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sábado, 25 de enero de 2014

LA LÓGICA DEL CAPITALISMO



La globalización para bien de los pueblos. Perspectivas de la nueva teoría política

El tema de la globalización, que se comenzó a analizar activamente en los  años ’90 del siglo pasado, mantiene su actualidad, hecho que comprueban los acontecimientos en la arena mundial. Detrás de los intentos de las corporaciones trasnacionales y de diversos proyectos mundialistas se descubren no sólo la sed de lucro, sino también de control y dominio mundial. 

El origen es una filosofía política que bebe de las fuentes la Antigua Grecia, donde originariamente se dieron los dispositivos que posteriormente se adoptaron y se interpretaron como indiscutibles. Acordando en su totalidad con una serie de argumentos de Jacques Derrida respecto a que “el modelo ideal y eufórico de la globalización, como un proceso de apertura de fronteras que hace al mundo más homogéneo, debe discutirse con seriedad absoluta y extrema atención. Y esto es no sólo porque la homogeneización indicada —donde se ha llevado a cabo o así se supone— tiene un anverso y un reverso (de riesgo aterrorizador, demasiado evidente para mí como para perder tiempo en su descripción), sino porque la homogeneización visible frecuentemente oculta en sí viejas y nuevas formas de desigualdad o hegemonía (que yo llamo homo-hegemonización), que debemos conocer para reconocerlas en su nueva fisonomías y luchar contra ellas”[1], nosotros señalaremos apenas de paso algunos hitos relacionados directamente con las cuestiones de la globalización.

La primera ola de globalización se relaciona con la época de grandes descubrimientos previa a la primera guerra mundial. La segunda, desde 1947 hasta 1991, es la época del mundo post Yalta y de la guerra fría. La tercera arrancó en los ’90 y sigue hasta el momento actual generando multitud de efectos, tales como la virtualización de la economía, la relocalización, la aparición de sociedades en red. 

Aunque el historiador americano Hopkins, junto al redactor de la publicación “Foreign Policy” Moises Naim[2], afirmen que la globalización había comenzado ya en tiempos del premodernismo con la migración de los pueblos, esta declaración —que toma en cuenta el significado de las tradiciones, ritos y religiones que tenía la gente del premodernismo— no parece convincente. Cuan justamente señaló   Luke Martell, examinando el espectro completo de modelos de globalización y las nuevas escuelas y enseñanzas relacionadas con ella, que la globalización en este contexto histórico no significa internacionalización[3]. Varios investigadores señalan ahora que la ola inversa de la globalización, con origen en los países en desarrollo, favorece los cambios económicos en esas regiones y produce el desbalance de los sujetos de la política mundial, y que si esta tendencia se mantiene, puede llevar a consecuencias impredecibles.  

Es probable que no estén de acuerdo conmigo los partidarios de la teoría del caos y fundamenten que tales cambios son intrínsecamente inherentes a un sistema complejo y dinámico, como lo es sin duda cualquier estado, y tanto más lo son los bloques y las uniones. Sin embargo, el caos controlable puede utilizarse también como un instrumento de globalización del cual se valgan los estrategas de Occidente en pro de sus intereses, cosa que ha propuesto el diplomático americano Steven Mann en los años ’90 del pasado siglo[4].
Nos fue necesario recordar las tres olas de la globalización para permitirnos llevar a cabo cierta comparación con las tres teorías políticas. En uno u otro período han dominado determinadas ideologías, apoyadas no sólo en la violencia revolucionaria, sino más bien en una plataforma político-filosófica. En el siglo pasado se observaba que tres ideologías fundamentales se batían entre sí  disputándose la exclusividad y la dominación.  Primero apareció el liberalismo, que considera sujeto de la historia al individuo desembarazado del complejo de herencia cultural y de las relaciones intersociales. Como reacción al sistema burgués capitalista, expresado por el liberalismo, aparecieron el comunismo y el marxismo. Como último apareció el fascismo, y el nacional-socialismo como una versión de aquel, pero fueron los primeros en desaparecer de la arena internacional de inmediato después de la derrota de Alemania en 1945.

 En 1991, luego de la caída de la URSS, el mundo supo de la derrota de la segunda teoría, que pretendía ser universal (aunque en algunas regiones, por ejemplo en Latinoamérica, el marxismo sufrió modificaciones y, en su nueva forma, demostró su efectividad), y durante un tiempo se impuso el triunfo de liberalismo[5]. A todo esto la lucha de las tres teorías se daba en el marco de la época del modernismo, hecho que señaló magníficamente el filósofo de origen húngaro  Georg Lukacs en su libro “El fin del siglo XX y el fin del modernismo”.

En la actualidad, en la época del postmodernismo, nos hemos encontrado con la ola de la globalización relacionada con el liberalismo, el cual afirma la primacía de la economía sobre las otras esferas; por lo tanto sería lógico tocar algunos modelos y planos alternativos que están al otro lado de la economía pero que la predeterminan en gran medida.
Definitivamente, entre los modelos conductuales y económicos existe una relación de forma inequívoca. El ethos de un pueblo determinado, ligado a dispositivos conceptuales, influye en la formación de modelos de conducta social y de régimen  económico. Por ejemplo, la economía islámica niega el crecimiento porcentual, hecho que señalara el filósofo ruso V. Solovev hablando sobre el principio de “lo sano y lo laboral” en el Islam. En la ortodoxia la economía, antes que nada, es domostrói (reglas patriarcales. N. d.T). De acuerdo a la enseñanza cristiana, las personas que aun después de haber pecado deben seguir ganándose el pan con el sudor de su frente, “cooperan con el creador” sin dudar de su voluntad.  

Semejantes puntos de vista han sido distorsionados por el protestantismo y Max Weber [6]mostró en forma convincente que en gran parte la actual economía liberal de mercado está construida sobre la base de la ética protestante. Ernest Schumajer  desarrolló la  doctrina absolutamente única de la “economía budista”, proponiendo nuevos principios en relación al trabajo y señalando con justeza que “los economistas, de igual modo que otros especialistas, sufren de ceguera metafísica” [7].
Aun abstrayéndose de las diversas creencias religiosas, contra las cuales lucharon representantes de ciertas ideologías políticas, los arquetipos y el inconsciente colectivo permanecen. 

Carl Gustav Jung sintoniza con Max Weber en cuanto a la crítica del liberalismo, aunque lo hace ya como psicólogo. “El mundo sin símbolos del protestante condujo a un sentimentalismo insano en el comienzo, luego a una agudización de los conflictos morales” [8]. La cuestión reside no sólo en los desórdenes sexuales y psicológicos que analizaba el científico suizo. Los arquetipos y los símbolos se inscriben totalmente en modelo económico.  El investigador norteamericano Bernard Lietaer afirma que el actual sistema monetario y financiero mundial está basado en el arquetipo patriarcal, donde el dinero es un medio de acumulación[9]. Al mismo tiempo los demás arquetipos hace mucho tiempo que se encuentran deprimidos, y por lo tanto, debido a ese desajuste, se producen booms financieros, bancarrotas, caídas de la bolsa y demás cataclismos. 

Sin embargo, en la historia ha funcionado otro arquetipo, basado en el principio matrifocal — Antiguo Egipto, Alta Edad Media, etc. —  donde el dinero actuaba según el principio de demurrage y era un medio de intercambio. Hasta el momento, por desgracia, no hay profundas investigaciones relacionadas con la influencia de los arquetipos en las teorías económicas heterodoxas desarrolladas en los siglos XIX-XX, las cuales son una alternativa al actual sistema central enraizado en el proyecto político concreto. Pero varias de esas teorías se apoyan en experimentos prácticos, por ejemplo el proyecto de dinero de Silvio Gesell, el cual produjo un efecto colosal que influenció directamente en el bienestar de las comunidades.  Los sistemas “dinerarios” condicionales LETS[10], Time Dollar[11], WIR[12], siendo instrumentos de crédito mutuo y, naturalmente sin interés, todavía representan un modelo maravilloso de economía solidaria dentro de la sociedad.
En Japón existe la llamada “divisa de salud”, que se mide en horas de trabajo y se puede usar en programas estatales de salud pública. La efectividad de semejantes sistemas ha sido señalada por investigadores contemporáneos. Aun aplicando mecanismos económicos y bancarios, en el mundo hay bastantes ejemplos de tal enfoque respecto a distribución de inversiones y medios, el cual no se inscribe en los esquemas liberales. Por ejemplo, las organizaciones tales como Triodos Bank (Países Bajos), Cultura Bank (Noruega), La Nef (Francia) y otras, se manejan con muy claros principios éticos que se pueden resumir con la frase común de los antiglobalistas “la gente es más importante que las ganancias”.  

Más allá de esto, varios especialistas y analistas han propuesto no pocos esquemas de estabilización económica, basada en el principio de la democracia directa. Bello Walden, el analista principal del instituto Focus on Global South, de Bangkok, propone los siguientes caminos de superación de la globalización por medio de la economía:
1. La producción para el mercado interno, en lugar del externo, deberá ser nuevamente el centro de gravedad de la economía
2. En la economía debe darse el principio de subsidiariedad.
3. La política comercial debe defender la economía local del efecto económico destructivo de las estructuras  corporativas y los bajos precios.
4. La política industrial debe regenerar y fortalecer el sector manufacturero.
5. Las tareas a largo plazo, destinadas a la justa distribución de los ingresos, pueden crear un enérgico mercado interno que asuma el rol de ancla económica y cree recursos económicos locales para la inversión.
6. La corrección del crecimiento económico aumentará la calidad  de vida, y la maximización del enfoque objetivo disminuirá el desajuste relacionado con el medio circundante.
7. La elaboración y propagación de tecnologías ecológicamente favorables en la industria y en el agro deben ser estimuladas.
8. La toma de decisiones estratégicas en la economía no puede ser dejada sólo en manos de tecnócratas y mercadistas. Por el contrario, debe introducirse la posibilidad de que asuntos tales como el desarrollo de la industria, la cuota del presupuesto estatal destinada al sector agrario, etc., sean producto de discusión democrática y elecciones.
9. La sociedad civil debe seguir y monitorear en forma constante el sector privado y el estado. Esto debe ser institucionalizado.
10. La propiedad debe ser transformada en “economía mixta”, lo que incluye cooperativas comunales, negocios privados y compañías estatales, pero excluye corporaciones trasnacionales.
11. La organizaciones globales centralizadas del tipo FMI o Banco Mundial deben ser reemplazadas por otras, construidas no según el principio del libre mercado y la movilidad del capital, sino en los principios de una cooperación  que —en las palabras de Hugo Chávez que describen el proyecto ALBA— “supere la lógica del capitalismo” [13].

Es importante también aplicar a la globalización el análisis social.

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