Elecciones europeas del 25-M: Un fracaso conjunto y sin paliativos del PP y el PSOE
La política española ha llegado a límites tan deplorables que en los comicios europeos del 25-M, y por primera vez en el nuevo régimen democrático, se ha generado una respuesta electoral en la que, aun habiendo ganado el PP en strictu sensu, también puede decirse en lato sensu que los partidos nacionales más votados han perdido y que los menos votados (y otros emergentes) han ganado. Es decir, que junto a una lectura ajustada y clásica de los resultados existe otra más amplia que los reinterpreta de forma restringida o contrapuesta.
Claro está que en cualquier proceso electoral hay forzosamente un partido o una candidatura ganadora, aunque sea por la mínima diferencia, frente al conjunto de alternativas perdedoras. Eso es cierto e incuestionable.
Pero las circunstancias en las que se ha producido la victoria del PP con 16 eurodiputados, seguido del PSOE con 14, no deja de cuestionar su victoria (pírrica) y también su futuro electoral más inmediato, situación paradójica que afecta también al PSOE como primer partido de la oposición, que ya venía situado en posición de ‘empate técnico’ con el PP en los sondeos electorales previos más solventes y que al fin y al cabo tendrá que digerir su mismo desmerecimiento político y social.
Por el contrario, partidos hasta ahora minoritarios a nivel nacional y con muchos menos recursos de todo tipo, que en el cómputo global de los resultados han quedado en posiciones más retrasadas, pueden considerarse auténticos ganadores al haber emergido con fuerza, rompiendo la previa hegemonía política PP-PSOE. Mientras algunos otros -sólo con implantación autonómica- han ganando de calle las elecciones europeas en su ámbito territorial, con el handicap de haber identificado plenamente su campaña con la aspiración independentista, que desde luego son palabras mayores.
La reversión de la representatividad política
Esta es la realidad del 25-M, anticipada desde hace tiempo en nuestras habituales Newsletters, hagan las lecturas interesadas que hagan cada uno de los partidos en liza y sobre todo el PP y el PSOE, que, como decimos, son los auténticos derrotados, cada uno de por sí, también en su conjunción y sin que quepan al respecto dudas ni paños calientes paliativos.
La primera gran evidencia de la derrota PP-PSOE (partidos que patrocinan el llamado ‘bipartidismo imperfecto’), es la bajísima participación electoral a la que se ha llegado de forma evolutiva, reflejada en el cuadro adjunto: un 44,7% (cifra oficial del Parlamento Europeo). Porcentaje tan exiguo que invalida los resultados en términos no sólo estadísticos, sino también éticos y políticos, porque como es obvio deja sin representación al 55,3% del censo electoral, que constituye la mayoría absoluta del país. Puede decirse, por consiguiente, que, aun como ganador, el PP –que es el partido en el Gobierno- ahora sólo representa a poco más del 12% de los españoles con derecho a voto (o representables), sin que como es lógico pueda aducirse nada mejor en defensa de los resultados aún más negativos del PSOE. Y punto.
ELECCIONES EUROPEAS
AÑO
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% Participación
en Europa
|
% Participación
en España
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1979
|
61,99
|
---
|
1984
|
58,98
|
---
|
1989
|
58,41
|
54,71
|
1994
|
56.67
|
59,14
|
1999
|
49,51
|
63,05
|
2004
|
45,47
|
45,14
|
2009
|
43,00
|
44,90
|
2014
|
43,11
|
44,70
|
Por ahora, la verdadera representación de España en el Parlamento Europeo, y por extensión en la Comisión Europea, sigue siendo la abstención: la de la España real que abomina de la clase dirigente y de los partidos políticos en general (la política en sí misma sería otra cosa), y no la irreal que subyace en la España oficial. De esta forma, en puridad estadística, incluso los dos partidos mayoritarios -PP y PSOE- que han logrado 30 escaños de los 54 asignados a la circunscripción española, sólo se representan a sí mismos, con su cada vez más escasa afiliación de andar por casa y sus intereses estrictamente grupales.
¿A qué trabajadores, a qué familias, a qué jóvenes, a que organizaciones de representación social… van a defender esa falsa mayoría de eurodiputados españoles, si sus teóricos representados les han negado el voto y retirado la confianza política de forma masiva…? ¿Y quiénes van a escuchar sus manidos discursos europeístas y sus falsas promesas de reformas políticas regeneracionistas…? ¿Acaso han reconocido siquiera en sus campañas electorales el fenómeno de la corrupción política o se plantean seriamente su erradicación…?
Antes al contrario, todo indica que, por ahora, la sociedad española en su conjunto -la real y estadísticamente mayoritaria- visualiza a sus europarlamentarios como cómplices de la tiranía económica muñida en Bruselas, o al menos de su incompetencia política, y enemigos declarados del Estado llamado ‘social’, razón por la que han sido elegidos con tan poco respaldo ciudadano… Volcado el PP en la lucha contra el euroescepticismo y en la defensa del actual modelo europeo de desarrollo, es obvio que se ha desentendido de la realidad española, mientras las posiciones timoratas del PSOE le hacen navegar también por derroteros muy parecidos.
Y ello con independencia de que, además, la participación general en las elecciones europeas, es decir la registrada en el conjunto de la Unión Europea (sólo un 43,11%), sea igual de pobre y siga estancada también de forma evidente bajo mínimos de representatividad social. Aún peor es que ese déficit esté todavía más lastrado democráticamente con el crecimiento de los partidos euroescépticos, xenófobos y sobre todo de la ultraderecha.
Paradoja: los ganadores decrecen y los perdedores crecen
Obviamente, esta argumentación o especie de ‘regla de tres’ aplicada a la participación y/o abstención electoral, que deslegitima la representación política resultante, también es aplicable al resto de los partidos y coaliciones presentes en la pugna electoral. Lo que sucede es que, aun siendo así, mientras unos (los relativamente más votados PP y PSOE) han perdido apoyo electoral de forma muy significada, otros (los teóricos perdedores menos votados) lo han ganado y están en línea de crecimiento, al margen de otros partidos nuevos que también han obtenido representación en el Parlamento Europeo.
En relación con la situación preexistente, o sea con los resultados obtenidos en las elecciones europeas de 2009, el PP ha perdido un 16,26% de votos (pasando del 42,3% al 26,04%) y el PSOE un 15,57% (pasando del 38,6% al 23,03%). Mientras que IU ha ganado un 6,29% (pasando del 3,7% al 9,99%) y UPyD un 3,57% (pasando del 2,9% al 6,47%). Con el añadido de los tres nuevos partidos que acaban de obtener escaños europeos: Podemos con el 7,94% de votos y 5 escaños, Ciutadans con el 3,16% de votos y 2 escaños y Primavera Europea con el 1,9% de votos y 1 escaño.
Y vistos los resultados del 25-M en su conjunto, es evidente que las dos fuerzas políticas mayoritarias (PP y PSOE) han tirado por la borda un importante respaldo social del 31,83%. Mientras que otras dos fuerzas también nacionales hasta ahora muy minoritarias (IU y UPyD) han ganado un respetable 9,86% de electores y los tres partidos emergentes (Podemos, Ciutadans y Primavera Europea) otro 13% aún más considerable.
Y este es un dato directo sobre votos emitidos y válidos sin desviaciones de representatividad porque el reparto de escaños se realiza con criterios de proporcionalidad, no afectado por la aplicación de la Ley D’Hont que en las demás elecciones españolas prima a los partidos más votados y castiga a los menos votados (así el PP ha obtenido 16 escaños, el PSOE 14, IU 6 y UPyD 4, frente a los 24 escaños, 23, 2 y 1 que obtuvieron en las anteriores elecciones de 2009).
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