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jueves, 21 de marzo de 2013

LA TROMPA DEL ELEFANTE



«Todo lo que manda el Rey, que va contra lo que Dios manda, no tiene valor de Ley, ni es Rey quien así se desmanda.»  Lope de Vega

Newsletter nº 53. La España Corinnata

La historia que nos ocupa no es exactamente novelesca sino real, extraída de la vida misma aunque plagada de destellos cinematográficos.

Los aficionados al séptimo arte encontraran en ella enfoques, planos y secuencias que les recordarán films ilustrativos de casi todos los géneros conocidos. Desde la comedia teatral tipo “El príncipe y la corista” (con una magnífica interpretación de Marilyn Monroe), hasta el thriller de intriga y acción como “007 al servicio de Su Majestad” (quizás el peor de la serie ideada por Ian Fleming), pasando por el agradecido género de aventuras africanas al corte de “Mogambo” o las producciones berlanguianas más genuinas del tardofranquismo, como “La escopeta nacional” (en la que Bárbara Rey hacía un papel muy suyo de actriz masoquista).

Nuestra “película de la realidad” se podría titular “Simplemente Corinna”, en homenaje a la vida que relata de su protagonista principal, Corinna Larsen. Aunque, atendiendo a la trama y desenlace de la historia y a muchas de sus escenas más brillantes, también podríamos referirla como “El retorno de Ingrid”, “Gabinete Pompadour”, “La corte del Faraón”, “Rocambole en La Zarzuela” o “La España Corinnata”... Vamos a quedarnos amablemente con esta última referencia, sin dar pábulo a las páginas más escabrosas del guion original.

De entrada, la historia arranca al estilo del vaudeville, como una comedia ligera y desenfadada con situaciones equívocas para entretener al personal y provocar su admiración en las revistas de la “gente guapa”. Pero rozando también peligrosamente el mundo de la información amarillista y el estilo propio del “celtiberia-show”, que tanto juego está dando en la “tele-basura” del momento.

En ese marco, justo a caballo entre la superficialidad y el sensacionalismo, surge la llamativa figura de Corinna Larsen, convertida nada menos que en “S.A.S. (Su Alteza Serenísima) la princesa Corinna zu Sayn-Wittgenstein”, aprovechando chuscamente el haber estado casada en segundas nupcias con Casimir zu Sayn-Wittgenstein-Sayn, del que se divorció en 2005, tras tener en 2002 un hijo con él, Alexander (la boda civil tuvo lugar en Chelsea, Londres, en 2000 y la religiosa en Salzburgo en 2001). El príncipe Casimir (“Cassi” para los amigos), es hijo segundo del príncipe Alexander zu Sayn-Wittgenstein-Sayn, lo que, al uso alemán, le permite utilizar efectivamente el título de su progenitor, aun cuando éste no haya fallecido.

Corinna Larsen ya tenía otra hija, Nastassa Atkins (residente en el exclusivo Principado de Mónaco, comme il faut), fruto de su anterior matrimonio con el empresario británico Philip Atkins, celebrado en 1990 cuando ella tenía 25 años (algunos medios le identifican como Philip J. Adkins). La joven Corinna adoptó el apellido Atkins hasta que diez años más tarde se casó con “Cassi”, convirtiéndose entonces en una imaginaría “princesita” de cuento de hadas, de cuna plebeya y alta cama, que más tarde terminaría irrumpiendo en la vida de uno de los reyes más falderos de la historia (un “pura sangre” borbónico); y nada menos que como amiguita de quien, en razón de su diferencia de edad, podía ser perfectamente el padre de la propia “criatura”: dato para quien quiera entender bien de qué va la cosa…


 

Con todo, y sabiendo que en España los pecados que se cometen “de cintura para abajo” tienen poca condena social (muchos españoles admiran al Rey por ser un “crack” en la materia), y que todo el mundo tiene asumido el popular refrán celtibérico de que “tiran más dos tetas que los bueyes de dos carretas”, poco queda por decir y mucho menos por hacer.


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