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viernes, 30 de mayo de 2014

NON A BRUXELLES, OUI A LA FRANCE




Marine Le Pen se alza como la esperanza de la juventud y los obreros franceses
Marine Le Pen y su padre, Jean-Marie, han tomado los mandos de la segunda locomotora europea, pero para dirigir el tren desde el vagón de cola y acelerar en dirección contraria a la conductora alemana. Las mesas de debate de las televisiones francesas eran anoche niágaras de lagrimones vertidos por los representantes políticos del establishment -derecha, centro, izquierda y extrema izquierda- que no encontraban nuevos argumentos para explicar lo que se veía venir desde el lepenazo de 2002, cuando el ogro Le Pen eliminó al socialista Lionel Jospin en la primera vuelta de las presidenciales.
Antes y después de esa fecha, esos mismos representantes de la "elite", como dicen los Le Pen, acompañados en los coros por la prensa bienpensante y experta en la política del avestruz, encontraba un arma  contra el FN: el vituperio y la descalificación no sólo de sus líderes -perfectamente lícito- sino, más grave, insulto y desprecio a sus votantes.
Y conviene hablar de esos votantes del Frente Nacional. Para sorpresa de muchos, los jóvenes franceses, “el futuro de Francia”, como dirían los cursis,ponen su esperanza en  el partido que muchos sólo saben definir como ultra y extremista. En Francia, el Podemos y la indignación juvenil en general no van a la izquierda de la izquierda. El FN se lleva el 30% del voto entre los menores de 35 años. Por encima del respaldo obtenido entre los mayores de 60, un 21%.
Que la juventud francesa ponga sus esperanzas en la familia Le Pen es sintomático del panorama político, económico y social francés. Que los obreros (43%) y empleados (38%) voten en masa al FN ya no es ninguna sorpresa, pues es una dinámica que viene constatándose desde hace años.

La crítica al 'austericidio' es cosa del FN

En Francia, la retórica sobre el austericidio, la “lucha contra el holding de las finanzas” y “la oligarquía” es compartida, sílaba por sílaba, por el FN y los izquierdistas del Frente de Izquierda, PCF incluido. Los resultados en las urnas parecen dejar bien claro que ese discurso es más creíble en boca de Jean-Marie, Marine y su sobrina, la diputada Marion Marechal Le Pen, que en labios del sulfuroso y agitado Jean-Luc Melenchon. Este político, militante del PSF desde 1977, decidió un día que estaba más a la izquierda que su entonces amigo y camarada, Manuel Valls. Hoy conduce a su formación a tristes resultados electorales y hunde de paso a unos comunistas que no se fían de él, pero que creen que hacen más el ridículo solos que coaligados.

El Frente Nacional convence pues a jóvenes, obreros, anticapitalistas, nacionalistas y a los llamados petits blancs, eso franceses que no han tenido el dinero suficiente para abandonar los barrios que los inmigrantes y sus hijos, ya franceses, ocupan y donde esos blanquitos sufren el desprecio, la discriminación y las agresiones de una parte de sus nuevos vecinos. Pero claro, reconocer esto en Francia es un delito que vale el calificativo de populista, cuando no de fascista. Lo mismo que denunciar el pánico al islamismo que se instala en esos mismos guetos, sin que la gauche caviar y la derecha trincona se atrevan a reconocerlo.  

El refugio de 'los olvidados'

Esos ciudadanos, olvidados por los partidos tradicionales y despreciados por la izquierda; los trabajadores que ven desaparecer su puesto en industrias no reformadas cuando se debía; esa juventud a la que se le cierra toda posibilidad de obtener un salario hasta haber trabajado gratis como becario hasta más allá de los 25 años; esa clase media machacada por los impuestos y que sufraga el paraíso social menguante de los aprovechados, y muchos funcionarios, antes voto seguro del PSF, que han empezado a trastocar sus convicciones.

Pocos se han atrevido en Francia, hasta ahora, a denunciar esa política de diabolización e insulto sistemático durante años contra el FN y sus votantes. Algunos de esos guardianes que antes querían boicotear en los debates y en la prensa a Le Pen insistían anoche en que no se debía haber desdiabolizado al FN. Como si el paro, la degradación de la industria y la pérdida de competitividad de Francia pudiera seguir ocultándose; como si el considerar estúpidos e infantilizar a los ciudadanos fuera el mejor bálsamo anti-Le Pen.

Hollande, perdido. Valls, frustrado. El PSF, hundido

Marine y su padre, henchidos de alegría e hinchados de votos, piden la dimisión del Primer Ministro, Manuel Valls. Él era el llamado a frenar el empuje rampante del Frente Nacional. Él ha sido convocado a última hora por el presidente más impopular de la historia de la Francia moderna para enderezar una política errática y poco exitosa en los dos primeros años de mandato social-ecologista. Las medidas económicas de urgencia para perdonar algunos euros en los impuestos a las familias más pobres han servido, de momento, para poco. Por supuesto, Jean-Marie y su hija, también estaban obligados a pedir la disolución de la Asamblea.

Hollande no llegará a tanto, al menos  de momento. Aunque bien podría un día llamar a elecciones anticipadas, conservar la Presidencia, y pasar el bastón de mando a un primer ministro de derechas que se rompiera la crisma contra la crisis. Con una credibilidad bajo cero, el inquilino del Elíseo ya no atrae la atención ni cuando anuncia reuniones de urgencia, como la que celebró este lunes. Pocos creen en milagros y, especialmente, en el de la creación de empleo, la gran pesadilla de un presidente que se decíanormal. Hollande, Valls y su guardia pretoriana pidieron a sus asesores de comunicación describir la catástrofe electoral del domingo como “un seísmo”. Poco original, pero justo.
Una derecha sin líder ni línea política
Adjetivos parecidos utilizaron otros grandes derrotados. Los centro-derechistas de la Unión por un Movimiento Popular (UMP). Para ellos, la culpa del avance espectacular del FN es, por supuesto, el descalabro del Gobierno socialista. Pero la UMP fue incapaz de ganar, como pretendía, el asalto a los Le Pen. Un partido infectado por las luchas de líderes, tras lahibernación de Sarkozy, y cuyo actual jefe, Jean François Copé, es sospechoso de haber sobrefacturado los trabajos hechos para el partido por la empresa de un amigo, tiene pocas lecciones que dar a sus rivales socialistas. Dos años después de su derrota en las urnas, no han encontrado todavía una línea política para contrarrestar la atracción del FN ni nuevas ideas para afrontar la crisis, diferenciadas de las que aplica el PSF.
Le Pen, el Elíseo bien vale una vuelta por Bruselas
La lectura nacional del escrutinio europeo era inevitable en Francia, como en todos los países de la UE. Con el 25 por ciento de votos, el FN envía a Bruselas 24 diputados y Francia tiene el honor de acaparar los titulares internacionales por su rechazo a Europa y por los protagonistas visibles de ese resultado. En Francia, la UE seguirá contando poco para los partidos políticos, si no es como cabeza de turco de sus propios fracasos. La preocupación seguirá dentro del Hexágono. Los que en estas últimas semanas han estado denigrando en mayor o menor grado a Europa sólo piensan ya en la cita de las presidenciales de 2017. Hollande ya dijo que no será candidato si la situación económica no mejora. La UMP no encuentra el sustituto para un añorado Sarkozy, perseguido por los escándalos judiciales. 

Marine Le Pen sueña un poco más, gracias a la UE, con ocupar el Palacio del Elíseo y dirigir los destinos de Francia. Si ese día llega, sus rivales ya no podrán culpar a Europa.

Fuente                            Luis Rivas
elconfidencial

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