FÉLIX RODRÍGUEZ DE LA FUENTE: UN PENSAMIENTO INDOMABLE
Todos le conocemos como naturalista y divulgador. Sin embargo, pocos conocen su pensamiento vitalista y radical. Radical porque cuestiona la raíz misma de nuestra sociedad industrial y de consumo.
Nos dejó el 14 de marzo de 1980, el mismo día que cumplía 52 años. Un accidente de avioneta segó su vida mientras rodaba un documental sobre una carrera de trineos en Alaska.
Nos dejó el 14 de marzo de 1980, el mismo día que cumplía 52 años. Un accidente de avioneta segó su vida mientras rodaba un documental sobre una carrera de trineos en Alaska.
Pérdida de la libertad ancestral
“Hoy apenas si se escucha ya el canto del lobo”. La legendaria frase de Félix Rodríguez de la Fuente denuncia la situación de una especie amenazada. Pero puede ir mucho más allá. Analizada a la luz de su pensamiento, esta frase bien puede referirse también a la pérdida casi definitiva de la libertad ancestral del hombre. La libertad de vivir en y con la naturaleza y ser dueño de sí mismo. Es sabido que nuestro naturalista más internacional dedicó buena parte de sus energías a eliminar la leyenda negra que existía sobre el lobo. Él demostró que no era un animal perverso ni sanguinario, sino que cazaba para subsistir y que su presencia era necesaria para mantener el equilibrio biológico de los ecosistemas naturales. Una frase de Félix expresa claramente su identidad con este animal y resume buena parte de su pensamiento:
“Yo quiero ser un lobo y vivir en una tierra no contaminada, con bisontes pastando en las praderas como aquellos que quedaron pintados en la cueva de Altamira; y cantaría a la luna por la felicidad infinita de vivir en un mundo así”
La idea central del pensamiento de Rodríguez de la Fuente es que no se puede disociar el hombre de la naturaleza. De ahí el nombre de su serie más conocida: El Hombre y la Tierra. Él lo dijo de una forma mucho más poética:
“El hombre es síntesis del Universo, el planeta es síntesis del Universo, entre el hombre y la Tierra hay el abrazo profundo, el cordón umbilical irrompible, que puede haber entre el niño y la madre, cuando el niño está en el claustro materno. Si el cordón se rompe, el niño muere, y la propia madre está en peligro”
La defensa de la Vida, el respeto a los demás y a la Naturaleza son las tres líneas argumentales que se repetirán de forma constante en todos sus planteamientos.
Una visión original del pasado y del futuro
Rodríguez de la Fuente apareció por primera vez en pantalla en una entrevista a finales de 1964. En ella habló con entusiasmo de la estrecha comunión del hombre con la naturaleza, del sentido cósmico de la vida y de su noción de pertenencia a un todo. Los telespectadores se quedaron enamorados de su vitalidad, su voz y su pasión. Ése fue el inicio de una conexión inseparable entre Félix y los españoles. El público quería saber más sobre ese burgalés y TVE entendió el mensaje. Sus programas ‘Fauna’ en 1968, ‘Planeta Azul’ en 1970, ‘El Hombre y la Tierra’ en 1973, le hicieron el hombre más popular y querido de España.
En estos programas puede entreverse el pensamiento de Rodríguez de la Fuente. Ha dejado para la posteridad cientos de horas de grabación y textos que condensan su visión del mundo. En su biografía, Benigno Varillas ha realizado un excelente trabajo de compilación y análisis (Félix Rodríguez de la Fuente, su vida, mensaje de futuro, La Esfera de los libros).
Félix fue un visionario al anticipar la actual crisis ecológica y criticar un sistema consumista (¡de los años 60 y 70!) que conducía inevitablemente a la insatisfacción permanente. Identificó la raíz de la alienación del hombre actual en el hecho de haberse desgajado de la naturaleza. La senda de la sociedad moderna sólo puede llevar a la avaricia, la frustración, la violencia y la pérdida de libertad.
“El mundo es espantoso para el ciudadano medio que vive en colmenas, urbes monótonas y horrísonas, calles sucias recibiendo cultura como píldoras y mensajes que no se ha demostrado que sean perfectos. Nuestra era se recordará en un futuro feliz, si es que se llega, con verdadero terror. El hombre tiene necesidad de libertad, del campo, del cielo, de tiempo para no hacer cosas… y aprender e imaginar. Hoy no lo puede hacer”
Rodríguez de la Fuente era un espíritu rebelde que no se dejó domesticar por la sociedad actual. Retomó el arte de la cetrería, la caza con halcón, cuando hacía siglo y medio que nadie lo hacía. Para ello llegó a estudiar textos medievales. Muchos vieron en ello una extravagancia folclórica. Pero no lo era. Para él era una conexión con el pasado. Él afirmaba que “quizás en el pasado se encuentren las claves del futuro”. La originalidad de su pensamiento llegaba a considerar que la edad de oro de la humanidad estaba en el paleolítico. “La cultura de los cazadores superiores fue barrida por una poderosa ola, al parecer procedente de Oriente, cuya característica era la modificación de la naturaleza en provecho del hombre”. Lo que el hombre no supo medir es que al domesticar la naturaleza,el hombre acabó por domesticar al propio hombre
En la obra de Rodríguez de la Fuente encontramos el embrión de toda una serie de corrientes de pensamiento que están cristalizando en la actualidad.
De una forma intuitiva supo enlazar ideas aparentemente antagónicas. Su pensamiento cuestiona los cimientos mismos de una concepción ideológica que entiende el futuro como una huida del pasado y el progreso como una dominación de la naturaleza para maximizar el crecimiento material (ista). Y, si se analiza bien, ese productivismo economicista estaba tan presente en la ideología liberal-capitalista como en la marxista. Esta lucidez de ideas, en una época en la que el mundo estaba dividido en dos bloques, sitúa a Rodríguez de la Fuente, sin pretenderlo, en la vanguardia de una nueva síntesis de pensamiento y de la conciencia ecológica.
A él le gustaba considerarse un agitador de conciencias. Y por supuesto que lo fue.
No tenía problema en hablar a favor del lobo en una España que todavía era altamente rural. El pueblo demostró que sabía reconocer y apreciar las palabras cargadas de verdad y de nobleza, aunque en ocasiones resultaran incómodas. Félix hablaba al corazón de las personas y sus palabras consiguieron despertar el lado indómito de nuestra alma. Tal y como ha declarado Benigno Varillas,
“no aprendió de nadie, aprendió de muchos. No fue el clásico seguidor de una escuela o una filosofía muy concreta; era una persona integradora y que intentaba conciliar la izquierda con la derecha y el pasado con el futuro”.
Por eso su legado sigue más vivo que nunca y contiene claves esenciales para entender y corregir muchos de los males de nuestro tiempo.
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