El estadista: Putin marca la diferencia en su discurso anual a la Asamblea rusa
No ha sido un discurso más. Ha sido el discurso del año. Un discurso que todos esperaban con avidez tras un año convulso para Rusia. No hemos asistido a un discurso frío lleno de palabras vacías y buenas voluntades, sino que por el contrario, ha sido un discurso político bien estructurado, con explicaciones, identificación de problemas y algún que otro aviso a navegantes. En definitiva, toda una declaración política de intenciones, acompañada de un esbozo de diversas actuaciones que se van a implementar en breve.
Tocó todos los palos de la baraja: economía, ecología, educación, sanidad, defensa, y por encima de todo, el bienestar y el desarrollo de la población rusa. Hemos oído a un presidente ruso hablando con total sinceridad, desde lo profundo de su corazón, sobre los problemas que atañen al ciudadano de a pié y a su patria. Es envidiable oír hablar al Presidente de un país sobre los retos y tareas que se debieran afrontar en los próximos 15 años para continuar la senda de crecimiento y progreso del país, máxime, cuando en España, y en casi toda Europa occidental, estamos acostumbrados al cortoplacismo cainita y oportunista.
Comenzó Putin abordando la situación en Crimea y en el este de Ucrania, señalando la hipocresía de EEUU y de la Unión Europea, quienes han llevado a Ucrania a un callejón sin salida, sin aportar soluciones, y sin preocuparles lo más mínimo la suerte del pueblo ucraniano. Esto pone en evidencia los oscuros y espurios intereses tras este plan de desestabilización iniciado hace un año con el Golpe de Estado del Euromaidan en Kiev.
Toda esta situación se ha utilizado como una excusa para cercenar y atacar a Rusia. Si no hubiera sido por este motivo, se hubiera encontrado otro (como se hizo con el absurdo boicot a los Juegos Olímpicos de Sochi 2014), pero el objetivo último, ha sido acorralar y aislar a la Federación Rusa, romper las buenas relaciones económicas y políticas entre la UE y Rusia, e intentar debilitar y fragmentar la nación más grande del mundo del mismo modo que se hizo con Yugoslavia.
Esto es por ejemplo lo que se está intentando hacer con las sanciones antirusas, contraviniendo las buenas prácticas del libre comercio internacional, y que además, en una economía tan globalizada e interconectada como la actual, son a la larga perjudiciales para todas las partes implicadas. Prueba de ello es la recesión a la que se encamina nuevamente la Unión Europea, motivada en buena medida por el efecto boomerang de su política rusófoba.
Como respuesta, el Gobierno de Vladimir Putin ha planteado una serie de políticas destinadas a combatir a los especuladores financieros, y a la dinamización económica y el apoyo a la inversión, con un paquete de ayudas fiscales, y una amnistía única a capitales evadidos, como forma adicional de reforzar el rublo y las finanzas públicas. En este sentido, el Presidente ruso presentó diversos programas de inversión pública en varios ámbitos, destacando por un lado el mayor control a realizar sobre cualquier gasto público, ya sea de manera directa o mediante empresas públicas; y por otro, la necesaria inversión en educación y sanidad infantil. Rusia empezó el año con 144 millones de habitantes, y quiere seguir potenciando su demografía, con el apoyo a las familias, y con medidas tendentes a recuperar población emigrada en el pasado, sobre todo aquella más preparada.
Rusia está fomentando las relaciones comerciales con grandes zonas económicas de América, África y Asia de manera pacífica, y no busca ningún conflicto ni dominación, si no un modelo de relaciones multilaterales y desarrollo económico justo y equilibrado entre naciones. Dicho esto, la Rusia de hoy no es la Rusia sumida en la pobreza y dominada de hace dos décadas, si no que es una nación fuerte, orgullosa, y segura de sí misma, que en su día se defendió exitosamente de los ataques de las potencias más fuertes de la época, y como la historia es cíclica, seguirá invirtiendo cuanto sea necesario para mantener a un ejército potente que garantice su soberanía e independencia.
Fuente Jesús Domínguez
elespiadigita Economista
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