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martes, 4 de diciembre de 2012

EL POP HA MUERTO



1. Aunque parezca mentira, el proceso de descomposición de la, hasta hace unos días, omnipresente cultura Pop se está acelerando de manera vertiginosa. Si miramos a la historia del arte y la cultura del siglo pasado, comprobamos cómo el Pop ha vivido durante más de medio siglo con leves modificaciones sustanciales en sus jerarquías de producción, mientras ha desarrollado una extraordinaria capacidad para comodificar y comercializar cada faceta de la vida cotidiana. Ha modelado desde la política, la filosofía, la economía o los hábitos sexuales hasta las identidades colectivas. De hecho, el Pop ha estructurado nuestras percepciones y articulado nuestro lenguaje con el guión de vida de la búsqueda de la fama y la consecución de grandes éxitos, como conceptos universales de valor.
Pero ahora nos encontramos ante el agotamiento de las fórmulas expresivas y de las convenciones artísticas y registros lingüísticos que nos han constituido durante este larguísimo periodo. La ironía y el cinismo narcisista, los códigos de comunicación publicitarios y las industrias culturales, el marketing y el branding, están siendo desafiados hasta perder el control de la imagen del mundo. Vivimos un cambio radical de paradigma comunicativo; sabemos de dónde venimos pero es incierto hacia dónde nos dirigimos.
2. Esto no quiere decir que la cultura Pop deje de ser extraordinaria, quiere decir que su capacidad para producir realidades está agotada. Seguimos disfrutando de su creatividad e investigando las zonas más ricas, arriesgadas y esquivas; a las que ahora, gracias a internet, podemos tener acceso y compartirlas. De hecho, el desarrollo de estas redes de conocimiento han permitido que desafiemos a fondo sus cánones e institucionalizaciones, al tiempo que los procesos de intercambio, apropiación y remezcla se han configurado como un elemento esencial de la producción cultural y política.
Pero el Pop ha muerto en un sentido más profundo. Ha dejado de ser el mecanismo de poder por el que se impide que capacidades revolucionarias de insurgencia o desbordamiento se conviertan en una situación, en un evento. Se ha acelerado la crisis final de la imposición de los modos de producción de realidades a través del marketing. La comodificación, tanto de las formas de protesta como de los intentos de articular narraciones fuera de los códigos de comunicación capitalista de consumo, resulta cada vez más evidente e ineficaz como instrumento de supuesta normalización. El sistema simbólico del Pop, que ha definido nuestras vidas, se ha resquebrajado.
 3. La expansión de las revueltas políticas, la grave crisis del capitalismo, la desaparición de las barreras entre registros como arte o activismo, la degradación del sistema democrático o la proliferación de tecnologías no jerárquicas, nos colocan ante el desafío de crear nuevos imaginarios que nos permitan romper el tejido de esta realidad. La muerte del Pop alimenta la necesidad de generar nuevos espacios no regidos por la leyes de representación capitalistas. La muerte del Pop no es un cambio de sintonías generacionales ni la confección de una nueva lista de éxitos que reemplaza a la anterior, supone la desaparición de las fórmulas que hemos tenido durante las últimas décadas, para la producción y representación de realidades, desde el arte al periodismo o la representación política. La muerte del Pop es el comienzo del fin del capitalismo.

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