Gibraltar es la señal: llegó la hora de cambiar el rumbo
El protagonismo mediático del verano se lo está llevando nuestro viejo contencioso con la Gran Bretaña para recuperar ese pequeño trozo de tierra que la rapiña de la corona británica nos arrebató hace 300 años.
El lanzamiento por parte de las autoridades del Peñón de 70 bloques de hormigón y el repetido conflicto con los pescadores españoles, a los que el Peñón prohíbe faenar, ha elevado la tensión entre Madrid y Londres y ha llevado incluso a que el presidente de Gobierno, Mariano Rajoy, y el primer ministro británico, David Cameron, se vean obligados a hablar por teléfono para calmar las aguas.
No han faltado “analistas” que han argumentado que todo esto no era más que un intento del Gobierno de Rajoy para desviar la atención de los problemas de corrupción, especialmente, con el asunto Bárcenas. Algunos de estos “analistas” sabemos que son realmente agentes al servicio de los británicos y sus propios intereses en Gibraltar, y otros tienen origen en la lamentable oposición desnortada del PSOE. Hay que añadir a la lista a los progres de la tradicional izquierda española, divagante, extravagante o hilarante, y su habitual odio a España, para los que Gibraltar no es más que un tema “franquista”. Para el separatismo catalán, ese que apoya a los colonialistas británicos, solo tenemos palabras de desprecio.
Pero lo cierto es que, más allá de las ridículas pretensiones que pueda tener el actual Gobierno, ya es hora de resolver de una vez por todas, el asunto de Gibraltar, único territorio en Europa pendiente de descolonización según la ONU. La posible intención del PP de desviar la atención es tan torpe como los silencios, cuando no complicidades, de la oposición con los colonialistas británicos. Pero más allá de esas pequeñeces de la política interna, que tanto gusta sacar a Cameron y su banda de ultraderechistas en el Peñón (y sus alrededores) y en Londres, la cuestión de Gibraltar es ya insoportable.
Para España como Nación y para su pueblo, que sufre la humillación de ver una bandera extraña clavada en un trozo de su territorio, la cuestión ya no es solo el atropello a los pescadores, que llevan meses siendo agredidos por las patrullas de los piratas de la Roca y únicamente defendidas por la Guardia Civil; no es solo el incumplimiento del propio Tratado de Utrecht o los incumplimientos de los hijos de la Gran Bretaña durante décadas de declaraciones, resoluciones de la ONU, acuerdos, etc.; no es solo la limpieza étnica de los auténticos habitantes de la Roca, no es solo el robo de tierras, la barrabasada de los bloques de hormigón, la base militar como embarcadero de submarinos nucleares, las gasolineras flotantes y el bunkering, el contrabando de tabaco y de lo que no es tabaco, el paraíso fiscal para empresas defraudadoras, el blanqueo de dinero, el aprovechamiento de la sanidad pública española, la competencia desleal al comercio de la zona pues no pagan IVA, el espíritu de casino mafioso que rodea toda la actividad de Gibraltar, las amenazas y chulería racista de esa gentuza…
Sí, es todo eso y la dignidad nacional de un pueblo. Es, en definitiva, la cuestión de la soberanía, como única solución a toda la anterior lista de agravios.
Pero hay muchos más en el trasfondo del conflicto de Gibraltar, apuntado por el general Chicharro en un reciente artículo. Vale que durante el siglo XIX no podíamos esperar nada de una Gran Bretaña potente frente a una España debilitada, vale que las guerras mundiales hicieran de Gibraltar un baluarte estratégico para los ingleses, vale que nuestra crisis política y guerra civil nos dejara más debilitados y atendiendo exclusivamente a nuestros problemas internos, vale que durante el franquismo no se quisiera hacer una cesión a una dictadura (falaz argumento como se pudo comprobar con el caso de Hong Kong, en el que los ingleses no tuvieron la testosterona suficiente y salieron de allí con el rabo entre las piernas) a pesar de las resoluciones de las ONU… pero tras la muerte de Franco y, más todavía, tras la apertura de la verja, la entrada de España en el Mercado Común Europeo y nuestra inclusión en el sistema militar de la OTAN, la Gran Bretaña ya no tiene la más mínima razón para mantener la colonia. Pero no es así y todavía algunos papanatas de casa le llaman país amigo o aliado.
Y ahora viene la segunda parte.
Al parecer tenemos unos aliados que no nos sirven ni para convencer a la Pérfida Albión de que se vaya de una p…. vez de Gibraltar. Aquí la “comunidad internacional” (pueden reírse tranquilamente, es lo propio) con sus resoluciones de la ONU parece ser que no aplica; La Unión Europea solo nos está sirviendo para soportar políticas de recortes que están hundiendo las conquistas sociales de casi un siglo, empobreciendo a nuestros compatriotas, y teniendo que soportar la prepotencia de potencias económicas que son bastante patéticas en el ámbito de la política internacional, no es esta la Europa con la que soñábamos; y, para colmo, nuestro “gran aliado”, los EE.UU., esos que se aprovechan también de nuestro territorio para bases estratégicas como Rota y Morón, tampoco son capaces de convencer a los súbditos de su Chistosa Majestad de que se sienten de una vez a resolver el contencioso. De la OTAN, para qué hablar. Los mismos perros…
¿Estos son nuestros aliados a los que debemos lealtad? ¿Para esto apoyamos guerras, bloqueos e intervenciones en países donde no se nos había perdido nada o que eran amigos solo porque “nuestros aliados” nos lo pedían? ¿Esta gente, denominada con la cantinela de los “países de nuestro entorno”, es a la que tenemos que tener respeto?
¿De verdad nuestros intereses como Nación soberana es estar junto a esta banda de ricachuelos racistas (nos llaman PIGS –cerdos-) en Europa y eunucos políticos frente a los EEUU?
¿De verdad nuestros intereses como Nación soberana es estar junto a esta banda de ricachuelos racistas (nos llaman PIGS –cerdos-) en Europa y eunucos políticos frente a los EEUU?
No podemos seguir así.
El Gobierno español, sea del signo que sea, por razones históricas, de seguridad nacional, medioambientales, económicas, policiales, de justicia… tiene que buscar las fórmulas adecuadas, por drásticas que sean, para que Gibraltar deje de ser una vergüenza para todos los españoles. Ya está bien, ya han disfrutado del pillaje 300 años. Ya es hora de que se larguen para siempre, con los llanitos que quieran y que se lleven a los monos a Buckingham Palace, con sus parientes.
Y para conseguir que se vayan los ingleses son fundamentales los gestos y apoyos reales de nuestros denominados aliados, tanto de la OTAN como de la UE, y a título particular, de los EEUU de América.
Si no es así, si no nos sirven para resolver la ocupación de un cacho minúsculo de nuestro territorio… no nos sirven como aliados. Que no se llamen amigos nuestros, que se olviden de nuestro apoyo en cualquiera de sus aventuras imperialistas, que se vayan a la m…
Los españoles tienen que asumir que es la hora de cambiar. Aunque eso implique sacrificios (los que nos impone la UE y la OTAN ya son suficientemente dramáticos). Sí, Gibraltar es la señal de que hay que cambiar de aliados.
Como pueblo digno, nuestro deber es exigir a nuestro Gobierno, sea del signo que sea, que esto se tiene que acabar. De momento, cerrar la verja, ayudar al Campo de Gibraltar y acabar con los “colaboracionistas” de los piratas. Se acabó el pillaje. Cerrada y punto.
Y después exigir a nuestro Gobierno, sea del signo que sea, que nuestros llamados aliados cumplan. Si no, que dejen de llamarse aliados.
El mundo es más grande que una Europa sometida y castrada, y más poderoso que unos Estados Unidos sumidos en una acelerada decadencia.
España tiene proyección en nuestra América a la que podemos aportar mucho sin necesidad de ir al expolio, culturalmente e históricamente hermanos, podemos y debemos cerrar filas con ellos, con Argentina y Venezuela, con Ecuador y Brasil, con Nicaragua y Bolivia, con Chile y Cuba, con Méjico y todos los países hermanos del continente.
Y España puede buscar su entente con las potencias emergentes, el BRICS, fundamentalmente con Rusia por necesidades de la Defensa y proyecciones estratégicas comunes, para lo que bastaría, en un primer momento, con la ampliación de acuerdo en materia de defensa aprobado recientemente con Moscú y negociar el acceso a puerto de la flota rusa del Mediterráneo (en la imagen).
Algunos pensarán que viviríamos peor… ¿sí? Comprueben las cifras de crecimiento y desarrollo de los emergentes y probemos. A lo mejor nos llevamos una sorpresa. Desde luego, lo que no tiene ningún sentido es seguir considerando aliados y amigos a una pandilla de aprovechados que nos desprecian y a un país que ha hecho de la piratería su “unidad de destino en los universal”.
Reflexionemos seriamente si no ha llegado el momento de cambiar el rumbo de la nave hacia otras latitudes.
Fuente Juan Aguilar
elespiadigital.com
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