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sábado, 12 de julio de 2014

LAS AVES ERRANTES



Antes de los nazis, fueron los 'hippies'


Así eran los wandervögel (aves viajeras), el grupo de jóvenes alemanes que reivindicaban la libertad y acabó convertido en una presa política incómoda tanto a derecha como a izquierda

En Alemania, a comienzos del siglo veinte, grupos de jóvenes defendieron un nuevo estilo de vida basado en el antimaterialismo, el contacto con la naturaleza y la defensa del arte. Poco a poco fueron desapareciendo, pero su modelo sirvió de inspiración para los futuros nazis.
- La juventud alemana libre quiere, por propia determinación y bajo su responsabilidad, plasmar y dirigir su vida - estas fueron las palabras pronunciadas por un grupo de jóvenes alemanes en lo alto del Hoher Meissner, una montaña cerca de Kassel. Ellos buscaban reescribir la historia alemana, trascender su tiempo. Corría el año 1913 y el país estaba de fiesta. En muchas ciudades del país, los nacionalistas festejaban el centenario de la batalla de Leizpig con imponentes desfiles militares. Pero desde la cumbre del Hoher Meissner el mundo parecía distinto, más amplio y hermoso.
Aquellos jóvenes recibían el nombre de wandervögel («aves viajeras», en su sentido literal). El movimiento había nacido unos años antes en plena urbe de Berlín y sus fundadores habían sido Hermann Hoffmann y Karl Fischer, una pareja de estudiantes aspirantes a taquígrafos cuyos héroes eran antiguos poetas y filósofos.
Los wandervögel resultaban incómodos e inaprensibles

Desde comienzos de siglo, este grupo de jóvenes hacía gala de un nuevo estilo de vida, una visión de la juventud y la naturaleza que suponía una ruptura con la tradición alemana. Eran poetas, aunque pocos escribieran poemas. Amaban la literatura o la filosofía, y consideraban el arte como la mejor instrucción posible. Su inconformismo inicial —una mezcla de rebelión puramente juvenil y pagana— se dirigía contra el militarismo, la industrialización y el mundo adulto. La única verdad residía en los textos de Friedrich Hölderin y en sus sueños de inmensidad contenidos en novelas como Hyperion, escrita en primera persona. Era a ellos a quienes iban dirigidas sus mejores frases, las más intensas. Ellos eran los destinatarios de una Alemania mejor. ¿Y quién mejor que Hölderin para inspirar a los arquitectos de una nueva época?
«La esencia de los wandervögel —afirmaron en uno de sus manifiestos— es volar desde los confines de la escuela y la ciudad a un mundo abierto, alejado de los deberes académicos y la disciplina de la vida cotidiana en una atmósfera de aventura». 
Sus reuniones y forma de organizarse perseguían evadirse, pero era una evasión que buscaba redefinir el papel de la juventud alemana. En el centro del debate estaba la pregunta acerca de qué era realmente eso de «ser joven». En esa ruptura con el pasado, los jóvenes se autoproclamaron vanguardia. Su rebelión, aunque muy limitada y parcial, rompió con las ideas de familia y de tradición. La mayoría de ellos eran menores de edad, o con la mayoría recién cumplida, y solían organizar asambleas alrededor de una hoguera. Hablaban de poesía y literatura, de vida sana y camaradería, expresando una sensualidad no exenta de erotismo y una camaradería casi sexual. La naturaleza estaba llena de mensajes ocultos y símbolos que eran descodificados por medio de viejas canciones que hablaban de un tiempo perdido. Los poetas antiguos hacían de guías. Los libros eran talismanes.
Ese tiempo perdido se descubría en las frecuentes y rudimentarias excavaciones arqueológicas a las que dedicaban parte de sus excursiones. También rescataban viejas historias mitológicas que hablaban de un glorioso pasado germánico. Los habitantes de los pueblos solían verlos desfilar con sus guitarras y melenas, en grupos numerosos, cantando canciones que solo ellos parecían conocer. 
Los wandervögel eran un fenómeno plural, y prueba de ello fueron los grupos con integrantes judíos, como los Blau-Weiss. Muchas mujeres eran también aves viajeras, sobre todo a raíz de la creación de la Wandervogel Deutscher Bund, una organización específicamente de mujeres. También se habló de homosexualidad, pero pronto muchos de sus precursores comenzaron a distanciarse. Este estilo de vida desapegado, en el que se criticaba ferozmente los valores burgueses del dinero y el ascenso económico, era también puritano: aquellos jóvenes, quizás como protesta generacional, se reivindicaron castos y no veían en la procreación un fin en sí mismo.  En poco tiempo, adquirieron la dimensión de todo un movimiento y alguno de ellos comenzó a escribir sus experiencias, asegurando que se trataba de un fenómeno contracultural; los jóvenes abandonaban las ciudades y aspiraban a una vida en contacto con la naturaleza, desarrollando la amistad y confianza mutuas. Pero el movimiento, justo cuando estaba formado por miles de jóvenes, se consumía a sí mismo. Tenía sus días contados: sus mejores líderes se hacían mayores.
En esta época, justamente anterior a la Primera Guerra Mundial, los ya célebres wandervögel se convirtieron en una presa política incómoda tanto a derecha como a izquierda. Los izquierdistas advirtieron que, en el corazón de ese amor por el pasado, existían actitudes antisemitas y una enorme carga nacionalista; para los extremistas de la derecha, aquellos jóvenes eran inestables y rebeldes, demasiado libres y provocadores. Esa tensión duró un puñado de años, hasta que las fuerzas que apuntaban al nazismo que estaba por llegar captó su esencia y terminó por absolverlos.
Era el final de un tiempo.
Su forma de celebrar el centenario de la batalla de Leizpig (a solas, de forma austera, en lo alto de una montaña) fue un ejemplo de su carácter único. Sin embargo, tras las alturas tocaba bajar a tierra. Cuando fueron llamados a filas, a pesar de su pretendido antimilitarismo, acogieron la llamada con resignación. Los jóvenes se cortaron el pelo y, unos años más tarde, juraron fidelidad a un hombre que estaba llamado a ser el líder de todos los alemanes. Aquellos nuevos jóvenes, o esos otros que recordaban con ardor sus tiempos como «aves viajeras», siguieron cruzando el territorio, pero lo hicieron para sembrar el terror. Incluso traspasaron las fronteras y fueron más allá de donde jamás imaginaron, soñando con fundar un imperio. También llevaron sus canciones, pero la letra había cambiado. En su lugar, se recitaban bárbaras soflamas acerca de una misión histórica y de un pueblo que se creía el elegido.

Fuente                                                  Servando Rocha

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