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sábado, 31 de enero de 2015

DIONISIO A FONDO



¿Quién se atreve con Dionisio Ridruejo?

Fue Laín Entralgo -su viejo camarada de correrías falangistas- quien pronunció las palabras más hermosas sobre Dionisio Ridruejo: “Cuando cambió de opinión lo hizo siempre en contra de sus intereses, y eso tiene mucho valor”. Y sin duda que lo tiene.
Ridruejo, uno de los intelectuales más importantes que ha dado la España contemporánea, nació hace justamente ahora cien años. Pero en un país acostumbrado como pocos a la necrofilia histórica, el centenario ha pasado sin pena ni gloria. Probablemente, porque Ridruejo era demasiado libre para plegarse a un partido o a otro. A una idea u otra. Demasiado libre para arrugarse ante capuletos y montescos, que son la misma cosa. Los mismos que ahora controlan los aparatos de propaganda, que conocía como nadie el propio Ridruejo.
En Escrito en España*, su obra fundamental, cuenta su travesía vital, que le llevó del fascismo a la socialdemocracia. De la dirección general de Propaganda en los albores del franquismo a la cárcel en 1956 junto a TamamesMiguel Sánchez-MazasJosé María Ruiz Gallardón Javier Pradera. Desde ese año fue un apestado del régimen y, ya a mediados de los sesenta, fundó un partido -el Partido Social  de Acción Democrática- que significó un hálito de esperanza para la oposición democrática al franquismo. Por la calle de San Lucas, donde tenía su sede, conspiraban contra el régimen Fernando Chueca Goitia y Juan Benet.
Pero Ridruejo volvió a perder. Aunque dejó una obra impagable en la revista Escorial, donde escribían Menéndez PidalMarañónZubiri, Luis Rosales, BarojaEugenio d´Ors y Julián Marías. Como él mismo escribió, el único objetivo de la revista era contrarrestar el clima de intolerancia intelectual que reinaba en España tras la Guerra Civil. No lo consiguió.
Tantas decepciones y derrotas le llevaron abandonar la beligerancia política; pero eso le permitió retomar lo que mejor sabía hacer: escribir. Escribir como los ángeles, habría que decir. Y así es como la editorial Destino le encargó una guía de viaje de Castilla La Vieja, similar a la que preparaba en ese momento Josep Pla sobre la Costa Brava.
Fue un trabajo intenso en medio de una salud precaria. Pero lo cierto es que las traducciones, las ediciones de clásicos castellanos y los trabajos por encargo, son los que le dan de comer en esa época aciaga, aunque llena de paz interior.
Él, que había sido falangista de primera hora junto a su amigo José Antonio -“su figura me impresionó como no me ha impresionado ningún otro hombre”, cuenta del fundador de la Falange en Escrito en España- escribe ahora a la pieza. Pero como no podía ser de otra manera, de su pluma salen las mejores páginas que se han escrito de la tierra castellana.
Esa misma tierra de la que escribe en el volumen dedicado** a Segovia:  Toda Castilla es una nación venida menos, menoscabada, desecada por la demasía de su esfuerzo y la relativa ingratitud de su suelo. El destino, como sostiene Javier Santillán en el prólogo de esta joya para el viajero inquieto, quiso que la guía de Castilla la Vieja fuera la última obra publicada en vida. Segovia, como crisol de una España que todavía conserva vestigios romanos, visigodos, árabes… Y que aún hoy explica muchas cosas de los que nos pasa, que decía Ortega.
Castilla La Vieja es, en realidad, la metáfora de la España que le tocó vivir a Ridruejo, que fue a morir el mismo año que el dictador, en 1975, cuando asomaban las primeras luces de la democracia.
Siempre España y los españoles. Aquellos, de los que decía Ridruejo, que siempre se mostraban disgustados con su propia historia, pero que siempre -en su gran mayoría- se sentían inertes. Los españoles decía el soriano, “han practicado durante siglo y medio los modos más extraños de comportamiento histórico: entregados hoy a laesperanza mesiánica y mañana al fatalismo pasivo; un día al frenesí de la lucha, otro a la resignación o al cinismo”.
 Y en eso estamos.
Fuente                                        Carlos Sánchez
                 Ver+Dionisio Ridruejo 
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