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viernes, 17 de mayo de 2013

JUVENTUD VS IDENTIDAD



Trainspotting de Irvine Welsh

Leí el libro Trainspotting mucho antes de su versión fílmica. Me asombró, me asqueó, lo adoré. Y rápidamente se convirtió en uno de mis favoritos. Lo admito, lo leí por rebeldía pura, por contradecir al coro de críticos doctos que aseguraban que la historia era "procaz, cruda y pendenciera" - para resumir sus variadas críticas -. No obstante, lo mejor de Trainspotting de Irving Welsh, no es su deseo de transgredir si no si negativa a juzgar, a pesar de contar la historia que cuenta.

Porque en Trainspotting todo es excesivo: desde la visión de ese Edimburgo decante de los años ochenta, hasta las crudas y detalladas escenas de Alcohol, drogas, sexo. Como en su época lo hizo "La Naranja Mecánica" de Anthony Burgess ( Libro con el guarda numerosos paralelismos ) Trainspotting intenta reflejar, más que una época, la turbulencia del submundo desconocido que marcó a una generación.

El libro se convirtió, tal vez justamente por su franqueza casi insultante, en un inmediato icono pop literario. Por extraño que parezca y a pesar de su temática, el libro fue celebrado y recomendado por los críticos más estrictos pero leída también por aquellos que raramente se acercan a los libros. De hecho, “Trainspotting” es considerado uno de los acontecimientos literarios y también extraliterarios de la última década. Marcó un antes y después en la literatura escocesa: Hay algo de doloroso y casi agobiantes en las escenas que el autor describe con obsesivo detalle. 

 Y es justamente esa visión sin cortapisas, directa y casi amoral de la juventud, su incertidumbre y su profunda confusión, lo que hacen al libro único. 

No hay un solo juicio de valor sobre lo que ocurre: la historia transcurre entre explícitas escenas sexuales, la alegoría al vicio y al caos, y sin embargo, toda la novela parece sostenerse justamente sobre el asombro esa indiferencia, esa ruidosa desazón que el autor refleja como parte de esa juventud que sobrevive a su propio dilema de identidad.

De las palabras a la imagen.

La novela fue adaptada al teatro y al cine y se convirtió en un éxito sin precedentes allí: la historia de este grupo de jóvenes desesperadamente realistas, que intentan no pensar en el futuro como no sea para admitir su propio vacío existencial, esa juventud marginal, bulliciosa , habitantes de esa Europa desconocida, paraíso de la desocupación, la miseria y la prostitución, embarcados en una peripecia vital cuyo combustible es la droga, «el elixir que les da la vida, y se la quita». Welsh escribe en el áspero, colorido, vigoroso lenguaje de las calles. 

Y entre pico y pico, entre borracheras y fútbol, sexo y rock and roll, la negra picaresca, la épica astrosa de los que nacieron en el lado duro de la vida, de los que no tienen otra salida que escapar, o amortiguar el dolor de existir con lo primero que caiga en sus manos.

La historia se cuenta con una sinceridad que asombra y se agradece: el lenguaje duro y callejero que brinda una inusual dimensión a sus personales. Un lenguaje “real” para personajes “reales” en situaciones “reales”. De hecho, al leer la última hoja, la sensación que se tiene como lector - como observador, como asombrado testigo de la lenta caída de la novela en su propia visión del mundo - es la de haber no solo conocido a este grupo de desadaptados y caóticos personajes, sino también, de poder comprenderlos.

Porque tal vez, ese sea el mayor mérito del libro: Mostrar, sin juzgar, y a la vez, permitirnos mirar el mundo desde ese lado marginal, desierto y árido que pocos se atreven a recorrer.
 
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