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martes, 11 de febrero de 2014

DETERIORO PROGRESIVO




El fracaso de la ortodoxia liberal

El pasado 20 de agosto de 2010 escribíamos en esta misma columna un artículo : la esclavitud de las ETTs (abajo).

La denuncia del parasitismo económico practicado por este tipo de empresas levantó un revuelo en los comentarios a pié del artículo, posiblemente escritos por gente que ni ha sufrido a las ETTs ni tiene en su círculo de familiares a alguien que sufra esta moderna versión de la explotación económica. Pero en ese mismo artículo se citaba un interesantísimo trabajo de Steven Hill que conviene recordar ahora. 

Entonces decíamos: "El pasado 29 de julio, el analista norteamericano Steven Hill ha publicado un interesante artículo titulado No despreciar a Alemania y Japón. Aprended de ellos. Hill señala que a finales de los 90, el premio Nobel Paul Krugman publicó una serie de artículos de difusión mundial escandalizado por la terrible situación económica japonesa. Así, un país con el 3% de desempleo, con las diferencias más bajas entre ricos y pobres, con una seguridad social que cubre a la totalidad de la población y con bajísimos índices de criminalidad, se halla, no obstante, en una situación ´terrible´ porque su crecimiento es bajo o por que la demanda no alcanza tal o cual nivel. En España, las ETTs y todos los contratos basura han servido para alegrar las estadísticas del paro y ocultar el deterioro progresivo que en nuestro ´Estado de Derecho´ han padecido las clases trabajadoras y la clase media en general.

Hill se pregunta: ´¿De qué modo los economistas como Krugman deciden lo que se valora y lo que se prioriza? ¿Cómo deciden qué es lo que hay que medir? ¿Para qué sirve la economía? ¿Para producir prosperidad, seguridad y servicios que la gente necesita o para satisfacer a los economistas, sus teorías y sus modelos?´. 


La pregunta de Hill es muy pertinente porque si esto no se tiene claro acabaremos sacrificando la vida de millones a la soberbia intelectual de economistas y políticos, ávidos de ego y sobrecargados de teorías fracasadas.

Lejos del dogma liberal, el trabajo no es una mercancía más -como tampoco lo es el dinero- que interesa que sea lo más barato posible. Las oscilaciones del precio del trabajo, en un sentido o en otro, tienen consecuencias que pueden ser desastrosas para las personas concretas y cuya importancia establece perfectamente que la economía tiene límites. Al fin y al cabo la economía no es sino una mera técnica al servicio de otras cuestiones y no una ´ciencia´ como pretenden algunos".

Sinceramente espero que las reflexiones realizadas en nuestro artículo, así como las aportadas por Steven Hill se metan en las cabezas de tanto economista y tanto político, de esos que gustan de experimentar con las vidas de todos y prefieren salvar una teoría antes que el futuro de las personas. Esto es lo que a mi se me ocurre tras leer la información suscitada en la prensa al hilo del informe de la Encuesta de Población Activa. 


Así, en El Mundo, Esther Mucientes nos cuenta que, según el Ministerio de Trabajo, "el 42% de los contratos firmados en diciembre (campaña de Navidad) fueron inferiores a un mes, y más de la mitad de ellos con una duración de 7 días".

Mucientes narra la historia de Silvia: "Su marido se quedó sin empleo en Galicia hace dos años, debido a la ´prometedora´ fusión bancaria Caixanova y Caixagalicia. Aunque la nómina no era muy alta, unos 1.100 euros, era suficiente para llegar, sin lujos, a fin de mes. Tras un año en el paro, encontró finalmente trabajo en un ´communication center´ de una conocida empresa alemana. Tiene un contrato temporal fin de obra y está contratado por una ETT. Como cuenta Silvia, ´cada mes la nómina es una sorpresa´. Cobra 7,50 euros la hora, así que ´hay meses de 532 euros, hay otros que llegamos a los 800... Trabaja según las estimación de llamadas que se van a recibir, y en función de esto hay más personal o no, por tanto o trabajas o no´". Mucientes aduce otros ejemplos, algo que es el pan nuestro de cada día de los españoles de 2014, desgraciadamente.

Y es que el panorama es bastante desalentador:
según la Comisión Europea, 2013 se ha caracterizado en toda la UE por la generalización de los contratos basura. Según parece, el 65% de las personas "en riesgo de exclusión social" que trabajan no escapan a ese "riesgo de exclusión social". Dicho de otro modo; los pobres siguen siendo pobres a pesar de trabajar. Este terrible problema señalado por la Comisión es, según la misma Comisión, especialmente grave en España, que es uno de los países donde peor empleo se crea. 


Es por tanto el "empleo basura" el que logra alegrar las estadísticas.

Por otro lado, 2013, que se cerró con 5.896.300 personas en paro, es decir 69.100 menos que en último trimestre de 2012, tuvo también una reducción de 198.900 ocupados, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Los datos no son incompatibles. La población activa, o sea la que tiene trabajo o lo busca, ha perdido 267.900 personas a causa del envejecimiento de los españoles; la emigración al extranjero; la marcha de los extranjeros; la dedicación a otras actividades cuando no encuentran empleo -desde cursos de formación a la inactividad-; o por recalar en la "economía sumergida". Así que los antiguos parados no es que hayan encontrado trabajo, sino que han desaparecido de las estadísticas por varios motivos.

Solo la desvergüenza de los políticos puede presentar esto como un éxito, alegando que se ha "moderado" la destrucción de empleo. 


Pero lo más grave es que el necio empecinamiento de los políticos del PP en hacer de la economía el centro del universo, contrasta con el hecho real de que ni siquiera son capaces de gestionar con éxito aquello en lo que se consideran expertos y en nombre de lo cual abandonan a la izquierda todo lo demás. Aducen las felicitaciones de organismos que apuestan sin duda por el abaratamiento de la mano de obra –aunque ello conlleve el empobrecimiento del pueblo- como el FMI porque, escudados en el lenguaje oscurantista de esos supuestos expertos, apelan a un falso argumento de autoridad y pueden presentar públicamente comentarios favorables a sus políticas fracasadas.

A estas alturas, creo que ya va siendo hora de que se normalice el debate en torno al modelo económico y que empiecen a plantearse alternativas. 


Aquí van algunas ideas para discutir: el fin de todo modelo económico es producir prosperidad, seguridad y servicios a la gente , y no garantizar el máximo beneficio al capital especulativo. Otra idea: el Estado debe velar por que ningún estrato del país quede al margen de unos medios mínimos para garantizar una vida digna, pese a quién pese y caiga quién caiga. Más aún: la deslocalización económica es una lacra que ha acabado con nuestra industria; la producción de un país no existe para la exportación sino, en primer lugar, para el mercado interior; no está escrito en las estrellas que cualquier modo es lícito para incrementar los beneficios bancarios sino que dicho enriquecimiento está en función de los intereses generales del país; los bancos centrales deben de estar sometidos a control político, etc.

Tras todas estas ideas subyace en realidad un debate antropológico que están librando ahora mismo todos aquellos que no se encuadran en ideologías al uso. La idea que se dirime es: ¿cuál es la función de la economía? 


Desde luego, la izquierda, y especialmente la más delirante –al estilo de payasos como Sánchez Gordillo- son parte del problema y no su solución. Más bien, ellos se encargan de conducir a vías estúpidas e improductivas las inquietudes y las rebeldías características de la sensibilidad de izquierdas, lo mismo que el PP hace lo propio con el electorado conservador.

Pero lo que nos interesa destacar en este artículo es que se han cumplido nuestros presagios más pesimistas. El primero, avanzado tantas veces en esta columna, es que la ortodoxia liberal del PP ha fracasado en aquello que, siempre según ellos mismos, son los mejores haciendo. 


Algunos aducirán que el problema es que no son suficientemente liberales, algo que recuerda a los críticos ultraizquierdistas de la afortunadamente extinta Unión Soviética: estos no eran en realidad auténticos comunistas. 

Y es que para la ineptitud y el fracaso, siempre ha permanecido abierta la vía de la utopía.

Así que, visto lo visto, ya es hora de ir pensando en otra cosa, desde Bruselas a Madrid.
                                                          
                                    Eduardo Arroyo
Fuente
elsemanaldigital

"Son parásitos sociales, nutridos con el sudor de gente a la que presiona un mercado a la baja, pero lo peor es que el Estado ha encontrado en ellas la manera de eludir su responsabilidad". 

                   Leer+la esclavitud de las ETTs.

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