El término democracia tiene su origen, como todos sabemos, en la Grecia clásica, y significa "poder del pueblo". Una serie de tiranos (término que carecía de la connotáción autoritaria que hoy tiene) conocidos como Dracón, Solón, Pisístrato, Clístenes y Pericles instauraron un código constitucional, que más tarde evolucionaría en la “Democracia”, donde el pueblo (reunido en laEcclesia) decidía las cuestiones del Estado.
A finales del siglo XX, los países fueron introduciendo este sistema, corroborando y verificando las palabras de un excéntrico griego, Pericles: “Seremos admirados por nuestros contemporáneos y por las generaciones futuras”.
El objetivo era hacer oír las voces del pueblo, y para ello, los media eran imprescindibles. El papel fundacional era servir como canal para las opiniones individuales, es decir, ser un lugar de debate, porque los supuestos en los que se basan los medios de comunicación son: informar; que una mayor información provoque una mayor participación política; y que esto favorezca una democracia saludable.
El objetivo era hacer oír las voces del pueblo, y para ello, los media eran imprescindibles. El papel fundacional era servir como canal para las opiniones individuales, es decir, ser un lugar de debate, porque los supuestos en los que se basan los medios de comunicación son: informar; que una mayor información provoque una mayor participación política; y que esto favorezca una democracia saludable.
El problema surgió con la aparición de la televisión. La intervención de este mediaprovocó el desplazamiento de la opinión pública, la esencia de la democracia, y la perversión de los anteriores supuestos. En la actualidad no existen las opiniones individuales, sólo existe una masa de individuos que creen tener una doxa, pero que en realidad viven manipulados y manejados por este canal.
Sartori comenta que“actualmente, el pueblo soberano opina en función de cómo la televisión le induce a opinar”. Karl Popper, siguiendo el hilo a Sartori, dijo que “la democracia no puede existir si no se controla la televisión”. Sartori responde diciendo que es un suicidio confiar “la conducción del gobierno de un país a conductores que no tienen permiso de conducir”.
A este exceso consistente en hacer depender la política de los media, se la conoce con el nombre de Democracia mediática.
Sartori comenta que“actualmente, el pueblo soberano opina en función de cómo la televisión le induce a opinar”. Karl Popper, siguiendo el hilo a Sartori, dijo que “la democracia no puede existir si no se controla la televisión”. Sartori responde diciendo que es un suicidio confiar “la conducción del gobierno de un país a conductores que no tienen permiso de conducir”.
A este exceso consistente en hacer depender la política de los media, se la conoce con el nombre de Democracia mediática.
Estas reflexiones me sirven para analizar la involución democrática producida desde su establecimiento. Debo ahondar en la consecuencia que cierra el ciclo de la alienación ciudadana. Hablo del despotismo democrático. El eje de la televisión apunta a un término ideado por Tocqueville, pensador francés, que se hace contemporáneo. Hablo de la llamada “Tiranía de la Mayoría”, fenómeno que va de la mano de la televisión, ya que la programación de dicho conducto se dirige a un grupo social, los apáticos, que representan al 70% de la población y cuyo único interés hacia la información es el ocio.
Esta masa social u Homo Videns, participa en las elecciones democráticas, pero al estar influidos por la televisión actúan, de cara a este importantísimo acontecimiento, como una masa con una doxa que define el término de Tocqueville, provocando el despotismo democrático.
Por eso, hoy opino que no sólo no me representan la jauría de incompetentes con ansias famélicas de poder, sino que tampoco me veo representado por esta masa apática, negligente y alienada.
Fuente Pablo Ortiz Soto
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