Las fuerzas armadas y
los politiquitos
La democracia
parlamentaria —en la que, en principio,
creo—, es un régimen político que debería
servir para mejorar el bienestar del pueblo y permitir la prosperidad de la
nación.
El problema estriba cuando la mediocridad, la frivolidad y la vulgaridad
se apoderan del poder y en lugar de ser útil a la nación se usa para hacer
experimentos de ingeniería social, para el provecho propio o para desintegrar el
país.
Como ya he
defendido en otras ocasiones, no todos los políticos son de la misma clase, y
hay algunos, de izquierdas o derechas, serios y comprometidos, pero no son los
más.
Y la prueba está
que en el último barómetro del CIS la Guardia Civil, la Policía Nacional y las
Fuerzas Armadas son las tres instituciones mejor valoradas por el conjunto de
los españoles mientras los políticos y los partidos están entre las que
menos.
Entiendo también
lo que debe significar para un general del Ejército español tener que soportar
con templanza y estoicamente tanta marrullería, tanta corrupción y tanto ataque
a la nación. Imagino que debe de ser un verdadero ejercicio de serenidad
constatar que España, con tantos años de historia, con un pueblo capacitado para
asumir gestas históricas, con una riqueza cultural y lingüística envidiable y
enormes posibilidades de futuro, está en manos de los que la quieren destruir,
de impotentes perplejos, de livianos arribistas o de adúlteros de lo
público.
La cuestión es:
¿conseguirán acabar con la nación? ¿Lograrán deteriorarla hasta hacerla
irreconocible? ¿Hundirán a las clases medias? ¿Humillarán a los sectores
populares?
De momento el
consenso constitucional está a punto de quebrarse y la austeridad impuesta por
Europa solo repercute en la población, Ni especuladores ni políticos pierden
ninguna de sus prebendas. Puede haber administraciones triplicadas, miles de
cargos públicos elegidos a dedo y despilfarro en temas secundarios, pero nadie
toma ninguna decisión para que esto deje de seguir siendo así.
La gran mayoría
de los ciudadanos de este gran país estamos asombrados de todo lo que está
ocurriendo, pero aún lo estamos más de que no pase nada. Por ejemplo, apenas hay
corruptos en la cárcel (y hay más de mil políticos imputados o investigados en
estos momentos).
Y es que Europa
no puede ser la justificación para no hacer nada, para no parar esta deriva, de
forma legal y democrática. Y cierto es que quizás Europa también debería tener
un ejemplo —lo hemos sido muchas veces en la historia— que permita a los
ciudadanos de sus países actuar más allá de lo que los mercados, la progresía y
el “buenismo” han impuesto en las últimas décadas.
Porque los
especuladores, los corruptos, los burócratas y los enemigos de la tradición
cultural europea son el muro psicológico que impide recuperar la libertad y la
dignidad de las naciones de este viejo continente.
Pero para que la
historia no siga la ley del péndulo, para que no se generen errores humanos y se
respeten las leyes, es necesario que se actúe desde la sensatez y la moderación
ideológica, pero también con la más absoluta de las firmezas.
Y es que si el
pueblo y las Fuerzas Armadas se sienten unidos, la democracia parlamentaria
puede regenerarse sin saltarse la legalidad vigente. Al contrario, solo es
necesario que aquellos que se la saltan reciban la respuesta adecuada que hasta
ahora nadie les ha sabido dar.
Si el pueblo y las Fuerzas Armadas —repito— se
unen en defensa de la verdadera democracia parlamentaria, en poco tiempo
tendríamos Políticos en lugar de politiquitos como la mayoría de los
actuales.Fuente Damián Ruiz
elmanifiesto.com S.P.Q.R
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