidente parecía ser el único que ofrecía un “proyecto” al mundo. Proyecto real (la apertura democrática liberal) como predicado y apoyado por una potencia concreta (militar y económica). Hoy en día, este proyecto occidental vacila y su potencia concreta está en retirada. Sin embargo, frente a él, los “no alineados”, el BRICS o los Rogue States durante mucho tiempo han carecido de proyectos, ideales o mística para oponerse a él.
Aunque la Rusia de hoy está lejos de ser apta para el proyecto eurasista, hace de vehículo. Aparte del eurasismo, la concepción rusa (o china) del capitalismo sigue estando articulada a un esquema clásico basado en el mercado de bienes. Pero estos países continentales están centrados en sí mismos. No buscan exportar su estilo de vida ni a evangelizar el mundo y mucho menos a remodelar la humanidad antropológicamente, ni tampoco conscientemente buscan destruir cualquier realidad cultural, étnica, o religiosa existente (incluso cuando ellos no dudan en ocupar o dominar a una nación de su “extranjero próximo” para un propósito funcional estratégico y económico). No podemos equipararlos a Occidente, como si se tratara de dos imperialismos equivalentes.
Por último, Rusia tiene algo que supera las abstracciones románticas que tanto gustan a algunos camaradas franceses. A diferencia de la “tercera vía” micro-nacionalista que en los hechos no existe, Rusia tiene aviones, misiles, tanques, soldados, stocks de armas… Ella ha empezado a replicar las técnicas de subversión occidental utilizando (como en el judo), la fuerza de su oponente. Así se hizo la secesión de Crimea y pronto la del Donbass. Así, tal vez, mañana se hará la liberación de los pueblos de Europa, un punto de encuentro entre las revueltas populares incesantes en el oeste, y la voluntad previsible de Rusia (o de cualquier otro “no alineado “) para pagarle con su propia moneda a la OTAN, devolviéndole sus propias técnicas de desestabilización y otros frutos de la doctrina Gene Sharp. Por estas razones y muchas otras, hemos elegido nuestro campo. Ahora, conviene poner este apoyo en práctica.
Por un eurasismo militante y francés
“La injerencia” en el sureste ucraniano, históricamente ligado a Rusia, nos parece natural como respuesta a la agresión occidental (que solo se deshizo de Yanukovich cuando este último se volvió hacia el este). La zona industrial de Kherson es estratégica, no es cuestión de que la OTAN se la apropie. Esta “injerencia” rusa no es más impactante para nosotros que si, en un caso hipotético, Francia enviase sus tropas a Bélgica para anexar Valonia tras un golpe de Estado flamenco anti-francés y apoyado por Alemania… Nuestro apoyo va a los mineros de Kherson, a las banderas negro-azul-rojo, y a la resistencia (armada o no) a la UE. El vínculo entre todas estas luchas es la cruz de oro flechada sobre fondo negro, que simboliza la luz central de nuestro continente, poblada por los descendientes de las tribus nómadas indoeuropeas surgidas de las estepas de Eurasia.
En Francia, el eurasismo con demasiada frecuencia se limita a los círculos más intelectuales de la oposición. Todavía es visto demasiado a menudo ya sea como una pura estética, o como un proyecto extranjero incompatible con cualquier idea francesa. Sin embargo, asistimos lenta y seguramente tanto a una evolución como a una mutación del público afectado. Por ejemplo, la muy joven red Unité Continentale, primera formación francesa abiertamente eurasista y orientada a la vez al activismo, está formada sobre una base militante predominantemente proletaria y popular, joven y aventurera, poco amante de las abstracciones esquivas. Se ilustra con carteladas masivas por Vorislav Seselj, preso político serbio de la OTAN, a través de acciones repentinas (quema de banderas de Estados Unidos y de Bruselas en la Place du Trocadéro) o incluso con su presencia en diversos actos en apoyo a Rusia, a la Jamahiriya libia o a la República Árabe Siria. El eurasismo francés, además de tener una base activista determinada y organizada, debe ser capaz de formar cuadros políticos que más tarde van a frecuentar movimientos de ideologías, roles y públicos diversos: más allá de la izquierda y de la derecha, pero contra el centro. El eurasismo no está destinado a formar sectas, sino a alimentarse de todo lo que puede integrar su combate global.
Fuente                        Guillaume Lenormand
tribunadeeuropa                               (Traducción de Jordi Garriga)

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