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martes, 21 de mayo de 2013
EL SILENCIO DE LOS HÉROES
Por qué España ha olvidado a sus grandes héroes históricos
Cuando Henry Kamen presentó hace dos años su obra Poder y Gloria. Los héroes de la España Imperial (Ed. Espasa) se quejó de que en este país, por culpa de la falta de consenso a la hora de interpretar la Historia, se le ha negado a los héroes “un papel reconocible”.
Cierto es que nuestras referencias más importantes del pasado se nutren sólo de mitos, como El Cid, y algunos grandes marinos como Colón, Elcano o Magallanes (portugués al servicio de la Corona de España), pero nuestras lagunas,
¿se deben a una politización del pasado o, simple y llanamente, al olvido en un país poco interesado en su propia cultura?
El almirante Blas de Lezo es el autor de la gesta militar española más importante de toda la Historia. Al menos, cuantitativamente. Derrotó en Cartagena de Indias a una flota británica cuya magnitud no volvió a verse surcando los mares hasta el desembarco de Normandía. No encontrará el lector biografías publicadas de este marino hasta el presente siglo. En Cartagena tiene una estatua (en la foto), numerosas calles en Andalucía, el País Vasco, Canarias y la Comunidad Valenciana, pero en Madrid, la capital del Reino, no ha sido hasta 2010 que se le ha dado su nombre a una avenida. En Vicálvaro y por una iniciativa popular, una recogida de firmas.
En el boletín del Ayuntamiento en el que se anunció la medida también se otorgaban calles a personajes como Mario Moreno ‘Cantinflas’, Enrique Urquijo de Los Secretos, Imperio Argentina, Jesús de Polanco y hasta Coco Chanel, un variopinto saco de nombres que no deja de ser irónico y representativo del olvido en el que había caído el militar “de heroísmo inverosímil”, como dijo refiriéndose a él José María de Areilza, ex ministro de Exteriores en el marco de las celebraciones de 1992.
No obstante, hace un mes, se ha acordado de él Fernando Savater en El País. Y de su elogioso artículo se hizo eco también Esperanza Aguirre días después. El filósofo se sonreía, a la luz de la ferocidad en la batalla de Blas de Lezo, de que nadie se atrevería hoy día a “decirle a la cara a este vasco aguerrido que no era español”.
Y la ex presidenta de la Comunidad de Madrid le felicitaba por sus palabras en un artículo titulado El orgullo de ser españoles. Aquí está el ejemplo paradigmático de cómo digerimos la Historia. U olvido, o instrumentalización política. No caben estadios intermedios. Ahora sólo faltaría un telefilm sobre el almirante, atento a su biografía sentimental, para completar el círculo.
La ideologización de la historia
Guillermo López, profesor de Periodismo de la Universidad de Valencia, relaciona esta dinámica con la tendencia natural de los medios de comunicación a explicar la actualidad acomodando la Historia a su orientación ideológica, y no al revés: “La Historia es muy importante para forzar conciencias, por eso en los medios masivos aparece para, básicamente, tirarse los trastos a la cabeza.
En nuestro país los ejes están muy claros y diferenciados, son izquierda/derecha o separatismo/unionismo, pero en general la prensa no es muy consciente de la perspectiva histórica que adopta para estudiar las cosas”.
El ejemplo más evidente para este profesor es el de la Guerra Civil Española: “En los últimos veinte años ha ocurrido un hecho muy significativo, los historiadores han conseguido por fin contar las víctimas de la contienda, pueblo a pueblo, es un hito muy importante porque encima es información objetiva, pero no ha tenido un reflejo en los medios de comunicación, que han estado pendientes de la interpretación política del contexto, sumidos en polémicas que no han creado los historiadores.
De hecho, con esta clara instrumentalización, los periodistas han llegado a arrinconar a los profesionales de la Historia. César Vidal, un habitual de estos temas, por ejemplo, no publica porque sea un historiador, sino porque antes se ha destacado como periodista”.
De esta manera, los soldados españoles que participaron en la toma de París en la II Guerra Mundial o las gestas militares de la División Azul, si no son temas tabú, su consideración sí que está circunscrita al ámbito ideológico.
El consenso hay que encontrarlo en casos como el del diplomático franquista Ángel Sanz Briz, también prácticamente desconocido entre los españoles hasta que el presidente de Hungría, Arpad Gonzc, colocara una placa en su honor en Budapest. Después llegó un artículo en la revista especializada La Aventura de la Historia a finales de los 90, cuando se imprimió un sello de correos donde aparecía.
A su gesta, salvar judíos de las garras de Hitler por su cuenta y riesgo, nadie le pone peros ni interpretaciones interesadas, no como a otros hechos protagonizados por españoles en aquel periodo.
Las historias ocultas de la Guerra Civil
Esta falta de de consenso tal vez explique el hecho de que los personajes relevantes o héroes olvidados de nuestra Historia aparezcan presentados en trabajos realizados ex profeso. A menudo, como meras listas de nombres.
Al hilo de la Guerra Civil, destaca, por ejemplo, el libro Católicos del bando rojo (Styria) del investigador y periodista Daniel Arasa.
En sus páginas encontramos la historia del general Antonio Escobar Huerta.
El que terminara siendo Jefe del Ejército de Extremadura de la República mantuvo intacta la profesión de su fe durante los años de la guerra. La sublevación le sorprendió en Barcelona y se encontró luchando en el mismo bando que los anarquistas de la FAI que despreciaban y perseguían sus creencias. Ni renegó de ellas ni las ocultó. Escondió monjas en su casa y, tras curarse de las heridas que sufrió en la Batalla de Madrid, le hizo a Azaña una petición insólita: poder viajar a Lourdes a dar gracias a la Virgen.
La tendencia a denunciar el anticlericalismo de su bando ha conseguido ocultar la existencia de personajes de su perfil.
O como en el caso de Manuel de Irujo, ministro de Justicia de la República durante un tramo de la guerra, que evitó persecuciones de religiosos firmando una orden que sancionaba las acusaciones falsas y las denuncias por ser sacerdote, además de luchar para restaurar el culto en la zona controlada por el Gobierno republicano.
Otro personaje con una reputación cortada por el mismo patrón, que no encaja en los prejuicios que nos dictan los medios, que tienden a alimentarse de una polarización esquemática.
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