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sábado, 15 de febrero de 2014

¡ARRIBA LA PATRIA GRANDE!



LA HISPANIDAD, AHORA Y SIEMPRE

En momentos tan cruciales para nuestra patria, debemos reflexionar sobre el reencuentro entre las dos orillas atlánticas para retomar lo que, desde muy a principios del siglo XX, se llamó, en palabras de monseñor Zacarías Vizcarra, la Hispanidad. 

Desde ese momento, prestigiosos intelectuales como Joan Maragall, Miguel de Unamuno, Eugenio d´Ors, Ortega y Gasset, entre otros, van tratando y escribiendo acerca del tema de la Comunidad Hispánica de Naciones, hasta alcanzarse la magistral y gran síntesis de Ramiro de Maeztu en su Defensa de la Hispanidad, primero, y después en el esclarecedor ensayo de Manuel García Morente, Idea de la Hispanidad.

Hay que relanzar en serio la realidad de Hispanoamérica, superando, de una vez por todas, la manifiesta falta de interés de los sucesivos gobiernos españoles que han denotado una evidente ausencia de preparación americanista. 


Para dedicarse a lo hispánico, en España, hace falta, en primer lugar, patriotismo, después entrega y trabajo; pero no sólo hacen falta las virtudes anteriores, sino que ellas han de descansar en un conocimiento de la realidad total de Iberoamérica.

Las relaciones de doble vía entre España e Hispanoamérica han de resurgir con vigor y cumplir su misión histórica. Nuestra patria ha de cumplir su papel de puente entre Europa e Iberoamérica (sin olvidar ganivetianamente las huellas hispánicas del África: Guinea, Sahara, Marruecos, etc.) 


Es España en América y la pluralidad americana en España. Nuestra nación no se forjó ni en 1492, ni en los largos siglos de la Reconquista, como mantuvo Américo Castro. Los milenarios ingredientes prerromanos, romanos y visigodos del ser de España, se estructuran, se perfilan, se vigorizan, a lo largo de los siglos precedentes al Descubrimiento y cristianización de América, como afirmara Sánchez Albornoz.

En 1492 se hermanan España y los numerosos pueblos americanos. A pesar de los excesos que se produjeron entre esa fecha y 1600, que la mayoría de las veces denunciaron los propios españoles –como sería el caso de Fray Antonio de Montesinos o el padre Francisco de Vitoria- el vínculo irrompible entre España e Iberoamérica se forjó a través de dos elementos: el de la sangre, mediante el mestizaje, lo cual diferencia la presencia de España en América respecto de la presencia de otros pueblos en sus territorios coloniales; y el del espíritu, con el surgimiento a lo largo de la vasta y heterogénea geografía americana de templos, audiencias, universidades…

Estamos en un momento crucial en el que España e Hispanoamérica no pueden perder la ocasión histórica de constituir una Comunidad viva de pueblos con una misma lengua llena de diversos y sonoros matices, con una capacidad de producción y desarrollo por explotar y dinamizar, con su sentido de lo que es el hombre, y todo ello sustentado en la homogeneidad esencial de la religión, la cultura y la historia, común a todos los pueblos hispánicos. 


Hay que despertar la americanidad de España, ponerla en movimiento y conjugarla con la hispanidad de América, y sin dejar de mirar a Europa, mirar a la otra orilla de la Mar Oceana para redescubrir nuestra otra España, la americana.         

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