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domingo, 24 de noviembre de 2013

LOS ÚLTIMOS IBEROS



Gabriel Celaya y el orbe vasco

El año pasado fue el centenario de Gabriel Celaya (1911-2011) y me temo que pasó prácticamente desapercibido. Los “abertzales” no lo quieren, aunque él era y se sentía plenamente vasco, y en el resto de España –pese a la enorme fama que tuvo en los años 60, ayudado por cantautores como Paco Ibáñez- Celaya siempre fue un poeta polémico respecto a su calidad, a sus momentos de cierta rudeza estilística… 

Pero es bueno que Jon Juaristi haya reunido en Visor los tres libros vascos o vasquistas de Celaya, con el título –que ya usó el propio autor para los dos primeros- de “El silencio vasco”. Esos tres libros son “Rapsodia éuskara” de 1961, “Baladas y decires vascos” de 1965 –acaso el más flojo de los tres- e “Iberia sumergida” de 1978, sin duda el mejor…
En “Rapsodia éuskara”, que es un canto al mundo vasco, a sus singularidades y a su fuerza, Celaya (que se mete con el esteticismo andaluz, no por política, sino por literatura, ya que lo vasco es piedra y no flor) llega a la conclusión de que Euzkadi sólo puede ser España, pero no una España castellana –aunque perteneció a esa Corona- sino una España propia, diferente a las demás. (“Ahora, España, te llevamos,/ tú eres nuestra y por las buenas o las malas te violamos”). “Baladas y decires vascos”, que celebra leyendas e historias de la tierra, es el menos logrado de estos libros, con influencias, además, de Lorca y Alberti. 
Sin embargo con “Iberia sumergida” todo sube. Parte de una cita de Menéndez Pidal: “Al hablar del vasco se trata, queramos o no, de algo más general que el vasco, y es el ibero.” 
La muy extendida teoría lingüística que hace del vascuence resto o dialecto del ibero prerromano, convierte a los vascos en los españoles más profundos, como por mor de la prehistoria quiso también el escultor Jorge Oteiza. Los vascos  son los “últimos iberos” y por lo tanto los españoles de más médula. España no comienza en Castilla sino en Euskal-Herria. Celaya (a quien le preocupaba la españolidad vasca, se sentía un español euskaldún) halló así la solución de un problema político y personal, que ya había advertido otro vasco-español: Unamuno. Naturalmente –como recuerda Juaristi- los nacionalistas vascos no agradecieron a Celaya esta solución, él que cantaba el clima del norte y que andaba bebiendo chacolí, con Amparitxu, por el viejo San Sebastián… 

“Nosotros, euskaldunes, últimos iberos” (…) Y sigue: “Hay que revasquizar España, iberizarla,/ salvarla del poder abstracto y absoluto,/ volver a nuestras tribus, nuestro federalismo,/ nuestra alegría fiera, nuestro respirar limpio…” (…)  
Se piense lo que se quiera de este iberismo fuerte de Celaya (españolista por vasquista) lo cierto es que “Iberia sumergida” no es sólo un libro político –que también- sino uno de los mejores momentos de ese Celaya, que caía a menudo, pero que tiene una antología estupenda, que hizo Ángel González… Recordemos a Celaya, tan tierno en su pedernal.
Fuente elmundo                                                               Luis Antonio de Villena

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