Pautas para una nueva Francia: libertad para el velo y árabe obligatorio en la escuela
El laicismo, uno de los pilares del sistema republicano que rige la convivencia en Francia desde hace décadas, se ve atacado por los defensores del multiculturalismo y la presión de grupos musulmanes.
Un informe encargado por el primer ministro galo en el que se recomienda levantar la prohibición del uso del velo islámico y reconocer la "dimensión árabe-oriental" de Francia, ha dejado en entredicho al presidente Hollande y supone un regalo de Navidad adelantado para el Frente Nacional de Marine Le Pen.
El Jefe de Gobierno, Jean-Marc Ayrault, pidió a más de cien expertos profundizar en el eterno problema de la sociedad francesa: la asimilación o integración de los ciudadanos de origen extranjero y la de sus descendientes nacidos en el territorio.
El resultado de la reflexión fue elogiado por Ayrault y publicado en la página web oficial de Matignon. Dormía tranquilo en el lecho informático hasta que un periodista de Le Figaro lo encontró y publicó el contenido.
Las recomendaciones para una supuesta nueva Francia.
Los redactores del dossier preconizan, entre otras medidas, eliminar la prohibición de uso del velo islámico en las escuelas públicas, una decisión adoptada por el legislativo en 2004, tras años de debates entre izquierda y derecha.
El velo islámico es el emblema de la lucha entre laicos y comunitaristas en Francia. El asunto explotó en 1989, cuando dos alumnas se negaron a quitarse el pañuelo para entrar en clase. El estamento político no quiso mojarse claramente y fueron los jueces los que en un primer momento decidieron aplicar las normas que desde 1905 determinan la laicidad del Estado francés.
Instaurar una policía del pensamiento
Pero la controversia no se detuvo ahí. La insistencia de grupos islámicos resucitó el debate durante el gobierno del socialista Lionel Jospin (1997-2002), que decidió dejar la solución en manos de los directores de cada colegio. Una espantá que no resolvió el problema, zanjado definitivamente por consenso hace casi diez años.
Pero si el velo es el elemento de crispación más visible, el informe de Matignon defiende unas medidas que, para muchos de sus críticos, en la izquierda o la derecha, laicos o religiosos, musulmanes o cristianos, suponen la instauración de "una policía del pensamiento", un manual para "la reeducación de las masas" que habitan en territorio francés.
Después de enumerar diferentes puntos inatacables sobre la discriminación que viven en Francia los ciudadanos de origen no europeo, en el documento se preconiza que el término "integración" debe abolirse y dar paso al de "inclusión". No es el individuo foráneo el que debe integrarse, sino que la sociedad debe también incorporarse a la cultura, lengua o religión del inmigrado o de sus descendientes.
De las 279 páginas del informe, las recomendaciones más sensibles se refieren a los símbolos tradicionales de la nación. Según los redactores del trabajo, hay que hacer menos homenajes a la bandera, una sugerencia que incluso los más furibundos comunitaristas nunca habían osado hacer.
"Acabar con la supremacía del macho blanco y heterosexual"
La lengua francesa es rebajada casi al mismo nivel que los diferentes idiomas hablados por ciudadanos de diversos orígenes, pero en especial se insiste en el reconocimiento de "la dimensión árabe-oriental" de Francia y, por tanto, la inclusión de la lengua árabe en el sistema escolar desde la infancia. Los escolares deberían también conocer otro enfoque de la historia oficial, que acabaría con la preeminencia de los protagonistas "machos, blancos y heterosexuales".
Se sugiere también la creación de un delito de "acoso racial" que afectaría en especial a los periodistas que mencionaran el nombre, el origen, la religión o la etnia de los protagonistas de ciertas noticias.
En fin, una ensalada de propuestas que según ha resumido para El Confidencial, la ensayista feminista Caroline Fourest, "se inscribe en la línea ideológica de la diversidad y no de la igualdad; en la línea del multiculturalismo y no de la República". Para Fourest, cuyo combate contra el integrismo religioso le valió ser apaleada por ultras católicos durante las manifestaciones anti-matrimonio gay, "el informe alaba las diferencias culturales y favorece la división dentro de la sociedad".
La derecha despierta, Hollande se enfada
Cuando el informe saltó a la prensa, la derecha, a través del jefe de la Unión por un Movimiento Popular, François Copé, entró al trapo en un asunto que podía levantar su mermada popularidad. Para Copé, hijo de padre rumano y madre argelina, "el trabajo encargado por el jefe de Gobierno no pide a los extranjeros que se integren en Francia, sino que exige a Francia adaptarse a los extranjeros".
Ayrault tuvo que desmentir que su Gabinete quisiera abrir una nueva guerra del velo y, después de insultar al jefe de la oposición, dijo que el informe es sólo un documento de trabajo. Poco después, lo retiró de su página web.
El presidente Hollande, de visita oficial en Brasil, vio oscurecido su periplo por una nueva bomba activada por sus propios camaradas y fue tajante en señalar que ese documento no fue encargado por su oficina; una especie de excusa infantil -"yo no he sido"- que no aliviaba su sonrojo pero que machacaba públicamente a Ayrault.
El asunto es una nueva muestra no solo de la cacofonía oficial, sino de las de las divisiones que este debate provoca dentro del Gobierno, de los militantes del Partido Socialista y de la izquierda francesa en general: multiculturalistas contra republicanos laicos. Entre los primeros, el ala izquierdista del gabinete, destaca la ministra de Justicia, Christiane Taubira; entre los laicos, personajes como Manuel Valls, ministro del Interior, que no oculta sus ambiciones para ocupar la plaza de Ayrault al frente del gabinete.
En el propio Gobierno de coalición socialista-ecologista, los Verdes, los mejores exponentes del "boboismo" (burgueses-bohemios), nunca han ocultado su tendencia procomunitarista, como la ministra de Vivienda, Cécile Duflot. Partidarios, en su mayoría, de la mezcla social entre comunidades diferentes, muchos prefieren, eso sí, vivir en barrios blancos y evitan llevar a sus hijos a los colegios públicos.
Un regalo para el Frente Nacional
En definitiva, un escenario poco halagüeño para la izquierda gubernamental, a cuatro meses de las elecciones municipales. Ciertos sectores del PSF creen que adulando las diferencias culturales van a captar el voto de los franceses de origen magrebí o el voto negro, pero pueden quizá perder en esa apuesta la adhesión de muchos franco-franceses que no entienden el abandono y la crítica a su historia y tradiciones.
El centro-derecha sarkozista denuncia que este episodio es una nueva maniobra del PSF para aumentar el voto del Frente Nacional y debilitar a la derecha moderada. Una estrategia inventada en su día por François Mitterand y que le dio buenos resultados.
De hecho, la líder del Frente Nacional, Marine Le Pen, no podía soñar con un mejor regalo prenavideño.
En continuo aumento en la intención de voto, la estrella del nuevo populismo europeo comprueba día a día cómo sus rivales políticos utilizan los argumentos con el copyright del FN en el debate sobre el futuro de la convivencia en Francia.
En continuo aumento en la intención de voto, la estrella del nuevo populismo europeo comprueba día a día cómo sus rivales políticos utilizan los argumentos con el copyright del FN en el debate sobre el futuro de la convivencia en Francia.
Hasta hace poco, era políticamente incorrecto decir en este país que la emigración española, portuguesa, italiana o polaca se había integrado sin problemas, a diferencia, especialmente, de los ciudadanos de origen magrebí.
Después de años de esconder la cabeza en la arena, la izquierda francesa comienza a admitir que "hay un problema con el Islam". La presión política de ciertas organizaciones musulmanas, y la utilización que el integrismo hace de la precariedad en los guetos franceses, aumentan sin que los poderes políticos sepan cómo ofrecer una alternativa a la acción de una minoría que está haciendo temblar los pilares de la República y, en especial, el laicismo ganado hace poco más de cien años, después de duras batallas contra el catolicismo tradicional.
Fuente Luis Rivas
elconfidencial
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