La hipocresía de la ONU
Las Naciones Unidas no existen como tal, pero sí hay una comunidad internacional que ocasionalmente puede ser dirigida por el único poder real que existe en el mundo: EEUU, siempre y cuando esto le convenga. Cuando toma el liderazgo lo único que le queda a la ONU es seguirlo.
Exsubsecretario de Estado, John Bolton, 1994.
La reciente resolución de la Asamblea de la ONU que califica de “inválido” el referendo de Crimea después de que fracasara la misma resolución en el Consejo de Seguridad debido al veto ruso, hace recordar la política de doble rasero que siempre adoptó esta organización durante los noventa y cuatro años de su existencia.
La predecesora de la ONU, La Liga de las Naciones, fundada en 1920, no logró evitar el surgimiento del nazismo y prevenir la Segunda Guerra Mundial.
Tras aquella guerra, la Liga de las Naciones desapareció temporalmente para resurgir de nuevo en 1946 como la ONU, con sede en Nueva York, y así se convirtió en un aliado y subordinado incondicional de Norteamérica, avalando con su silencio o el consentimiento las múltiples invasiones de EEUU a Panamá, Cuba, Filipinas, Honduras, República Dominicana, Rusia, Yugoslavia, Guatemala, El Salvador, Irán, Grecia, Vietnam, Egipto, Líbano, Laos, Camboya, Granada, Somalia, Afganistán e Iraq.
Y esto sin mencionar las resoluciones favorables de la ONU para el uso de fuerza militar de la OTAN en Libia que terminaron con el país “balcanizándolo” y destruyendo toda su infraestructura productiva. Por algo el exsenador norteamericano Henry Cabot Lodge caracterizó a la Liga de las Naciones alguna vez como “una creación diabólica con un nombre angélico”. Sin duda alguna, si Cabot Lodge hubiera vivido no dudaría en decir lo mismo sobre la ONU, tomando en cuenta su pasividad y el apoyo implícito a los intentos subversivos de la OTAN, bajo el completo control de Washington, de apoderarse de Siria y producir cambios que favorecen a sus intereses geoestratégicos y geoeconómicos en Ucrania. Tampoco dice ni una palabra la ONU sobre los intentos abiertos del departamento de Estado y de la CIA, denunciados oficialmente por el gobierno de Venezuela, de producir un golpe de Estado en este país para poner fin al chavismo y al proceso de integración regional que sigue promoviendo el presidente venezolano, Nicolás Maduro.
Los estrategas de Wall Street siempre apelan a la frase “seguir el movimiento del dinero” para explicar la conducta de las grandes corporaciones, de los líderes de los países o de los simples seres humanos. Así para los latinoamericanos es muy fácil entender la política de la sumisión de la OEA a Washington que es responsable del 67 % del presupuesto de este organismo.
Algo parecido pasa con la ONU tomando en cuenta que Norteamérica cubre el 22 % de su presupuesto.
Esto significa que para el año fiscal 2014-2015 el aporte norteamericano es de 1216 millones de dólares. A la vez para las operaciones de paz la ONU mantienen un presupuesto aparte de siete mil millones de dólares en que participan unos ciento veinte mil militares, policías y empleados civiles. EEUU financian el 27 % de estas operaciones aportando 1890 millones de dólares al año. Todo esto explica la política de doble rasero de la ONU que no puede resistir a las presiones de la única superpotencia del mundo que utiliza este organismo para promover sus intereses nacionales.
Los últimos acontecimientos en Ucrania ilustran la sumisión de la ONU a EEUU claramente.
De acuerdo al semanario norteamericano 'American Free Press' lo que la ONU calificó como “la lucha del pueblo ucraniano contra la corrupción y por la democracia, que se convirtió finalmente en una revolución”, en realidad era un simple golpe de Estado que costó más de cinco mil millones de dólares y que fue organizado por la CIA, el departamento de Estado, la UE y las ONG, después de veinte años de preparación y entrenamiento de los futuros “revolucionarios”.
La resolución adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas declarando “no válido” el referéndum de Crimea (a pesar de la voluntad de más del 97 % de su población de retornar la península a Rusia, desligando así su territorio de Ucrania), fue resultado de la presión de los países con mayor influencia en la región buscando favorecer sus propios intereses geopolíticos y dividiendo a la comunidad internacional en bloques de influencia.
En total, esta resolución, no vinculante, fue aprobada con cien votos a favor, once en contra, cincuenta y ocho abstenciones y veinticuatro países que no se presentaron para la votación. Los resultados finales que muestran que noventa y tres países de los ciento noventa y tres miembros de la ONU no apoyan a EEUU y la UE, reflejan la clara división que se ha producido en el mundo, debilitándose el concepto del unilateralismo impuesto por EEUU y reforzándose el del multilateralismo o plurilateralismo como solía decir Hugo Chávez.
Sin embargo, estos cambios no afectan la actitud de la ONU, que se mantiene fiel a su política de doble rasero. El ejemplo de Kosovo confirma la parcialidad programada de la ONU, que mantuvo un silencio cómplice frente a aquella masacre calificada por Bill Clinton como “una intervención humanitaria”.
Tampoco dijo este organismo una palabra cuando Kosovo, la cuna de la Fe Ortodoxa Cristiana de los serbios, fue declarado independiente siguiendo los dictados de uno de los más siniestros especuladores internacionales, George Soros. Este financista aconsejó a la Misión Internacional de la ONU en Kosovo “tomar urgentemente el Complejo Minero Trepca y sacar de allí a los serbios”, e inclusive explicó cómo hacerlo. Kosovo posee los yacimientos de oro y plata más grandes de Europa, estimados en cinco mil millones de dólares, de los cuales George Soros quiso apoderarse.
En su discurso pronunciado el 26 de marzo pasado en Bruselas, el presidente norteamericano mencionó el referéndum fantasma que tuvo lugar en Kosovo, respaldado por la ONU. Sin duda alguna Barack Obama fue mal asesorado e ignoraba la verdad. La independencia de Kosovo fue aconsejada por Soros, declarada por el parlamento de Pristina y aceptada inmediatamente por EEUU y la OTAN. También las Fuerzas de Paz de la ONU participaron en este proceso.
Ahora George Soros, interesado en la riqueza de Ucrania, elaboró un plan para “castigar” a Rusia por sus “acciones en Crimea”. Según este “plan”, EEUU tiene que soltar al mercado internacional sus reservas estratégicas de petróleo para hacer caer el precio del barril debajo de cien dólares, lo que afectaría el presupuesto de Rusia. Lo que no calcula este especulador voraz es que los 695,5 millones de barriles de oro negro de las Reservas Estratégicas Nacionales afectarían la economía de Rusia solamente durante sesenta y cuatro días, plazo insuficiente para hacer un daño significativo al presupuesto de Rusia. También Barack Obama está tratando de convencer a Arabia Saudí de aumentar la producción de petróleo con el mismo propósito.
Mientras tanto, la ONU sigue brindando su apoyo habitual a los que se consideran ser amos de este mundo sin darse cuenta que el mundo está retornando lentamente a su rumbo multilateral que no acepta fácilmente las imposiciones. Solamente las Naciones Unidas no lo perciben o no lo quieren ver.
La escritora hindú Arundhati Roy caracterizó a la ONU en 2003 como “la chica ONU de siempre. Se ha convertido en la conserje del mundo. Es la filipina de limpieza, la novia del correo de Tailandia, la au pair jamaiquina. La han contratado para limpiar la mierda de otros. Usan y abusan de ella a su voluntad”.
Fuente Vicky Peláez
aporrea
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