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viernes, 22 de febrero de 2013

AÑO ZERO



Qué se entiende por revolución


Si hay una palabra que siempre me ha intrigado es la de revolución. Y digo que me ha intrigado, porque si me pongo a contar la cantidad a acepciones que se hacen de la misma, llega el momento que se corre el riesgo de equivocarse y tomar por revolución lo que es diametralmente opuesto.

Para llegar a comprender lo que revolución significa, es necesario ser revolucionario y a ello se llega por diferentes caminos pero con un destino final común.
Para alcanzar la plena consideración revolucionaria lo primero es tener claro el objetivo final a alcanzar, abandonar lo superfluo y profundizar en lo trascendente.

A renglón seguido, estar convencido que el camino a andar no va a resultar cómodo ni grato; todo lo contrario: será difícil por los impedimentos que la sociedad acomodaticia va a poner a todo el que ose violentar un status quo, conseguido con el mínimo esfuerzo.

De igual modo el revolucionario, jamás considerará al prójimo más próximo como un rival a destruir por ser el impedimento más próximo para la consecución de los bienes materiales, que como se ha comprobado en los últimos tiempos, son además de efímeros poco consistentes.

Si se adopta como mapa conceptual las consideraciones anteriores, si es capaz de integrarse en el seno de una sociedad solidaria y comunal, estaremos ante la figura de un auténtico revolucionario.

Será el momento de ocuparse de temas sociales en unos momentos en los que el pueblo se siente desvalido por culpa de unos administradores de los bienes escasos que se han quedado con la parte mollar de los mismos, mientras ofrecían las migajas a los llamados ciudadanos y ciudadanas, que las recibían a cambio de introducir una papeleta en una urna cada cierto tiempo.

Hay otros impedimentos externos que dificultaran la tarea: es imposible alcanzar la transformación de la sociedad, con leyes ideadas como escudos protectores de los poderosos, que van a ser interpretadas y ejecutadas por ellos mismos. Es necesaria la colaboración de todos, para exigir su derogación y reforma posterior. Lo bueno de todo esto, que necesidad obliga y a lo lejos se oye un grato murmullo que ojala sea debido a la concienciación de un pueblo adormecido por la droga del consumismo.

Como punto final, el deseo que de una vez por todas, la nefasta presencia de la corrupta monarquía de los Borbones, de paso a un nuevo régimen basado en la libertad, honestidad e integridad de las personas, solo ver al delincuente yerno, produce asco y repulsa.

                                                                                                  Pedro Cantero

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