¿Locos o idiotas en la Comisión Europea?
Querer solucionar la crisis económica de Ucrania a golpe de euro y prescindiendo de Rusia es una insensatez tal que solo se explica si los fines son bien diferentes de lo que se predica.
Los acontecimientos de Ucrania y, concretamente, los de Crimea, demuestran que nuestra UE está para algo muy distinto de lo que dice. No es una organización para promover la causa de los pueblos sino para avanzar la agenda de la globalización. ¿Que por qué decimos esto? Esperamos argumentarlo como merece el caso.
Teóricamente, Ucrania es un país dividido entre "prorrusos" y "proeuropeos".
La prensa no dice nunca en qué consiste claramente el ansia europeísta de éstos últimos, si bien dudo que aspiren a tener los mismos problemas que nosotros padecemos cuya causa directa es la UE. Es muy posible que incluso nuestra actual situación sea mejor que la de ellos pero los estándares y las circunstancias de los países del "club" son muy diferentes. Así las cosas, el "proeuropeísmo" de algunos ucranianos parece consistir solamente en ingresar, progresivamente, en el tinglado de Bruselas, como remedio a la desastrosa situación económica que padece el país.
Otra parte de Ucrania aspira a mantenerse en la órbita rusa.
Esto, al parecer, es intolerable para los media occidentales que, de manera unánime, se han dedicado a distorsionar por sistema lo que viene de o se refiere a Rusia. Para tratar este asunto no es necesario acudir a la prensa servil y reaccionaria española, tipo ABC, dado que ésta solo se limita a copiar lo que dicen otros. Pero sí merece la pena echar un vistazo a las páginas de The Wall Street Journal, Financial Times o The New York Times.A este respecto resulta obligado el artículo de Stephen F. Cohen "Distorting Russia" publicado recientemente en antiwar.com.
Todo ello ¿por qué?.
Pues porque las autoridades rusas parecen haber apostado decididamente por valores patrióticos y nacionales que repelen al proceso de globalización. Cuando esto se traduce en una política de Estado, el asunto alcanza el cariz de lo intolerable para los fines del capitalismo global. Rusia debe caer, pero no es tan fácil. Por ello el objetivo es arrinconarla; privarla de aliados y convertirla en una especie de paria de la escena internacional.
Solo así se explica la mala fe con la que se ha abordado el asunto de Ucrania. ¿Existen en Ucrania intereses vitales norteamericanos o europeos? Desde luego, norteamericanos no. Las afirmaciones del presidente Obama acerca de las garantías de la integridad territorial, el derecho y otras cosas reproducen punto por punto todo aquello que, en los últimos 20 años, Washington ha demostrado que le importa poco o nada. Pero, ¿y qué hay de los intereses vitales europeos? Desde luego si algo importa o debería importar a la UE es el cliente ruso.
Especialmente, es el caso de Alemania a quién Rusia compra por valor de miles de millones de Euros. Todo ello dejando aparte el gas. Por desgracia, lejos de considerar estas realidades, en noviembre de 2013 el antiguo maoista, hoy reciclado, Durao Barroso expresó, en nombre de la Comisión Europea, la tajante negativa de que las negociaciones de ampliación de la UE con Ucrania fueran a tres bandas: es decir, UE, Ucrania y Rusia. Haciendo gala de una inmensa cara dura, Durao Barroso explicó que va en contra del derecho internacional distorsionar las negociaciones bilaterales introduciendo a terceras partes.
Como ejemplo puso las negociaciones con Canadá. Pero Durao Barroso, al que no suponemos idiota, mentía sin duda porque no podía ignorar que las consecuencias de un tercer actor -por ejemplo, los EEUU- en las negociaciones UE-Canadá, no eran son mismas que en el caso de la UE y Ucrania. Excluir a Rusia de su espacio natural equivale a un gesto profundamente hostil, como lo fue la ampliación de la OTAN con las repúblicas bálticas, unos acuerdos que Rusia siempre entendió como violación de los acuerdos entre Reagan y Gorbachov.
El actual paquete de 11.000 millones de euros continúa la misma línea hostil a Rusia. Se trata de un conflicto en el mismísimo "heartland" que postulara a principios del siglo XX Halford J. Mckinder, algo que no puede dejar insensible a Rusia o, en otras palabras, una provocación. Según ha explicado recientemente, no sin razón, el halcón rusófobo Zbigniew Brzezinski, la salida de Ucrania de la órbita rusa relegaría a Rusia a una potencia predominantemente asiática, con intereses solo en Oriente y en Asia Central.
Que a la UE le importa poco o nada Ucrania es evidente, dado que los que ya estamos en la UE le importamos también poco cada vez que dicta sus políticas económicas en favor de los mercados y en contra de los países.
Lo que la UE busca es avanzar un peón en el tablero de la estrategia pro-atlántica y pro-OTAN, que ya no es anticomunista como en el pasado, sino el brazo armado de la globalización.
Esta estrategia agresiva contra un Estado que encima parece no plegarse totalmente al cosmopolitismo apátrida que el capital global necesita, pretende volver las tornas de los misiles nucleares ucranianos en la mismísima frontera de Rusia. Y es que sin duda querer solucionar la crisis económica de Ucrania a golpe de euro y prescindiendo de Rusia es una insensatez de tal calibre que solo se explica si los fines son bien diferentes de lo que se predica.
Era lógico que Putin viera el gesto europeo como una declaración de guerra velada y ha respondido al mismo nivel: apoyando la secesión de Crimea, un territorio que Rusia ya ha defendido militarmente en numerosas ocasiones –por lo menos desde Napoleón- y que está compuesto mayoritariamente de rusos.
¿A dónde nos lleva todo esto? Pues a constatar que nada de todo este lío era necesario. A nadie le interesa una zona de enorme inestabilidad a las puertas de Europa, salvo a algunos sujetos de oscura extracción. Estamos en un caso más de conflicto gratuito, diseñado para satisfacer los anhelos globales de algún psicópata visionario, apoltronado en algún "think-tank" o en algún "lobby" de Washington o de Frankfurt.
Esperemos que las heridas entre rusos y ucranianos no les cieguen de odio hasta el punto de no ver quiénes son sus verdaderos enemigos. Esperamos también que las semillas de la guerra, que algunos locos o idiotas se dedican a plantar en nombre de la "ley internacional", el "derecho" y otras falacias, no lleguen a fructificar jamás.
Fuente Eduardo Arroyo
elsemanaldigital
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